jueves, 26 de marzo de 2015

Satanás, ¿estás ahí?

Alguna vez os he dicho que fui una niña rara. Por eso, seguramente me he convertido en una adulta un poco rara también. Creo que es un problema genético, así que no tiene solución. Mis padres son raros, yo soy rara, los hijos que no voy a tener serían raros… Total, que cuando iba a preescolar ya era un bicho raro diminuto. Quizás por eso no tenía muchos amigos y me buscaba la vida sola para entretenerme.
En los recreos las niñas jugaban a ser mamás de sus chaquetas enrolladas. Tal y como lo cuento. Cogían sus chaquetas azul marino del uniforme, las enrollaban de una extraña manera que nunca supe y las usaban como bebés. Absurdo, ridículo y estúpido hasta la nausea. Obviamente yo NO jugaba a eso. Y los niños jugaban al fútbol en una pista de cemento rojo que había en el patio de los pequeños. Dicho así, parece que estudié en los años cuarenta, coño, con las niñas ensayando para marujas y los niños en pantalón corto correteando detrás de un balón de cuero. Da igual.
El caso es que como en todos los sitios y los colegios del mundo, en el mío había varias leyendas de que si se aparece un fantasma, que si murió una niña o que si no sé qué cosa pasó en no sé qué pasillo. Yo soy rara, ya lo he dicho, pero nunca tuve miedo. Siempre fui un tanto escéptica y ni de niña tuve miedo de fantasmas, brujas y monstruos. Pero un día me tocaron en el punto débil. Me contaron algo que parecía igual de absurdo que las otras historias… PERO. Tenía un punto que algo en lo que yo sí creía. Y es que al lado de la pista de fútbol y baloncesto de cemento rojo, había una zona de arena dura y unos bancos donde se solían sentar las profesoras y las monjas. Ahí si escarbabas un poco, salía tierra roja. Lo que pasa es que las profesoras no nos dejaban hacer hoyos en esa zona, para eso estaba el resto del puñetero patio y no justo la zona de suelo duro donde por cierto, estaban los bancos y paseaba la gente sin ganas de meter el pie y romperse un tobillo en el agujero que hubiera hecho un mocoso. O no. Porque alguien extendió el rumor de que si escarbabas lo suficiente, aparecía el diablo. Y por eso, obviamente, no dejaban hacer prospecciones ahí.
Así que sabía que no podía ser, que era una más de las patrañas que se contaban entre mis infantiles compañeros… PERO. ¿Y si no? ¿Y si era verdad? ¿Y si esa remotísima posibilidad era verdad y yo me iba a quedar sin descubrirlo?
Y un día decidí comprobarlo. Y me puse a hacer un hoyo. Un hoyo estupendo y muy hondo. O lo que a mis diminutas manos les parecía muy hondo. Hasta que una monja vieja me descubrió en mi empeño y se acercó.

  • Niña, no escarbes ahí.
  • Sí, tengo que hacerlo.
  • Pero vete a otro sitio, por aquí pasa la gente y se pueden caer.
  • Ya, pero es importante.
  • Niña, deja de cavar.
  • No.
  • ¡¡Pero bueno!! ¿Se puede saber qué buscas?
  • Al demonio.

Lo debí decir tan convencida, que la monja se fue a buscar a mi profesora, que vino a hacerme desistir. Como los argumentos dialécticos no me sacaron de mi empeño, finalmente me cogieron de la mano y me llevaron a rastras mientras yo repetía obstinadamente que tenía que seguir cavando a ver si se aparecía el demonio o no. pero nadie comprendía mi drama de querer saber y/o demostrar a mis compañeros que eran estúpidos de forma empírica.

Lo intenté varias veces más ante el asombro de mis profesoras, pero nunca me dejaron llegar o bastante profundo para ver si satanás se aparecía de aquella tierra roja o no. Así que aún tengo la duda, qué queréis que os diga.

lunes, 23 de marzo de 2015

mis locuras primaverales

Se me ha terminado de ir la olla. Pensé que iba a aguantar hasta la menopausia par ser la loca que he pronosticado muchas veces, pero mira, ya que tengo las hormonas como unas maracas, pues para qué esperar.
El caso es que el otro día recogí un mueble de la basura. Yo iba a comprar con mi carrito (lo del carrito es importante para ser una loca de la pradera, no sé por qué, pero es un grado más en el nivel de chaladura) y lo ví apoyado contra los cubos. Era una especie de estantería con unas molduras monísimas. Me quedé mirándolo y dudando un poco. Me gustaba mucho, y obviamente era gratis. Pero empezar a recoger basura a los treinta es un poco chungo. Al final decidí ir a comprar y si a la vuelta seguía ahí, me lo subiría a casa.
Me di cuenta de lo mucho que quería ese mueble cuando compré a toda prisa para que no me lo quitaran. Y cuando empecé a ponerme triste porque de lejos me pareció que no estaba donde lo había dejado. Y desde luego, cuando me llevé la alegría del día al comprobar que sí estaba esperándome. Así que lo cargué en mi carrito de loca y me lo llevé a casa.
Lo he lijado y tengo que pintarlo, pero estoy esperando a que deje de llover para poder trabajar en la terraza.
Y el caso es que con la excusa del mueble recogido de la calle, me dio por pensar que estoy un poco aburrida de mi casa. Todos los años me pasa igual, que me da la chaladura por estas fechas y me pongo a limpiar, a ordenar, a cambiar las cosas de sitio... el año pasado hasta me lié la manta a la cabeza y pinté el salón. Ahora me ha dado por los muebles. Y es que mis muebles son muy normalitos, de esos aburridos que tiene todo el mundo porque son baratos y tú los compras, tú los llevas, tú los montas y encima, tú los pagas. Así que creo que voy a pintarlos, empapelarlos, dibujarles flores o lo que sea que se me ocurra.
Mi madre me mira horrorizada cada vez que le cuento una de mis nuevas idas de olla. Creo que se teme que así desde luego, no va a haber forma de casarme nunca. Y me manda enlaces de tiendas de muebles, como el de Homy, que a ella le gusta mucho para que al menos me haga una idea y vea cosas monas y no me ponga a hacerlo todo a lo loco, que yo soy capaz de terminar con la casa como un circo ambulante.
También tengo que cambiar la celosía que tengo en la terraza para que no se caiga ni se escape Ron porque se ha roto una parte. El otro día se lo conté al Niño y el pobre no se molesta en contradecirme porque sabe que es peor, pero sé que en el fondo le dan los males de imaginarme taladrado piedra y haciendo cemento. Y eso sin contar con cuando le espeté que voy a pintar el baño de magenta. Creo que por suerte ni siquiera sabe lo que es el color magenta, así que una de estas veces vendrá y se encontrará con el susto.

En fin, dicen que la primavera la sangra altera y a mí me da por el síndrome de tunear la casa. Aquí cada loco con su tema.

martes, 17 de marzo de 2015

Let´s talk about sex

Hace no mucho, curioseando entre la enorme colección de libros de casa de mis yayos, me topé con El sexo en la historia de España, de Federico Revilla (edición de 1973, ojo). Y obviamente, tras conseguir el permiso oportuno, me lo traje a casa. El libro es una joya. Yo esperaba una especie de manual sobre la moralidad y las buenas costumbres, pero nada más lejos. Si bien es cierto que el título promete algo más explícito que lo que se muestra en el interior, no decepciona en absoluto. Narra la historia desde el punto de vista de las relaciones humanas, afectivas y sexuales, desde el amor inalcanzable que cantaban los caballeros a sus bellas damas en la Edad Media al despiporre de los sesenta con el español bajito, calvo y regordete llamado Paco correteando tras las suecas (¡¡ay, madre, las sueeeeecas!!) Y todo contado con gracia y de forma más que amena. Incluso se atreve con la homosexualidad a la que no tacha de enfermedad ni de nada parecido, si no que dice que por problemas de aceptación social siempre ha sido menos explícita en sus afectos públicos. Y sugiere la posible aparición de un tercer sexo, en el que haya personas más ambiguas que decidan estar a camino entre los dos sexos tan diferenciados hasta entonces. A mí, poniéndolo en el contexto de los años, me parece más revolucionario eso que el Grey ese, oye.
Y eso sin hablar del apartado en el que se pregunta si la deshumanización creciente y las computadoras acabarán por sustituir el sexo tal y como se conoce (o conocía) haciendo unas más que interesantes reflexiones al respecto. Haciéndonos pensar que todo es cuestión de modas y de culturas, que hasta para meterse en la cama el contexto es lo que más condiciona. El sexo es algo que no siempre se ha practicado igual. Bien haya sido por machismo, por mojigatería, por presiones sociales o religiosas, algo que debería ser tan primario y natural como la vida misma ha evolucionado con el tiempo.
Y es que debido a la moda chunga que se ha extendido con el señor Grey, el tema de las fantasías sexuales y de los límites se ha dado varias veces en las últimas semanas y yo he tenido que recurrir a este otro libro como tabla de salvación. Oiga, que no todo siempre ha sido igual y que nada permanece estable. Que como he dicho en más de una ocasión, a mí me parece que cada uno debe tener sus gustos, sus fantasías, sus inclinaciones y sus morbos ocultos o públicos. Pero hay que pensar SIEMPRE que el sexo es cosa de dos. Porque si lo practicas solo se llama masturbación y ahí como si quieres ahorcarte para sentir más placer. Que ojo, se llama asfixia autoerótica y son bastantes personas las que han muerto ya en tales circunstancias porque se les ha ido la mano... y la cuerda. Pero el caso es que lo que a una persona le puede parecer de lo más placentero a otra le puede horrorizar y viceversa, por lo que hay que tener en cuenta lo que el otro quiere o lo que no. Y no traspasar la línea que te marcan. Si quieres otra cosa, busca otra persona.
Supongo hoy en día tenemos suerte. Pertenecemos a una generación y a un mundo en los que ya apenas hay tabús. Todos podemos hacer lo que nos plazca con cuantos nos plazca. Si nuestra pareja no nos satisface, podemos cambiar. Y si no, siempre queda el recurso de las profesionales, que quizás acepten (por las razones que sean) prácticas que las chicas digamos “normales” no querríamos hacer. Y a raíz de esta idea pensé que quizás con el tirón del Grey habría salas rojas por todas partes para hombres que quisieran azotar o mujeres que quisieran recibir más palos que una estera, pero lo que encontré fue sorprendente. Tengo que profundizar en mi investigación porque es muy divertida, pero lo primero con lo que me topé fue con un servicio que ofrecen en el local de escorts Perla NegraBCN, donde ofrecen masajes sensuales, con o sin final feliz, con rollo tántrico o con plumas y artilugios de lo más agradables. Que de repente me surgió la duda. Sé que es menos peliculero, que suena menos escandaloso y que posiblemente no hubiera vendido chorromil libros, pero yo prefiero el masaje que el apaleamiento. Me parece más bonito, más erótico, más sensual y más agradable. Me parece que ambos puedes disfrutar más con caricias, con juegos, con suavidad y con un un poco de picardía que a hostia limpia. Pero oye, que no, que te mola el sado y quieres que te zurren la badana, o que te van cosas más especialitas... pues al parecer en estos sitios hacen de todo.

Pero bueno, lo que digo siempre, para gustos los colores. Y más hoy en día que está la opción de elegir entre un amplio abanico de posibilidades. En la Inglaterra victoriana lo hubiésemos tenido peor y hasta el momento de parir no hubiéramos sabido por dónde salían los niños, al menos hoy nos escandalizamos ya por pocas cosas.

lunes, 16 de marzo de 2015

El karma en sobre

Por pura deformación profesional, mi padre abre cartas como el que come pipas. De forma totalmente automática, sin prestar la más mínima atención. Le pones un taco de cartas delante y él, pone el piloto automático y ras, ras, ras, abre los sobres, ojea lo que hay dentro, ésta vale, ésta no, propaganda, factura, factura... y en cinco minutos te las despacha todas. El problema es que no mira el sobre y como mi madre no las administre antes de que llegue él, abre las que vienen a su nombre, las que vienen al de mi madre, las que aún llegan al mío y las que son para un señor ruso y se han extraviado.
El otro día subí a su casa y les recogí el contenido del buzón. Mi padre empezó con su tarea y por suerte me di cuenta de que uno de los sobres no era para ninguno de nosotros, si no para la vecina de arriba y el cartero por error la había echado en el buzón de mis padres. Se la arranqué de las manos en el último momento y le eché un poco la charla.

  • Jo papá, es que no miras, abres todas las cartas como el que come pipas y no te enteras de para quién son, anda que si llegas a abrir la de Vecinadearriba luego qué vergüenza, de verdad.
  • Ajá.
  • ¿Papá?
  • No, esto no vale, es publicidad, lo puedes tirar.
  • Papá, que casi abres una carta de Vecina, que no mola.
  • No, no, ya te digo que no vale.

Visto que mi padre no me escuchaba porque estaba en modo abrecartas compulsivo, me fui a mi madre, le conté el rollo y le di la carta de la vecina rescatada en última instancia.

  • De verdad que papá es un caso, hay que mirar, hombre. ¿No ves que es de un banco con el que vosotros no trabajáis? Joder, pues no la abras. Que luego es una vergüenza. A parte de un delito, pero bueno. Que hay que tener cuidado, hombre yaaaa.

Como veis soy una persona cuidadosa, responsable, respetuosa de la intimidad ajena y... el objetivo preferido del karma.

Unos días más tarde del incidente con mi padre, llegué a casa a medio día y vacié mi buzón. Yo vivo sola, sólo llegan cartas para mí, lo que unido al gen paterno de abrecartas automático desató la tragedia. Así que según subía en el ascensor me puse a lo mío. Ras, ras, factura del agua. Ras, factura del gas, me cago en la lechejodía con el invierno y la calefacción. Ras, ras, factura de la luz, joder, qué robo a mano armada. Ras, ras, publicidad. Ras, ras... ¿qué es esto? ¿por qué me escriben los de la OCU? ¿Por qué me llaman “estimado cliente” y me hablan de mi permanencia con sus servicios? What the fuck is this? Pero llegué a casa, tiré todos los papelajos en el mueble de la tele, cosa que también he heredado de mi progenitor, y me fui a hacerle cucamonas al gato y a prepararme la comida.


Sólo una semana más tarde descubrí que ese sobre no era para mí. Que estaba a nombre del vecino Roncador de enfrente. Y ahora no sé si echarla en su buzón de soslayo abierta y todo, si deshacerme de las pruebas del delito o si llamar a mi padre y decirle que le quiero y que nunca ha hecho falta, pero que desde luego jamás dude del honor de mi madre porque está claro que no son necesarias pruebas de paternidad.  Me cago en el karma, en la OCU y en el gen abrecartas.

jueves, 12 de marzo de 2015

Mi yayo el tecnológico

A mi yayo le gusta la tecnología. No sé muy bien por qué, pero le fascina apretar botoncitos y ver que aparecen cosas en la pantalla. Por eso tiene tres televisiones, dos vídeos de VHS (en el pasado fueron 3, pero uno se escacharró y aunque lo desmontó no hubo manera de hacerlo funcionar de nuevo), un DVD, el descodificador del plus, la radio programable, la radio normal, el despertador con radio y toda clase de aparatejos que caen en sus manos. Y tiene móvil, claro. Sólo que es el piedramóvil del pleistoceno. Que para lo que lo usa el yayo le vale de sobra, pero claro, es feo, es pequeño, tiene la pantalla en blanco y negro y no tiene esas cosas guays que tienen los móviles que tenemos los demás.
Y lleva tiempo con la perra de que quiere uno nuevo, pero yo me he ido haciendo la sueca porque claro, que al yayo le guste la tecnología no implica necesariamente que el yayo entienda bien la tecnología. Él sabe de sus cacharros y sus programas, pero no sé yo cómo se las puede apañar con un móvil de última generación con pantalla táctil y sus dedos artrósicos. Pero como buen aries que es (igual que yo) es inasequible al desánimo y muy aficionado a todo de lo que se le intenta disuadir. Así que ayer volvió a la carga.

  • Oye, niña, te estaba yo esperando. - me espeta cuando entro por su puerta antes de darme ni un beso. - Ven ahora mismo a ver esto.

Y me saca el periódico. Pensé que iba a enseñarme alguna noticia de esas que le preocupan, como que Podemos nos vaya a obligar a vivir en comunas hippies o que alguien drogara a una muchacha como yo en cualquier parte recóndita del mundo. Pero no. Me saca una hoja de publicidad de esas que si juntas unos cupones te dan un móvil por pocos euros.

  • Yo quiero esto. - me dice como un niño señalando el catálogo de reyes. - Mira, tiene de todo, vifí, ubesé, bluetoes... de todo.
  • Te veo familiarizado con la terminología, sí.
  • Yo lo que quiero saber es si puedo meter mi número aquí y no tengo que conectarme al internese ni cosas de esas.
  • Sí yayo, puedes poner aquí tu tarjeta, pero ¿tú crees que te vas a apañar con un smartphone?
  • No, no, si esto es un móvil...
  • Ah, claro, qué tonta.


Entonces me saqué el móvil del bolso, lo puse delante de él y le dije que hiciera una llamada. Que se buscara la vida y tocara lo que quisiera a ver si de verdad lo sabía usar. Y que si era capaz, le enseñaba a usar el nuevo. Pensé que la liaría parda, activaría la alarma del pentágono, se asustaría y lo dejaría, entendiendo que para lo que él quiere su patatófono le vale de sobra. Pero el condenado abuelo tras un par de intentos me miró triunfante mientras sonaba su móvil. Se estaba llamando. Le dió a cancelar la llamada y me sonrió. Punto para el yayo.

  • Vale, te lo regalamos por el día del padre. - acepté con resignación.
  • Estupendo, ahora enséñame lo que son los sélfir esos, que el móvil nuevo tiene dos cámaras y yo quiero hacer eso, los sélfir.


Cualquier día me dice que tiene Swag, se hace una cuenta el twitter y consigue más seguidores que yo. Y se lo merecería porque es fantástico. Porque la vejez es algo a lo que mi yayo no se ha resignado ni se resignará jamás.

jueves, 5 de marzo de 2015

La tabla de la salvación

El otro día mi padre vino tan contento del banco. Que ya es raro. Traía dos cajitas.

  • Mira lo que me han regalado.
  • ¿Qué es?
  • No tengo ni idea. - pero las cosas gratis siempre animan, claro.
  • Anda, mira, es un cargador de móviles portátil. - dije al abrirlo.
  • Ah, ¿y para qué sirve?
  • Para asar patatas, como su propio nombre indica.

El caso es que me quedé uno y el otro se lo dí a mi madre, que al menos por el nombre sí intuyó para lo que podía utilizarse.
A mí el invento me parece un poco una chorrada porque por poco que duren las baterías de móvil es cuestión de ser un poco previsor, pero oye, ha sido gratis y eso está bien. Seguro que en algún momento me termina sacando de un apuro.

Ayer se lo enseñé al Ross. Él lo abrió y se puso a curiosear las instrucciones para ver no sé que de los vatios, los voltios o los newtons, ni idea. El Ross y sus cosas. Pero luego se empezó a reír. Y empezó a leerme en alto. Al principio estallé en carcajadas porque hacía como tres días que no era capaz ni de sonreír y de repente me hizo gracia algo. Luego lo pensé y es un tema muy importante que le puede cambiar la vida a cualquiera. 
En las instrucciones había un apartado de “solución de problemas” que os transcribo tal cual. Añado la foto al final, pero es muy pequeña y no se vé nada bien. Ojo al asunto:

PROBLEMA
POSIBLES CAUSAS
SOLUCIONES
El power bank no se carga del todo
No se ha cargado suficiente tiempo
Cargar el power bank durante 5 o 6 horas
El power bank no proporciona energía a los dispositivos
1. tiene poca carga
2. mala conexión
3. conector incorrecto
1. recargar el power bank
2. compruebe las conexiones
3. use el conector correcto
Un dispositivo no se carga del todo con el power bank


Se ha agotado la carga del power bank
Recargue el power bank

Yo aquí lo que veo clarísimo es que la vida es que te cagas de fácil y si la complicas es, obviamente, tu puto problema porque todo se podría ajustar en esta tabla y ahorrar una barbaridad en ansiolíticos y dolores de cabeza. Veamos:

PROBLEMA
POSIBLES CAUSAS
SOLUCIONES
Soy pobre
No tiene suficiente dinero
Gane más dinero
Estoy muy enfermo
Ha contraído una enfermedad
Cúrese
Tengo hambre
No ha comido suficiente
Haga más comida


Como veís, no me he ido a lo fácil, que he puesto tres problemas bien gordos. Y de pronto, tachán, la respuesta. Así que la todo era la hostia de fácil y nosotros aquí complicándonos la vida. Menos mal que ha venido el Ross a mirar las instrucciones porque me ha abierto los ojos un mundo nuevo sin preocupación alguna.

En fin, os animo desde ya a hacer una tabla de estas y dejar que vuestra vida fluya entre la felicidad y la calma de que no hay problema sin sencillísima solución a la alcance de la mano.