domingo, 20 de noviembre de 2011

regresión al patio del colegio

Muchas veces creo que los recuerdos en general son traicioneros. Hay algo (no sé el qué) que se desata en nuestro interior al recordar a una persona. Y a veces es algo bueno y a veces algo malo. Y no podemos evitar esos sentimientos que surgen con el nombre o la imagen de alguien.
Con los años, a fuerza de palos, de golpes, de decepciones y de sorpresas, he aprendido que la vida no es una historia de buenos y malos. Que hasta lo que parece más claro, no lo está. Y que quien parece bueno tiene un lado oscuro, como quien parece malvado tiene una parte positiva. En la vida real, no existen las cosas blancas o negras. Pero hay veces que en los recuerdos sí es así. Sólo recordamos según nuestras emociones, por lo que lo reducimos todo a un nivel muy simple y unidimensional.
Por mi parte, procuro no hablar mal de nadie. A veces me dejo llevar por el dolor, me siento atacada y me defiendo sacando las espinas, pero no me gusta criticar.
Sin embargo, más de una vez he dicho que guardo un extraño rencor a los que fueron mis compañeros de colegio. Fueron crueles con una versión diminuta e hipersensible de mí misma. Y eran una horda de cabrones respaldados por el poder del grupo ante un débil.
Para mi sorpresa, la guay de la clase me agregó hace poco al facebook. Y me pudo la curiosidad de ver en su perfil una foto de boda, así que la acepté. Por curiosear, lo admito. Además, siguiendo el razonamiento anterior me dio por pensar que igual la tía no era tan mala como yo la recuerdo, igual tenía cosas buenas y todo. Y viendo las fotos, llegué a un álbum en el que había puesto fotos del colegio que había escaneado. Fotos del año catapún, cuando Naar era un  bicho minúsculo, todo ojos y pelos rubios de punta. Nada más verlo, se me erizó la piel.
Y el álbum se llama “Aquellos maravillosos años”. ¿Maravillosos? Serán para ella, claro. Para colmo de mis males, la guay tiene agregados a tooooodos los compañeros de clase. Y habían comentado las fotos. Así que de pronto, me ví otra vez, haciendo un flashback a los años ochenta, a mi infancia absurda y dolorosa.
Debo reconocer que yo apenas me acuerdo de la gente. Les he borrado de mi memoria. O al menos, reprimido. Pero ellos, por alguna razón que desconozco, se siguen acordando de mí. Y en los comentarios a las fotos, habían sufrido una regresión al patio del colegio. Se habían dedicado a criticar a los que no estaban agregados, no tienen facebook y de un modo u otro, no pueden defenderse. Muy valientes ellos. Así que ahí estaba yo, siendo vapuleada de nuevo. Y no sé si es que mis recuerdos eran reales y ellos eran malvadísimos o es que el comportamiento grupal los hace comportarse de nuevo como idiotas.
Había una foto de todos los de la clase en la que apenas se me ve el flequillo despeinado detrás de un niño gordo que yo no sé quién es. Y otra de las grandes cabronas decía “la que está detrás de fulanito es Naaaaaaar!! Jajajajaja!” ¿jajaja? Tu puta madre, jajaja. Y la guay añadía, “sí, es Naar, que a mí me caía fatal porque quería juntarse con el chico que me gustaba.” A ver, cerda, que te caía mal ya lo sé, lo que no entiendo es para qué pelotas me agregas ahora al facebook, pero ¿que yo quería juntarme con ese chico? ¡¡Eso si que no!! Yo le gustaba a ese chico, que pasaba de ti. Y no sé qué culpa tengo yo de eso, lo primero. Y lo segundo, ¿no te has casado? ¿a qué viene entonces esto? En serio ¿aún te enfada que yo le gustara? Un poquito de evolución, hombreyá. Que yo me estoy esforzando en pensar que no eres la pequeña bastarda que yo recuerdo.
En cualquier caso, me dieron unas ganas enormes de ponerme a comentar yo también y decirles que son unos cabrones y que me deben una infancia. Que siguen siendo todos unos cobardes y unos chismosos, dedicándose a ponerse verdes unos a otros y que parece mentira que tantos años no les hayan servido para madurar nada.
Pero me contuve. Porque si no, terminaría en plan Carrie, matando uno por uno a mis compañeros de colegio. Y no es plan, que matar es cansado y las manchas de sangre salen fatal. 
Total, que les den. Yo a lo mío, a mis cosas, a mis amigos, a mi gato y a mi rollo. Que ya llevo la mitad de mi vida sin ellos y cada vez me va mejor. Pero me indigna. Me duele. Me cabrea. Me jode. Y sobre todo, me aburre. Catorce años sin vernos y seguimos en las mismas. Son un coñazo de gente, que lo sepan.
Pero respiro hondo. Ellos no son tan malos como los recuerdo. No son tan malos, no son tan malos… sólo son un poco gilipollas.

3 comentarios:

  1. ..Sólo son un MUCHO gilipollas. Es el poder de Facebook, ver cómo gente de treinta y algo sufren una regresión en plan "Al salir de clase", "yanoteajunto" y cosas así..
    Cada vez me gusta más cómo escribes, Naar. Te sigo siempre, así que GRACIAS por actualizar tanto!
    Un beso!

    Mali.

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  2. ¿Un poco gilipollas solo? Espero que ya la hayas eliminado de tus amigos... Yo tengo la suerte de que casi nadie del cole está en Facebook. Conmigo tenían una relación de amor-odio digna de la consulta de un psicoanalista; hubo buenos momentos, pero también hubo algunos muy malos. Yo soy de las que creo que la gente cambia poco con el tiempo, y a según quien no lo quiero ni ver pese a los años transcurridos.

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  3. Espero que no sea demasiado tarde para comentar este post. Es que acabo de encontrar tu blog y ando saltando aquí y allí disfrutando de las cosas que escribes. :-)

    A lo mejor tengo una respuesta a tu pregunta. Mi teoría es que las niñas que sobresalen (porque tienen los ojos bonitos o porque son más maduras o por cualquier otra razón) son detectadas y atacadas sin piedad por las pequeñas cabronas que la rodean. Los niños pequeños tienen un sexto sentido para detectar lo diferente y atacarlo.

    Eso explica que las más populares en el cole terminen siendo las grandes fracasadas de la edad adulta. ¿Hay algo más estúpido que ser una mujer adulta y escribir en el fcb contra una niña a la que hace mil años que ya no ves?

    No tengo hijos todavía pero rezo para que ninguno de mis niños sea popular en el cole. Estoy segura de que a la larga, es una maldición.

    Un besazo

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