viernes, 28 de febrero de 2014

planchas de pelo y otros problemas de cabeza

Los años me están enseñando muchas cosas. Una gran parte de ellas poco agradables, la verdad. Pero otras sí son buenas o al menos útiles.
Una de éstas segundas es la capacidad de discernir lo que es importante de lo que es una chorrada. Y curiosamente, cada vez pienso que hay más tonterías y menos cosas importantes. Porque a ver, importante, importante de verdad es la salud y los seres queridos. Punto. El resto es cuestionable y se mueve en la amplia gama de cosas menos importantes, que va de lo no muy importante a las soberanas idioteces.
Ahora bien, que las distinga no significa que sea capaz de aplicarlo en el día a día y que a veces me vuelva loca por cosas absurdas, mientras que las cosas gordas las ventilo en un pispás.
De hecho, tengo bastante tendencia a gestionar mal la cantidad de neuronas que dedico a cada asunto. Por ejemplo soy capaz de tomar decisiones más o menos drásticas en unos segundos sin titubear, mientras que para algo tan banal como elegir una plancha de pelo puedo estar semanas dando vueltas como una peonza.
He comentado ya que llevo tiempo queriendo comprarme una plancha del pelo un poco decente. Primero porque la que tengo es una caca de la vaca y me encrespa el pelo más que otra cosa. Y segundo porque en breve me voy a pegar un tajo a la melena y seguramente la necesite en momentos de crisis. Porque tengo el pelo liso, pero tengo un montón y me coge mucho volumen.
A fuerza de hurgar por Internet y acabar en lugares de lo más sórdido, llegué a la conclusión de que las GHD son una buena marca, con buenas referencias y encima son preciosas. Súper importante todo, ¿eh? Para mi desgracia son caras, carísimas. Así que seguí hurgando en sitios delirantes donde la gente vende su pelo y descubrí que las que son de un precio más razonable son imitaciones falsas y mierdosas. Así que empecé a chinarme. Y seguí rebuscando, cual loca psicópata en foros, viendo vídeos de pavas ególatras que se secan el pelo delante de la webcam para enseñar al mundo cómo lo hacen y leyendo toda clase de opiniones. Miles de minutos y neuronas perdidos. ¿Y para qué? PARA NADA. Porque dos semanas después seguía sin saber si quería gastarme la pasta, si quería una plancha o si ni siquiera quería cortarme el pelo.
Al final, justo antes de darme por vencida y esquilarme cual oveja merina, conseguí un momento de lucidez.
A ver, las GHD es verdad que son de buena calidad, pero ¿tienen algo maravilloso y fantástico que realmente no pueda ofrecerte otra plancha? NO. Así que hice una especie de lista de lo que quería de verdad en mi plancha: placas de cerámica o de titanio, basculantes, con cierto ancho, que no pese mucho, que sea de verdad profesional para peluquería, blablablá. Y encontré montones. Y todas mucho más baratas que las GHD, por cierto. Porque las GHD son buenas, repito, pero tienen mucha parafernalia alrededor, mucho marketing, mucho diseño, mucho bolso bonísimo, mucha caja estupenda… mucha cosa que no vale para nada más que para aumentar el precio una barbaridad.
Por suerte, y tras mucho, mucho rebuscar de nuevo por páginas de artículos de peluquería y tal, encontré la que por fin me enamoró del todo, cumplía todos los requisitos del mundo y algunos más, como que se puede regular la temperatura, cosa que extrañamente no hacen las GHD.
Total, que tras encargarla, pagarla y hablar con el responsable del tema, que fue súper amable y me facilitó muchísimo las cosas y me ahorró los gastos de envío (eran gratis a partir de 50€ y mi plancha costaba 49,99), me ha llegado hoy. Y con unas muestras de regalo súper chulas. Ya os contaré qué tal me va porque aún no la he estrenado. Qué gusto cuando te tratan bien, te ayudan y las cosas salen así de redondas, coño. Si queréis algún artículo de peluquería, me lo decís y os doy la página, son majísimos y tienen muy buenas ofertas.
Total, que igual muy importante no es, pero estoy contenta. Y eso sí lo es, así que mira, lo que se va por lo que se viene.


lunes, 24 de febrero de 2014

Risas absurdas

El otro día en mi polémica lista de cosas que no me molan, dije que no me reía con los programas de humor. Curiosamente en lo últimos tres días me han pasado cosas que me han hecho pensar que sufro alguna enfermedad extraña que me hace reírme de lo que no tiene gracia y quedarme con cara de póker ante las cosas supuestamente risibles.
Como me decía Abisal, yo hace unos años me sentía fatal por no “entender” a los de la Hora Chanante. Al Ross le hacían muchísima gracia, y como es tan inteligente, yo pensaba que era porque yo soy estúpida y no lo pillaba. El colmo llegó cuando viéndolo juntos un día le dije “pero, qué gracia tiene cuando se supone que imitan a alguien si le caracterizan fatal, hacen el ridículo y hablan todos igual como con acento paleto.” El Ross me miró asombradísimo. “¡¡Pero si eso es lo gracioso!!” Vale, pues no, no lo entiendo. Y no lo voy a entender nunca.
Por supuesto tampoco me hizo gracia nunca Chiquito de la Calzada, ni Cruz y Raya, ni ninguna de esa gente. A veces sí me ha hecho sonreír Tricicle o algunos monólogos, pero sin grandes risas.
Y diréis, pues qué sosa la tía. Quizás sí sea una sosa para muchas cosas, pero el caso es que yo me río mucho y muy escandalosamente, por cierto. Ahora bien, igual me río de lo que no debo, no lo sé. Para que os hagáis una idea de las chorradas que me hacen gracia, os voy a contar varios casos que han pasado en los últimos días, todos relacionados con cosas que he visto por Internet. Bendita red de mierdas esta.
Ejemplo uno: el otro día estaba buscando una enfermedad mental porque salió una cosa en un capítulo de House y si no me acuerdo de algo que sé, me rayo y no duermo. Pues encontré un listado y había otra enfermedad que me hizo reír a carcajadas como una psicópata a las dos de la mañana. Lo que decía era esto (copio y pego): Síndrome de la Mano Ajena. Es una patología en la que el sujeto tiene la sensación que una de sus manos opera por sí sola, como si obedeciera a una fuerza desconocida. Muchas veces la mano trata de incomodarle, se enfrenta a su otra mano, o realiza maniobras complejas. Lo que sucede en realidad es que está alterada la comunicación entre los dos hemisferios cerebrales debido a alguna cirugía, golpes o infecciones en la cabeza. Uno de los casos más curiosos de ésta patología afectó a un hombre de 73 años cuya mano cobraba vida y empezaba a masturbarlo sin poderla reprimir.
Lo leo y vuelvo a reírme. Y puede que si alguien lo padece no le haga gracia alguna, pero a mí la idea de una mano poseída que hace lo que quiere por su cuenta me descojona. Imaginaos la situación, seguro que muchos se sienten identificados con la idea de una fuerza que les empuja a masturbarse sin cesar. Pero fuera de cochinadas, ¿no os hace gracia? ¿No? ¿Soy la única? Jo.
Ejemplo dos: estaba buscando cosas relacionadas con planchas del pelo. Estoy pensando comprarme una y estoy bastante encaprichada de las GHD, pero son caras como un demonio. Saltando de página en página y de aquí para allá terminé en una de anuncios de gente que vende cosas. A pesar de poner claramente que buscaba planchas de pelo, di con toda clase de cosas desconcertantes. Desde gente que vende su pelo (sí, su pelo, su pelo humano cortado y vendido) hasta gente que vende el traje de boda o de comunión especificando que sólo está usado una vez el día del evento, como si los demás nos paseáramos vestidos de merengue por la calle. Muy reseñable el de un tío que vendía de todo, planchas para el pelo, ropa, calefactores y Biblias. Así tal cual, todo al montón. Escribí varios tuits al respecto con el correspondiente cachondeo. Y me reí a pleno pulmón, lo reconozco.
Ejemplo tres: no sé qué puñetas estaba buscando en este caso, pero terminé en un foro de esos donde la gente que no sabe escribir tiene dudas existenciales, y otros que escriben peor aún se las resuelven. Una mina, desde luego. Ahí casi todo es risible a pesar de que la gente cuenta sus problemas y a ellos no les harán tanta gracia. Seré una desalmada, pero hay “problemas” que es imposible tomarse en serio. Y estaba yo ahí, riéndome de las “desgracias” ajenas tales como: tengo el pene demasiado grande y no sé qué hacer, mi esposo quiere que se la chupe pero no se lava y huele mal, a veces tengo deseos sexuales hacia mi vecina anciana, tengo 23 años soy virgen y me gustan las artes marciales (WTF!) cuando me encuentro con una que decía “estoy acomplejada porque mi cabeza es muy grande, la he medido y mide 60 cm, pero yo sólo mido 1,53, así que creo que es desproporcionada a mi tamaño y quizás por eso no crecí más”. Por supuesto, omito los errores ortográficos que hacían pensar que aunque la mujer tenía la cabeza grande, no la tenía muy llena de sabiduría.  Y entre carcajadas de loca en mitad de la madrugada, me dio por pensar en cuánto medirá mi cabeza. Que igual es enorme y no lo sé, oye. Por que suena a tontería, pero ¿cuánto os mide a vosotros la cabeza? ¿Os la habéis medido alguna vez? ¿Cuánto debería medir para ser normal? ¿A partir de qué tamaño impide tu crecimiento?

En fin, que igual soy una tía rara, tengo gustos raros y me río de cosas raras. Pero me río y mucho. No creo que todo el mundo pueda decir eso. Así que mira, por una vez aunque sea, bendita locura la mía. 

jueves, 20 de febrero de 2014

Listado de cosas que NO

Bueno, voy a haceros caso. Y ya podéis tenerlo en cuenta, porque yo no hago caso a nadie. Nunca. Y así me va, claro. Que basta que me digan una cosa para que haga la contraria. Menos esta vez, que me habéis pedido la lista de cosas que odio y voy y la hago. Eso sí, la hago así como por encima y luego elegís sobre las que queréis que me extienda. No vaya a enrollarme con las que no os interesen una mierda.

1.      Odio a Lorca. Me parece un poeta pésimo (las obras de teatro, que las he leído todas, sólo regular) y creo que si no le hubieran rodeado circunstancias trágicas, no sería tan famoso ni le darían tanto bombo.
2.      No veo telecinco, ni realitis, ni programas de gente de canta o baila, ni cosas de niños en la tele porque soy muy sensible a la vergüenza ajena y lo paso francamente mal. Pero físicamente mal. Y muchos me diréis que os pasa lo mismo, pero a la gente le debe de gustar cuando tiene tanta audiencia. Amos, digo yo.
3.      No me gusta que me regalen joyas ni cosas caras, es superior a mis fuerzas. No llevo bien ni que me paguen una cocacola, la verdad.
4.      Odio los momentos románticos, me ponen tensa y suelto paridas para rebajar la tensión, así que terminan siendo un desastre.
5.      No me interesa ni me gusta la cultura oriental. Ni el zen, ni el rollo samurai, ni las geishas, ni el shushi, ni el manga, ni la filosofía ni nada de nada. No me gusta ni Heidi, vamos.
6.      No me gusta que me cocinen cosas, ni que me lleven el desayuno a la cama, ni que me traigan cosas de comer que no sé de dónde vienen o cómo se han hecho. Hay muy pocas personas de quien yo coma lo que cocinan. Y por eso tampoco me gusta salir a restaurantes y sólo lo hago por obligación.
7.      No me mola nada que me regalen flores. Son una parte mutilada de un ser vivo que va a pudrirse ante mis impotentes ojos. Mal.
8.      No me gustó nada Toy Story. Me parece una historia muy floja con un argumento muy tonto. La dos no la he visto, pero la uno y la tres me parecieron muy, muy pobres. Sin embargo, me encanta la animación en general.
9.      No soporto el olor de vainilla porque me empacha, ni el de coco porque me parece olor de puta.
10.   No me río nada con los programas de humor. Yo que soy de risa fácil y de carcajada por todo, me aburro soberanamente con el humor televisivo. Y ni os hablo de los tontos de la hora chanante (o muchachada nui o museo coconut o como se llamen ahora) me parecen lo menos gracioso de la historia de las cosas no graciosas.

Y bueno, creo que con diez cosas ya he quedado bastante como bicho raro. Espero que alguna al menos la entendáis e incluso la compartáis. Me sentiré menos sola, la verdad. Y si no, como siempre repito, son sólo opiniones, que yo no tengo verdades absolutas sobre nada en la vida.
Si queréis que explique alguna más profundamente o que hable sobre cualquier otra cosa, ya sabéis que siempre estoy abierta a sugerencias… aunque al final haga lo que quiera, claro. Pero intentaré hacer caso y cumplir vuestras peticiones.


martes, 18 de febrero de 2014

Erizos y principitos

Me gustan los erizos. Serían un animalillo terriblemente vulnerable de no ser por sus espinas. Al fin y al cabo, no son rápidos, ni muy listos, no tienen una vista ni un olfato espacialmente privilegiados. No trepan, no se camuflan, no pueden huir si algo les ataca. Pero tienen sus espinas. Y a ver quién se mete con ellas. Ja. Punto para los erizos.
Digamos que yo soy un poco así. No soy una persona con casi ninguna cualidad especial, pero tengo mis propios pinchos. Y gracias a ellos, la gente, la vida, las circunstancias, no pueden conmigo. Generalmente, no llegan ni a hacerme daño. Mi frágil cuerpecillo está bien protegido.
El problema es que a veces la gente interpreta esto como que eres un insensible y que se te puede tratar a patadas porque las cosas no te duelen. Y no. Que no me pase la vida llorando no significa que no tenga penas, que no me pase la vida amargada no significa que no se me atraganten cosas, que no me pase la vida dando pena y sacando mi terrible pasado al aire no significa que no lo tenga. Sólo significa que yo soy más que eso. No soy una niña blandengue de cuento de hadas. Yo soy un erizo, que mola mucho más.
Quizás por esto entre otras cosas, no me gustan las cosas ni las personas excesivamente “blanditas”. No me gustan las historias que van deliberadamente a hacerte saltar la lágrima. No me gustan las personas que a todo ponen carita de pena y se hacen las heridas de muerte. No me gustan los cuentos para niños donde todo es un drama. No me gusta que me den la vuelta a las espinas, encuentren mi tripita desprotegida y me la toquen.
Y por eso, entre otras cosas también, no me gusta El Principito. Lo dije el otro día en Twitter, pero por suerte lo dije muy tarde y sólo me leyeron un par de personas. Una estaba de acuerdo conmigo, gracias a dios, pensaba que era la única. Y la otra, mi querida Abisal, no dejó de hablarme porque quiere mucho a Ron y no le quedó más remedio que perdonarme. Pero.
Y diréis, pero cómo no te gusta El Principito, mujer, con su zorro y su rosa y sus rizos rubios y su inocencia y blablablá. Pues precisamente por todo eso. Me parece una ristra de tópicos y obviedades contadas desde la ñoñería y la sensiblería barata. Si hasta el nombre es moñas, joder. Que igual soy yo que no lo he entendido, ¿eh? Que igual soy yo, que soy un bicho raro, que soy una insensible, que soy una burra, que en vez de ser una chica normal me creo erizo. Pero me parece la moñez más sobrevalorada de la historia. Y ya que no es cuento para niños, no entiendo porqué está contado desde ese punto de vista tan cursi y memo, envuelto en una empalagosa capa de miel. Si precisamente lo bueno de hacerse adulto es que dejan de edulcorarte las cosas y que aprendes que lloriqueando no se llega a ninguna parte. Si lo bueno de hacerse adulto es poder decir burradas y liarse a hostias cuando hace falta. Si lo bueno de hacerse adulto es poder dejar las espinas al aire y que te la pele si alguien se pincha por tocar donde no debe.
De todos modos, reconozco mi aversión a los libros estos que yo llamo de autoayuda encubierta, así como a los que pretenden ser para adultos, pero disfrazados de cuentos para niños. Que al final para mi gusto, no son ni chicha ni limoná. Me da la sensación con ellos de que me están tratando como si fuera gilipollas y eso es lo que más me enfada del mundo. Me pasó también con El caballero de la armadura oxidada. Semejante soplapollez no he visto en mi vida. Y me lo regalaron dos veces. Dos. Qué imagen tan chunga debe tener la gente de mí, joder.

En cualquier caso, si os gusta El Principito, por mí bien. Soy de la convicción de que a cada uno nos deben gustar diferentes cosas porque si no el mundo es un coñazo. Y que con tal de que la gente lea, como si son los anuncios por palabras del periódico. Pero a mí no me gusta nada, es una de las muchas cosas que se supone que le gustan a todo el mundo, pero a mí me dan por el culo. Igual un día debería hacer una lista de esas cosas estupendas que todo el mundo alaba y que a mí me producen una mueca de asco. Y así, de paso, quedarme sin seguidores, sin lectores, sin amigos y sin nada. 
Ains. Es complicado ser un erizo. 

sábado, 15 de febrero de 2014

recuerdos pegajosos

Hay recuerdos, que aunque sean estúpidos o tengan poco valor, se quedan adheridos a ciertas canciones. Como un chicle pegajoso que pisas con tus botas nuevas y que no hay manera de quitar del todo. A cada paso, suena “chuic-chuic”. Pues hay recuerdos que a cada nota de una canción, te asaltan, a flashazos, como una película mal montada.

Otoño del 98, una tarde rojiza de domingo, un autocar de vuelta de unas convivencias. Un casco en mi oreja, otro en la suya. Mi espalda apoyada en su pecho, mi mirada perdida en la carretera. Sus labios carnosos se acercaron a mi cuello. “Sabes que en el fondo, no puedo vivir sin ti.” Chasqué la lengua. Ni de adolescente me libré del cinismo.
No era mi novio, ni mi chico. Ni siquiera nos liábamos. No le quería, porque le tenía cuando quería. Él me quería a todas horas, porque sabía que no podía tenerme. La historia de mi vida apuntando maneras.
Yo seguía mirando por la ventana. Iba envuelta en mi enorme camisa de cuadros de franela que había sido de mi padre y llevaba unas botas de montaña que hacían que pisara con más seguridad de la que tenía en realidad. Él, camiseta y deportivas. Ambos despeinados, oliendo hormonas y a campo.
Me pasaba las manos por la tripa, entrelazaba sus dedos sobre mi ombligo. Yo me dejaba caer en su pecho sin saber que iba a recordar esos minutos sin importancia toda la vida. Sé que por encima del hombro, me miraba las tetas.
Volvió a decirme que me dedicaba la canción, que lo pensara, que ojalá algún día hubiera algo entre nosotros. Yo suspiraba. Me preguntaba hasta qué punto jugaba a mi favor esa extraña atracción, esa capacidad de jugar con el sexo opuesto si me lo proponía. Qué poder me otorgaba aquello que aún no controlaba, qué consecuencias tendría.
Y me arrebujaba en mi camisa de leñador que era como una capa de super héroe, me hacía pensar que estaba a salvo de todo ahí metida. Miraba mis pesadas botas de montaña que me daban la sensación de que podría patear el culo a cualquiera con ellas.
Más palabras al oído que no recuerdo, más notas de la canción. Más sensaciones a flor de piel, más desazón de no saber qué estaba pasando conmigo, de no entender porqué en unos meses había dejado de ser una niña invisible ante los chicos. Adolescencia en estado puro.
With or without you de U2.
Y siempre que la escucho, siempre, siempre, ese domingo de otoño del 98, ese autocar a la vuelta de unas convivencias. Ese cable de su oreja a la mía. Esa camisa de franela, esas botas de montaña. Esa niña de 15 años asustada ente su desconocido y apabullante poder recién descubierto. Esas tetas recién salidas que aún no sabía que eran un imán de capullos. Ese momento que creí intrascendente y que sin embargo, no puedo despegarme de la memoria.

With or without you de U2, él y yo. Hace década y media. Ya no queda nada, ni de quién era yo, ni de quién era él, ni de lo que nunca llegó a haber entre nosotros. Sólo la canción y el recuerdo adherido, como el chicle pegajoso en la suela del zapato. 

martes, 11 de febrero de 2014

amo a los mecánicos gratis

Hace poco os conté que me había enamorado de Ojosdepez porque me había rellenado el líquido de frenos gratis. Bueno, pues que se joda Ojosdepez, ahora tiene que compartir mi amor con otro mecánico. Y diréis, claro, lo has cambiado por uno como el de la foto, así todo buenorro y desnudo y untado en grasa. Pues claro que no, no seáis superficiales, joder. Es uno que me ha arreglado otra cosa gratis.
El asunto empezó ayer por la noche. Volvía de dar un paseo para ver si me bajaba un poco el estrés y de paso comprarme tortitas de azúcar y chocolate, cuando pensé en coger unas cosas del maletero del coche. Es lo que tiene vivir sola, que a veces no puedes con toda la compra del tirón y me da una pereza de muerte bajar mil veces. Así que abrí la cerradura de mi coche, porque el mando a distancia se rompió hace eones. Y la cerradura del copiloto no funciona porque cuando me lo abrieron hace dos años lo arreglé cutremente con patex y… vale, mi coche es una tartana, ¿alguien quiere regalarme uno nuevo? Ea, pues eso. El problema es que cuando fui al maletero noté algo raro. Como que al darle a la manija no hacía clac. Y se abrió con una facilidad pasmosa. Saqué mis restos de la compra y bajé la puerta. Pero no hizo clac tampoco ahí. Tiré de ella. Efectivamente, abierta. Volví a pegar el portazo por si acaso más fuerte. Nada. No clac. Por qué, joder, por qué no clac. Empecé a cagarme en la puta de oros y comprobé que la manivela no movía el enganche que tiene que hacer clac y cerrarse, así estuviera abierto o cerrado el coche, la puerta trasera seguía estando postiza. Me cagué en muchas otras cosas y le di una patada a una de las ruedas traseras.
Como soy un poco tremendista y muy pobre, siempre me pongo en lo peor con estos temas. Así que me pasé toda la noche dándole vueltas. Seguro que me roban el coche, seguro que alguien me ha visto en medio de mi desierta calle y sabe que no está cerrado. Y en el mejor de los casos de que el coche siga ahí mañana, seguro que hay que cambiar mil cosas. Seguro que un mecanismo de cerradura nuevo es caro de cojones. O no se puede arreglar y tengo que cambiar el portón entero. Y eso sí es caro, oh dios, muy caro. Así que en cualquiera de los dos casos me voy a quedar sin coche. Sí, definitivamente, ya no tengo coche. Tendré que ir andando a todas partes. Y en autobús. Y lo que es peor ¡¡en metro!! No, no puedo ir en metro. Tendré que buscar algún otro medio de transporte. ¿cómo iba antes la gente a los sitios? ¿qué puedo hacer? Piensa Naar, piensa, eres una chica lista, seguro que se te ocurre algo.
Entonces me acordé de los chinos esos que te llevan en una especie de sillita de ruedas y ellos tiran de ti. Molaría mucho una de esas. Sólo necesito un chino que quiera llevarme. No, un chino no, que es poco humanitario y tal. Oye, ¿y un animal? De pequeña me montaba el dóberman de una amiga de mis padres como si fuera un caballo y me llevaba. Quizás un animal que tire de la sillita. Un burro o algo así…. Hummmm… genial, Naar, acabas de inventar el carro. Además, a ver dónde meto yo un burro.
Total, que no pegué ojo en toda la noche. Y esta mañana me desperté y salí disparada como un resorte para ir al taller y morir allí mismo por ausencia de coche, de chino y de burro. Ojosdepez no me lo podía arreglar porque él es cirujano de coches, lo que hace es hurgar en sus tripas, motores y esas cosas. Pero al lado está el taller de este otro tipo que es bien majo y simpático y apañao y se dedica a cosas de chapa. Ya me ha arreglado un par de cosas, así que cuando llego me saluda todo contento. Le cuento lo que pasa y sin dejar de sonreír (tiene la ventaja de que sonríe más y charla menos que Ojosdepez), hurga un poco en el mecanismo de la cerradura, le pega dos mazazos a la parte de abajo del maletero, comprueba un par de veces y me dice que ya está, todo listo, que me habrán dado un golpe y que se habría desajustado un poco. Omito el que yo aparco de oído y siempre me estoy dando leches por delante y por detrás y sonrío con cara de inocente.

-         Bueno, pues muchísimas gracias, ya me temía yo algo mucho peor. ¿qué te debo?
-         Huy, no, nada, nada.
-         No, hombre no, dime qué te debo, que el trabajo hay que pagarlo. – una es pobre pero honrá. Sobretodo honrá.
-         Nada, de verdad, si ha sido un segundo. Con que vuelvas si te pasa algo me vale.


Genial, voy a ver si encuentro también un parquetista gratis, un pintor gratis, un albañil gratis y un criado gratis y empiezo a tener la casa como la de las revistas. De paso también busco masajista gratis, estilista gratis, maquilladora gratis, peluquera gratis y demás cosas gratis. Voy a empezar a vivir como me merezco pero no puedo permitirme, hombre ya. Y un chino gratis para que me lleve en carrito cuando me apetezca. Y un burro, siempre quise tener un burro. Eso sí, gratis.

domingo, 9 de febrero de 2014

¡Premio!

Bueno, dado el poder de alarmar a la gente que al parecer tengo, debería explotarlo y hacerme agitadora profesional. O bien tratar de mejorarlo antes de que me tomen por terrorista y me aporreen unos cuantos antidisturbios, que tal y como están las cosas no sería extraño. En fin, que el otro día necesitaba desahogarme un poco y agradezco en el alma todas las muestras de cariño, los mails, los wasap, las llamadas y todos los mensajes, que han sido muchos y muy efusivos, pero os aseguro que estoy bien. Sólo era dejar de escapar un poco de presión cual olla repleta de garbanzos. Pero ya está, pasemos página.


Mi querida Eva de OpinionesIncorrectas me otorga este premio. Y tan bien, oyes, que siempre llena de orgullo y satisfacción como dijo alguien. Así que lo recojo encantada, respondo a las preguntas y feliz de la vida. Sabéis que tengo por norma no entregarlos a personas concretas ni añadir yo preguntas y tal, así que esa parte me la ahorro y estáis todos premiados como siempre.


  1. ¿Cuál es tu color favorito? Supongo que el rojo, pero voy un poco por rachas.
  2. ¿Qué país te gustaría conocer? De Europa casi cualquiera, aunque tengo especial fijación con viajar a Escocia.
  3. ¿Cuánto tiempo le dedicas al blog? No lo sé, va por rachas, por días… en escribir no tardo mucho, tengo la idea, la escribo y la publico, pimpam, sin pensar. Y así me va, claro. En leer invierto más, un rato cada noche, depende de cuanto publiquéis.
  4. ¿Qué es lo que más valoras en otra persona? La lealtad.
  5. ¿Que sueño te gustaría que se convirtiera en realidad? Tener un trabajo que me permita tener una independencia económica desahogada. Ni más ni menos. No pido ser rica o que me toque la lotería, no pido cosas extrañas, sólo un trabajo. A esto hemos llegado. Aunque por soñar… se podrían soñar muchas cosas.
  6. ¿Cuántos hijos quieres tener? Ninguno. Así, tal cual, NINGUNO. Ahora bien, si por un error, un agujero negro, un bucle de espacio-tiempo o algo así tuviera uno, no lo dejaría solo. Ser hijo único es una putada, os lo digo yo. No tengáis hijos únicos, no les hagáis eso.
  7. ¿Sabes lo que significa "dindi imak"? No, pero cuando yo era profe de nenes árabes decían algo como dabun imak que era algo así como “el coño de tu madre” o “me cago en tu madre” o algo semejante. Así que deduzco que es un insulto.
  8. ¿Qué idioma te gustaría hablar con fluidez?  ¡Todos! Hablar idiomas es algo fantástico, te abre puertas y te permite comunicarte, ojalá tuviéramos el don de hablarlos todos con facilidad.
  9. ¿A qué país no irías ni aunque te pagaran el viaje y el hotel? Pues a muchos, francamente, procuro no viajar para pasarlo mal y hay muchos lugares donde sería lo que haría. Así a primera idea, no me interesa nada Oriente, ni China, ni Vietnam ni nada de eso… y desde luego a Japón creo que ni aunque me pagaran ellos a mí por ir. Bueno, si me pagaran mucho igual sí, pero tendría que ser mucho de verdad. 
  10. ¿Cada cuánto te lavas el pelo? Pues generalmente dos veces a la semana porque no se me ensucia apenas y si me lo lavo mucho se me irrita la cabeza, pero a veces se dan cosas y me lo lavo más,  o en verano con el calor que apetece tener la cabeza mojada a todas horas… no es algo en lo que sea especialmente estricta.

Repito que está premiado todo el mundo, si no sabéis que publicar, pues os lleváis las preguntitas y hala, un post resuelto.
Y de nuevo también… gracias. Sabéis de sobra por qué. 

sábado, 8 de febrero de 2014

ahogada

No soy una persona que se dé por vencida ni que se hunda fácilmente. Si lleváis aquí más de tres post, lo sabéis de sobra. No soy de quejarme ni de lloriquear. Ni siquiera soy de buscar aprobación o caricias en el lomo. Pero hay veces que ya estoy cansada de llevar el peso del mundo a mis espaldas y que creo que me merezco un respiro… pero hay veces (algunas, no todas) que el mundo se empeña en negármelo. Y que me siento ahogada, asfixiada, aplastada. Que me siento por debajo del nivel de la tierra que pisan los demás.
Últimamente, por varias razones que no vienen al caso me siento así. Bajo una presión constante que no sale por ningún sitio y que me oprime desde dentro, desde fuera y me estruja las costillas. Soy una olla a presión sin válvula de escape.
En las últimas semanas he tratado de hacer dos planes para desahogarme, respirar y coger fuerzas de nuevo. Pero ambos han fracasado. Quizás porque soy demasiado responsable, demasiado racional, demasiado consecuente con unos principios que yo misma me impongo. Pero el caso es ese, que me doy de cabezazos contra un muro de piedra. Y duele.
Primero quise organizar una quedada con mis blogguers queridas por mi cumple. Me hacía mucha ilusión tener un cumpleaños feliz, verlas antes del aún lejano verano. Pero luego lo pensé fríamente. No hay dinero ni tiempo, es casi imposible mover a gente de toda España para un fin de semana por un capricho. Qué más da, un cumpleaños triste más no va a cambiar mi vida.
Luego Reichel y Pelirroja me propusieron ir a Holanda con ellas a pasar unos días. Ellas viven y trabajan allí desde hace años, por lo que el alojamiento sería gratis y con la ventaja de ir con quien ya conoce la ciudad. Y me pareció una idea estupenda, las tres de aventura y poder conocer un sitio nuevo. Pero mi economía es muy limitada y ellas tienen las fechas muy justas, así que tenía que ser en días y horas concretos. Y cada día que he intentado sacar el billete han surgido miles de problemas añadidos a las subidas de precio. Así que finalmente he tenido que desistir. Qué más da, un año más sin hacer un viaje importante o sin tener una aventura no va a cambiar mi vida.
Y aquí sigo, atada a una ciudad que a veces aborrezco, a una vida que a veces me coge del cuello y aprieta hasta dejarme sin aire. Aquí sigo, cargando con un peso con el que hay días que me cuesta moverme.
Y sé que podría mandar muchas cosas al carajo, que soy la primera que dice que uno vive lo que quiere, que puedes cambiar las cosas si te lo propones. Pero heriría a mucha gente a mi alrededor y no me gusta la idea. De nuevo mi absurdo sentido de la responsabilidad, del deber, de lo correcto. De nuevo la parte racional que me hace pensar las cosas dos veces, que me hace darme cuenta que mis bocanadas de aire no deben implicar a terceros, que las cosas no se deben conseguir a toda costa. Y que ser tan egoísta como a veces me apetece ser puede tener feas consecuencias.

Así que me jodo, que básicamente es una de las grandes lecciones que te enseña la vida: que con frecuencia hay que joderse. Que no eres el ombligo del mundo, que no puedes comportarte como una cría cuando ya no lo eres. Que aunque no tengas aire ni para respirar, hay gente que necesita que sonrías, que estés ahí, que pongas ánimos y buena cara. Y lo haces, qué remedio. No queda otra, no hay opciones. Tienes que joderte y tirar pa´lante. No hay otra. 

martes, 4 de febrero de 2014

limpiaparabrisas VS paciencia

Digamos que entre mis muchas virtudes (ejem) no se encuentra la paciencia. Ni la constancia, ni la… hum. Lo que sea. El caso es que no soy una persona paciente. Pero nada de nada. Yo necesito hacer las cosas YA. Un nanosegundo es demasiado si se trata de esperar.
Y llevo toda la vida escuchando a mi madre, a mi padre, a mis abuelos, a mis profesores, a mis novios y a todo petete que me rodea eso de “pero si con un poquito de paciencia…” Nunca he sabido como termina la frase, siempre me he ido antes. No pretenderían que me quedara a esperar qué iban a decir.
Total, que con las lluvias que nos asolan últimamente, me he dado cuenta de que los limpiaparabrisas de mi coche no quitaban una mierda de agua del cristal. O quizás me di cuenta el año pasado por estas fechas, pero aunque no sea paciente, tampoco soy cuidadosa. Así que lo había dejado pasar. Pero claro, ya no había manera de ver cuando llovía, con el peligro que conlleva conducir sin ver por dónde vas. Y decidí comprar unos nuevos.
Así que hoy he ido al carreflur y tras descifrar el listado de marcas de coches y al final poco menos que comprar unos al azar, me he bajado al parking. Lo que hubiera hecho una persona normal es irse a su casa, mirar un poco las instrucciones que vienen detrás y en un ratito tranquilo, bajar al coche con paciencia, algunas herramientas básicas y cambiarlos con calma. Lo que he hecho yo ha sido bajar las escaleras mecánicas abriendo el plástico de las escobillas con los dientes y abalanzarme sobre el coche como una posesa a arrancar  las viejas como fuera. Eso ha hecho saltar las pestañas de plástico por los aires mientras yo sujetaba el abrigo, las bolsas y las escobillas nuevas. Lo normal, vaya.
Parte positiva del asunto: he cambiado los limpiaparabrisas en un tiempo récord.
Parte negativa del asunto: me he mojado, manchado, roto una uña y me sobran un par de piezas.
El caso es que he salido a la calle con mis flamantes escobillas nuevas, dispuesta a hacer frente a toda lluvia, nieve o temporal que se precie. Toda ilusionada que iba yo saliendo del parking, deseando probar mi nueva fuerza antilluvia. Y nada. Estaba saliendo el sol. Tres putos días lloviendo y de repente estaba saliendo el sol. Así que me encontraba como la armada invencible, luchando contra los elementos que no parecían dispuestos a colaborar. Pero no pasa nada. Si pensabais que Naar iba a esperar pacientemente a que lloviera para probar su obra de ingeniería de cambio de escobillas, estáis equivocados. El asunto se arregla pegando un chufletazo de ese para limpiar el parabrisas. Y qué maravilla, qué prodigio, qué cosa tan asombrosa ver a través de unos cristales, oye. Porque vosotros pensáis que habéis visto cristales limpios y transparentes… pero NO. No hay nada comparado con los míos. Eso o que antes estaban muy, muy mal. Pero ese no es el asunto.

Conclusión de la historia, no tengo paciencia pero tengo escobillas nuevas. Algunos clientes del carreflur que me han visto forcejear con ellas mientras hablaba lenguas muertas creen que estoy loca, pero ahora veo asombrosamente bien a través de mi parabrisas. De momento, voy ganando. 

sábado, 1 de febrero de 2014

Un voto, arfavó.

No pensaba hacerlo, pero al final he picado... me he inscrito en los premios 20blogs y si os digo la verdad, no sé para qué. Pero bueno, ya que estoy, pues molaría que me votarais y eso. Sólo tenéis que pinchar aquí y darme todas las estrellitas que queráis. Y si no, pues nada, oyes. Que no se acaba aquí el mundo. Pero que molaría, pues sí.
Así que sed majos y votadme, que sólo os lleva unos minutillos y me haréis bastante feliz. Amos, coño, un votillo arfavó, hombre ya!

Os pongo el enlace otra vez, por si acaso.

http://lablogoteca.20minutos.es/tirando-palante-35509

Editado: os pongo un botón al lado ahí al lado derecho de la pantalla para que me votéis, no me digáis que es complicado porque os lo estoy dando ya mascadito... así que venga, no me obliguéis a mendigar!!