miércoles, 30 de mayo de 2012

ridiculeces que sólo me pasan a mí

He dudado seriamente si publicar este post o no. Las razones para no hacerlo son conservar la poca dignidad que debo tener a estas alturas ante los ojos de mis lectores. Pero me puede el ansia. Y me he reído tanto, que creo que merece la pena.
Ayer por la tarde estaba hablando con Anita por facebook. Estaba contándome que su chico se ha dejado barba. Y la conversación derivó en esto:

-         ¿Barba? ¿pero en plan suave o en plan rasca-coños?
-         Luego yo soy la bestia hablando, no te jode!!  Rasca-coños, dice la tía. Pues también hay coños rasca-pollas, que lo sepas.
-         ¿Pero quién ha dicho que yo se fina? – me asombra que a estas alturas piense eso. - ¿Y por qué estamos hablando de esto? Que yo sólo quería saber qué tal le queda la barba a tu chico.
-         Porque hay entrepiernas rasca-huevos y esconde-huevos. – cuando Anita se mete en el fango, no hay modo de que vuelva a tierra. – Y hay pechos de hombres exfoliantes. Y piernas de mujeres rasca-espaldas.
-         Nena, vas a ir al blog, que lo sepas. – últimamente la amenazo con eso cada dos por tres. – bueno, mira, que se te va la olla. Así que te dejo, que me estoy riendo a carcajadas yo sola en el salón, para variar. Y además tengo que ir a comprar cosas al carreflur.

Así que nos despedimos hasta mañana que vuelva con alguna de las suyas. Y yo, aún riéndome, me pongo unos vaqueros y me voy a comprar un armario para la terraza. Pero ya que estoy en el carreflur, digo, voy a aprovechar. Así que compro un recambio de cera para depilarme las piernas que vuelven a estar peludas. Y no quiero ser de esas que pueden rascar espaldas, como dice Anita. Ya me ha traumatizado, y tengo miedo de convertirme en mujer-lija. Y por una extraña asociación de ideas de los encargados de la colocación de productos, al lado de la cera están los condones. Hummm. Debería comprar una cajita. Por si hay suerte algún día de estos. Y porque siempre voy con mi madre y prometí no volver a comprarlos en el mercamoñas de mi barrio. Además, que desde entonces no he comprado. Vale, voy a comprar unos, ¿qué puede pasar esta vez? estoy lejos de casa, no me conoce nadie…
Entonces, oh, idea, voy a llamar a Pa, que me dijo que había unos sin látex que eran buenísimos, pero no recuerdo como se llaman. Así que la llamo.

-         ¿Schiiii?
-         ¿Pa? ¿Te he despertado?
-         Do. Ed que edtoy acatarada.
-         Oh, pobre. Escucha nena, esos condones que me dijiste que eran la polla… ¿Cuáles eran?
-         ¿Para la polla? ¿Para eso no son todos?
-         No he dicho “para”. Que dicho que “son” la polla, en plan que son muy buenos.

*  Nota mental… ¿Por qué las cosas buenas son “cojonudas” o “la polla” y las cosas malas con un coñazo? Qué sexismo, oiga.

-         Ahhhh, schi. Ya me acueddo. Schon unosh de duresss. Se llaman… no lo sché. Pedo la caja es doja.
-         ¿Roja? La única caja roja son los sensitive y son de látex.
-         Do, esos do son. Son unos que se llaman…  super-feel… o sexy-feel o…
-         ¿real feel?
-         Schiiiii, eschos schon.
-         Pero la caja es marrón.
-         Schí, escho, madón.
-         Joder, Pa, así no hay quien se entienda.
-         Joooo… esche que tengo bucha fiebdeeee.
-         Vale, anda, ya hablamos.
-         Edte finde te llamo.
-         ¡¡¡NOOOO!!! Este finde no.
-         ¿Bod qué do? ¿Vas a quedar con alguien pada usad los condondes?
-         Pa, tienes fiebre, ya hablamos cuando te mejores y vocalices.


Así que me voy a la caja con mi cera de depilar, mis condones y mi armario. Y me toca el único cajero chico que hay. Genial. Esto de la cola única es una mierda, que lo sepan los señores del carreflur. Así que el tío me mira como si fuera una depravada y me dice con media sonrisita burlona:

-         ¿Esto es todo?

Y yo, por no decirle que si hubiera llevado más dinero, me habría comprado un lubricante con sabor a piña y un gel estimulador de orgasmos, le digo:

-         Sí, es que este fin de semana salgo del armario, por eso necesito uno. El resto es para la fiesta de después.

El tío me mira asombrado, pero no dice palabra hasta que me susurra cuanto le debo, incapaz de levantar los ojos del suelo. Hurgo en mi monedero y me falta pasta. Mierda. No puede ser, me faltan diez euros que estaba segura de llevar. No puedo prescindir de ninguna de las tres cosas. Necesito imperiosamente depilarme para ponerme pantalones cortos, que hace calor. Quiero recoger toda la mierda de la terraza para poder salir a tomar mojitos al fresco, que hace calor. Y vale, no necesito los condones, pero quién sabe, que con el calor… Y estos guays no los tienen en el mercamoñas. Así que estrujo el cerebro. Y caigo en la cuenta. Por la mañana mi madre me ha dado diez euros que me debía, pero yo no llevaba bolsillos así que me los he guardado en el sujetador. El tipo está esperando aún, con mi dinero en la mano cuando le digo:

-         Ay, espera, que ya sé dónde llevo el resto.

Así que, ante su estupefacta mirada me meto la mano por el escote de la camiseta, me hurgo en las tetas y saco un billete de diez doblado y calentito. El pobre chaval duda entre olerlo como un pervertido o cogerlo con las pinzas de la barbacoa. Y yo me siento como una stripper. Lo mismo si me miro en la goma de las bragas llevo algún billete más. Y puedo comprarme el lubricante de piña, el estimulador de orgasmos, anillos vibradores y todo lo que haya en el stand porno. Pero no. Nada. Ni un eurillo. Jo.

lunes, 28 de mayo de 2012

doscientos!!

Van doscientos post. DOSCIENTOS. Se dice pronto. Madre mía, parece mentira. Y oye, qué aguante tenéis algunos. Que lleváis doscientos post aguantando mis chapas. Y algunos más osados, incluso llevan más porque vienen soportándome desde el blog anterior. Manda huevos. Pero os lo agradezco. A ver por qué pelotas estaría yo aquí si no.
En fin, está siendo un camino cojonudo de caminar. A veces duro, a veces escarpado, como la vida misma. Pero con momentos divertidos, con mucha alegría, con mucha fuerza y muchas ganas. Y siempre adelante, doscientos pasos hacia delante que hemos dados ya. Y siempre acompañada. Y siempre, siempre, a mejor. El otro día, mientras conducía por la m-30 (y mira que me deprime) pensé, ojalá todo se pudiera quedar como está. Porque está muy bien. Porque me siento feliz y libre y llena de energía positiva como hacía años que no me sentía. Y porque cuando comencé este camino dije que iba a ir a mejor y así ha sido. Dicen que siempre hay luz al final del túnel. Y la hay. De los de la m-30 y de los de la vida. Yo ahora la he encontrado. Con mis amigos, a los que he recuperado y los que siempre han estado ahí. Con los que conocí por medio de este extraño mundo blogguer. Con mi vida, mi casa y mi gato. Conmigo misma. Así que gracias a todos. Y si alguien se encuentra ahora como me encontraba yo cuando empecé este camino, que no desespere, porque ya pasará. De verdad, se lo prometo.
Además, mi renacimiento personal debe ser más que evidente. Hoy, hablando con Anita me ha dicho que está contenta por mí, que me ve liberada, feliz y yo misma. Que antes estaba como renegando de lo que era y eso me hacía estar contrariada. Espero que recuerde que si estoy así de bien es en gran parte gracias a ella. Que siempre le estaré profundísimamente agradecida. Y que la quiero. Mucho, mucho. Pero sí, es cierto. Estuve mal. El desequilibrado fue algo nefasto en mi vida. Pero fue mi culpa por consentírselo. Aunque ya da igual. Ahora sé lo que quiero y me he propuesto vivir. Vivir a lo grande, lo que me apetezca, lo que se me ocurra, lo que venga. VIVIR. Así que prepararos, que doscientos, son sólo el principio.

Y como siempre en fechas especiales, regalito de foto.


sábado, 26 de mayo de 2012

asociaciones de ideas absurdas: el yogul-lado

Siempre he creído que si Freud me hubiera tumbado en su diván, el que hubiera terminado necesitando terapia hubiera sido él. No es que esté muy desequilibrada, o muy loca. Que sólo estoy lo justo. No, es cosa de mi verborrea mental incontrolable. Las palabras fluyen a tal velocidad de mi cerebro que es imposible seguirles el hilo si no eres yo. Mi madre dice, con cierta resignación cansina, que soy de pensamiento demasiado rápido. Mi padre, harto de que mis razonamientos sean descabellados pero convincentes y tan bien elaborados que resulta difícil desmontarlos, que soy ágil con las palabras. Yo pienso que pienso demasiado. Y es raro, porque tampoco soy una charlatana de puertas para fuera. Pero por escrito o en confianza, soy una ametralladora de palabras e ideas. Y la mayor parte de vosotros no lo sabe, pero hablo muy rápido. Demasiado. Admiro mucho a Anita, por ejemplo, que es mucho más lista que yo, pero habla despacito y en un tono muy suave. Eso hace que parezca mucho más cuerda que yo.
En fin, todo esto viene por una asociación de ideas super absurda de las mías que me hizo reír a carcajadas el otro día. Y es que también soy de risa fácil y me hacen gracia mis propios chistes. Lo cual, cuando vives solo es un problema porque debes parecer un loco psicópata. Pero me la pela, me gusta reírme. Aunque sea sola. Y eso es bueno. Creo.
El caso es que estaba yo haciendo chapuzas de las mías en mi terraza, martillo en mano. Cuando, oh, horror, aparece una araña. Y a falta de instrumento mejor, la mato de un martillazo. Ja. Pero la araña estaba casada, tenía familia o algo, porque al minuto aparece otra parecida pero un poco más grande. Así que de nuevo, martillazo al canto. Y en mi constante soliloquio mental, me digo “joder, estas ideas parecen de Homer Simpson”. Y sí, soy una freak de los Simpson. Sólo que creo que las últimas temporadas son un asco. Pero antes eran geniales. Así que, pensado y charlando conmigo misma, asocio de nuevo. Hay un anuncio ahora de un yogur que lo congelas para comerlo como helado. Mira tú qué mierda de invento. Eso ya lo hacía mi madre cuando yo era pequeña. Pero me acuerdo de la escena en la que Homer va a una tienda de un chino que vende “yogul-lado”. Y me da por reirme, jejeje, el yogul-lado está maldito. Eso es malo. Jajaja. Yogul-lado.
A todo esto sigo encaramada a mi escalera, martillo en mano. Vale, debo parecer una super loca, riéndome sola mientras mato arañas a martillazos.
Y lo peor, es que yo no puedo comer yogul- lado porque mi intolerancia a la lactosa me obliga a comer helados de soja, que son tan ricos y sabrosos como lamer la puerta del congelador. Aunque he pensado que igual puedo congelar los yogures de soja. Y comeré yogul-lado de soja. Pero el yogul- lado está maldito. Y eso es malo.

miércoles, 23 de mayo de 2012

jugando a las adivinanzas en andaluz

Yo antes iba muy a menudo al sur. Hasta tal punto, que cada vez que pisaba tierras andaluzas, se me pegaba el acento de mi pueblo. Y es que hay quien piensa que en Andalucía se habla español. Y no es verdad. Se habla andaluz, que es un idioma a parte. Tienen montones de palabras distintas y de cosas raras. Yo estaba acostumbrada y hasta hacía de traductora cuando llevaba gente. Pero como ahora voy de pascuas a ramos, he perdido oído. Y hay cosas que se me escapan. Cuando hablan conmigo, mis amigos tratan de rebajar el tono, pero cuando hablan entre ellos o se “aceleran”, me pierdo la mitad.  
Ejemplo, estábamos la noche del viernes cenando en casa de amigachica, con ella, amigaguapa y sus maridos. Estaban contándome las aventuras de cuando estuvieron juntos en Vera y el marido de amigaguapa me dice:

-         Uf, no veah la que noh pasó en er guó.

Y yo pienso ¿el guó? ¿de qué pelotas habla? ¿qué es un guó? Así que se lo hago repetir.

-         Pueh que fuimoh a un guó.

Sigo sin entender, pero trato de adivinarlo, como si fuera un extraño juego. Ha dicho “fuimos”, así que es un sitio. A ver, piensa lugares que suenen parecido a eso del guó que está diciendo él. Pero no se me ocurría nada.

-         A ver, nene, que he perdido oído, ¿qué es eso del guó?
-         Joé, qué nena ehta, un guó, un guó.

Joderrrrrrr, no sé de qué me habla y por más que intenta repetirlo a mí me suena igual. De qué cojones me estará hablando.
Así que insisto en que me lo explique mientras mis amigas se parten de risa. Él me mira como si fuera gilipollas y me dice:

-         A veh, un guó, un sitio de esoh que vá y te poneh jarto a comé. Un guó. ¿qué pasa, que en Madrí no hay guó o qué?
-         ¿Un buffet libre? – pruebo suerte.
-         Sí, un bufé de esoh, pero que son de guó. De esoh de comía china que te lo hacen en una olla de esah que son asín como un cuenco.

Mi cerebro trabaja a toda prisa hasta que doy con la solución.

-         Ahhhhh, un WOK!!
-         Ea, pueh claro. ¿qué he disho yo? ¡¡guó!!

La Virgen santa. Lo que me costó. Creo que tengo que ir más a menudo para poder entenderles a la primera como antes. Porque me pasé los dos días haciendo esfuerzos para que no tuvieran que repetírmelo todo varias veces. Eso sí, me reí una barbaridad. Y se tiraron los dos días diciéndome cada vez que tenían oportunidad que si íbamos a comer a un guó. Lástima que no me siente bien la comida china.

domingo, 20 de mayo de 2012

síndrome de la agonía madrileña

El que busca excusas para no hacer algo, siempre las encuentra. Porque si rebuscas un poco, siempre hay razones que te avalen. Por ejemplo yo. Desde julio del año pasado que se casó la única amiga del pueblo que me quedaba soltera, no había vuelto al sur. Y siempre tenía excusa: el frío, el calor, la lluvia, el precio de la gasolina, una cita con alguien, o el intenso picor de dedo gordo del pie. El caso era que no tenía ganas, la verdad.
Pero hace poco me empezó a dar el síndrome de la agonía madrileña. Es algo que padecemos todos los habitantes de esta urbe y que nos obliga cada cierto tiempo a salir corriendo de ella. Te entra así como una angustia y necesitas campo, o playa o una ciudad distinta en la que perderte. Así que decidí irme al sur. Tras mucho pensarlo, eso sí. Porque mi casa de allí necesita una reforma que ya está en proyecto y porque, aunque adoro a mis amigas, a veces me estresan. Pero al final fui. Pensé que en el peor de los casos, me daría para algún post interesante. Además, era la romería de allí. Y no es que yo me vista de gitana porque los volantes me sientan como a un Cristo dos pistolas. Ni que baile sevillanas, porque tengo la misma gracia para bailar que un belga arrancándose por soleares. Pero bueno, un día de campo y fiesta es una buena cura para el síndrome de agonía madrileña.
Así que hice el petate y me fui. Allí todo estaba más o menos como siempre, pero sin la pátina desagradable que recordaba de mi última visita. El calentador cochambroso de mi casa encendió a la primera y me duché con agua caliente. Casi, demasiado caliente. Me dí un golpe en la rodilla que ahora es una bola morada y dolorosa untada en trombocid. Maté un par de arañas y flipé con el tamaño de las salamanquesas. Comprobé que hay un pedazo de la selva amazónica en mi propio patio trasero y que la parra ha crecido tanto que ahora da miedo. Pasé el día en el campo con la familia de hermanagrande (mi más antigua amiga), que me tienen adoptada ya como a una más. Me enseñaron a adobar pinchitos morunos. Hubo un rato que llovió tanto que creí que saldríamos a nado, pero luego salió el sol y nos achicharramos. Me reí una barbaridad. Fumé y hablé tanto que ahora no tengo voz y creo que haré voto de silencio durante dos días. Dormí poco, pero profundamente como hacía mucho que no lo conseguía. Me despertó el canto de un gallo al amanecer. Mis amigos estuvieron estupendos conmigo, más suaves que las últimas veces, creo que por miedo a que no vuelva en otro año entero. Y me sentí feliz, en casa, en confianza. Me dio el aire del sur y ahora tengo otra cara.

En fin, por esta vez, he superado el síndrome de la agonía madrileña. Y hasta me han quedado ganas de volver por allí. Ahora sólo me queda reordenar un poco, poner lavadoras y descansar.

martes, 15 de mayo de 2012

toy boy... again

Si es que pierdo el norte. Lo pierdo, lo pierdo. Pero el norte, el sur, y la brújula entera. Que soy una perdida. Que no tengo remedio. Y mira que me digo: “Naar, que tú eres muy de perderte, céntrate…” pero nada. Que se da el caso y no me encuentro ni los pies. Tonta que es una. Será por aquello de ser rubia y tener las tetas grandes. Yo qué sé.

Bueno, la razón de esta autobronca es por el toy-boy. Again. Que es que encima de lerda soy reincidente. Que veo la piedra y allá que voy obcecada perdida a tropezarme con ella.
El caso es que después de quedar con el nene la primera vez, superar la resaca tremenda y recuperarme del chute de endorfinas, empecé a pensar con claridad. ¿A mí esto que me aporta? Nada. Bueno, nada-nada, no. Frungimiento. Y del bueno. Con un niño jovencito y estupendo que es vida pura. Pero a parte del frungir, hay más cosas en la vida. Y siendo realistas, esto no me lleva a ningún sitio. No tenemos nada en común. Nos llevamos un puñado de años. No vamos a compartir nunca gustos, ni amigos, ni planes fuera de la cama, el sofá, la mesa, la pared… o sea, fuera de casa. Y sí, me río con él, me divierto mucho, pero con vistas a futuro, pues como que no me veo. Así que debería dejarlo correr. Ha sido una experiencia divertida que contar a mis gatos cuando sea vieja, pero poco más. Tampoco él me hace sentir nada más allá de la calentura.
Así que le transmití este monólogo mental a Anita, que siempre tiene respuestas. Y me dijo, “nena, haz lo que quieras, pero entiendo que busques alguien que te haga vibrar. Sin embargo, mientras te lo puedes ir frungiendo. Que luego ya te quiten los frungido. Pero tienes razón, sin buscar nada más en él, teniendo claro lo que es.” Y yo me dije, “claro, si es que Anita es muy sabia.” Así que las siguientes veces que hablé con él, le dí un poco de largas, no le hablé de quedar y me hacía la remolona para contestar a sus mensajes para no caer en la tentación de cogernos cariño a fuerza de roce. Como él está en fase de hacer el cafre con sus amigos y además trabaja y tal, no fue difícil darle esquinazo, la verdad. De tal modo, llegué a la conclusión de que la historia había acabado y chimpún.
Peeeeeeeero (siempre hay un pero que lo jode todo) el sábado estaba yo en casa por la noche remoloneando. Pensaba haber salido con Jime, pero entre unas cosas y otras, me quedé en el sofá haciendo el vago y abanicándome muerta de calor. Cuando de repente, el facebook me hace un ruidito raro: “hola señorita”. Mierda, el toy boy. Me pongo a hablar un poco con él y me dice que libra todo el finde del curro porque el domingo es su cumple. Ainsssssss, 23 tiernos añitos. Y que no tiene plan, que si me apetece que me venga a visitar porque tiene ganas de verme. Y yo entro en crisis. La casa está como si hubiera pasado un huracán. Mis piernas parecen las del yeti. Estoy en bragas viejas y camiseta cutre. Sin pintar, con los pelos a lo Janis Joplin porque ya he entrado en fase de pasar del secador. Todo un desastre. Así que le digo que sí, que se venga. Espera, ¿era eso lo que tenía que decir? Pero ya es tarde. Me dice que va a ver a nosequién y viene. Así que a toda leche, me pongo a barrer, recojo un poco la ropa que hay esturreada por todas partes, me depilo cutremente las piernas y me pongo un conjunto mono. Hum. Yo juraría que tenía otro plan al respecto. Pero no hay tiempo de pensarlo, tengo que recoger el baño y quitarme este roal de pelos que no había visto antes.
Total, que lo monté súper bien y cuando llegó, estaba elegante a la par que natural tumbada en mi sofá, en mi salón recogido, con mis piernas suaves, la cara aparentemente lavada (y una mierrrrrrda voy a recibir a un niño de veintipocos con la cara lavada, ja!! Las BB cream esas, que hacen milagros), con mi conjuntito mono y una oportuna trenza ladeada en mi largo pelo. Bueno, igual muy natural no era, pero cuando tratas de aparentar un porrón de años menos para no parecer la abuela de tu chico, la naturalidad no es buena idea.
Y bueno, el niño llegó, con esa voz tan bonita que tiene, que me habla y me atolondra, con ese olor a colonia perenne que lleva y me obnubila, con una camiseta negra y esa sonrisa de macarrilla que me vuelve loca. Y entró, me agarró por la cintura y me dijo “hola preciosa” y me dio un beso de esos que dejan sin aire. De esos que te quitan siete años e golpe. De esos que me hacen perder el norte.
En fin, que me lo comí a besos hasta el amanecer, me reí mucho y me sentí como si estuviera “mazo de buena”, como él me dice. Que igual soy una asaltacunas, pero me mola serlo. Total, que como dice Anita, que es más sabia que todas las cosas, que me quiten lo frungido. Cuando se me pase el subidón, volveré a pensar que esto no va a ningún lado y pasaré de él. Hasta que me pille otra noche tonta y vuelva a ignorar mi propio plan. Y es que me encantan las normas y los planes por el gusto que da saltárselos a la torera. ¡Es tan divertido!

P.D. Hombre perfecto del post anterior, si llegas tú, de verdad de la buena que no vuelvo a ver al toy boy. Pero comprende que entre que llegas y no…. algo hay que hacer. Aunque sea tirarse a una chumbera.


domingo, 13 de mayo de 2012

qué busco yo: mi hombre ideal

Bueno, el post anterior me ha servido de mucho. He descubierto que si una pregunta, los hombres contestan. Qué majos ellos. Igual el truco de la vida sería preguntar más y mejor y responder sinceramente.
Otra cosa que he descubierto es que los hombres, al igual que nosotras, quieren cosas diferentes, no todos buscan lo mismo ni les desagrada lo mismo.
Y otra, quizás la mejor de todas, es que no es tal fácil saber lo que se quiere. Aún así, como soy una intrépida, voy a tratar de hacer una lista de cosas que me gustaría que tuviera mi hombre ideal. ¿Que luego me enamoraré del primer capullo que pase y no cumpla ni una? Pues sí, fijo. Pero yo soy idiota. Aún así, si hay un tipo que lee esto y se siente identificado, por favor, que se ponga en contacto conmigo.

  1. Físicamente no tengo demasiado estereotipo de hombre ideal. Tengo tendencia a preferir los rubios de ojos claros, pero hay morenos que quitan el sentío. Así que no sé. Me gustan los hombres altos, con sonrisa bonita y no demasiado delgados, para huesos ya tengo los míos. No me gustan los calvos, ni los peludos. Básicamente me conformo con que me guste físicamente, que me den ganas de frungírmelo y que su mirada me transmita cosas positivas. Además de una bonita voz. No necesito que cante como Pavarotti, pero que cuando coja el teléfono me guste escucharle.
  2. Que no beba. Igual que hay gente que le molesta el tabaco, a mí me molesta el alcohol. Una cosa es tomarse una caña un día, que me parece bien. Otra que a diario se trinque varias cervezas, que ya no me parece tan bien. Y de alcohol destilado nada. No hay cosa que más me desagrade que alguien bebido, aunque sea poco.  Admito un mojito o un cóctel guay un día especial.
  3. Que no sea un forofo del fútbol. Con el desequilibrado terminé hasta el culo de ver partidos. Yo soy del Madrid, y me gusta ver algunos partidillos, cuando son importantes, cuando es una final, cuando se juegan algo. Pero no me gusta que condicione mi vida, que se organicen los fines de semana en torno a al fútbol, que haya que verlos todos. Y de paso, que no le gusten los deportes de motor, los coches, las motos y esas mierdas porque lo aborrezco con toda mi alma.
  4. Que no sea un político fanático. Ni de un partido ni de otro. Es que no me gustan los fanatismos ni la gente que defiende a su partido porque sí, sin hacer crítica ninguna. Y no me gusta discutir por política, así que prefiero alguien moderado y razonable, tirando a antipolítico como yo.
  5. Que sea inteligente. Me gustan los hombres cultos, con los que pueda hablar de todo, me enseñen cosas y quieran escuchar mis divagaciones. Antes pensaba que uno de letras me comprendería mejor, pero siempre he salido con tíos de ciencias puras, el Ross es físico y me encantaba escucharle y que me explicara cosas. Así que alguien listo, con inquietudes, que lea, que se interese por el mundo, que tenga dos dedos de frente. Imprescindible esta cualidad, tontos abstenerse.
  6. Que sea tranquilo y positivo. Yo tengo tendencia a hacerme un manojo de nervios por todo y necesito alguien que me calme, que me inspire paz, que me haga pensar que a su lado no me va a pasar nada malo. Que me cuide sin hacerme sentir tonta. Que mantenga la calma y no se vea presa del pánico y el tremendismo que a veces me ataca. Que equilibre mis angustias con su tranquilidad. Y que vea el lado positivo de todo cuando yo lo veo negro. Que sea alegre y me de motivos para serlo yo también, que me contagie ganas de vivir y de ser feliz. Que me haga reír y se ría de mis geniales estupideces. Que nos riamos mucho juntos.
  7. Que me de masajes. Montones de masajes. Y sin fines sexuales. No, sólo masajes para calmarme, para aliviarme dolores, para hacerme feliz.
  8. Que le guste todo tipo de música y no proteste por mis gustos estrafalarios. Y que baile bien. No tan bien como para que yo me sienta un velocirraptor a su lado, pero lo bastante bien como poder echarme un par de bailecitos con él sin acabar con los pies amoratados.
  9. Que le guste ver películas y series conmigo, en el sofá. Los Simpson, Futurama, Friends… o le gustan o no tiene nada que hacer conmigo. Y pelis de todos tipos menos de ciencia ficción. Las odio y como me haga ver El Señor de los Anillos o la Guerra de las Galaxias, le dejo, en serio.
  10. Que le gusten los animales. Mucho. Tanto como para comprender que recoja bichos de la calle, que salve a los caracoles que vienen en las lechugas o los escarabajos peloteros que a veces llegan a mi terraza. Que le gusten los gatos, los perros y los roedores para tenerlos por casa. Que por supuesto esté en contra de la caza, los abrigos de piel, la explotación y el maltrato animal, las corridas de toros y demás salvajadas. Pero que mate arañas sin rechistar y sin reírse de mis ataques de histeria al verlas.
  11. Que no proteste por la comida. Yo cocino muy bien, pero soy una persona con muchos problemas asociados a la comida. Y me gusta la gente que come bien y no pone pegas porque me tranquiliza y no desata mis demonios al respecto. Y que no quiera cocinar él. Que friegue los cacharros después si quiere, pero cocinar es cosa mía.
  12. Que se lleve bien con su familia, pero que no esté cegado con ellos. Que sepa ponerles en su sitio si se pasan. Y si no tiene mucha familia, pues mejor, oyes. Y que tampoco quiera tenerla. Es decir, que no me venga con el rollo de los hijos porque ya he dicho que no quiero tenerlos. Y no voy a cambiar de opinión.
  13. Que sea sincero. Siempre. Una sola mentira y a la calle, así de sencillo. Que le guste hablar, que me cuente sus cosas y escuche las mías. Que confíe plenamente en mí para contármelo todo y que me escuche con atención. Que paseemos noches charlando de lo humano y lo divino. Que sienta que cualquier cosa que me pase, se la puedo contar sin que me juzgue ni me critique. Y que no me de soluciones cuando le cuento un problema. No soy idiota, ya sé las soluciones, quiero que me escuches, que me consueles. Cuando quiera soluciones, ya las pediré explícitamente.
  14. Que sea cariñoso, pero no agobiante. Me gusta que me besen, que me den la mano, que me hagan alguna caricia o cosas así. Pero no estés todo el día como una lapa porque me da el ansia. Y que sea detallista, pero no un moñas. No me gusta que me regalen flores, ni peluches, ni celebrar san Valentín. Pero me gusta que se acuerden de mí. Un mensaje, una llamada, una nota pegada al frigorífico son cosas que me hacen feliz y no cuestan tanto.
  15. Y la última pero más importante: que yo sea su prioridad. Una vez se lo dije a mi amigo Seis y desde entonces la repite a menudo: que me elija cada día entre todas las personas del mundo. Que no esté conmigo por resignación, porque no hay otra opción, porque bueno, no estoy tan mal. No. Que me elija entre todas las mujeres del mundo. Que no me cambie por nada ni por nadie. Que crea, a diario, que yo soy la mejor de las opciones. Y me quiera en mis virtudes y mis defectos. Sin intentar cambiarme, sin protestar, sin criticarme. Aceptándome tal y como soy.

Por el momento eso es todo… ¡ahí es ná! Repito, si eres este tío o le conoces, llámame. Soy una loca de la pradera con un gato, pero soy bastante maja.

jueves, 10 de mayo de 2012

¿pero qué queréis los tíos?

En mi post anterior recibí un comentario de mi yo del pasado. No de mí misma, claro, si no del chico de este blog. Y me decía: “Estaba leyendo y pensaba que acabarías diciendo "y me lancé y le besé"... ¿Ya no hacéis eso las chicas?”. 
Y esto me crea varios conflictos.
El primero, este chico es un sevillano joven y guapo… y totalmente inconsciente. ¿No me oyes que me dan instintos de atacar precisamente a los de tu especie? ¿quieres verme con los dientes largos como los vampiros y los ojos caníbales de Hannibal Lecter? Ay, criatura, quédate en Sevilla que si te pones en un radio inferior a diez kilómetros de mí, mi radar se disparará y estarás perdido. Luego no vengas diciendo que Naar me ha mordido, que estás avisado.
Bueno, tras la advertencia, se me crean más incógnitas. Los hombres dicen que las mujeres somos complicadas y que no decimos lo que pensamos, pero ellos no se quedan atrás. Dicen que quieren una cosa cuando en realidad quieren la contraria. O sea, que aquí todos mentimos como perros y encima le echamos la culpa al otro sexo.
Los chicos dicen que les gustan las mujeres con iniciativa, que den el primer paso, que se lancen. Mentira. Les gustan las chicas que tienen que seducir, que tienen que insistir, que hasta se hacen un poco las estrechas. Porque si no, sienten que se lo has puesto muy fácil y pierden el interés. De hecho, las veces que me he cansado de las indirectas y me he lanzado, como mínimo he recibido caras de susto.
Los chicos dicen que les gustan las mujeres fuertes e independientes, con carácter. Mentira. Les gustan las chicas que dependen de ellos, que son tiernas y sumisas y les piden ayuda para montones de cosas. Porque así pueden sentir que son el macho alfa y se reafirman en su masculinidad.
Los chicos dicen que les gustan las mujeres que no se obsesionan con comprometerse y casarse. Mentira. Les gusta sentir que te tienen segura, atada a su lado. Y si, como es mi caso, insistes en no casarte y aborreces todo lo que suena a compromiso, es que eres una rara.
Los chicos dicen que les gustan las mujeres alegres que no hacen un drama por todo. Mentira. Les gustan las tías que lloran. Y dirán que no, pero se les caen los gayumbos en cuanto ven dos lagrimitas. Se desarman, no saben qué hacer y ceden a todas las peticiones de la magdalena. Yo he terminado hasta los ovarios del “nuca lloras” o del “es que parece que no te importa nada”.  O la mejor de todas “me haces sentir vulnerable porque eres demasiado fuerte”. Madre mía, lo que hubiera ganado yo si supiera llorar a lo tonto.

Y ahora, antes de que se me echen encima los leones, hablo por mi experiencia personal. Y he dicho hasta la saciedad que elijo a los hombres con el culo. Que solo salgo con gilipollas y eso es totalmente culpa mía. Además, seguro que mi yo del pasado (el chico del blog, no la Naar del pasado. Nene, cámbiate el nombre, esto es muy confuso) es un tío estupendo. Seguro que no piensa nada de la lista que acabo de hacer. Pero aun así, tengo una duda que espero que los tíos que lees el blog me resolváis: ¿qué puñetas queréis los hombres? Pero de verdad, no la teoría, no lo que queda bien decir. No esas cosas que decís pero luego hacéis la contraria. De verdad de la buena, ¿qué pelotas es lo que queréis que hagamos? Si me respondéis, os digo a cambio qué es lo que queremos nosotras. Y así lo mismo, habrá un puto día que lleguemos a entendernos.  

P.D. Por favor, Yo del pasado, no me odies. Me caes genial, me gusta tu blog y tus comentarios. No estoy pagando mis frustraciones contigo y prometo no atacarte si vienes a Madrid. No te morderé el cuello ni te comeré vivo, lo prometo. Por favor, por favor, sigue siendo mi amigo virtual a través del blog.

lunes, 7 de mayo de 2012

el golpe que me convirtió en asaltacunas

Hay temporadas que no sé de qué puñetas escribir. Y otras que se me acumulan los post, como los documentos en cola de las impresoras. Pero bueno, empezaré por el final, a mi estilo.
El viernes me dieron un golpe con el coche. Estaba yo tan tranquila con mi madre en un semáforo cuando de pronto, ¡¡Pum!! Me dan por el culo. Así, sin avisar, sin vaselina, sin decirme guarradas al oído ni nada. Total, que me bajo del coche, toda mosqueada.

-         ¿Pero dónde coño ibas mirando? – escupo en cuanto pongo un pie en el suelo.
-         Me había parecido que el semáforo estaba en verde…
-         ¡Pero qué verde ni qué cojones! ¡¡Si sigue en rojo!! Además, no se mira el semáforo, se miran los coches que se tienen delante.

El chaval me mira con ojitos de cordero degollado y entonces me doy cuenta. Es un crío y está buenísimo. Total, que mi parte pervertida hace que me reblandezca y le digo en tono más suave y como a la mitad de decibelios:

-         Bueno, que ibas distraído, no pasa nada.
-         Es que me acaba de llamar mi madre, que está mi abuela en urgencias y… bueno, ¿os ha pasado algo?

Miro a mi madre, que se ha dado un golpecillo en la cabeza y me toco el cuello, que me duele bastante, pero nada del otro mundo. Miro mi coche, que es inmune a los golpes y compruebo que está sólo un poco abollado por detrás, pero muy poco. Entonces veo que un charco viscoso se está formando a mis pies.

-         Chaval, te has jodido el radiador.
-         No jodas.
-         No, yo no, tu radiador.

Y entonces se echa a llorar y se pone a maldecir y a decir que sus padres le van a regañar. Genial, todo un barrio de macarras y me voy a estrellar con la dama de las camelias. Vaya generación de hombres blandos. Total, que como no tengo ganas de escenitas, suspiro, le pido su teléfono, meto a mi madre en el coche y me voy.
El viernes por la tarde lo pasé un poco chungo, me dolía el cuello y estaba de un humor terrible. El sábado me mataban los riñones y estaba realmente cabreada con el mundo. Hasta extremos insospechados. Así que hice una intensa terapia de leer, comer chocolate y rascar al gato mientras él ronronea. Eso me calma los instintos asesinos que da gusto.
El domingo me llamó el chaval y para preguntarme cómo estaba. Le dije que bien y quedamos para hoy. Así hacíamos el parte y nos tomábamos algo para suavizar el golpe, nunca mejor dicho.
Esta tarde he ido al sitio indicado y me encuentro al mismo chavalito rubio y de ojos azules casi transparentes del otro día, sólo que más calmado. Nos ponemos a tomar algo y me cuenta que tiene el carnet desde hace siete meses, que una vez le dieron un golpe parecido al que me ha dado él a mí, que estudia económicas y está en primero de carrera. Y mientras el está ahí, blablablá, yo pienso: “madre mía, qué mordisco tiene este niño. Pero claro, que es un crío. Si está en primero de carrera, qué tendrá… 19 o 20 años… demasiado joven. Sí el toy-boy tenía 22 y ya me parecía un niño imagínate este. Así que deja de mirarle así, que te están creciendo los dientes como a los vampiros. Y asiente, que te está hablando.” Así que retomo la cordura momentáneamente, hablamos otro poco y me pongo a rellenar el parte mientras me sigue contando cosas. “Por favor, que nació en el 93, que tiene 19 años. hummmm, qué tierno. Pero así, como la ternerita lechal, todo tierno para darle un bocadito… qué no, pero qué digo. Me estoy haciendo una asaltacunas, una pervertida, una… una pederasta. Seré golfa. ¡Huy… pero si tiene un piercing en la lengua! ¿Y qué hago mirándole la lengua? Joder, debo estar poniendo los mismos ojos que Hannibal Lecter. Anda, vuelve al parte y escribe, que no sabes ni de qué marca es tu coche.” Y resulta que el niño fue al mismo instituto que yo, así que me da más charla. Por suerte ha debido de intuir mi sed de sangre fresca, mis colmillos largos, mis ojos de comeniños o lo que sea y ha huído antes de ser atacado. Así que me he pasado por el taller con mi parte bajo el brazo, he dejado las cosas a medio arreglar y ya llevaré el coche para que le recoloquen el culo la semana que viene. Ojalá mi culo tuviera tan sencilla solución como el del coche, ahora que lo pienso.
El caso, me he venido a mi casa sintiéndome poco menos que Marujita Díaz, una vieja que acosa jovencitos. Jo, qué futuro el mío. Y para quitarme la depresión, pues me he puesto a zampar chocolate. Y no sé quién coño dijo eso de que es un buen sustituto del sexo. Primero porque los sustitutos nunca son buenos. Segundo porque no se me han pasado las ganas de morder algún cuello joven y lozano. Y tercero, porque me duele la tripita y en vez de quemar calorías las he ganado. Una ruina total.


sábado, 5 de mayo de 2012

meme!


La chica en el espejo me ha pasado un premio con meme incluido. Hay que responder y luego hacer preguntas, pero como ya he hecho un montón de memes, no sé qué preguntas hacer. Además las suyas me parecen bien, así que quien quiera, que lo coja, se lo lleve a su blog y lo haga. ¡Espero que os guste!


1. Una película, canción o grupo musical que te avergüence admitir que te gusta. (Lo siento, pero no quiero ser la única que confiese su placer culposo).

Hum… supongo que hay muchos. Lo que pasa es que “vergüenza” es una palabra de la que olvidé el significado. Así que me la pela bastante. Pero es verdad que a veces bajo el volumen de la música que escucho antes de que la oiga la gente. Ejemplos prácticos: soy fan del Chivi, me sé todas sus canciones de memoria. A veces me da por la música antigua y tirando a hortera. Con Anita canto canciones de Mari Trini, me mola mazo el “Como una ola” de la Jurado (Pa y yo tenemos una versión porno del asunto titulada como una polla). Y algunas otras cosas. Me gusta la peli de Grease, Dirty Dancing… se ma va la olla, vaya.

2. Película, libro y canción (o cantante) que crees que todo mundo debería tener oportunidad de conocer.

Películas muchas: Lo que el viento se llevo. Gilda. Casablanca. Los puentes de Madison. La ola. Big Fish. El monstruo. Uf, muchísimas.
Libros: joder, muchos también. El hombre en busca de sentido es fundamental, de Víktor Frankl. Demian, de Hesse. Casi todos de Unamuno. La elegancia del erizo, de Muriel Barbery.
Canción: las imprescindibles de mi vida: Golfa de Extremoduro, Every what you want, de Journey. High way to hell de AC/DC. Born to be wild. Antes del Chivi.
Jolines, me dejo mucho de todo… necesitaría tres post sólo para esta pregunta!!!

Añado una cosa que recomiendo a todo el que me quiere escuchar: Skins, una serie inglesa sobre adolescentes que es la leche. Insisto, la versión inglesa que es la original. Me encanta.

3. Una palabra o frase que suelas leer o escuchar con frecuencia y detestes hasta vomitar.

Huy, yo qué sé. No me mola mucho que me digan “¿ves? esto ya lo sabía yo, sabía que iba a pasar” pues si lo sabías, haberlo dicho, coño.

4. ¿Cuál es el mejor consejo que alguien te ha dado?

Mi madre me da buenos consejos. Casi todos los tengo en cuenta. Siempre me ha dicho que tenga cuidado, que no me precipite y que procure ser menos brusca para decir las cosas. Y tiene razón, así que al menos la escucho. Otra cosa es que la haga caso.
Mi amigo Seis me dijo hace años “no luches contra lo que eres, porque es tu esencia, tu alma de verdad y es maravillosa tal cual.” Y a veces me gusta pensar que tiene razón.

5. ¿Qué te pone inevitablemente de mal humor?

Tengo tendencia al buen humor, pero también hay temporadas o días que me levanto retorcida y todo me pone de mala uva. Hay cosas que me joden, como la impertinencia, la mentira, la mala educación.

6. Algo que hace que un mal día cambie radicalmente.
Hay días que no los cambia nada y no hay manera de que mejoren. Hay otros, que simplemente con un poco de voluntad cambian de cara. A veces simplemente una canción, un paseo, una charla, una llamada o un mensaje me alegran.

7. ¿Cuál es el primer recuerdo que te viene a la mente cuando piensas en tu infancia?

Los compañeros cabrones de colegio. Ya lo he dicho, no me gustó nada ser niña. La infancia está sobrevalorada y en realidad es una mierda. Yo tuve muchas cosas buenas, mis padres, mi perro, esas cosas. Pero no fue una época que recuerde con añoranza, con arrobo, con nostalgia.

8. Un maestro que recuerdes con cariño y por qué.

Tuve mucha suerte y casi todos mis profesores fueron buenos, tanto en el colegio como en el instituto. Incluso en la universidad. Recuerdo a la Chusa, que era una monja que me dio clase en 7º y 8º de EGB. Era la leche. Me enseñó mucho y me ayudó a encontrar mi camino. La quería un montón. Pero hubo más. Buenaventura me enseñó lo que era la Filosofía, con mayúsculas. Un día le dedicaré un post, se lo merece. José Luís y Camilo llegaron a ser amigos fuera de las aulas. Y en la universidad también tuve unos cuantos geniales, uno que era un medio hippy con coleta, barbas y palestina al cuello que me dijo: “eres demasiado guapa para el trabajo social de calle. Tienes dos opciones, dedicarte al administrativo o ponerte ropa enorme y vieja”. Y otro que para explicarnos lo que eran los servicios de primera instancia, dibujó un coche con una pareja de monigotes en la pizarra y nos dijo, “vale, es viernes por la noche y estos dos se han conocido, se han enrollado en la esquina de un bar y ahora están en un coche en un descampado a las afueras… ¿alguien podría decirme qué va a pasar?”. Creedme, no se me han olvidado sus enseñanzas por estrafalarios que fueran sus métodos.

9. Un profesor que detestabas enormemente y tus razones para ello.

De pequeña, hubo algunos, como Soledad, que me quería, pero gritaba mucho y me ponía nerviosa. O Sor Ángeles, que creía que vivía aún en los años cuarenta. Pero no eran mala gente.
Como una cabrona, una que tuve en el instituto. La Carola, grandísima hija de puta. Odiosa. Me trataba fatal, me tenía una manía personal horrenda. Una vez me dijo, delante de toda la clase, que si hacía dieta para estar delgada y por eso no me llegaba glucosa al cerebro y era tan tonta. Lo que ella no sabía es que yo estaba muy enferma y por eso pesaba 36 kilos. A parte de que no sabía explicar nada. Tenía un índice alarmante de suspensos. Y eso sin sacar más trapos sucios, que no merece la pena, pero habría para aburrir.

10. ¿Cuál consideras es tu mayor defecto?

Tengo un montón. Soy impaciente, contestona, cabezona, mal hablada, imprudente, desobediente hasta el extremo, tengo mal despertar, necesito muchísimo espacio para mí misma, soy egocéntrica y… bueno, basta ya, que me estoy poniendo tupida yo sola.

11. ¿Cuál consideras es tu mayor cualidad?

Me cuesta mucho hablar de mis virtudes. Y no es falsa modestia, es que creo que mi mayor virtud es a su vez un defecto, que es la obstinación. Cuando estoy convencida de algo, no hay quien me apee del burro. Pero de todos modos, para mayor información sobre mis cosas buenas, recurrir aquí.

12. Si tuvieras oportunidad de tomarte un año de descanso ¿en qué lo ocuparías?
Creo que llevo mucho tiempo de descanso. Demasiado. Ya quisiera estar más ocupada de lo que estoy con un buen trabajo. O uno regular al menos. Lo cierto es que mi tiempo libre lo uso en muchas cosas. No sé cómo la gente puede decir que se aburre. Mi amigo Seis dice que sólo los tontos se aburren y me hace gracia su idea de que la gente necesita ocio para su tiempo libre mientras que él necesita tiempo libre para su ocio. Yo con leer, escribir, cuidar de mi Ron y aprender e investigar cosas que me interesan, pasaría la vida tan feliz.

jueves, 3 de mayo de 2012

tontos de las pelotas

Siempre me ha gustado ser española y he estado orgullosa de ello. Pero hay cosas que me revientan. Una es que se confunda ser un poco patriota con ser un facha. Otra es que la gente sólo se siente orgullosa de enseñar una bandera si ha ganado la selección de fútbol.
Y es que en este país somos gilipollas con los temas de fútbol. O igual es así en todos los países, pero me la sopla. A mí me importa la rivalidad y el mal rollo que hay aquí con el tema.
Once capullos forrados hasta las cejas corriendo en calzones detrás de un balón y a todos se nos cae la baba mirando nuestra tele que pagamos a plazos. Once memos en gayumbos correteando detrás de una pelota y todos llorando de emoción en nuestra casa hipotecada que puede que nos quite el banco. Once niñatos millonarios pegando carreritas por el césped y todos tan contentos aunque no tengamos trabajo, aunque nos recorten derechos, aunque pidamos comida a la iglesia. O aquí hay algo que no entiendo o es que soy más tonta de lo que pensaba.
Y para colmo, lo que más me repatea. El afán que hay de joder al prójimo cada vez que gana nuestro equipo. No celebramos las victorias propias, si no los fracasos ajenos. Si gana el Barcelona, se corea “madridistas hijos de puta”. Si gana del Madrid, “catalanes hijos de puta”. Gane quien gane, siempre hay un hijoputa al que corear. Somos imbéciles del culo, en serio.
Y ya, la mezquindad llevada al extremo: si un equipo español llega a una final de competición europea, el resto no se alegra. Le jode y está deseando que pierda sólo por que no es el suyo. Nadie mira por el bien común, por hacer un poco de piña. Nadie piensa, oye, qué bien que un equipo español está ahí. No. Piensa: qué hijos de puta.  Ridículo, en serio.
Y yo no suelo hablar de fútbol, ni de política, ni de religión. Son temas que no llevan a nada. Calientan la cabeza y enfrían las relaciones. Porque somos tan estúpidos que somos capaces terminar cabreados con alguien sólo por pensar de otra forma en alguno de estos temas. Porque somos capaces de creer que un amigo es un idiota sólo por ser de otro equipo, de otro color, de otra creencia. Y así nos va, claro. Porque España es el país de los mil pueblos. Que cada uno tira para su tierra por diminuta que sea. Que cada uno mira sólo por sí mismo y si de paso puede pisar el callo al de al lado, mejor. Que forma de perder el tiempo, de gastar fuerzas, de hacer el gilipollas.

martes, 1 de mayo de 2012

la Yoli

A veces no cuento más cosas de mi barrio porque me da una mezcla entre vergüenza y sensación de que no se me va a creer. Es que parece que me lo invento, en serio. Pero bueno, es verdad eso de que la realidad supera la ficción y los personajes más estereotipados son los reales. Os aseguro que a mí solita no se me habría ocurrido escena semejante.
Total, que el lunes cuando fui con mi madre a la panadería había dentro una chica y un chico. La tía, imagen de choni de barrio. Tendría mi edad, aunque yo creo que aparentaba alguno más. Llevaba un chándal apretado al enorme culo, marcando bragas, el pelo recogido en un moño bien alto y bien grande y unos buenos aros en las orejas. El tipo, un gitano de ojos azules afilados y unos cuantos oros esparcidos por el cuerpo. De libro los dos, vaya. La chica le hablaba a la panadera:

-         ¿Y no ha venío aquí a la Yoli?
-         Es que no sé quien es Yoli. – decía la pobre mujer, que es majísima y educada.
-         ¿No? coño, la Yoli, la hermana de la Yesi.

La panadera levanta la cejas, estupefacta. 

-         Joder, maja, la Yoli, la Yoli. – repite la Choni como si a fuerza de decirlo le fuera a refrescar la memoria.  -  ¡Pero si la conoces fijo! Su prima es la Isa, que es una rubia que iba a sevillanas contigo.

Como la pobre panadera seguía sin saber de quién le hablaba, el gitano decide intervenir:

-         ¿No te suena una asín rejumenía?


Mi madre me mira, ojiplática. Yo me muerdo los labios para no reirme. La panadera, trata de buscar en su diccionario mental. Y al final acierta a negar con la cabeza. En esto que suena un claxon en la calle. Todos paramos en doble fila para comprar el pan, así que miro casi por instinto. Pero la Choni abre la puerta y chilla a un tipo en un coche negro con las ventanillas bajadas:

-         Tócate el otro pito, o los cojones si quieres, que te va a dar lo mismo.

El gitano le insiste a la panadera:

-         Pos si tú ves a la Yoli le dices que habemos venío. Que andemos de arrebuscarla y no damos ni con sus muertos.
-         Si yo se lo diría, pero es que no sé quien es.
-         Pero si viene todos los días. – insiste la pava. – Y vamos, la desgraciá, que se deja hoy el móvil… la muy desgraciá.
-         Bueno, mujer, estará haciendo algo. – trata de decir la panadera.
-         Sí, pelándose el chichi. Que muy guarra es lo que es esa.

Miro a mi madre que está a punto de caer fulminada sobre el suelo. El tío del coche abre la puerta de la panadería. Otro cuadro de tío. Gafas de sol, pelos de punta engominados, camiseta siete tallas pequeñas a pesar del frío, tatuajes por todas partes. Enormes manazas morenas con sello de oro incluido. Todo un Yonatan o cosa semejante.

-         Como no sus montéis a la de ya en el coche, me voy echando ruedas y aquí sus dejo pintando la mona. Que me pela el capullo la Yoli y su puta madre, así sus lo digo de claro.
-         Qué payo, siempre con las prisas. Mal infarto de purito nervio te va a dar. – sentencia el gitano.
-         Qué prisas ni pollas. La gasolina me la vas a pagar tú y la Yoli poniendo el culo en una esquina. – le dice a la chica. – Tirando pa’l coche tan rápido que no sus vea ni los pies o me viá poner a repartir ostias que derrumben medio barrio de la ronda extensiva.

Deduzco que se refería a la onda expansiva, pero vete a saber. Total, que la chica se dirige hacia el coche, del que por cierto no había apagado el contacto, y le dice:

-         A ver si hoy todavía eres tú el que se come un cebollazo por listo. Y no me toques el coño que no lo tengo pa ferias.

El gitano le repite a la panadera que si ve a la Yoli, “se lo haga de saber” y se marcha con ellos.

Como mi madre está en estado catatónico, soy yo la que pido dos barras y la pobre panadera, como avergonzada me dice:

-         Hija, no son mala gente, pero se creen que por que vengan a comprar el pan me conozco al dedillo a todos sus familiares y allegados. Y yo no sé quién es la Yoli, de verdad.

Yo le sonrío, cómplice. Llevo toda una vida en este barrio y no conozco a nadie. Ni ganas tampoco, la verdad. Y es que este barrio va por zonas y las profundas lo son mucho. Lo único malo, es que me quedo con ganas de saber para qué arrebuscaban a la Yoli y dónde se habría metido, la desgraciá.