lunes, 29 de febrero de 2016

El autobús

Éste fantástico post de Anusca me ha hecho pensar. Si aún no la conocéis, no sé qué hacéis aquí todavía. Y si ya la leéis, pues qué os puedo decir de ella. AnaCris es amor total, ella fue quien me regaló por el amigo invisible que montó Eva en Navidad y os digo una cosa, los regalos me gustaron, pero lo mejor de todo fue conocerla y empezar a seguirla.
Bueno, que me desvío. El caso es que su post me ha inspirado para contaros cosas.

Mil veces he dicho que yo de pequeña era más rara que un perro verde. Y encima rancia. No me gustaban los besos, ni que me tocaran, ni que me hicieran preguntas, ni que me hablaran, ni que me tocaran los cojones en general. O sea, como ahora, pero sin protocolo social. Y es que a ver, yo soy cariñosa con mi gente, pero no modo lapa. Y con los desconocidos, nada. Y usted, señora con bigote amiga de mi abuela, es una desconocida. No me pida besos, no me toque la cara, no me diga cosas, no me toque las pelotas, haga el favor y vaya a dar el coñazo a sus propios nietos. Así, por ejemplo.
Y una de las cosas que más me enfadaba era que me dijeran “Bueno, bonita ¿y tienes novio? Siendo tan guapa tendrás muchos”. Que yo pensaba “a ver, señora, que tengo cinco años, ¿cómo que novio? Igual en diez años, pero ahora me dedico a colorear. Sea usted seria y haga preguntas con sentido”. No lo decía, porque algún manotazo en la boca me llevé y opté por la técnica de no decir ni mu y esperar a que los adultos me excusaran diciendo que era tímida. Mis cojones son tímidos, lo que pasa es que no hablo con idiotas. Qué mal llevé la infancia, de verdad os lo digo.
Luego crecí un poco y la verdad es que no recuerdo si me gustaban los niños o no hasta los 14 años o así. A ver, que sí, que bien, que ese es guapo, el otro también y aquél es gracioso. Pero que no se me acercaran mucho. Y que nadie me preguntase por el tema porque me cabreaba cosa mala. Curiosamente, siempre tuve más amigos chicos que chicas, era bruta, jugaba con ellos y me lo pasaba bomba con sus bromas y sus cosas. Es decir, que no era miedo ni vergüenza, ni nada de eso. Era que no iba conmigo lo de emparejarse, lo veía extraño, ajeno, de mayores, de otra gente. De hecho, una vez pegué a un chico por decir que era mi novio sin mi conocimiento al respecto porque me pareció machista que lo decidiera por su cuenta. En otra ocasión os lo cuento.
A los 14 me enamoré platónicamente de un tipo del pueblo sobre el que no me gusta hablar porque la historia terminó con malos tratos a los 19 y no viene al caso.
Casi con 15 me enrollé por primera vez con un chico moreno de ojos negros preciosos y una sonrisa socarrona que a día de hoy aún me trae buenos recuerdos. El tema es que era del pueblo y nunca tuvimos nada serio, aunque andamos tonteando durante años.
La parte un poco más romántica de la historia es que en esa etapa adolescente mía se llevaban los juegos y los test de revista para saber cómo conocerías a tu futuro marido y blablá. Recuerdo que durante una temporada me salió insistentemente que conocería a mi amor en el autobús. Salió tanto que ya parecía cachondeo. Como yo no creía en esas cosas y no he tenido nunca la más mínima intención de casarme, no hice caso y me olvidé del tema.
A los 16 empecé con mi primer novio y a partir de ahí tuve mis líos, mis amoríos, mis decepciones, mis historias. Y a los 21, volviendo un día de la facultad donde tenía un par de asignaturas de libre configuración, me encontré con el Ross en el autobús. Y BUM. Yo le conocía del instituto, habíamos sido amigos y mi idea de él es que era un tipo raro, con unas pintas extrañas y una mente enigmática que quería ser físico. Pero de repente era otro. Llevaba otras gafas, se había quitado su estúpido chaleco beige de pescador y se había cortado el pelo. Y me atravesó de lado a lado como un huracán. Le vi sonreírme y como en las películas, el mundo empezó a estar borroso a mi alrededor. Sólo le veía a él. Ese chico era para mí. De repente, en una décima de segundo, supe que era MI Ross. Nos pusimos a hablar, me olvidé por completo del chico que me acompañaba y todo mi mundo se llenó de Ross al instante. Empezamos a quedar, venía a buscarme, conocí a sus amigos, me llevó a una fiesta de rugby. Y un mes después conseguí que me besara por fin. Me enamoré hasta las trancas. Y me acordé de la profecía del autobús.
Luego pasaron cosas, quizás éramos demasiado jóvenes y rompimos dos años después. Yo pasé mi etapa golfa, tuve otras relaciones incluida la del desequilibrado con el que llegué a convivir poco más de un año y la del Niño Chico al que quise tanto, que llegué a pensar que funcionaría y me quedaría con él para siempre. Pero nunca, jamás, sentí ni por un segundo lo que había sentido en el bus al ver al Ross. Siempre le tuve ahí dentro, en contra de mi voluntad y aunque me jodiera en muchos momentos. El Ross era una constante en mi vida. Y salvo pequeñas temporadas, siempre seguimos teniendo contacto, seguimos siendo amigos, seguimos teniendo un vínculo especial. Y a temporadas, tuvimos acercamientos amorosos que no llegaron a nada por unas razones u otras. Muchas veces dije que tenía que parar, que tenía que acabarse, que ya era suficiente. Pero es que algo dentro de mí me decía que al final, saldría bien, que al final volveríamos a estar juntos, que al final, sería. Porque sí, porque tenía que ser, porque le había encontrado en el autobús. Lo sabía, no sé por qué, pero lo sabía. Y quizás por pura cabezonería, al final parece que tenía razón. Ahí está, roncando mientras escribo esto.
Anusca decía en su post que al final sólo había estado con su marido. Yo admiro a esa gente con amores de toda la vida, de verdad. Pero yo no soy así. Sabía que no iba a terminar con mi primer novio. Y no me arrepiento de los años separada del Ross (a pesar de que a veces ha sido horrible) porque he aprendido, he conocido otras cosas, he vivido, he disfrutado, he llorado y me he convertido en la persona que soy, totalmente segura de lo que quiero. Si no, me hubiera quedado siempre con dudas y con preguntas. Cada uno somos un mundo.


En cualquier caso, bendito autobús que me llevó a ti.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Torpeza extrema

Siempre trato de reírme de mí misma. He dicho más veces que creo que es lo que me salva de la locura. Reírme en general y de mí misma en particular. La verdad es que tampoco me lo pongo difícil, con lo torpe que soy y la afición que tengo por el absurdo y el ridículo menos mal que me da por reír. Además, opino que pobre del que no se sabe tomar a broma porque estará condenado a estar amargado.
Sin embargo hay veces en las que ya uno se cansa y dice, mira, ni risa ni hostias. Y se queda así, espachurrado y con la boca al revés, con una sonrisa invertida. Y pensando “pero mira que soy gilipollas.”
Algunos lo mismo intentasteis entrar ayer a mi blog y lo encontrasteis privado. Fue lo único que se me ocurrió para intentar frenar el entuerto, pero la verdad es que es una solución de mierda, así que lo vuelvo a abrir, si total, qué más da.
Os pongo en antecedentes. Cada X tiempo hago un envío de currículos a empresas, ongs y demás que se me ocurre que podrían querer contratarme. Que sé que roza lo imposible porque todo está fatal, la mayor parte de la gente que conozco que encuentra curro decente es a través de enchufe y tal. Pero a ver qué voy a hacer. Así que busco información, les escribo unas palabras presentándome y diciéndoles por qué me gusta su empresa y lo que podría aportar a ella. Y les adjunto el currículo. Y luego espero pacientemente a los que me dicen que lo sienten pero que no hay nada y a los que directamente, ni responden. Algunos incluso, te dicen que guardarán el currículo por si surge algo en el futuro, más majos ellos.
El caso es que ayer por la mañana estuve haciendo la ronda correspondiente. Y había enviado ya unos quince e-mails cuando me di cuenta de que lo estaba haciendo desde el correo del blog. No me eché a llorar de milagro. ¿Sabéis esa imagen de los Simpson que Marge estropea un vestido y se sienta diciendo “en momentos así lo único que puede hacer una es reírse” pero se queda mirando al vacío en total silencio y desolada? Vale, esa era yo.
Y diréis que no es tan grave. A ver, no, no ha muerto nadie. PERO. Primero da una imagen ridícula que te llegue un mail con su currículum y todo desde una dirección absurda. Imaginad una ingeniera estupendástica presentándose desde lamarimorenita@hotmail. Pues como que pierde seriedad.
Por otro lado, yo me curro mucho estas cosas. No pongo carta presentación estándar, la personalizo para cada empresa, me informo y le doy los datos que creo que le pueden interesar. Así que he perdido la hostia de tiempo y de esfuerzo. Y contando con la escasez de empresas dedicadas a lo social y que no sé si seré capaz nunca más de ponerme en contacto con ellas, he perdido una cantidad importante de potenciales contratadores.
Y para colmo, a nada y menos que miren, llegan a blog. Y hombre, sé que no hago nada malo, que no cuento nada raro, que no cometo un delito. Pero no creo que quieran contratarme por mis bonitas historias. Ni que sea bueno para nadie que sepan más de mi intimidad que de mi vida laboral. A parte de la pérdida de anonimato, de mezclar unos datos con otros y de todas esas cosas que siempre me han aterrado.
Por eso cambié el acceso al blog y no se pudo acceder. Porque pensé que al menos lo encontrarían cerrado. Luego lo volví a pensar. Lo más seguro es que no vaya a encontrar trabajo de ninguna manera y encima me voy a quedar sin blog. Y eso no tiene sentido. Si me encuentra alguien de recursos humanos, pues oye, bienvenido, pásalo bien con mis miserias, siempre me alegra sumar lectores. Y si no, pues bueno, al menos os sigo teniendo a los de siempre.

Para terminar os contaré que ya se me atravesó el resto del día, me dio un calambre en pilates, la niña canceló la clase de esta semana y el profe de inglés me puso un ejercicio de esos de viñetas que odio y que no supe hacer porque me bloqueé. Al menos, cuando llegué a casa ya tarde, agotada y hundida, el Ross me estaba esperando. Me había visto triste antes de irme y en lugar de irse a entrenar se había quedado a esperarme. Y claro, quizás tengo toda la buena suerte con Ron y con él y no me queda para el resto de las cosas.


Y aún así, mañana lo seguiré intentando. Mañana volveré a mandar currículos y volveré a reírme.  

lunes, 22 de febrero de 2016

Cuando el mundo ya no es sórdido y ajeno

A veces, como dice Sabina el mundo es sórdido y ajeno. Otras, sólo es ajeno. Para mí al menos. Siempre he tenido la sensación de vivir en otro plano diferente y ver la vida pasar por delante como el que observa un documental. Quizás me resulta complicado integrarme de verdad, quitarme las capas, las corazas y hasta la propia piel y quedarme en carne viva ante las situaciones para que me calen muy dentro.
Quizás la historia empezó en el colegio, donde como ya os he contado, mis compañeros me odiaban. Y yo me acostumbré a estar sola, a ir a mi aire, a dejar que el tiempo pasara para irme de allí. La mejor amiga que tuve (a pesar de que desde pequeñas ya me hizo cosas chungas) me traicionó feamente en la adolescencia, grabándome a fuego la idea de que la amistad, quizás como el amor, sólo es eterna mientra dura.
En el instituto fui feliz. Me podía juntar con quien quería, nadie me trataba mal, nadie me insultaba, nadie me marginaba a propósito y se reía de mí. Las chicas eran simpáticas e incluso gustaba algunos chicos. Picoteé de un grupo a otro, de unos amigos a otros, de unos planes a otros. Estaba fascinada. Y no sé si por ese querer abarcar más de lo que podía apretar o por mi reticencia aprendida durante la década del colegio o simplemente porque tengo un carácter así de jodido, en realidad no llegué a intimar con casi nadie. Mucho amigo, mucho jiji-jaja, mucho plan de billar, de bolos, de cosas adolescentes, pero cuando llegué a la universidad fui perdiendo el contacto con casi todos ellos. Y no me sorprendió. Lo tomé como parte del proceso vital normal.
En la universidad, más de lo mismo. Tenía un grupete de amigos, una especie de club social donde pasar el tiempo en lugar de ir a clase y algunas amigas con las que salía los fines de semana. Pero nunca me sentí parte de ellos. Mi facultad era muy perroflauta, muy rasta y pelo en sobaco, muy botellón y porros en el parque. Casualmente me encontré al Ross, empezamos a salir y su grupo sí que me hizo sentir en casa. Encontrar a los satánicos fue como envolverme en una cálida manta tras un chaparrón que me hubiera calado hasta los huesos. Ellos son ese lugar en el que me desnudo y me fundo con el ambiente. Ellos son ese sitio cálido donde me siento en casa.
Con el Ross me pasa eso mismo, pero elevado a la enésima potencia. Aunque he querido a otras personas, el Ross siempre ha sido mi hogar. A veces, sólo escuchar su voz me baja el nivel de pulsaciones. Él me calma y me sosiega, me reconforta, me da una extraña paz de que por mí misma carezco. Y siempre había pensado que era porque él era muy tranquilo y me lo sabía contagiar.
El domingo por la noche, a las tres de la mañana, estaba en la cocina recogiendo los vasos que habían quedado tras la visita de unos amigos. Habíamos charlado, reído recordando anécdotas y visto fotos adolescentes de aquellas en papel. Cuando salí de nuevo al salón, el Ross estaba dormido en el sofá. Siempre he admirado su capacidad de caer en coma en segundos. Me acerqué, le hice una caricia y le dije que fuera a cepillarse los dientes, que nos íbamos a la cama. Abrió una rendija de sus ojillos verdes y me dijo “jo, es que cuando estás tú me duermo muy tranquilo. Cuando vivía solo no me pasaba tanto, pero aquí estás tú y sé que todo está bien, así que me da una paz... que me quedo tan relajado que me duermo.” Me eché a reír. Pensé que yo era incapaz de inspirar tranquilidad. Sin embargo su madre me dijo hace un tiempo que yo era la única persona en la que él confiaba. Y el Ross ha dicho muchas veces que sólo conmigo es él de verdad. Quizás, hasta él que es un enigma ha encontrado un lugar donde despojarse de todo lo que le envuelve.

A lo mejor, sólo a lo mejor, ésto es el amor. El amor entre amigos, el amor entre una pareja. A lo mejor, y sólo a lo mejor, éste es el lugar al que pertenezco y al que tenía que llegar. A lo mejor, y sólo a lo mejor, aquí es donde el mundo deja de ser sórdido y ajeno.

jueves, 18 de febrero de 2016

El ladrón de chuletas

Ron ha aprendido a abrir la puerta de la cocina. Nunca le había dado por ahí, pero ya ves, un día probó y sonó la flauta. Desde entonces, cada día la abre varias veces. El caso es que no es difícil, es una puerta corredera de plasticucho que mi ex el desequilibrado instaló al revés. Ese tipo todo lo tenía que hacer atravesado, de verdad. El caso es que en cuanto la empujas, salta el imán que la cierra y hala, abierta. Ron ha descubierto que si mete el morro por debajo y empuja con la cabeza en el ángulo donde se juntan dos piezas, se abre de inmediato. Y dentro está todo lo que un gato tragón puede desear, claro.
El otro día me fui por la mañana a trabajar y luego a hacer unas compras con mi madre. Confiada de mí, dejé un par de chuletas de pavo en la encimera para que se terminasen de descongelar. Lo cierto es que el gordo-Ron nunca había abierto la puerta en mi ausencia, cuando yo me voy por las mañanas él duerme, toma el sol en la terraza y mira por la ventana, pero no suele hacer maldades. Así que me fui tranquila.
Cuando volví a las tres de la tarde, con más hambre que Carpanta, Ron estaba hecho una rosca en el sofá. Y en vez de levantarse a saludarme y empezar a maullar pidiendo su pienso, me miró con unos ojos que yo conozco. Esa cara era la misma cara con la que me miraba el Amigo, mi perro blanco de cuando era niña, cuando había hecho alguna de las suyas. Así que según reconocí esa mirada, no pude evitarlo y me empecé a enfadar. Recordándome a mi propia madre ante circunstancias parecidas, empecé a decirle “¿qué has hecho? ¿eh? ¿Qué has hecho?”.
Efectivamente, la puerta de la cocina estaba abierta y mis chuletas, o mejor dicho, lo que quedaba de ellas, en el suelo. El tragaldabas se había zampado un pedazo de una y la otra casi entera. El hueso, perfectamente roído.
Me puse nerviosa y llamé al veterinario por si acaso. Me dijo que bueno, que era posible que vomitara, que hiciera las cacas raras y que estuviera empachado, que no le diera de comer. Me preguntó si estaba el hueso y me dijo que lo único potencialmente peligroso era que se hubiera tragado un pedazo de hueso, pero que era raro. Yo, súper preocupada y sin comida, me preparé un minibocadillo de jamón, que era la único que había y me quedé esperando a ver qué pasaba y rezando para que no se hubiera tragado ningún hueso pequeño, aunque casi lo descarto porque estaba entero.
Tres días después, Ron está estupendísimo. No sólo no ha vomitado, es que caga mejor que nunca. Porque él tiene la barriguita un poco delicada y tiene tendencia a que se le suelte un poco. Pero nada. Y tan contento y activo o más que nunca. Aún tengo que vigilarle esta semana por si tiene algún síntoma extraño, pero no lo parece. Ni mucho menos, vaya. De hecho, es que me lo imagino subiendo a la encimera, viendo la chuleta y pensando “esto es para Ron”. Y relamiéndose como un condenado.
Y claro, yo ya no sé. Porque me gasto una pasta en comida especial para tripas sensibles, le compro unas latitas de veterinario que cuestan un cojón de pato y ando siempre con mil ojos de que no coma lo que no debe. Y aún así, de vez en cuando, cacas feas. Y va el cabrón, se jala una chuleta cruda y le sienta como dios. A ver si me está insinuando que me puedo meter las latas por donde me quepan y darle chuletas todas las semanas.

En fin, ya sé que los gatos de pueblo siempre han comido carne cruda, que hay defensores de la dieta barf y todo el rollo, pero a mí siempre me había dado mal rollo el tema. Y ahora resulta que le sienta bien. Manda huevos. De verdad que manda huevos.

martes, 16 de febrero de 2016

La fabada asturiana

El otro día andaba un poco desinspirada y no tuve mejor idea que poner una encuesta en twitter a ver si la gente me encendía esa chispa que te empuja a escribir. Como no es que tengas para escribir mucho en cada opción, ofrecí: post moñoso de san Valentín, post chorra o post sobre fabada asturiana. De verdad que no sé para qué hago la coña si soy la primera que vota en las encuestas la opción más absurda. ¿Por qué? Pues no sé, es un problema que he tenido siempre. Desde que hacía exámenes tipo test en la universidad, desde que me saqué el carnet de conducir, desde los test de personalidad de la super pop. Yo qué sé. Siempre hay algo de mí que me obliga a marcar la opción que claramente está puesta de relleno o con una tontería porque me hace gracia. No quiero ni imaginar los resultados que habré dado en los test psicológicos y de aptitud que me han hecho.
En fin, sea como fuere, tal y como era de esperar, ganó la opción de la fabada. Yo también la habría votado, no voy a mentir.
La verdad es que había pensado hacer fabada y colgar la receta, pero es que al Ross no le gustan mucho las judías blancas. Si queréis, os lo cambio por la de las lentejas, que haré esta semana seguramente.
Al menos os diré, a favor de mí misma y mi coherencia mental, que se me ocurrió poner esa opción mongola porque el domingo, para celebrar San Valentín como debe ser me quedé sola en casa y me comí una lata de fabada. Y es que es una de las pocas guarrerías que me permito de vez en cuando. Yo lo cocino todo, incluso las judías y todo me sale bueno (no es por tirarme flores, es que es lo único que hago bien en la vida) así que las cosas precocinadas no me gustan. De hecho, me dan asquete. Me da por pensar qué llevarán, cómo las habrán hecho, leo los ingredientes y muero de agonía. Así que no como nada preparado. Excepto una lata de fabada de pascuas a ramos. Y el día de los moñas, me auto-regalé una. Y estaba estupenda. Eso sí, yo sólo como judías, ni chorizo, ni morcilla, ni tocino ni nada de nada. No me gusta. Yo judías con su caldito que me saben a gloria.
A parte de la lata de fabada tengo pocos vicios culinarios chungos. Con el tema de la alergia a los lácteos mi abanico de opciones se reduce mucho. Todo lo precocinado, todos los dulces industriales y hasta las cosas más impensables (como el fuet) tienen leche, suero lácteo o vete a saber, así que a veces me doy un capricho, pero es raro.
Total, que como ya he dicho más veces soy una siesa para comer.

¿Y vosotros? ¿Algún vicio inconfesable? ¿Alguna guarrería que os guste a rabiar? ¿Alguna mezcla imposible tipo nocilla con chorizo que os vuelva locos?

martes, 9 de febrero de 2016

La tortura del "tú sabrás"

Eres adolescente, llevas no sé cuanto tiempo dando el coñazo a tu madre para que te deje hacer algo. Algo, que en el fondo sabes que no está bien del todo, como llegar más tarde, ir a cierto sitio, comprar cierta cosa. A tu madre no le gusta la idea un pelo, pero no te lo prohíbe explícitamente. Te aferras a ese resquicio e insistes. Luchas y batallas. Porque para eso eres adolescente y no tienes otro objetivo en el mundo que desgastar a los adultos. Así que dale y dale que te pego. Tu madre al final, harta de ti, te mira muy seria, con esa cara que sólo las madres saben poner y te dice: “Haz lo que quieras, tú sabrás” a veces incluso se acompaña de un “ya eres mayorcito”.
Tachaaaaaaan. Música de terror. El infierno se abre ante tus ojos y puedes ver los siete anillos de Dante. Ahora sí que estás jodido. Paladeas el amargo resquemor de la responsabilidad. Porque si decide otro, las culpas serán suyas. Si no te dejan hacer algo, tendrás un enemigo a combatir y una excusa para no hacerlo. Y si te dejan y cuando lo haces te sale mal, será su culpa por haberte dejado hacerlo. Pero ¿qué pasa si de repente no te dicen nada y el marrón es tuyo? ¿Qué haces? ¿Haces algo que en el fondo no te convence sólo por mantenerte en tus trece y no rajarte como un pringao? ¿No lo haces y de alguna manera das la razón a tus padres? ¿Lo haces y les enfadas, porque en el fondo sabes que se enfadarán? Qué dilema, chico.

Si algo de esto que acabo de contar os resulta familiar, os podéis hacer una idea de cómo fue mi adolescencia. Admito que tengo un carácter chungo y beligerante que me empujaba a discutirlo todo y a querer hacer cosas sólo para retar y ver dónde estaban los límites. Generalmente recibía tajantes noes o síes y punto porque mis padres me conocen, pero mi madre a veces, no sé por qué, tiene tendencia a callarse y pretender que tú adivines lo que quiere que hagas. Y si insistes, lo más que recibes es eso: “tú sabrás lo que haces”.
A día de hoy aún pasa esto a veces y me jode tanto como cuando era cría. O más. Porque ahora generalmente si le pregunto lo que quiero es una opinión, no estoy pidiendo permiso. Y su teoría de que no me responde para no influirme se contradice con su queja constante de que hago lo que me da la gana siempre. Adoro a mi madre, pero con estas cosas me saca de quicio.


¿Queréis un consejo? No tengáis hijos. Y si los tenéis y ya no podéis devolverlos, torturadlos con los mismos sofisticados métodos que usaron vuestros padres con vosotros. O no, vosotros sabréis, que ya sois mayorcitos.

lunes, 8 de febrero de 2016

A vueltas con el chaqué y el kilt

Ya os conté que Bombita quería casarse de chaqué y que en una de sus maravillosas ideas, había llegado a la conclusión de que todos los amigos deberían ir de chaqué también. Y el Ross, que a original no le gana nadie, pensó que podía ponerse un kilt y quedarse tan ancho. Podéis recordar la historia aquí. Yo no dije nada porque si no al final las culpas son para mí, pero no os imagináis la cara de Bubita, la futura esposa, cuando se enteró del asunto.
Vaya por delante que yo adoro a Bubita. Es inteligente, entrañable, abierta y buena persona. Y aguanta al gordo, eso sobre todo. Pero la muchacha es de un pueblo muy pequeño y ese estigma marca de por vida. Así que hay cosas que para nosotros no entrañan mayor problema y a ella le escandalizan, ay, señor, qué van a pensar, qué van a decir, mi pobre madre qué disgusto se va a llevar. Yo me mondo de la risa con ella, porque lo dice así, con su acento y su gracia y no lo puedo
evitar.
El caso es que una tarde que estábamos tomando algo en mi casa salió el tema y el Ross dijo lo del kilt. Ella ni sabía lo que era, pero en cuanto se lo explicamos, abrió mucho los ojos y dijo:

  • ¿Pero tú estás loco? ¿Cómo vas a ir en falda? ¿Qué quieres, que te pregone todo el pueblo?

Yo me moría de risa, Flumi no terminaba de entender qué era eso de pregonar a alguien y Bombita consideraba una idea genial ir en falda escocesa.

Viendo el disgusto de la pobre chica, hablé con el Ross. A mí me la pela que vaya en kilt, en bermudas con flores hawaianas o vestido de faralaes. Él sabrá. Pero me parece que darle un disgusto a la novia y robarle protagonismo a lo tonto es de ser egoísta y puñetero. Obviamente, lo entendió en seguida y desistió de su idea del kilt. Y volvió a su idea de ponerse el traje de hace 15 años que está nuevo, mujer, si casi no lo he usado.

Hasta el otro día que Bombita nos escribe al grupo de wasap y dice que el Ross, Gordito, Flumi y él tienen que ir tal fin de semana a probarse los chaqués. El Ross gruñe menos de lo esperado y yo pienso que bueno, que allá se las compongan. Entonces la pobre y angustiada Bubita me escribe y me dice que por favor, les acompañe. Traté de zafarme como pude. Que eso son cosas de hombres, que yo qué pinto, que bastante tengo con lo mío, que no me van a hacer caso... pero ella insiste. Que no se fía, que al final terminan los cuatro en falda de tablas. Que por favor, por favor, por favor. Que confía en mí. Que de mí depende que se case o ser la risión del pueblo.


Me cagüen la mar salada. Ahora tengo que lidiar con los cuatro locos de la pradera y con una responsabilidad que no sé ni por donde coger. De verdad que no sé qué he hecho en esta vida para ser tan pringada. Al final me cabreo y la que va vestida de escocesa soy yo.

viernes, 5 de febrero de 2016

Os traigo un regalo

San Valentín se acerca con su polémica a cuestas como todos los años. Están los que critican que ese día se haga algo especial porque el amor es todos los días. Están los solteros que se quejan porque no tienen quien les regale ni a quién regalar. Y están los encantados de la vida con la fecha, los regalos y el empacho a corazoncitos.
Ea, pues no pasa nada, yo traigo la solución para todos. Y sin llevarme nada al bolsillo más que la satisfacción de colaborar con una iniciativa solidaria y de paso, si es posible, sacar alguna sonrisa.

Los encargados del milagro de poner a todos de acuerdo son Teterum, que es una empresa social para el desarrollo y la inserción de personas con discapacidad. Podéis, debéis, entrar en su web y comprobar la labor social tan importante que hacen. De paso, si os animáis, podéis comprar los más deliciosos, naturales y artesanos tés.

¿Y qué tienen que ver ellos con San Valentín y la diversidad de opiniones al respecto? Pues muy sencillo, para los regaladores de esta señalada fecha, hay un pack especial San Valentín. Para los que creen que hay que ser romántico todos los días tienen packs diferente siempre. Y para los que no tienen pareja pero quieren felicitar ese día a todos los amigos y familiares porque el amor es mucho más que un novio, para los que creen que lo más maravilloso del mundo es regalar una sonrisa traen esta sorpresa especial...

Si pincháis en el enlace de abajo y rellenáis un cuestionario, podéis enviar totalmente GRATIS una muestra de rico té a quién queráis con un mensaje que le haga sonreír y le alegre el día, sea San Valentín o san Cobardín.

Eso sí, no podéis perder tiempo porque son unidades limitadas. Así que venga, pinchad y enviad un detalle de corazón a la persona que tenéis en mente con ese mensaje que le queréis decir.

Pincha aquí para enviar té gratis


P.D. Si me queréis enviar té gratis, os amaré fuerte, lo prometo.



martes, 2 de febrero de 2016

Popurrí

La semana pasada anduve encontrándome mal. Algunos días, incluso fatal. Por las noches unos dolores de piernas que para qué. Por el día un revoltijo de estómago y un yoquesé muy malo. Y del humor que tuve mejor ni os hablo. Incluso discutí con el Ross, cosa que es inútil de todo punto porque él odia los enfrentamientos y tiene dos opciones, darte la razón como a los locos o tratar de enreversarlo todo y volverte loco. O sea, que al final termino loca y él tan tranquilo y saliéndose con la suya de cualquiera de las maneras.
Además que hablar con él es algo tal cual:

  • Ross es que yo lo que siento es blablá. - lo que sea, da igual, rellenadlo con sentimiento al gusto.
  • Vale, ¿pero podrías darme datos numéricos?
  • No, no puedo, te digo que es algo que siento.
  • Pues demuéstramelo, dame alguna prueba empírica de que eso es cierto.
  • Pe... pe... pero que es un sentimiento.
  • Es un sentimiento basado en la nada. Básalo en algo real y entonces me cuentas.
  • ¿En qué quieres que lo base, Ross?
  • ¿Ves? Yo tengo razón, si no lo basas en nada, es un absurdo y no tiene sentido. Siente cosas, pero basándolas en datos y razones.

Y claro, saco bandera blanca. Porque no hay quien le mueva de su idea. ¿Queréis un consejo? No salgáis con físicos. En la serie de Big Bang Theory son muy graciosos pero en la vida real es bastante exasperante.

Dejando problemas conyugo-científicos de lado, el caso es que yo me encontraba mal. Y lo único que me animaba era el plan de ver a Eva y a Álter el domingo. Bueno, pues el viernes caí con un catarrazo que me tuvo fuera de juego hasta el mismo lunes que salí porque tenía que ir a ver la niña con la que me gano un chusco de pan al mes. Aún tengo la nariz pelada y de hecho escribo esto con un pegote de crema blanco pegado al hocico para que se me cure. Así que el domingo me lo pasé enterrada entre potingues mentolados, caramelos de miel y pañuelos usados, maldiciendo mi estampa por ser tan inoportuna. En fin, otra vez será. Snif, snif.


Por otro lado os digo, la votación ha sido totalmente pro-flequillo con un éxito arrollador. La semana que viene si tengo un rato me lo corto y os cuento qué tal.


Y por último, habréis leído la noticia de lo que han hecho unos grandísimos hijos de puta en un refugio canino de Sevilla llamado El Sueño de Mufie. Ni enlazo la noticia porque me muero de pena y dolor, podéis leer el fantástico post de Anusca entre otros. Tras la barbarie, piden un poco de ayuda porque este país de mierda es así y los más desfavorecidos se quedan siempre con el culo al aire. Por favor, echad una mano. Yo he contribuído con un granito pequeño, no puedo poner mucho más, pero soy una convencida de que granito a granito, se hace la montaña. Si poneís aunque sean tres euros, ya es algo y si mucha gente pone uno o dos euros, al final son muchos euros. Sólo hay que usar su paypal  refugiocaninoelsaucejo@gmail.com o hacer un ingreso en su cuenta:  ES18 - 2100 8348 7301 0006 0509