miércoles, 27 de febrero de 2013

Molas tanto, que no me molas nada.

Cuando hace muchos meses escribí un post sobre cómo sería mi hombre perfecto, Ariadna me escribió un comentario y me dijo “… a pesar de todo, puede que exista una persona que ofrezca todo lo que pides y aún así, sin ese 'algo', sin esa 'chispa' no habrá historia de amor. Porque el corazón no entiende de razones. La teoría es muy bonita, pero luego a la práctica, el corazón hace lo que quiere...” y yo pensé “anda ya. Como encuentre a ese tío no se me escapa ni de coña. ¿cómo no iba a sentir algo por alguien así? Y aunque no lo sienta… no seré tan tonta de renunciar a esta joyita.”
Bien, pues… me equivoqué. Estrepitosamente. Punto para Ariadna.
Ahora he encontrado a ese tío perfecto en el ingeniero guapérrimo. Reúne todas esas cualidades. Y muchas más estupendas, como que toca la guitarra, hace snow, submarinismo, viajes a lo mochilero por Japón… todo en él es súper mega guay. Todo mola mucho. Es tan guapo (se da un aire a Patrick Depmsey el doctor macizo de anatomía de Grey), tan bien educado, tan correcto, tan divertido, tan hombre, tan inteligente, tan buen conversador. Besa tan bien, es tan decidido, tan masculino. Es tan… perfecto. Es el tío con el que soñaría cualquier mujer.
Menos yo.
Yo paso mogollón de él y de su asquerosa y recalcitrante perfección. Y aunque no es que sea un engreído, creo que sabe de su propio potencial. Y por eso le confunde y le cabrea no tenerme a sus pies. Y puede que todo esto sólo sea un simple choque de egos, pero empieza a tocarme las narices.
El caso es que se enfurruñó bastante porque el sábado le mandara a paseo. Normal, es cierto. Y pensé que ahí habría acabado la historia, pero nooooooo. Porque a los hombres sólo les interesas si pasas de ellos. No sé por qué hacen eso, pero lo hacen. Así que, escasos, pero existentes hombres que me leéis ¿por qué demonios os gusta una chica cuanto más pasa de vosotros? ¿qué clase de empeño ególatra tenéis en conseguir lo que se os resiste? ¿no os dais cuenta de lo inmaduro que es eso? Así que al día siguiente me mandó un wasap preguntándome si me lo había pasado bien. Sí, frungirme a mi ex siempre es divertido, no te fastidia…
Luego empezó la semana con más wasap. Y el colmo fue ayer, cuando me dijo que el sábado que viene tenía planes pero que si yo quería renunciaba a ellos para estar conmigo. ¿Perdona? ¿Cómorrrr? Y le dije que no, claro. Y eso también pareció molestarle, pero ¿qué quería que le dijera? Sí, mira, el sábado te dejé tirado para frungirme a mi ex, pero ahora déjalo todo tú para venirte conmigo cuando ni siquiera sé si me apetece frungir contigo. ¿Estamos flipando o qué? Así que le expliqué claramente que aunque fuera mi novio, que no lo es, no me gustaría que renunciara a sus planes por mí ya que yo no renunciaría a los míos por él. Que sólo tengo esta vida y ya he perdido mucho por culpa de supuestos novios. Así que no pienso renunciar a nada más por un hombre. El guapérrimo pareció mosqueado de nuevo por razones totalmente incomprensibles y me dijo que bueno, que vale, que ya nos veríamos otro día, que tenía libres el jueves, el viernes y el domingo que le dijera cúal me venía bien para reservármelo y pensar algún sitio guay al que llevarme. Y yo me descojono. Este chaval no se ha visto en otra parecida. No ha tenido que insistirle a una tía mucho más fea y más desastrosa que él ni en su peor pesadilla. Y ahora yo, que supuestamente partía con desventaja, estoy haciéndome la interesante.
Y  todo esto no significa que haya elegido al Ross definitivamente. No tengo claro que quiera volver con él. Ni desde luego que él quiera volver conmigo. Creo, simplemente, que quiero seguir sola. Y como siempre que una quiere estar sola, aparecen hombres de debajo de las piedras. Igual que cuando una quiere estar con alguien, sólo se ve en el horizonte los matojos secos que ruedan por el desierto. Ya pasará esta racha y me arrepentiré, ya… podréis reíros de mí entonces, tenéis todo mi permiso. Igual que Ariadna tiene todo el derecho a decirme el consabido “¿Veeeeees? Ya te lo dije.” Maldita bocaza esta. Y qué puñeta de blog que deja constancia de todo y luego no puedes negarlo.

lunes, 25 de febrero de 2013

la despedida de Gordito... 2

En capítulos anteriores… las estupideces van ganando 3 – 1 y con pinta de ir a marcar unos cuantos tantos más.
Y sigo al más puro estilo de mi admirada Pérfida Canalla, relatando la noche más rara y absurda del mundo. En serio, si no lo hubiera vivido creería que es cuento para darle bombo al blog. Pero no. Esta es mi vida, por extraño que parezca todo lo que me pasa. Así que volvamos a la discoteca y aproximadamente a las dos de la mañana del sábado al domingo.

Mery salió a mi encuentro y me agarró por el brazo:

-         Naar, mírame ¿estás bien?
-         Sí, perfectamente.
-         ¿Tú estás segura de esto? ¿segura, segura, segura…?
-         No.
-         ¿Entonces?

Me encogí de hombros, y sacudí la cabeza. Ella me abrazó y me dijo que me quería mucho y que hiciera lo que hiciera contara con ella y no me preocupara en exceso.
Flumi se metió en medio y nos separó. Me agarró de la cintura y me levantó tres palmos del suelo. Me dedicó una de sus sonrisas que iluminan medio Madrid y me dijo:

-         Me alegro muchísimo. Estás haciendo lo correcto. Y te quiero mucho pequeña.

Me quedé colgada un momento de sus anchísimos hombros porque siempre me reconfortan mucho. Y porque me dolían los pies a morir. Tanto novio bajito, he perdido práctica de llevar tacones. Pero Gordito me arrancó de sus brazos y me miró con sus pequeños ojos que lo ven todo, lo saben todo, se enteran de todo, lo analizan todo.

-         Sé que vestido de luchador de sumo no tengo autoridad alguna para decirte nada. – rió. – Pero no la cagues.
-         Lo intentaré.
-         Vale. Y gracias por esta noche. Esto no es morriña, es lo siguiente. Tengo un nudo en el estómago que es muy fuerte. Y sé que en gran parte te lo debo a ti. Así que muchas gracias. Ya sabes que eres mi pequeña madre satánica y que tienes un hueco grande en mi corazón. Y también sabes que me encantas cuando te pones así, con el colmillo retorcido. – cosas que sólo entendemos nosotros, pero que son más bonitas de lo que pueden parecer.

Le di un beso en su sonrosada mejilla y le dije que le quería mucho. Es mi gordo. Y le adoro. Aunque se case. Y eso es mucho decir en mi caso.
Pero me tenía que soltar de su agradable abrazo de oso. Tenía que dar el siguiente paso. Así que dejé el abrigo que aún llevaba colgado del brazo, dejé el bolso y avancé con cierta decisión pero con un puntito de zozobra. Cogí al Ross de la camiseta y le miré a los ojos. Él me sonrió y fue a decir algo, pero no le dejé,  le agarré del cuello y le besé.

-         ¿Dónde está el ingeniero? – me dijo al cabo de un rato.
-         Me gustan más los físicos.
-         ¿Estás segura?
-         Si tú estás por medio siempre estoy segura, Ross.
-         ¿Y qué le has dicho? – me preguntó con media sonrisa y levantando una ceja.
-         Pues… eso es igual. El caso es que ahora estoy contigo.

Entonces el Ross me abrazó con fuerza, me empotró contra una barandilla y me besó con una pasión nunca vista. Fíjate qué cosas. Hemos tenido que dejarlo y esperar siete años para tener un arrebato pasional en público. Para que luego digan que el pasado no te cuenta cosas nuevas. Ja.
Aunque también cuenta cosas conocidas, claro. Y a pesar de los arrebatos pasionales, el Ross sigue siendo el Ross. Así que le dio una crisis calimera de las suyas. Que si igual no era buena idea, que si nuestro tiempo ya había pasado, que si la última vez me hizo mucho daño, que si esto y que si lo otro. Blablablá. Los rollos Ross que en realidad sólo significan “por favor, quiéreme” y que me ponen negra. Así que le cogí por las solapas, le dije que me dejara en paz de problemas y que hiciera el favor de volver a empotrarme, hombre ya. Me dio un poco más el coñazo, pero como estoy inmunizada a sus calimeradas, no le hice ni puñetero caso.
Además yo estaba en mi estado de borrachera mental y me importaba todo un carajo. Así que bailé como una posesa, me reí y llené de besos al Gordito y a Flumi, charlé con Mery y me harté de arrebatos pasionales con el Ross. Me sentía un poco como aquellos años felices, en los que esa misma gente no pensaba siquiera en casarse, montábamos fiestas así cada fin de semana y creíamos que jamás cumpliríamos los 30. Así que disfruté la noche todo lo que pude hasta que el Ross me cogió por banda y entre beso y beso, me dijo que nos íbamos a casa.
Y podría haberse acabado el mundo esa noche en cualquier momento que me hubiera dado igual. Podría haberse acabado entre besos, risas y mordiscos nuevos pero conocidos. Podría haberse acabado mientras dormía con un brazo protector rodeándome y con el gato en mi regazo. Podría haberse acabado cuando me desperté con unos ojitos verdes a mi lado y una sonrisa que me hace volar como si fuera LSD puro. Podría haberse acabado mientras desayunábamos entre risas y efectos de la resaca. Podría haberse acabado el mundo, podría haber algo o alguien que metiera la mano en los relojes del mundo y parase el incesante avanzar de las manillas. Pero no. La vida continúa. Y sé lo que pasó el sábado y el domingo, pero no sé lo que pasará mañana. Así que no me preguntéis, porque no tengo ni puñetera idea.

domingo, 24 de febrero de 2013

despedida de Gordito... 1

Hoy es uno de esos días en los que me gustaría mucho haber bebido anoche. Así mi resaca sería justificada. O al menos tendría una excusa para la cantidad de gilipolleces que hice ayer.
Porque si alguien es capaz de liarla cuando todo va bien, esa soy yo. Hasta extremos insospechados. Hasta el punto en el que me sorprendo de mí misma. Y no sé cómo soy capaz aún de sorprenderme. Y menos cuando yo misma intuía que esto iba a pasar.
Bueno, a ver.
Tras miles de planes frustrados y problemas diversos, ayer celebramos la despedida del Gordito. Le vestimos con un traje de sumo estilo humor amarillo y le llevamos de paseo por Madrid. Cenamos en un restaurante muy chulo de esos con espectáculo y música y tal. Nos reímos y lo pasamos en grande. Y bebimos mucha sangría. Ya que había barra libre, había que amortizarla. Yo no bebí más que medio vaso con el rollo de brindar, pero ya sabéis mi problema con el alcohol. Dos sorbos y ya me pongo a hacer paridas.
Así que a mitad de la cena, mientras Mery y su novio se hacían arrumacos, Gordito me dijo, “pilla desprevenido al Ross y le das un beso, que le pillo la cara de tonto con la cámara”. No sé por qué, me pareció una idea divertidísima. Así que lo hice. Le di un beso en plan peli y sacamos la foto. Jiji-jaja. Y entonces el Ross, sacó ese poco fuste que suele tener en general y me dijo: “la próxima vez avisa, o dame tiempo para que te coma la boca en condiciones.” Así que la Naar imbecil se levantó de nuevo, se sentó en su regazo y se dejó besar por el único hombre al que de verdad ha querido. Primera decisión estúpida de la noche.   
Después de eso, seguimos haciendo coñas con los animadores del restaurante, bailando, pintando a un tío buenorro que no debía tener ni 20 años y en cuyo escaso paquete desde luego tampoco había nada de 20… esas cosas horteras de las despedidas. Hasta que me llamó el ingeniero guapérrimo. Había salido por ahí y estaba relativamente cerca de donde íbamos a ir después. Así que le dije que más tarde podíamos vernos un rato. Segunda decisión estúpida de la noche.
Y a la que volvía a la mesa de hablar con el guapérrimo, un chaval me cogió por el brazo y me dijo que era preciosa y que tenía unos ojos impresionantes. Un chaval con un piercing en la boca y tatuajes en los brazos. Y no era el peor de su mesa, porque había todo un repertorio de poligoneros, canis, macarrillas y barriobajeros. Parecía un catálogo de camisetas petadas de los barrios bajos. Y el chaval se pudo a darme bola. Que si era de Leganés (sorpresa) y sus amigos eran de otros sitios aún mejores, de Vallecas, de Villaverde, de Fuenlabrada… (sorpresa, sorpresa) y que tenía 27 años y que blablá. Como era majo y no pillaba mis ironías, le vacilé un rato y luego me uní a la conga que pasaba por el salón. No hay nada que no se solucione uniéndose a una conga. Extrañamente, el chaval se las apañó para agarrarme con un montón de manos que no sé de dónde sacó. Por suerte me avisaron de que la limusina que teníamos contratada nos esperaba. Así que le dí un teléfono falso y nos fuimos. Dije que no más macarras y no más macarras. Primera decisión inteligente de la noche. 2 a 1 para las estúpidas.
Total, que nos dimos el paseito en limusina, bebimos cava en vasos de plático (más cutre imposible) y nos fuimos a la discoteca. Y allí estábamos, no sé muy bien haciendo qué, cuando el Ross me enganchó por la cintura con una decisión que no recordaba en él y me besó de nuevo. Nuestros amigos empezaron a montar follón. Risas, palmaditas y demás. Pero a mí me empezaba a importar todo un bledo. Me sentía en estado de euforia inducido por el no alcohol de lo más interesante.
Hasta que me llamó el guapérrimo y me dijo que estaba en la puerta. Ehhhhhh… estupendo. A ver, recapitulemos. Yo estoy pegándome el lote con mi ex, bailando con mis amigos como hacíamos hace casi diez años y hay un tío bueno en la puerta esperándome para vete a saber qué. Mátame camión. Mátame ahora mismo y moriré feliz. O no, pero moriré y no tendré que enfrentarme a todo este marronazo.
El Ross, que me tenía cogida en una extraña llave de judo y me besaba con más ganas que los años que salimos juntos, me miró, se echó a reír y me preguntó qué iba a hacer. Le miré a los ojos, esos ojos verdes que me llenan de serenidad y no tuve dudas. Sería la tercera decisión estúpida de la noche, pero iba a tomarla con todas las consecuencias.
Así que me puse el abrigo, cogí el bolso y subí las escaleras con decisión a pesar de lo mucho que me dolían los pies.

El resto de la noche, en el próximo capitulo, que si no esto es la historia interminable.

miércoles, 20 de febrero de 2013

cojonudo!!


Mar, de canciones de madrugada me da un premio cojonudo, literalmente. Y ella sí que es estupenda. Es una niña encantadora y con todo un mundo que descubrir por delante. Me da tanta envidia… en fin, ya llegará a mi edad y entenderá lo que digo. El caso, los que aún no la conozcáis, ir a leerla pero ya. Escribe de maravilla y es un gusto todo lo que cuenta.  Yo recojo y hago las preguntas de mil amores. Y por una vez hago una excepción y sí reparto premio. Trato de no repetir con gente que ya lo tenga. Para Eva, de opiniones incorrectas, porque tiene un blog estupendo y ella es cojonuda. Para Natalia Tubercle,  que muchas veces me comenta y me dio un premio hace tiempo, porque se lo merece. Para Abisal, que aunque es una rancia para los memes, este es facilito y ella sabe lo súper cojonuda que creo que es. Y para Álter Ego, porque es la bomba y me río muchísimo con sus análisis de instrucciones y sus críticas de anuncios pesadillescos.
Por cierto, el premio tiene una imagen muy mona que podéis ver en el blog de Mar, pero a mí blogger se me ha revelado y no me deja subir fotos. A ver si actualizo un par de cosas y consigo solucionarlo.

¿El libro más cojonudo que hayas leído?
Joder, he leído tanto que no puedo decir sólo uno. Demian de Herman Hesse cambió mi vida. Niebla, de Unamuno, fue de esas cosas que llegan en el momento adecuado. Y siempre que estoy depre abro Canto a mí mismo de Walt Withman por cualquier página y me sube el ánimo inmediatamente.

¿La película más cojonuda que hayas visto?Pues muchas también, pero me reconozco clasicona. Lo que el viento se llevó siempre será un pilar en mi vida. Los puentes de Madison es la única que me hace llorar irremediablemente. Y la última molona, Gru, mi villano favorito que me encantó y me reí muchísimo.

¿La canción más cojonuda que hayas escuchado? Eso cambia con el tiempo y el momento de mi vida. Tengo canciones indispensables, muchas de Queen, de Extremoduro, de los Beatles… hoy voy a decir que Walk on the wild side de Lou Reed porque marcó un antes y un después. Y un poco más moderna Some nights de Fun, que me da muy buen rollo.

¿Lo más cojonudo que hayas hecho en tu vida?
Poner al desequilibrado de mi ex en la calle. El gran acierto de mi existencia. He hecho muchas cosas buenas además de esa, pero reconozco que es la primera que me ha venido a la cabeza.

Y por último, si tuvieras que reencarnarte en un animal (animal cojonudo, por supuesto) ¿cuál sería?
Creo que siempre me reencarnaría en un felino. Me fascinan las panteras negras. Los guepardos, que corren tan rápido que parece que apenas tocan el suelo. Y si no, en Ron. Mi gato es lo mejor del mundo y envidio profundamente la vida que lleva.


P.D. hablando de cosas cojonudas, ayer tuve una cita estupenda con el ingeniero guapérrimo. Pronto os pongo al día.

lunes, 18 de febrero de 2013

domingo raro, raro, raro...

No sé ni por dónde empezar. Qué estrés, oiga.
El sábado quedé con el chico guapérrimo como ya os expliqué. Y sí, muy bien y tal y pascual. Pero que yo no siento nada del otro mundo. Mi cabeza me dice que sí, que es un chico estupendo. Mi corazón no dice nada porque ya os dije que no sé dónde lo he puesto. Y mi vena frungidora tampoco dice porque tampoco sé dónde anda.  Lo único que he conseguido encontrar, por suerte han sido las llaves de casa de mi madre. Se ve que Ron jugó con ellas y las metió debajo del mueble de la tele. Pero ahí no había nada más. Vale, sí, había pelusas, bolitas de albal de Ron y alguna que otra mierda. Pero ni el corazón, ni las ganas, ni la vena frungidora ni nada de nada.
El domingo me levanté tarde y atolondrada. Estaba nublado y yo me sentía también un poco grisácea. No sé muy bien por qué. Serían las hormonas, para variar.
Estaba terminando de desayunar cuando me llegó un wasap. Pensé que sería Anita para cotillear. O Pa. O incluso el guapérrimo. Pero era el Ross. Me decía que al final se había alquilado un piso en la calle de al lado del mío y que si los domingos abría alguna tienda por aquí. Y es que la última vez que nos vimos ya me dijo que le había echado el ojo a un apartamento a escasos metros de mi casa y aunque se me pasaron muchas cosas por la cabeza, decidí ignorarlas todas. Así que no me sorprendió en exceso el mensaje y me limité a decirle que dependía de lo que necesitase, pero que sólo se me ocurrían los chinos porque los domingos mi barrio cae en estado de hibernación. Al cabo del rato recibí otro wasap suyo. Me decía que era una mentirosa y que estaba abierto el Dia de abajo. Y me ponía una carita sonriente. Pues vale, Ross, estupendo. Y de paso, se acordó de que el podíamos quedar el viernes para hacer la compra de la despedida del Gordito. Le dije que sí y traté de mantener mi estado de calma e insensibilidad, pero me lo estaba poniendo complicado. Y ya ni os cuento cuando después de comer me mandó un nuevo mensaje diciéndome que si me apetecía ir a conocer su casa y ver una peli juntos.
Y como soy estúpida, pero estúpida, estúpida… fui. El cabrito me había comprado aquarius y patatas fritas de las que me gustan. Y pan y jamón “por si quería quedarme a cenar”. Nos tumbamos en el sofá como siempre. Le calenté los pies, como siempre. Y él me acarició un poco los tobillos, como siempre. Vimos una peli de dibujos, porque somos así de memos los dos y nos reímos muchísimo, como siempre. Después de la peli estuvimos hablando, contándonos cosas y cachondeándonos de todo el mundo, como siempre. Me pidió que le rascara la espalda, como siempre. Y yo empecé a sospechar dónde había puesto el corazón. Porque siempre que estoy con él siento que estoy en el lugar adecuado, que estoy en casa, que nada malo puede pasarme si él está cerca. Pero traté de ignorarlo hablándole del guapérrimo. El Ross hizo lo de siempre, se encogió de hombros y me dijo lo apropiado aunque sin mirarme a los ojos mientras lo hacía. Me dijo que sonaba todo muy bien y que a lo mejor era el chico perfecto que yo necesitaba. Por desgracia, yo también hice lo que siempre y una vez más, una frase cruzó mi mente como un relámpago. “Te querré hasta que me muera”. 

Momento flash back: Se la dije en el bar donde quedamos los amigos casi siempre, este otoño pasado, tomando unas cañas. Era la primera vez que me veía con el Ross desde hacía un año y las cosas habían estado muy tensas. Pero ese día, él estaba inspirado y quiso bromear. Yo al principio le seguí la bola, pero luego, el tema fue subiendo de tono. Así que empezamos a medio discutir y en un  momento de cierta tensión, le dije “mi condena es que me moriré queriéndote.” Se lo dije sin pensar y me arrepentí al mismo tiempo que iban saliendo las palabras de mi boca. Porque además yo en ese momento estaba con otra persona. Pero lo dije, maldita sea mi estampa. Y él lo sabe. Sabe que trato de convencerme de que no volvería con él nunca porque me niego a perdonarle del todo lo que me hizo, pero sabe que me cuesta mucho vivir sabiendo que no estaremos juntos. Sabe que me duele. Sabe que haga lo que haga, que esté con quien esté, que avance lo que avance, él siempre será él. Siempre será mi Ross, mi casa, mi lugar seguro. Sabe que no me siento con nadie como con él, a pesar de todos los pesares.  Y sabe, me cago en todo, que él es el amor de mi vida y que por muy perfectos que sean otros, nunca serán él. Fin del flash back.

Aún estaba recuperándome de esto y tratando de convencerle que no podía quedarme a cenar mientras recogía mis cosas cuando me vibró el móvil. Y de nuevo tuve la esperanza de que fuera Anita, o Pa o el guapérrimo para hacerme pensar en otra cosa. Pero nooooooo. Mi vida es mucho más ridícula que todo esto. Muuucho más. Así que no podía ser otro que el dueño de mis sábanas, diciéndome que la otra noche soñó conmigo. Así que ahora también sospecho dónde he puesto mi vena frungidora.

Por favor ¿es que se han alineado los astros? ¿es verdad que se acerca el fin del mundo? ¿es que mi vida estaba por fin estabilizándose de nuevo y eso resta audiencia a este absurdo show en el que vivo?
Madre mía. Necesito un respiro. En serio. Que paren el mundo. Me quiero bajar ahora mismo.

Actualización: hoy lunes me ha llamado el guapérrimo. Que tienes ganas de verme y que si mañana me viene buscar con la moto y no sé qué y no sé cuanto. No puedo con mi vida. En serio. Basta.

cita con el chico guapérrimo

Puffff…
¿Sabéis esa sutil diferencia entre un chaval y un hombre? Yo la descubrí la otra noche. Y no culpo ni critico a nadie, que conste. Que bien feliz he sido yo con los chavales de mi vida. Entre otras cosas porque hasta hace un par de años o tres, yo también era una niñata. Pero oyes, ya he crecido y tampoco está mal la sensación de tener un hombre al lado. Un hombre, así con todas las letras, todo hombre él. Qué mono, fíjate, tan hombre.
Bueno, eso. Que me enrollo con cosas que no vienen a cuento.
El caso es que el sábado por la tarde quedé con el guapérrimo. Y eso que me entró la crisis esa que me da a mí y me empuja a salir corriendo en dirección contraria. De hecho, todo empezó mal. Porque yo me estreso y lo hago todo mal, todo al revés, todo muy torpemente. Así que estaba de los nervios y la lié con todo durante todo el día. Primero, decidí no depilarme. Me he propuesto ser decente este año y no frungir a la primera de cambio. Me pienso hacer la interesante. Y mira que me cuesta, pero lo voy a intentar. Y una de las formas, es saliendo sin depilar. Porque con estos pelos que me gasto ahora mismo, no me frungiría ni un mandril de esos salidos con el culo rojo.
Y según se iba acercando la hora de salir, ya ni os cuento mi lamentable estado. Me había pintado las uñas. Y no sé para qué lo intento, si siempre me las pinto mal. Esta vez no fue la excepción. Me las pinté como el culo. Y no sé qué hice el poco rato que eché de siesta, que me las terminé de joder. Estupendo. Así que me tuve que hacer un apaño chapucero dándome la quinta capa de laca. Al final me pesaban tanto las uñas que parecía que me las hubiera pintado con plomo. Y claro, quedaron como el culo. Pero vale, no había tiempo. Así que empecé a maquillarme. Como era una ocasión un poco especial, pensé en darme base de maquillaje de esa que me da asco. Mal. Muy mal. Se me quedó a ronchas y me salieron unas extrañas pelotillas marrones por la cara. Miré extrañada el bote y descubrí que lleva dos años caducado. Ejem. Me lavé la cara y me di mi crema de todos los días y un poco de BB cream de esa. A tomar vientos el plan de piel radiante. Me pinté los ojos, pero me tembló el pulso y me hice la raya como el culo. Yo, la reina del eye liner, hecha un picaso. Si me hubiera pintado los ojos un niño de diez años, me habría quedado mejor. Pero vale, da igual, cada vez tenía menos tiempo, así que hice un poco un apaño y me peiné. Si mi pelo es liso de por sí, no sé qué hice ayer al lavármelo que me quedó como si me lo hubiera lamido una vaca. Pero vaaaaaale… da igual.  Rollito liso asiático que está de moda. Y ni os cuento la odisea de meterme en los vaqueros ajustados. Me terminé de estropear las uñas, se me marcaban las bragas y no podía respirar. Odio los vaqueros recién lavados. Y para colmo, como está a punto de bajarme la regla tenía las tetas hinchadísimas y se me salían del sujetador como si llevara un wonderbrá.
Resumen: iba a quedar con tipo guapísimo hecha unas pintas. Así es mi vida de ridícula.
Al final, harta de todo, me metí en el coche y puse la radio. “A tomar por culo todo. Si me ve y sale corriendo, pues me vuelvo y ceno tranquilamente con mi gato viendo la tele”, pensé. Extrañamente, no salió corriendo, me dio un par de besos, me dijo que estaba guapísima y me llevó a un sitio genial. Allí charlamos, nos reímos mucho y todo eso. Nos tumbamos en una especie de sofá lleno de cojines y poco a poco me fui relajando. El muchacho sabía mantener el equilibrio entre no invadir mi espacio e irse acercando poco a poco. Hasta que hizo una sabia maniobra y me besó. Y me besó así como imaginaba yo que besan los hombres, agarrándote fuerte, con decisión y sin titubear ni un segundo. Problema: que yo lo primero que pensé fue ¿ya había besado alguna vez a un tipo con barba? y me di cuenta del absurdo y me eché a reír. Soy única chafando momentos. Por suerte el chico se lo tomó bien y creo que interpretó que estaba nerviosa.
Luego seguimos hablando y mientras él me contaba cosas, yo no podía dejar de mirarle y pensar, dios mío, qué guapo es. Mi madre tiene razón, este tiene que tener una tara fijo. Una tara gorda. Así que fui sacando temas aleatoriamente para tratar de pillarle en algo raro. Pero no. No se mete drogas ni se las ha metido nunca. Apenas bebe alcohol. No es líder de una secta, ni pertenece a ningún grupo político o religioso radical. No es un chulo, ni un macarra, ni un maltratador. No lleva tatuajes, ni piercing, ni cosas extrañas. No caza animales ni mata bichos por placer, ni nada semejante. No es mentiroso ni infiel.
Así que sólo queda un problema: que la tenga pequeña. Y claro, es un poco raro preguntarle eso a alguien. No sé, no lo veo como tema de conversación en una primera cita: hola ¿la tienes pequeña? Como que no. Pero no pude evitar decirle que parecía demasiado perfecto y que algo raro tenía que tener. Y soltó una carcajada. Por suerte, tiene una risa preciosa este chico. En serio, preciosa. Se ríe e ilumina media sala. Así que me quedé con pinta de tonta mientras él se reía. Me acarició la cara, me dijo que tenía una piel muy bonita y me besó. Flipante. Porque igual la tiene pequeña, pero este chico es un empotrador nato. De hecho, cuando me acompañó hasta mi coche para despedirnos, me empotró contra la pared y me dio un beso de escándalo. De los de película. Y yo cada vez más flipada. Y más convencida de que tiene que tenerla pequeña, porque si no, no me lo explico.
El caso, entre que descubro el gran defecto que oculta, pues seguiremos quedando y tal. Pero no estoy tan motivada como debería. No sé por qué. Pero estoy así como desganada. Creo que he perdido el corazón, las ganas, la vena frungidora y las llaves de casa de mi madre. Se ve que lo puse todo junto y ahora no recuerdo dónde. Si por casualidad encontráis cualquiera de estas cosas, avisadme, son importantes. Sobre todo lo de las llaves. El resto me la pela un poco, la verdad.

viernes, 15 de febrero de 2013

Mi madre y el guapérrimo

Al final el jueves no tuve cita de san Valentín. El chico guapérrimo me llamó, pero no pude. Lo siento, no puedo tener citas en san Valentín. Yo no soy de esas que tienen citas, ni que cenan en sitios cursis, ni que hacen manitas a la luz de las velas. No soy esa chica. Y no quiero serlo. Así que le dije que no. Y eso, a pesar de la insistencia de todo el mundo, incluida mi madre.
Porque cometí el terrible error de hablarle de la existencia del guapérrimo. Así que el otro día se repanchingó en mi sofá dispuesta a hacerme el tercer grado. Pero al estilo de mi madre, así, distraídamente, como quien no quiere la cosa. Ella cosía y charlaba, como si en realidad le importara un bledo. Así le conté lo poco que sé aún del chaval. Y me animé más de la cuenta, engañada una vez más por el aparente pasotismo de mi progenitora.

-         Le tengo agregado a facebook, ¿quieres ver una foto?

ERROR. ¡¡Peligro, peligro!! Nunca enseñes fotos a las madres. Pero ella se encogió de hombros. Total, todos mis novios han sido feos, gordos o ambas cosas según su opinión. Por qué este chico iba a ser distinto. Mi madre parte de la premisa de que si me gusta a mí, no le va a gustar a ella. La única vez que ha hecho un comentario positivo de alguien de mi vida fue hace años sobre el dueño de mis sábanas. Y eso daría para otro post. Así que como decía, se encogió de hombros con desgana. Hasta que le pasé el móvil con el guapérrimo en la pantalla.

-         WOW. – dijo con la boca muy abierta. – madre mía. Wow.
-         Es guapete el chico.
-         Wow.
-         Mamá, deja de pasar fotos.
-         Wow.
-         ¿Mamá? Va, devuélveme el móvil.
-         Wow. – se apartó para que no pudiera arrancarle el móvil de la mano. – Wow.
-         Mamá, basta, en serio.
-         Wow.
-         Mamá, di algo coherente o pensaré que te está dando un ictus.
-         Qué pedazo de tío.
-         Pensaba en otro tipo de cosa coherente, pero vamos…
-         ¿Y le gustas a este chico?
-         ¡¡Oye!! ¿Qué significa eso? ¿Por qué no iba a gustarle? Se supone que eres mi madre y tal. Y a ver, el tipo es guapo, pero me estás haciendo sentir un coco, mamá. Y eso no mola.
-         No, si tú podrías gustarle a cualquier chico. De hecho, deberías haber estado con más chicos como este y no como tus ex, que dan ganas de echarse a llorar. – siguió pasando fotos con los ojos fijos en el móvil. – Madre mía, qué tiazo. ¿Y qué dices qué es?
-         Ingeniero aeronáutico.
-         Madre del verbo. – y pasaba otra foto. – ¿Y cuántos años tiene?
-         31.
-         Wow. Qué bien llevados.
-         Esto… mamá, me estás poniendo nerviosa.
-         Y no tiene tatuajes… al menos no visibles. Ni piercing de esos asquerosos.
-         Te recuerdo que yo tengo de las dos cosas.
-         No me lo recuerdes. Y no se peina como un gilipollas, ni viste como un pordiosero, ni como un macarra barato de barrio, ni… - de repente levantó los ojos y me miró muy seria. – no me digas más. A ti no te gusta.
-         Pueeeeeeees… no lo sé. En realidad no es mucho mi tipo. O sea, reconozco que está bien y eso, pero no es el estilo de chico en el que yo me fijo.
-         No, porque tú sólo te fijas en pringaos. Además, este chico es demasiado “perfecto”. Alguna tara chunga tiene que tener. Seguro que es un psicópata. O un maltratador.
-         Pues no lo sé. – gruñí haciendo caso omiso a lo de que me gustan los pringaos.
-         No, si fuera un psicópata o un maltratador te gustaría más. Porque tú eres así de tonta, hija mía. – genial. – Igual pertenece a una secta.
-         Sí, es posible. – me rindo. – Igual es el sucesor de Manson.
-         O la tiene pequeña.
-         Fingiré no haber oído eso.

Mi madre al fin me devolvió el móvil con desgana tras ver todas las fotos y ampliar algunas varias veces. Me miró muy seria, como se pone ella cuando me va a decir algo raro. Suspiró e hizo un mohín.

-         No puedes dejar que te pase esto. Cada vez que le ves estás dos semanas sin aire. Y sabes que yo siempre quise que volvierais a estar juntos, pero tú misma has dicho que no. Así que sigue con tu vida, sigue adelante, sabes hacerlo mejor que nadie.
-         No es por él. – balbucí.
-         Sí, sí lo es. Le ves, y te cambian los ojos dos semanas.
     
No traté de contradecirla. Para qué. A una madre es casi imposible engañarla. Además, qué puñetas, es cierto. Maldito Ross. Pero también tiene razón en lo otro. Sé seguir adelante. Llevo años haciéndolo. No tengo más remedio. Y aunque el guapérrimo sea demasiado perfecto, todo el mundo merece una oportunidad. Aunque sea para descubrir su defecto oculto. Así que le daré una cita ahora que ha pasado san Valentín y toda su puta parafernalia.

jueves, 14 de febrero de 2013

Liebster award rosa :)

Últimamente estoy en racha. En los premios 20blog he quedado la 34º de la categoría de personal, donde había 736 personas inscritas. Eso es la hostia. Yo pensé que con mucha, mucha, muchísima suerte quedaría cerca de la mitad de la tabla. Así, ya en plan optimista. Quedar tan bien me sube el ego que te pasas. En serio, gracias a todos lo que me han votado, a los que me leen, a los que creen que merece la pena gastar un minuto de su tiempo en este sitio.
Y bueno, hablando de cosas que molan mucho, María,  de Minino y Ary, me pasa este premio. Tiene condena, pero ya sabéis que yo hago mi parte de mil amores. Como os quiero a todos y las preguntas que me pasa están estupendas, os premio a todos los que me seguís. Podéis cogerlo sin miedo, el premio es vuestro. Ahora al lío de preguntas y tal. (No pongo la imagen porque blogger no me deja, grrrr)


1. Eres de los que te disfrazas o eso no te va.
Pues… conté algo sobre el asunto aquí justo el año pasado.

2. Odias el tabaco o fumas a todas horas.
Ni lo uno ni lo otro. Soy fumadora pero tampoco compulsiva. Me fumo cuatro o cinco pitis al día y reconozco que me saben a gloria. Pero si estoy en un sitio, en una casa ajena o cosas así, no fumo y punto, no me molesta. Y tengo mis manías, por ejemplo nunca fumo mientras voy andando por la calle, ni fumo en ayunas, ni en la habitación donde duermo, ni mientras cocino.

3. ¿Te harías alguna operación estética?
No lo sé. De pequeña quería operarme la nariz, pero luego se me quitó la idea de la cabeza y aunque no me gusta un pelo mi estúpida y horrible nariz, no me la tocaría. Es verdad eso de que te da personalidad. Luego quise operarme las orejas porque creo que las tengo feas, pero con los años me he olvidado bastante del asunto. Quizás cuando cumpla más años se me vaya la olla y me dé por hacerme chapuzas, pero francamente espero conservar suficiente cordura y no hacerlo.

4. ¿Cuál es tu aliño preferido?
Aceite de oliva del bueno y sal. Soy una persona muy sencilla y no me gustan mucho las especias. Excepto el orégano con el tomate, eso sí, eso me encanta.

5. Cual es tu fin de semana perfecto.
Pues como soy de extremos, lo mismo puede ser uno en el que salga de fiesta como una posesa o uno en el que me quede en casa haciendo el vago y viendo la tele tapada con una manta. Lo que más me gusta, las pequeñas escapadas al campito. Con buena compañía, al poder ser.

6. ¿Porque decidiste crear un blog?
Siempre digo lo de la terapia psicológica. Y es cierto.

7. Eres de playa o montaña.
Más de montaña, pero quién dice que no a una semanita de playa en verano…

8. ¿Cuál es tu deporte preferido?
Sofaning. Y si no, está claro: frungir.  Y quien prefiera corretear por ahí como una cabra perdida o levantar pesas en un gimnasio que huele a choto a frungir es alguien que no merece confianza.

9. ¿Cual es tu canción preferida de cuando eras peque?
¿He dicho alguna vez lo poco que me gustó ser pequeña? Pues eso. Yo no era una niña normal y una de mis canciones preferidas cuando era una cría era “Dont let me down” de los Beatles. Y el “we will rock you” de Queen. Ahí, apuntando maneras.

10. Con qué nunca dejarás de soñar porque la esperanza es lo último que se pierde.
Con muchas cosas. Sueño con que un día despertaré y volveré a tener 20 años y mi vida volverá a estar en aquél punto maravilloso.
En temas así como un poco más realistas, soy muy de creer que al final todo saldrá bien. Así que aún sueño con encontrar un trabajo estupendo de lo mío, con tener un chico genial al lado que me quiera mucho y con cuidar a montones de gatos amorosos.

11. Tu mejor día de la semana es...
Cualquiera que las cosas salgan bien. Hay lunes estupendos y sábados deprimentes. No es el día, es lo que ocurre en él. Aunque reconozco a nivel maniático que me gustan los jueves.


También tengo que contar 11 cosas sobre mí y no sé si ya se me ocurren cosas que no haya contado. A ver qué sale.

1.      Soy adicta a las infusiones y las tomo para todo, digestivas, relajantes... Eso sí, con cuatro cucharadas de azúcar. Me gusta que estén dulces. Y no con miel ni azúcar moreno, me da asco que se queden turbias.
2.      La comida caliente, de cuchara, me la tomo hirviendo. Si no me quemo, no me gusta. Lo malo es que me paso el invierno con el paladar achicharrado.
3.      Soy fan de Cuarto Milenio, de Milenio 3 y de todo lo que haga Iker Jiménez. Adoro a ese hombre y le sigo desde hace años. No es que crea en todo lo paranormal, pero si hay cosas que creo que están ahí y él las cuenta de una forma que me encanta.
4.      Enlazando con el punto anterior, me fascina el rollito conspiranoide. La sección de Santi Camacho (tanto tele como en radio) es de las pocas cosas que consigue que le preste toda mi atención.
5.      Odio el espejo de mi ascensor. Siempre me veo tan horrible que se me quitan las ganas de salir a la calle. Y cuando vuelvo ya es peor que una bofetada. Me quiero morir de pensar que la gente me ha visto por ahí con esa pinta. En serio, ¿por qué espejos? Que pongan un cuadro u otra pared de esas que imitan madera mierdosa.
6.      No tengo ni idea de cuántos follows o unfollows tengo en twitter y además me la pela mucho. Tampoco me fijo en las visitas que tiene el blog. A mí me mola el contacto, las menciones, los comentarios. Mientras tenga eso, el resto me la sopla.
7.      No me depilo desde navidades. Y eso no mola nada. Como me atropelle un camión va a ser una vergüenza total. Debería hacer algo al respecto... pero ya mañana si eso.
8.      El otro día recibí unas fotos de boda de una amiga del blog y me quedé con la boca abierta. Estaba tan, pero tan preciosa que por un momento hasta me gustaron las bodas. De los pocos vestidos que me han dejado sin palabras.
9.      Últimamente leo poco, pero escribo compulsivamente. Me siento inspirada.
10.  Estoy hasta el culo de invierno ya. Necesito imperiosamente que venga el buen tiempo. Quiero ponerme menos capas de ropa y quitarme las puñeteras botas, los gorros y las bufandas.
11.  Como el jarabe de la tos que me mandaron esta vez sabía fatal, no me he enganchado a él, pero casi vuelvo a engancharme al spray de la nariz. Como me vi en un riesgo serio de terminar en el centro Betty Ford para desintoxicarme, me compré uno natural, de agua de mar con oligoelementos (que no sé qué mierda es pero suena muy guay) y con esencia de eucalipto. No es tan buena mierda como la otra, pero al menos no me siento tan yonki.

Y esto de momento, amiguitos. Mil gracias de nuevo. Pronto os pongo al día con novedades.

martes, 12 de febrero de 2013

La cobra vs el tío perfecto (speed datting 2)

Procuro no ser una persona cruel que ataque sin razones. Soy más de las que si no tiene nada bueno que decir, no dice nada. Pero hay veces que ya se colma mi paciencia.
El otro día pasé muy suavemente por el tema de Cáncer y el acoso al que me sometió la noche del speed dating. Pero reconozco que me hizo sentir incómoda. A mí la táctica de “te separo de todo el mundo para que me tengas que hacer caso a mí” no me gusta un pelo. Y a eso se le añade que no me gusta el contacto físico con desconocidos, como ya he dicho alguna vez. Si yo no te toco, si cuando me tocas me aparto y su cada vez estoy más arrinconada y cruzada de brazos, es que no me está molando tu plan. Pero nada, oye. El tío seguía a lo suyo hasta que se me abalanzó y le hice una cobra de libro. En serio, la mega cobra.
Y digo yo… y digo en serio ¿Quién en el mundo si le hacen una cobra vuelve a por otra? ¿¿QUIÉN?? Pues este menda. Y vale, te han hecho la segunda. Tu dignidad debería estar por los suelos. Deberías estar hundido… o no, claro, siempre puedes volver a por la tercera. Porque sí, porque tú molas mucho.
Estaréis pensando, no fuiste lo bastante clara. La gente que me conoce sabe que soy asquerosamente clara. Demasiado. Y por eso, tras la primera cobra le dije que no me iba a liar con él, que dejara de intentarlo. Y tras la segunda se lo repetí de peores maneras y le dije que en serio, no iba a conseguir nada y que no estaba yendo por el camino adecuado conmigo. Tras la tercera ya no dije nada y al poco rato me fui.
Traté de tomarlo con filosofía. Quizás el chico se había emocionado un poco y tal. Quizás yo estaba un poco susceptible o paranoica. Quizás podía dejar de lado el rollito acosador y quedarme con las cosas buenas del chico.
Pero empecé a recibir wasap. Porque una de las chicas que vino al speed dating tuvo la feliz idea de pedirme el número cuando él estaba delante y lo cogió al vuelo con un “ah, me lo apunto yo también”. Y al principio ignoré sus mensajes. Luego le respondí con monosílabos. Le colgué dos llamadas. Y al fin le dije otra vez que no voy a liarme con él. Que no me gusta nada y que no va a pasar nada entre nosotros. Y que me dejara en paz o iba a empezar a mosquearme. Cojones ya, tío pesado.  
Y ahora me pregunto… ¿En serio el cansinismo da resultado? ¿alguna vez en la vida ha funcionado? ¿hay tías que quieren sentirse acosadas? ¿soy yo que soy una paranoica? ¿he perdido tanta práctica en esto de ligar que ya no sé lo que hay que hacer? ¿qué es todo esto? ¿¿Qué está pasando??
Por suerte, hay otro chico. El otro que dije que conocí esa misma noche. Ese lo está haciendo bien. Muy bien. Que te cagas de bien. Hacía años que no sentía que un hombre me estuviera conquistando tan bien. Porque al día siguiente al evento en cuestión me mandaron el mail diciendo que había coincidido con él y que le gustaba. Se lo conté a Flumi y me dijo que ese chico le había caído muy bien, pero que el otro, el Cáncer, le parecía un chuloplaya. Y me dijo que esperara un par de días a que me escribiera, porque seguro que quería hacerse el interesante. Pero no, me escribió el mismo domingo. Lo cual según Flumi es que le molo bastante. Luego me pidió el facebook para que pudiéramos charlar un poco. Y llevamos dos noches hablando.
Lo malo es que es demasiado hombre para mí. Yo soy más de tipos normalitos tirando a cutres. Y este es jodidamente perfecto. Es inteligente (ingeniero aeronáutico), culto, simpático, divertido, deportista, sano y guapísimo. Pero no guapo de los que me gustan a mí, ni de los que me “parecen” guapos. No. Guapo, de guapo. De anuncio. Y está súper interesado en mí, en conocerme y en blablablá. Y me ha pedido una cita. Una cita el jueves… o sea, una cita el día de san Valentín. Y yo vuelvo a hacerme preguntas… ¿Una cita? ¿ese día? ¡¡Maldita sea!! ¿qué es esto? ¿una película americana?
O cada vez mi vida es más ridícula o me estoy metiendo drogas sin saberlo. Y os juro que como esta vez el jarabe de la tos estaba malo, no lo sigo tomando. Así que no sé. No sé qué hacer, no sé qué es esto, no sé qué está pasando. No sé nada.

domingo, 10 de febrero de 2013

Speed datting (1?)

Empiezo a pensar que si no tuviera el blog hará muchas menos gilipolleces. Mi vida sería mucho más aburrida, pero más normal o madura… o algún otro sinónimo de aburrida que se os ocurra.
Cuando estas navidades Flumi lo dejó con su chica, lo primero que hizo fue correr a mis brazos. Mis amigos creen que yo soy tengo una especie de campo de fuerza en el cual no les puede pasar nada malo. Así que cada vez que les ocurre algo, recurren a Naar. Por suerte, ellos también son mi sitio seguro. El caso es que cuando vino la primera vez a casa tras su ruptura, un tanto abatido y desanimado, yo tampoco estaba en un buen momento. Así que nos apuntalamos el uno al otro como buenamente pudimos para que no cayera nadie. Y en medio de aquél abrazo que reconfortaba al uno con el otro, me dijo “este año haremos cosas divertidas juntos.” Y estúpidamente acepté. Para que él se animara y para tener cosas guays que contar en el blog. Además que lo pensé tal cual, cosas divertidas, post divertidos. Por eso cuando surgió el tema de ir a un speed datting, nadie se pudo negar. Da igual quién lo propusiera o quien tratara de convencer a quien o quien dijera “deja de insistir que ya me has convencido”. Da igual. Porque el caso es que fuimos ayer. Y nos divertimos de lo lindo.
Supongo que más o menos sabéis de lo que va ese rollo. Es básicamente un montón de chicas que se sientan en mesas y chicos que van rotando y con los que tienes unos siete minutos para hablar. A veces se hacen muuuuuuy largos y te dan ganas de arrancarle de las manos el gong al tipo que lo organiza y hacerlo sonar inmediatamente. Y hay otras veces que se hace corto y te dan ganas de arrancarle de las manos el gong al tipo que lo organiza para que no suene. O sea, que te pasas media noche odiando al del gong.
Yo me senté allí, al lado de una chica más charlatana de la cuenta. El primero en colocarse delante de mí fue Flumi como ya habíamos acordado. Me miró, me dedicó una de sus sonrisas arrolladoras y me dijo:

-         Me molas mazo, guapa. Te voy a poner en favoritos para que me den tu mail y tengamos una noche de sexo ardiente y apasionado.
-         Si le dices eso a otra, triunfas fijo.
-         ¿En serio?
-         Sí, qué mujer se ha resistido nunca a eso.

Entonces nos echamos a reír como locos. La gente debía pensar que habíamos pillado. Se me acercó un poco y bajó la voz.

-         Hay uno gordo y bajito que ha venido como mil veces a estas cosas. Dile que no, es un babas. Y hay un tipo francés rarísimo, no te dejes engatusar por el acento que nos conocemos. Y hay otro que es muy raro, lo reconocerás en cuanto lo veas. Los demás parecen majos.
-         Tomo nota. Escucha. La de mi lado es una charlatana y está desesperada, incluso ha buscado pareja en el meetic y sitios de esos. Ojo con ella. A las 12 tienes a una rubia con coletas muy rara. A la una hay un grupito de tres que vienen juntas y que parecen majas, pero ya han venido más veces y la de rojo es una borde. A las tres tienes a una rubia sosa bastante mona. De las otras no sé nada.
-         Perfecto. Suerte, preciosa. Y si no nos mola nadie…
-         Ya sé, frungimos entre nosotros.
-         Te iba a decir que nos piramos rápido y nos tomamos una copa en otro sitio, pero tu plan mola más.

Con las mismas me guiñó un ojo, sonó el gong y se piró a seguir su recorrido.
Yo me quedé sentada conociendo a tipos raros. Pero raros, raros. El francés, médico y con un acento muy dulzón, pero parecía mi padre y eso que decía tener treintaypocos. Descartado, colega, para colmo los médicos me dan asquete, se pasan la vida entre enfermos. Un asturiano con acento raro y que se llamaba Marino. Descartado, no hay más que decir. El tipo gordo que decía Flumi y que daba mucha grimita. Ni muerrrrrrta, chaval. Uno que trabaja de portero en una casa y que era más aburrido que una ostra. Hala, que sí, que te pires. Uno que decía ser ingeniero de blablablá y que me preguntó si me gusta el fútbol o la fórmula uno. Acabas de dar en el blanco, chico. Otro con un tic en un ojo. Sí… estupendo para mis nervios un tipo con principio de síndrome de Tourette.
Pero entre toda esa maraña de tipos raros, hubo dos que me gustaron… algo. No muchísimo, así como para dar saltos, pero algo. Uno de ellos, uno morenito, con pinta macarilla y una sonrisa preciosa. Fan de Rock fm y que le molan los gatos. Y que se quedó alucinado porque le expliqué quién era el Tato y por qué se dice lo de que “no va ni el Tato”. Mi capacidad de recordar datos absurdos sigue dando resultado para alucinar a la gente.
El otro, que no dejaba de mirarme desde que estaba con dos chicas antes que yo. Eso explica que las otras pensaran que era estúpido. El chaval empezó mal, porque me miró directamente las tetas y me preguntó si me podía levantar para verme bien. (Hombres del mundo: no nos gusta sentirnos carnaza.) Pero bueno, luego lo medio arregló con conversación interesante y diciéndome “debes asustar a muchos hombres siendo tan directa y teniendo esos ojos, ¿verdad? Porque impones un montón.” Por suerte, fue de los pocos que supo sostenerme la mirada y mostró un interés real en mí y no en todas las chicas que había allí. De hecho, cuando terminó el asunto, salió con Flumi y conmigo a fumar un piti. Y me contó muchas cosas sobre él y me dijo que me invitaba a tomar algo. A mí no me apetecía tomar nada, pero me quedé charlando con él y con otra gente del evento que andaba por el garito. Sospecho que a Charlatana le molaba el mismo que a mí, al que le conté lo del Tato. Pero a mí me monopolizó este chico, al que llamaremos Cáncer, puesto que me repitió como cuatro veces que era su signo.
La experiencia, hasta aquí, ha sido divertida. Es una buena forma de invertir una noche en la que no tienes plan, la verdad. Y conocer gente siempre tiene su punto gracioso.
Ahora veremos qué pasa… ya os diré si hay segundo capítulo.

viernes, 8 de febrero de 2013

habemus invitación

Casi siempre pensamos que las cosas las estamos inventando nosotros. Cuando los demás nos cuentan lo complicado que es el matrimonio, pensamos “bah, eso será que ellos no se llevan como nosotros”. Cuando alguien nos dice lo complicado que es montar una casa e independizarse pensamos “bah, eso será él que no lo tiene tan bien organizado como yo”. Total, tendemos a pensar que todos son tontos menos nosotros mismos.
Cuando hace unos meses mi amigo Gordito empezó con sus preparativos de boda, estaba en ese estado de prepotencia en el que estaba convencido de que las cosas eran mucho más fáciles de lo que los demás le contaban. Luego, poco a poco, fue pensando que quizás no lo tenía todo tan controlado y organizado como pensaba en un principio. Pero aún así estaba seguro de que no era para tanto. Y él y su futura señora se llevaban de maravilla y estaban de acuerdo en casi todo. Muy happy él.
Yo me limité a insinuarle estas navidades que lo de montar un piso e independizarse no es tan bonito como en las pelis. Porque si una boda fuera poco, el Gordito es de los tradicionales, de los que se casan, se van a vivir juntos y todo así de golpe. Salto con doble tirabuzón a mil metros de altura. Sin cuerda, sin red de seguridad. Y con el viento en contra. Así que posiblemente le salga bien. Pero el caso es que aunque le dije que las cosas no son tan bonitas como parecen, él no me creyó. Por supuesto. Él es mucho más listo, más organizado y más blablablá que yo. Y yo me reí por dentro. Ja. Arrieritos somos, querido.
Efectivamente, el domingo pasado me llamó echando pestes. Yo estaba en casa con mi gripe a cuestas, mis mocos y mis toses, pero le contesté con la voz más alegre posible como hago siempre que me llaman.

-         ¡¡Hola Gordito!! ¿qué tal, amorrrrr?
-         Joder, qué gusto, rubia. – a mis amigos les consiento todo. Hasta que me llamen “rubia”. – hacía mucho que nadie me contestaba así al teléfono.
-         ¿Ein?
-         Es que llevo una racha… estoy hasta los huevos de todo. porque yo pensé que esto no era para tanto y lo teníamos bien organizado, pero no sé qué ha pasado que se nos están echando las fechas encima y todo está sin atar y… ¡y futura señora se ha vuelto loca! Loca te digo. Discutimos a todas horas y por todo.
-         Ya, qué raro. – te lo dijimos, maldito Gordo, te lo dijimos y no escuchaste.
-         Y del piso ni te hablo. ¿Tú sabes qué follón? Bueno, para qué decir nada. todo como el culo, con retraso, fatal. Los muebles no caben donde creíamos que cabían. Las cortinas no se adaptan y la cama que queríamos no entra. Y las cosas… porque digo yo ¿cómo hago la mudanza? ¿La hago antes de la boda y me quedo sin cosas en mi casa… o sea en casa de mis padres? ¿O la hago después y cuando me vaya allí a vivir no tengo nada todavía? ¿O mitad y mitad con cosas en los dos sitios y nada en ninguno? ¡¡Tú no sabes lo que es esto!!
-         Sí, sí lo sé. Me mudé tres veces en dos años.
-         Mis respetos entonces, querida. – me dijo muy serio tras un silencio.

Yo me eché a reír. Porque podría sacar aquello del “ya te lo dije”, pero no. Soy una buena amiga. Él sabe que se lo dije. Yo lo sé. Todos lo sabemos. No hurguemos más en ello.
Y no se lo dije… pero aún le queda lo peor. Porque aún no sabe lo que es convivir con su señora. Y es jodido. Quien diga lo contrario, miente. Lo que sale en las películas de recién casados es falso. La convivencia es muy chunga y hay mucho que pelear y mucho que ceder y mucho a lo que renunciar por la remota posibilidad de que las cosas salgan bien. Pero él no lo sabe. Él cree, ingenuo como fuimos todos en casos semejantes, que lo peor acabará cuando terminen la mudanza, cuando pase la boda, cuando por fin estén ellos solitos en su casita. Ja. Pringao.
El caso es que me pidió que quedásemos el jueves, o sea, ayer. Nuestra quedada típica, cañas en el bar de Eusebio. Para qué complicarse. Así que allí nos plantamos todos el jueves noche. Recibimos el tarjetón correspondiente que no deja lugar a escapar. Bodorrio al canto.  La noche dio para mucho. Sobre todo para ser un jueves. Lo pasamos bien, nos reímos mucho, hicimos un poco el tonto e hicimos gala de esa complicidad extraña que hay en mi grupo y que tanto asombra a los que vienen de fuera. El pobre novio de Mery un día se irá y no volverá. Pero nosotros somos felices con nuestras payasadas.
Quizás me anime y la semana que viene os cuente la escena correspondiente con el Ross, pero ahora mismo no quiero ni pensarlo.
Lo importante en este caso: habemus boda, habemus invitación. Que Dios nos coja confesados.  

miércoles, 6 de febrero de 2013

ser feliz es posible

En mis años rodeada de físicos y enamorada hasta la médula de uno, aprendí montones de cosas. Algunas las he olvidado, o las tengo ahí como incógnitas porque nunca terminé de entenderlas del todo. Pero hay otras que tengo grabadas y una de ellas es el significado de la palabra “inercia”. Inercia es la tendencia a seguir en el estado natural hasta que algo lo modifica, así explicado malamente por alguien de letras. Es decir, si una cosa tiene tendencia a estar quieta (una piedra, por ejemplo), seguirá estando quieta hasta que llegue alguien y la saque de su estado de una patada. Pero cuando se recupere, volverá a su inercia, la de estar quieta.
Yo, que para eso soy más metafísica que física, lo llevo un paso más allá. Todos tenemos una inercia propia. Una tendencia natural a ser alegres o a ser serios. A ser simpáticos o retraídos. A ser cariñosos o rancios. A ser activos o perezosos. Y a veces cambiamos esa actitud por un agente externo que nos la modifica como la patada a la piedra. A veces es para mejor y otras para peor. El caso es que al final el efecto pasa, y volvemos a ser quien éramos. Con muescas, con enseñanzas, con bagaje a las espaldas, eso sí, no seamos pedruños. Pero volvemos a nuestro ser.
Y todo este rollo viene por una reflexión sobre la felicidad. Hay gente que cree que sólo siente felicidad con cosas que se la producen. Yo creo que están equivocados, creo que todos tenemos tendencia a ser felices, sólo que a veces hay gente que no lo ve. También estamos los que somos felices por naturaleza y sólo nos entristecemos o nos ensombrecemos por agentes externos que nos tocan la moral.
Yo soy feliz. Lo soy. Lo cual no significa que siempre lo esté. Gran idioma el castellano que diferencia ser de estar. Yo soy feliz. Soy feliz estando griposa tirada en el suelo de mi casa porque no tengo fuerzas para levantarme. Soy feliz yendo al hospital a ver a mi abuela. Soy feliz haciendo cosas que no me gustan. Soy feliz, aunque en ese momento esté triste. Y es que confundimos felicidad con alegría. Se puede ser feliz estando triste. Ojo de nuevo a la diferencia entre ser y estar. Para mí ser feliz es tener miles de razones para vivir y estar satisfecho con ellas. Es levantarse cada día con ganas de afrontar el día. Es quererse a uno mismo y a sus circunstancias. Ser feliz es un estado de la persona, una forma de ser y de vivir. Y eso no impide que a veces uno esté triste, enfadado, calimero o lo que sea, pero son sentimientos transitorios.
Como decía, a pesar de los malos momentos, mi estado natural es ese, ser feliz. Y es estupendo, porque lo siento profundamente en mi interior y nada ni nadie me lo puede arrebatar. Sólo lo puede modificar por un periodo breve de tiempo. Pero no me lo quitan. Como la piedra tras la patada, puede volar unos metros, pero al final cae y vuelve a ser una piedra inerte que no se mueve. Y si la pateas muchas veces, al final estará fuera de tu alcance. Y nada la podrá mover. Esa soy yo. Yo soy feliz. Si me pateas, quizás me jodas una temporada, pero volveré antes o después a ser quien era. Y me molo mucho cuando lo consigo.
Quizás también haya algo de actitud, yo quiero ser feliz y por tanto lo soy. No dejo que los problemas o los malos rollos me angustien más tiempo del debido. No me anclo en el pasado, no me aferro a los problemas, no cargo con lastres inútiles. Eso no significa que no me duela, que no tenga heridas, cicatrices, que no tenga recuerdos feos. Pero no les doy pábulo. Yo miro hacia delante, convencida de que vendrán cosas mejores. Lucho, sonrío y soy optimista contra viento y marea. Me guardo los recuerdos buenos y los malos los quemo en mi hoguera mental, para que se reduzcan a cenizas, para que se hagan humo y se los lleve el viento. Y qué queréis que os diga, no me va tan mal.
Ya fui infeliz y desgraciada durante una larga temporada y no me gustó nada. Fue tiempo perdido. Y yo creí que encontraría la felicidad en otras cosas. Pero no era verdad, no la encontraba en ningún sitio, ni con nada de lo que hacía, ni con nada de lo que me rodeaba. Y entonces tenía novio, trabajo, ganaba bastante dinero y hacíamos grandes viajes al caribe. Pero yo no era feliz. Yo era más y más desgraciada cada día. Porque había alguien que me pateaba como a la piedra y no me dejaba encontrar mi felicidad perdida. Hasta que la vi de nuevo. Estaba dentro de mí, hecha una bolita muy pequeña. Y elegí. Elegí mi felicidad. Así que mandé a tomar por culo a mi novio, mi trabajo, mi dinero y mis grandes viajes. Y volví a ser feliz en una casa vacía, sin muebles, sin un duro y sin nada. Mi felicidad interior creció y lo llenó todo.
Por eso, si de algo os sirven alguna vez mis pobres palabras, os reto a buscar la felicidad. La vuestra, la que está en vuestro interior. Por pequeña que sea. Está ahí, dentro de vosotros mismos. Dejad de tratar de llenar el vacío con cosas externas y ajenas porque no sirve de nada.
Ser feliz es posible. Os lo aseguro. La felicidad, queridos míos, no se busca, no se persigue, no está ahí fuera. La felicidad es algo que se es. Se tiene dentro. Y no hacen falta enrevesados caminos para encontrarla. Basta con escucharse, mirarse dentro, sonreír y decir: lo soy. Es parte de mí. Soy feliz.


P.D. Vale, igual ha quedado en plan rollito autoayuda, pero creo que por una vez y sin que sirva de precedente, merece la pena quedar como una moñas.

domingo, 3 de febrero de 2013

¡quiero mi codeina! ¡¡quiero mi codeina!!

Como soy una persona responsable, me he puesto mala en fin de semana y una vez pasado el follón de abuela. No antes, ni entre semana que no pueda hacer cosas. Noooooo. En fin de semana. Para no salir, no divertirme y no frungir. Muy lista que es una.
La verdad es que me temía que esto pasara, porque me veía muy al límite de mis fuerzas estos días atrás. Y al fin entre el jueves y el viernes caí en un trancazo de campeonato. Hacía años que no me asustaba mi propia tos y temía salir volando de uno de mis estornudos.
El caso es que como en mi familia todos son un tanto hipocondríacos, les viene de maravilla que viva sola. Porque así no tienen que verme ni de lejos cuando estoy mala. A mí no me importa demasiado porque ya estoy relativamente acostumbrada a no contar con mucha ayuda para casi nada. Pero hacía tiempo que no me encontraba tan mal y hay ratos que lo pasas como el culo.
Véase el momento en que me mareé yendo al baño y me flojearon tanto las piernas que me tuve que sentar en el suelo. Por suerte, pasaban las tuberías de la calefacción por debajo y estaba calentita. Tan a gusto debía parecer que estaba, tirada en el suelo hecha un guiñapo, que Ron se acercó, me olisqueó, me lamió la cara un poco y se subió en mi regazo. Se hizo una rosca y allí nos quedamos un rato hasta que tuve fuerzas de volver al sofá.
Luego hay otros inconvenientes. Yo soy una enferma horrible para tomar medicinas. Nunca quiero tomar nada, mitad porque no me gustan y mitad porque si me gustan, me hago yonki. Hace tiempo, estuve muy, muy pero que muy enganchada a los esprays nasales de esos que te despejan y respiras como si estuvieras en mitad de la montaña más pura y verde de los Alpes. Que te sientes como si Heidi estuviera cepillándose a Pedro  correteando con Pedro en la pradera de al lado. Y me costó una barbaridad dejarlos. Bueno, pues ahora que llevaba casi un año limpia, lo tengo que volver a usar. A ver quién es la guapa que vuelve a dejarlos. Y eso sin hablar de la codeína. Yo fui una drogata total de la codeína cuando era cría. Nada menos. Había un jarabe que me daba mi madre para la tos y estaba riquísimo. Dulce y con sabor a naranja. Hum… de vicio. A veces, creo que las medicinas saben tan mal para que la gente no se cuelgue de ellas, porque esta era un peligro. Así que mi madre me daba una cucharadita y la muy inconsciente, dejaba el frasco en mi mesilla por si tosía más por la noche, me daba un besito (aquellos años en los que alguien me cuidaba, snif), me apagaba la luz y se iba. Así que la pequeña y yonki Naar, se tomaba otra cucharadita por si acaso. Y otra porque estaba muy bueno. Y otra porque igual le picaba aún un poco la garganta. Y otra porque… hum… qué rico jarabe de tos. Y no me tomaba más porque caía en un sueño profundo y confuso que me mantenía en coma hasta el día siguiente. No tengo ni idea de si tosía o no, pero soñaba unas cosas alucinantes, tenía visiones raras y lo flipaba en colores. Así que, casualmente, mis toses duraban meses. Hasta que se acababa el frasco de jarabe de codeína pura y mi madre se negaba a comprar otro. De adulta nunca he tenido huevos de comprarme susodicho jarabe porque sé que me lo metería en vena. No tengo fuerza de voluntad.
Como esta vez tengo una tos muy fea que me dobla por la mitad de dolor, le supliqué a mi madre que en un acto de valentía, se acercara al perímetro de mi casa, comprara unas cosas en la farmacia y me las pusiera en el maldito ascensor para que yo saliera a por ellas. Entre la lista de mi encargo, iban mis bestias negras: el espray nasal y el jarabe de codeína. Había dicho que este finde me lo pasaría bien y estaba dispuesta a hacerlo a costa de lo que fuera, incluso de ponerme hasta el culo de drogas legales.
En un arranque de valentía mi madre subió a mi casa con la cabeza envuelta en un foulard que ríete de tú de los burkas.

-         Nena, me ha dicho tu farmacéutica que te trajera este jarabe. – me dijo tirándome una cajita desde lejos. – Es en sobrecitos monodosis, no tiene lactosa ni nada de lo que te da alergia y es a la vez calmante y expectorante, para que no tengas que tomar tantas mierdas.
-         ¿Y mi codeína? ¿Mi amada codeína?
-         No, no, este es mejor. Tómatelo y ya me cuentas. Por teléfono, eso sí.

Y con las mismas, me mangó un taper de judías blancas que había preparado el día anterior y se piró a toda mecha para no coger ni uno solo de mis asquerosos microbios. Porque ella microbios y virus, no. Judías blancas sí, que eso no contagia. Pero respirar mi asqueroso aire ni de coña.
Y lo peor de todo no es que el jarabe esté repugnante y me cueste un triunfo tomármelo. No es que sepa tan mal que no me den ganas de hacerme adicta. No es que prefiera toser hasta partirme una costilla que tomar esa puta mierda de jarabe. El problema es que ni siquiera coloca. No tengo sueños chulos, no siento cosas flipantes, no caigo en comas inducidos. Así que no me he divertido nada en el fin de semana. Menuda puta mierda de jarabe. ¡¡Yo quiero mi codeína!!