martes, 30 de octubre de 2012

El Niño y el blog

Hace ya casi dos años yo perdí un novio y gané un blog. Y fue el mejor cambio que haya podido hacer en mi vida. El blog me ha dado muchas alegrías y mi ex me dio muy pocas. También es cierto que tenía otro blog antes, pero no le llegaba a éste ni a la suela de los zapatos. Quizás porque yo entonces no era yo, era sólo un pedazo de mí misma bastante machacado.
Curiosamente, entre esas cosas buenas que me ha dado este blog, una de ellas ha sido otro novio. Otro novio con blog propio. Un cruce de caminos extraño y curioso que me ha dado muchas alegrías pero también algún que otro quebradero de cabeza, porque cuando la cosa entre el Niño y yo empezó a avanzar llegué a plantearme un dilema sobre qué hacer con el blog: hablar del Niño, no hacerlo, cambiar de blog, cerrarlo… llegué a pensar que si perdí un novio y gané un blog, ahora que había ganado un novio perdería el blog. Y en parte, reconozcámoslo, por una cuestión de pudor. No es lo mismo hablar de un tío cualquiera que hablar de alguien que realmente te importa, que forma parte de tu vida, que tiene en su poder un pedazo de tu corazón. Alguien que para colmo, tiene nombre, tiene cara, tiene un lugar público al que se puede ir a cotillear. Alguien que va a venir a leer lo que diga de él. Alguien a quien muchos también leéis y conocéis.  De repente se hacía un poco raro todo y dejé de sentirme tan cómoda como antes. No sabía cómo iba a tomar él mi extraño sentido del humor, mi manía de reírme de la gente a la que quiero y de ver el lado cómico a las cosas cotidianas. No sabía hasta qué punto quería conservar su intimidad y yo le iba a fastidiar su plan contando historias.
Además, me dio por pensar que parte de la gracia de este sitio eran mis aventuras y tribulaciones como soltera. Ahora que el niño estaba ahí, esas cosas divertidas iban a dejar de existir. Ya no saldría por ahí a conocer hombres. Ya no querría frungirme a nadie nuevo. Ya no podría quejarme de mi insulsa y aburrida vida sin empotramientos.  ¿Y entonces de qué hablaría yo ahora? ¿post moñas? ¿intimidades pervertido-sexuales del Niño?
Y en estas me encontraba cuando el Niño me dijo que estaba pensando en cerrar su blog. Sus razones eran mucho más válidas y razonables que las mías. Las suyas se resumían en que abrió el blog para desahogarse en un mal momento. Él dice que necesita cierta tristeza para sentirse inspirado. Es de esos que creen que el arte nace de la tortura interior. Durante un tiempo, el blog había sido el lugar donde volcar sus penas para relativizarlas, para verlas desde fuera, para conocerse a través de ellas. Pero ahora ya no le servía para ese fin. Se ve que tengo la extraña manía de hacerle feliz y de empeñarme en que su vida sea fácil y agradable. Por eso ya no escribe tanto, ni de cosas tan intensas. Ahora está contento, se siente bien y en caso de tener un problema, me llama y me lo cuenta, no lo escribe. Y claro, me siento la culpable de que deje el blog al menos temporalmente… soy la culpable, de hecho. Pero qué queréis que os diga. Verle feliz es lo más bonito que me ha pasado en mucho tiempo. Egoístamente, porque si él es feliz, me hace feliz a mí también. Y obviamente, no voy a dejarle ni a hacerle daño para que escriba de nuevo, lo siento mucho por sus seguidores. No hay post que esté a la altura de su sonrisa. Seguro que las que le habéis visto me entendéis. Es demasiado joven, demasiado guapo y demasiado maravilloso para dejarle escapar así como así.
De todos modos, intentaré convencerle de que vuelva a escribir porque soy la primera que disfruta leyéndole. Trataré de que abra otro blog, que colabore en este… yo qué sé. Ya me inventaré algo y seguro que lo conseguiré. Tengo poderosas armas y él es un niño bueno que siempre me termina haciendo caso.
El caso es que al fin, el ganarnos como novios nos ha hecho perder un blog. Pero ahora, si hace falta, yo escribiré el doble, por mi Niño y por mí. Además, aprovecharé el caso y que tengo su beneplácito para hablar más de él.
Total, me da mucha, muchísima pena que el Niño deje de mandar cartas a su futuro yo, pero quiero pensar que quizás ha encontrado parte de él a mi lado.

viernes, 26 de octubre de 2012

Bótox a cambio de muela del juicio

A todos nos acojona un poco envejecer. No mola ver que tu piel ya no es tan fresca y lozana como era. No mola ver que las ojeras ya no se quitan aunque duermas diez horas seguidas. No mola ver que te han salido manchas por el sol. No mola ver a esa tía rara que te mira al otro lado del espejo cada mañana. No mola. Y quien diga lo contrario, miente.
Eso sí, los años tienen ventajas a nivel emocional, personal y espiritual si sabes aprovecharlos. La madurez te da ciertas habilidades que hasta hacen que compensen las arrugas y la flacidez. Pero aún así, hay días en los que te tiras de los pelos, te pones ante el espejo y te pellizcas las mejillas. Te dices la gran frase: “yo esto antes no lo tenía así…”
A veces la depresión es tal, que empiezas a pensar majaderías como darte potingues hipercaros que en realidad tienen la misma efectividad que la crema nivea de caja azul que usaba la abuela. O, incluso en casos extremos te entra el yuyu de hacerte tratamientos aún más caros de esos que incluyen pincharte cosas tóxicas, venenos de animales exóticos o extracto de pelo de unicornio. Budú si hace falta para combatir la temida pero inevitable vejez. Y ni os cuento hasta donde llega la paranoia si una sale con un chico más joven y guapo de lo que debería. Ejem.
Sin embargo, el jueves llegué a la conclusión de que nunca, nunca jamás me infiltraré bótox de ese. Que no es que me molase la idea antes. Pero es que ahora sé lo que se siente y no me gustó nada la experiencia.
Todo empezó con una muela del juicio que tenía que quitarme. Fui a ello y mi dentista es muy generoso con la anestesia. Muuuuuy generoso. Así que cuando llegué a casa aún tenía más de media cara dormida. Podía moverla, sí… pero hablaba como Carmen Lomana. Y no os cuento la odisea de beber agua o de soplar la comida con el bigote caído al estilo Aznar. Me preguntó cómo se las apañan todas las celebritis esas que se dejan la cara paralizada a base de caros jeringazos. Pero las cosas como son: arrugas ni una. Cero líneas de expresión. Cara hollywoodiense a tope. Llegué a pensar que tenía sus ventajas el asunto. De no haber sido por el agujero negro de mi encía y de la ligera hinchazón en el maxilar al estilo del padrino, me habría hecho unas cuantas fotos aprovechando el rejuvenecimiento.

Ahora en serio… Dicen que de joven uno tiene la cara que Dios le da y de mayor, la que se merece. Así que en serio, asumamos las cosas, aprendamos a envejecer con dignidad y no tratemos de ser muñecas ridículas y recauchutadas sin expresión que se parecen las unas a las otras.   
Y por último: mi dentista es una gozada. A parte de que te pone mucha anestesia (muuuuuucha) no hace nada de daño, es un cirujano maxilofacial de la hostia, me ha sacado las cuatro muelas del juicio enteritas, sin romperlas ni follones y sin apenas consecuencias. He podido comer desde el primer día, no se me ha hinchado la cara, no me ha dado ni un problema. Y además es el papá de mi amigo A y me lo hace gratis. Así que si alguien quiere un dentista o probar qué tal le sentaría el bótox, que me lo diga y le mando a la consulta.

martes, 23 de octubre de 2012

¿a alguien le ayuda un "me gusta"?

Sé que últimamente parece que protesto por todo, pero voy a decir lo que digo siempre… que serán las hormonas.

Hace años llegaban montones de correos al mail con cadenas y hostias en verso. Estaban las positivas: que si te va a tocar dinero, que si vas a encontrar el amor, que si esto te dará suerte… muy bien todo. O por el contrario, las que te amenazaban: como no lo hagas morirás tú, morirán tus seres queridos, morirá tu vecino y nadie lo encontrará así que olerá peste en la escalera… ahí, coaccionando para que mandaras la jodida cadena a todo el que se pusiera a tiro. Y luego empezaron con el complejo de culpa: lo entenderé si no lo mandas pero espero que lo hagas, solo un verdadero amigo lo haría… tocando la fibra a ver si así cuela.
Por suerte, yo soy muy de pasar de estos temas y ni me ha tocado la lotería, ni me han ocurrido terribles desgracias, ni he perdido a mis verdaderos amigos por pasar de estas cosas como de comer flores.
Y yo creí, inocente de mí, que estas chorradas se habían pasado de moda. Pero no. Las chorradas nunca pasan de moda. Ahora está la versión 2.0 en la que se trata de darle a “me gusta” en una foto o una frase de facebook o los que te piden que cuelgues un texto en tu muro aunque sea una hora. Y de verdad pregunto: ¿qué utilidad se supone que tiene esto? Textos lastimeros tipo: “a mis amigos que lo están pasando mal les envío todo mi apoyo y mi amor y blablablá”. Mira, si de verdad son tus amigos y de verdad lo están lo pasando mal, no haces un corta-pega cutre y cuelgas cuatro frasecitas hechas en facebook, pierdes el culo para estar a su lado, acompañarles, abrazarles o lo que sea. O como mínimo, levanta el teléfono y llama, pregunta, da un apoyo real y no esa mierda pinchada en un palo.
Y por último, están los que de verdad me revuelven las tripas. Los que sale una foto de alguien enfermo, de niños especialmente, sobre todo con cáncer. Y te pone que le des a “me gusta” si estás en contra del cáncer o si tienes corazón o si apoyas a los enfermos en estos duros momentos. No me toquéis los cojones. Nadie está a favor del cáncer. A todos nos duele ver esas fotos y todos tenemos gente cercana que ha luchado en tan terrible batalla, a veces ganando y otras por desgracia, perdiendo. Pero dudo mucho que darle a una foto o colgar una chorrada en tu muro ayude a nadie. En la última semana me han llegado diversos mensajes contra el cáncer de mama con paridas como: cuelga una foto de un corazón en tu muro y no le digas a nadie por qué. O la mejor: pon que te vas a un país exótico que depende de tu mes de nacimiento y la cantidad de días según tu fecha de cumpleaños y no expliques por qué a ningún hombre. ¿¿Hola?? ¿Soy la única insolidaria que piensa que esto es la chorrada del siglo? ¿Qué diablos ganas con hacer esto que parece un juego adolescente?
Y digo yo que si quieres hacer algo contra el cáncer, dona dinero, hazte voluntario o divulga información. Incluso me vale que publiques una foto en la que ponga tal cual que es el día mundial contra el cáncer de mama y punto. Pero no cuelgues corazoncitos de purpurina o estupideces de “me voy a jamaica 27 días” que no sirven para nada.  Vamos, digo yo.
Y ahora añado, si alguien que me lea se siente ofendido por este post o si está pasando por una enfermedad o una cosa semejante y le ayuda de algún modo que yo publique fotos o frases tontas o que le dé a “me gusta” en fotos hechas deliberadamente para dar pena y retorcer los hígados ajenos, que me lo diga y me la envaino.

jueves, 18 de octubre de 2012

¿Como el primer día?

El otro día, por razones que no vienen al caso, escuché como un chico le decía a su novia de más de siete años que la quería “como el primer día”. Y a mí hay algo en esta expresión que nunca me ha terminado de convencer… ¿acaso quieres a alguien el primer día? ¿En chorrocientos años no has evolucionado nada en tus sentimientos? ¿Tan poco quieres a tu novia que tras siete años te importa lo mismo que al principio?
No sé si alguien más pensará como yo o si soy el colmo del descreimiento amoroso, pero yo es que creo que precisamente, el amor viene con el tiempo. Al principio sientes cosas guays, quién va a negarlo. Pero no es amor. Es enchochamiento, atracción, deslumbramiento, ilusión… pero no amor. ¿Amor de qué? ¡Si no conoces a la otra persona! Y no seamos ingenuos, uno se tiene que enamorar de los defectos, de los malos momentos, de las enfermedades y las debilidades. Uno se enamora del día a día, del convivir, de las manías, de los despertares y de las patadas en la cama. Uno se enamora, lentamente, de ese ser desconocido que poco a poco se hace hueco en nuestras vidas mientras nosotros nos hacemos uno en la suya. Uno se enamora (o no) de la persona a medida que la conoce.
Y esto me recuerda a lo que siempre dice mi abuelo de “a ti te encontré en la calle”, que es su manera de explicar que a la familia se la quiere porque sí. A los padres, los hijos y los hermanos los une un vínculo que no te ata con nadie más en el mundo. Sin embargo, un novio ¿qué es? Es alguien que ha nacido en otro contexto, otras costumbres, otras vivencias distintas a las tuyas. Es alguien que durante muchos años de tu vida ni siquiera conoces. No sabes ni que existe hasta que un buen día los caminos se cruzan. Por eso es un amor que hay que construir y que cuidar día a día. Porque no surge y se mantiene en la nada.
Sé que la expresión de que el amor es como una planta que hay que cuidar y regar a diario es una expresión un tanto manida, pero es cierto. Al principio tiene que haber una semilla, un brote o algo. No vas a cuidar una maceta llena de tierra con la estúpida esperanza de que ahí crezca algo de la nada. Pero esa pequeña simiente va evolucionando y creciendo. Puede que luego necesite un tiesto mayor y que un día sea una planta muy, muy grande. Puede que dé hermosas flores. O puede que muera por el camino y que los bichos, las hormigas o los caracoles se la coman. Puede que el sol la queme y la reseque. Depende en gran parte de sus cuidadores.
En cualquier caso, entiendo la intención del “te quiero como el primer día”. Quieres decir que no te has aburrido de esa persona, que el tiempo no te ha hecho desistir, que la rutina no te ha hecho dejarla de lado y olvidarla. Pero es más bonito eso de “te quiero más cada día” o de “mi amor ha crecido con el tiempo” o cosas así. No sé, no soy una experta en moñerías. Pero aviso a navegantes, si alguna vez, por una alineación de los astros o semejante, paso siete años con un tío… más le vale no decirme que me quiere como el primer día o se llevará un macetazo.

martes, 16 de octubre de 2012

la polémica de la hispanidad

Como de costumbre, siempre hay opiniones para todo y todas son respetables, así que me da la gana de dar la mía también.
Con el rollo del día de la hispanidad, hay gente que se enfurruña y dice que esta no es su fiesta y blablablá. Al parecer está tan de moda el ser antisistema, que está perdiendo toda la gracia el asunto. Ahora mola en “yo no” a mí no me representa el congreso, a mí ni me gusta esto, esta no es mi fiesta, esto no me mola. Y me sumo a casi todas estas pataletas. Aunque debo decir que no sirve de mucho.
El caso es que no hablo de los nacionalistas ni esas cosas porque ahí paso de meterme, al menos de momento. Me refiero a los que se indignan porque es el aniversario del descubrimiento de América y eso no habría que celebrarlo si no convertirlo en algo así como una vergüenza nacional.
Y vamos a ver. A mí me parece que lo más productivo de descubrir América fue traer las patatas y el cacao, que fundamentan una parte esencial de mi dieta. El resto, es cuestionable. Pero voy a tratar de desgranar las cosas que he oído, leído o visto respecto a este tema.
La gente dice cosas como que no se descubrió América porque ya estaba ahí y había gente viviendo tan tranquila. Remitámonos al significado estricto de descubrir según la RAE: 3. tr. Hallar lo que estaba ignorado o escondido, principalmente tierras o mares desconocidos. O sea, que sí se la descubrió. Le pese a quien le pese. Y me temo, que si no hubiéramos sido los españoles los que invertimos pasta y barcos y demás en el asunto, hubiera sido otro. Es lo que tiene el progreso, que o lo haces tú o lo hace el vecino. Y en aquél momento, España era una potencia muy fuerte y decidió asumir el riesgo de algo que aunque ahora parezca una chorrada, entonces era una empresa en la que se jugaba a doble o nada. Ganamos (supuestamente), pero se podía haber perdido. No se sabía qué había más allá. Y muchos tomaron  la idea de Colón como una auténtica majadería convencidos de que la tierra era plana. Pero Isabel la Católica, que de tonta no tenía un pelo, decidió arriesgarse y apostar fuerte por lo que muchos otros no daban un pelo de su cabeza. Y a quien no le guste, que no mire, pero así fue la cosa. La tía le echó un par y demostró que la tierra no era plana y descubrió América, aunque al principio pensara que era otra cosa, lo que ha ocurrido por cierto con la mayor parte de los descubrimientos, que o son por error, o no se sabe muy bien qué son hasta que pasa el tiempo.
Luego, están los que dicen que los españoles llegamos allí arrasando todo a nuestro paso, que masacramos y  vapuleamos a los que allí vivían. Y esto merece dos puntos. El primero, no se puede juzgar con la mentalidad de ahora lo que ocurrió hace más de 500 años. Sería muy necio hacerlo. Eso es etnocentrismo, que significa que con la mente y la cultura actual y propia juzgas otra que no tiene nada que ver con la tuya. No puedes medir con tu rasero todo lo que hay en el mundo porque nadie tiene la verdad absoluta y puede que aquello estuviera equivocado, pero vete a saber lo que dirán de la historia presente dentro de otros 500 años si es que el mundo sigue en pie para entonces.
Porque los españoles llegamos y claro, queríamos que eso fuera nuestro antes de que llegara otro y nos lo quitara, como de hecho intentaron casi todas las otras potencias del momento. Y los indígenas por su parte, pues como que no les molaba el plan, claro. Nosotros que sí, que queremos quedarnos esta tierra. Y ellos que no, que esto ya es nuestro y estábamos aquí antes. Así que lucharon. Y murió gente, claro. De los suyos, de los nuestros, de los del vecino. Eso es una guerra. Lo que pasa es que ahora vivimos en un mundo absurdo de buenrollismo en el que parece que teníamos que haber llegado allí por las buenas y haberlo respetado todo, dándonos media vuelta, volviendo a casa y diciendo a la Católica y compañía “oyes, que sí, que hay una tierra ahí, pero que hay otra gente, muy maja y muy rica culturalmente, por cierto, así que vamos a dejarles tranquilos y a no expandir nuestro imperio.” Puede que ahora lo veamos así, pero en la edad media el buen rollito y el respeto a otras culturas no eran la moda precisamente. Y lo segundo es que sí, se hizo mal, soy la primera que lo pienso. Que se mató y se hizo lo que no se debía. Pero a ver, seamos realistas. Mientras nosotros tratábamos que conquistar la parte sur de América, los ingleses se empeñaron en quedarse la parte norte. No por las buenas precisamente, pero vale, se la quedaron. Ahora pregunto ¿quién exterminó por completo al pueblo que vivía en esa tierra? Porque si no me equivoco, en Sudamérica quedan construcciones antiguas, quedan lenguas arcaicas como el quechua, quedan ropas típicas, bailes, música, instrumentos y cultura. Queda gente de piel roja, pelo negro y ojos oscuros. Quedan y viven en libertad, en sus pueblos, sus selvas y sus ciudades. Algunos, hasta se han venido a España buscando una vida mejor, supongo. ¿Pero qué pasó en el norte? Que la mayor parte de las tribus fueron exterminadas. Literalmente. No quedó ni uno sólo vivo. Otros fueron encerrados en reservas, como ganado, siendo visitados o usados como payasos de circo. Y a día de hoy apenas quedan algunos en esas reservas, montando casinos para diversión de los yankis. Y no se ve a muchos por la quinta avenida de Nueva York, que yo sepa. Así que ahora en serio… ¿quién fue el gran exterminador en esta historia? ¿por qué los españoles nos las apañamos para quedar siempre como los malos de la película y nos avergonzamos de nuestra propia historia mientras los demás salen triunfantes?
Ahora añado, a nota personal. A mí me la pela que se descubriera América. Me la pela el día de la Hispanidad. Me la trae muy floja que sea el día de las fuerzas armadas porque mi opinión sobre ellas no es precisamente buena. Lo único que me interesa del 12 de octubre es que es el santo de mi yaya y que como ella quería que me llamara Pilar, siempre me hace un regalito, comemos juntos y la veo feliz. El resto, me da igual. Que quede claro: me la pela mil la hispanidad. Pero no me sale de las narices avergonzarme de la historia de mi país, de sus logros, sus fracasos, sus grandezas y sus miserias. Es mi España, el lugar al que pertenezco en cuerpo y alma. Y la solución para la mierda que nos llega al cuello ahora no es tirar cada uno para lo suyo, renegar del pasado, despotricar del presente e ignorar el futuro. Que las cosas van mal o peor. Que la clase política es un puto cáncer. Que es un país desorganizado, roto y descosido. Que es una vergüenza las cifras del paro, de la deuda, del iva, de los sueldos. Que sí, que lo sé como nadie. Pero coño, habrá que hacer algo más que gruñir. Esta es mi tierra, la mía la de mis antepasados, la de mis raíces y la de mis futuras alas. Y me da la gana de sentirme orgullosa de ello, aunque sea por nadar contracorriente. Y lucharé para que las cosas sean mejor y para que un día no demasiado lejano pueda volver a decir que soy española con la cabeza bien alta y no a media voz como me dan ganas de decirlo ahora.

viernes, 12 de octubre de 2012

Vampiro picha fría (parte 1)

Hace ya un tiempo hablé sobre el tema de los vampiros deslavazados y sosos que se llevan hoy en día. Pero cuando lo hice, sólo había visto las tres primeras pelis. Ahora estoy leyendo los libros porque con el e-book me salen gratis. Obviamente, no me gastaría un duro en semejante cosa. Y no entiendo cómo alguien podría hacerlo. Que son relativamente entretenidos, sí… pero podría haberlos escrito cualquier púber atolondrada de las que garabatean corazones en las libretas del insti. Que ya no es que sea literatura para adolescentes. Es que parece escrito por ellas, coño. Y hay ahí una diferencia importante.  
Total, que yo me lo leo como el que come pipas, prestando una atención muy relativa al asunto. De hecho, el tercero lo he dejado a medias porque me parece un tueste increíble y me he empezado el cuarto, que me va a dar para al menos un par de post más y eso que trato de tomármelo a ligera, porque si me da por pensar lo más mínimo empiezan a surgirme dudas. Muchas y muy graves, por cierto.  Porque repito lo que dije la otra vez, no entiendo, no me entra en la cabeza ni a golpes, que la pánfila esta no quiera cepillarse al hombre lobo. En serio, no puedorrr. Y ya lo pensaba antes de leer el libro, pero es que ahora tengo aún más dudas al respecto. La tía es virgen, cosa que no sorprende porque es idiota, pero es que el vampiro también lo es. O sea, ciento y pico años de abstinencia. Cojonudo, oiga. Y ella no deja de repetir, como unas cincuenta veces por capítulo, lo frío y duro (literalmente) que es el tipo. Como si fuera de piedra, de mármol, como una estatua. Y yo digo… ¿es así todo él? ¿todo-todo? Porque la dureza puede ser interesante, pero la temperatura gélida como que no pone nada. Es como echarle un polvo al David de Miguel Ángel. Y eso contando con que el muy lerdo fuera capaz de hacerlo. Que a mí tanto amor y tan poco sexo me huele raro. Pero la tía no parece preocupada por enfrentarse a una picha fría. Ella es todo amor y memeces. Todo “huy, le amo tanto y le amaré para siempre” que no cae en la cuenta de lo mucho que necesita un revolcón. Y prefiere acurrucarse en unos brazos fríos y duros, incómodos como su puñetera madre, que irse al bosque a que el lobo la empotre contra un árbol. Lo dicho, es estúpida.
Y habrá quien me diga que yo soy una descreída y una rancia con los sentimientos tan puros y profundos. Pero qué queréis que os diga. Yo me enamoré una vez. Y me cago en mi vida por haberlo hecho. El amor no trae más que problemas. Prefiero mil veces otras cosas. Me gusta compartir algo con otra persona. Tener confianza y complicidad. Respeto y cosas en común. Reírnos de chorradas. Mirarnos y saber qué piensa el otro. Frungir como locos cuando menos lo esperas. Besarnos antes de dormir. Verle sonreír cuando se despierta. Y no me hace falta tanto amor, tanto “te quiero” que no significa nada, tanto dolor, tanto sufrimiento y tantas lágrimas a lo tonto. Que la vida puede ser más sencilla, más fácil, más bonita. Que una pareja, una relación o como lo quieras llamar, se basa en tres cosas: la confianza, el respeto y un colchón. Trabaja esas tres cosas y déjate de amores sin sentido y sin cabeza que no sé muy bien a dónde van o qué pretenden. Que no hay una sola persona en el mundo para ti. Que tu felicidad no depende de un único ser en el universo. Que no puedes dejar tu vida en manos de un desconocido con la excusa de que es el amor de tu vida. Venga, coño. Que no suenan violines cuando le conoces. Que no hay fuegos artificiales después del primer polvo.
Y esa es otra, en el mejor de los casos, que el vampiro idiota pudiera frungírsela, ¿qué sería de esta pobre chica? Que se marea y se desmaya por cualquier cosa. Que le da vueltas la cabeza cuando le da un piquito con sus labios congelados. A esa se la frungen y se muere. Al parecer nadie le ha explicado que las damiselas antes se desmayaban por eso de llevar corsés que les reducían la capacidad pulmonar peligrosamente. Que eso hacía que se hiperventilaran por un quítame allá estas pajas y se desvanecieran a lo madame Bovary.  Pero que eso ya no se lleva. Así que deja de desmayarte, pánfila de mierda. En serio, en el caso de que algún día lo logre, va a flipar cuando tenga un orgasmo. La muy lerda.

domingo, 7 de octubre de 2012

Necesidades creadas

Hace cosa de un año que murió Steve Jobs, el fundador de Apple y de todos los i-chismes que usa todo el mundo ahora. Y quiero decir que reconozco el mérito de este hombre, su visión de futuro, comercial y de empresa. Y que lamento que muriera, sobre todo porque me hace pensar que la muerte no te pide la cartera antes de sacar la guadaña.
En fin, reconocido el mérito del hombre, debo decir que este tío tenía un lema que me cabrea. Jobs decía que no hay que hacer sondeos ni estudios de mercado, si no crear productos que la gente aún no sabe que necesita. Es decir, crear la necesidad de algo una vez que se está produciendo.
Yo aún (y un poco por los pelos) soy de una generación que creció sin móviles, sin Internet, sin messenger y sin feisbú. Podría hasta decir, que fui la última. Y no era tan horrible. Eran tiempos quizás más sencillos. Hablábamos con nuestros amigos por el teléfono fijo, por lo que nuestros padres sabían quién nos llamaba o a quién llamábamos nosotros. Y se daba aquello del “cuelga ya, que llevas una hora” y aquello otro de “pero si me han llamado a mí” para que no te hicieran colgar debido al gasto. Quedábamos en un sitio a una hora. Y punto. No se daban los líos de ahora, tipo, “quedamos a tal hora, si veo que me retraso, te hago una perdida, si no puedo te llamo, y si no, cuando tú llegues me mandas un mensaje.” Pues antes no era tan complicado. Intentabas no llegar tarde para encontrarte con tus amigos en sitio indicado. Y procurabas llegar a casa antes de la hora que te decían tus padres para que no se preocuparan. En el peor de los casos, estaban las cabinas. Recuerdo una vez, cuando tenía 15 años, que estaba yo en Leganés con mi primer noviete. Y por estar morreándonos en la parada, el bus pasó de largo y lo perdí. Así que tuve que ir a una cabina (que había por todas partes) y llamar a mi madre, para decirle que me retrasaría unos 15 minutos, que era lo que tardaban en pasar los autobuses. Total, que no era tan grave el hecho de no llevar el teléfono pegado a la oreja todo el día.
Pero poco a poco, nos hemos ido creando estas “necesidades”, complicándolas hasta el extremo. Los móviles ya no sólo son para las llamadas y los mensajes, como al principio. Ahora hacen fotos, vídeos, se conectan a Internet, llevan gps, feisbú, tuiter y el wasap sin el que ya parece que no se puede vivir.
Y sé que parezco la abuela cebolleta, contando historias de cuando yo era joven, pero leche, es que no me da tiempo a estar siempre en la onda de las cosas que se llevan. Véase el ejemplo de los i-chismes. Primero fue el i-pod. Bien, eso es lo de la música. Chachi, yo soy la primera que estaba harta de cargar con el walkman y las cintas en la mochila. Aquello era un tueste. Y nunca me gustaron los discman, eran enormes y poco prácticos. Así que me compré un mp-3 de marca carreflur, que hace las mismas funciones y es más barato. Luego fue el i-phone. Que es como un teléfono hiperinteligente que sabe antes que tú si tienes ganas de mear. Para mi gusto, la relación precio con las funciones que tiene no es suficiente. Yo soy muy pobre, oiga, y vivo sin un i-teléfono sin tanto problema. Y ahora son los i-pad, que son las pantallas táctiles que hacen más o menos lo mismo que un ordenador pero a base de toquetearlo. Y yo no lo tengo, ni jodida intención tampoco. Me parecen, en mi humilde opinión, el máximo exponente de no querer pensar, todo el día, de un sitio para otro con la plaquita esa conectada a Internet, a esto o a lo otro. Veo a la gente en el metro con estos chismes viendo capítulos de series o vídeos, jugando a cosas, montando puzzles o leyendo. Y me sorprende, ya que el metro es un hervidero de historias, de retazos de vidas, de detalles que darían para escribir una novela. Lo único que me gusta de viajar en metro es ir observando, imaginando esas historias. Si vas con los ojos y el cerebro pegado a esa pantalla, te pierdes el bullir de la vida a tu alrededor, el latir de una ciudad tan inquieta como esta mía. Y desde luego la función de libro no me gusta nada. El placer de pasar hojas, de oler la tinta y el papel, de ver si es nuevo, o si los años han acariciado los lomos de un libro, no te lo dará jamás esa versión aséptica. Y llamadme carca, que me da igual.
Creo que deberíamos probar todos a apagar de vez en cuando los aparatos electrónicos y escuchar esas extrañas voces que surgen de nuestro interior. Y no las que dicen que matemos o incendiemos cosas. No, hombre, no. Esas voces lo que piden es prozac. Me refiero a las que nos traen recuerdos, nos hablan de lo que sentimos o pensamos. Nos hacen acordarnos de seres queridos. Nos obligan a ser conscientes de nuestra realidad y nuestro entorno. Es nuestro cerebro, desperezándose y haciendo su función de pensar.
Y dicho esto, vuelvo a preguntar si realmente necesitamos tantos i-chismes, cacharros y bártulos informáticos varios. De verdad. Porque necesitar, lo que es necesitar, no necesitamos nada. Lo sé, porque hace casi ya dos de años viví varias semanas en mi casa sin nada más que una bombilla colgando del techo, una banqueta, una estufita eléctrica y una especie de sillón cutre del ikea. Y me di cuenta de que no es para tanto. Que nos pasamos la vida creyendo que necesitamos cosas que en realidad son puramente superfluas. Cosas que no son más que eso: cosas. Y no hay que estrujarse demasiado las neuronas para darse cuenta de porqué las empresas y el señor Jobs querían hacernos necesitar esas cosas. Porque si creemos que las necesitamos, las compramos. Y les enriquecemos. Por eso cada vez los ricos son más ricos, los pobres más pobres y todos pensamos menos. Porque ellos nos venden las cosas que nos obligan a necesitar y de paso, nos agilipollan. Así, aunque haya una crisis de cojones, nadie tenga trabajo y el mundo se vaya a pique, no hay quien no se pase el día tecleando y haciendo fotos con su teléfono súper avanzado, inteligente y con miles de funciones. No hay quien no se conecte a Internet desde su propio portátil. No hay quien no toquetee su tablet. Que no son cosas gratis, precisamente.
Creo que es obvio que no me opongo a los avances de la tecnología. Que yo también tengo móvil, ordenador y televisión. Pero creo que no hay que abusar, ni volverse loco o gilipollas. Que hay que saber para qué sirve ese botoncito de off y usarlo de vez en cuando. Y cada vez que digamos “necesito”, debemos pensarlo de nuevo. ¿Necesito? ¿De verdad lo “necesito”? ¿O lo quiero, tengo el capricho o me apetece? Que necesitar, necesitamos muy poco, en serio.
En fin. Puede que sea la abuela cebolleta, que esté pasada de moda, anclada en el pasado o mil cosas más. Pero sigo apostando por cosas menos tecnológicas. Todos necesitamos un abrazo. Necesitamos contacto humano, sentirnos un poco apreciados, valorados. Necesitamos un trabajo, sentirnos útiles, sentirnos realizados. Necesitamos sentir que hay un futuro para esta generación perdida entre Internet y tecnologías. Necesitamos sentir optimismo, alegría, confianza en que las cosas irán mejor. Necesitamos imperiosamente una razón para dejar de pensar que todo es una mierda.   Curiosamente, nadie ha creado estas necesidades, nadie tiene soluciones a ellas y no tengo claro que a nadie le importen demasiado.