miércoles, 26 de octubre de 2016

Buenas noticias sobre Ron

Bueno, aunque he dejado un nota en facebook, para los que no lo tenéis (reitero mi invitación a que me busquéis como Naar Tipala y seamos amigüitos), os cuento por aquí también.
Hoy le hemos hecho de nuevo los análisis a Ron. Gracias a Dios hay buenas noticias y parece que definitivamente su problema de riñón viene por las putas liliáceas de los cojones. La creatiina sigue un poco demasiado alta, pero ha bajado un poco porque sus riñones están sanos por lo demás y puede hacer frente al daño. Le ha bajado 4 décimas y aunque no sea reversible el problema, sí que es significativo que esté “mejor”.
Por lo demás está sano cual manzana, no hay nada más que esté alto, todos los niveles está bien, no hay síntomas de nada más y ha bajado de estadio 3 a estado 2, lo que es bastante bueno.
La verdad es que yo he pasado unas semanas horribles, lo he pasado francamente mal, muy asustada, muy angustiada y muy, muy preocupada. He sufrido una ansiedad horrible. Y es que hay quien no lo entiende, que peor para ellos, pero se puede amar mucho a un animal. Muchísimo.
Yo quiero a Ron con toda mi alma. Sin él mi vida no sería la misma. Y sé que algún día se irá a esperarme en el cielo, pero que sea lo más tarde posible, porque la tierra sin él será un lugar más oscuro y menos acogedor. Por suerte de momento le sigo teniendo conmigo. Y rezaré para que siga siendo así mucho tiempo.
Gracias a todos los que os habéis preocupado por él, por mí y os habéis tomado un minuto para preguntar, para mandar buenos deseos, para darme ánimos y para calentarme un poquito el corazón en estos días que han sido tan feos. De verdad, gracias, no puedo decir más.


Y nada, desaparezco un poco por unos días porque me voy a tomar el aire con mis niñas del bambo, que lo necesito. Estoy bastante ahogada y ellas me meten aire a presión en los pulmones. Cuatro días que me renuevan y soy otra, mejor para todos. Pero volveré. Me esperan aquí mi Ron y mi Ross que son los dos amores de mi vida y quiero estar bien para ellos. En una semanita, nos ponemos en marcha otra vez.  

miércoles, 19 de octubre de 2016

Teorías conspiranoicas y feminismo

Llevaba un tiempo dándole vueltas a un post sobre ciertos temas feministas y hoy me lo han puesto a huevo. Así que, allá vamos.
Hoy he estado en el ginecólogo (me pregunto cuántas entradas han empezado así) y bueno, la de siempre, estrujones de tetas, preguntas, cachirulos fríos metidos por partes íntimas y blablablá. El tipo, que por cierto se parecía mucho al actor gordo de Manolo y Benito, me dice mientras masca chicle con la boca abierta que igual debo cambiar de método anticonceptivo y que por qué uso el anillo. Le explico que no lo uso como anticonceptivo tal cual, que es para regular los sangrados y las hemorragias, pero que mis reglas siguen siendo abundantes y dolorosas y que en realidad no quiero cambiar porque las hormonas me sientan fatal y como me suba la dosis es posible que mate a alguien y además, muera en el intento. El tipo me propone un tipo de DIU hormonado que no sé qué y no sé cuántos. Ya investigaré al respecto. El tema es que de pronto me mira y me hace la puñetera pregunta de siempre: por qué no tengo hijos y por qué no los estoy planificando con la edad que tengo. Pues porque no quiero tener hijos. Así de sencillo, oiga. El tipo hace una especie de mueca que se asemeja a una sonrisa burlona y me dice que “vaya con las chicas modernas”. He notado como la mala leche me iba subiendo por la tráquea y le he escupido que no quiero tener hijos porque no me sale de las narices, que cuando fui al ginecólogo por primera vez con 16 años y lo dije me soltaron el condescendiente “ya cambiarás de idea”. Y lo repitieron a los 20, los 25, los 30 y seguimos en las mismas. Y que empezaba a a estar harta y a preguntarme hasta cuándo duraría la monserga porque ya cansa. Que tengo 33 años y sé bien lo que me digo y por qué lo hago. Que no soy una niñata tonta que no sabe de lo que habla. Y que por qué cuando una niña dice que quiere tener muchos hijos todo el mundo le ríe la gracia y le dice “muy bien, bonita” mientras que si dice que no los quiere todo el mundo tuerce el gesto y le dice que ya cambiará de idea. Por qué a mí me dicen que me voy a arrepentir de no tener hijos y que moriré sola pero nadie le dice a las demás que igual se arrepienten de tener hijos, que igual su vida se convierte en una mierda y que igual también mueren solas. Joder.
Y es que hay algo que me escama en todo esto. Yo, que me defino como feminista y que tengo que apostillar muchas veces explicaciones absurdas como que no soy radical, porque yo no soy radical en nada, ni política, ni religión, ni nada de nada, veo un claro caso de machismo hacia las mujeres que no queremos ser madres. Porque curiosamente encuentro más comprensión hacia mi negativa entre mujeres que incluso son madres que entre hombres. Ellas me suelen respetar, algunas lo entienden y otras no, pero salvo excepciones, lo aceptan. Pero los tíos se ponen como fieras. Que qué opina el Ross es lo primero que me preguntan, como si eso tuviera algo que ver, francamente. Y que ya veré y que qué clase de mujer soy y que qué hombre va a querer eso y toda clase de barbaridades. Y yo tengo la sensación de que da miedo una mujer que decida por sí misma hacer lo contrario a lo esperado para su naturaleza o su condición. Que asusta que ella sea dueña de su cuerpo, que elija y no le importe la opinión de nadie. Que sea libre y que imponga su derecho a serlo. Porque no estás haciendo lo que debes y eso no gusta. Porque no estás siendo sumisa con lo que se espera de ti y eso da por el culo. Y entonces es que eres una desnaturalizada, es que no eres una mujer de verdad, es que tienes no sé qué complejo o no sé qué egoísmo o no sé qué carencia de algo. Y mira, no. Es sólo que hago lo que me sale del coño y me da igual la opinión de todo petete.
Y ahora vuelvo con lo de ser una feminista radical. Repito que yo no soy radical en nada porque es como soy, pero también veo una conspiración chunga en ridiculizar a las feministas poniendo de ejemplo a tías que simplemente son unas locas o unas gilipollas. Porque si algo abunda en el mundo, en todos los ámbitos, son los gilipollas. También en el feminismo, claro. Y en el fútbol, no te jode. Ahora bien, creo que a alguien le viene muy bien dar muchísimo bombo a lo que diga una desequilibrada mental o una imbécil para ridiculizar a las feministas y para hacer creer que la lucha es absurda. Yo jamás estaré de acuerdo con las que ven machismo en absolutamente todo, con las barbijaputas del mundo que cada vez que alguien le lleva la contraria cree que es un machista sin más, con las que dicen haber abortado porque era un niño lo que iban a tener y eso era una traición a sí mismas. No estaré jamás del lado de las que creen que todos los hombres son por definición malos y todas las mujeres buenas, ni de las que dicen que la heterosexualidad es presión social y que acostarse con un hombre roza la zoofilia, ni de las que piensan que todo pene debe ser amputado o castrado químicamente, ni de las que dicen que los hombres son el origen de todas las aberraciones de la humanidad. No estaré nunca a favor de la discriminación positiva, ni del lenguaje inclusivo del todos y todas y mucho menos de las x para eliminar el género de las palabras. No, porque no estoy de acuerdo. Porque la lucha feminista es otra y es más importante y más grave. Pero repito, parece que hay mucho interés en hacer ver lo ridículas que suenan esas tías, en lo absurdo de algunas de sus afirmaciones y lo loco que es el feminismo. Porque viene muy bien mezclar cosas, confundir a la gente, hacer pensar que una zumbada nos da voz a todas. Y todo para desprestigiar, tirar por tierra y arrastrar una ideología necesaria como el aire. Todo para seguir empoderados y agarrados a una situación de privilegio.

Y bueno, seguiré yendo a ginecólogos que me digan que debería tener hijos o que ya cambiaré de idea. Seguiré escuchando gilipolleces de un lado y de otro y seguiré mandando a la mierda a quien considere oportuno.

Por cierto, las “declaraciones feministas” que he ilustrado no son inventadas. Todas y cada una han sido leídas en internet, en twitter y muchos lugares donde la gente se expresa y donde otros capturan sus palabras para usarlas como arma arrojadiza o en beneficio propio. Porque si algo tengo claro a día de hoy, repito, es que lo que más abunda en el mundo son los gilipollas.  

martes, 11 de octubre de 2016

Series, consuelos y Friends

Estoy viendo otra vez Breaking Bad. Al final el Ross ha entrado en razón y cada noche, después de cenar vemos uno o dos capítulos en lugar de tragar los bodrios que ponen en la tele. Y es que al muy melón le dió por decir que no quería engancharse a otra serie nunca más después de Lost y que por eso no veía ninguna nueva. Un día me hizo enfadar y le dije que yo sí pensaba ver todas las que me diera la gana y que me apenaba no compartirlo con él, pero que me daba igual porque era su decisión. De ahí lo de que haya entrado en razón, no por Breaking Bad en sí, que se ha convertido poco menos que en el paradigma de los pesados que te insisten para que veas lo que a ellos les mola, sino porque ahora sí quiere ver cosas conmigo. Hemos empezado por Narcos y tengo en mente ponerle Stranger Things que la vi sola este verano y me encantó. Pero de momento, Breaking Bad, que sabía que le iba a gustar.
Yo la estoy disfrutando porque me acuerdo bastante bien y puedo fijarme en los detalles y tomármela con tranquilidad. Me gusta casi más ver las cosas por segunda o tercera vez que la primera. Ya sé lo que pasa, estoy tranquila, me recreo en las cosas pequeñas y simplemente, disfruto. A la primera estoy demasiado atenta, demasiado tensa, demasiado queriendo saber y al final me queda un regusto raro.
No sé dónde leí que los niños siempre piden el mismo cuento porque se sienten seguros sabiendo lo que va a pasar. Y quieren que se lo cuentes igual, sin cambiar una coma. No lo sé, las pocas veces que he contado cuentos me los he inventado sobre la marcha. Y por cierto, nunca han servido para dormir a nadie; me enrollo, el cuento se pone interesante y los niños terminan despiertos y excitados queriendo saber más mientras yo me enredo con mi propia historia. En todo caso, para calmarse y dormir y tener dulces sueños buscan la seguridad del cuento de siempre que no tiene sorpresas.
A mí me pasa aún. Me gusta ver películas que he visto mil veces porque sé lo que pasa y me tranquiliza saber que va a terminar bien. O mal, o lo que sea. Pero ya lo sé. Y eso me reconforta.
De hecho, casi todas las noches termino viendo algún capítulo de Friends. Es mi serie por excelencia. Recuerdo cuando iba al instituto y hablábamos sobre si Rachel terminaría con Ross o no, sobre cómo seguiría la siguiente temporada, sobre el capítulo del día anterior. Y lo veíamos a medio día en la tele, sin descargas, internet ni estas moderneces. Os hablo del puñetero pleistoceno, cuando, por cierto, la televisión tenía algún respeto por las series extranjeras y no ponía los capítulos al azar, cambiando de horario y de día sin avisar, sino que seguían el orden cronológico, avisaban de cuando empezaba la siguiente temporada y todos los días la ponían a la misma hora. En fin, soy la abuela cebolleta y hacía mucho que no ejercía como tal. Pero es que me parece vergonzoso que las mejores series de los últimos años hayan pasado sin pena ni gloria por la parrilla televisiva o que directamente hayan sido ignoradas vilmente. Que una persona sin internet vive al margen de la sociedad, sin saber de qué se le habla cuando nombras series de la altura de Juego de Tronos. Una lástima.

Decía que veo Friends a día de hoy. Porque me gusta, me calma, me consuela. Sé que acaba bien, me sigue haciendo reír. Son mis amigos, la referencia con la que he crecido. Y la veo una y otra vez a pesar de sus fallos y sus gazapos, a pesar de su ingenuidad y de las modas noventeras. Me gusta porque no hay incertidumbre. Me gusta porque yo, que soy una persona caótica y desordenada, asustada y perdida, a veces quiero encontrar la seguridad de saber que nada malo va a pasar. Aunque sea durante los 20 minutos de un capítulo.  

jueves, 6 de octubre de 2016

La recluta patosa

La verdad es que tomo algunas malas decisiones. Bueno, generalmente tomo malas decisiones. Vale, casi siempre tomo malas decisiones y a veces, ojo, a veces, las tomo peores.
Por ejemplo, antes de verano eché mi solicitud para pilates como vengo haciendo los últimos tres años y me la concedieron a la primera. También me apunté a inglés con mi profe australiano pirado. Y entonces me di cuenta de que tenía un montón de tardes libres a la semana. Y en lugar de pensar algo sensato, como clavarme palillos bajo las uñas o iniciarme en el bello arte de hacerse el harakiri, dije “voy a hacer algo divertido”. Y me apunté a clase de danza oriental. Mala, malísima, horrible decisión.
La verdad es que nunca he sido una persona a la que se le dé especialmente bien nada que implique esfuerzo o movimiento físico. No soy muy ágil, ni resistente, ni tengo mucha coordinación, ni fuerza, ni desde luego soy rápida. Tampoco tengo buen oído ni gracia natural. Soy más bien como una patata con dos pies izquierdos y ambos de madera. Así que no, no y mil veces no. La danza no es lo mío. Ya tuve una experiencia hace años con las sevillanas, pero al parecer, no escarmiento. Además de poco hábil físicamente, tampoco soy muy lista.
El primer día fui allí con una pequeña esperanza. La misma que tenía de cría cada vez que me apuntaba a una actividad nueva antes de fracasar estrepitósamente en ella. Igual se me da bien. Igual descubro mi talento oculto. Igual no soy tan sumamente torpe como creo. Igual, simplemente, no hago el ridículo. Pero una vez más en la vida, me equivoqué.
Para empezar llegué con mallas y camiseta negras a una clase donde todo el mundo lleva faldas de gasa, pantalones de seda de colorines y top minúsculos de encajes que apenas les tapan los pechos. Y por supuesto, van todas con pañuelos de moneditas en la cintura y cadenitas en los pies. La profe se me acercó me espetó que todas las demás llevaban ya muchos años con ella (no como yo, la novata) y que bueno, empezaríamos despacio (por mi culpa). Que el próximo día llevara algo corto para enseñar la tripa y que me descalzara. Creo que eso fue lo último que entendí y quitarme los zapatos lo último que hice bien. Como las demás llevan mil años meneando el culo, la tía no se detiene a explicar dos veces lo mismo. Así que enseña el paso y todas lo hacen como si fuera lo más normal mientras yo la miro con la ceja levantada.
Por supuesto, la segunda clase no ha ido mejor. Todo el mundo parece saber lo que hace mientras ahí estoy yo, negra como una cucaracha entre tanta gasa estridente y tanta monedita y tanto casacabel sin ser capaz de hacer ni una cosa bien, sin saber dónde están mis brazos, sin poder coordinar dos partes de mi cuerpo a la vez y desde luego, yendo siempre al revés del resto del mundo. Si ellas terminan con el pie derecho, yo acabaré con el izquierdo, si giran hacia acá yo iré hacia allá y chocaré con algo, si levantan los brazos yo los tendré de cualquier forma mongola y si ellas bailan y se agitan de forma guay yo pareceré de nuevo una patata con pies de madera rodando por la clase.
La verdad es que tengo una especie de dilema porque estoy pensando dejarlo. Y hay algo dentro de mí que me recuerda que dejé el ballet, la gimnasia rítmica, la natación, el voley, el kárate e incluso la hípica que era lo único que me gustaba. Y que no debería desistir tan pronto, que debería luchar contra mis complejos, mis miedos, mi sentido del ridículo y perseverar. O al menos aguantar el trimestre que tengo pagado. Pero también hay otra parte de mí que me dice que si lo he dejado todo era por una razón: soy una inútil. Que no mejoraré nunca porque soy una negada y que lo único que hago es pasarlo mal tontamente. Porque se supone que el baile segrega endorfinas y que sube la autoestima y que los bailes orientales te hacen sentir una diosa. Pero lo más perecido a una diosa hindú que me siento yo es una elefanta. Y paso una hora sintiéndome el recluta patoso, sin dar pie con bola, volviendo a ser la niña perdida y asustada de las clases de gimnasia. Salgo con la moral por los suelos, a punto de tirarme al suelo y echarme a llorar.

Para colmo de mis males, tengo agujetas. Hacer las cosas mal provoca dolores en zonas del cuerpo que uno no era consciente de tener. Así que ahora sigo sin poder bailar pero ando como Chiquito de la Calzada. Así que lo único que se me daba medio regular que era el pilates se va a ver afectado por el hecho de que apenas puedo moverme. En lugar de mejorar en una cosa he conseguido ser peor en dos. Qué fantástico comienzo de curso, oye.

martes, 4 de octubre de 2016

Resultados de Ron

Como ha habido un montón de gente que me ha preguntado por Ron (él y yo os lo agradecemos mucho) os voy a contar los resultados que hemos obtenido hasta el momento.
Hoy hemos ido a una veterinaria especializada en gatos que hay en Madrid. Es cara, pero es verdad que es completísima, la gente está megapreparada, tienen toda clase de aparatología y te dan diagnósticos concretos y tratamientos súper personalizados.
Le han hecho de todo al peque: análisis, ecografía, radiografías... Y bueno, a parte de un problemilla dental sin ninguna importancia (de paso le han hecho una limpieza para quitar el sarro), se ha indagado a fondo con el tema del riñón.
A día de hoy no podemos asegurar al 100% lo que es porque los resultados son un poco desconcertantes. Todo está bien. Tiene unos análisis como para vivir más que yo. Todo está perfecto, no hay anemia, ni fósforo alto, tiene la tensión genial, el pelo y la piel preciosos. Bien de peso, estupenda masa muscular, corazón fuerte. Morfológicamente los riñones son, palabras textuales de la doctora, los más bonitos que ha visto en años. Están muy sanos, sin infección, hinchazón, cálculos ni nada de nada.
Lo único que falla es la puñetera creatinina que sigue en 3. Y esto no es normal. Así que, tras todas las pruebas del mundo, se descartan todas las enfermedades a excepción de un linfoma o una enfermedad autoinmune (lupus o amiloidosis). Esto son horribles noticias porque son horribles enfermedades. El tema es que no da otros síntomas, ni ha perdido peso, ni ha cambiado de hábitos ni nada. Y son enfermedades muy poco frecuentes. El linfoma es lo menos probable porque desde abril que empezó la pesadilla, tendría que haber empeorado muchísimo y él está estupendo y la creatinina no ha variado apenas desde que la descubrimos alta. Y la enfermedad autoinmune no es muy normal porque se debería haber manifestado antes y además sería normal que diera otros síntomas.
Así que, estrujándonos la cabeza, hemos dado con la respuesta más plausible. Una intoxicación con liliáceas. Resulta que estas flores tan preciosas son completamente mortales para los gatos. Si se comen una hoja caen fulminados en 24 horas por fallo renal agudo. Si simplemente chupan un poco de polen que cae al suelo o que se les pega al pelo, mueren partes del riñón y quedan con ese fallo crónico de por vida, dependiendo su gravedad de la cantidad de tóxico y el alcance que éste haya tenido. Yo esto no lo sabía hasta hoy. Y no habría caído jamás si no fuera porque la doctora me ha enseñado las fotos y he recordado que por mi cumpleaños los padres de Ross me regalaron un ramo enorme con cuatro de estas putas flores. Obviamente no dejé que Ron la comiera, pero sí las olisqueó, se frotó y yo las toqué sin tener demasiado cuidado. No podía saberlo. Y sin embargo, si se confirma que es esto, no me lo perdonaré nunca en la vida. Ni a mí, ni a odioso cumpleaños gafe.
Dentro de lo malo, si esta es la solución al enigma, es el menor de los males. El daño está hecho, pero no avanza ni empeora. Hay que controlarlo, pero podría vivir una vida larga y saludable, sin molestias ni más problemas, sólo teniendo un poco de cuidado.
En fin, resumiendo, porque no tengo ganas de extenderme más sobre este tema, ahora sólo podemos esperar unas semanas para repetir analítica y ver si la creatinina se mantiene en 3 como hasta ahora, lo que confirmaría el diagnóstico de la liliácea, o si sube o varía, lo que lo descartaría y sólo dejaría las otras feas opciones.
No quiero hacerme ilusiones porque me puedo llevar la hostia de mi vida. Y no quiero desanimarme porque no serviría de nada antes de tiempo. De momento agradezco vuestros buenos deseos, vuestras velitas a los santos, vuestros cruces de dedos, soplos de buena energía, rezos o lo que sea en lo que creáis. Toda la ayuda es poca. Ron y yo os lo agradecemos de corazón. Os informaré cuando sepa algo más y trataré de no obsesionarme para no volverme completamente loca.