martes, 28 de enero de 2014

pelos o no pelos II... la secuela.

Vaya, por lo visto os interesan los pelos… pues seguiremos hablando de ello. Como suele ocurrir, vuestros comentarios son más valiosos que el propio post y claro, me han dado montones de ideas sobre el tema.
Lo primero que tengo que decir es que como habéis comentado alguna, hay bastante confusión respecto al feminismo y la depilación. El feminismo bien entendido no es dejarse matojo en los sobacos como reivindicación de no sé muy bien qué. Feminismo es que puedas depilarte o no según lo que te dé la real gana. Que no sea tu novio quien te presione para llevar el chumino repelao. Y sobre todo, que no sean tus amigas las que te pongan verde por llevar pelos aquí o allá. Que en muchos casos las malas feministas culpan a los hombres de lo que en realidad hacen mal ellas. Creo que ni a uno solo de mis novios, amigos y amantes a tiempo parcial le ha importado un comino los pelos que llevara. Pero sí he soportado críticas de amigas por no depilarme un bigote inexistente o por no depilarme las piernas completas todos los meses. Como si fuera una guarra por no torturarme arrancándome una pelusa rubia y totalmente invisible que me sale en los muslos. Y es que, por mucho que nos joda, las mujeres somos en muchos casos nuestras peores enemigas. Y los hombres normales (que de gilipollas está el mundo lleno) no tienen la culpa de todo. De hecho, sé de buena tinta que ninguno de mis amigos le da importancia a la depilación, ni uno sólo prefiere los chichis depilados estilo niña de colegio y desde luego a ninguno le importa si hay pelillos aquí o allá una vez metidos en faena. Así que haceos un favor y dejad de confundir churras con merinas.  Que los pelos en los sobacos no tienen nada que ver con los derechos de la mujer. Y que repito, el feminismo es decidir lo que quieres hacer sin presiones de un hombre ni del resto de las mujeres. Coño ya, que hay que explicarlo todo.
Lo segundo es un comentario de Judit que me hacía pensar sobre la depilación masculina. Ahí me pregunto si las feministas de palo también opinan que es culpa de la sociedad heteropatriarcal o de quién.
A mí personalmente los hombres me gustan poco peludos. Pero poco peludos naturales. Por eso en general me gustan más los rubios, entre otras cosas… aunque luego acabe con morenos… bueno, que me desvío. Decía que no me gustan los hombres peludos tipo oso, pero en caso de duda los prefiero a los tíos depilados. Dije que no me gusta una mujer con matojazo en la axila, pero más aún  me horroriza el sobaco de un tío depilado. Y esos hombres que se quitan hasta el último pelo con cera hasta que parecen el Ken me dan una grima que ni os cuento. Ahora bien, soy partidaria de un poquito de decoro, claro. Un poquito de recortar matojos siempre viene bien y no resta hombría. Que hay lugares que aunque no dé la luz habitualmente, no hace falta que eso esté salvaje como dios lo hizo y que no se haya tocado nunca desde que esos pelos salieron allá por la pubertad. Eso no significa que rechazara a un tío por sus pelos, me parece algo muy secundario en ambos sexos. Sólo doy la opinión que viene al caso y francamente me interesa la vuestra… ¿Hombres más depilados que vosotras? ¿Cuánto más peludo más hermoso cual oso? ¿Un poco de pasar la podadora pero sin excesos? ¿Tanto da que da lo mismo?

En fin, se abre de nuevo el debate.

lunes, 27 de enero de 2014

pelos, no pelos... esa es la cuestión.

En los últimos días he visto varios tuits y comentarios en Internet sobre el vello púbico. Y encima en un post anterior hice referencia a mis susodichos pelos, llevándome un gruñido de Álter por ser tan bruta. Pues vamos a ahondar en el asunto, que lo estáis deseando.
No sé muy bien si es de esas cosas que pasan en la red, que surge un tema y a todo el mundo le da por lo mismo, o si alguna famosa ha dicho algo o si un diseñador ha puesto en su nuevo catálogo bragas con pelos sobresalientes incluidos, pero  la polémica está servida.
Como siempre, hay gente para todo. Están los que defienden los pubis pelados por completo, los que quieren pelo pero recortado, los que quieren pelo largo y frondoso cual esponjita y los que les da igual y sólo quieren un chocho de cualquier forma tamaño y condición.
Yo, como casi todo en la vida, creo que lo mejor es un término medio. No me gustan los radicalismos para la política, ni el fútbol, ni la religión, ni los chuminos. Y como en los otros casos, parto de la base de que cada cual puede hacer con su vida y sus pelos lo que quiera. A mí qué me importa lo que haga cada cual con su entrepierna, si se llama zona íntima es por algo y no creo que tenga importancia fuera de ese ámbito de privacidad.
Ahora bien, dicho eso, a mí no me gusta la depilación integral porque no soy una niña prepuber y no tengo que parecerlo. Y por más que se empeñen algunas, no es más higiénico, ni más limpio. Los pelos están ahí por algo, cumplen una función y es precisamente la de proteger ante los agentes externos que pueden hacer pupita en tan delicada zona. La higiene depende de cada una y su afición al agua y al jabón, no de los pelos que haya.
Y esto no significa que sea partidaria de la peludez. A mí por ejemplo una mujer con pelos en los sobacos estilo estropajo de frotar sartenes me parece muy poco estética y femenina. Como gusto personal, ojo, no pienso que sea una puerca ni nada por el estilo. De hecho, si tiene algún pelillo porque no se ha depilado justo en ese momento, tampoco me parece un pecado mortal.
Lo que realmente me molesta de todo esto, bien sea del extremo de ir como un pollo pelado y no tener ni un atisbo de vello o bien sea el de ir como el yeti, es que la gente piensa que su opción en la vida es la única y mejor de todas. Y no. Son ganas de criticar y de meterse donde no te llaman. Porque ni yo soy una obsesa de la depilación alienada por la sociedad y oprimida bajo el yugo del machismo por depilarme las piernas, ni soy una guarra, puerca y cochina por no llevar el chirri como si aún tuviera ocho años.
Que además, francamente, creo que no es un tema de tan vital importancia como parece. A los hombres les da mucho más igual de lo que pensamos. Somos nosotras mismas las que hacemos sangre si vemos a una amiga con pelillos en las piernas bajo las medias. Somos nosotras las que no nos damos tregua ni respiro en la vida, las que machamos sin piedad a otra si no cumple los cánones de estética que consideramos oportunos.

Total, que allá cada cual con sus pelos. 

jueves, 23 de enero de 2014

¡¡gratis!!

-         Hola, ¿quiere usted una mierda pinchada en un palo?
-         No, gracias.
-         Son gratis, ¡¡Mierdas pinchadas en un palo gratis!!
-         Ay, deme cuatro.
-         ¡Y a mí!
-         ¡Yo, yo también quiero!

Y yo, lo reconozco. Me encantan las cosas gratis. Igual no las quiero, no las necesito o realmente no me gusta la cosa en sí… pero qué demonios, es gratis, voy a hacer acopio. Si ya es algo que sí me gusta o sí necesito me pongo muy, muy contenta si lo consigo gratis. Y no es de ahora que soy pobre como las ratas pobres, que la vena roñosa la tengo de toda la vida. Pero ahora se ha acentuado hasta el infinito, claro.
Ahora entenderéis que me haya enamorado y que no tenga ojitos para nadie más en el mundo.
El caso es que hace ya un par de meses (o más, incluso) una noche salí y cuando cogí el coche para volver saltó una alarma en la pantalla que me lo chiva todo: “nivel de líquido de frenos bajo”. Pues bueno. Digamos que había salido de tranquis y con la intención de volverme pronto. Pero llevaba tres horas bailando y cantando a pleno pulmón horteradas de hoy y siempre… bastante tenía yo con mis problemas de no saber frenar a tiempo como para que el coche me contara los suyos. Y se me olvidó el asunto. Y al parecer el coche se sintió tan ignorado, que se enfurruñó y no quiso hablarme en una temporada, total, para lo que le servía…
Hasta el otro día, que estaba dando vueltas tratando de aparcar en el hospital mientras revisaban al yayo y volvió a la carga. Oye, que ya no es que tenga el líquido de frenos bajo, es que es insuficiente. Y como tal te lo voy a poner en la pantalla, so guarra: “Líquido de frenos insuficiente”.
Y claro, ya decidí prestar atención, porque si es otra cosa lo mismo paso, pero los frenos es algo a lo que yo presto bastante atención… no sé, manías que tiene una.
Así que ayer bajé al taller de Ojos de pez  y se lo comenté. Ya os he hablado de mi mecánico un par de veces (aquí y aquí) y me vino con las mismas de siempre.

-         Ufff… pues en principio puede que no sea nada… pero claro, habrá que ver las pastillas.
-         Oiga, que mi coche no se droga. Que yo sepa, ni se medica legalmente.
-         No, digo las pastillas de freno… y habrá que ver las zapatas, porque igual están desgastadas o hay una fuga y pierdes líquido.

Antes de que se pusiera a hablarme de la júntula de trócola, huí. Atemorizada eso sí. Porque dejas el coche en el taller y parece que tienes que pagar un rescate por él, coño, que no hay vez que te baje de las tres cifras. Sin embargo, al poco rato me llamó Ojos de pez. Como soy muy maja a la vez que muy femenina para lo que ronda por ese taller, suele ser muy simpático conmigo.

-         Oye, que te puedes venir a por el bólido cuando quieras.
-         ¿YAAAA?
-         Sí, lo tienes listo… al final no era nada, no perdía líquido, las pastillas están bien, las zapatas no están desgastadas… sólo era que tenía el nivel de líquido de frenos bajo- qué mono mi cochecito guapo, si ya lo decía él.
-         Estupendo. ¿Y cuánto es la broma? – Para ir atracando un banco o enseñando pierna en una esquina o algo.
-         Nada.
-         ¿Perdona? Creo que no te oigo bien, hay interferencias o algo… me ha parecido que has dicho que nada.
-         No, nada… como no tenía nada importante y sólo ha sido rellenarlo no te cobro.

Casi me echo a llorar de emoción. Casi voy corriendo al taller y le como los morros a Ojos de pez. Casi me abrazo a mi coche y le susurro cosas tiernas. Qué majos los dos, mi coche por estar bien y mi amado mecánico por no cobrarme nada. Les quiero muy fuerte.
Y ahora perdonadme, me tengo que ir a hacer el baile de la alegría y a comprarme montañas de roñidonetes con lo que me he ahorrado.


lunes, 20 de enero de 2014

El loco de la furgo

Si hay algo que me jode y que me parece el colmo del egoísmo, es aparcar ocupando dos sitios porque te sale del culo. Es como “huy, mira aquí cabría otro coche… pero así el mío está más agustico.” MAAAAAAL.
El caso es que el otro día volvía del hospital de una revisión de mi yayo. Había pasado a comprar y además del cansancio propio, llevaba varias bolsas. Y estaba lloviendo. Así que digamos que mis niveles de estar hasta las narices estaban muy elevados.
Diré que en mi barrio, para ser Madrid y ser bastante céntrico, no se aparca mal del todo, PERO. Además en mi puerta hay un espacio para aparcar entre dos vados donde caben tres y hasta cuatro coches, pero había uno al principio y una furgoneta mediana en medio de los otros dos huecos. Esa puta furgoneta cada dos por tres está ahí y siempre mal aparcada. Así que cuando vi a un hombrecillo sacando cosas de ella, no pude contenerme más.

-         Oye, ¿te vas?

Reconozco que no es mi mejor rasgo de educación y a mi madre no le hace mucha gracia, pero hay gente con la que no me da la gana de usar el distintivo de “usted”. No lo merecen. El tipo, recién sacado de una cueva de cromañón, emitió un gruñido propio de su especie, acostumbrado a tratar con simios mucho más evolucionados que él. Le insistí porque os aseguro que no fui capaz de traducir nada inteligible del sonido gutural.

-         Que no, niña que no me voy.

MAAAAAL. Me sienta como una patada en mi coño lleno de pelos que me llamen niña. A estas alturas. Había hecho bien en no tratarle de usted, no me digáis que no. El tipo tenía pinta de haber desayunado unos cuantos carajillos,  coñacs o semejantes y de no haberse duchado en semanas, pero no soy persona de achantarse fácilmente.

-         Bueno, pues si no te vas, echa la furgoneta para delante, que estás ocupando dos huecos.
-         ¿Cómo dices?
-         Que te eches para delante, que estás ocupando dos huecos.  
-         Yo no estoy chupando nada.

Ni yo tampoco y no vengo a alardear de ello, mira tú. Tomé aire despacio. No sé si el tío estaba loco, era bobo o simplemente estaba haciendo uso de la resistencia pasiva, pero yo no me iba a ir sin aparcar, así que volví a la carga.

-         ¿Quieres mover la furgoneta para delante?
-         ¿Por qué?
-         Porque estás ocupando dos huecos. – que no chupando nada. Que yo sepa.
-         ¿Y cuando quiera salir la gente?

Miré a mi alrededor. La calle estaba desierta. Al menos a mis ojos.

-         ¿Qué gente?
-         ¡Pues la gente, la gente…! si luego quieren salir, ¿qué hago?
-         ¿Pero qué gente?
-         ¡¡Pues la gente!!

Ajam, entiendo. “La gente”. “Esa” gente. O sea, que el tipejo encima de incívico y tarado veía “gente”. Pero por mis cojones que aparcaba yo ahí. A pesar de la gente.

-         A ver, que estás aparcado ocupando dos huecos, si lo echas para delante puedo meter yo mi coche detrás ¿lo entiendes?
-         Pero luego saldrá la gente. – y dale perico al torno con esas hordas de gente invisible que sale de ningún sitio.
-         No hay gente. No hay nadie. Hay una furgoneta ocupando dos sitios. Apártala para que pueda aparcar yo detrás.

El tipo rezongó algo de que me pusiera un momento en el vado para que pudiera mover su puñetera furgoneta no sin antes soltarme una amenaza:

-         Como luego quiera salir la gente y no puedan, será culpa tuya.
-         Estoy dispuesta a sumir el riesgo que eso conlleva. – so pirado.

Al final me salí con la mía y aparqué, obviamente. Lo que me preocupa es mi capacidad de atracción a las situaciones que tienen un loco de la pradera de por medio. Eso y el ataque de la gente invisible, claro. Si es que… manda huevos.  



miércoles, 15 de enero de 2014

Pregoneeeeeeero!!

No sabéis lo que me alegro de que hayan empezado de nuevo los colegios. Y es que me he pasado las navidades despertándome temprano y asustada ante los desaforados gritos de los niños de abajo. Dadas las fechas, he llegado ala conclusión de que Herodes era un incomprendido.
Muchas veces he hablado de mis vecinos. Y para ser un edificio tan pequeño, hay un porcentaje muy alto de gilipollas. Está el acosador del primero, que es majo pero muy cansino. Están los gritones del segundo y los subnormales roncadores de enfrente de mí. Y luego yo, que seguramente tampoco soy un ejemplo de vecina. Un gusto.
Los del segundo gritan a todas horas. Mucho, y muy alto. Lo único bueno que puedo decir a su favor es que vocalizan claramente y me entero de todo lo que les pasa. Si me interesara, sería toda una ventaja. Pero no. Me importa un huevo que el niño tire el zumo o que tarde mucho en vestirse. Me da igual que la madre no encuentre sus zapatos o que la niña haya roto un vaso. Porque tampoco es que sean cosas así como para escribir una novela. Pero da igual, la madre lo radia todo a nivel nacional desde que se levantan hasta que se acuestan. A diario al menos los mocosos se van al cole y puedo vivir medio tranquila, pero en vacaciones ha sido terrible.
Y vendrá quien me diga lo típico, que son niños, que soy una incomprensiva y que se nota que no tengo hijos. Pues a ver, a mí no me gustan los niños  y es verdad que me molestan con facilidad, pero la culpa básicamente es de la madre. Ella es la que grita a todas horas, la que les habla a grito pelado y por lo tanto la que les da ejemplo para vocear por todo. Y no sé, yo no soy una experta en educar a críos, es cierto que no tengo hijos (ni putas ganas de tenerlos) entre otras cosas porque no tengo ni idea de cómo hacer de ellos una personita decente. Entiendo que a veces debe ser desesperante, que debe ser un trabajo arduo. Sé que en un momento de desesperación todo el mundo levantamos la voz. Pero yo también he sido pequeña y mi madre no me gritaba por todo. Y desde luego me enseñó a no gritar yo. Además no creo que sea un buen método de enseñanza. No creo tampoco en los rollos esos de enseñanza con apego que se lleva ahora, pero los gritos no son buena opción. Porque algún día esos niños serán adolescentes y la única forma que conocen de expresarse es a gritos. Así que me espera un futuro poco esperanzador en cuanto a silencio, la verdad.
A parte de los temas de educación, que poco me importan francamente, el asunto es lo mucho que me desconcierta la gente que grita a todas horas. ¿No se cansan? ¿No les duele la cabeza? ¿No se sienten un poco estúpidos? Porque repito que un momento de cabreo o de frustración tenemos todos. Yo soy la primera que alzo la voz cuando me mosqueo, pero no estoy a todas horas con el volumen a tope. Que mis vecinos se han tragado un puto megáfono, coño.
En todo caso, mi propuesta desde aquí es que ya que hay animar a los niños a encontrar su auténtica vocación, mis vecinos hagan algo productivo y se vayan a vivir a un pueblo perdido. Podrían recuperar el honorable oficio del pregonero que se está perdiendo en el mundo moderno. Así sus chillidos valdrían para algo y yo me quedaría tan a gusto. Por favor, si hay algún pueblecillo que busque pregonero, que me avise, que le mando dos adultos y dos aprendices ahora mismo.


martes, 14 de enero de 2014

actualización breve

Bueno, como de costumbre, quiero empezar dando las gracias a todos por el apoyo, los mensajes y las palabras de ánimo. Sois de mucha ayuda.
Mi yayo está muy bien, gruñendo a todas horas lo que es una buena señal. Como tenía el glaucoma muy avanzado y había perdido casi toda la visión, apenas va a recuperar nada, pero con un poco de suerte no se quedará ciego del todo.
Yo por mi parte me aporreé la cabeza al montar en el coche para ir a buscarles y llevarles al hospital. No sé por qué, pero no calculé al sentarme y me dí con el marco de la puerta en el lado de la cabeza. Ahora tengo un huevo y un dolor importante, aunque en el momento apenas podía ni mover la boca. La suerte es que es el lado hacia el que me peino y no se me ve el cardenal porque me lo tapa el flequillo.

En fin, de momento sólo quería daros el parte médico y las gracias por el apoyo y la energía positiva que me mandasteis y aún me dura. Os cuento cositas pronto. 

jueves, 9 de enero de 2014

mi yayo

Sólo tengo un abuelo vivo.
El otro murió antes de que yo naciera. No le conocí, pero su hoyuelo en la barbilla sigue vivo en mí y creo que por eso lo primero que dijo mi padre de mí fue eso, que era una princesita y que tenía un hoyito en la barbilla.
Luego tuve un abuelo adoptivo en el sur. Uno con bigote y con un acento andaluz cerrado, con el pelo blanco peinado hacia atrás y que llevaba siempre camisas blancas muy bien planchadas. Un abuelo adoptivo con el que merendaba en verano y que me enseñó a acercarme a los ciervos en silencio y a coger níscalos cortando la base para que quede la raíz dentro y salgan más al año siguiente. Un abuelo adoptivo que sonreía ante la chimenea y que me entendía cuando no quería comer más. Pero también se me fue. Debe estar sentado en las puertas del cielo, fumando con sus dedos largos y huesudos y charlando con su voz ronca.
Ahora me queda uno. Me queda mi yayo. Mi yayo es limpio, ordenado, meticuloso y paciente. Le gustan los gatos y los pajaritos, cuando era pequeña tenía un canario al que cuidaba con esmero. Mi yayo era joyero, uno de los mejores de España. Aún le recuerdo encorvado sobre su mesa de trabajo de la cocina, con sus herramientas que me resultaban fascinantes y sus piedras brillantes. Con la radio puesta al lado y sus manos precisas manipulando con cuidado. Quizás de tanto trabajar con cosas diminutas se le han quedado los ojos velados como ahora.
Por eso el lunes le operan de los ojos verdes que heredó mi madre antes que yo.
Sé que no es grave, que no le va a pasar nada. Pero le veo tan mayor, que me da una angustia muy rara.
Yo recuerdo a mi abuelo muy joven. Tuve la suerte de tener unos padres jovencísimos y unos abuelos que apenas pasaban de los cincuenta. Por eso recuerdo a mi abuelo trabajando. En verano iba a su casa y comía con mi abuela y mi bisabuela antes. Luego le dejábamos su lado de la mesa preparado para cuando llegara. Comía y empezaba a cabecear viendo el tour de Francia. Y luego se echaba la siesta. Cuando tenía vacaciones me llevaba a montones de sitios mientras mis padres trabajaban. Íbamos a El Escorial, al Pardo, a Boadilla, a Aranjuez. A veces me llevaba a dar de comer a los patos en el Campo del Moro o a los peces en el lago de la Casa de Campo. Y al Retiro a ver las ardillas. Y a la piscina, aunque odiaba bañarse y me perseguía con el gorrito para que no me diera el sol. Mi abuelo era joven y vital, estaba estupendo. Me cogía en brazos, conducía y salía a pasear conmigo y con mi perro. Hacía las chapuzas en casa de mis padres porque era un manitas.
Ahora es un señor mayor. Muy mayor. Le flaquean las fuerzas y llora con facilidad. Mi abuelo ya no ve con claridad y ha dejado de trabajar incluso en casa. Ya no conduce porque además de no ver, tiene una rodilla pocha. Ya no tiene ganas de ir a muchos sitios y se desorienta si le sacas de su círculo de seguridad. Y no hace chapuzas porque no puede con el taladro.
Pero sigue riéndose por todo. Sigue siendo capaz de ponerse una chaqueta hortera sólo para que me cachodee de él. Sigue escuchando la radio mientras se ducha y mientras ojea el periódico. Sigue queriendo a mi yaya y bailando con ella cuando la ocasión lo requiere. Sigue confundiendo los nombres de la gente de la familia y tomándose a broma a sí mismo. Sigue siendo mi yayo. Viejito y mermado, pero es mi yayo. Es el único abuelo que me queda.
Por eso, aunque nunca pueda leer esto, aunque a veces me desespere con él, aunque a veces me canse y aunque me ría de que siempre me da los mismos consejos, le quiero con locura. Junto con mi padre, es el hombre más importante de mi vida. Y yo no sería la misma si él no hubiera puesto tanto empeño en estar a mi lado toda la vida. Si no hubiera sido mi padrino en la confirmación. Si no me hubiera llevado a tantos sitios cuando era pequeña. Si no amenazara a mis novios. Si no me diera consejos absurdos y mil veces repetidos. Si no estuviera ahí.

Por eso y por muchas cosas más, pero sobre todo por todo el grandísimo amor que le tengo, os pido un poquito de buena energía para mi yayo y su operación. Con mi yaya nos salió redondo y todo vuestro apoyo me ayudó mucho mantenerme fuerte y a que todo saliera tan bien. Seguro que esta vez no es menos.


lunes, 6 de enero de 2014

hay que poner orden!!

Mirad que fechas son y yo sin escribir nada. Mal, Naar, muy mal. El caso es que he estado liada y pachucha, lo que no es una buena combinación. Han sido unas navidades un poco cansadas, he salido, me he divertido, recibí una mierda de regalo en el amigo invisible como era de esperar y cosas muy chulis en mi casa y de mi niño chico. También he cocinado, he zampado roscón (que es el único dulce que me gusta de la navidad), he comprado los regalos de todo el mundo y he cuidado de mis yayos.
Conclusión, todo bien, sólo que cansada. Ahora estoy tratando de recuperarme y de poner la casa en orden, cosa que lleva lo suyo. Sabéis que no soy de hacer propósitos porque luego me los paso por el forro y no los cumplo, pero este año me he propuesto ser un poco más ordenada. O al menos pegar un buen zafarrancho de orden y limpieza a la casa antes de volver a mi caos natural.
Y bueno, no sé, últimamente tengo muchas cosas en la cabeza, le doy vueltas a todo y  tengo un mal humor considerable. Bendita paciencia del niño chico, por cierto. Espero que la limpieza me haga aclarar ideas. Y es que la limpio mientras pienso. Es un poco catártico, consigo barrer mierda de mi mente a la vez que de mi casa. Quizás cuando tenga el armario grande en orden y de dejen de atacarme avalanchas de trastos, también dejen de sepultarme los pensamientos tontos mal procesados.

En fin, que feliz año a los que no os haya felicitado aún. Y cuanto antes llegue la primavera, como que mejor, oye.