miércoles, 24 de diciembre de 2014

Las Navidades molan... si quieres

Ya sé que la Navidad a veces es un rollo. Que parece la época para quejarse por antonomasia. Que todos estamos cansados, agobiados, llenos de colesterol e hiperazucarados. Sé que te gastas una pasta en regalos y en salidas y en mil cosas. Lo sé todo. Pero como yo soy de ir a la contra, hoy os voy a contar las cosas buenas.
Una de ellas son las tarjetas. Me encanta mandar y recibir cartas a mano y sólo lo hago en navidad. Escribo las tarjetas, los sobres y pongo pegatinas monas. Y escribo con rotuladores plateados y dorados, hortera todo. Me encanta. Y me duele la muñeca porque ya no escribo a mano nunca, pero es parte de la tradición. Y mola.
Mola mucho porque mis amigas del blog a las que adoro tantérrimo y que sólo veo un par de veces al año escriben por wasap que les ha llegado al fin la tarjeta. Y mandan fotos. Y vídeos haciendo la gallina, aunque no sé muy bien qué explicación tiene eso a parte de que no están bien de la cabeza. Y lo que más mola es cuando un par de gemelas dicen que no saben si sus tarjetas van a llegar porque olvidaron poner los sellos al enviarlas. Y que no se habían dado cuenta del pequeño detalle hasta que no han recibido las del resto de la gente y los han visto. Y que no sabían si seguían existiendo los buzones. Y en un día un poco feo, te pasas el tiempo riendo a carcajadas con gente tan cercana que te calienta el corazón a cientos de kilómetros. Eso mola mucho.
Mola porque con mi gente de aquí me junto para cenar. Y entre los que vieven lejos, los que viven en otros paises y los que están casados, pues es una de las pocas veces al año que nos juntamos todos sin prisas. Y como este año no hemos podido hacer el amigo invisible, hemos decidido hacer el amigo invisible mierdoso inverso, que es que cada uno lleva un regalo costroso a la cena, se meten todos en una bolsa y luego todos sacamos uno. Y a ver quién lleva la mayor de las porquerías. No queremos cosas, queremos reír, hacer el gamberro, hacernos putadillas como toda la vida. Queremos seguir siendo aquellos que se conocieron hace más de diez años y que ahora no pueden verse tanto como les gustaría. Y eso mola mucho.
Y mola, porque aún tengo abuelos que se arreglan mucho, que ponen la casa bonita, que encienden el belén y que se emocionan con las fiestas. Y eso mola.
Y mola, porque a veces la Navidad es una excusa para decir a la gente que la quieres, para hablar con amigos que el día a día no tienes apenas tiempo o para quedar con quien vive lejos. Mola mucho.
Así que, gruñid un poco si queréis, pero la navidad tiene cosas que molan. Y no son los regalos, ni los gastos, ni el comer como si no hubiera mañana. La gente mola. Sonreir mola. Y cualquier excusa o razón es buena.
Molad mucho estas fiestas. Y por si no vuelvo a escribir antes, molad mucho el Año Nuevo. Molad mucho todo el 2015.

Salud, alegría, amor, paz y esas cosas, queridos. ¡¡FELICES FIESTAS!!

lunes, 22 de diciembre de 2014

una especie de dejá vù

El otro día fui a poner una denuncia porque me han intentado robar el coche y me han reventado la cerradura. AGAIN. Que no es que tengáis un dejá vù de esos ni que yo esté chocheando y cuente lo mismo cuatro veces. No. Es que lo han vuelto a hacer. Y digo yo, ¿qué cojones creen que van a encontrar en un coche tan sumamente roñoso como el mío? Obviamente no se llevaron nada porque no había nada. Que un poco más y me dejan un par de euros en el salpicadero para que lo lleve a lavar. Además esta vez me han jodido la cerradura de mi puerta, así que tengo que abrir la del copiloto y dar la vuelta de nuevo al coche para entrar por la mía o directamente entrar por la del copiloto y hacer contorsionismo, cosa muy fácil con el bolso, el abrigo, la bufanda estranguladora, las botas y con suerte, el paraguas.  El invierno, que da gusto la vida misma.
En fin, que tuve que volver a comisaría. Y mi amigo el poli ha dejado de ser poli. Bueno, no lo ha dejado, pero ahora está en otra cosa y se dedica a otros menesteres. Y  ya no lleva uniforme ni pistola ni placa ni nada. O sea, que es un pringao cualquiera sin autoridad ni sex appeal ninguno. De hecho, creo que voy a dejar de ser amiga suya. Bah. Y obviamente en comisaría sin enchufe me tocó esperar una hora. Y a pesar de los muchos policías guapos y buenorros que andaban por allí me tuvo que atender uno feo. Y mongolo. Tanto fue así cuando salí llamé a mi examigo el expoli y le dije que ya me acordaba porqué los policías me caían mal.
Luego fui al taller. Y resulta que el perito del seguro tenía no sé qué historias (o sea, comilonas y borracheras navideñas varias) y no volvía hasta el lunes. Pues qué bien. Ya verás como me quedo sin coche hasta el año nuevo. Literalmente.
Por otro lado mi pobre y maltrecho portátil está más que agonizante. Ahora sólo carga la batería si el cable está retorido y tengo que sujetarlo con una pinza. Y los Reyes Majos me van a traer otro, pero me jode, porque no quiero el puto windows 8 ese que es la pus. Pero a ver qué remedio. Mueg.
Y dentro de mis males se me ha caído un pompón de los monérrimos zapatos que me compré hace un par de años para la boda del Gordito y que pensaba ponerme para la cena de Navidad con mis amigos, así que mi arte y yo tenemos que inventar algo para hacer el apaño, porque son unos zapatos preciosos y comodísimos. Supongo que bajaré al chinorris y compraré algo que pegar en el lugar de los pompones. Y todo esto en dos días. Muy bien todo.

En fin, seguiremos informando. A no ser que me toque la lotería, que me compraré montones de zapatos, un coche a prueba de robos y un amigo policía nuevo por si acaso. Y un portátil megaguay que llevarme a mi lujoso hotel de las Maldivas. Ja.

viernes, 19 de diciembre de 2014

como me toque la lotería... huyo!!

El invierno es un rollo total. Frío, lluvia, miles de capas de ropa, las botas, el plumas que te hace parecer michelín y para colmo, las quedadas familiares, las cenas de empresa, de amigos, de antiguos alumnos de un curso de inglés que hiciste hace diez años... el horror. Hay días que a todos nos gustaría salir corriendo y no volver en una temporada.
Y la idea de huir lejos se ve alimentada por la posibilidad de que nos toque la lotería y podamos escapar de las navidades con el suegro, el cuñado y la prima esa que nos cae tan gorda. ¿quién no ha soñado con pasar unas felices fiestas lejos de todo ese mundanal ruido, dedicándose a estar tranquilo y a gusto, rodeado de lujos y comodidades?
Yo al menos, sí. Lo admito, cada año por estas fechas me imagino ganando la lotería y corriendo al aeropuerto con las maletas y los millones que, desde luego, no pienso compartir con nadie. Y siempre digo que me iré al Caribe a tumbarme bajo una palmera, pero luego lo pienso otra vez y no me convence tanto. Yo ya he estado en el Caribe y son muchas horas de avión para al final estar en un resort rodeado de catetos. Así que lo he pensado de nuevo, ¿para qué voy a irme al otro lado del charco si bien cerca tengo un paraíso de clima estupendo y con hoteles de gran  lujo en Tenerife?
Pues eso, que si este año me toca la lotería he pensado pirarme de la urbe y pasar tan entrañables fechas en el Hotel Botánico donde se hospedan los reyes y los famosos, que bien sabrán ellos lo que es bueno con tanto dinero que tienen. Como por soñar que no quede, he estado mirando y hasta tienen programas especiales para Navidad y una gama de restaurantes que quitan el hipo.  Y eso sin contar con que tienen un spa donde podría deshacerme de mis contracturas de una vez por todas y relajarme para recibir el año de buen humor y no estresada y harta de cocinar y de hacer cosas como es costumbre.
En fin, que como me toque a lotería ya me habéis visto el pelo, porque desde luego me lo voy a pulir todo en el hotel de lujo de Tenerife, sin mil horas de vuelo ni mosquitos tropicales. Yo allí, debajo de la palmera, de buen rollito y rodeada de gente elegante. Y tan ricamente, nunca mejor dicho.


jueves, 18 de diciembre de 2014

Un regreso, un máster y una lucha

Hace un par de semanas me llegó un mensaje de un antiguo compañero de instituto. Me sorprendió mucho porque le hacía en Ecuador. La última vez que habíamos hablado fue antes de verano y me dijo que se iba a trabajar allí, pero ha vuelto y está haciendo un máster de planificaciónterritorial y gestión ambiental.
 La verdad es que no le imaginaba estudiando de nuevo. A pesar de que es un chico increíblemente inteligente nunca le gustó estudiar. Le recuerdo con catorce años, dando saltos en el pupitre como si le quemara el asiento. Se pasaba el día distraído, durmiendo cada vez que los profesores no le miraban directamente o haciendo dibujos raros en los márgenes de los cuadernos. Porque otra cosa no, pero para las matemáticas y para el dibujo lineal tenía un don especial. Aún me parece verle con el flequillo tan rubio y tan liso cayéndole por delante de los ojos azules cuando se encorvaba sobre los folios blancos con su escuadra, su cartabón y el compás haciendo cosas que a los demás nos resultaban poco menos que imposibles. Pero a él no le costaba nada, le salía solo. De hecho, el examen de dibujo lineal de primero de BUP me lo aprobó él. Yo era una inútil redomada en esos temas. Pero él era capaz de hacerte una planta, un alzado y un perfil a mano alzada y que quedara perfecto. Por eso cuando por fin terminó el instituto y se metió en arquitectura tardó poco en destacar. Por desgracia llegó la crisis, el mundo de la construción saltó por los aires  y le tocó trabajar de camarero. Un talento desperdiciado por completo.
Eso sí, el tío no se rinde. Se fue a trabajar a Ecuador, pero no lo aguantó. Me dijo que no le gustaba tener que ir siempre con seguridad, en taxis que le enviaba la empresa y sin poder salir solo a ningún sitio. Así que se dio media vuelta y volvió a España. Y como todos en esta época, trata de encontrar su sitio y de reciclarse, de seguir formándose, de seguir peleando por destacar lo suficiente para trabajar de su pasión, de lo que realmente ha hecho bien desde que era un adolescente con aspecto distraído y pelo lacio. Así que con los ahorros que ha traído del otro lado del charco se ha metido en un máster. Al parecer así puede tener alguna salida más en el mundo de la construcción, enfocado hacia la gestión medioambiental o incluso dando clases del tema.

Espero que tenga suerte, como tantos que andamos intentando mejorar y escalar posiciones en nuestro campo para conseguir una oportunidad de demostrar que hicimos una carrera porque realmente valíamos para ella. Ya que una vez que encontramos nuestra vocación, no estamos dispuestos a renunciar a ella porque el viento sople en contra.

martes, 16 de diciembre de 2014

La petición absurda

Debido a las peticiones que habéis hecho me veo en el brete de tener que contar lo de mi fallida y bochornosa petición de mano. Que conste que ya dije cosas al respecto aquí. No es un secreto el asunto, vaya.
El caso es que yo nunca he querido casarme. No soy de las que sueñan con vestido pomposo, ni iglesia, ni flores ni nada de nada. Me parece estupendo que la gente se case y haga lo que le dé la gana, pero esas cosas no son lo mío. A mí me agobian las familias, los compromisos, las fiestas, los preparativos, los planes a largo plazo, las fechas cerradas. Así que no, no es mi rollo.
De todos modos, llamadme loca, pero a mí lo de “pedir matrimonio” me suena fatal. ¿Cómo que pedir? ¿qué es, un favor? Yo no creo que tenga que ser algo que me pidan y yo conceda, creo que es algo que se habla, que se acuerda, que se quiere hacer entre dos. Porque el día de la boda no es nada, es un día, una fiesta y poco más. Lo difícil y lo real empieza luego. Y hay que tenerlo muy clarito, muy seguro y tener una relación muy asentada y sólida. Creo yo, vamos.
Así que sumemos:  yo no quiero casarme, no me gustan las bodas, las peticiones me parecen algo arcaico y absurdo y para colmo, ni siquiera me iba especialmente bien con el desequilibrado. El acabose, oiga.
Y durante tres años, el zumbado de los cojones de mi ex me oyó decir todo esto cientos de veces. Me vio despotricar de cada boda a la que fuimos. Jamás de los jamases me vio una ilusión al respecto. Pero como él iba a su bola totalmente, decidió de manera unilateral que quería casarse. Porque sí, porque él lo molaba fuerte. Y para colmo se casaron mis amigas del pueblo. Y sus primos. Y algunos amigos cercanos. Así que culo veo, culo quiero.
Un año antes del terrible altercado en Roma, ya tuvimos la bronca del siglo porque por razones que ahora no vienen al caso, salió el asunto de que iba a pedirme matrimonio tras la boda de una amiga mía de Pueblodelsur. Le pillé antes de que lo hiciera y le dije textualmente, que menos mal que no había llegado el caso porque le habría dicho que no y se hubiera armado bien gorda. ¿Creéis que eso le hizo desistir de su absurdo empeño? Noooooo. ¡Claro que no!
Así que un año después, me regaló un viaje a Roma en mi cumpleaños. Y yo me olí la tostada, pero no quise creerme a mí misma. No podía ser tan ridículo todo. ¿Por qué Roma? Él sabrá. Yo ya había estado y sí, me gustó mucho, pero no es la ciudad de mis sueños ni me impactó especialmente. Pero vale, Roma, lo que sea. Pasamos el primer día bien y yo me relajé un poco. Pero llegó el segundo día. Visita al Vaticano, paseos, cena en el Trastévere. Ví que tenía un empeño muy raro en cenar en un sitio bonito y romántico. Y yo como, “pero qué querrá este tío, si sabe que yo no ceno nunca y que lo único que quiero es un té caliente y volverme al hotel que me matan los pies”. Pero no, erre que erre. Hasta que cenamos en una terracita y después de insistirme en que cenara y me tomara una copa de vino o de algo (cosas que no hice) me dijo que había soñado con que esa noche cenara con él y tomáramos una copa como en las películas. Sí, muchas películas de mierda había visto este tipo en su vida.  Y entonces siguió hablando, aunque apenas recuerdo nada porque a medida que lo iba haciendo yo valoraba seriamente la posibilidad de salir corriendo. Correr, correr lejos. Yo, que no acelero el paso ni para evitar que  me atropellen, pensando en batir el récord de Ussain Bolt.
Y entonces, tachán, anillo de brillantes y frase tópica. Y yo queriéndome morir allí mismo. Ojalá la tierra se hubiera abierto bajo mis pies y yo hubiera aparecido en Australia. Ojalá hubiese podido salir corriendo de verdad como me gritaba mi mente en lugar de quedarme totalmente petrificada. Sólo acerté a decir eso, “no me jodas, no me jodas, no me jodas Desequilibrado, no me puedes hacer esto”. Después de eso cerré la boca y no la volví a abrir hasta que volví a Madrid dos días después.
El resto, como diría aquél, es historia.
Y hay quien dice que todo esto es porque él no era la persona adecuada. Que no, no lo era. Pero no es sólo eso. Es que yo hablo bien claro. No digo una cosa para que se haga la contraria. Y si llevo toda la vida diciendo algo, lo mínimo que espero es que se me escuche y se me respete. Si realmente tu sueño es casarte y tener hijos, yo no soy la persona con la que quieres estar. Si por el contrario me quieres a mí, asume y acepta que nunca seré la mujer ilusionada por un anillo y un vestido estilo merengue que quizás se espera. Pero las dos cosas no son compatibles. Así que elige. O vete a la mierda, lo que prefieras. Pero no me obligues, no me presiones, no me acorrales. Porque para mí fue un momento horrible por todas estas razones, pero sobre todo porque me sentí contra las cuerdas. En plan “esto es lo que tienes que querer, quiérelo. Y si no lo quieres, será tu culpa, todos seremos infelices porque no has querido lo que debías, so puta”.
Y seré rara (vaya novedad) o estaré loca, o lo que sea, que tres cojones me importa, pero en contra de lo esperable, uno de los peores momentos, más vergonzosos, más abochornantes, más agobiantes y más irritantes de mi vida fue esa estúpida pedida de mano. Por mucho que a la gente le sorprenda. Y aunque no creo, no sé si algún día llegaré a casarme porque como he dicho varias veces, no creo en el futuro y no sé qué será de mí mañana, pero puedo asegurar que no será en ese plan ni con petición ridícula de por medio. Eso garantizado.

Pues hala, ya sabéis la historia. Si queréis saber más cosas de mi pasado más estúpido, sólo tenéis que decirlo, el buzón de sugerencias de Naar se encuentra disponible.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

quién me lo iba a decir

¿Sabéis eso de “si me lo llegan a decir…”? A mí me pasa a menudo.
Si me hubieran dicho a los 14 años que a los 31 iba a rechazar un café con mi rubísimo amor platónico del instituto, no me lo hubiera creído y me hubiera puesto histérica como buena adolescente, segura de que esperaría ansiosa esos 16 años su llamada. Pero no.
Si me hubieran dicho a los 15 años que a los 20 me iba a enamorar perdidamente de ese compañero raro y desgarbado, con gafas y aparato que era el Ross hubiera soltado una carcajada. Ese tipo raro jamás podría ser nada mío, no estábamos en la misma onda para nada.
Si me hubieran dicho a los 23 que a los 25 me iba a ir a vivir con el Desequilibrado con que salía esporádicamente, hubiera salido corriendo. Ni loca me iba a meter yo en ese follón y menos con ese tío.
Si me hubieran dicho, en cualquier momento de mi vida que a los 27 me iban a pedir matrimonio en Roma y lo primero que iba a contestar es “no me jodas, no me hagas esto”, me hubiera quedado de piedra. Si me hubieran dicho que recordaría ese momento supuestamente romántico como el más bochornoso de mi vida, hubiera pensado que no podía ser verdad.
Si me hubieran dicho a los 27, con la vida patas arriba y todo del revés, que en ese momento iba a empezar a ser yo misma,  a ser feliz y a encontrar mi camino, me hubiera echado a llorar. Si me hubieran dicho entonces que cuatro años más tarde iba a estar como estoy ahora, me hubiera costado mucho creerlo.
Por eso, me dijeran lo que me dijeran ahora, no creería nada del futuro. Porque hace cuatro años abrí este blog, más perdida que la hostia. Y no sé cómo, ni dónde ni de qué manera estaré dentro de otros cuatro. Pero que sea lo que Dios quiera. Yo ya no espero nada, sólo dejo que llegue mientras sigo caminando.  
Felices 4 años, blog.


domingo, 7 de diciembre de 2014

Explicaciones al (des)amor

A ver si soy capaz de contaros lo que quiero sin parecer una especie de misógina estúpida y me hago entender. Sé que es un post un poco largo, pero me gustaría mucho vuestra opinión al respecto.

Tengo una amiga que está un poco en crisis personal. No pasa nada, todos tenemos temporadas de estar perdidos, atolondrados o simplemente encadenar decisiones estúpidas. Lo que pasa es que a veces, decirle a una amiga que está haciendo el gilipollas provoca que se enfade y que tú te encabrones porque no te hace caso y ella se mosquea más y… da mucha pereza.
El asunto es que hace poco se empeñó en frungirse a un tipo que se veía a la legua que no iba a hacerle ningún bien. Se lo advertí y pasó de mí, cosa que me parece normal porque todos necesitamos hacer ciertas cosas y escarmentar por nosotros mismos. Obviamente el tío se la frungió dos veces y pasó de ella. Mi amiga se hundió en la miseria. Yo le dije, suavizando las palabras, que dejara de hacer el capullo y que pasara página, que el asunto era tan sencillo como que ese tío pasaba de ella. Y que, de nuevo suavizando el modo de decirlo, que no la quería, que es posible que ni siquiera le gustara y que simplemente le hubiera echado dos polvos por no tener nada mejor que hacer. Ella por supuesto, no me quiso hacer caso, volvió a revolcarse en la mierda, le mandó unos cuantos mensajes (en contra de mis consejos) que obviamente fueron ignorados, y por fin pareció que estaba saliendo adelante. Pero el tío le mandó un mensaje y ella salió corriendo a quedar con él de nuevo. Y éste la utilizó para lo que le interesaba, que ni siquiera era un plan sexual y pasó de nuevo de ella. Y mi amiga volvió a llamarme hecha un trapo. Tía, te he dicho que pasa de ti, que no te quiere, que no le gustas, ¿para qué recaes? ¡Que no quiere nada contigo! Explicación de ella “no, yo creo que lo que pasa es que se ha asustado, no está acostumbrado a mujeres como yo y por eso no se atreve a seguir adelante.” Vale, me rindo. De verdad, basta, basta de darme cabezazos contra un muro.

Por otro lado, casi a la vez en el tiempo me llamó mi amigo A. Yo adoro a A, es uno de los mejores amigos que he tenido nunca. Y una de las cosas que más me fascina de él es que siempre me dice que hablar conmigo le hace un bien inmenso, que mi sinceridad y mi forma de decir las cosas le hace pensar y le ayuda mucho. O sea, que con él no tengo que suavizar nada. El caso es que me llamó y me dijo que le había dejado la novia. Al principio estaba bastante triste, así que le consolé, pero cuando me contó el caso, no me lo pensé: “niño, esa tía no te quiere, cuanto antes pases página, mejor.”  Se quedó callado. Pensé que me iba a mandar a la mierda o darme alguna explicación al estilo de la de mi amiga. Pero no. Se echó a reír. Y me dijo que tenía razón. Me siguió contando cosas. Y poco a poco, él mismo se fue dando cuenta y fue racionalizando el asunto hasta que me dijo “tienes toda la razón, esta chica no me quiere ya, por la razón que sea, ya no quiere estar conmigo. Y si ella no quiere, no voy a estar detrás.” Le apostillé una de mis frases preferidas para estos casos, que el amor no es limosna. No se pide, no se suplica, no te lo dan así como de mala gana, no te dan sobras. El amor de verdad se regala a manos llenas. Y cuanto más das, más tienes. Es terrible y maravilloso a la vez. Me volvió a dar la razón. Anoche quedé con él para salir por la noche. Lo pasamos genial. Él está guapísimo y tan animado como siempre. Me dio las gracias mil veces, me dijo que cuanto más lo pensaba, más razón me daba. Que no quería una relación como la que tenía, que quiere otra cosa como las que yo le conté que se pueden tener. Y que no iba a olvidar mis palabras, como no olvidaba otras muchas que le había dicho en el pasado.

Y no sé, hay algo que me mosquea en todo esto, algo como que las mujeres tendemos a buscar intrincadas explicaciones a cosas sencillas mientras que los hombres a veces simplifican hasta el extremo cosas un poco más complicadas. Y sí, por una vez generalizo un poco. Porque obviamente no todas las mujeres hacemos eso de dar vueltas y buscar recovecos en donde no los hay. Pero hay cierta tendencia. Nos cuesta mucho decir “este tío pasa de mí, me ha mandado a la porra y punto”. ¿Por orgullo? ¿Por tratar de salvaguardar la dignidad y la honra? ¿Por estupidez pura y dura? Lo desconozco. Pero siento que cuando a una amiga le dices que está haciendo el tonto y le pones las cosas claras, casi siempre consigues que se enfade al menos un poco mientras que los amigos te lo suelen agradecer. O así es en los casos que me rodean. Y quizás por eso, el número de amigos gana por goleada al de amigas. Porque me parece más fácil hablar con ellos y no tengo que buscar explicaciones rocambolescas para no herir sus sentimientos.

Porque a veces las cosas son sencillas. O al menos, más sencillas de lo que las vemos. A veces, incluso hasta más sencillas de lo que nos gustaría. 

jueves, 4 de diciembre de 2014

ignorancia tecnológica

Mis padres son bastante enemigos de la tecnología. Así en general. Mi padre es el loco de la pradera que no tiene móvil. Mi madre tiene un ordenador portátil prehistórico y por más que le explique que las cosas se guardan en un sitio, tiene las mismas fotos en el ordenador ocupando mil de sitio, en las tarjetas de memoria de la cámara, en los pendrive, que tiene como una docena de cada y en el disco duro. La verdad es que son muy cansinos los dos y me cuesta auténticas broncas con ellos su inutilidad tecnológica. Pero es que se la pela. No es que sean tontos, es que pasan del asunto como de comer piedras.
La parte buena es que cuando quiero les tomo el pelo como me da la gana. Últimamente he estado escribiendo unos artículos sobre cosas curiosas e historia de Madrid y quiero encuadernarlos para regalárselo por su aniversario en plan sorpresa, que sé que les va a hacer ilusión. Lo malo es que he tenido que soltar varias mentirijillas por el camino y encima no se han enterado.
Hace un par de semanas mi madre me pidió que le enviara alguno de los artículos por mail para leerlo. Yo lo hice, totalmente consciente de que no iba a poder, porque desde la “reparación” de mi portátil tengo el office que usaban los hombres de cromañón y los word se guardan como .docx, mientras que mi madre sólo puede ver .doc. Pero se lo pasé para tenerla entretenida e ir haciendo tiempo.

-         - Hija, lo que me pasaste no se vé.
-         - ¿Qué te pasé?
-         - Lo de Madrid…
-         - Ah… ¿y no se ve, dices?
-         - No, no se ve.
-         - Ah, pues es raro que no se vea.
-         - Pues no se ve.
-         - Ya, pues qué raro.
-         - Pero no puedo verlo.
-         - Ya, es lo que tiene.
-         - Hija, no me haces caso.
-         - Sí, mamá, sí, que no se ve, te hago mucho caso.
-         - Vale, ¿y qué hago?
-         - Pues no sé, ya investigaré a ver qué pasa, seguro que es un virus.

En caso de duda, siempre es un virus, eso la acojona y queda quietecita sin investigar por su cuenta, así que me dio para otra semana haciéndome la loca. Pero al final mi madre volvió a la carga.

-        -  Nena, he pensado que si por mail no se puede mandar igual me lo puedes meter en un pendrive.
-        - Huy, no, no… qué va.
-        - ¿Por qué no?
-       -  Porque si no lo ves por el correo puede que sea un virus. Y si lo metes en un pendrive puedes infectarlo todo.
-        -  Ah. Bueno, pues pasa un antivirus de esos a tu ordenador no vayas a perder la información.
-         - No mamá, porque debe ser un virus de los que se llevan a otro ordenador pero no afectan al mío. Y como me voy a pedir un portátil nuevo para reyes, pues ya no merece la pena.
-        -  Ah, claro.

Rollos, rollos patateros que me saco de la manga sobre la marcha pero van colando. Luego pensé que molaría mucho poner  fotos suyas en la portada de los artículos y tal. ¿Cómo hacerme con ellas? Fácil, con más sucias artimañas.

-         - Mamá, necesito que me dejes el disco duro con la memoria de vuestros ordenadores.
-        -  ¿Para qué?
-        - Para ponerle un protector de virus.
-        - ¿Para que no se contagie del tuyo al mío?
-        - Exacto, mamá, cuánto sabes.

Y oye, el fin justifica los medios. El librito va a quedar bien mono. Y no me interesa en absoluto que aprendan más o se me jode el chiringuito. Bendita ignorancia.



martes, 2 de diciembre de 2014

hecha una rosca y tapada con una manta

Supongo que a nadie le mola ponerse malo. Bueno, depende. Reconozco que cuando trabajaba con un horario de mierda y me cogía un catarro iba al médico la mar de contenta a por mis tres días de estar en casa haciendo el vago absoluto. Pero vamos, que en general, no mola.
Y si vives sola, mola menos. Porque piensas “qué bien me sentaría un zumito de naranja natural ahora”… pero luego piensas en que tienes que levantarte, exprimir las estúpidas naranjas, fregar el exprimidor, el vaso, la cucharilla, tirar las pieles a la basura y pasar la bayeta por la encimera y… mira, oye, que tampoco te apetece tanto el zumo. Y te haces una rosca en el sofá tapada con la manta.
Luego piensas que te vendría genial echarte un fusfus de ese de la nariz para despejarte un poco, pero recuerdas que está arriba en la habitación y maldices tu estampa por haberte comprado un dúplex, que no sé en qué momento te pareció buena idea y total, tampoco tienes tanta necesidad de respirar como para tener que subir. Y te haces una rosca en el sofá tapada con la manta.
Y así va pasando el día, dejando de hacer cosas porque total, no las necesitas ni las quieres tanto y hecha una rosca en el sofá tapada con la manta y haciendo el esfuerzo de cambiar de postura de vez en cuando para que no te salgan llagas. Y con el gato encima, que para él esto es una vidorra estupenda.
Total, que no me encuentro muy bien. Quería haber publicado un par de premios que me pasó Eva, pero uno de ellos implica que se me oiga la voz y si no me gusta escucharme de normal, ya resfriada puede ser el acabose. Así que tendrá que esperar.

En fin, voy a tomarme un par de paracetamoles con un colacao de soja calentito y… bueno, mira, voy a hacerme una rosca y taparme con una manta.