No creo que yo sea una obsesa de la
imagen. Me gusta estar guapa, como a todo el mundo, pero no es algo
que me quite el sueño ni a lo que dedique demasiado tiempo. De
hecho, lo único que a veces me come la moral más de la cuenta es el
pelo. Y además lo reconozco, tengo ahí un chungo que no termino de
identificar.
Con la ropa por ejemplo no me quemo las
neuronas. Vivo de básicos: camisetas, pantalones, jerseys y alguna
cosa mona para cuando me da el aire de arreglarme. De hecho, casi
toda mi ropa es repetida. Si algo me gusta, me sienta bien y tiene un
buen precio, me lo compro en varios colores. De hecho, mi última
compra fueron dos vaqueros iguales (uno un poco más claro) y dos
camisetas idénticas, una rosa y otra negra. 20 euros las cuatro
cosas. Ese es mi plan de armario.
Dicho esto, es bastante evidente que
los estilismos en general me preocupan poco. El problema es que si yo
soy relativamente descuidada, el Ross es un caso a parte. Le gustan
los chándal, las sudaderas con capucha y las camisetas viejas y
costrosas que tiene desde hace 15 años. Si me descuido se compra las
camisas más feas que haya de oferta en el decathlon y por lo
general, tres tallas más grandes. Y de sus zapatillas mejor ni
hablamos. El pelo se lo corto yo dese hace años porque tiene una
especie de manía a ir a la peluquería y lo que hacía antes era
dejárselo larguísimo y luego raparse a trasquilones.
Además, él no tiene sentido del
ridículo con la ropa. Podría ir envuelto en una sábana por la
calle y se la pelaría totalmente. Cuando le conocí con 14 años
llevaba un chaleco beige de bolsillos en plan pescador comprado en
Coronel Tapioca. Y lo llevaba siempre. Sus bolsillos eran una especie
de mochila deconstruida, en uno el bocadillo para el recreo, en otro
los bolis, en otro un cuadernito, en otro las llaves, en otro una
rana muerta, en otro los arpones y anzuelos para cuando se cruzase
una trucha fresca... lo normal para ir al instituto.
Cuando surgió el tema de la boda de
Bombita y dijo lo de ponerse un kilt de gala a él le parecía buena
idea. Pero de verdad. No se veía ridículo ni extraño ni nada. De
hecho, le sorprendió que Bubita no quisiera que se lo pusiera y
desistió al mismo momento para no disgustarla, aunque creo que sigue
sin entender bien el por qué ella lo ve así. Curiosamente, el
considera que con el chaqué que le queda como un guante, está
rarísimo y que va hecho un cuadro.
Para colmo últimamente le ha dado por
decir que quiere un pantalón de peto. No sé por qué ni para qué,
pero insiste, él quiere un peto. Traté de explicarle que los petos
son incómodos y absurdos y que no favorecen a nadie. Que te viene
Beckham con peto y te lo follas, pero no con las mismas ganas. O sí,
pero después de quitárselo y quemarlo. O... bueno, que es Beckham,
joder. Pero los petos no molan. Pensad en algún personaje importante
con peto. No hay ninguno que merezca la pena. Y a mí sólo se me
ocurre un personaje con peto: el marido de Los Puentes de Madison.
Siempre va con un jodido peto vaquero. Normal que ella se enamore de
Clint, qué queréis que os diga.
El caso es que el Ross seguía
insistiendo con lo del peto. Haciendo acopio de mi escasa paciencia y
de mis técnicas de psicología le conté que yo tuve uno años ha.
Fue siendo adolescente (14 años o así) que estaban muy de moda.
Como soy bastante pechugona parecía que estaba preñada. Porque los
petos engordan mucho ópticamente. Esperé a ver si pillaba la
indirecta, porque yo le adoro, pero el Ross está lejos de ser
delgado. Y dale perico al torno, que él quiere un peto. Y ya me hizo
enfadar.
- Mira Ross, sólo hay una cosa que justifique que un hombre tenga un peto y es ser granjero en Iowa. Tú no tienes una granja en Iowa, ni en Kentucky, ni en Kansas. Así que desiste.
- Vale, pues quiero una granja en Iowa. Para poder ponerme peto.
Le visualicé. Metro noventa de tío,
más de 100 kilos. Melenita rubia porque hace tiempo que no le corto
el pelo. Medio pecoso. Mira, que se compre el peto, un sombrero de
paja y un rifle y se vaya a un porche a sentarse en una vieja
mecedora al atardecer de Iowa. Me compraré un vestido de flores,
unas botas de cowboy y seremos felices bailando country y tocando el
banjo.