martes, 27 de septiembre de 2016

Amistad intermitente

Hoy, post de indignación.
Creo que soy una buena persona. De verdad, creo que a pesar de tener cierto mal pronto, en el fondo soy una blanda y todo. Pero hay veces que ya no sé si la gente lo aprovecha, me toman a cachondeo o creen que lo que soy es gilipollas. Y no. Porque yo perdono, pido perdón y creo en las segundas, terceras y enésimas oportunidades porque todos nos equivocamos. Pero también creo que hay un límite y creo que no se debe nunca abusar de la bondad ajena.
Tengo un amigo. O tenía, no sé. El caso es que nos conocimos teniendo pareja los dos y en realidad éramos amigos los cuatro. Luego yo mandé a la mierda al Desequilibrado y y ellos me ayudaron muchísimo. Los dos, la verdad, aunque más éste del que os hablo. Iba a su casa, cenábamos casi todos los viernes, me llamaba, se preocupaba por mí. Fue una ayuda y un apoyo importantísimo. Me ayudó mucho a montar la casa, a ir a por muebles, a todo lo que necesité. Por eso cuando unos meses después él también lo dejó con su chico, yo me volqué en él. Todo lo que pude y más. Le llamaba, venía a mi casa a todas horas, hablábamos infinito por teléfono, le acompañé al médico por unos problemillas de salud que tuvo... en fin, muy buenos amigos.
Después él volvió con su ex. Y no es que desapareciera por completo, pero sí bajó mucho, mucho, el ritmo de llamarme y quedar, a pesar de que su ex también era mi amigo. Pero bueno, lo tomé bien porque me dije que estaban tratando de recomponer una pareja y tal.
Como era de esperar, lo volvieron a dejar. Y aquí tuve a mi amigo llorando día y noche, comiendo, durmiendo, pasando horas muertas en mi casa. Salíamos por ahí, le sacaba para que se animase, me quedaba en casa cuando estaba de bajón para no dejarle solo. Le ayudé con la mudanza, volvimos al ikea. Aguanté horas de lloros por teléfono hasta la madrugada. Hice todo, todo lo que pude y un poco más.
Bueno, pues al cabo de los meses conoció otro chico y si te he visto no me acuerdo. Dejó de llamar, de quedar, de venir a casa y hasta de contestarme a los mensajes. Ya hubo un punto en el que me mosquée porque le pedí quedar para una cosa que era importante y me dejó tirada sin explicaciones. Le dije que me parecía muy bien que ahora tuviera otras prioridades, pero que yo no era de usar y tirar tantas veces como le dejara el novio de turno porque yo también tengo sentimientos, necesidades y quiero a mis amigos siempre, no sólo cuando conviene. No hubo respuesta.
Y así pasaron dos años y medio. Hasta el otro día que me llega un mensaje por facebook y me dice que no se ha olvidado de mí, pero que es tonto y que espera que me vaya bien. Revisé su perfil. Adivinad quién lo ha dejado con su novio.
El caso es que estuve un montón de días pensando. No sabía si quería contestarle ni qué decirle en caso de hacerlo. Al final me pudo el ansia y le dije que no estaba enfadada con él, pero que me sentía dolida porque me había dejado de lado sin razón y que eso no se le hace a los amigos, que pensaba que teníamos una relación especial y que me había fallado. Aun así le decía que esperaba que le fuera bien, que yo estaba bien y que nunca me había olvidado de él porque había sido muy importante en mi vida.
Pues va y me responde que me quiere, pero que ya sé cómo es, que es tonto y se deja influenciar.
Vamos a ver. Uno: Tienes una edad ya, hermoso, no eres un adolescente que se deja presionar por el grupo. Dos: ¿influenciar por quién? ¿Tu novio que no llegué a conocer te decía que no quedaras conmigo? ¿O es simplemente que te apetecía más estar con él? Tres: el “ya sabes como soy” me toca el coño a dos manos. Es un “yo soy así y tienes que joderte”. Perdona pero no. Porque eso implica que no quieres cambiar, que vas a seguir haciendo lo mismo, que no te arrepientes y que desde luego, volverás a dejarme tirada cuando aparezca el nuevo culo que te guste. Y mira, NO.
Había visto y vivido muchos casos de gente que te deja de lado por un novio, pero como este yo creo que pocos. Me parece de tener bastante cara. Y me duele decir todo esto, porque en realidad yo quiero mucho a este chico, le echo de menos y claro que me gustaría seguir teniéndole en mi vida. Pero no me parece bien que me haga eso, que yo sea sólo el trapo con el que quitarse la mierda y cuando está bien, no acordarse de que existo. Yo también lo he pasado mal en estos últimos dos años y no lo sabe ni ha estado aquí para ayudarme. No me parece justo. Y francamente, ya no confío en que no vaya a hacer lo mismo pasado mañana, luego vuelva llorando y luego lo vuelva a hacer. Y yo ahí como una tonta, esperándole siempre, sin importar cómo yo me sienta. Pues no me gusta mucho el plan.
En fin, no me enrollo más. ¿Vosotros qué pensáis de esto? ¿Qué haríais? ¿Os ha pasado algo parecido?



lunes, 19 de septiembre de 2016

Tarta de queso

Alguna vez he dicho que cuando estoy triste, angustiada, agobiada o lo que sea, cocino. Obviamente, como conté en el post anterior, no estoy en mi mejor momento, así que me paso el día tratando de entrar en calor al lado del horno. Que sí, que no es invierno aún y no hace tanto frío, pero yo estoy helada. Bueno, lo mismo da, no he venido a hablar de mí. He venido a contaros cómo hacer una tarta de queso fácil y por lo que me han dicho, muy rica.
Esta es una de las cosas que cocino de oído porque yo soy alérgica a los lácteos y no la puedo ni probar, pero mi madre me la pide casi todas las semanas. Y si no es ella, la yaya. Y el Ross roba un pedazo o dos siempre que la hago. Total, que yo no lo sé de primera mano, pero la tarta tiene buenas referencias.

INGREDIENTES:
2 huevos
2 yogures naturales
1 tarrina de mascarpone
2 cucharadas de harina
3 ó 4 cuacharadas de azúcar al gusto
1 cucharadita (de las de café) de levadura en polvo

También se necesita un bol, unas varillas, un molde, unas gotas de aceite o un poco de mantequilla para untarlo y un horno.



ELABORACIÓN.
Podría resumirlo en meter todo en el bol, batir y hornear. Y punto. Es una receta para tontos.



Por si necesitáis más detalles, os diré que yo lo mezclo todo con las varillas de mano y luego le paso las que trae la batidora para no dejar ningún grumo y que se quede con este aspecto. Por cierto, ignorad el desparramo de harina que hay por toda la encimera. Hubo un pequeño fallo técnico que no tiene por qué ocurrir a nadie que sea normal y no como yo.



Luego engrasamos el molde. Yo lo suelo hacer con unas gotas de aceite de girasol que no aporta sabor, pero se puede usar de oliva, margarina o mantequilla. Echamos toda la masa y metemos en el horno precalentado a 170º.



Hornear hasta que tenga este aspecto o un poco más dorado si se quiere. Como casi toda la repostería para saber si está hecho, se pincha con un palillo y cuando salga limpio, está hecho. Suele tardar unos 15 - 20 minutos.



Se puede complementar la receta con una base de galletas trituradas y mantequilla, adornar con mermelada de frutos rojos o como se quiera.
¡¡Espero que os guste!!

jueves, 15 de septiembre de 2016

Días de asco

Hay rachas que son un poco una mierda. Que todo parece torcerse o al menos, no terminar de enderezarse. Es un asco, pero es parte de la vida. Porque la vida a veces es así: un asco. Y temo por esos niños de hoy en día cuyas madres creen en la sobreprotección, en no hablar nunca de la muerte, del dolor, de la enfermedad y de las cosas malas porque se van a cagar cuando crezcan. Que no digo que haya que traumatizar a los niños ni salir a la calle gritando “oh dios mío, vamos a morir todos” mientras corremos agitando los bracitos en el aire. Pero que la vida a veces apesta. Y hay que decirlo, no pasa nada. Me da por el culo el buenrollismo, el repetir siempre que todo va a salir bien, que todo se va a solucionar, que todos los finales son felices. Porque no es así. Y punto.
A veces me dicen que soy pesimista, pero francamente no estoy de acuerdo. No creo que yo vea las cosas negativas porque sí. Es sólo que prefiero no edulcorarlo todo. Prefiero tener en cuenta las posibilidades de que algo salga mal para estar precavida. Prefiero no hacerme ilusiones a lo tonto y luego llevarme la torta. Prefiero no engañarme. ¿Y esto significa que no me alegre, que no me ría, que no disfrute, que no haga planes y que no ponga ilusión en lo que hago? NO. Sólo significa que no vivo en los mundo de yupi y que sé que hay un porcentaje de probabilidad de que todo se vaya al carajo.
Porque no, la vida no es justa. El karma no existe. Las buenas acciones no siempre se recompensan, las malas no siempre se pagan. La vida no la escribe un guionista de hollywood. Y ya me gustaría, pero no. Y que sí, que siempre hay cosas buenas, que siempre hay que dar gracias y que blablablá. Estoy hasta el coño de positivismo y motivación y de no poder quejarme. Sé que siempre hay un lado bueno, un resquicio de luz. Y sé también que tengo derecho a la pataleta y a decir que hay días que son una mierda.

Hoy le hemos hecho unos análisis a Ron. Lleva seis meses con la medicina para el riñón que le pusimos cuando descubrimos que tenía la creatinina un poco alta. Y no son tan buenos como esperábamos. Le ha subido un poco más. Y tiene algunos otros niveles un poco regular, aunque en general no hay nada alarmante más que el problemilla renal. De momento le vamos a poner una dieta más estricta y seguir con la medicina (ajustando la dosis). Volveremos a hacer análisis en tres meses a ver cómo ha evolucionado, pero no pinta demasiado bien.
La verdad es que me había hecho ilusiones y de ahí mi reflexión. Últimamente está tan bien, tan contento, con tan buen aspecto, que creí que sería suficiente, que los análisis saldrían redondos, que podríamos quitar la medicación, que estaría sano como una manzana, que me dirían que se iba a hacer tan viejo como el sol. Y claro, qué palo. Por eso ahora no pierdo la esperanza, pero no confío demasiado en nada.
La verdad es que le tengo pánico a la simple idea de que Ron se muera. Sé que es algo que va a pasar, como moriremos todos, pero me horroriza. Nadie que no haya amado tan profundamente a un animal puede saber lo que siento. Ron ha sido el único que motivo que he tenido para vivir en muchos momentos. Y no concibo la vida sin él. Sin embargo, asumiré lo que tenga que pasar. Le cuidaré lo mejor que sé y con todos los medios posibles mientras él esté bien y no sufra. Y después, pues Dios dirá.
De momento, estoy triste. Y supongo que el hecho de que me hayan rechazado de un trabajo en el que había avanzado bastante en el proceso de selección no ayuda. Porque además era buena para el puesto y me ilusionaba la idea. Y necesito el dinero, para qué vamos a mentir. Entre los muchos sinsabores de este mes, se ha roto el canapé de la cama y no tengo dinero para comprar otro. Y sí, tengo salud, pero ayer me caí por las escaleras y tengo un brazo, una pierna y el culo completamente amoratados, hinchados y doloridos. Y un tobillo torcido. Y dos huevos duros.

Mira, yo qué sé. Que hay un montón de cosas buenas, de días maravillosos. Pero hoy no es uno de ellos. Hoy, la vida da un poco de asco.


martes, 13 de septiembre de 2016

El Feisbu

Yo odio facebook. Por eso me he hecho uno para el blog. Así es mi vida, que cuando algo no me gusta, o creo que no me gusta, termino metiéndomelo hasta la tráquea. En fin, no penséis cochinadas.
Decía que he hecho un facebook para el blog. ¿Por qué? Pues quién sabe. Porque a veces el blog me da perecilla. No es que lo deje, no es que renuncie. Mi blog es una parte tan importante de mí, tan mío, tan yo, que no quiero vivir sin él. Por ahora. Pero a veces estoy fuera o no tengo mi ordenador o lo que sea y aún así me gustaría contar algo. Algo no muy largo o no muy elaborado, pero ALGO. Y algo para lo que Twitter se me queda un poco pequeño. No sé si me explico. Algo intermedio entre extenderse en un post y el corsé de los 140 caracteres. Pues eso, un feisbu.
Luego están los que me dicen “pues mujer, haber hecho una fan page o algo así del propio facebook”. A ver, que no nos estamos entendiendo. Yo sé que mi blog está abierto y que aquí viene todo petete que quiere y lee y comenta si le da la gana. Pero me da igual, lo asumo, lo acepto, jugamos a lo mismo. En facebook yo no me siento segura. Me dan las venas paranoicas y no quiero que todo el mundo vea lo que ponga ahí. Ejemplo claro: me gustaría enseñaros el vestido que llevé a la boda de Primamediana. O el corte de pelo que me hice. Yo no voy a subir fotos a una página abierta porque para eso las subiría al blog y no lo hago. Y para tener las mismas restricciones, pues mira, no. necesito algo con cierta privacidad, cierto control.
Por otro lado, hay gente conocida por estos lares a los que tengo agregados al facebook digamos “personal”. No sé qué voy a hacer con vosotros porque no sé qué voy a hacer con mi página de facebook. Es posible que la cierre. Es posible que os elimine y la deje sólo para los cuatro gatos de la universidad con los que me gusta mantener algo de contacto. Es posible que lo deje como está. Ni idea. En cualquier caso, hasta que no os tenga a todos en la nueva, no haré nada drástico. Y no os lo toméis a mal me dé la ventolera que me dé.
Y estas son las noticias por el momento. Tengo un par de post rondando por la cabeza, pero no termino de poner las ideas en claro. Estoy un poco obtusa. Igual con el pelo se me fue la inspiración y he perdido mi mojo. No lo sé. Os iré informando.


P.D. Si alguien quiere ser mi amigüito en facebook que me lo diga, que me busque por Naar (foto de perfil de loca de los gatos, of course) o que me escriba un mail. Y ya que os ponéis, seguidme en Twitter, coño, que eso sí mola a puñaos.  

martes, 6 de septiembre de 2016

Sólo pelo

Un día me levanté y me di cuenta de que 17 años eran suficientes. Ya me había vengado de todas las peluqueras del mundo. Y me corté el pelo. Así de fácil, así de complicado, así de estúpido y así de profundo.
Mil veces he contado que me traumatizaron a los 15 con un corte infame. Y para arreglar el despropósito, tuve que cortar más y aquello terminó siendo el verano de calimero porque yo iba por ahí con un pelo tipo casco en la cabeza. Y fue peor cuando llegó el invierno y con la humedad eso se encrespaba y crecía a lo ancho y yo parecía una seta. Horrible.
Y aunque pareció una puta eternidad, pasó. Y el pelo me creció. Volvió a ser suficiente para hacerme coleta y poco después me llegaba a media espalda. Y cuando cumplí los 18 tenía mi hermosa melena rubia por la cintura otra vez. Gracias a Dios.
El problema es que desde entonces, apenas había cambiado de peinado. Flequillo sí, flequillo no, capas, blablá. El pelo a la cintura siempre. Por debajo de media espalda como muy corto. No soportaba la idea de tenerlo más corto que eso. El pelo me daba una extraña seguridad en mí misma, me hacía creerme más guapa, más fuerte, más femenina, más yo qué sé.
Recuerdo que una vez, cuando aún estaba con el desequilibrado, la hija de satanás de su madre (que era peluquera) me cortó más de la cuenta justo antes de la boda de Amigachica. Casi la mato. Recuerdo su tonito burlón cuando me dijo “puedes llorar si quieres”. Y le respondí que no estaba triste, estaba cabreada. Y mucho. Porque la hija de puta me lo había cortado más, mucho más de lo yo había dicho porque me tenía rabia. Allá y se pudra, por cerda.
Después, como efecto rebote, me lo dejé aún más largo. Hasta la cadera. Tipo Pantoja en su juventud. Todo el pelo del mundo me parecía poco. Lo necesitaba.
Ahora ya no. Llevaba tiempo rumiando la idea, estaba harta de verme igual, harta de tanto pelo, harta de ser sólo pelo. Y durante el verano cada día he estado harta de la melena tan larga, harta del calor que me daba, harta de peinarlo, harta de recogerlo, harta de estar harta. Esperé a la boda de Primamediana porque bastante tenía con lo mío como para añadir más estrés, pero a los dos días de volver, fui a la peluquería y le dije a la chica que me cortara. Le tuve que insistir por tres veces porque me había cortado muy poco, se ve que me tiene miedo. Pero yo no lo tenía. Más, corta más, no te preocupes. Por fin estaba segura, por fin no necesitaba el pelo, por fin era libre de él.
Reconozco que me gusta el pelo largo, sí. Y reconozco que siempre encontraba motivos para no cortarlo. No sé qué evento, la boda de fulano, ahora no que estoy triste, ahora no que estoy contenta. Los últimos dos o tres años no me lo cortaba porque se me metió en la cabeza la sumamente estúpida idea de que quizás, si me casara, me gustaría llevarlo largo. Pero este verano, por un par de razones que no vienen al caso, me miré en el espejo y me planté cara. A ver, mongola, ¿pero tú realmente vas a casarte? Y me tuve que responder que no. No, rotundo y definitivo. No. Y la última excusa estúpida para no meterme la tijera cayó al suelo y se rompió en mil pedazos.
Ahora llevo una melenita por debajo de las clavículas que me gusta bastante. Es manejable, es cómoda, no es lo bastante corta como para sentirme calva, y creo que hasta me favorece. El pelo me lo ha agradecido, lo tengo más sano. Y yo misma estoy contenta porque ya no dependo tanto de él. Ya no soy ni creo ser sólo pelo. Ahora puedo ir mona o ir hecha un desastre sin que ello dependa al 100% de mi melena. O al menos sin que yo lo piense dentro de mi locura.
Y diréis, qué importancias más tontas se da esta pava por haberse cortado el puñetero pelo, que lo hace todo el mundo. Ya, ya lo sé. Es que no es eso. Es que es cuestión de que he superado algo, de que me he hecho más fuerte y más madura y más adulta. He dejado de necesitar algo externo y absurdo para sentirme segura. Y he dejado de ser sólo pelo. Ahora soy yo. Y me siento extrañamente más fuerte y más libre por haberme deshecho de eso que supuestamente me infundía seguridad. Porque no soy Sansón. Mi fuerza no viene de lo mucho que cuelga mi trenza. No necesito llevarla tan larga que un príncipe trepe por ella.

Ya no soy sólo pelo. Ahora el pelo es sólo pelo.