domingo, 30 de octubre de 2011

vida social

Anoche salí, cosa que es casi un milagro en mí. Soy reacia a salir. Así, en general. Tengo tendencia a la reclusión y una extraña querencia al sofá. Me gusta mi casa. Me gusta comer chocolate. Me gusta ser huraña y solitaria.
Peeeeeeeeeero… también soy humana y como tal, un ser social. Así que a veces me relaciono con otros seres vivos que no sean mi gato.
El caso es que el viernes estaba aquí en mi modo casero, con pijama, moño y calcetines de lana cuando a casi la una de la mañana, me sonó el móvil. Era A, que me invitaba a salir con sus amigos. Le dije que no porque era tarde para pasar por chapa y pintura, pero me insistió en que saliéramos al día siguiente, es decir, ayer. Como se había tomado dos copas antes de llamarme, pensé que quizás se le olvidara y yo podría pasar un típico sábado de los míos, en pijama, moño y calcetines de lana, viendo una película francesa y comiendo chocolatinas de menta.
Sin embargo, anoche estaba viendo la tele y atiborrándome a patatas fritas cuando me sonó el móvil. Y era A de nuevo. Que iban a estar en nosequé bar y que me esperaban allí.
Dudé durante mucho rato. Había cenado demasiado y llevaba toda la semana un poco floja física y emocionalmente. Así que luché conmigo misma. Y tras mucho pelear, me decidí a vestirme y pintarme los ojos. Me costó un triunfo, por absurdo que parezca. Pero lo conseguí. Mi vida se basa en ir ganándome batallas a mí misma poco a poco.
Y al final lo pasé muy bien. A es fantástico. A veces lamento que lo nuestro no funcionara porque, salvo la carencia absoluta de química sexual, nos llevamos de maravilla, tenemos muchísima confianza y lo pasamos genial juntos.
Así que anoche estuve un  bar ruidoso y abarrotado charlando con un grupo de semidesconocidos y pijos camuflados que nos sabían que cuando viene la policía se grita “agua, agua”. Me sentí como una expresidiaria o algo semejante, pero me reí mucho. Además tuve suerte de aparcar cerca y me encanta volver a casa conduciendo por la noche y cantando a pleno pulmón. Así que cuando a las cuatro y pico (hora antigua) me quité el rímel y me puse las pantuflas, me sentí extrañamente orgullosa de mí misma por haberme arrancado el pijama de pelotillas y haberme echado a la calle.
Y hoy es domingo de transición, entre la juerguecilla de anoche y el plan con Anita de mañana. Vamos a ir a Latina a tomar algo y ver cantar a alguien especial. Hoy, de momento, descansaré y aprovecharé a planchar un poco. Me quedaré en pijama y calcetines, abrazada a Ron en el sofá. Que no puedo llevar tanta vida social sin un poco de vida eremita entre medias para compensar.

miércoles, 26 de octubre de 2011

la capea

A parte de una loca de los gatos, soy una gran amante de los animales, cosa que ya es sabida por todos. Por eso estoy totalmente en contra de las corridas de toros, las vaquillas y toda clase de tradiciones rancias que involucran a pobres animales inocentes. Y dicho esto, admito que estoy planeando ir a una capea. Pero, antes de tirarme piedras, dejad que trate de explicarme.
Llevaba tiempo rumiando el montar una fiesta. Una súper fiesssssshta para celebrar que hace un año que puse al desequilibrado al otro lado de mi puerta. Pero el plan tenía lagunas. Si lo hacía en mi casa, tenía que reducir el número de invitados. Por aquello del espacio vital y eso. Y si quería invitar a mucha gente, necesitaba otra estrategia, tipo casa rural o semejante. Muy chungo el asunto. Y estaba yo ahí, dando vueltas al tema cuando el otro día mi amigo Bombita me dice que está organizando una capea para celebrar el cumple del Gordi. En las mismas fechas que quería yo hacer lo otro. Así que me pareció perfecto: todos mis amigos y muchos más reunidos para pasar el día. En sitio grande y al aire libre. Sin destrozarme la casa y sin tener que dejar de fumar para entrar en un sitio.
Así que le dije que me apuntaba y que de paso, celebrábamos lo mío. Poco a poco se ha ido ampliando el grupo. Y ahora somos como ciento y la madre. Así que casi, hasta perdono lo de la vaquilla.
Yo no participaré en el plan de vacilar al pobre bicho y sigo en contra del asunto. Pero soy débil. Necesito una fiesta. Necesito ver a mis amigos. Necesito juntarme con gente a porrillo y hacer un rato el memo. Necesito aire de campo, ponerme botas y jersey gordo y pasar el día a cielo abierto.
Espero que compense. Y que lo mucho que quiero, cuido y respeto a los animales, me redima del hecho de ir a una capea.

lunes, 24 de octubre de 2011

qué será, será...

He tenido un fin de semana… complicado. Sí, eso. “Complicado”. Eufemismos al poder. El caso es que, en tiempos difíciles es cuando más cuenta me doy de que tengo suerte. Suerte de ser quien soy y de tener lo que tengo. Y suerte, sobre todo de la gente que me rodea. Son poquitos, pero porque son tan valiosos, que son como un millón de amigos concentrados. Una vez más tengo que decirlo: Anita, te quiero. Gracias a ti el domingo no ha sido un infierno y he podido hasta sonreír. Sé que tú no crees mucho en Dios, pero yo sí y por eso sé que eres un ángel. Espero que nunca me necesites tanto como yo a ti, pero si es así, sólo deseo estar a la altura.
Tras esta reflexión, me asaltan las dudas, para variar. Si ella es un ángel y yo… bueno, yo soy un petardo, pero tampoco soy una mala persona, ¿por qué sólo damos con tíos tan gilipollas?
Así, haciendo cálculos, entre las dos juntamos a un buen puñado de imbéciles, locos, desequilibrados y pirados diversos. ¿Somos nosotras que los atraemos? ¿Tenemos un puñetero don? ¿Nos ha mirado un congreso de tuertos? ¡¡Pero qué mierda nos pasa!!
La otra opción es que el número de capullos por metro cuadrado sea tan elevado que todo se reduzca a un tema de probabilidades. Pero aún así, es una jodienda que nos toquen tantos a nosotras y haya tías lerdas que dan con uno majo a la primera de cambio.  
Ahora la cuestión es: ¿quedará algún hombre medio normal para nosotras? ¿alguno no loco, no cerdo, no gilipollas? ¿alguno que nos quiera y nos trate como nos merecemos? ¿o será el celibato y las manadas de gatos nuestra única salida? ¿somos carne de soltería y vejez solitaria y amargada? ¿nos daremos al lesbianismo cuando encontremos una solución al tema del gusto por los penes?
En fin, me temo que sólo queda aquello de seguir caminando, que es el lema que me repito cada día y el espíritu con el que le puse el nombre al blog. Aquello, del qué será, será. De confiar en que, quizás, más adelante estará lo mejor.

Y mientras, a recuperarme del último envite de la vida. Y gracias a las galletas y la sopita de Ana, será más fácil. Gracias, nena. Gracias por todo.

jueves, 20 de octubre de 2011

vampiros deslavazados

Últimamente hablo compulsivamente de hombres, parece. Y puede que sea por compensar. Ya que en mi vida el único macho es Ron, tengo que plagar mi blog de los hombres que me faltan. De todos modos esto no es exactamente lo mismo.
Voy a empezar diciendo que los vampiros me dan cierto morbo. Pero de toda la vida, no desde esta moda que nos ha invadido de unos pocos años acá. Ya me gustaban de cría, ante el horror de mis compañeros de colegio. Y desde luego, me ví como mil veces “Entrevista con el vampiro” cuando era adolescente. Ese Tom Cruise estirándose los encajes de la manga. Ese Brad Pitt con los ojos amarillos y los dientes largos. Grrrr. Terribles ambos. Terriblemente atractivos-eróticos, digo.
Peeeeeero… ya en aquél momento me cabreaba un poco lo de que Brad Pitt estuviera tan torturado con el hecho de ser vampiro, de ser inmortal, de ser malo. Huy, que horror, que mordisqueo gente y puedo hacer cosas malas, leer pensamientos, tener una fuerza sobrehumana y todo eso. Fíjate, que no envejezco, qué terrible. Anda ya, cansino. Siempre estuve de parte del personaje de Lestat cuando le dice que es un plasta y un melodramático.
Sin embargo, por alguna razón, ha triunfado el rollito de vampiro compungido de la no-vida. Como máximo exponente, el de la saga crepusculera. Qué chico más pesado, la virgen santa. Todo el tiempo dándole vueltas a lo mismo, que si qué horror ser joven, guapo y blanco níveo eternamente. Qué terrible tener instintos de morder cuellos y chupar sangres. Así que me alimento de tofu para vampiros. Vaya plasta de tipo.
Y me reconozco un poco fan (dentro de que yo no soy fan nada más que de mí misma) de la saga esta. En parte, porque soy una persona profunda y cultureta hasta el aburrimiento propio y de los que me rodean. Y de vez en cuando necesito cosas sin sentido filosófico trascendental que me entretengan y me saquen de mi espesez mental. Por eso me molan estas pelis, que en realidad, no tienen nada de importante, son sólo el sueño de cualquier tía, dos macizos pegándose por ti, ambos enamorados, entregados y con un punto oscuro y fuera de lo normal. Y más siendo como es la protagonista, vulgar, sosaina y un poco bizca.
La primera película de la saga, la vi un poco a regañadientes, pero me gustó mucho. La última escena es brutal. La segunda peli me gustó… pero me pareció un poco floja. Y la tercera me encantó, pero me generó dudas. Como yo soy una descreída del amor, no me cuela eso de que la tía esté tan enamorada del vampiro compungido como para no cepillarse al hombre-lobo. A ver, so lerda, qué parte te pierdes. ¡¡Fóllate al hombre lobo!! Por aquello de que está vivo, buenorro y caliente (en el sentido de la sangre caliente. Bueno, y en el otro también). Y luego, ya si eso, cuando estés hartita a polvos lobeznos, que te muerda el vampiro para preservar la belleza (escasita en este caso) y juventud mientras te crees el rollito de que al amor es para siempre. Que ya tendrás toda la eternidad para aburrirte de él y de sus remordimientos cansinos. Yo no me lo pensaba tanto, desde luego. Y encima el extraño acuerdo al que llegan es que él la muerde y convierte en vampiro si se casan. Pero vamos a ver, lo importante de todo esto es: a pesar de estar muerto y helado, ¿puedes consumar el matrimonio o la pava se casa virgen para nada? Que yo no sé si ella se lo ha planteado, con tanto amor y tanta parida. Que igual se casa con el vampiro deslavazado y se tira el resto de la eternidad sin un empotramiento como está mandado. Toda la eternidad arrepentida de no haberse apretado al hombre-lobo. En fin, espero que en las películas que faltan por estrenar disipen mis dudas al respecto.
Para colmo ahora me he puesto a ver una serie que se llama “casi humanos”. Y va de un hombre lobo (muchísimo menos atractivo que el crepusculero), una fantasma y un vampiro que comparten piso. Y vuelta a la misma historia. Vampiro atractivo y morboso que le da el rollo mental de “oh, qué horror, soy un monstruo, no quiero ir por ahí mordiendo cuellos y bebiendo sangre”. Venga coño, otro pesado. Y este trabaja de enfermero para robar bolsas de sangre del hospital y tomárselas en taza una vez que las calienta en el microondas, como el que se bebe un café mañanero. Pues vaya vampiro deslavazado y coñazo, oyes.
Y yo ya no sé qué pensar. Debo ser una pervertida, pero ¿lo importante y/o morboso de los vampiros no es precisamente que son malos, oscuros, seres del averno? ¿Lo sexy del asunto no es que muerden cuellos? ¿Que te chupan la sangre y todo eso? ¿No es lo que mola?
Así va el mundo, si los vampiros no quieren ser lo que son y se pasan la vida torturados y fustigándose. Si las pavisosas no quieren cepillarse a los hombres lobos. Y en este mundo pretendo yo encontrar un hombre de verdad. Si ya ni los vampiros son de verdad. Pues vaya tela.

martes, 18 de octubre de 2011

Top five II... versión retro

Lo primero que debo decir es que me siento orgullosa de mis lectoras (y algún que otro lector intrépido que ha osado a meterse en este gallinero). Sois todas geniales. Y me hace gracias pensar que me curro post profundos y nadie los comenta, pero pongo las fotos de unos tíos buenos y en dos días hay tropencientos comentarios. Sois todas unas golfas. Y por eso os quiero precisamente.
En fin, esto me enseña un par de valiosas lecciones: primero, hacer post chorras de vez en cuando viene de maravilla. Y dos, dicen que las tetas tiran más que las carretas, pero parece que los tíos buenos también arrastran lo suyo.
Antes de pasar de nuevo a mis rollos meditabundos, haré un corolario al post anterior. Puse hombres actuales por aquello de que la necrofilia no está bien vista. Pero ahora voy a añadir a los guapos-guapísimos que se fueron de este mundo (o no, que hay uno vivo todavía), pero dejaron huella. Y como no, espero vuestras opiniones a este respecto también.

5. Marlon Brando. Le pongo el quinto no por ser menos guapo, si no porque tuvo una belleza muy efímera. En seguida se puso gordo. Y luego más gordo. Y luego aún más gordo. Pero tuvo unos años espectaculares. Esta foto es mítica, y por eso la he elegido, pero para mí, las hay incluso mejores. Probad a poner Marlon Brando en san google y darle a imágnes... impresionante. 

4. Bogart. Sé que no era guapo. Pero era irresistible. Atractivo y duro. Es Bogart, por todos los diablos. Y ese Rick de Casablanca merece como mínimo un cuatro puesto. Además hace años soñé con él. Soñé que bailábamos, él con su sombrero y yo con un traje años cuarenta que me quedaba estupendo. Por alguna razón desconocida, en mi sueño le llamaba Frank, pero eso no importa ahora.

3. Clark Gable. Otro parecido. Guapo, guapo, igual no era. Pero a mí esas sonrisas medio pícaras, medio socarronas me matan. Igual eran sus personajes, pero en Mogambo está genial. Y desde luego Rhett Butler ha marcado mi vida. Esas frases de “Lo que el viento se llevó”, esa forma de besar con furia a una Escarlata insoportable en muchos casos… oh, dios mío. Todos los años la veo y todos los años me vuelvo a enamorar de Rhett.  

2. Clint Eastwood. Me gustan los tipos duros, qué pasa. Creo que se me nota bastante. Pero qué hombre más hombre. Montando a caballo. Con su poncho. Mascando tabaco. Tan implacable. Hummmm. Y pocas veces sonreía, pero cuando lo hacía, desde luego, era para caerse redonda en mitad del oeste. O de donde fuera.

1.  Paul Newman. Me da igual lo que digáis o hayáis dicho en los comentarios anteriores. Este sí es el hombre. EL HOMBRE. Súper guapo. Con una mezcla perfecta entre ojos azules, rubio y piel un poquito morena (creo que su madre era apache o no sé qué). Y tuvo buena madurez. Estuvo increíble durante muchos años. incluso envejeció con dignidad, cosa importante. Total, que perfecto. PERFECTO.



Y ahora, disparad de nuevo. El debate está abierto.

domingo, 16 de octubre de 2011

top five de hombres follables

Últimamente vivo una temporada contradictoria de las mías. En este caso, respecto a los hombres.
En mi grupo de amigos de hace años, se decía que si estabas seis meses sin sexo, recuperabas la el carnet de virgen. Y una vez recuperado, cada seis meses lo volvías a sellar. Así, hubo gente que lo renovó hasta tres veces seguidas, con el consecuente cachondeo generalizado. Yo debo estar más o menos recuperando el mío tras años de haberlo perdido. Y me trae un poco al fresco, la verdad. De vez en cuando me entra la tontería y echo de menos que me empotren contra la pared, pero luego si un tío se me acerca con claras intenciones follatorias, me repele. Y huyo pensando, como mínimo, que es un pervertido.  
Sin embargo, hay ciertos tíos de los que no huiría precisamente. El problema es que no es gente “real” o accesible. Pero da igual, voy a hacer el top five de hombres altamente follables para mi gusto. Y así de paso os muestro que soy contradictoria hasta para los tíos que me gustan.

5. El niño de  la saga crepusculera. No es que el nene en sí mismo me parezca guapísimo. De hecho, no es mi tipo para nada. Pero le veo esos ojitos tiernos y esa pinta de inocente, con tan pocos años, tan blandito él, con tanta exnovia de esas de disney con el anillo de pureza en ristre… que me dan ganas de achucharle y decirle “ven conmigo, tonto, que te voy a enseñar cada cosita…”


4. El Doctor Hunt de anatomía de Grey. Y es que me gusta el tío, porque me vuelven loca los pelirrojos, pero además es que me encanta el personaje. Así, tan duro, tan torturado él, con esa forma tan brutal de coger por la cintura y morrear a la china que hace de su novia y a la vez con ese punto tierno y entregado… me encanta.

3. Sawyer. Ay, madre, mi Sawyer. Qué noches más tontas viendo “Perdidos”. Así me pasa, que me quedo tonta viéndole y no me entero del argumento. Por eso no paso nunca de la tercera temporada. Y además, es un malo de los que me gustan, como el doctor Hunt, de los torturados y brutos, pero con un tierno en el interior. Total, que no sé que empeño en salir de la isla con ese hombre ahí descamisado todo el tiempo.

2. El doctor sexy. Y vuelvo a Anatomía de Grey. Qué horror de serie, que siestas más inquietas me he pasado este verano. ¿Dónde están esos médicos? ¿Por qué me tocan a mí siempre los feos, los calvos, los viejos? ¿Por qué? En fin. Este hombre (mitad él, mitad el personaje) irradia una mezcla entre sensualidad, erotismo y morbo en estado puro a la que no me puedo resistir.

1. Beckham. Claro. Cómo no. Para mi gusto, la belleza hecha hombre. Es mi ideal de hombre. Necesito un doble suyo (al poder ser con doble de tarjeta de crédito también). Me trastorna esa sonrisa con los dientes un poco descolocados. No me gustan nada esas sonrisas profidén que se llevan ahora, la gente con brackets a los cincuenta años, a un paso de la dentadura postiza para lucir dientes perfectamente alineados. Brrrrrrrr. La sonrisa de Beckham es perfecta como es. Todo él es perfecto. Por eso es el number one de mi lista.

Lo malo es que no creo que ninguno esté por la labor de montárselo conmigo. Por eso empiezo a bajar el listón, pero no mucho. En mi lista de cosas pendientes por hacer (y quien dice cosas pendientes por hacer dice hombres pendientes por cepillarse), están un italiano moreno y guapo de ojos grandes que me hable con acento y me llame “bambina”. Un nórdico (me da igual alemán, belga, noruego, suizo…) rubio, altísimo y grandote, así modo vikingo. También acepto pelirrojos no pecosos.  Y un francés. Estuve con uno hace años, pero me gustó tanto, que quiero repetir. Un francesito mono, al poder ser blanco y rubio también, que me susurre con su acento dulzón cosas que no voy a entender.
Y las chicas (o chicos gays, si hay alguno) que me leéis ¿estáis de acuerdo con mi top five? ¿a quién añadiríais o quitarías?

viernes, 14 de octubre de 2011

dueña de mi imagen

Llevo unos días dándole vueltas a cómo contar esto. No porque sea nada malo, si no porque hay cosas que es complicado expresar.
Todo el mundo sabe ya que estoy en paro, que busco trabajo como loca y que empiezo a desesperarme. Y lo busco activamente, que sé cómo se hace. Busco en páginas de empleo, mando currículum a empresas y los llevo a tiendas. Pero no sale nada. No salen ni entrevistas.
Hasta la semana pasada, que me llaman de una agencia… de modelos. Tócate los pies. Y debo reconocer, dejando mi pudor a un lado, que no es la primera vez en mi vida que me hacen ofertas de este tipo. Me han llegado a ofrecer mucho dinero por hacer una sesión de fotos. Y fotos normales, nada porno ni cochino. Pero siempre me he negado. Creo que mi imagen es mía y sólo mía. Que nadie tiene derecho a usarla, comerciar con ella y manipularla de algún modo.
Lo malo es que esta vez estoy más necesitada que en el pasado. Así que me vi muy tentada. Incluso acepté una entrevista, a la que me pidieron que llevara unas fotos. Pero mientras buscaba alguna foto que llevar, empecé a darme cuenta de que no quería darles ninguna. Así que llamé al día siguiente y les dije que lo sentía, pero que no iba a ir a la entrevista.
Puede que sea imbécil. Puede que fuera una forma como otra cualquiera de ganar un dinerillo que realmente necesito. Puede que la intimidad y el derecho a la imagen no sea algo tan importante. Pero no lo puedo evitar. Hay algo que se me agarra a las tripas y me impide hacerlo. Algo que me dice que no es justo que alguien que ha estudiado una carrera, que tiene un buen currículum y que pone mucho esfuerzo en su trabajo, tenga que rebajarse a vender su imagen. Que no es justo que una persona medianamente inteligente se reduzca a un físico. Que no. Y puede que tampoco sea justo que tenga que terminar aceptando cualquier trabajo, o limpiando escaleras, o seguir en el paro hasta que el mundo vuelva a girar como debería. Pero sigo creyendo que es mejor.

A modo de nota, debo decir, que no soy tan guapa como puede parecer tras decir esto. De hecho, soy bastante normalita. Tirando a vulgar. Sólo la delgadez, los ojos claros y el pelo rubio juegan a mi favor en este caso. Y para colmo, tengo ya 28 años. Y sí, aún soy joven, pero ya no tengo la lozanía de los 18 o los 20. Así que si no lo hice entonces, no lo voy a hacer ahora, con estrías, con manchas, con cicatrices, con celulitis… anda ya.

Total, que sigo siendo pobre. Pero dueña de mí misma. Que el que no se consuela es porque no quiere.

martes, 11 de octubre de 2011

descreídos

Creo que con los años me he vuelto un tanto cínica en cuanto al amor. O como dicen en mi pueblo del sur, una descreída. El asunto lingüístico no importa tanto como el hecho de que he perdido mi confianza en el amor. De vez en cuando veo a mis abuelos y me da la tentación de creer. Pero luego vuelvo al mundo real y se me quitan las ganas.
Últimamente mucha gente me ha preguntado si estoy bien. Que en el blog doy un poco la sensación de estar depre. Y no es así. Estoy bien. Yo, como individua descreída, estoy bien. Pero el mundo que me rodea sufre convulsiones y me duele. A modo de dolor colateral, pero me duele.
Hace un par de semanas mis niños I y G rompieron. Terrible palo. Además me han pillado un poco en medio. Primero G, contándome su visión del asunto, sus dudas, sus problemas, sus comeduras de cabeza. Luego I, con sus soliloquios pensando en alto, sus dudas también, sus vaivenes emocionales, su madurez para asumirlo con serenidad. Y yo, tratando de comprender, de consolar y de dar unos ánimos que apenas me llegan para mí misma. Viendo a dos personas que se quieren, pero que se preguntan a sangre fría si se aman. Dos personas, un tanto descreídas del amor también. Tengo la esperanza de que lo solucionen, pero no soy lo bastante optimista para estar segura de ello.
El domingo quedé con mi amigo Flumi. Es uno de los amigos de la época del Ross y el quipo de rugby. Y de pronto, me veo hablando tranquilamente y tomando aquarius con el hombre famoso por tragar cervezas y güisqui-colas sin fondo, con quien fue el rey de la fiesta, el gamberro sin pantalones que se despelotaba en todos los bares. Al menos tenía la esperanza de que siguiera estando un poco loco porque a pesar de sus 32 años sale con una chavalita de 19. Pero de pronto me dice que es consciente de que la diferencia es demasiado grande. Que le gusta la relación pero sabe que está acercándose a su fin. La niña empieza la universidad, con la vida loca y agitada que eso conlleva. Y no quieren las mismas cosas. Y cada vez les separa más que lo que les une. Así que vive el presente sabiendo, de forma totalmente clara, que pronto habrá un final que él ya ha asumido. Y yo busco en sus ojos un atisbo de aquel Flumi que lloraba desconsoladamente cuando rompió con la pelirroja, años ha. Pero no lo veo. Veo un Flumi maduro y consciente. Consecuente, responsable, adulto. Cínico y descreído como yo.
Y para colmo de males, ayer hablo con Anita, que hace poco conté que se había lanzado a vivir con su chico. Tenía la esperanza de que ella me diera una visión más romántica de la vida hasta que me dice que vuelve a vivir sola. Que el otro recogió sus trastos y se fue. Y menos mal que ha sido pronto, que si no, hubiera sido peor, porque sus problemas eran de los que no se solucionan, si no de los que se enquistan. El tío se ha comportado como un auténtico gilipollas. No es por ponerme del lado de mi amiga, que también, pero el tío ha sido un inmaduro, un cobarde y un mierda. Así que nada. Fuera. Lejos. Y yo, recuperada del shock y tratando de asimilar la historia, pregunto a mi Anita cómo está. Esperando, de algún modo, que esté dolida, furiosa, triste. Algo. Pero no, me dice que está bien, tan tranquila. Y es verdad. Porque sin fiarme mucho, la obligué a llamarme por la noche. Y sí, estaba bien. Calmada y consciente de que es lo mejor. Serena y hasta contenta de volver a su vida y a su rutina de soltera. Y suspiro. Otra cínica del amor. Otra descreída.

Me pregunto, una vez más, qué coño es eso del amor. Qué es ese loco sentimiento si es que acaso existe. Si cuando pasa la adolescencia dejamos de sentir ese fuego abrasador y nos conformamos con el tibio rescoldo que nos recuerda que un día estuvimos más vivos. Me pregunto si yo, si mis amigos, si Anita o Pa o alguien volveremos a llorar porque el amor se ha ido. Si volveremos a emocionarnos porque comienza. Si volveremos a temblar, o a ponernos nerviosos ante un beso. Si volveremos a sentir esa sacudida casi eléctrica.  Si volveremos a decir que esta vez puede ser para siempre. Si volveremos a creer. O si la edad, la maldita y aburrida madurez, nos ha empujado al cinismo irremediable e irreversiblemente.

jueves, 6 de octubre de 2011

mis virtudes... por un artista invitado

Me siento abrumada. Emocionada. Y orgullosa, sí, por qué no decirlo. Orgullosa de que alguien pueda pensar esto de mí. Y orgullosa de que alguien que escribe tan bien sea mi amigo.
El caso es que como no se me ocurrían las virtudes que me pedía Abisal por la celebración de los 50 caminantes, le pedí ayuda a mi amigo Ignacio, que me ve con buenos ojos y que maneja el lenguaje como nadie. Y me ha escrito esta maravilla de post. Me da cosilla, porque por muchos años que siga escribiendo jamás lo haré tan bien como él. Pero aún así me hace profundamente feliz publicarlo. Algún día será un escritor famoso y yo tendré muchas cosas suyas que vender y poder forrarme con ellas. O podré chantajearle para que me lleve de acompañante a la entrega de premios. En cualquier caso, post estrella con invitado de excepción. Y mil gracias, mi niño, mi Ignacio, mi amigo de horas intempestivas, mi escritor vivo. No tengo palabras para tí. Las palabras preciosas las pones tú. Así que sólo se me ocurren dos: te quiero.


Me enfrento probablemente al post más fácil que he escrito nunca. Porque siempre que tengo delante un folio en blanco me veo obligado a elegir sobre qué quiero escribir, y en esta ocasión la temática viene impuesta; siempre tengo que inventar personajes, y en esta ocasión la persona existe en carne y hueso; y siempre tengo que construir una relación con ellos, los personajes, antes de saber qué quiero hacer con sus vidas. En esta ocasión, esa relación con la persona se va construyendo poco a poco, y tengo muy claro lo que quiero que suceda en su vida.
Este post persigue poner de relieve cinco virtudes de la anfitriona de este blog. Digo poner de relieve y no señalar porque muchos, los que la conocen, también conocen sus virtudes. No descubro nada a nadie, subrayo lo que ya existe.
Y lo que existe es una chica con un carácter arrollador. Ella, Naar, lo verá como un defecto. Al contrario, es una de sus mejores virtudes. El carácter no es eso que impone una burbuja a nuestro alrededor y aleja a los demás; el carácter es la capacidad de salir adelante, de afrontar situaciones inesperadas y dolorosas, de tomar las riendas de la vida propia y vivirla conforme a convicciones y creencias nuestras, no de nadie. El carácter es, al fin y al cabo, lo que nos hace como somos. Y ella, Naar, es una chica estupenda.
Una chica estupenda que siempre va de frente. Segunda virtud. Escribe como conversa y conversa como vive. No busca sinónimos con los que esconder lo que realmente quiere decir. Sabe las palabras que quiere usar, y las usa. Por eso es capaz de tejer un tapiz cotidiano alrededor de cualquier situación. Lo que cuenta es, a menudo, extraordinario, algo que es difícil de asumir con la normalidad con la que ella lo hace. Y al contrario. Sabe convertir en extraordinaria cualquier situación normal. Convertir lo que vive en algo inusual. Este blog es una prueba de ello.
Dos virtudes, vamos con la tercera y superamos el ecuador del post. ¿Largo, no? Acabo, no se me alteren. Naar sabe mirar. Vaya si sabe. Uno puede descubrirla bajo la lluvia y que sus ojos le pasen desapercibidos, incluso mientras habla con ella con la cabeza agachada en el autobús. Pero cuando te sientas en el sofá y no tiene más salida que su mirada, no puede pasarte desapercibida. Tiene, y ya se lo he dicho muchas veces, los ojos más bonitos del mundo. Pero además son unos ojos limpios, directos y sinceros. Te dice todo con la mirada. No te oculta nada. Cuando te mira, no puedes ver nada más.
Y cuando no te mira, tampoco. Aquí va la cuarta virtud: es una excelente conversadora. Esto enlaza un poco con lo que he dicho ahí arriba, pero merece ser una virtud aparte. ¿Por qué? Bueno, pocas explicaciones que dar. Por las noches hasta las tantas arreglando el mundo y desorganizando el nuestro propio. Por ese ‘¿cómo estás?’ que da donde duele, que aparece cuando más lo necesitas. Por ese ‘te entiendo’ que nunca es fingido y sí compartido.
La última es una que ni ella misma sabe. La última de la lista, que no de sus virtudes. Son sus ganas de seguir adelante. Puede que no las vea, pero las tiene. Que diga que no las encuentra, pero ahí están. Que le cueste encontrarlas, pero siempre aparecen. La primera impresión que me llevé de nuestro primer cara a cara fue clara: no conozco a nadie que merezca más que las cosas le salgan bien. Porque ya ha probado lo que se siente cuando todo te sale mal, y aun así mantiene esa curiosidad innata de querer saber lo que vendrá más adelante. Y lo que vendrá más adelante, espero, será mucho mejor que lo pasado. Cuando vengan las dudas, puede recurrir a este post y recordar cinco de sus virtudes. O a cualquiera que podáis escribir vosotros que ahora lo leéis, con otras cinco diferentes. Porque las tiene.

miércoles, 5 de octubre de 2011

¿todos? ¿y quienes sois todos?

A veces creo que mi barrio es el de las series cutres de televisión. Y si no, debería serlo, porque cada vez que salgo a la calle, me da para escribir un guión de Aída.
El viernes por la tarde volvía de hacer unas cosas cuando me adelanta un adolescente que vive unos portales más abajo que yo a toda velocidad en su bicicleta. Es el típico chaval de 14 ó 15 años, desgarbadillo y con cara de no tener aún muy claro qué hace en el mundo. Llama a su telefonillo, pero la madre sale por la ventana del primer piso, despelujada y con un delantal puesto.

-         ¿Qué? – le espeta.
-         Mama – sí, sin acento. – Que me voy a cenar a casa del Juanfran.
-         ¿Qué? ¿Cómo que “a cenar”? ¿Qué es eso de cenar?
-         Joé, mama, pues a cenar a casa del Juanfran.
-         No, de eso nada. A ver qué hago yo con las pescadillas. Tira para arriba ahora mismo.
-         Pero mama, que vamos a pedir unas pizzas.
-         ¿Pizzas? ¿Qué pizzas ni qué niño muerto? – siempre me encantó esa expresión. -  Te he dicho que tengo ya las pescadillas preparadas. Vamos, hombre, qué es eso de irse a cenar por ahí. Y además, ¿qué dicen sus padres?
-         Mama, no lo entiendes. – las madres de adolescentes nunca entienden nada.
-         Pues a ver, explícamelo tú, que eres tan listo.

Y yo me pregunto si no sería mejor que el chico subiera a casa y hablasen tranquilos. Pero el chaval tiene pinta de temer que según suba su madre le plante el plato con las pescadillas. Y la madre parece muy a gusto hablando por la ventana.

-         A ver, mama, - dice el chaval con voz condescendiente. – Los padres del Juanfran han salido a cenar por ahí. Y vamos todos con él a su casa, a pedir unas pizzas y jugar un rato a la “play”. Le han dado permiso para que vayamos.
-         Ya. ¿Y quienes vais?
-         Pues todos, mama, todos.
-         ¿Todos? ¿Qué significa eso? ¿Quiénes sois “todos”?

Cuando la conversación llegó a este punto, justo yo estaba abriendo mi portal y tuve que entrar, obviamente para subir a mi casa y que no se notara que me estaba encantando la escena. De todos modos, no me hacía falta mucho más ¿quién no tuvo esta conversación a esta edad? Igual no por la ventana, pero qué más da eso. El caso es que hay cosas que no cambian. Al menos en mi barrio.

domingo, 2 de octubre de 2011

piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Hoy no me encuentro muy bien. No por nada concreto. Es sólo una sensación de mierda, así como de vacío existencial y de preguntas sin respuesta. Para colmo me he levantado con el oído derecho completamente taponado. No me duele demasiado, pero me incomoda muchísimo y llevo todo el día oyendo un incasable piiiiiiiiii que me tiene desquiciada. Me cuesta hasta pensar, no me oigo con claridad. Todo lo que pienso está sumergido en el piiiiiiii. Me siento imbécil. O puede que lo sea realmente y lo que oigo es mi encefalograma plano. Piiiiiiiii.
Bueno, dentro de poco os haré caso y escribiré un post con las ideas que me habéis dado sobre la celebración de los 50 caminantes. Aunque reconozco que llevo días pensando en la idea de Abisal sobre escribir 5 cosas buenas mías y no se me ocurren. Puede que sea debido al piiiiiiii. O puede que no tenga tantas cosas buenas, dado que encima dice que lo de cocinar bien no cuenta. Y supongo que mi don innato para el streap-poker tampoco. Y lo otro que se me ocurre, no puedo contarlo. Así que no sé que me queda. Le he preguntado a Ron, ya que él es quien más virtudes ve en mí, pero se limita a hacerse una rosca en mi regazo y a ronronear. De eso deduzco que mis virtudes son: cómoda para dormir, buena rascadora de orejitas de gato y ama atenta que cepilla el pelo, corta uñas, compra comidita y abraza incansablemente. En fin, seguiré pensando… piiiiiiiiiiiii… o lo que pueda.