martes, 27 de diciembre de 2016

Repaso de año y buenos deseos para el siguiente

Llevo todo el mes de diciembre con la sensación de ir a toda leche porque llego tarde y aun así, llegar tarde. Que casi siempre tengo un poco esa sensación, pero este último mes está siendo de récord. Primero prisas para mandar el amigo invisible que llegó un poco tarde, pero llegó finalmente. Luego prisas para ayudar a mi madre con el pequeño festival de Navidad que preparó con sus alumnos de la iglesia (persona mayores, que son como niños, pero más lentos). Luego prisas para Nochebuena. Y ahora, prisas para Nochevieja y para Reyes, que no tengo ni un solo regalo comprado. Bien por mí, soy súper lista. El caso es que voy de culo y contra el viento.
La verdad es que en estas fechas me gusta hacer un poco de repaso del año y tal. Propósitos no muchos, porque sé de antemano que no los voy a cumplir y es tontería frustrarse gratuitamente. Yo es que no valgo para hacer planes. Me agobian, me hacen sentir atada y al final salgo corriendo. Odio los compromisos hasta conmigo misma. Así que propósitos para el Año Nuevo que sean factibles: no volarme la tapa de los sesos, no matar a nadie.
Por otro lado, el repaso de este año la verdad es que es un poco... meh. El 2016 no me deja muchas grandes alegrías y aunque tampoco muchas grandes tristezas, sí he tenido bastantes disgustos. Mi único deseo siempre para el Año Nuevo es tener salud, para mí y para los míos especialmente. Los yayos han estado bien, gracias a Dios, a veces creo que son los más fuertes. Mi padre se mantiene en su estado habitual con pequeños bajoncillos a veces, pero está fuerte. Mi madre ha estado bastante fastidiada. Por suerte no es nada grave, grave, pero es un tema sin mucha solución y es un engorro. Me ha dado un par de sustos y de disgustos feos, así que una de las peores cosas del año ha sido verla a ella pocha. Por otro lado lo mismo con Ron. Él está bien, no tiene nada grave, pero vaya año más tonto. Entre que empezó con problemas de intolerancia a las comidas y tardamos media vida en dar con la adecuada y luego las historias del riñón que conté en su momento, he estado muy angustiada por él durante meses enteros. Y eso ha empañado cualquier cosa buena que pudiera pasar en esos momentos. Por terminar con las cosas regulares, no he encontrado trabajo de lo mío ni de nada que me gustara un poco. He tenido un montón de gastos imprevistos que me han achuchado los meses más todavía. Y reconozco que mi estado anímico no ha sido el mejor.
En fin, nada demasiado grave, así que lo dejaremos pasar.
Por supuesto este año también ha tenido cosas buenas. Bombita se casó y es feliz. Reichel tuvo su peque sano y estupendo. He tenido dos quedadas con los blogguer que me dan la vida y han sido de lo mejor de este estúpido bisiesto. Al final he llegado a un acuerdo con mi padre para trabajar con él en su pequeña empresa y aunque no puedo decir que el trabajo me fascine, me da una pequeña motivación. Me he cortado el pelo, haciendo frente a un miedo absurdo que me había atado a una coleta hasta la cintura durante años. Y he sobrevivido. He enfrentado batallas, he luchado y he aguantado estoicamente.
Resumiendo, no ha sido el mejor año del mundo, pero no ha sido de los peores.

Y bueno, para el 2017 me reitero en pedir salud. Para mí, para mis padres, mis yayos, mi Ron, mis amigos, mi Ross, mi gente, para todos. Con salud todo se puede. Con salud el resto importa menos. Si se puede, mejorar la situación laboral o económica sería estupendo. Y estar más tranquila, más feliz, tener las ideas más claras. Pero eso es complicado. Para vosotros pido lo mismo, que tengáis salud, que seais felices, que cumpláis sueños y deseos y que las cosas buenas superen con creces los malos ratos. ¡¡MUY FELIZ 2017!! Nos leemos el año que viene.


sábado, 17 de diciembre de 2016

Las ronchas

Esta picante historia (y no precisamente por la acepción guay de la palabra, si no por los picores mortales que he sufrido) comienza hace ya meses. O años. O qué sé yo. Se supone que yo siempre he tenido la “piel sensible”. No llega a ser atópica, no llega a ser algo diagnosticable... pero si no me embadurno en crema tras cada ducha, la tengo seca, tirante, se me descama, me pica y se pone roja. Por supuesto, no puedo usar cosméticos que irriten, ni cosas fuertes, ni hacer experimentos. Tengo que ir con cuidadito para no despellejarme como una serpiente en época de muda. Y aún así, cuando me doy un golpe, me pica un bicho, me rasco un poco más de la cuenta o me roza algo dos veces seguidas, ya la hemos liado. En fin, qué le vamos a hacer. A cambio no me quemo con el sol a pesar de ser muy blanca (no lo tomo jamás porque odio ponerme morena, pero podría) y cuando está en buen estado tengo una piel muy fina y muy bonita.
Decía que la tortura empezó hace unos meses que me salieron unas ronchas extrañas que se ponían rojas, se descamaban, se hacían herida y cuando curaban me quedaba una cicatriz oscura, como una mancha horrible. Nunca en mi vida había visto algo así. Y no reaccionaban a nada, ni cremas, ni jabones, ni cortisona... nada. Fui al médico de cabecera. Me mandó al dermatólogo número 1. Dermatólogo1 me miró con cara de sospechar que yo fuera reptiliana en proceso de transformación. Me mandó una crema, me dijo que me hidratara mucho y me mandó a casa. Y que si no se me quitaba en dos semanas, volviera.
A las dos semanas, volví, claro. Como dermatólogo1 no parecía saber qué me pasaba, pedí cita con otro. Dermatólogo2 resultó ser gilipollas integral. Me dijo que mi piel era así de toda la vida y que no me habría dado cuenta. Le dije que no soy ciega y que no había tenido esas ronchas tan horribles en mi puta vida. Me dijo que seguro que tenía la parte trasera del brazo y las nalgas llenas de granitos pequeños. NO. Me dijo que no me habría dado cuenta. Me dijo que seguro que de pequeña había tenido engordaderas. NO. Me dijo que ni mi madre ni yo nos acordaríamos. Me dijo que ya que me ponía pesada (WTF!!) me mandaría una biopsia. Y me echó de la consulta.
Tres semanas después me llamaron para la biopsia. Las ronchas habían desaparecido y con las cicatrices no se podía hacer nada.
Volví a mi doctora de cabecera. Me dijo que si me volvía a pasar, fuera a urgencias.
Hace cosa de 15 ó 20 días, me empezaron de nuevo a salir esas ronchas pero más pequeñas. Me cagué en la puta de oros y en el rey de bastos. Antes de que me diera tiempo a hacer nada, me empezó a salir un sarpullido. Me di la crema de siempre de los sarpullidos y no me hizo nada. Me lavé con jabones especiales y no me hicieron nada. El martes pasado, que era festivo, estaba ya llena de granos desde el cuello hasta las ingles. Fui a urgencias al ambulatorio. Doctor chino me dijo que me fuera al Clínico a dermatología de urgencias. Allí descubrí que en el Clínico no hay urgencias de dermatología desde hace 15 años. Aplausos y ovaciones. Fui, me tomaron la tensión, la temperatura y me hicieron preguntas rutinarias. No había comido nada raro, ni medicamentos, ni jabones, detergentes, suavizantes, ropa nueva... nada. Me pasaron con el médico. El médico me pinchó un polaramine en el culo, me dejó coja, me dio una pastilla para el día siguiente y me consiguió cita para dermatóloga3 para la mañana siguiente.
Dermatóloga3 no me miró, ni me tocó, ni le interesó en absoluto lo que yo le contaba después de hacerme esperar 40 minutos “porque no me tenía en la lista” y después de tener que esperar al lado de un tipo que se arrancaba costras y me las tiraba encima. Gracias, por cierto, fue muy poco perturbador ver tu hoja de exámenes de pus, costras, hongos y demás mientras arrojabas excrecencias a centímetros de mi pierna.
Dermatóloga3 lo único que me miró fue una de las ronchas primigenias que se descaman y mandarme de nuevo una biopsia. Le expliqué que para cuando me llamasen, se habrían convertido en cicatrices, pero no pareció importarle lo más mínimo. Del sarpullido, a pesar de ser más que escandaloso, no hizo mención, “porque ya se quitaría con el tratamiento del día anterior”.
Una semana después, la manta de granos rojos no se me había quitado y cada vez me picaba más y se extendía por las piernas y los brazos. Después de dos noches bastante malas, una de ellas sin poder dormir nada por los picores y los pinchazos, volví a urgencias a mi ambulatorio. Mi doctora de cabecera me puso una inyección de polaramine y otra de urbasón haciendo que anduviera como Chiquito de la Pradera durante el resto del día.
A día de hoy los granos han remitido bastate por el urbasón, que hizo efecto casi inmediato, pero no descarto que vuelvan cuando se pase todo el efecto ya que no han desaparecido. La piel la sigo teniendo irritada y lejos de su estado habitual. Me han mandado unas pastillas para la alergia que no me puedo tomar porque tienen lactosa y lo que es bueno para el bazo es malo para el espinazo. Además, ni siquiera está claro que lo que tengo sea una alergia y no algo tipo autoinmune. Desde luego, no me han llamado para la biopsia y las ronchas están casi convertidas en cicatrices. Empiezo a parecer un dálmata.

Y sé que no tengo muy buena suerte con los médicos en general, pero coño, no me puedo creer que esté inventando una enfermedad nueva. No quiero pensar que dentro de unos años alguien tenga un sarpullido y le diagnostiquen un Naar. Además, estoy hasta el gorro. De picores, incomodidades, gente que te dice que a su tío del pueblo le pasó algo parecido por comer gambas y de que me sugieran ir por lo privado, cuando tres dermatólogos y tres médicos más no han tenido ni puta idea de lo que es, como si al ver el dinero se les fuera a encender la bombilla por arte de magia. Estoy harta de llenarme de manchas, de tener cicatrices sin comerlo ni beberlo y de no saber qué cojones me pasa.

Total, que estoy mu jarta.


miércoles, 14 de diciembre de 2016

Coches y recuerdos

El otro día, por una conversación que no viene al caso, mi padre y yo terminamos hablando de coches. A los dos nos la pelan mucho los motores, los modelos y blablablá. Un coche es, aparentemente, una caja con ruedas que te lleva de aquí para allá y poco más. Sin embargo, reconozco que yo siento algo especial por el mío. Es tan mono, tan pequeño, tan abollado, tan viejo, tan sucio y tan fiable y tan potente que me hace sentir bien. Es mío, es la mejor cosa material que tengo. Y lo mola todo. Además, como casi todas las cosas buenas de mi vida, llegó en un momento jodido, cuando estaba a punto de tirar la toalla, cuando estaba ya hasta el moño de todo. Llegó, como un rayo de luz. Y me enamoré de él. Qué mono mi coche.
Mi padre, por su parte, de joven empezó a conducir un seat 600 la tira de viejo que tenía mi abuelo paterno y ya no usaba porque se había comprado otro mejor... un seat 127. Mi padre y Tíopaterno se turnaban el 600 hasta que el pobre coche dijo que ya bastaba y no sé muy bien qué fue de él. Entonces mi tío se compró un Chrysler rojo precioso y mi padre heredó el 127 porque por desgracia, mi abuelo cayó enfermo y ya no se recuperó.
El 127 duró años. Muchos años. Tantos que ya estaba un poco cascado y mis padres se compraron uno mejor, más grande y más cómodo. Se compraron un Fiat Tipo horrible, blanco y cuadrado como un panzer. Pero lo dejaron para las vacaciones, viajes largos y demás. Mi padre usaba el 127 a diario y su plan era que durase lo suficiente como para que yo aprendiese a conducir con él. Incluso se informó en especialistas para seguros de coches clásicos porque el pobre trasto contaba ya con sus 20 años cuando yo aún era una adolescente. La verdad es que el cochecillo iba tirando, pero a mí me daba un poco de corte cuando me iba a llevar al colegio con él. ¿Por qué tenía mi padre que ser tan cutre? Luego entendí, con los años y tal, que le tenía cariño porque era de las pocas cosas que le quedaban de un padre que se fue demasiado pronto.
El caso es que yo no llegué a conducir el 127 por poco tiempo. De hecho, justo se averió irreparablemente cuando yo tenía los 18. Creo que el pobre coche pensó en la idea de otra novata más a sus espaldas y se rindió. Total, que yo aprendí a conducir con el Fiat Tipo del demonio. Ese coche y yo nunca nos caímos bien. Era un coche pesado, enorme y muy poco práctico para alguien que está empezando. Además ya tenía sus doce o trece años y tenía varias taras que mi padre se empeñaba en no ver. Cosas como que no frenaba bien, que se iba a la derecha, que el aire acondicionado no funcionaba, que olía siempre a gasolina o que el tubo de escape se caía cada dos por tres. Yo lo iba reparando como podía, pero entre las chapuzas y lo muchísimo que gastaba en gasolina, me dejaba el sueldo del mes en el maldito coche que cada dos por tres me dejaba tirada.
Entonces, entre un poco que tenía ahorrado y otro poco que me pusieron mis padres pude comprar el mío. Y oh, qué gloria. Un coche pequeño que cabía en todas partes, que consumía poquísimo, que no se calaba cada dos por tres, que frenaba en seco si hacía falta y que no era blanco y cuadrado. Amor total.
Al final, el año que el Tipo cumplía los 20, se lo robaron. Como el carro de Manolo Escobar, pero en versión coche feo. Otra vez mi padre sin poder usar los seguros de coche clásico. Una lástima. Yo creo que el robo fue un acto divino porque aquello era más un peligro sobre ruedas que otra cosa, pero a mi padre le dio mucha pena. Y ahora, de nuevo con los años, le entiendo. A los coches se les coge cariño. Te acuerdas de las cosas que has vivido en ellos. Mi coche, a parte de llevarme de aquí para allá, es parte de mi juventud y de mi vida. Recuerdo las risas el día que nos metimos siete, cuando dos amigos se intercambiaron los pantalones en la parte de atrás, cuando hacíamos el tonto, cuando gritábamos por las ventanillas. Recuerdo los viajes que he hecho, la gente que lo ha conducido, las canciones a voz en grito agarrada al volante. Y no me gustaría que alguien me robara eso.

Los coches son como las casas, sólo son cubículos hasta que tú los llenas de recuerdos y los haces realmente tuyos.  

lunes, 12 de diciembre de 2016

Cumpleblog y Amigo Invisible

El sábado este humilde blog cumplió seis años. Y parece que no, pero son unos pocos. Creo que es de las cosas que más han durado en mi vida. Porque yo soy muy así, de que me den aires, ahora por aquí, ahora por allí. Que lo mismo hoy creo que la pasión de mi vida es pintar y mañana descubro que no sé dibujar la O con un canuto y lo dejo, sin dolor ni remordimientos ni ná de ná. Que olvido su cara su nombre su loquesea y pego la vuelta. Pero mira, con el blog no. De momento al menos. Llevo aquí seis años contando mis miserias y mis grandezas y no me he cansado. Así que me felicito, a mí misma y a mi blog de mis entretelas.
Y lo mismo que me felicito me echo la bronca. Sé que soy lo peor de lo peor, pero aún no he enviado el regalo de mi amigo invisible. Y está fatal por mi parte, pero tengo justificantes médicos al respecto. Ya contaré con más detalles, pero estoy en medio de un proceso de ronchas, granos, picores y erupciones de origen desconocido que me han llevado a urgencias, a tres dermatólogos y al borde de un puente desde donde valoré la posibilidad de lanzarme al vacío. En todo caso, entre eso y un proyecto en el que me he embarcado sin mucha gana, pero enfinquélevamosahacer, estoy de cabeza. Por suerte, sé lo que voy a regalar y sólo tengo que ir mañana a por lo que me falta, empaquetarlo y enviarlo. Espero que se me perdone el retraso, aunque los que me conocen ya me lo perdonan de por sí.
Yo por mi parte sí he recibido ya unas cositas muy monas de parte del mío, que seguro que por la foto ya os podéis imaginar quién es. Me ha regalado el disco recopilatorio de WhiteSnake que lo mola todísimo y ya estoy yo con mi pista 9 del primer CD desgañitándome viva, es una de mis canciones favoritas de todos los tiempos (aquí versión original y no mis graznidos). El Ross no parece muy contento con este regalo porque los CDs van directamente al coche, que es mi refugio y mi lugar de escuchar música a todo trapo y disfrutarla como una enana y si él monta, le doy el viaje. En fin, que se compre su propio coche, oye. Y además, no es mi culpa que tenga un gusto musical pésimo con su hause y su progresive y sus ruidos insoportables. Yo estoy feliz y el regalo es mío, así que hala. Y además cuadernito, tarjeta y paraguas de chocolate. No se puede pedir más. ¡¡Mil gracias!!




lunes, 5 de diciembre de 2016

Premiando espero

Estamos a 5 de diciembre, el sábado este blog cumple 6 años y no he recibido una cosita que quería sortear para tener un pequeño detalle con los lectores, que son la base de este sitio. Y no sé si llegará porque con las fiebres de diciembre y sus compras compulsivas, lo mismo está el tráfico de paquetes atascado. Igual hay un milagrito y en lo que queda de semana, aparece en mi buzón la solución en forma de pareado. Cruzad los dedos.
En fin, mientras lo pienso y tal, os dejo con un premio  que me ha dado Eva con unas preguntas. Ya sabéis que yo no nomino, ni paso el premio ni puñetas en vinagre, pero respondo encantada y breve de la vida.


1.- ¿Cuándo y por qué empezaste con tu blog?
Dentro de poco hago seis años. Antes tenía otro y lo empecé porque estaba agobiada y necesitaba desahogarme. Luego me separé del desequilibrado y entonces quise hacerme otro nuevo para que ni lo pudiera encontrar, ni tuviera recuerdos de él ahí metidos. Era una forma más de empezar de cero.

2.- ¿Qué esperas de él?

Ya me ha dado mucho más de lo que podría esperar, amistad, amor, viajes y todas las cosas buenas que se puedan imaginar. No puedo pedir más porque sería avaricia.


3.- ¿Qué esperas, o te gustaría encontrar, en los blogs que visitas?

Que me entretengan, que ofrezcan opiniones o vivencias interesantes. Sólo pretendo entretenerme.

4.- ¿Cómo descubres nuevos blogs, a través de qué vías? Si es que los buscas.

Pues depende, pero generalmente porque los amigos de mis amigos son mis amigos. Otros blogger leen o comentan otros blogs, a veces los visito y si me gustan, me quedo.

5.- ¿Cuál ha sido tu post que más éxito ha tenido? ¿A qué lo atribuyes?

No tengo ni idea y la verdad es que me da igual. Con que alguien me comente, me diga que se ha reído o que le ha gustado un post, me doy más que por satisfecha. No escribo para conseguir números.


6.- ¿Tus publicaciones están relacionadas con tu profesión (o son directamente parte de tu profesión), o es una afición completamente aparte?

Generalmente no. Mi profesión está estancada porque no trabajo en ella. A veces doy opiniones sobre ciertos temas basadas en lo que sé, en lo que he visto, en lo que estoy formada... pero no muy a menudo. Para mí esto es parte de mi ocio, es sólo un hobby.

7.- ¿Crees que blogger puede ser una profesión?

Hoy en día cualquier chorrada es una profesión.


8.- ¿Qué piensas de las "nuevas profesiones", nacidas alrededor de las redes sociales?

Repito, que hoy en día a cualquier chorrada le llaman profesión. Si la gente consigue dinero haciendo lo que le gusta, bien por ellos, pero vamos, de ahí a que sea exactamente “una profesión”...


9.- ¿Planificas tus publicaciones? Semanalmente, mensualmente... o ¿publicas lo contenidos según los generas?

No, escribo según me sale, según me apetece o según me da el aire. Para planificar estoy yo, que no sé ni lo que voy a comer mañana.


10.- ¿Moderas los comentarios que se dejan en tu blog? ¿Por qué?

Tengo cerrados los comentarios anónimos porque el anonimato desata las pasiones de los gilipollas, pero por lo demás no. Que cada uno diga lo que quiera.


11.- Para leer, para escribir, ¿papel o electrónico?

Prefiero el papel, tengo un libro electrónico y no sé por qué, no me terminan de enganchar los libros en ese formato. Para escribir casi prefiero el ordenador por pura comodidad, pero aún así como coger papel y boli no hay nada.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Me echo de menos en ti

El caso es que ya casi nunca pienso en ti. Estoy muy ocupada, tengo la cabeza llena de gente, de fechas, de datos, de números casi siempre rojos. Estoy ocupada, tirando cada día de las cuerdas del corsé que me sostiene, que sujeta los pedazos en los que estoy rota para que parezca que no, que sigo de una pieza. Estoy ocupada con una vida que no me convence del todo, pero que efectivamente, me ocupa.
Pero hoy, en medio de la lluvia y el frío que sumen esta ciudad en el caos, has aparecido de la nada, con todo tu descaro, echándome a patadas de mi presente para hacerme rodar hasta el pasado. Ese pasado en el que era verano, en el que hacía más sol, en el que hacía calor, en el que no estaba tan ocupada ni tan rota.
Y es que a veces, me echo de menos en ti. Porque hoy me he dado cuenta, mientras casi podía oír tu risa en el asiento del copiloto. No te echo de menos a ti. Tú ya no eres el que yo recuerdo, pero me da igual. Lo que me escuece un poco es que yo ya no soy la que tú recuerdas. Ya no soy tan joven, ni tan guapa, ni tan despreocupada. Y echo de menos aquella que era antes de romperme y reconstruirme mil veces, aquella que no estaba tan ocupada. Aquella que era. Echo de menos mi pelo largo, mis pantalones rotos, mis aros en las orejas y mis uñas pintadas de negro. Echo de menos la que era en ti.
En todo caso, he seguido conduciendo. No me iba a quedar parada en mitad de esas calles por mucho que me hablen de ti, de mí, del verano y del sol. Por muchos recuerdos que traigan, a nadie le importa eso. No puedo quedarme quieta a mirar la esquina donde me abrazaste levantándome del suelo. Bastantes problemas tiene Madrid cuando llueve como para añadirles la nostalgia. Y a veces me pregunto si podría vivir en otro sitio. Si sería más fácil una ciudad más pequeña, menos hostil, menos llena de recuerdos y de fotografías pasadas. Luego acelero de nuevo, cuando se abre el semáforo, y supongo que no. Ya me he fundido con el paisaje, soy parte del anonimato, de la indiferencia, de la ansiedad y el caos que reina. Y ella es parte de mí, con mis recuerdos pegados a las esquinas, a los bares, a los edificios y los rincones donde no llegaba la luz de las farolas. Madrid ya es sólo uno más de los pedazos que aprieto dentro de mi corsé para que no se desparramen por el suelo mojado del otoño.

El caso es que ya casi nunca pienso en ti. Entre otras cosas, porque eso implica pensar en mí. Pensar en el verano no tiene mucho sentido cuando los otoños se siguen sucediendo, cuando siguen llegando los inviernos uno tras otro. Para qué recrearse en el pasado si el futuro viene a cogernos por el cuello. Y sin embargo, a veces añoro el sol en mitad de los días lluviosos. A veces, sólo a veces, me echo de menos en ti.  

jueves, 24 de noviembre de 2016

La torpe-danza del velo

Os acordaréis de que os conté que este curso me había apuntado a clases de danza oriental. Porque sí, porque soy así de lista. Y desde entonces no os he vuelto a informar. Y diréis, esta mujer ha mejorado tanto, pero tanto, tanto, que ahora vive en exóticos hoteles de países orientales, bailando para jeques megaforrados que le llenan los pantalones bombachos de oro hasta que pesa tanto que apenas puede bailar más. Pues evidentemente sí. Así es, os escribo desde mi nuevo palacio, una réplica lujosa del Taj Mahal, donde ya me he retirado y sólo bailo por el mero placer de ver con qué arte se contonea mi cuerpo. No sé ni para qué me molesto en seguir escribiendo este blog.

Venga, vale, no. Sigo siendo torpe. Y pobre. Terriblemente torpe y terriblemente pobre. Y es una combinación de mierda.
En todo caso, es verdad que había mejorado algo. No de bailar bien, si no de, al menos, no arrollar a nadie en medio de mis vueltas sobre mí misma. Me había medio aprendido la estúpida coreografía y ya no iba constantemente al revés de todo el universo. El problema es que me cogí un catarro. Bueno, me lo regaló el Ross. Así es él de generoso. No se acuerda de mi cumpleaños, olvida comprarme algo por reyes, pero los resfriados siempre decide compartirlos conmigo. Y claro, falté a varias clases. Y como mi cerebro tiene una capacidad limitada, borra todo lo que considera innecesario. Así que hoy cuando volví a clase de nuevo no distinguía izquierda y derecha. Eso sumado a que aún estoy medio anquilosada, respiro regular, toso en modo tuberculosa y me siento un poco débil, ha dado como resultado que me sienta la persona más torpe del mundo.
Para colmo hemos empezado una nueva coreografía con velo. Un velo es un trapo de gasa grande que se supone que se usa para hacer el baile más sensual y elegante, haciéndolo volar alrededor de nuestro cuerpo. La realidad es yo parezco estar sacudiendo un mantel colorido del tamaño de los que usan en villa arriba para dar de comer la paella más grande a todo el pueblo.

Francamente pienso que me debería haber dado de baja y a tomar por culo el baile, pero mantengo la esperanza de mejorar de un día para otro por inspiración divina y terminar en un paraíso exótico y lleno de oro ganando insultantes cifras de dinero a cambio de menear mi estupendo culo.  

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Anuncio de la Lotería (la conspiración de las viejas chochas)

Me reconozco poco sentimental. Y admito que las historias (películas, libros, anuncios, lo que sea) que van directamente a sacar la lágrima y a emocionar a costa del recurso barato, lo que hacen es cabrearme. A todo esto le sumamos que iba predispuesta a que no me gustase el anuncio de la lotería porque la verdad es que nunca me gustan. Y porque les tengo manía, que nunca me cae ni la cochina pedrea.
Entonces, lo ponen y al Ross le da la risa floja. Él, que se le salta la lagrimilla viendo a Pocoyó, a carcajada limpia en el sofá mientras todo el supuesto pueblo, no sé muy bien por qué, participa en mentir a una vieja chocha. Y claro, me lo pega. Y yo me río, sin saber muy bien por qué, mientras él, entre hipos me suelta “la puta vieja, jajajaja, está vacilando a todo el pueblo, jajajaja”. Y el colmo es el final, cuando el hijo va a decirle que no ha tocado nada y ella le regala el décimo, que obviamente no vale lo que han pagado por él. Que lo que cuenta es la intención y que la mujer lo que quiere es darle todo al hijo, blablá. No me vengáis a dar explicaciones, coño, que lo he pillado, que no es tan profundo. Entonces es cuando el Ross se retuerce en el sofá a la vez que se ríe, tose y se medio ahoga. Y a mí me pega las carcajadas mientras dudo si la tía realmente es estúpida, chochea en plan “hay que llevar a la abuela a un sitio especial” o se está quedando con todo el mundo y vengándose del hijo por algún retorcido y oscuro secreto del pasado, cosa que no me extrañaría ya que en este pueblo todo el mundo parece muy predispuesto a mentir sin ton ni son.
Me da por pensar en Homer cuando dice lo de "Y Lisa lloró. Y yo lloré. Y a Maggie le dió la risa... es más mona esa criatura". Porque claro, media España diciendo lo mucho que le ha tocado la patata el anuncio y el Ross y yo mientras, aquí descojonados.
Y es que a mí se me plantean muchas dudas. ¿Por qué es bueno mentir a una vieja? ¿Tanto poder tiene el gobierno que hasta en los anuncios hace apología de mentir a los pensionistas para ganar votos? ¿Por qué a todo el mundo le parece bien seguir la bola? La ilusión, blablá. Yo es que odio que me mientan, aunque sea para algo “bueno”. Porque vale, supongamos que la engañan. Que ya es inocente y pazguata la mujer para los años que gasta, pero vale. ¿Y ahora qué? ¿La engañan de por vida? ? ¿O algún día alguien le va a contar la verdad de UNA PUTA VEZ? ¿O hay que esperar a que llegue el cuñao de alguien y le diga eso de “pero que era una broma, mujer, que hay que tener sentido del humor” mientras le da palmadas en la espalda? O no, toda la vida pensando que tiene dinero y es más pobre que las ratas pobres. Porque esa es otra. Se lo da al hijo... ¿Y? ¿Ahora el hijo tiene que empezar a vivir como si le hubiera tocado la lotería? ¿pedir un préstamo para mantener la ilusión de la madre? ¿decirle que compró preferentes y lo perdió? ¿O como no queremos dar disgustos a la vieja hay que seguir mintiendo y gastando lo que no tenemos hasta que la visite la parca? Vaya herencia que nos dejó la abuela, oye. La muy cabrona. El puto pueblo endeudado por culpa de una anciana que chochea. Y a todo esto la nuera, que parece encantada con la mentira. Intuyo que la nuera la odia y quiere que a la vieja le dé un infarto, bien por la alegría, bien por el batacazo que se va a llevar al saber la verdad. No hay más que verla, parece que se relame pensándolo “déjala que se lo crea, la muy gocha, que no ha puesto ni una pasta para el café en su vida y ahora quiere celebrarlo. Vas a celebrarlo, sí... pero rodeada de velas, mala pécora.” Qué familia, señor, qué familia más perturbada.
Además, me vienen ideas muy perversas a la mente. ¿Os acordáis de ese pueblo que puso molinos de viento y con lo que se supone que iban a ganar se iban de viaje al caribe y llevaban a estrellas a las fiestas del pueblo y construyeron toda clase de chorradas? Ahora están endeudados hasta las trancas para los restos. Como media España que hizo carreteras, aeropuertos y toda clase de cosas inútiles, por cierto. Que en las épocas de vacas gordas la gente gastó y gastó hasta lo que no tenía. Luego vino la crisis y así nos luce el pelo. Pues el anuncio es lo mismo. Que como le hace ilusión a alguien, vamos todos a dejar que corra la bola, que se haga bien gorda y que ya se ocupe otro cuando todo se vaya al garete. Igual es una forma subrepticia de meternos el mensajito de “habéis vivido por encima de vuestras posibilidades porque se ha fomentado así, peeeero... era por vuestro bien, para que tuvierais ilusión.” Pues me cago en la madre que parió a panete, oigan.
O, mejor aún, igual es otro mensaje más feo aún y menos retorcido que es algo tan sencillo como “no os va a tocar ni un duro, pringaos, pero comprad con ilusión que es lo que cuenta.” Ya la mitad se la va a llevar el estado sí o sí, quizás dentro de poco no haya premio ni nada de nada y el sorteo sea simbólico, te toque, pero no te den un duro. Pero oye, la ilusión y tal.
Como se puede ver, soy una entusiasta de la lotería. Y de las viejas chochas. Y de los asuntos familiares ocultos, las venganzas y los mayordomos asesinos.


P.D. Para Reyes me pido un gorrito de albal para que los globos sonda del gobierno no puedan leer mis geniales pensamientos. 

jueves, 10 de noviembre de 2016

Mucha ilusión y poco dinero

Tengo una amiga que quiere montar un negocio. En los tiempos que corren. A veces creo que la gente es un poco temeraria. O inconsciente. O directamente está loca. O igual estas ideas son las que hacen que vaya a ser pobre toda mi puñetera vida.
Yo misma pensé hace un tiempo en montar algo. Me di cuenta de que en mi barrio pasan montones de coches de ruta recogiendo abuelitos para llevarlos y traerlos de los centros de día pero no hay ningún centro en sí. Mi abuela paterna estaba por aquel entonces yendo a uno de su barrio muy pequeñito y muy mono que me dio la idea. Era un centro privado pero con plazas concertadas por el ayuntamiento. Pensé en alquilar un local, que por aquí los hay a porrillo y montar algo de ese estilo ya que tengo la formación necesaria y experiencia en el sector. Me informé de las licencias, las características y todo lo necesario. A pesar de que en España la burocracia es totalmente desalentadora y poco menos que induce al suicidio, al final lo tuve todo bastante claro. Era bastante factible. El problema empezaba al echar números. Por muy pequeño que lo montara todo, por mucha ayuda que consiguiera de los bancos, de subvenciones y por mucho que digan que se fomenta y se apoya a los emprendedores, necesitaba un chute inicial de pasta totalmente desproporcionado. Entre otras cosas porque sólo de autónomos ya se va un dineral al mes quieras o no, ganes algo o no. Total, que dejé el proyecto en mi cajón de los sueños que rescataré en mi próxima vida como millonaria.
Decía que mi amiga quiere montar un negocio. Resulta que después de toda una vida dedicándose a la sanidad, ahora quiere montar un negocio de comida. Así, sin formación, ni clientela fija, ni en realidad tener ni idea de lo que habla. A mí, repito, me parece que la gente es, como mínimo, muy osada. Pero bueno, lo que sea. El caso es que vino el otro día a hablar con mi padre al despacho para que la informase sobre unas cosas. Yo estaba ordenando unas facturas y flipando con el optimismo del que cree que ha tenido una buena idea y no repara en los millones de personas que la tuvieron antes. Al parecer, ella cree que con ilusión se pueden pagar facturas, porque no tiene ni un duro para comenzar la inversión, pero tiene un montón de ganas de trabajar y de empezar un nuevo proyecto y blablablá. Cree que podría empezar con algo muy pequeño y luego ya expandirse, cosa que seguro que no se le ha ocurrido a nadie, claro. Va a abrir un blog con sus recetas y sus productos estrella, cosa que tampoco hay en la red, claro. Y como método para darse a conocer y llegar a más gente, ha pensado en colgar carteles por el barrio, aunque con lo que está lloviendo últimamente por Madrid me temo que no sea lo más efectivo. Me pudo el ansia ante su entusiasmo absurder y le propuse intentarlo al menos con una empresa especializada en email marketing como Mdirector que al menos puede llegar a más gente y de paso no perder sus posibles clientes cada vez que llueva y se mojen las farolas.

El caso es que ella sigue convencida de la viabilidad de su plan a pesar de las muchas dificultades, sobre todo económicas, que se plantean. Y yo, dejando mi opinión a parte, admiro a esas personas optimistas y convencidas de que todo va a salir bien, empeñadas en su idea aunque el viento sople en contra, decididas a darlo todo y a cerrar los ojos ante la adversidad. Tienen su mérito, oye.  

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Bisbal, Chenoa, la cobra y el olvido

Confieso que no vi Operación Triunfo cuando salió. Ni la primera edición ni desde luego ninguna de las posteriores. Tampoco he visto ningún Gran Hermano ni veo realities de ninguna clase. No es por nada, no me considero superior por no verlos. Es simplemente que no me gustan. Muchas veces he dicho lo sumamente susceptible que soy a la vergüenza ajena y esos programas me la desatan. Me escondería debajo del sofá si me cupiera el culo. Total, que a pesar de no haberlos visto, de OT1, obviamente conozco a gente. A Rosa la que ganó, a Bisbal, Chenoa y Bustamante. Punto. Alguno más me suena un poco, pero ahora mismo ni recuerdo su nombre. Como gustarme no me gusta ninguno, no es mi estilo musical. La única voz que medio me entra por la oreja es la de Bustamente y sin fliparse. La de Bisbal directamente me desagrada con tanto gorgorito, la de Rosa me parece muy basta y Chenoa no me dice ná.
Aún así, con todo el coñazo que se ha dado en internet, twitter en especial, me veo obligada a hacer una reflexión respecto al tema de la supuesta cobra entre la expareja de extriunfitos. He visto el vídeo y los gifs al respecto hasta convencerme de que no fue una cobra en sí. En el ángulo inverso ni siquiera se aprecia el movimiento, y más bien yo veo una pequeña confusión, Chenoa dudó si darle un abrazo o un beso en la mejilla y él siguió a su bola, por lo que al final quedó algo un poco raro. Pero nadie en su sano juicio puede pensar que después de no sé cuántos años separados y de que él tenga una relación, ella vaya a querer besarle por primera vez después de tanto tiempo delante de chorromil personas. Vamos, creo yo.
Además, igual es porque soy torpe de cojones, pero a mí me ha pasado mil veces. Que vas a darle dos besos a una persona y al final dudas y hacéis un bailecito raro. O cuando das uno y el otro va a dar dos. O cuando no sabes si abrazar o no. O cuando das la mano y al final uno de los dos se lanza a dar besos. Situaciones un poco embarazosas en el momento, pero que no van allá. La única diferencia es que este momento lo han grabado las cámaras ante una España ansiosa de morbo y cotilleo y alimentada por la idea un tanto machista de que las mujeres no olvidamos y seguimos amando indefinidamente.
Y es que muchas veces lo he pensado. Chenoa es la primera que se lo ha tomado ya a guasa y ha sacado una línea de ropa riéndose del momento en que salió en chandal a la calle con la cara hinchada de llorar a decir que habían roto de mala manera. Pero han pasado un trillón de años, ¿por qué tiene que seguir loca por los rizos ovejiles (ahora cortos) del otro tonto? ¿por qué no ha podido olvidarle y seguir con su vida? ¿acaso no ha vuelto a querer a nadie, a tener relaciones, a ilusionarse con alguien? ¿cada noche se sigue acostando con el cojín de Bisbal como si fuera una de sus fans? Mira, no me lo creo. Que lo pasaría mal, claro. Que jode que te dejen. Que encima se entera toda España. Pero vamos, que se supera.
Lo mismo pensé hace poco con el divorcio de Angelina morros-cara-de-loca- Jolie y Brad Pitt. Todo twitter se inundó de fotos, memes y gifs de Jennifer Aniston celebrándolo y alegrándose. ¿Por qué exactamente? Hace muchos años que se divorciaron. Y sí, lo mismo o peor que en el caso anterior. Porque vais a perdonarme, pero no hay comparación. Perder a Brad Pitt sí puede ser un trauma. Si hay algún hombre por el que merezca cogerse una depresión al separarse, igual es él. Pero en todo caso, ¿por qué la gente presupone que ella es la que no puede olvidarle y no puede seguir con su vida? Que al parecer sigue estancada, esperando indefinidamente a que él rompiera su nueva relación para no sé muy bien qué. Aniston ha tenido relaciones, creo que está casada y lo mismo es hasta feliz, oye. Pero no, todo el mundo cree que sigue traumatizada, sin saber seguir adelante, pasar página, amar de nuevo. Que no ha encontrado el amor, no ha tenido hijos y la pobre, qué lastimica dá. Y mira, me cago en san pitopato, NO. Coño ya, que no.
He estado haciendo memoria a ver si había algún caso en el que se piense lo mismo de un tío. Que le dejara la novia y siga, supuestamente, recordándola mil años después con todo su dolor y su amor ahí amargado en el recuerdo. No tengo una gran cultura famosil, así que si se os ocurre algún caso estaré encantada de escucharlo, pero a mí no se me ha ocurrido nadie. Lo más parecido que he encontrado en mi ruinoso cerebro ha sido la película de Casablanca, donde es el caustico Rick quien sigue jodido por haber perdido a Ilsa y aún le duele escuchar los acordes de su canción. Sin embargo, cuando por circunstancias que no vienen el caso se ve obligado a elegir, decide dejarla marchar sin derramar una lágrima. Porque los hombres son así. Porque es lo correcto. Porque el tiempo pasará. Porque siempre les quedará París.

En fin. Será que me estoy volviendo muy suspicaz. O que para mí el amor y el olvido son temas relativos. O que simplemente, como decía Becquer, no creo que eternamente se pueda ni sufrir. En todo caso, han pasado 15 años desde el primer OT y ya va siendo hora de que España entera supere el asunto. Que a mí al menos me han salido canas desde entonces.  

miércoles, 26 de octubre de 2016

Buenas noticias sobre Ron

Bueno, aunque he dejado un nota en facebook, para los que no lo tenéis (reitero mi invitación a que me busquéis como Naar Tipala y seamos amigüitos), os cuento por aquí también.
Hoy le hemos hecho de nuevo los análisis a Ron. Gracias a Dios hay buenas noticias y parece que definitivamente su problema de riñón viene por las putas liliáceas de los cojones. La creatiina sigue un poco demasiado alta, pero ha bajado un poco porque sus riñones están sanos por lo demás y puede hacer frente al daño. Le ha bajado 4 décimas y aunque no sea reversible el problema, sí que es significativo que esté “mejor”.
Por lo demás está sano cual manzana, no hay nada más que esté alto, todos los niveles está bien, no hay síntomas de nada más y ha bajado de estadio 3 a estado 2, lo que es bastante bueno.
La verdad es que yo he pasado unas semanas horribles, lo he pasado francamente mal, muy asustada, muy angustiada y muy, muy preocupada. He sufrido una ansiedad horrible. Y es que hay quien no lo entiende, que peor para ellos, pero se puede amar mucho a un animal. Muchísimo.
Yo quiero a Ron con toda mi alma. Sin él mi vida no sería la misma. Y sé que algún día se irá a esperarme en el cielo, pero que sea lo más tarde posible, porque la tierra sin él será un lugar más oscuro y menos acogedor. Por suerte de momento le sigo teniendo conmigo. Y rezaré para que siga siendo así mucho tiempo.
Gracias a todos los que os habéis preocupado por él, por mí y os habéis tomado un minuto para preguntar, para mandar buenos deseos, para darme ánimos y para calentarme un poquito el corazón en estos días que han sido tan feos. De verdad, gracias, no puedo decir más.


Y nada, desaparezco un poco por unos días porque me voy a tomar el aire con mis niñas del bambo, que lo necesito. Estoy bastante ahogada y ellas me meten aire a presión en los pulmones. Cuatro días que me renuevan y soy otra, mejor para todos. Pero volveré. Me esperan aquí mi Ron y mi Ross que son los dos amores de mi vida y quiero estar bien para ellos. En una semanita, nos ponemos en marcha otra vez.  

miércoles, 19 de octubre de 2016

Teorías conspiranoicas y feminismo

Llevaba un tiempo dándole vueltas a un post sobre ciertos temas feministas y hoy me lo han puesto a huevo. Así que, allá vamos.
Hoy he estado en el ginecólogo (me pregunto cuántas entradas han empezado así) y bueno, la de siempre, estrujones de tetas, preguntas, cachirulos fríos metidos por partes íntimas y blablablá. El tipo, que por cierto se parecía mucho al actor gordo de Manolo y Benito, me dice mientras masca chicle con la boca abierta que igual debo cambiar de método anticonceptivo y que por qué uso el anillo. Le explico que no lo uso como anticonceptivo tal cual, que es para regular los sangrados y las hemorragias, pero que mis reglas siguen siendo abundantes y dolorosas y que en realidad no quiero cambiar porque las hormonas me sientan fatal y como me suba la dosis es posible que mate a alguien y además, muera en el intento. El tipo me propone un tipo de DIU hormonado que no sé qué y no sé cuántos. Ya investigaré al respecto. El tema es que de pronto me mira y me hace la puñetera pregunta de siempre: por qué no tengo hijos y por qué no los estoy planificando con la edad que tengo. Pues porque no quiero tener hijos. Así de sencillo, oiga. El tipo hace una especie de mueca que se asemeja a una sonrisa burlona y me dice que “vaya con las chicas modernas”. He notado como la mala leche me iba subiendo por la tráquea y le he escupido que no quiero tener hijos porque no me sale de las narices, que cuando fui al ginecólogo por primera vez con 16 años y lo dije me soltaron el condescendiente “ya cambiarás de idea”. Y lo repitieron a los 20, los 25, los 30 y seguimos en las mismas. Y que empezaba a a estar harta y a preguntarme hasta cuándo duraría la monserga porque ya cansa. Que tengo 33 años y sé bien lo que me digo y por qué lo hago. Que no soy una niñata tonta que no sabe de lo que habla. Y que por qué cuando una niña dice que quiere tener muchos hijos todo el mundo le ríe la gracia y le dice “muy bien, bonita” mientras que si dice que no los quiere todo el mundo tuerce el gesto y le dice que ya cambiará de idea. Por qué a mí me dicen que me voy a arrepentir de no tener hijos y que moriré sola pero nadie le dice a las demás que igual se arrepienten de tener hijos, que igual su vida se convierte en una mierda y que igual también mueren solas. Joder.
Y es que hay algo que me escama en todo esto. Yo, que me defino como feminista y que tengo que apostillar muchas veces explicaciones absurdas como que no soy radical, porque yo no soy radical en nada, ni política, ni religión, ni nada de nada, veo un claro caso de machismo hacia las mujeres que no queremos ser madres. Porque curiosamente encuentro más comprensión hacia mi negativa entre mujeres que incluso son madres que entre hombres. Ellas me suelen respetar, algunas lo entienden y otras no, pero salvo excepciones, lo aceptan. Pero los tíos se ponen como fieras. Que qué opina el Ross es lo primero que me preguntan, como si eso tuviera algo que ver, francamente. Y que ya veré y que qué clase de mujer soy y que qué hombre va a querer eso y toda clase de barbaridades. Y yo tengo la sensación de que da miedo una mujer que decida por sí misma hacer lo contrario a lo esperado para su naturaleza o su condición. Que asusta que ella sea dueña de su cuerpo, que elija y no le importe la opinión de nadie. Que sea libre y que imponga su derecho a serlo. Porque no estás haciendo lo que debes y eso no gusta. Porque no estás siendo sumisa con lo que se espera de ti y eso da por el culo. Y entonces es que eres una desnaturalizada, es que no eres una mujer de verdad, es que tienes no sé qué complejo o no sé qué egoísmo o no sé qué carencia de algo. Y mira, no. Es sólo que hago lo que me sale del coño y me da igual la opinión de todo petete.
Y ahora vuelvo con lo de ser una feminista radical. Repito que yo no soy radical en nada porque es como soy, pero también veo una conspiración chunga en ridiculizar a las feministas poniendo de ejemplo a tías que simplemente son unas locas o unas gilipollas. Porque si algo abunda en el mundo, en todos los ámbitos, son los gilipollas. También en el feminismo, claro. Y en el fútbol, no te jode. Ahora bien, creo que a alguien le viene muy bien dar muchísimo bombo a lo que diga una desequilibrada mental o una imbécil para ridiculizar a las feministas y para hacer creer que la lucha es absurda. Yo jamás estaré de acuerdo con las que ven machismo en absolutamente todo, con las barbijaputas del mundo que cada vez que alguien le lleva la contraria cree que es un machista sin más, con las que dicen haber abortado porque era un niño lo que iban a tener y eso era una traición a sí mismas. No estaré jamás del lado de las que creen que todos los hombres son por definición malos y todas las mujeres buenas, ni de las que dicen que la heterosexualidad es presión social y que acostarse con un hombre roza la zoofilia, ni de las que piensan que todo pene debe ser amputado o castrado químicamente, ni de las que dicen que los hombres son el origen de todas las aberraciones de la humanidad. No estaré nunca a favor de la discriminación positiva, ni del lenguaje inclusivo del todos y todas y mucho menos de las x para eliminar el género de las palabras. No, porque no estoy de acuerdo. Porque la lucha feminista es otra y es más importante y más grave. Pero repito, parece que hay mucho interés en hacer ver lo ridículas que suenan esas tías, en lo absurdo de algunas de sus afirmaciones y lo loco que es el feminismo. Porque viene muy bien mezclar cosas, confundir a la gente, hacer pensar que una zumbada nos da voz a todas. Y todo para desprestigiar, tirar por tierra y arrastrar una ideología necesaria como el aire. Todo para seguir empoderados y agarrados a una situación de privilegio.

Y bueno, seguiré yendo a ginecólogos que me digan que debería tener hijos o que ya cambiaré de idea. Seguiré escuchando gilipolleces de un lado y de otro y seguiré mandando a la mierda a quien considere oportuno.

Por cierto, las “declaraciones feministas” que he ilustrado no son inventadas. Todas y cada una han sido leídas en internet, en twitter y muchos lugares donde la gente se expresa y donde otros capturan sus palabras para usarlas como arma arrojadiza o en beneficio propio. Porque si algo tengo claro a día de hoy, repito, es que lo que más abunda en el mundo son los gilipollas.  

martes, 11 de octubre de 2016

Series, consuelos y Friends

Estoy viendo otra vez Breaking Bad. Al final el Ross ha entrado en razón y cada noche, después de cenar vemos uno o dos capítulos en lugar de tragar los bodrios que ponen en la tele. Y es que al muy melón le dió por decir que no quería engancharse a otra serie nunca más después de Lost y que por eso no veía ninguna nueva. Un día me hizo enfadar y le dije que yo sí pensaba ver todas las que me diera la gana y que me apenaba no compartirlo con él, pero que me daba igual porque era su decisión. De ahí lo de que haya entrado en razón, no por Breaking Bad en sí, que se ha convertido poco menos que en el paradigma de los pesados que te insisten para que veas lo que a ellos les mola, sino porque ahora sí quiere ver cosas conmigo. Hemos empezado por Narcos y tengo en mente ponerle Stranger Things que la vi sola este verano y me encantó. Pero de momento, Breaking Bad, que sabía que le iba a gustar.
Yo la estoy disfrutando porque me acuerdo bastante bien y puedo fijarme en los detalles y tomármela con tranquilidad. Me gusta casi más ver las cosas por segunda o tercera vez que la primera. Ya sé lo que pasa, estoy tranquila, me recreo en las cosas pequeñas y simplemente, disfruto. A la primera estoy demasiado atenta, demasiado tensa, demasiado queriendo saber y al final me queda un regusto raro.
No sé dónde leí que los niños siempre piden el mismo cuento porque se sienten seguros sabiendo lo que va a pasar. Y quieren que se lo cuentes igual, sin cambiar una coma. No lo sé, las pocas veces que he contado cuentos me los he inventado sobre la marcha. Y por cierto, nunca han servido para dormir a nadie; me enrollo, el cuento se pone interesante y los niños terminan despiertos y excitados queriendo saber más mientras yo me enredo con mi propia historia. En todo caso, para calmarse y dormir y tener dulces sueños buscan la seguridad del cuento de siempre que no tiene sorpresas.
A mí me pasa aún. Me gusta ver películas que he visto mil veces porque sé lo que pasa y me tranquiliza saber que va a terminar bien. O mal, o lo que sea. Pero ya lo sé. Y eso me reconforta.
De hecho, casi todas las noches termino viendo algún capítulo de Friends. Es mi serie por excelencia. Recuerdo cuando iba al instituto y hablábamos sobre si Rachel terminaría con Ross o no, sobre cómo seguiría la siguiente temporada, sobre el capítulo del día anterior. Y lo veíamos a medio día en la tele, sin descargas, internet ni estas moderneces. Os hablo del puñetero pleistoceno, cuando, por cierto, la televisión tenía algún respeto por las series extranjeras y no ponía los capítulos al azar, cambiando de horario y de día sin avisar, sino que seguían el orden cronológico, avisaban de cuando empezaba la siguiente temporada y todos los días la ponían a la misma hora. En fin, soy la abuela cebolleta y hacía mucho que no ejercía como tal. Pero es que me parece vergonzoso que las mejores series de los últimos años hayan pasado sin pena ni gloria por la parrilla televisiva o que directamente hayan sido ignoradas vilmente. Que una persona sin internet vive al margen de la sociedad, sin saber de qué se le habla cuando nombras series de la altura de Juego de Tronos. Una lástima.

Decía que veo Friends a día de hoy. Porque me gusta, me calma, me consuela. Sé que acaba bien, me sigue haciendo reír. Son mis amigos, la referencia con la que he crecido. Y la veo una y otra vez a pesar de sus fallos y sus gazapos, a pesar de su ingenuidad y de las modas noventeras. Me gusta porque no hay incertidumbre. Me gusta porque yo, que soy una persona caótica y desordenada, asustada y perdida, a veces quiero encontrar la seguridad de saber que nada malo va a pasar. Aunque sea durante los 20 minutos de un capítulo.  

jueves, 6 de octubre de 2016

La recluta patosa

La verdad es que tomo algunas malas decisiones. Bueno, generalmente tomo malas decisiones. Vale, casi siempre tomo malas decisiones y a veces, ojo, a veces, las tomo peores.
Por ejemplo, antes de verano eché mi solicitud para pilates como vengo haciendo los últimos tres años y me la concedieron a la primera. También me apunté a inglés con mi profe australiano pirado. Y entonces me di cuenta de que tenía un montón de tardes libres a la semana. Y en lugar de pensar algo sensato, como clavarme palillos bajo las uñas o iniciarme en el bello arte de hacerse el harakiri, dije “voy a hacer algo divertido”. Y me apunté a clase de danza oriental. Mala, malísima, horrible decisión.
La verdad es que nunca he sido una persona a la que se le dé especialmente bien nada que implique esfuerzo o movimiento físico. No soy muy ágil, ni resistente, ni tengo mucha coordinación, ni fuerza, ni desde luego soy rápida. Tampoco tengo buen oído ni gracia natural. Soy más bien como una patata con dos pies izquierdos y ambos de madera. Así que no, no y mil veces no. La danza no es lo mío. Ya tuve una experiencia hace años con las sevillanas, pero al parecer, no escarmiento. Además de poco hábil físicamente, tampoco soy muy lista.
El primer día fui allí con una pequeña esperanza. La misma que tenía de cría cada vez que me apuntaba a una actividad nueva antes de fracasar estrepitósamente en ella. Igual se me da bien. Igual descubro mi talento oculto. Igual no soy tan sumamente torpe como creo. Igual, simplemente, no hago el ridículo. Pero una vez más en la vida, me equivoqué.
Para empezar llegué con mallas y camiseta negras a una clase donde todo el mundo lleva faldas de gasa, pantalones de seda de colorines y top minúsculos de encajes que apenas les tapan los pechos. Y por supuesto, van todas con pañuelos de moneditas en la cintura y cadenitas en los pies. La profe se me acercó me espetó que todas las demás llevaban ya muchos años con ella (no como yo, la novata) y que bueno, empezaríamos despacio (por mi culpa). Que el próximo día llevara algo corto para enseñar la tripa y que me descalzara. Creo que eso fue lo último que entendí y quitarme los zapatos lo último que hice bien. Como las demás llevan mil años meneando el culo, la tía no se detiene a explicar dos veces lo mismo. Así que enseña el paso y todas lo hacen como si fuera lo más normal mientras yo la miro con la ceja levantada.
Por supuesto, la segunda clase no ha ido mejor. Todo el mundo parece saber lo que hace mientras ahí estoy yo, negra como una cucaracha entre tanta gasa estridente y tanta monedita y tanto casacabel sin ser capaz de hacer ni una cosa bien, sin saber dónde están mis brazos, sin poder coordinar dos partes de mi cuerpo a la vez y desde luego, yendo siempre al revés del resto del mundo. Si ellas terminan con el pie derecho, yo acabaré con el izquierdo, si giran hacia acá yo iré hacia allá y chocaré con algo, si levantan los brazos yo los tendré de cualquier forma mongola y si ellas bailan y se agitan de forma guay yo pareceré de nuevo una patata con pies de madera rodando por la clase.
La verdad es que tengo una especie de dilema porque estoy pensando dejarlo. Y hay algo dentro de mí que me recuerda que dejé el ballet, la gimnasia rítmica, la natación, el voley, el kárate e incluso la hípica que era lo único que me gustaba. Y que no debería desistir tan pronto, que debería luchar contra mis complejos, mis miedos, mi sentido del ridículo y perseverar. O al menos aguantar el trimestre que tengo pagado. Pero también hay otra parte de mí que me dice que si lo he dejado todo era por una razón: soy una inútil. Que no mejoraré nunca porque soy una negada y que lo único que hago es pasarlo mal tontamente. Porque se supone que el baile segrega endorfinas y que sube la autoestima y que los bailes orientales te hacen sentir una diosa. Pero lo más perecido a una diosa hindú que me siento yo es una elefanta. Y paso una hora sintiéndome el recluta patoso, sin dar pie con bola, volviendo a ser la niña perdida y asustada de las clases de gimnasia. Salgo con la moral por los suelos, a punto de tirarme al suelo y echarme a llorar.

Para colmo de mis males, tengo agujetas. Hacer las cosas mal provoca dolores en zonas del cuerpo que uno no era consciente de tener. Así que ahora sigo sin poder bailar pero ando como Chiquito de la Calzada. Así que lo único que se me daba medio regular que era el pilates se va a ver afectado por el hecho de que apenas puedo moverme. En lugar de mejorar en una cosa he conseguido ser peor en dos. Qué fantástico comienzo de curso, oye.

martes, 4 de octubre de 2016

Resultados de Ron

Como ha habido un montón de gente que me ha preguntado por Ron (él y yo os lo agradecemos mucho) os voy a contar los resultados que hemos obtenido hasta el momento.
Hoy hemos ido a una veterinaria especializada en gatos que hay en Madrid. Es cara, pero es verdad que es completísima, la gente está megapreparada, tienen toda clase de aparatología y te dan diagnósticos concretos y tratamientos súper personalizados.
Le han hecho de todo al peque: análisis, ecografía, radiografías... Y bueno, a parte de un problemilla dental sin ninguna importancia (de paso le han hecho una limpieza para quitar el sarro), se ha indagado a fondo con el tema del riñón.
A día de hoy no podemos asegurar al 100% lo que es porque los resultados son un poco desconcertantes. Todo está bien. Tiene unos análisis como para vivir más que yo. Todo está perfecto, no hay anemia, ni fósforo alto, tiene la tensión genial, el pelo y la piel preciosos. Bien de peso, estupenda masa muscular, corazón fuerte. Morfológicamente los riñones son, palabras textuales de la doctora, los más bonitos que ha visto en años. Están muy sanos, sin infección, hinchazón, cálculos ni nada de nada.
Lo único que falla es la puñetera creatinina que sigue en 3. Y esto no es normal. Así que, tras todas las pruebas del mundo, se descartan todas las enfermedades a excepción de un linfoma o una enfermedad autoinmune (lupus o amiloidosis). Esto son horribles noticias porque son horribles enfermedades. El tema es que no da otros síntomas, ni ha perdido peso, ni ha cambiado de hábitos ni nada. Y son enfermedades muy poco frecuentes. El linfoma es lo menos probable porque desde abril que empezó la pesadilla, tendría que haber empeorado muchísimo y él está estupendo y la creatinina no ha variado apenas desde que la descubrimos alta. Y la enfermedad autoinmune no es muy normal porque se debería haber manifestado antes y además sería normal que diera otros síntomas.
Así que, estrujándonos la cabeza, hemos dado con la respuesta más plausible. Una intoxicación con liliáceas. Resulta que estas flores tan preciosas son completamente mortales para los gatos. Si se comen una hoja caen fulminados en 24 horas por fallo renal agudo. Si simplemente chupan un poco de polen que cae al suelo o que se les pega al pelo, mueren partes del riñón y quedan con ese fallo crónico de por vida, dependiendo su gravedad de la cantidad de tóxico y el alcance que éste haya tenido. Yo esto no lo sabía hasta hoy. Y no habría caído jamás si no fuera porque la doctora me ha enseñado las fotos y he recordado que por mi cumpleaños los padres de Ross me regalaron un ramo enorme con cuatro de estas putas flores. Obviamente no dejé que Ron la comiera, pero sí las olisqueó, se frotó y yo las toqué sin tener demasiado cuidado. No podía saberlo. Y sin embargo, si se confirma que es esto, no me lo perdonaré nunca en la vida. Ni a mí, ni a odioso cumpleaños gafe.
Dentro de lo malo, si esta es la solución al enigma, es el menor de los males. El daño está hecho, pero no avanza ni empeora. Hay que controlarlo, pero podría vivir una vida larga y saludable, sin molestias ni más problemas, sólo teniendo un poco de cuidado.
En fin, resumiendo, porque no tengo ganas de extenderme más sobre este tema, ahora sólo podemos esperar unas semanas para repetir analítica y ver si la creatinina se mantiene en 3 como hasta ahora, lo que confirmaría el diagnóstico de la liliácea, o si sube o varía, lo que lo descartaría y sólo dejaría las otras feas opciones.
No quiero hacerme ilusiones porque me puedo llevar la hostia de mi vida. Y no quiero desanimarme porque no serviría de nada antes de tiempo. De momento agradezco vuestros buenos deseos, vuestras velitas a los santos, vuestros cruces de dedos, soplos de buena energía, rezos o lo que sea en lo que creáis. Toda la ayuda es poca. Ron y yo os lo agradecemos de corazón. Os informaré cuando sepa algo más y trataré de no obsesionarme para no volverme completamente loca.



martes, 27 de septiembre de 2016

Amistad intermitente

Hoy, post de indignación.
Creo que soy una buena persona. De verdad, creo que a pesar de tener cierto mal pronto, en el fondo soy una blanda y todo. Pero hay veces que ya no sé si la gente lo aprovecha, me toman a cachondeo o creen que lo que soy es gilipollas. Y no. Porque yo perdono, pido perdón y creo en las segundas, terceras y enésimas oportunidades porque todos nos equivocamos. Pero también creo que hay un límite y creo que no se debe nunca abusar de la bondad ajena.
Tengo un amigo. O tenía, no sé. El caso es que nos conocimos teniendo pareja los dos y en realidad éramos amigos los cuatro. Luego yo mandé a la mierda al Desequilibrado y y ellos me ayudaron muchísimo. Los dos, la verdad, aunque más éste del que os hablo. Iba a su casa, cenábamos casi todos los viernes, me llamaba, se preocupaba por mí. Fue una ayuda y un apoyo importantísimo. Me ayudó mucho a montar la casa, a ir a por muebles, a todo lo que necesité. Por eso cuando unos meses después él también lo dejó con su chico, yo me volqué en él. Todo lo que pude y más. Le llamaba, venía a mi casa a todas horas, hablábamos infinito por teléfono, le acompañé al médico por unos problemillas de salud que tuvo... en fin, muy buenos amigos.
Después él volvió con su ex. Y no es que desapareciera por completo, pero sí bajó mucho, mucho, el ritmo de llamarme y quedar, a pesar de que su ex también era mi amigo. Pero bueno, lo tomé bien porque me dije que estaban tratando de recomponer una pareja y tal.
Como era de esperar, lo volvieron a dejar. Y aquí tuve a mi amigo llorando día y noche, comiendo, durmiendo, pasando horas muertas en mi casa. Salíamos por ahí, le sacaba para que se animase, me quedaba en casa cuando estaba de bajón para no dejarle solo. Le ayudé con la mudanza, volvimos al ikea. Aguanté horas de lloros por teléfono hasta la madrugada. Hice todo, todo lo que pude y un poco más.
Bueno, pues al cabo de los meses conoció otro chico y si te he visto no me acuerdo. Dejó de llamar, de quedar, de venir a casa y hasta de contestarme a los mensajes. Ya hubo un punto en el que me mosquée porque le pedí quedar para una cosa que era importante y me dejó tirada sin explicaciones. Le dije que me parecía muy bien que ahora tuviera otras prioridades, pero que yo no era de usar y tirar tantas veces como le dejara el novio de turno porque yo también tengo sentimientos, necesidades y quiero a mis amigos siempre, no sólo cuando conviene. No hubo respuesta.
Y así pasaron dos años y medio. Hasta el otro día que me llega un mensaje por facebook y me dice que no se ha olvidado de mí, pero que es tonto y que espera que me vaya bien. Revisé su perfil. Adivinad quién lo ha dejado con su novio.
El caso es que estuve un montón de días pensando. No sabía si quería contestarle ni qué decirle en caso de hacerlo. Al final me pudo el ansia y le dije que no estaba enfadada con él, pero que me sentía dolida porque me había dejado de lado sin razón y que eso no se le hace a los amigos, que pensaba que teníamos una relación especial y que me había fallado. Aun así le decía que esperaba que le fuera bien, que yo estaba bien y que nunca me había olvidado de él porque había sido muy importante en mi vida.
Pues va y me responde que me quiere, pero que ya sé cómo es, que es tonto y se deja influenciar.
Vamos a ver. Uno: Tienes una edad ya, hermoso, no eres un adolescente que se deja presionar por el grupo. Dos: ¿influenciar por quién? ¿Tu novio que no llegué a conocer te decía que no quedaras conmigo? ¿O es simplemente que te apetecía más estar con él? Tres: el “ya sabes como soy” me toca el coño a dos manos. Es un “yo soy así y tienes que joderte”. Perdona pero no. Porque eso implica que no quieres cambiar, que vas a seguir haciendo lo mismo, que no te arrepientes y que desde luego, volverás a dejarme tirada cuando aparezca el nuevo culo que te guste. Y mira, NO.
Había visto y vivido muchos casos de gente que te deja de lado por un novio, pero como este yo creo que pocos. Me parece de tener bastante cara. Y me duele decir todo esto, porque en realidad yo quiero mucho a este chico, le echo de menos y claro que me gustaría seguir teniéndole en mi vida. Pero no me parece bien que me haga eso, que yo sea sólo el trapo con el que quitarse la mierda y cuando está bien, no acordarse de que existo. Yo también lo he pasado mal en estos últimos dos años y no lo sabe ni ha estado aquí para ayudarme. No me parece justo. Y francamente, ya no confío en que no vaya a hacer lo mismo pasado mañana, luego vuelva llorando y luego lo vuelva a hacer. Y yo ahí como una tonta, esperándole siempre, sin importar cómo yo me sienta. Pues no me gusta mucho el plan.
En fin, no me enrollo más. ¿Vosotros qué pensáis de esto? ¿Qué haríais? ¿Os ha pasado algo parecido?



lunes, 19 de septiembre de 2016

Tarta de queso

Alguna vez he dicho que cuando estoy triste, angustiada, agobiada o lo que sea, cocino. Obviamente, como conté en el post anterior, no estoy en mi mejor momento, así que me paso el día tratando de entrar en calor al lado del horno. Que sí, que no es invierno aún y no hace tanto frío, pero yo estoy helada. Bueno, lo mismo da, no he venido a hablar de mí. He venido a contaros cómo hacer una tarta de queso fácil y por lo que me han dicho, muy rica.
Esta es una de las cosas que cocino de oído porque yo soy alérgica a los lácteos y no la puedo ni probar, pero mi madre me la pide casi todas las semanas. Y si no es ella, la yaya. Y el Ross roba un pedazo o dos siempre que la hago. Total, que yo no lo sé de primera mano, pero la tarta tiene buenas referencias.

INGREDIENTES:
2 huevos
2 yogures naturales
1 tarrina de mascarpone
2 cucharadas de harina
3 ó 4 cuacharadas de azúcar al gusto
1 cucharadita (de las de café) de levadura en polvo

También se necesita un bol, unas varillas, un molde, unas gotas de aceite o un poco de mantequilla para untarlo y un horno.



ELABORACIÓN.
Podría resumirlo en meter todo en el bol, batir y hornear. Y punto. Es una receta para tontos.



Por si necesitáis más detalles, os diré que yo lo mezclo todo con las varillas de mano y luego le paso las que trae la batidora para no dejar ningún grumo y que se quede con este aspecto. Por cierto, ignorad el desparramo de harina que hay por toda la encimera. Hubo un pequeño fallo técnico que no tiene por qué ocurrir a nadie que sea normal y no como yo.



Luego engrasamos el molde. Yo lo suelo hacer con unas gotas de aceite de girasol que no aporta sabor, pero se puede usar de oliva, margarina o mantequilla. Echamos toda la masa y metemos en el horno precalentado a 170º.



Hornear hasta que tenga este aspecto o un poco más dorado si se quiere. Como casi toda la repostería para saber si está hecho, se pincha con un palillo y cuando salga limpio, está hecho. Suele tardar unos 15 - 20 minutos.



Se puede complementar la receta con una base de galletas trituradas y mantequilla, adornar con mermelada de frutos rojos o como se quiera.
¡¡Espero que os guste!!

jueves, 15 de septiembre de 2016

Días de asco

Hay rachas que son un poco una mierda. Que todo parece torcerse o al menos, no terminar de enderezarse. Es un asco, pero es parte de la vida. Porque la vida a veces es así: un asco. Y temo por esos niños de hoy en día cuyas madres creen en la sobreprotección, en no hablar nunca de la muerte, del dolor, de la enfermedad y de las cosas malas porque se van a cagar cuando crezcan. Que no digo que haya que traumatizar a los niños ni salir a la calle gritando “oh dios mío, vamos a morir todos” mientras corremos agitando los bracitos en el aire. Pero que la vida a veces apesta. Y hay que decirlo, no pasa nada. Me da por el culo el buenrollismo, el repetir siempre que todo va a salir bien, que todo se va a solucionar, que todos los finales son felices. Porque no es así. Y punto.
A veces me dicen que soy pesimista, pero francamente no estoy de acuerdo. No creo que yo vea las cosas negativas porque sí. Es sólo que prefiero no edulcorarlo todo. Prefiero tener en cuenta las posibilidades de que algo salga mal para estar precavida. Prefiero no hacerme ilusiones a lo tonto y luego llevarme la torta. Prefiero no engañarme. ¿Y esto significa que no me alegre, que no me ría, que no disfrute, que no haga planes y que no ponga ilusión en lo que hago? NO. Sólo significa que no vivo en los mundo de yupi y que sé que hay un porcentaje de probabilidad de que todo se vaya al carajo.
Porque no, la vida no es justa. El karma no existe. Las buenas acciones no siempre se recompensan, las malas no siempre se pagan. La vida no la escribe un guionista de hollywood. Y ya me gustaría, pero no. Y que sí, que siempre hay cosas buenas, que siempre hay que dar gracias y que blablablá. Estoy hasta el coño de positivismo y motivación y de no poder quejarme. Sé que siempre hay un lado bueno, un resquicio de luz. Y sé también que tengo derecho a la pataleta y a decir que hay días que son una mierda.

Hoy le hemos hecho unos análisis a Ron. Lleva seis meses con la medicina para el riñón que le pusimos cuando descubrimos que tenía la creatinina un poco alta. Y no son tan buenos como esperábamos. Le ha subido un poco más. Y tiene algunos otros niveles un poco regular, aunque en general no hay nada alarmante más que el problemilla renal. De momento le vamos a poner una dieta más estricta y seguir con la medicina (ajustando la dosis). Volveremos a hacer análisis en tres meses a ver cómo ha evolucionado, pero no pinta demasiado bien.
La verdad es que me había hecho ilusiones y de ahí mi reflexión. Últimamente está tan bien, tan contento, con tan buen aspecto, que creí que sería suficiente, que los análisis saldrían redondos, que podríamos quitar la medicación, que estaría sano como una manzana, que me dirían que se iba a hacer tan viejo como el sol. Y claro, qué palo. Por eso ahora no pierdo la esperanza, pero no confío demasiado en nada.
La verdad es que le tengo pánico a la simple idea de que Ron se muera. Sé que es algo que va a pasar, como moriremos todos, pero me horroriza. Nadie que no haya amado tan profundamente a un animal puede saber lo que siento. Ron ha sido el único que motivo que he tenido para vivir en muchos momentos. Y no concibo la vida sin él. Sin embargo, asumiré lo que tenga que pasar. Le cuidaré lo mejor que sé y con todos los medios posibles mientras él esté bien y no sufra. Y después, pues Dios dirá.
De momento, estoy triste. Y supongo que el hecho de que me hayan rechazado de un trabajo en el que había avanzado bastante en el proceso de selección no ayuda. Porque además era buena para el puesto y me ilusionaba la idea. Y necesito el dinero, para qué vamos a mentir. Entre los muchos sinsabores de este mes, se ha roto el canapé de la cama y no tengo dinero para comprar otro. Y sí, tengo salud, pero ayer me caí por las escaleras y tengo un brazo, una pierna y el culo completamente amoratados, hinchados y doloridos. Y un tobillo torcido. Y dos huevos duros.

Mira, yo qué sé. Que hay un montón de cosas buenas, de días maravillosos. Pero hoy no es uno de ellos. Hoy, la vida da un poco de asco.


martes, 13 de septiembre de 2016

El Feisbu

Yo odio facebook. Por eso me he hecho uno para el blog. Así es mi vida, que cuando algo no me gusta, o creo que no me gusta, termino metiéndomelo hasta la tráquea. En fin, no penséis cochinadas.
Decía que he hecho un facebook para el blog. ¿Por qué? Pues quién sabe. Porque a veces el blog me da perecilla. No es que lo deje, no es que renuncie. Mi blog es una parte tan importante de mí, tan mío, tan yo, que no quiero vivir sin él. Por ahora. Pero a veces estoy fuera o no tengo mi ordenador o lo que sea y aún así me gustaría contar algo. Algo no muy largo o no muy elaborado, pero ALGO. Y algo para lo que Twitter se me queda un poco pequeño. No sé si me explico. Algo intermedio entre extenderse en un post y el corsé de los 140 caracteres. Pues eso, un feisbu.
Luego están los que me dicen “pues mujer, haber hecho una fan page o algo así del propio facebook”. A ver, que no nos estamos entendiendo. Yo sé que mi blog está abierto y que aquí viene todo petete que quiere y lee y comenta si le da la gana. Pero me da igual, lo asumo, lo acepto, jugamos a lo mismo. En facebook yo no me siento segura. Me dan las venas paranoicas y no quiero que todo el mundo vea lo que ponga ahí. Ejemplo claro: me gustaría enseñaros el vestido que llevé a la boda de Primamediana. O el corte de pelo que me hice. Yo no voy a subir fotos a una página abierta porque para eso las subiría al blog y no lo hago. Y para tener las mismas restricciones, pues mira, no. necesito algo con cierta privacidad, cierto control.
Por otro lado, hay gente conocida por estos lares a los que tengo agregados al facebook digamos “personal”. No sé qué voy a hacer con vosotros porque no sé qué voy a hacer con mi página de facebook. Es posible que la cierre. Es posible que os elimine y la deje sólo para los cuatro gatos de la universidad con los que me gusta mantener algo de contacto. Es posible que lo deje como está. Ni idea. En cualquier caso, hasta que no os tenga a todos en la nueva, no haré nada drástico. Y no os lo toméis a mal me dé la ventolera que me dé.
Y estas son las noticias por el momento. Tengo un par de post rondando por la cabeza, pero no termino de poner las ideas en claro. Estoy un poco obtusa. Igual con el pelo se me fue la inspiración y he perdido mi mojo. No lo sé. Os iré informando.


P.D. Si alguien quiere ser mi amigüito en facebook que me lo diga, que me busque por Naar (foto de perfil de loca de los gatos, of course) o que me escriba un mail. Y ya que os ponéis, seguidme en Twitter, coño, que eso sí mola a puñaos.  

martes, 6 de septiembre de 2016

Sólo pelo

Un día me levanté y me di cuenta de que 17 años eran suficientes. Ya me había vengado de todas las peluqueras del mundo. Y me corté el pelo. Así de fácil, así de complicado, así de estúpido y así de profundo.
Mil veces he contado que me traumatizaron a los 15 con un corte infame. Y para arreglar el despropósito, tuve que cortar más y aquello terminó siendo el verano de calimero porque yo iba por ahí con un pelo tipo casco en la cabeza. Y fue peor cuando llegó el invierno y con la humedad eso se encrespaba y crecía a lo ancho y yo parecía una seta. Horrible.
Y aunque pareció una puta eternidad, pasó. Y el pelo me creció. Volvió a ser suficiente para hacerme coleta y poco después me llegaba a media espalda. Y cuando cumplí los 18 tenía mi hermosa melena rubia por la cintura otra vez. Gracias a Dios.
El problema es que desde entonces, apenas había cambiado de peinado. Flequillo sí, flequillo no, capas, blablá. El pelo a la cintura siempre. Por debajo de media espalda como muy corto. No soportaba la idea de tenerlo más corto que eso. El pelo me daba una extraña seguridad en mí misma, me hacía creerme más guapa, más fuerte, más femenina, más yo qué sé.
Recuerdo que una vez, cuando aún estaba con el desequilibrado, la hija de satanás de su madre (que era peluquera) me cortó más de la cuenta justo antes de la boda de Amigachica. Casi la mato. Recuerdo su tonito burlón cuando me dijo “puedes llorar si quieres”. Y le respondí que no estaba triste, estaba cabreada. Y mucho. Porque la hija de puta me lo había cortado más, mucho más de lo yo había dicho porque me tenía rabia. Allá y se pudra, por cerda.
Después, como efecto rebote, me lo dejé aún más largo. Hasta la cadera. Tipo Pantoja en su juventud. Todo el pelo del mundo me parecía poco. Lo necesitaba.
Ahora ya no. Llevaba tiempo rumiando la idea, estaba harta de verme igual, harta de tanto pelo, harta de ser sólo pelo. Y durante el verano cada día he estado harta de la melena tan larga, harta del calor que me daba, harta de peinarlo, harta de recogerlo, harta de estar harta. Esperé a la boda de Primamediana porque bastante tenía con lo mío como para añadir más estrés, pero a los dos días de volver, fui a la peluquería y le dije a la chica que me cortara. Le tuve que insistir por tres veces porque me había cortado muy poco, se ve que me tiene miedo. Pero yo no lo tenía. Más, corta más, no te preocupes. Por fin estaba segura, por fin no necesitaba el pelo, por fin era libre de él.
Reconozco que me gusta el pelo largo, sí. Y reconozco que siempre encontraba motivos para no cortarlo. No sé qué evento, la boda de fulano, ahora no que estoy triste, ahora no que estoy contenta. Los últimos dos o tres años no me lo cortaba porque se me metió en la cabeza la sumamente estúpida idea de que quizás, si me casara, me gustaría llevarlo largo. Pero este verano, por un par de razones que no vienen al caso, me miré en el espejo y me planté cara. A ver, mongola, ¿pero tú realmente vas a casarte? Y me tuve que responder que no. No, rotundo y definitivo. No. Y la última excusa estúpida para no meterme la tijera cayó al suelo y se rompió en mil pedazos.
Ahora llevo una melenita por debajo de las clavículas que me gusta bastante. Es manejable, es cómoda, no es lo bastante corta como para sentirme calva, y creo que hasta me favorece. El pelo me lo ha agradecido, lo tengo más sano. Y yo misma estoy contenta porque ya no dependo tanto de él. Ya no soy ni creo ser sólo pelo. Ahora puedo ir mona o ir hecha un desastre sin que ello dependa al 100% de mi melena. O al menos sin que yo lo piense dentro de mi locura.
Y diréis, qué importancias más tontas se da esta pava por haberse cortado el puñetero pelo, que lo hace todo el mundo. Ya, ya lo sé. Es que no es eso. Es que es cuestión de que he superado algo, de que me he hecho más fuerte y más madura y más adulta. He dejado de necesitar algo externo y absurdo para sentirme segura. Y he dejado de ser sólo pelo. Ahora soy yo. Y me siento extrañamente más fuerte y más libre por haberme deshecho de eso que supuestamente me infundía seguridad. Porque no soy Sansón. Mi fuerza no viene de lo mucho que cuelga mi trenza. No necesito llevarla tan larga que un príncipe trepe por ella.

Ya no soy sólo pelo. Ahora el pelo es sólo pelo.

lunes, 29 de agosto de 2016

El símil de la boda roja

Bueno, ya ha pasado la puñetera boda de mi prima. Por suerte, el mismo día Reichel nos dio la noticia de que ya tiene fecha para casarse el año que viene, así que no nos cansaremos de ir de boda en boda hasta que una de estas la convierta en la boda roja y ya me ahorre ir a ninguna más el resto de mi vida. Qué pesadez, por favor.
En todo caso, hablando de bodas rojas, el otro día encontré un buen símil a lo que siento respecto a las bodas. Y son las ganas de cortar cabezas y matar gente. No, espera. Era otro tipo de símil. Aunque lo de matar peña a cascoporro... bueno, que me distraigo. Los fans de Juego de Tronos me entenderán. Y lo que no, creo que también. Cuando yo vi el capítulo en cuestión, me había tragado todas las temporadas de la serie del tirón así que me pasé un buen sofoco. Me mataron a mi Robb, a su dulce y maravillosa mujer y a su madre, me mataron al lobo huargo. Me jodieron viva. A la vez estaba cabreada, dolida, se me saltaban las lágrimas de impotencia. Yo, que había estado ahí, apoyando a los Stark en su lucha, gritando “The king in the north”, y de pronto, a la mierda todo. Las cuatro de la mañana y yo sola en casa con el silencio sepulcral del final del capítulo y sin saber si creerlo del todo. Qué explosión de sentimientos, oigan. Sin embargo, si alguien que no haya visto en su vida la serie ni sepa de lo que va la vaina ve ese capítulo de repente, pues sí, se queda un poco impactado de ver tanta muerte, pero mira oye, qué le vamos a hacer, es gente que muere y no sabes ni por qué y no para qué.
Las bodas son algo así. Las de mis amigos no me gustan mucho, pero como estoy metida hasta las orejas en la historia de sus vidas, me emocionan, me tocan la fibra, me hacen sentir parte de algo. Recuerdo cómo hemos llegado hasta ahí, veo pasar nuestros años por delante y me tirita un poco el corazoncillo. Sin embargo, las de la gente como mi prima a las que no trato, a las que no conozco apenas y de las que no sé nada, me dejan fría. Que sí, que la ceremonia es bonita, que las palabras que les dedican sus amigos pueden ser emotivas y que lo que tú quieras, pero a mí no me tiembla el pulso. No es parte de mi historia, no pertenezco a ello, soy una mera espectadora despistada que no sabe de lo que va el rollo. Y mientras todos lloran, yo me atuso el vestido y me pregunto si habrá nestea en el cóctel porque con la caló que está cayendo tengo la boca seca.
Así que eso, la boda de mi prima fue bien, la ceremonia bajo el árbol muy estética, la música bastante bien elegida y el baile con coreografía incluida muy gracioso. Pero yo lo único que sentía era que el pelo me daba calor en la espalda y me sudaba el cuello.
Por los demás asuntos que me preocupaban, conseguí sortearlos casi todos. Evité temas incómodos, esquivé a familiares que no me caen bien y hasta me alegré de ver a los que sí me simpatizan. El vestido me encanta, el cinturón que me hice quedó perfecto, encontré un bolso ideal y los zapatos eran preciosos, cómodos y maravillosos. Hasta logré hacerme un cat-eye igual en los dos ojos. Y me pinté los labios de ese rojo encendido que adoro y tanto me costó encontrar en labial fijo. Así que guay.
Y lo mejor de todo con diferencia fue el camping donde nos alojamos. La cabañita de madera molaba mil, el entorno era estupendo y tenía una piscina enorme donde me pegué los dos mejores baños de todo el verano porque el agua estaba buenísima. Además estaba muy cerca del sitio de la boda y tenía un bar en el que se comía de lujo. Y lo mejor, mejorcísmo, es que había gatos. Muchos gatos. Y venían a que les acariciases y les dieras de comer. Así que compré unas bolsitas en el mercadona que había al lado y me he pasado el tiempo dando de comer a dos adorables gatitas, un amoroso machito y un par de cachorritos juguetones. Como de costubre, los animales me salvan del naufragio y me dan razones para sonreír. Y los gatos encantados, claro, dormían en el porche de mi cabaña, se colaban a veces en el salón y me seguían a todas partes maullando. A quién le importa lo que opinen tus estúpidas primas si los gatos callejeros te quieren.

Y nada, por fin se acaba agosto, se pasa el verano y me queda más de un año para la siguiente boda.


martes, 23 de agosto de 2016

Estresada

Vale, voy a decirlo una vez más: No me gustan las bodas. Y no me gustan mis primas. No me gusta viajar en agosto. De hecho, no me gusta agosto.
Estoy estresada, lo admito. El viernes me tengo que ir a 500 kilómetros de mi casa para pasar por una tortura que encima me va a salir carísima. Además, como de costumbre, los los imprevistos se ceban conmigo y el tiempo corre en mi contra para poder arreglarlos todos. Y como escribir dicen que ayuda a ordenarse, os contaré mis problemas de mierda, que sé que son chorradas monumentales, pero me apetece desahogarme.

  • Me compré un vestido monérrimo en rebajas. Buena marca y me salió tirado. Y burdeos, uno de mis colores preferidos que me hace sentir bien cuando lo llevo. El problema es que no me gustaba el cinturón que traía porque era demasiado estrecho. Busqué como una loca. Encontré uno en internet ideal pero costaba un huevo y la yema del otro. Y no está una para dispendios. Pedí por internet un cordón de seda para hacerme yo uno. Sólo quedaba un metro, pero dije, bien, así compruebo el color y luego ya buscaré más. Bien, pues era ideal... sólo que ya no se fabrica y debí comprar el último metro del mundo, porque no ha habido manera de encontrar más. Recorrí Madrid buscando esa cuerda, o algo que me valiera, o una cinta de pasamanería o un cinturón apropiado o una puta tanza que atarme a la maldita cintura. Y nada. Al final he hecho una obra maestra con un cinturón de un euro y medio que compré en aliexpress y un retal del vestido que quedó al cortar el bajo. No sé ni cómo lo he conseguido, pero sé que me ha quitado muchas horas de sueño. Y no me sobran precisamente.
  • He buscado unos pendientes que me peguen con el vestido. No he dado con nada que me guste porque odio la combinación del rojo con el oro y mis pendientes de plata no le van en absoluto. Y las perlas le van como un puñetazo. He mirado en todas las joyerías y tiendas que conozco a ver si había algo de “bisutería buena” que me gustara. Al final encontré unos pendientes ideales pero se me van de presupuesto porque soy una roñosa y no tengo ganas de gastar pasta. Tenía que haber pedido unos en aliexpress, pero ya no me da tiempo. Me colgaré dos borlas de cortina de las orejas. Whatever.
  • La noche antes de la boda hay una cena. No sé quién cojones ha puesto de moda lo de la preboda pero me cago en sus muertos. Yo había pensado un modelito guay, con mis vaqueros preferidos y una camiseta mona que tengo sin estrenar. Problema, como llevo ya dos meses con el anillo de hormonas de Mordor, mis tetas han crecido hasta niveles insoportables. Aún no me siento hinchada, ni estoy de especial mal humor (bueno, esto no lo sé seguro) ni ninguno de los otros efectos secundarios, pero las tetas sí. Esas están gordas, enormes, gigantes. Tanto, que la camiseta que me iba a poner parece que va a reventar. Encontré una solución, pero ahora, según mi madre, resulta que mis camisetas de Game of Thrones no son apropiadas. ¿Cómo? ¿Desde cuando no es apropiado aparecer delante de tus primas con las que te odias exigiendo un juicio por combate?
  • Quería ir a la peluquería a hacerme las mechas, pero la chica ha estado de vacaciones y reformas y ha abierto hoy, así que o pillo hueco a la hora de la siesta o iré espelujada. Y os avanzo algo, en cuanto vuelva de la boda esta del infierno, me corto el pelo. Estoy hasta los cojones de la melena por la cintura y la voy a reducir a la mitad. Pero esa batalla la libraré otro día.
  • La camisa del Ross está sin lavar y sin planchar. Y ahora mismo ni siquiera sé dónde la he puesto. Aunque tampoco sé dónde están los zapatos, así que no es tanto problema, puede ir en chanclas y bañador, igual hasta se encuentra más cómodo.
  • Tengo que dejar a Ron con mi amiga Pa. Se viene a pasar todo el fin de semana a mi casa con el estrés que eso me supone. Creo que ya le he escrito unas cinco hojas de normas de conducta con el gato, horarios de comida, de jarabe, malta e instrucciones varias. Puede que después de esto necesite una amiga nueva. Y no la culpo.
  • No tengo bolso para la boda. No me quise comprar el que ví en Primark y no he encontrado nada más. Así que supongo que llevaré mis cosas en una bolsa de la compra, aunque si lo piensas bien es práctico, porque me cabrán un montón de cosas, entre ellas unas chancletas para cambiarme. Más que nada porque ayer me levanté a las 7 de la mañana completamente dormida para dar de desayunar al gato y pisé un alargador que había en mitad del salón, así que tengo pie dolorido y “levemente” hinchado como una bota, por lo que es posible que sólo consiga ponerme una de mis sandalias monas.


En fin, no sé cómo terminará este jaleo. Deseadme suerte. Os contaré a la vuelta. Si sobrevivo.