domingo, 31 de julio de 2011

aventura en el parking del súper

De verdad que me pasa cada cosa...
Iba a contar que ayer tuve una noche fantástica, con chicososo, que no es tan soso cuando se lo propone. Pero lo dejo para otro rato, porque hoy he tenido una tarde de esas que hacen afición.
Los sábados por la tarde-noche uno hace planes, se pone guapo, sale de fiesta… esas cosas. Pero yo soy más original. Así que he decidido estar a punto de pasar la noche encerrada en el parking del mercamoñas, que como aventura no tiene precio.
A veces creo que el universo conspira en mi contra. Y no son sólo mis momentos paranoicos. Es que llevo un tiempo que todo el mundo me dice que debería salir más y vivir cosas. Yo prefiero la tranquilidad de mi casa, mi sofá, mi pijama y mi gato. Hasta me planteo dar una oportunidad a chicososo para vivir con él una desaborida y maravillosa relación basada en el profundo aburrimiento. Y es que necesito paz. Pero el mundo me la niega.
Hoy mi coche se ha unido a la plataforma pro “arruinemos la calma de Naar”. Y ha decidido quedarse sin batería en el parking del mercamoñas justo a la hora en que lo cierran. La consecuencia es una hora de extrema diversión y ansiedad encerrada  totalmente sola, semi a oscuras, esperando a la grúa mientras los empleados del súper mercado se debaten entre cachondearse de ti y la lástima que les produces ahí sentada en el suelo, con tu compra recociéndose en el maletero de un coche que no atiende a razones.

El final por esta vez es medio feliz: llegó la grúa, consiguió arrancarme el coche, pude salir del garaje y llegar a mi casa. Pero creo que no volveré al mercamoñas nunca. Me da miedo volver a quedarme encerrada. Y me da vergüenza porque voy a ser la comidilla de reponedores y cajeras durante un buen tiempo.  Yo creo que terminaré agorafóbica total.

P.D. Al próximo que me diga que tengo que salir de casa y vivir aventuras, le atropellaré con mi coche una vez que cambie la batería y haré que parezca un accidente. Aviso.

miércoles, 27 de julio de 2011

cómo decir piropos

Esta tarde he salido a hacer unas cosas. Y no es que fuera arreglada, ni escotada, ni nada… pero al pasar por delante de un taller de coches, se da esta situación:

-         ¡¡Guapaaaaaaaa!!
-         Tío, dile algo más original….
-         ¿Como qué?
-         Pues no sé… hummmm… ¡¡Rubiaaaaaaa!!

Genial, eso es originalidad. Obviamente, no hago caso. Nunca lo hago con los piropos en general, y desde luego, ignoro totalmente a los que me llaman “rubia”.  Lo soy, pero no me gusta que me denominen por ello. Me hace sentir estúpida, aunque no sé muy bien porqué.
El caso es que sigo andando y haciendo mis recados. Hasta que me cruzo con un mulato de mediana edad, con una camiseta de República Dominicana. Me mira de arriba abajo y, al pasar por mi lado, me dice (sin gritar para que se entere todo el barrio):

-         Perdona que te mire, linda, pero eres una chica preciosa.

No puedo evitar sonreír. Así sí.

martes, 26 de julio de 2011

cargar con la culpa

Odio a la gente que victimiza. En serio, despierta mis instintos abofeteadores. Y es que cuando veo a alguien lamentándose y haciéndose la víctima inocente de los despiadados planes del malvado destino, me dan unas ganas de liarme a leches que me cuesta mucho retener. Una cosa es un momento calimero, que los tenemos todos y otra cosa es toooooodo el santo día llorando la pena mora por el mundo.
Sin embargo, yo soy partidaria de la culpa. De echársela a otro, me refiero. Y es que es estupendo, la culpa es de las pocas cosas que es mejor cuando es de los demás que cuando es propia. Y repito, sin victimizar y convertirse en la protagonista de un culebrón venezolano. No, sólo es cosa de quitarse la responsabilidad de encima. Ser víctima es un poco ridículo, pero ser el culpable es lo peor. Y ser culpable de los propios problemas te hace sentir idiota.
Cuando era pequeña, mi padre me enseñó que con él había dos cosas que no valían. Una era “esto es injusto”, siempre me respondía, “es lo que hay, la vida es injusta”. Y otra era “no he sido yo, ha sido culpa de…” Le daban igual mis explicaciones, siempre me respondía lo mismo, que me mirara el ombligo a ver qué era lo que había hecho yo, que todo el mundo tiene lo que se busca. Así que me acostumbré a asumir responsabilidades sin poder quitarme el muerto y cargar con él a otro.
Ahora me he hecho mayor y vivo sola, por lo que todo para bien o para mal, es cosa mía. Si algo me sale bien, digo, “jo, soy la puta ama”. Y me lo digo sola, claro. Pero si por lo que sea, meto la pata… también soy la única culpable. Y busco a mi alrededor para pagar mi mosqueo con alguien, pero sólo encuentro mi propio reflejo y pienso, “jo, soy gilipollas”. He llegado a la conclusión de que muchas veces, la utilidad de una pareja es culparle de lo que sale mal. Que se te quema el asado, su culpa por no echarle un ojo mientras tú vas al baño. Que se te cae el azucarero al suelo y pones la cocina perdida, su culpa por distraerte. Que te levantas sintiéndote un gusano miserable, su culpa, por no prestarte atención. Que te ves horrorosa y te sientes repentinamente gorda, su culpa, por no decirte lo guapa que estás cada mañana. Pero yo estoy sola, solísima, por lo que no me queda más remedio que asumir la responsabilidad de todo lo que me pasa. Y es una caca de la vaca, por cierto.
La conclusión de todo esto es que me siento un poco sola. Porque cuando compartes la vida con alguien, compartes lo bueno, lo malo, la culpa y la responsabilidad… pero cuando estás solo, llevas el peso de todo en tus espaldas y hay veces en las que echas de menos un poco de apoyo. Echas de menos pegarle la bronca si estás de mal humor. Echas de menos cargar la culpa al otro de un error tuyo. Echas de menos pagar un mal día con alguien. Echas de menos…. Guau, me estoy dando cuenta de que soy una joya. Igual por este tipo de cosas estoy sola. O quizás no, quizás sea culpa de todos menos mía. Sí, eso.  

domingo, 24 de julio de 2011

el elefante dormido

Al final el  jueves me decidí a quedar con chicososo, al que estoy pensando seriamente ponerle otro apodo. Y no porque no sea soso (que lo es), si no porque… no sé, porque me da cosa llamar así a un chico, que por lo demás, es estupendo.
El caso es que quedamos. Y el sigue reuniendo suficientes cualidades para ser candidato a novio casi perfecto: sigue siendo guapo, alto, delgado, tranquilo, sonriente, educado y blablablá. Todo sería perfecto si no fuera porque no siento… “eso”. Por eso todo se queda en el casi. Así que es “casi” perfecto. Y eso, lamentablemente, no es suficiente. No porque las cosas tengan que ser perfectas, que no lo son. Si no porque hay que ver lo bueno y lo malo, sin casis. Y este pobre hombre es así, siempre hay un casi que lo estropea. Y yo sólo puedo fijarme en ese casi.
En cualquier caso, cuando uno tiene una cita con alguien que le gusta, vuelve a casa como flotando, rememorando la conversación, las miradas, las sonrisas… y si tienes la suerte de que te besen en el portal, subes a casa levitando, a un palmo por encima del suelo, sintiendo el corazón en la garganta y un dulce calorcillo en los labios. Bien, pues nada. No sentí nada. Ni frío ni calor. Nada.
Así que, pasamos una tarde “casi” perfecta. Tomamos algo y charlamos. Me acompañó a casa. Me besó en el portal. Subí en el ascensor, pensando una vez más porqué los zapatos más bonitos son los que más duelen. Y me dejé caer en el sofá, totalmente rendida. ¿Por qué soy así? ¿Qué es lo que falla? ¿Por qué no siento nada? Me pregunté si aún me latía el corazón. Y tras comprobar que sí, que el corazón físicamente me late, encendí el ordenador, me desmaquillé, me quité la ropa mona y me preparé un té de naranja.
Estaba un poco depre, la verdad. Jo, sabía que estaba acorchada en cuanto a sentimientos, pero tanto, tanto…
Y en esto que alguien me habla por feisbuc. Supuse que sería Pa, o Jimmy, que trabaja de noches y se aburre. Pero no. Es el dueño de mis sábanas. Y sólo ver que es él y que me dice “hola guapa” me acelera el pulso. Maldita sea mi estampa, me digo, pero mi parte depresiva y calimera me puede, así que al principio la conversación es de lo más anodina. Hasta que, no sé por qué, me dice, “eso es como el sueño de los elefantes ¿sabes lo que es?” y yo digo que no, que no suelo dormir con elefantes. Suelo dormir con un gato.  Y a veces he tenido la sensación de dormir con un cerdo, con un oso, o con una marmota, pero de elefantes no sé nada. Y me dice, que cuando un elefante duerme, puedes hacer casi de todo, que sigue durmiendo, pero que si le despiertas, es mejor que huyas. Y yo pienso, “vaya, tienen buena memoria, pero mal despertar… como yo” y sonrío. Generalmente, la sonrisa ahuyenta mi lado calimero, pero esta vez no se va del todo. Queda, como un residuo hasta que pienso de nuevo, “igual sí que es buena comparación y yo estoy como un elefante dormido. Lo mismo estoy agilipollada sentimentalmente,  y por mucho que haga la gente a mi alrededor no despierto, pero el día que salte la chispa, arderá Troya.” Y ese pensamiento me hace sonreír otra vez y echa definitivamente a mi pequeño calimero interior.
Así que sigo hablando con él, olvidando mi cita desaborida y mi beso más desaborido aún. Me dejo llevar, porque es lo que he hecho siempre con el dueño de mis sábanas. Se me despierta el elefante. Se me desacorcha el corazón.  Dejo que la noche de verano, una vez más nos haga al uno del otro sin que importe nada de lo que hay fuera de nuestro pequeño mundo. Dejo, simplemente, que pase otra vez, que mi mundo desparezca y sólo esté él, por un ratito, sólo él, sólo yo.
Y cuando, a las tantas de la mañana, nos despedimos y sólo me queda un cenicero lleno y los posos del té de naranja, maldigo mi estampa de nuevo. “Cagüenlaleche, tía, ya te vale”, me digo. “Por qué, joder, por qué. Por qué eres taaaaan idiota que no puedes sentir ni un poquito por un chico casi perfecto que tienes al lado y sin embargo dejas que este otro, sólo a través de la red, despierte tu elefante. Anda, y vete a dormir. Ir a dormir los dos, el elefante y tú.” Por suerte, a la mañana siguiente, sólo me desperté yo, el elefante duerme de nuevo… por ahora.  

jueves, 21 de julio de 2011

el choni-dilema

Casi siempre que cuento cosas de mi barrio, suelen tener buena acogida. Claro, como no vivís aquí… en fin. El caso es que el otro día escuché una conversación que me dejó totalmente fascinada. Yo estaba en el coche, con las ventanillas bajadas, esperando a mi madre que compraba el pan y a mi lado había un par de adolescentes (de unos 17 años o así) en un banco, mirando el feisbuc (por lo que deduje de la conversación) en una pantalla táctil de esas raras que se llevan ahora.
Él era una marica loca, con pantalones de pitillo azules chillones y una camiseta amarilla, combinado el conjuntito con peinado tipo tupé y gafas de sol retro en plan ochentero de pasta azul. Ella muy al puro estilo de mi barrio, peinado tipo Amy Winehouse, pendientes de aro, camiseta de tirantes enseñando medio sujetador y leggins (o sea, mallas).

-         ¿Y esta tía es amiga tuya? – decía él horrorizado.
-         No, ya no. Lo era, pero ahora no nos hablamos.
-         Mejor. Vaya pintas. ¡¡quítate el aparato, nena!! – hablándole a la pantalla. – con las cosas tan monas que hacen ahora, mira que ir con esos brackets taaaaan horrorosos. Ay, me caigo muerto. Mira qué pelos, por favor.
-         Y porque no tiene más fotos, pero no sabes con qué pintas que viste la colega. - le dijo la sartén al cazo, aparta que tiznas.
-         ¿Y sólo tiene 15 amigos? Bueno, claro, que siendo tan fea, bastantes son.
-         Ese es su padre.
-         ¿Este rapado? Huy, pues está muy interesante... ¿y es su padre? ¡Por favor! ¡¡Qué “loser”!!
-         Yo porque mis viejos no tienen FACE, pero imagínate, yo no los agrego ni loca. Pa que vean to lo que hago y to lo que digo. – di que sí, hija, mejor que no lo sepa nadie.
-         Es muy “loser” agregar a padres en el FACE, pero te digo una cosa, en este caso, es peor por el padre. Con lo bueno que está, tener una hija tan adefesio. Yo le decía “mira hija, lo siento, pero no te agrego”
-         Hala, tío, ¿te imaginas? Qué cruel.
-         ¿Y qué prefieres ser cruel o ser súper “loser”? - he ahí el choni-dilema.

En esto que mi madre se monta en el coche y da un portazo, como de costumbre. Me saca de mi ensimismamiento, pero el olor a pan caliente hace que lo perdone todo.

-         He comprado una barra normal y una integral ¿tú que quieres? – me dice
-         ¿Yo? No ser una “loser”, mamá, no ser una “loser”.


* Nota al margen, hoy en día todos estamos familiarizados con el inglés, pero por si acaso me lee mi abuela o algo parecido. La traducción literal de “loser” es perdedor, adjetivo peyorativo que en América es muy común, pero yo prefiero mil veces la expresión más castiza "ser un pringao."

lunes, 18 de julio de 2011

meme "la última vez que..."

En este blog he hecho pocos, pero me gustan los memes. Así que robo este de por ahí y me lo quedo. E invito a todo el mundo a hacer lo propio.

Lo último que has comido
Unos dulces. Soy golosilla en general, pero hay días en los que vendería mi alma a cambio de chocolate. Así que acabo de zamparme unos bizcochitos con una chocolatina y unas galletas de frambuesa y chocolate negro.

La última ropa que te has puesto
La pequeña parte pudorosa que me queda, me invita a no decirlo. Pero la ignoro. Después de ducharme, una camiseta de tirantes desgastada para cenar e irme a dormir. Glamour a tope.

Lo último que te has comprado
¿Comida? ¿El pan? Ni idea. Como algo un poco mejor, un vestido de Mango. Y no es comprado exactamente. Le regalaron a mi abuela un foulard de esa marca horroroso. Y como ella no lo quería y la ropa de esa tienda no le vale, me lo dió y me dijo, que lo cambiara y con ese dinero, cogiera lo que quisiera. Y encontré este vestido, del que me enamoré tanto, que puse 10 eurillos extra y me lo traje a casa.

Tu último beso y/o abrazo
A Ron, le doy besitos todos los días. Él a cambio me lame con su áspera lengüecilla y me da cabezazos.  En cuanto a otro tipo de besos o abrazos, no me acuerdo. Supongo que fue a A, pero hace meses ya de aquello.

El último “te quiero” que has o te han dicho
Pues a parte de a mi madre y a Ron… creo que fue a mi amigo-gurú Seis, que en persona se lo digo casi siempre y por mail hace unos días me dijo: “te quiero. Lo sabes, pero a veces está bien decirlo” y yo le contesté textualmente: “…y yo también te quiero. Si no te quisiera a ti, ya si que me preguntaría si sigo viva o he muerto del todo.”

La última vez que te has reído
Pues siempre se he sido bastante risueña, pero es que encima, me río mucho últimamente. Esta noche mismo, con una chorrada que ha dicho mi padre y de la que ahora mismo no me acuerdo. Y esta mañana, jugando con Roncete en la cama.

La última vez que has llorado
Ayer por la tarde, de dolor de ovarios.

La última vez que te has enfadado.
¿Enfadarse? ¿qué es eso? Desde que vivo sola me enfado menos. No tengo nadie con quien hacerlo. A veces me mosqueo, obviamente, pero se me pasa, porque me voy a mi casa y me calmo yo solita.

La última vez que has pasado vergüenza.
Pues como hace mucho que no compro condones y que no salgo a tender en sujetador, no lo sé. No soy muy de avergonzarme. Aunque sí soy propensa a la vergüenza ajena. Cuando no salgo por las mañanas y ya he terminado de limpiar y demás, pongo la tele y al final nunca resisto la tentación de pinchar telecirco y ver “chulos, putones y viceversa”. Pero a los cinco minutos estoy totalmente acalorada, roja como un tomate y mirando al suelo, murmurando “diosmíoquéhorror, diosmíoquéhorror…”. Así que lo quito. Y al rato vuelve mi lado masoquista y vuelve a ponerlo, me vuelvo a avergonzar, lo vuelvo a quitar… y así hasta que me levanto y me voy a hacer la comida o cualquier cosa que me aleje definitivamente de la bazofia humana. Y paso vergüenza de verdad, lo juro, aunque sea ajena.

La última película que has visto.
Bueno, entre que no voy al cine y que soy perezosa para las descargas, últimamente no veo muchas pelis nuevas. Además soy muy fan del cine clásico, de películas antiguas, del blanco y negro, de cosas raras. El sábado por la noche, en casa de mis padres vimos “Alguien voló sobre el nido del cuco”, en la sexta 3. Me encanta esa cadena. Y la peli, pues no está mal, pero estábamos cenando y hablando a la vez así que no le presté toda la atención que me gusta prestar a las pelis. Ver en plan de sentarme a comer palomitas, “Volver” de Almodóvar, y me encantó.

La última fiesta en la que has estado.
La boda de mi amiga del sur. Aunque sería muy generoso llamar “fiesta” a eso. Y no es que me lo pasara demasiado bien que digamos. Pero es que no me acuerdo de ninguna anterior. Jo, qué triste.

La última vez que has bailado.
En público, de nuevo en la boda de mi amiga. Pero casi a diario bailo por mi casa mientras limpio, o cuando me visto, o cuando cocino…

La última vez que te has emborrachado.
Nunca jamás me he emborrachado. Ni he tomado una copa. Abstemia, abstemia, abstemia…

El último libro que has leído.
La verdad de los secretos, de Sharon Shinn. No está mal. Es un cuento que trata del paso de la niñez a la adolescencia y la juventud, sobre la importancia de la verdad y de los silencios. Y sobre todo tiene un punto de fantasía muy agradable y la historia y los personajes irradian mucha dulzura.

La última persona con la que has hablado.
Mi madre. Me ha llamado por teléfono a ver si sobrevivía a los envites mis propios ovarios y la acompañaba esta tarde a comprar.

El último mensaje que has recibido.
El de chicososo que conté en el post anterior.

El último sueño que has tenido.
Hoy en la siesta uno muy raro. Estaba yo de viaje y paraba en una casa que resultaba ser de los padres de Ross. Y estaba con ellos tan tranquila cuando llegaba toda la familia del desequilibrado. Muy chungo el asunto. Mejor no analizarlo en plan Freud.

viernes, 15 de julio de 2011

recuerdos selectivos

Yo pensaba que tenía buena memoria. Y creo que más o menos, la tengo. Pero soy un poco selectiva. Si almacenase en mi cabeza absolutamente todos los detalles de todo, me explotaría. Por eso pienso que todos seleccionamos recuerdos. Los que nos marcan, los que nos afectan, los que cambian el rumbo de nuestra historia. Como supongo que pasa con las personas. Vale que yo he sido un poco golfa, pero recuerdo hasta cierto punto a todos los chicos que han pasado por mi vida. Sólo que con matices. De algunos recuerdo todo, su olor, el tacto de su pelo, el tono de su voz, cada uno de los besos que me han dado. Y de otros recuerdo vagamente su paso por mi vida.
Lo curioso es que a veces uno cree que todo es completamente recíproco y no. No lo es. A veces alguien que para ti ha sido importante, no piensa lo mismo y tú no has significado nada para él. Y otras, alguien que tú crees que pasó sin pena ni gloria, te recuerda con arrobo. Psssss, son cosas que pasan.
Y digo esto porque en cosa de un par de días, dos chicos de los que yo considero que estuvieron de paso, me han dicho lo mucho que me recuerdan. Y eso que son historia antigua.
Uno de ellos es un chico del sur. Chicoguapo y yo compartimos una noche de besos con 17 años. Ya ves, qué importante. Pero hace poco me agregó al facebook. Y nos pusimos a hablar, que si cómo va esto, lo otro, tal y cual, nada del otro mundo. Hasta que me recuerda la noche de marras. Y le digo que sí, que me acuerdo, claro. Pero él me empieza a dar detalles que a mí me suenan de una forma más que vaga. Que si esa noche (de la que recuerda la fecha) yo llevaba tal ropa, y tal colonia y que bailamos no sé qué canción. Pues vale, lo que tú digas. Y él sigue a lo suyo. Que si se acuerda mucho de mí, que yo le gustaba mucho, que se quedó con ganas de que intentásemos algo más pero que yo iba por libre. Y me surge la interrogación y la desconfianza. Anda ya. Esto son técnicas extrañas de ligue, a mí no me la das. Y más cuando me dice que si quiero se viene un fin de semana a verme a Madrid y lo pasamos juntos. Ahhh, este lo que quiere es folleteo, que obviamente, con 17 años no lo tuvo. Todo claro.
El otro es el Soso, del que conté una anécdota no hace demasiado. Pobrecico mío. Este sí que me quería y yo pasaba de él porque me aburría. El caso es que este pobre sí ha dado siempre más que señales de que le dejé huella. Y no sólo a mí, muchos amigos comunes me lo han dicho.
Lo que ha pasado con este es que ayer bajaba yo al despacho de mis padres a llevar una documentación cuando un tipo desde un coche se me queda mirando. Como llevo unos pantalones blancos que me quedan pequeños, no le doy excesiva importancia. Pero el menda está a punto de estrellarse de morros con otro coche que le pita por seguir mirándome e invadir el carril contrario. Yo me río un poco por lo bajini pensando una vez más que el verano pone muy mal a la gente y sigo con mi trabajo. Llevo la documentación, hago un par de cosas en el despacho y me voy con madre a tareas más mundanas, como comprar tomates. Al rato me llega un mensaje al móvil: “hola Naar, te he visto antes en el barrio pero yo iba conduciendo. Me ha gustado mucho verte, sigues preciosa. Y que si un día te apetece nos podíamos tomar algo en bardondeibamossiempre. Un beso”. Suelto un bufido. Mi madre se ríe. Me guardo el móvil e ignoro el mensaje hasta hoy, que le he respondido que no me fijé si era él, pero que bueno, que podríamos vernos. Primero porque no tengo claro que al final lo hagamos. Puede que quede en eso que se dice siempre, ese “a ver si nos vemos” que nunca acaba en cita. Y si al final me llama, pues porqué no. Estoy más aburrida que una mona, no creo que este chico consiga aburrirme más aún de lo que estoy en general. Y total, un refresco en una terraza no puede hacer mal a nadie. Y si me aburro soberanamente, pues no volveremos a quedar y punto. Perderé un rato de una tarde, como mucho.
Resumen, uno posiblemente sólo busca sexo. El otro, igual también, pero sobre todo busca amor. Y me dan una pereza los dos que me muero. Y además me da por pensar. ¿sólo se nos enquistan las cosas que no conseguimos? ¿Seguimos obsesionados por las cosas que se nos resistieron en el pasado? Y una vez que las conseguimos ¿qué? ¿Pasamos a otra cosa? ¿Nos vamos a por otro reto? ¿Nos conformamos y nos ponemos tan contentos? Quién sabe.

En cualquier caso, yo últimamente estoy demasiado perezosa para nada de esto. Muy ocupada mentalmente para el sexo. Muy acorchada emocionalmente para el amor. Dedico la mayor parte de mi tiempo en recrearme en mí misma, en dedicarme al amor propio. Y no hablo de masturbación, guarros. Hablo de dedicarme tiempo a mí misma, mucho tiempo, todo el tiempo que durante años me han absorbidos los trabajos, las mudanzas, mi relación destructiva con el desequilibrado. Estoy recomponiéndome, reconstruyéndome, rehaciéndome. Y no tengo tiempo, ni ganas, ni ánimos para asuntos pendientes del pasado, para tíos que se quedaron con ganas de empotrarme o de que les quisiera o de vete a saber qué. Que cada uno se cure sus traumas, que bastante tengo ya con lo mío.

miércoles, 13 de julio de 2011

gracias por nacer

Ya he dicho alguna vez que tengo tendencias bipolares. Por eso paso del post anterior a este sin anestesia. Y últimamente tengo el corazón acorchado, pero en días como este, hay un pinchacito incómodo que me recuerda que aún puedo sentir dolor si me descuido. Total, post absurdo y blandengue. Diabéticos abstenerse.

A veces me da por ponerme sensiblona, calimera y estúpida y pienso que hay una persona para cada otra, que todos tenemos al amor de nuestra vida por ahí, hasta que un día lo encontramos. Y que le queremos desde siempre, sólo que no lo sabemos hasta que caemos en sus brazos y sentimos cómo el mundo se detiene. Otras veces tengo, como me dice mi amigo el Gordito, el colmillo retorcido y creo que el amor es una patraña que nos han contado y todos, como gilipollas, nos hemos creído.
Pero sea como sea, el caso es que pasa el tiempo y le echo de menos. Me duele su ausencia como si me faltara un pedazo de mí misma. Como si me hubieran arrancado un trozo de alma. Como si se lo hubiera llevado el día que salió por mi puerta para no volver. Como si aquellas últimas palabras que le dije “adiós, mi vida” hubieran sido más que premonitorias.
Y más hoy, que cumple años y por primera vez en muchos años no voy a darle las gracias por haber nacido y haber cambiado mi mundo.
Sé que no puedo, que no debo decirle que aún le quiero, que aún le espero, que aún guardo la esperanza de que terminemos juntos. Pero hoy, por ser el día que es, me doy una tregua. Me levanto a mí misma, mi propia orden de no pensar en él y dejo que su recuerdo me invada.

Total, Ross, mi amor, que muy feliz cumpleaños. Y que gracias por haber nacido, por haber cambiado mi vida, por haberme hecho feliz, por haberme hecho sentir el amor más grande que nunca pude imaginar. En resumen, gracias por existir, el mundo es un lugar mejor porque tú estás en él. Y este año no te lo diré en persona, ni por teléfono, ni por mensaje. No lo oirán tus oídos. Pero no me importa. Tú me dijiste hace años que nuestros corazones siempre estarían juntos. Y aún lo están. Así lo siento yo y así lo sientes tú, lo sé. Por eso, lo diré muy, muy bajito, sólo con la voz del mismo corazón, sólo para que el tuyo, que está a su lado, lo oiga: que seas muy feliz, amor mío. Y que te quiero y te querré hasta que me muera, como te quiero desde el día en que naciste, hace hoy 28 años. Una vez más, gracias por ser tú.

lunes, 11 de julio de 2011

el día de la no boda

Esta tarde he salido a pasear por el parque de al lado de mi casa. Una vez que he aprendido a caminar sin dar la mano a nadie, le he encontrado la gracia a pasear sola. Así que, ahí iba yo, con mis pantalones de bolsillos, mis deportivas de tela estampadas de flores y el pelo suelto mojado hasta la cintura ondeándome con el viento. Feliz como una patata. Sintiéndome libre. Libre y feliz que te cagas.
Y en esto que me he puesto a pensar. La vida es… curiosa.
Se supone que yo el sábado me tenía que haber casado. Y cada vez que lo digo, me da la risa. No me pongo triste, ni lo digo con pena, ni con rencor, ni con resentimiento. Me hace gracia. Así de simple. Voy a repetirlo: me tenía que haber casado. ¿A nadie más le hace gracia? ¿No? ¿Sólo a mí? Jo.
Bueno, da igual. Ya expliqué el asunto hace tiempo. Y el caso es que la fecha que pensamos, fue esta, el 9 de julio. Obviamente, aquí no se ha casado nadie. Al menos yo no. Y durante estos meses, desde que el desequilibrado se fue, siempre he estado segura de que hice lo correcto. Hasta en los peores momentos, he tenido claro que no éramos el uno para el otro y hubiera sido un error seguir adelante con semejante majadería. Pero aún así, cuando esta fecha empezó a acercarse, me dio por agobiarme. Pensaba que igual llegaba el día y me daba el bajón. Pero no. Qué va. Todo lo contrario.
Ha sido un fin de semana muy tranquilo, pero muy feliz. Lleno de sensación de estar en el buen camino. A pesar de todo lo malo, de los momentos complicados, de enfrentarme a todo solita. A pesar del caos. A pesar de los pesares, todo va bien. El sol que sale entre las nubes, la luz al final del túnel. La seguridad de que lo mejor está por llegar. Las riendas de mi vida entre las manos otra vez. El corazón acorchado, pero sin un insoportable dolor a diario.
Y sé (o creo al menos) que el desequilibrado no conoce este blog, pero por si acaso, le voy a dejar un mensaje: Lo siento. Siento haber aceptado a regañadientes, siento haber cedido al chantaje, siento el daño que te pude causar. Siento no haberte querido como hubiera debido. Siento mucho que me perdieras. Y sobre todo, siento haber pasado tantos años contigo sabiendo que nunca me quisiste. Pero no siento que te fueras. No siento haberte perdido. No siento, en absoluto, haber decidido no casarme contigo. Y no siento el hecho de no extrañarte, de no echarte de menos, de no sentir tu ausencia. Y sobre todo, sobre todo, no siento el ser más feliz ahora de lo que era contigo. Así que no, no siento haberte perdido. Gané mucho con perderte. Gané mi libertad, mi autoestima, mi yo interior, mi capacidad de ser feliz, de levantarme con una sonrisa, de ilusionarme. Gané mi vida. Así que de nuevo lo siento, cariño, pero ha sido maravilloso perderte.

viernes, 8 de julio de 2011

objetivos de verano

Los veranos molan mucho. Sobre todo en los anuncios de cerveza, de coca-cola o de zumos. Ahí la gente va a playas chachis, baila hasta el amanecer y ligan como posesos. En la vida real, los veranos son un poco rollo. Hace calor, estás cansado y pegajoso y no hay mucho que hacer. Al menos en mi vida.
Para este verano tenía dos objetivos: echar un kiki en la terraza y tener un amorío con un extranjero guapo. Y podría hasta ser magnánima y que propio extranjero me diese lo mío en la terraza, ahorrando así el trabajo de conocer a dos tipos distintos.
Sé que aún queda tiempo, sólo es el principio de julio, pero las cosas no pintan bien. Salgo poco, no tengo muchos amigos y al parecer ningún francés guapísimo está dispuesto a llamar a mi timbre y empotrarme en la terraza mientras me dice guarradas que no entiendo, pero que ardo en deseos de oír.
El caso es que necesito despejarme, salir, conocer gente, bailar aunque lo hago de pena. Necesito que un tío quiera ligar conmigo. Y necesito imperiosamente que me cojan de la cintura y me peguen un beso de esos que hacen historia.
Pero bueno, da igual. Ya se me pasará. Son las hormonas, supongo, como siempre.

lunes, 4 de julio de 2011

de vuelta

Ya estoy de nuevo aquí, en mi casa, en mi sofá, en mi pijama y con mi gato al lado. Parece mentira, como Madrid, que siempre ha sido mi casa, se ha convertido, a fuerza de años y de vida, en mi hogar también. Porque hasta lo echaba de menos, y no sólo por volver a vivir en el siglo XXI, con Internet, televisión, agua corriente dentro de casa y varios baños disponibles. No. Es que este es más o menos mi sitio. Al menos de momento. Es mi casa, mi vida, mi pijama, mi sofá, mi gato. Mi. Todo mi.
Por otro lado, los días en el sur han sido estupendos. Yo siempre estoy a caballo. Allí echo de menos mi Madrid. Aquí echo de menos mi sur, mi gente, mis amigas que son medio hermanas, mi acento andaluz que me sale en cuanto subo Despeñaperros. Pasé primero unos días con hermanagrande, su marido, sus hijos y su sobrina. Celebramos el cumple de hermanaguapa, echando unas risas y tomando cervecita y caracoles al relente de la noche.
Y luego llegó la boda. Hermanaloca estaba guapísima, y su marido para comérselo. Bailamos rumbas y reímos viéndolos bailar la coreografía de Dirty Dancing. Yo me emocioné porque estoy sensiblona y medio idiota, pero ahí estaban mis hermanas para abrazarme y mi cuñadogrande para hacerme sentir querida. Y por supuesto estaba el marido de hermanaguapa para hacernos reír a todos. Así que bien. Duro a ratos, como esperaba, pero bien.
Ahora toca volver a coger la rutina, descansar un poco, poner lavadoras a porrillo y hacer frente a las emociones fuertes que habrá en las próximas semanas. Y quizás, dentro de poco, nueva escapada.