jueves, 29 de mayo de 2014

Cuidado!!

Estoy con la regla. Y eso es malo. No para mí, que también. Es malo, así en general, malo para el mundo.
Hace un par de días me levanté después de haber dormido tres horas. Duermo  fatal cuando estoy con la regla porque me duele todo, estoy hinchada como un globo, tengo calor, tengo frío, tengo calor, mucho calor, muero de calor, me destapo, me quedo helada, me tapo, sudo. Y doy vueltas a las cosas, me pongo nerviosa, me agobio, me como las uñas, me agobio más, pienso en lo que no debo, me destapo de nuevo, doy vueltas, pego patadas, despierto al gato… Soy un una maravilla, un remanso de paz.
Total, que me levanté ojerosa y malhumorada, sin ganas de vivir. Y yo cuando no tengo ganas de vivir, hago cosas de bricolaje o limpio compulsivamente en rincones absurdos, obsesionada por encontrar arañas enormes agazapadas, esperando su oportunidad de comerme.
Dicho todo esto, me estoy empezando a preguntar cómo puedo estar soltera, si soy una joya.
El caso es que después de limpiar el mueble nuevo que había montado el día anterior con el Ross y rellenarlo con las cosas que había en la estantería antigua, reordenar las otras estanterías y limpiarlas a fondo en busca de las arañas que nunca encuentro, me quedé mirando la estantería que me sobraba. Agarré  mi sierra de calar y la corté por la mitad. Así, sin pensarlo dos veces, entre contracciones menstruales, sofocos menopáusicos y locuras transitorias hormonales, convertí una estantería alta en dos medianas.

Ayer me levanté algo mejor, pero por la tarde me aburría y decidí limpiar el mueble grande del salón por dentro (otra vez) y ordenarlo mejor. Lo saqué todo, lo ordené en cajas y bolsas etiquetadas. Reordené y seleccioné la ropa. Usé una de las partes de estantería para hacer un zapatero de lo más apañado. Fregué todas las copas y los vasos que tengo y los coloqué en la vitrina nueva. Cambié las cazuelas de sitio. Le grité al Niño Chico por algo que ni recuerdo (lo dicho, soy una joyita)  y volví a agarrar mi sierra de calar para recortar un poco más el otro cacho de estantería y convertirla en un mueble para la entrada.
Pero, oh, desgracia, oh, infortunio, mi sierra ha muerto. Contando con que me costó 7 euros y que he serrado todo lo que se me ha puesto por delante en las últimas semanas, no es una sorpresa… pero oye, es un fastidio. Además que huele a chamuscado y sale humillo, por lo que deduzco que igual no vuelve a funcionar nunca. Pensé en llamar al Niño Chico y volver a gritarle, pero pensé que igual no estaba por la labor. Así que recurrí a mi otro hombre para casi todo.

-         ¡¡Ross!! ¿tienes sierra de calar en el curro?
-         Yo qué sé… sí.
-         Traémela mañana.
-         ¿Mañana? Jo, me viene fatal porque…
-         ¡¡Mañana!!
-         Pero es que entreno por la tarde y …
-         ¡Ross! ¡Ma-ña-na!
-         Pero es que el viernes es el torneo de rugby y tengo que ir cargado al curro con un montón de cosas como para encima llevar la sierra…
-         ¿Te estoy preguntando? ¡La quiero mañana!
-         ¿Sigues con la regla?
-         ¡¡¡Eso no tiene nada que ver!!!
-         Vale, mañana te la llevo, pero ten cuidado, que es bastante potente y tú estás un poco… así como… desquiciada.
-         ¿¿Quién?? ¿Yo? ¡¡¡¡Joder, Rooooooss!!!!
-         Bueno, hala, que te dejo, que tengo cosas que hacer. Recuérdame mañana lo de la sierra. Un beso.

El pobre después de 15 años ya me conoce y es inmune a mi ira. Y sabe que cualquier cosa que haga o diga será utilizada en su contra. Y estaré armada con una sierra eléctrica.

En fin, por si acaso, manteneos alejados de mí. Mucho. Ya os avisaré cuando mis hormonas vuelvan a norm… cuando el Ross se lleve de nuevo la sierra y ya no sea tan peligrosa.

domingo, 25 de mayo de 2014

Hablo de lo que no hablo

Cualquiera que me conozca ya lo más mínimo sabe que lo que digo es porque lo pienso. Eso no significa que diga todo lo que pienso. No me gusta la gente que presume tanto de ser sincera y que se escuda en ello para ser una borde y una maleducada. Hay un filtro estupendo antes de abrir la bocaza que es el cerebro y discierne (o debería discernir) lo que hay que decir de lo que realmente sobra.
Por eso hay cosas de las que prefiero callar o al menos ser discreta. Y más en días como hoy. Por ejemplo:
Que me alegro de que el Madrid haya ganado la Champions. Pues sí, me alegro, pero con matices. Hubo cosas que no me gustaron y creo que el Atleti fue un rival más que digno. Y creo que el que yo me alegre de una victoria de mi equipo no me justifica para humillar o insultar a personas que sean de otro. Me sienta como una patada cuando gana el Barcelona o cualquier otro y lo primero que hacen es decir “merengones hijos de puta” y de ahí para arriba. Oiga, alégrese de lo suyo y déjenos tranquilos a los demás. No veo necesario hacer sangre del contrario para sentirse más grande. Y por supuesto yo no lo voy a hacer ni ahora ni nunca.
Que me la pelan las elecciones europeas. Pues sí, me la pelan mucho. Y estoy hasta el coñísimo de los que te ponen a parir si no votas. Lo dije una vez y no me voy a recrear demasiado en ello, pero el derecho al voto es por propia definición, derecho, no obligación. Y que yo pelearía y me dejaría la vida defendiendo ese derecho, por supuesto. Porque creo en la libertad por encima de todas las cosas. El problema empieza cuando esas libertades se imponen, porque pierden todo el sentido. Que ellos dicen que la política se aprovecha de quien no vota, pero yo creo justo lo contrario. Si no votara nadie, pero nadie, se les caía el chiringuito. Total, que yo defiendo el derecho al voto, y me parece estupendo quien lo haga, pero que me dejen tranquila y dejen de atosigarme y de darme charlas moralistas porque me las paso por el forro de las bragas.


Y así podría decir unas cuantas cosas más. Porque al parecer hoy es el día de tener que callarme ciertas cosas en pos de la buena educación. Pero me hastía el asunto y llega un punto en el que salto por cualquier sitio. Que yo suelo ser educada, poco extremista y respetuosa… pero que tampoco se me busquen las cosquillas no vaya a ser que se me encuentren. Coño, que no se me toquen las palmas que me conozco.

martes, 20 de mayo de 2014

Packlink: para enviarme cositas!!

Esto del Internet y del blog tiene sus ventajas. Una de ellas es que conoces a un montón de gente maja. Pero tiene sus inconvenientes. Y uno de ellos es que toda esa gente maja que has conocido a veces vive muy lejos de ti.
Yo por ejemplo, vivo en Madrid. Que mira que hay gente en Madrid, ¿eh? Bueno, pues creo que sólo tengo una amiga del blog aquí. El resto, todo el mundo a tomar por saco. Que si Barcelona, que si Granada, que si Almería, que si Galicia… incluso al churri le tengo en Sevilla.
Esto me obliga a tener que comunicarme con la gente que quiero a través de blog, de facebook, de whatsapp, de mails… de cosas altamente impersonales. Que sí, que mola, que te llegan las palabras y las cosas que te cuentan y te dan cierto calor al corazoncillo.  Pero hay veces que quieres tener detalles más especiales con ellos. Veces que quieres que reciban algo tuyo que puedan tocar, oler o incluso comer.
Os recuerdo que por mis 400 post, Abisal nos mandó cosas ricas a Ron y a mí que nos hicieron una ilusión bárbara. Debo decir que ya no queda nada más que los rantoncitos de peluche de Ron porque el resto nos las zampamos. El caso es que la sensación de abrir ese paquete fue muy especial. Igual que el pequeño paquetito con una pulsera dentro que me mandó mi niña de Almería por mi cumple. O que el precioso álbum de fotos que me envió el Niño Chico.
Yo también mandé unas cositas por Navidades a algunas personas especiales. Y muchas veces hacemos sorteos en los blog, regalamos cosas, libros, regalitos… que esto del mundo virtual está muy bien, pero oye, a veces también mola hacer las cosas un poco más reales y menos virtuales. 

Por eso, el otro día llegué a esta página: packlink.es. Y os lo cuento por si queréis seguir mandándome cosas buenas, dulces, chocolate, zapatos bonitos del 38, joyas o lo que os parezca bien. Es un comparador de paqueterías, en el que metes los datos de lo que quieres enviar y te dicen por cuánto te saldría con cada empresa. Me parece muy buena idea y puedes ahorrar un dinerillo, cosa que tal como están los tiempos viene muy requetebién. Espero que os resulte tan útil como a mí. Y que me mandéis cosas, eso también. 

miércoles, 14 de mayo de 2014

Resfriado inoportuno

Últimamente parece que me ha mirado un tuerto para los planes. Plan que hago, plan que se me chafa o como mínimo, se me complica.
Hace poco me llamó mi amiga Pelirroja y me dijo que iba a estar todo el mes de mayo en su casa de la playa. Y yo  prometí ir a verla. Primero porque me apetece mucho verla. Segundo porque es mi niña preciosa y pelirroja. Y tercero porque hace dos años que no veo el mar y tengo ganas de gorronear casa gratis.
Así que llevo dos semanas como una moto de aquí para allá para terminar ciertas cosas pendientes y poder irme tranquila el puente de san Isidro. Incluso me he comprado un sombrero monísimo de ala ancha para que no me de el sol ni de refilón y no me vuelvan a empeorar las jodidas manchas de la cara que llevo todo el invierno tratándome.
Bueno, pues voy hoy y me levanto con un resfriado de lo más inoportuno. Pensaba que era alergia… pero no lo es.
Y me iría a moquear a la playa, pero conducir cuatro o cinco horas bajo los efectos de las medicinas y llegar allí para dormirme por las esquinas no es algo apetecible.
Total… que de momento no me voy. Espero mejorarme y poder irme aunque sea el sábado y volver el martes. O lo que sea.

En fin, universo, que si lo que pretendes es que no salga nunca de Madrid pon un muro alrededor como hubo antaño. Sería una señal más clara y dejaría de perder el tiempo en hacer planes y marear a la gente.

jueves, 8 de mayo de 2014

Detectores

Últimamente con el rollo de las reformas que ando haciendo en casa y tal me ha dado un poco por pensar también en la seguridad. Que una es un poco cafre y se sube a la escalera estando sola y coge el taladro debajo del sobaco aunque esté enchufado, desoyendo por completo los consejos que me da mi abuelo.
Pero claro, hay cosas que son aún más serias que caerse de una escalera y pegarse un coscorrón o que hacerse un agujero en las costillas. Que no es que sean poca cosa, pero claro, supongamos que yo hiciera reformas gordas y volara un edificio por los aires. No es buena idea, aunque sería un buen método para acabar con mis vecinos.
Ahora en serio, hay temas que no son para tomarlos tan a broma.
Yo por ejemplo hay dos cosas que me tomo con bastante cuidado: la electricidad y el gas. Son asuntos peliagudos, porque se pueden ir de las manos con facilidad y no todo el mundo los controlamos bien. Además, las consecuencias son más graves que el culetazo desde la escalera. De un chutazo eléctrico te puedes quedar pegado. Y de un escape de gas puede morir todo el mundo que viva en una casa, o puedes hacer volar el edificio si enciendes un pitillo en el momento equivocado.
Cada año hay varios accidentes por explosiones de bombonas, de calderas o de instalaciones en mal estado, que en el mejor de los casos tienen un coste económico y material bastante alto. Y cada año muere gente por inhalación de gas debido a estufas que no hacen una buena combustión.
Lo bueno es que estas cosas tienen una buena solución si se usan los detectores adecuados, o si se contrata a un profesional que le eche un vistazo a la instalación de vez en cuando. Y desde luego, a la mínima sospecha de que algo no va bien o de que puede haber un escape o un fallo. Porque la vida nos puede ir en algo tan sencillo como un detector de gas que nos avise antes de que nos quedemos fritos respirando algo tóxico o de que montemos una bomba sin darnos cuenta.

Ojalá todos los riesgos tuvieran una solución tan fácil como un detector. Ojalá hubiera aparatitos que nos avisaran cada vez que hay un peligro cerca y así pudiéramos poner remedio antes de la tragedia. Al menos para el gas sí que los hay. 

miércoles, 7 de mayo de 2014

el negocio del siglo

Hace ya un montón de tiempo (en mi anterior arrebato bricomaníaco grave) os comenté mi idea de dedicarme a hacer pornochapuzas. Como las pornochachas pero en versión bricolaje y reparación, que limpiar no me gusta. Y no sé por qué al final desestimé la idea, porque es cojonuda.
El otro día volví a pensarlo. Estaba yo aquí en mi salón tratando de montar el mueble del ikea que he colgado encima de la tele. Era un mueble muy facilito, pero mis pobres y ridículos brazos de niña estaban ya agotados del trabajo de dos semanas pintando, limpiando, cortando tablas y lijando, y montando otras cosas. Así que apenas era capaz de atornillar con la llave allen-suputapadre.
Y empecé a sudar y a tener calor. Y empecé a quitarme ropa. Y más ropa. Y a buscar posturas extrañas para que la gravedad jugara a mi favor y pudiera apretar un poco más los tornillos strongen-suputamadre.
Conclusión, terminé subida a horcajadas en el mueble, sin más ropa que unas bragas y un sujetador que me queda pequeño mientras sudaba y jadeaba.
Si supiera gestionarlo bien, estoy segura de que estas cosas me reportarían grandes beneficios económicos.
Porque además al día siguiente vino el Ross para ayudarme a colgar el mueble en la pared. Por no hacerlo en ropa interior, me puse una camiseta de tirantes y unos pantalones anchos, viejos y feos. Erotismo cero. O eso pensaba yo, porque estaba atornillando los anclajes cuando el Ross se me quedó mirando.

-         ¿Qué haces ahí pasmado? Coge el otro destornillador y ayúdame, hombre.
-         Se te ven las pechugas.
-         No las mires y atornilla.
-         Cuando haces fuerza para apretar los tornillos se te juntan más las tetas.
-         Ross, deja mis tetas y ayúdame, coño.
-         No, no, sigue tú.

Obviamente, puse los anclajes yo solita. Luego, después de pegarle voces porque casi me rompe el papel que he puesto en la pared, me subí a la escalera para poner los tacos.

-         Oye, este pantalón se te cae. – se rió bajándomelo un poco de un lado.
-         Ross, das por culo más de lo que vales.
-         También tienes buen culo.
-         No, no lo tengo, es por estar subida a la escalera haciendo fuerza… cosa que podrías estar haciendo tú, por cierto.
-         No, no, sigue tú.

También colgué unos cuadros con idénticos resultados. Y me di cuenta de que si no fuera mi casa, podría estar cobrándole por el espectáculo.

-         Estoy empezando a pensar que mi futuro está en dedicarme a las reformas. – dije
-         Si las haces con esta camiseta, yo te contrato.
-         Pues me tenías que haber visto ayer subida al mueble sin ropa y…
-         ¡¡Contratada!!  


Vale, decido, voy a montar el negocio de las pornochapuzas. 

lunes, 5 de mayo de 2014

compañeros de viaje

Sé que no suele ser buena idea, pero la otra noche lo hice. Me puse a fisgar a gente por facebook. Empecé por ver un comentario de una antigua amiga del pueblo en el muro de Amigachica y de ahí fui pinchando de unos en otros hasta que recorrí a toda la gente de mi generación.
Todos están casados, todos tienen hijos, todos llevan la vida que se suponía que debían llevar. Ahora entiendo un poco más por qué en el pueblo se me mira con esa cara de asombro. Soy la única, pero la ÚNICA de mi edad con un ratio de más menos cinco años que sigue soltera. Y sin hijos. Y sin hacer lo que se supone que debería estar haciendo.
Lo bueno es que siempre he sido inmune a este tipo de cosas y francamente me la suda mucho.
Lo malo es que me siento un poco vieja. Veo a cierta gente con hijos poco más pequeños de lo que eran ellos cuando los conocí. Y se me agarra una cosa rara a las tripas. Veo a amigos con los que compartí bocadillos en la piscina, con los que monté en bicicleta por el monte, con los que hice guerras de globos de agua y con los que pegué saltos en la discoteca, cuidando de sus niños y me pregunto cómo el tiempo ha pasado tan deprisa.
Hace ya años que yo me descolgué de la gente de Pueblo del Sur. Yo empecé la universidad casi al tiempo que algunos de ellos se casaron. Y seguí con mi plan de juergas universitarias, viajes a la playa con amigas y novios de vaivén mientras ellos tenían hijos. Así que poco a poco fui dejando de ir tanto por allí. Cada vez compartíamos menos. Ya no había bocadillos, ni piscina, ni bicicletas, ni globos de agua.  Yo tenía una vida, ellos otra bien distinta. Cada vez nos fuimos entendiendo menos. Cada vez nos separaban más cosas de las que nos unían.
Sin embargo, hay veces que me acuerdo de cosas y sonrío. En mi cabeza aquella gente sigue teniendo doce, catorce, dieciséis años como mucho. Y aún tomamos fanta de limón en la terraza del pub, y hacemos payasadas en las escaleras al lado de la discoteca. Aún quedamos por las tardes, aún vivimos con los padres y tenemos que escondernos de ellos para fumar un pitillo en el callejón. Aún jugamos al escondite las noches de verano, aún salen nuestros abuelos a regañarnos si estamos gritando mucho cuando ya es tarde.
No me entra en la cabeza que esa gente a la que vi crecer tenga hijos que ya han hecho la comunión. No me explico cómo las hermanas pequeñas de mis amigos, a las que abracé cuando les bajó la primera regla, están casadas, embarazadas, con un bebé en los brazos. No entiendo cómo todo esto ha podido pasar.
Y sí, es parte de la vida. Esto es crecer, esto es madurar, esto es ser adulto. Supongo. Ni siquiera me da pena. Sólo un puntillo de nostalgia. Sólo me dibuja una sonrisa ver que sus niños me recuerdan tanto a ellos cuando yo los conocí.
Fue una época bonita. Casi siempre reniego de mi infancia y de la parte negativa que tuvo, pero Dios me lo compensó llevándome al sur y dándome esos compañeros de viaje. Nos reímos mucho, jugamos, nos divertimos, lloramos a veces. Bailamos hasta el amanecer, comimos churros en feria, nos besamos en la oscuridad y aprendimos juntos. Crecimos y seguimos nuestros caminos. Y ahora apenas un saludo cuando nos vemos, de años en años. Un gesto de cariño a sus hijos que me miran con el asombro de no saber apenas quién soy cuando sus padres les explican que fuimos amigos. Una mirada cómplice que nos recuerda que los veranos de los 90 eran más largos y luminosos. Una sonrisa a medias que nos da las gracias mutuamente por todos aquellos recuerdos.

Aunque cada uno nos bajáramos en una estación, fueron grandes compañeros de viaje.

jueves, 1 de mayo de 2014

Dos brazos forzudos

El Niño Chico es estupendo. Así en general, pero concretamente cuando le pides algo. Es un chaval dispuesto, colaborador y da muy poco por saco con preguntas y sugerencias que nadie pide. Total, que da gusto. Pero claro, vive en Sevilla. Y eso dificulta un poco ciertas cosas.
Como sigo inmersa en mi síndrome del “yaque”, decidí que ya que quitaba las estanterías de la pared para pintar, pues tapaba los agujeros y ponía un mueble cerrado que se limpia más fácilmente.
Así que fui al ikea a Tomarpor de abajo. Y no tenían el que yo quería. Y fui a otro ikea en Tomarpor del este. Lo compré y conseguí cargarlo en el coche y traerlo hasta mi casa Diossabecomo. Y de pronto me di cuenta de que no puedo colgarlo sola. Porque ni tengo fuerza para levantarlo por encima de mi cabeza ni tengo cuatro brazos para marcar los agujeros de  la pared y atornillar mientras lo sujeto. Que molaría mil, por cierto. Yo quiero cuatro brazos. Dos de ellos muy forzudos. 
Dado que el Niño Chico salió huyendo y está en Sevilla, tuve que buscar otra ayuda. Por desgracia los otros hombres de mi vida no suelen poner tanto de su parte. Empecé por la familia, a ver si con el rollo del amor y tal, colaba. Y llamé una tarde al despacho.

-         Papá… verás, he comprado un mueble del Ikea y…
-    ¿Quieres hablar con tu madre?
-         No, quiero hablar contigo. Quería saber si me puedes ayudar a…
-         Verás, no puedo, estoy trabajando.
-         No digo “ahora”, digo en el puente.
-         Eh… es que el viernes nos vamos a Pueblo del sur a llevar unas cosas.
-         ¿Y el sábado?
-         Estaré cansado de volver del viaje y además no sé a qué hora llegaremos.
-         ¿Y el domingo?
-         Es el día de la madre.
-         ¿Y el jueves?
-         Eh…
-         Papá, ¿estás buscando excusas?
-         Eh… sí. Bueno, no. Esto… ¿no será mejor que te ayude otra persona?
-         Vale, gracias, papá.
-         De nada, nena. Ya sabes, para lo que necesites.

Empecé a valorar la posibilidad de esperar a que el Niño Chico vuelva de Sevilla en un par de semanas o tres, pero Ron se lo está pasando bomba con la caja del mueble y mi salón está cubierto de pedacitos de cartón, así que me empieza a urgir el quitarlo del medio.
¿Siguiente opción?

-         Ross… ¿qué vas a hacer este puente?
-         Nada.
-         ¿Me ayudas a colgar un mueble?
-         Ufff… tengo que ir a ver a mi abuela, a mis padres…
-         ¡Pero si sólo es un momento!
-         … ir al centro a comprarme unos libros…
-         Ross, que es sólo ayudarme a marcar los taladros y luego sujetar mientras atornillo.
-         … Y debería seguir con mi proyecto de buscar petróleo en la Luna.
-         Te haré mayonesa para cenar a cambio.
-         Estaré allí el viernes.


Manda huevos. Preferiría que me salieran otros dos brazos mega forzudos.