jueves, 31 de enero de 2013

os quiero, os odio, os enrollaría en una manta y os tiraría por un puente

Quiero a mis amigos, pero a veces los enrollaría en una manta y los tiraría por un puente. Como a todas las personas que quiero. Siempre he dicho que si yo quiero a alguien, me enfado, pataleo, grito y monto en cólera. Hablo de él, me cachondeo o le digo cosas bonitas. Es mi forma de querer. Yo soy muy expresiva y tengo cierta incontinencia emocional. Me cuesta poner buena cara a quien aborrezco, ignorar a quien me importa y hacer caso a quien me la pela.
Mis amigos saben que conmigo, el problema es cuando ignoro por completo, cuando me muestro fría, cuando me resbala, cuando cierro puertas, cuando digo “me he olvidado de ti y ya no me importas”. Porque cuando me la trae floja lo que haga o deje de hacer esa persona, significa que de verdad me importa un carajo y que allá y se pudra que a mí me da lo mismo. Y que tardo mucho en llegar a ese punto, pero que cuando lo hago no hay vuelta atrás.
Por eso toda mi gente procura no hacer excesivo caso de mis enfados y a su vez, se enfadan conmigo cuando hace falta y yo reflexiono sin ofenderme. Para eso está la confianza, digo yo.
El caso, amigos a los que enrollar en una manta y tirar por un puente.
Hace ya muuuuchos meses, cuando el Gordito dijo que se casaba, empezamos a planear una despedida. Y precisamente por lo locos que estamos en mi grupo, lo clarito que hablamos todos y lo muchísimo que nos queremos, terminamos agarrándonos del cuello los unos a los otros. Porque no nos poníamos de acuerdo ni a tiros y todos somos bastante cabezones. Al final, Mery no se hablaba con Reichel, que a su vez no hablaba al Ross. Yo no me hablaba con Bombita, que estaba muy quemado con Mery y con Flumi, el cual terminó mandando a la mierda a Reichel, que se enfuruñó con todos. El Ross, presa del pánico que le crean los conflictos, se recluyó y se tiró meses sin dar señales de vida. Los demás seguimos discutiendo y discutiendo durante semanas. Entre medias, nos vimos varias veces, pero como estaba el Gordito delante, hacíamos como que no pasaba nada y nos lo pasábamos en grande, dejando disputas de lado. En caso de juerga y cañas, bien sabemos aparcar conflictos. Pero luego volvíamos a la carga. Por facebook, por teléfono, por skype, por wasap… por todos los medios posibles excepto a pedradas.
Y eso tiene una terrible consecuencia: que empezamos a discutir hace como ocho o nueve meses y que aún no tenemos concretada la despedida. Y quedan dos meses para la boda. Cojonudo. De culo y contra el viento, oiga.
La semana pasada parecía que sí, que estaba ya todo listo por fin. Los amigos íntimos, los satánicos, le íbamos a hacer un fin de semana con actividades en un sitio muy chulo, con cabañita rural, comida, despelote y borrachera incluida. Y luego, su hermano, sus amigos de pueblopijo y sus amiguetes de las juventudes peperianas, le iban a llevar un fin de semana a Salamanca en plan sólo tíos. (Key, si ves a uno muy gordo rodeado de otros muy gordos y de unos cuantos del pepé, huye. Por tu bien, en serio. Huye.)
Y ya estaba todo listo, habíamos dicho todos que sí y tal. Todo listo, bien, yupi. ¡Todos de acuerdo al fin! Espera… ¿todos de acuerdo? No. Demasiado bonito para ser cierto.
Ahora va Bombita y empieza a sacar pegas otra vez. Así que de nuevo, estamos a la gresca. Si no pesara doscientos putos kilos, lo enrollaba en una puta manta y lo tiraba por un puto puente. Pero le quiero. Lo mataba, pero le quiero. 

P.D. sé que ellos a veces también me enrollarían en una manta y me tirarían por un puente. Pero me la pela, porque para eso somos amigos. Y nos queremos a morir. Por eso, cuando mi abuela ha estado mala, todos me han escrito, me han llamado y me han acompañado como campeones dejando de lado nuestras riñas. Por eso, una vez repuesta mi yaya, hemos vuelto a discutir. Por eso somos amigos, hemos pasado nuestros mejores años juntos, mis mejores recuerdos son con ellos y por eso, estoy segura de que daríamos la vida los unos por los otros. Por eso, a veces nos enrollaríamos en una manta y nos tiraríamos por un puente. Os quiero capullos, os mataría, pero os quiero. Como vosotros a mí.

martes, 29 de enero de 2013

¡¡que no quiero frungir!!

O este año se está adelantando la primavera (mis pies helados confirman que no es así) o me rodeo de salidos, obsesos y depravados varios. Si seguís leyendo, comprobaréis que tengo unos amigos que son unos guarros y comprenderéis parte de la conversación con vecino acosador.
Hace ya unos cuantos días, me llamó mi amiga Mery para comentar unas cosas de la despedida de soltero de Gordito. Pero ya que estábamos, pues charlamos. Aún estaba mi abuela un poco chunga y yo estaba más que cansada, por eso me sorprendió un poco cuando me preguntó si había novedades en mi vida amoroso-sexuarrrl. Le dije que no y me preguntó por el dueño de mis sábanas. La cabrona sabe que es mi punto débil. Le conté lo que ocurrió en Nochebuena y que luego hicimos un par de intentos pero fracasó la quedada. Así que no había novedades. Ni tiempo que tenía yo para eso. Pero ella me insistió:

-         Tía, estáis los dos en Madrid y solteros… ¿a qué esperas para frungírtelo?
-         Que no tengo yo tiempo ahora de frungir. Si te cuento desde cuando no me depilo…
-         ¿Y ganas? ¿Tampoco tienes ganas?
-         Nena, no tengo ni tiempo de pensar en si tengo ganas o no.

Y ahí quedó la cosa. Concretamos un par de cosas de la susodicha despedida y parloteamos otro rato de diversas cosas.
A los pocos días, llamé a mi amigo Flumi para contarle las novedades de la despedida de soltero del gordo. Que si casa rural, que si actividades ridículas que atentan contra la dignidad... esas cosas. Pero él parecía más interesado en otros temas:

-         Bueno, ¿Y cuando salimos de fiesta? Para celebrar que tu abuela está bien y eso… - cualquier excusa es buena en mi grupo de pirados.
-         Pues… ¿qué te parece el finde que viene? Se lo puedo decir a Anita y a Jime…
-         Estupendo. ¿crees que tengo posibilidades de frungir con alguna?
-         Pues lo dudo… Anita tiene un churri que al parecer la tiene satisfecha y Jime no sé si querrá…
-         ¿Y tú? ¿Frunges conmigo, guapa?
-         No, Flumi, no quiero frungir.
-         ¡¡Sosa!! Tú antes molabas.
-         Lo dudo, yo nunca he sido muy de molar. Pero bueno, la idea es salir a despejarnos un rato.
-         Sí. Y mira, cuando entremos en un garito tú me dices quién te mola y yo le convenzo de que frunja contigo.
-         ¿Y si son todo orcos? Además, ¡que no quiero!
-         Naar, vamos a ir a Huertas, no a Mordor. – ignora por completo que yo no quiera. – Así que el trato es el siguiente: tú convences a la que me mole y yo convenzo al que te mole a ti.
-         Sí, sí, lo que tú digas. – te doy la razón como a los locos, colega.
-         Y si no nos mola nadie, frungimos nosotros. – y dale. – Que el caso es frungir, pequeña. Que estás muy rancia últimamente.
-         Oye, Flumi, te dejo que me entra otra llamada. – y esta conversación ya no va a ninguna parte.
-         Vale. La semana que viene frungimos.
-         Lo que tú digas…
-         ¡Te quiero pequeña! – canturrea.
-         Yo a ti también, petardo.

Cuelgo y rescato la otra llamada. Soy un genio de las comunicaciones.

-         ¡Neeeeeeeena! – me chilla mi amigo I al otro lado con un extraño tono de subidón de speed.
-         ¿Qué pasa, cari?
-         Escucha, la semana que viene me ponen mis dientes nuevos, lalara lalá…- me canta una coplilla presa de un estado eufórico inducido por la anestesia del dentista, sin duda. Yo quiero un gas de la risa de ese. Tamaño industrial.
-         Ah, qué bueno.
-         ¡Bueno voy a estar yo! – se parte de risa de su propio chiste. – ¿sabes? Ligué el otro día en el gimnasio. Me viene un tío y me dice… - y me relata la historia de un tío que le había piropeado en el vestuario. – así que pensé, la niña se tiene que apuntar al gimnasio pero ya. Que esto es una mina, Naar, está lleno de tíos buenos, mazados y cachitas…
-         Pero si a mí me gustan los gorditos…
-         ¡¡Qué te van a gustar!! – me grita indignado. – Tú lo que necesitas es frungir. Con el que sea. – medita un segundo. –  No, el que sea no, con uno buenorro.

Mientras me habla de los unos y los otros que hacen pesas y sudan a su lado, me pregunto qué clase de salida debo parecer. Qué especie de guarra pervertida piensan mis amigos que soy. Y eso que juro que en casi dos meses ni me he acordado del tema. Que he sido asexual como los ángeles y he tenido preocupaciones mucho más serias. Y que no quiero frungir por el momento, aunque nadie me crea.
Cuando me aburro de escuchar descripciones de tipos que no me interesan lo más mínimo, le digo cambiando de tercio:

-         Oye, para el finde que viene he quedado con Flumi, Anita y esta gente para salir por Huertas y tomar una copichuela. Por si te apuntas, digo.
-         ¡Síiii! Tengo unas ganas de salir al mercado… y tú también deberías. Mira, cuando entremos al garito tú me dices quien te mola y yo le convenzo. - Mierda, tengo un déja vù de esos.
-         ¿Y si no me mola ninguno?
-         ¿Cómo que no? ¿qué te crees que van a ser todos orcos? Ni que fuéramos a salir por Mordor…
-         Ehhhhh…
-         ¡Anda ya, tonta! He dicho que el finde ligamos y ligamos. Vaya que sí.

Así que ahora tengo miedo. Que yo no quiero frungir, oiga. O sea, no ahora. Y no quiero que un amigo gay y un amigo con tendencia al exhibicionismo me busquen apaño. Y no quiero que la gente crea que ando necesitada de sexo. Y no quiero salir por Mordor. Y no quiero nada. Que yo quiero quedarme en plan mohína, con mi pijama de pelotillas y sin depilar. ¿Por qué nadie me entiende?

lunes, 28 de enero de 2013

acoso vecinal

No sé por qué, pero siempre le molas a tíos que no te molan nada. Y a ti te molan los que pasan de tu culo. Ese es el misterio de la vida, supongo.
El caso es que desde que descubrió que volvía a estar soltera, mi vecino ha vuelto a la carga. Y a ver, es un buen chico y como amigo/vecino me parece estupendo. Me cae bien y siempre es interesante tener alguien cerca que te pueda ayudar en caso de emergencia, tipo incendio o invasión alienígena. Pero no me mola nada. Nada. Na-da. Sin embargo, debo emitir señales confusas sin saberlo o algo porque no me explico si no ciertas cosas.
El sábado después de la reunión de vecinos,  no sé muy bien cómo se las apañó para venirse a mi casa y tomarse una cerveza sentado en mi sofá. Me preguntó qué iba a hacer esa noche. Le dije que nada porque estaba cansada de los jaleos de hospital y demás. Me comentó que él tenía una cena de amigos, que era un rollo porque siempre iban chicos y a ver si alguna vez conseguía llevar alguna mujer. Pero yo no me doy por aludida. Soy rubia, igual cree que soy estúpida y eso me viene de perlas en estos casos.
Lo curioso es que los hombres están dotados de una infinita capacidad de insistir si creen que tienen posibilidades frungidoras.

-         ¿Y el finde que viene qué planes tienes?
-         Unos amigos míos quieren quedar… – recuerdo horrorizada. (os lo cuento en el próximo capítulo)
-         Ah, muy bien… ¿Y por dónde vais a salir?
-         Por Mordor, seguramente.
-         ¿Cómo dices?
-         No, esto… que no lo sé. Lo está organizando un amigo.
-         Ah… ¿Y el resto de la semana cómo lo tienes?

Observo que poco a poco, mi espacio en el sofá se está viendo reducido y me tenso.

-         Mal, mal, muy mal. Tengo casi todos los días pillados entre unas cosas y otras…
-         Ah, yo menos el jueves, tengo libre, por si quieres tomar algo.
-         Hum… qué mal, el único día con posibilidades de estar libre es el jueves.
-         Ah, pues dame un toque porque tengo una videoconferencia por la tarde pero igual termina antes de lo que creo.
-         Yo ya si eso te aviso. – “ya si eso”, la gran excusa que no significa nada.

Entonces me mira, así como fijamente. Tengo miedo. Se me acerca un poco más, escurriendo su culo por mi sofá y me doy cuenta de que estoy encajada contra el brazo y no tengo más espacio de huida. Entonces, me pone una mano en la pierna y se me inclina un poco hacia delante.

-         Oye Naar, yo…

Salto como un resorte del sofá y cojo lo primero que encuentro: la botella de agua que hay sobre la mesita.

-         Voy a llevar esto a la cocina, jejeje. – me río presa de la histeria y empiezo a parlotear. – ¿Quieres tomar algo más? Aunque claro, igual se te hace tarde para la cena… ¿qué hora es? Huy, fíjate, las ocho y pico. Qué tarde, ¿no? uf, como pilles tráfico no llegas. Que no es por echarte ¿eh? Pero como llegues tarde y sin ninguna tía, lo mismo tus amigos se mosquean, jejeje. Así que hala, no te retrases por mi culpa.

El vecino acosador se levanta con desgana del sofá y me repite que le de un toque esta semana si tengo tiempo. Y yo repito que ya si eso. Y el cachondo mental me abraza en la puerta como si se fuera a la guerra. A ver, a mí el contacto físico inesperado me incomoda, lo reconozco. Y como soy un poco pechugona, no me gustan los abrazos con tíos raros, porque lo único que pienso es que se está estrujando contra mis tetas. Así que le palmeo la espalda como indicativo no frungidor. Si supiera Morse, le tamborileaba un claro mensaje “ni lo sueñes” o “de frungir ni hablamos”. Por desgracia lo único que sé es S.O.S y no tengo claro cómo lo interpretaría. Así que le palmoteo, le digo que se lo pase bien y le repito lo del que ya si eso.

Horrorizada, llamo a mi madre en busca de consuelo. Pero mi madre no es de esas madres que consuelan. Es más de las que se cachondean. Y lo de mi vecino acosador le hace una gracia tremenda, no sé muy bien por qué.

-         Hija, igual debías darle una oportunidad al vecino.
-         ¿Qué? ¿Cómo? ¡pero qué dices! – me horrorizo.
-         Hombre, es un buen partido. – se descojona. – Tiene casa propia.
-         Yo también.
-         Y tiene coche.
-         Yo también.
-         Ya, pero él tiene un BMW.
-         Perdona, mi coche es un bólido.
-         Y también tiene moto.
-         No me gustan las motos, mamá.
-         Hija, a todo le pones pegas. – disimula una risilla. –  No sé por qué no te gusta este chico.
-         Entre otras cosas, porque es calvo.
-         Ay, nena, no seas superficial. – y se parte de risa ya sin disimulo alguno.

Manda huevos. Creo que yo también voy a poner mi piso en alquiler y me voy a ir a vivir a otro sitio. Un lugar donde los vecinos sean normales y me ignoren, no me odien o me acosen como estos, que no tienen término medio. Así que he cambiado de opinión. Ya no quiero un vecino buenorro para el primero que está vacío. Quiero una vecina buenorra para que la acose a ella y yo pueda dedicarme a la vida casta y contemplativa. Hombre ya.

sábado, 26 de enero de 2013

reunión vecinal... sin erasmus

Cosas que no molan de ser adulto: tener reuniones vecinales.
Hoy he tenido mi correspondiente reunión de vecinos anual. Un coñazo como una catedral de grande. Cómo se nota que todos mis vecinos son unos aburridos de la leche, porque vaya plan para un sábado. Lo chungo es que al ser cinco vecinos, si faltas canta mucho. Y bastante mal les caigo a todos… menos al del primero que me tira los tejos y que ha vuelto a la carga desde que sabe que estoy soltera.
El problema es que uno de mis múltiples defectos es que cuando algo no me interesa, no puedo prestar la más mínima atención. Aunque quiera, en serio, no puedo. Ya no es que no escuche, es que no oigo. Me pasa como a Homer, que digo “voy a prestar toda mi atención” y lo único que hay en mi cabeza es un mono tocando los platillos.
Así que mientras mis vecinos hablaban del estado de las cuentas, yo oía canciones absurdas en mi cabeza “… la conga… de Jalisco…” blablablá de los recibos, blablá del seguro del ascensor “… ahí viene… caminando…” y claro, gracias a la derrama que hizo Naar el año pasado… (levanto las orejas al oír mi nombre como los perros) ahora hay un pequeño colchón en la cuenta por si ocurre algo “… la conga… de Jalisco…” blablablá… y ahora le toca ser presidente al vecino del primero izquierda, pero va a alquilar el piso y claro “…ahí viene… caminando…” blablablá a unos erasmus…
Espera, espera, igual esto sí interesa. ¿Erasmus? ¿Jóvenes estudiantes extranjeros viviendo debajo de mí? ¡Mi sueño frungidor hecho realidad! Creo que quiero al vecino ausente del primero izquierda.

-         Pero no, no se lo alquilé porque pensé que iban a estar todo el día montando fiestas y trayendo gente y montando jaleo.

No, ha sido un error. Ya no me caes bien, vecino capullo ausente del primero izquierda. Me has jodido los planes frungidores. Me has quitado a mis erasmus de abajo. Te odio, de hecho.

-         ¿Y cuál es el problema? – chillo furibunda.

Los otros vecinos me miran con cara de asco. Tienen hijos y mujeres aburridos como ellos. Así que se ponen a decir que si es verdad, que de erasmus nada y estudiantes tampoco y blablablá… Ya no me interesa nada más de lo que podáis hablar, hala… “la conga… de Jalisco… ahí viene… caminando…”

Conclusión, si alguien busca piso en Madrid, puede ser mi vecino de abajo. El piso es nuevo, está precioso y reformado. Mi barrio mola mil, estamos al ladito del centro, súper bien comunicado con metro, buses y RENFE. Hay zonas verdes al lado, supermercados y servicios varios. Y yo sería vuestra vecina. Coño, eso cuenta, creo yo. Podríais vivir mis aventuras absurdas en directo. Y si sois tíos guapos, buenorros o bien dotados os consigo que os rebaje la cuota.

jueves, 24 de enero de 2013

naranjas en la playa de Jamaica

Con el tema de las naranjas y tal, me he acordado de alguien. Eso, y que últimamente, de camino al hospital he pasado mucho por la antigua cafetería Galaxia, donde tomábamos café tantas tardes. Pero sobre todo lo de las naranjas. Desde que estuve con él, siempre que veo una cesta de naranjas, me acuerdo de su plan. Y sonrío.
No hubiera sido un chico demasiado especial en mi vida de no ser por el contexto. Fue una relación puente, de esas que a priori, no significan nada, que sólo son algo que ocurre entre dos momentos importantes de la vida. Fue el antecesor del Ross. Y fue el primer chico que hubo tras el palo del monstruo. El primero al que perdí el miedo. El primero que dejé que me tocara o se quedara conmigo a solas después de lo que pasó.
Era un chaval de mi facultad. De los típicos de mi facultad. Con sus pantalones caídos por mitad del culo. Con sus camisetas de “no a los nazis”. Con el pelo rapado y un par de rastas largas por detrás. Con los ojos negros más bonitos y las pestañas más largas del mundo. Y con su piercing el labio y una sonrisa tímida que me volvía loca. Con su forma de decir las cosas que tanta gracia me hacían. Con un cuerpo precioso. Con un plan infalible para ser feliz: vender naranjas en la playa de Jamaica.
Él sólo era risas, diversión, horas de sol en el césped del campus. Me dijo una vez que no le llamara “cariño”, que eso implicaba que fuéramos novios y él detestaba la idea de poner un posesivo ante las cosas: mi perro, mi casa, mi novio. No le gustaban los “mi”. Que era mejor ser sólo él y yo, libres, sin etiquetas. Y me hizo tanta gracia que solté una carcajada ante sus atónitos ojos. Porque yo no le quería, ni mucho menos. Sólo me divertía su compañía y no me planteaba qué ocurriría mañana. Y él mucho insistir en el rollito de que éramos libres, pero luego se mosqueaba cuando otro me miraba. Se enfadaba cuando Cantautor me ponía ojitos soñadores. Y le encantaba cogerme de la mano, pasearse por Moncloa conmigo mientras me decía: “tía, mira que estás bonita así vestida de pijita, con falda y tacones.”
Era un chico que no trataba de ser divertido, era más de pocas palabras. Pero las decía con un tono que a mí me hacía gracia casi siempre. Y él decía que le encantaba mi alegría, que se la contagiaba y falta le hacía. Acaba de pasar por una época complicada en su vida y yo era aire fresco y despreocupado. Así que no se enfadaba nunca por mucho que yo me riera de todo. O se le pasaba rápido porque decía que estaba muy guapa cuando sonreía. Y si estaba seria, me tocaba la nariz (cosa que me mosquea mucho) y me decía “sonríe, pibita.” Y yo lo hacía, cómo resistirse.
Lo cierto es que compartimos tres meses curiosos. Empezamos de la manera más tonta, un día hablamos mientras fumábamos un cigarro y tomábamos el sol en el césped y me invitó a tomar café esa tarde en plaza de España. Y según me bajé del bus, me miró, sonrió y me besó. Así de fácil. Y acabamos porque sí, sin lloros, sin despedidas, sin dolor ninguno. Nos dijimos adiós y seguimos con nuestros respetivos caminos. Así de sencillo. Sólo fuimos tangentes en la vida del otro, que se tocan antes de seguir sus caminos. Pero no me olvido de aquella racha, cuando al llegar cada día a la facultad, él se acercaba con su trotecillo alegre y teníamos siempre la misma conversación:

-         Tía… ¿me dejas tres eurillos y nos pillamos unos porrillos a medias?
-         Yo no fumo porros.
-         Vaaaaaale… ¿me dejas tres eurillos para que me pille unos porrillos?

A veces me pillaba de buen humor y se los dejaba. Casi nunca me los devolvía, pero a veces me invitaba a comer, o a tomar algo a cambio. Y me llevaba a su casa en el Escorial y nos bañábamos en la piscina. Y a veces me pillaba de malas o sin dinero y le decía que no. Así que cambiaba de estrategia:

-         Tía… ¿Me dejas un eurillo y pillamos un tercio a medias?
-         Yo no bebo cerveza.
-         Vaaaaale… ¿me dejas un eurillo para pillarme un tercio?

Y dependiendo de la hora, se lo dejaba y le pegaba un par de tragos. Porque además, si él era feliz de alguna manera era con un tercio en una mano y mi pierna en la otra. Tenía fijación con mis piernas y le fascinaba acariciarme los muslos. Muchas veces nos íbamos a una zona apartada detrás de la facultad. Y se tumbaba a mi lado, me ponía una mano sobre la pierna, con la otra agarraba su tercio o su porrillo y miraba al cielo con ojos vidriosos y perdidos. Sonreía y me decía:

-         ¿No molaría dejar que la vida pasara así?

Yo entonces era una joven llena de sueños, de ilusiones. Impaciente por vivir. Y me desesperaba, le hablaba de mis proyectos, de cosas que hacer, de planes, de montones de cosas. Y le preguntaba incesantemente por los suyos. Y él me decía, muy serio:

-         Mi sueño es vender naranjas en la playa de Jamaica. Te lo juro, pibi, todo el día en chanclas, con camisas hawaianas, escuchando a Bob Marley y fumando porros. Allí de guay, ¿qué no? Lo tengo todo pensado, sólo es cosa de tener enchufe con un valenciano que me mande las naranjas. El resto, está hecho.

A veces hasta le creía. Vender naranjas en la playa, qué negocio. Y era capaz de visualizarle, a pesar de su piel blanca, su gusto por vestir de negro y de su reticencia a hacer nada que implicara un esfuerzo mínimo. Podía imaginarle con una camisa azul con dibujos de piñas o de palmeras paseando por Jamaica con su cesta de naranjas en el brazo. Sin embargo, después de dejarlo, se fue de erasmus a Portugal por razones que no terminé de entender en ese momento. Y al terminar la carrera, se fue a vivir una temporada a Irlanda. Y siguió vistiendo de negro. Y ahora no sé qué es de su vida. Posiblemente haya fumado tantos porros que no tenga ni la más remota idea de quién soy yo. Pero yo sí sé quién es él. Es el que me quitó el miedo y me enseñó que un chico cualquiera puede ser bueno, respetuoso y amable. Es el que me quitó el complejo de tener una nariz horrible. Es el que me enseñó que hay cosas que pueden ser bonitas porque sí y que un final feliz no es una boda, como una relación buena no necesariamente necesita un amor arrebatador. Es el que me enseñó que hay que dejarse llevar a veces. Es el que me enseñó que no hace falta ser iguales, apenas parecidos para compartir momentos felices.
Ojalá supiera qué ha sido de él para mandarle el camión de naranjas de Fontestad y así cumplir la mitad de su sueño. Porque a veces, quiero soñar que lo cumplió. Que ya no viste de negro, ni vive en países fríos, lluviosos u oscuros. Que ya no está nunca triste ni siente que la vida se le escapa. Sueño que aún tiene veintipocos, que aún lleva sus rastas largas en la nuca. Y sobre todo sueño que está en Jamaica, escuchando a Bob Marley,  fumando porros, con camisas hawaianas de dibujos horteras, con chanclas… sueño que pasea con su cesta de naranjas, vendiéndolas por la playa.

martes, 22 de enero de 2013

mis dos queridos inútiles

Vale, sé que no está bien cachondearse de los familiares y menos en momentos críticos como los que hemos pasado estos días. Pero como ya hemos salido del túnel, me da la gana de reírme de ellos.
En mi vida sólo hay dos hombres a los que quiero sin medida, sin rencor, sin desconfianza. Sólo hay dos hombres a los que adoro y por los que daría mi vida. Sólo hay dos hombres. Y a veces los enrollaría en una manta y los tiraría por un puente.
Mi padre y mi abuelo son los dos tipos más inútiles de la historia. Entre otras cosas porque están casados con dos pedazos de mujeres que les consienten todas sus tonterías y disimulan todos sus defectos. Para su desgracia, yo no soy tan buena y dedicada como mi madre y mi abuela y terminan por desesperarme con sus torpezas extremas. Pero es que no saben hacer nada. No cocinan, no limpian, no recogen... no saben qué hacer y están perdidos y desorientados sin sus mujeres. En esta semana que la yaya ha estado en el hospital y mi madre ha pasado todas las horas del día con ella, sólo quedaba yo para atenderles. Y mi paciencia ha sido colmada en múltiples ocasiones mientras ellos me miraban como cachorritos desvalidos.
Primero mi abuelo y su amor obsesivo y desmesurado por la yaya. Que sí, que está muy bien quererse tanto. Pero cuando no se puede, pues no se puede. Y el yayo se cogió un catarro, así que los médicos dijeron que nada de acercarse porque la yaya tiene que estar fuerte y nada de coger microbios. Solución del yayo: llamar a todas horas y tenerme a mí de intermediaria porque la yaya habla muy bajito, con esfuerzo y de teléfono nada. Así que me he visto envuelta en una historia de amor adolescente entre dos octogenarios, teléfono mediante:

-         Yaya, que dice el yayo que ha comido bien, que sacó las judías que le dejaste en el congelador.
-         Y de segundo el pescado en salsa. Estaba muy bueno, pero tenía muchas espinas.
-         Que el pescado tenía espinas.

La yaya se encoje de hombros. Me hace un gesto y me susurra.

-         Yayo, que si te has tomado el jarabe y el sobre para el resfriado.
-         Sí, sí, me lo he tomado todo, dile que me lo tomo para ponerme bien y poder ir con ella.
-         Que sí, yaya, que se lo toma, que así se pone bien y viene a verte.

La yaya gesticula y gruñe.

-         Que te echa de menos, yayo, pero que te pongas bien primero.
-         Dile que tengo una cosa muy mala de estar en casa en vez de con ella. – gimotea. – y que la quiero mucho.
-         Yaya, que te quiere mucho.

La yaya me hace más gestos.

-         La yaya te manda besos. – recibo un manotazo. – muchos, muchos besos.
-         Pues imagínate yo a ella. Más, muchos, muchos más.
-         Yaya, te manda muchos más besos. La habitación llena de besos.
-         No, no. la habitación no. El mundo entero de besos.
-         Yaya, que la habitación no, que el mundo entero de besos.

La yaya hace gestos, fuerza la garganta para decir que le quiere y tratar de que él lo oiga. Mi madre la regaña.

-         Yayo, que sí, que te quiere mucho. Y ahora a dormir, eh? Voy a colgar.
-         Vale, pero dile otra vez que la quiero. Y que sueñe con los angelitos. Y que yo estoy ahí con ella. Que no voy porque quiero que se ponga bien, pero que yo aquí… que no, que yo estoy ahí todo el día con ella.
-         Que sí, yayo, que sí.
-         No, pero díselo.  

Cuando por fin salgo del culebrón, llevo a mi madre a dormir a casa y me encuentro con mi padre. Me protesta porque la carne que le ha dejado mi madre para comer le aburre.

-         ¿Cómo que te aburre? ¿qué significa eso? - le digo.
-         Que comer carne, así sin guarnición, ni nada…
-         Pues fríete unas patatas…

Mi padre me mira como si le hubiera dicho que escalara el Everest.

-         Pones la sartén con aceite y… - reflexiono un momento mientras visualizo su cocina en llamas. – o cuécelas. Hazte una patata cocida.

De nuevo cara de esfuerzo máximo irrealizable.

-         Pones una olla con agua y sal y metes la patata dentro hasta que esté cocida.

Si hubiera llamado a alguno de mis amigos físicos para que le explicara la teoría de la relatividad, no habría puesto semejante expresión de perplejidad.

-         Vaaaaale. Te traeré pasta de la que haga para mí.

Mi padre sonríe triunfante. Se ha salido con la suya de no hacer nada. Así que al día siguiente voy a su casa tras dejar a mi madre en el hospital a las ocho de la mañana. Hago su cama, que al parecer mi padre no sabe tampoco cómo se estiran las sábanas. Y eso que hizo la mili. Recojo sus cacharros del desayuno. Barro el suelo, repaso el baño. Le dejo el taper con los espaguetis y escribo una nota con claras instrucciones:

“Papá, esta es tu comida de hoy. Puedes calentarlos en el microondas. Si los pones en una sartén, pon un poquito de aceite antes. Te dejo el pan y la mesa puesta.”

Me pregunto mientras lo dejo todo listo si debería explicarle que tiene que ponerlos en un plato y usar un tenedor. Pero confío en su buen juicio, mínimo criteriocostumbre, instinto de supervivencia… me importa un carajo que se coma los espaguetis con la mano si hace falta.

Me voy a trabajar toda la mañana, vuelvo a mi casa, hago cuatro cosas, como y vuelvo al hospital. Según estoy entrando por la puerta, llama mi abuelo:

-         ¿Nena? ¿cómo está la yaya?
-         Bien, todo bien…
-         ¡¡Dile que la quiero mucho!!

Por suerte he salido del bucle antes de volverme loca, de tener un arrebato durante el síndrome premenstrual y coger a los dos hombres de mi vida y hacerles pedacitos muy pequeños. La yaya ha salido hoy del hospital y está en casa de mi madre. Aún necesita muchos cuidados, pero está fuera de peligro y sólo podemos dar gracias a Dios y estar muy, muy felices de tenerla con nosotros. Así que poco a poco, volvemos a la normalidad… dentro de lo que puede significar “normalidad” en mi caso y el de mi familia.

sábado, 19 de enero de 2013

Cosas que molan: las naranjas y las personitas C

Jolín, con el tema de la yaya y tal, voy de culo y contra el viento. Mi casa parece un campo de batalla. Tengo miedo de que un día salga un guerrillero de detrás de una trinchera de ropa. Y del resto de cosas ni os cuento.
Hasta el blog es un desastre. Llevo mil para contaros que me han ofrecido ser jurado de una cosa muy chula.  Y me hace ilusión porque ser jurado mola. Y porque mi blog está llegando muy lejos, pasito a pasito. No me voy a forrar con él como es mi sueño, pero al menos van pasando cosas buenas con él.
Las naranjas Fontestad han organizado un grupo de facebook en el que uno entra, se hace fan y cuenta la historia de alguien que le da vitalidad, esa personita C. ¿Por qué? porque las naranjas molan mil y nos ponen fuertes para aguantar el tirón del invierno. Os lo digo yo, que mi yaya toma zumos todas las mañanas y mirad como está, ahí luchando y ganando a una operación que habría acabado conmigo sin duda. Así que si queréis llegar a los 80 molando mil como mi yaya, tomad zumos de naranja recién exprimidito, no seáis vagos y lo compréis envasado, que eso es una cochinada.
El caso es que hay gente que es como ese zumo mañanero, que te llena de energía, de vitalidad y que es capaz de hacerte ver la vida con más optimismo. Y falta hace tal y como están las cosas. Así que hay que premiar a esa gente. ¿Cómo? Con un camión de naranjas. Para que sigan fuertes y hagan de la vida de los demás algo mejor. Creo que en estos momentos en los que todo parece un poco gris, es necesario que creamos en gente que pone color y alegría en el día a día.
El caso es que como yo soy miembro del jurado, así que no podéis nominarme, jeje. Además, a mí por participar en el proyecto me van a regalar 15 kilos de naranjas que nos van a poner a toda la familia a tono para poder con lo que venga. Pero podéis entrar y contar quién es esa personita que es vitamina C pura para vosotros. Historias reales de gente que necesita un premio por ser como es.
Os dejo el enlace  de facebook, el de twitter y aquí, aquí y aquí podéis ver a la otra gente que participa en esto de ser jurado. ¡Animaos y contadnos vuestra historia, tenéis hasta el 18 de febrero!

viernes, 18 de enero de 2013

os pongo al día...

Queridos míos:
Voy a tratar de poneros al día antes de caer desfallecida sobre el teclado.
El miércoles operaron a la yaya. Entró a quirófano a las 9:30 y salió a más de las seis de la tarde. Muchas, muchas horas son esas.
Lo que tenía era un bocio intratorácico. Sin meterme en tecnicismos porque no soy médico ni nada que se le parezca, os diré que es un problema de tiroides. Al parecer a casi todo el mundo cuando le sale un bocio es hacia fuera y lo que les pasa es que les sale una especie de papada como la de un sapo. Pero a mi yaya el bicho ese le creció hacia dentro. Y creció y creció. Los médicos pensaban, a través de las ecografías y las pruebas que hicieron que llegaba a los pulmones, pero no. Le llegaba al hígado. Eso, básicamente, significa que estaba comida por un alien.
La operación fue muy larga y muy compleja. Mucho más de lo que esperaban los propios cirujanos. Tuvo una hemorragia en el hígado y un desgarro en la tráquea. Muy feo todo.
Pero fue subsanado. Por la tarde pudimos verla cuando salió de quirófano, medio adormilada todavía y con muchos cables y máquinas alrededor. Por suerte, pudo respirar por sí misma y le quitaron el tubo y el respirador. Por la noche nos fuimos a casa, dejando el corazón allí metido en la UCI. A mi yayo había que llevarle de la mano porque no atinaba a dar dos pasos. A veces le miro y me pregunto cómo puede querer tanto alguien a otro alguien. Y muero de amor al verle besar a mi yaya y decirle lo mucho, muchísimo que la necesita viva.
Al día siguiente fuimos a verla por la mañana. Se suponía que iba a estar en UCI unos días y teníamos un horario muy reducido. Así que me pegué con medio mundo para aparcar y subir con mi yaya. Pero cuando llegué, yo que esperaba ver de nuevo a una abuelita desvalida en una cama, me encontré con la sorpresa. Mi yaya estaba sentada, totalmente consciente y hablando. Nos habían dicho que podía perder la voz, pero de eso nada. Mi yaya es la mejor. Y no hay quien pueda con ella. Es más dura de lo que parece. Dentro de su pequeño cuerpecito late la fuerza de mi bisabuela, que era la mujer más valiente que he conocido nunca.
Así que me sonrió, me cogió la mano y me dijo, un poquito ronca todavía: “nena, cuida de tu madre, que está muy cansada. Y del yayo, que sabes cómo se pone. Tú eres la fuerte, tú eres como la mamá (mi bisabuela). Yo estoy bien, díselo, que a ti todos te hacemos caso.” Y yo me reí y la llené de besos. Le prometí que estaba cuidando de todos. Le expliqué que había un puchero enorme de lentejas que ya había repartido para que comieran caliente. Y que no dejaba solo al yayo. Y que le hacía la cena a mi padre y que hacía todo lo posible por mi madre. Y ella asintió. Por  una vez, sé que está orgullosa de mí con motivo. Por una vez, sé que mi bisyaya también está contenta conmigo desde el cielo porque todos me dicen que soy tan fuerte y tan valiente como ella. Y yo sólo soy una aprendiz.
Por fin, por la tarde subieron a mi yaya a planta. Eso es muy buena señal. Está en una zona con cuidados un poco especiales, pero es un avance. Además está solita en la habitación, sin compañeros que la tosan. Y nosotros estamos ahí siempre. Esta noche está mi madre durmiendo con ella. Mañana voy yo a quedarme allí. El Clínico me da pánico, pero por mi abuela, me lo paso por el forro de las bragas. Allí me quedo con ella para que mi mamá descanse.
Y yo… pues estoy cansada y tengo ratos de bajón cuando llego sola a casa. Pero me siento muy arropada y estoy muy contenta. Las cosas han salido bien a pesar de la gravedad. Y todo el mundo está muy volcado con nosotros, familia, amigos, todos pendientes. Cuando mi yaya salió del quirófano yo tenía a Flumi dándome la mano y protegiéndome con sus enormes hombros de jugador de rugby. Ese “no estás sola, pequeña” me dio unas fuerzas sobrehumanas. Y ahí están todo el día Anita, Pa e I que siempre están pendientes y aún no han venido porque no les he dejado. Su mensajes, sus llamadas, sus “adelante, que estoy contigo”, sus “sé tan fuerte como siempre y si no, me avisas que voy yo contigo” y sus “te quiero” me hacen creer que podría volar si me lo propusiera.
Y mil gracias a todos vosotros, vuestra fuerza, vuestros buenos deseos y vuestra energía positiva me ha sujetado cuando me tambaleaba. Mil gracias por los mensajes, los mails, los twitter… por todo. No doy abasto a contestar porque apenas tengo tiempo, pero os lo digo desde aquí a todos, sin excepción: MIL GRACIAS, sois los mejores.

Y ahora, os repito que os iré contando y que aún hay un largo camino por delante, pero la peor parte está salvada. Pronto podré contaros nuevas aventuras y sobre todo, hablaros de un proyecto en el que estoy participando y me parece muy interesante y muy bonito. Me pondré con ello lo antes que pueda.

Ahhhh, ¿habéis visto que somos 100 caminantes oficiales? Más que los que me leen por ahí agazapados anónimamente. Nunca imaginé que mis paridas llegaran a tanta gente. Nunca imaginé que yo pudiera hacer cosas grandes. Nunca imaginé que pudiera sujetar a toda mi familia con una sonrisa. Nunca imaginé que este blog llegara tan lejos. Y nunca, nunca imaginé que pudiera ser tan feliz sólo por el mero hecho de valorar la vida y la capacidad de respirar de mis seres queridos.

martes, 15 de enero de 2013

el día antes de

A veces es peor pensar las cosas que hacerlas. Y desde luego, suele ser mucho peor lo que se le pasa a uno por la cabeza que lo que ocurre luego en realidad.
Estos días de antes de que la yaya entre a quirófano se me están haciendo eternos. Es un auténtico suplicio esperar y no saber qué va a pasar. Me siento torpe y estúpida, como si pudiera hacer algo y no sólo sentarme a esperar que llegue el día.
Y vale, lo reconozco: estoy muerta de miedo. Yo, que no me asusto por nada, estoy cagada.
Otra cosa es que lo demuestre. Porque soy la fuerte de la familia. O eso se han creído todos. Y es que en la familia de mi madre son todos muy “bollitos”. Menos mi bisabuela que era quien impartía orden, los demás son un derroche de ternura. Así, claro, yo tengo fama de ser una burra y de que nada se me ponga por delante. Pero no es verdad. Yo estoy sola, asustada y perdida como la que más. Y daría algo por llegar a casa y no estar tan sola, tan asustada y tan perdida. Por tener a alguien que me abrazara y que me dijera que no me preocupe, que él se encargará de todo por un rato. Daría algo por llegar a casa y tener un consuelo, un apoyo, un desahogo. Pero no. Vaya donde vaya, está mi madre o mi abuela o mi abuelo o alguien que espera que yo me ría, yo tenga soluciones yo diga que no pasa nada. Y me miran con ojitos manga, suplicando que yo esté bien y les convenza de que esto va a ir como la seda. Así que me paso el día fingiendo un aplomo que no tengo. Con lo mal que se me da mentir. Pero yo como que no pasa nada. Como que todo está bien. Tirando pa’lante una vez más.
En unas pocas horas comienza la locura, hospital arriba y abajo, cuidar lo mejor que pueda de todos y seguir poniendo buena cara. Os iré contando los progresos para desfogarme un poco. Por twitter sobre todo y al minuto. Aunque no tengáis, si pincháis en el pajarito de ahí arriba, os sale mi página y lo que voy escribiendo, así que podréis ir sabiendo qué ocurre. De todos modos  la operación en sí no es hasta el miércoles por la mañana. El primer día es el ingreso, las pruebas y tal.
Como siempre en los momentos feos, por suerte tengo a Anita y a mis amigos que son un apoyo impresionante. Y gracias a vosotros que con vuestros mails y mensajes y demás me hacéis llegar un calorcillo muy agradable al corazón.

sábado, 12 de enero de 2013

Premios!!

Jo, qué guay. ¡Me han dado dos premios! Cada vez molo más, está claro. Los dos premios vienen con preguntitas y condenas varias en las que tengo que contar mi vida. No me lo explico, porque me paso la vida contando historias y no sé cómo aún tenéis ganas de saber más. El caso es que ya sabéis que yo los premios los recojo encantada y respondo a todo y tal. Pero luego no los paso ni creo preguntas nuevas. Vale, soy un poco floja, pero qué queréis que os diga. Me da pereza. Y punto.

Bueno, el primero es el premio que me pasan Pimiento y Tomate. Cada día me gustan más estas hortalizas. El verano que viene cuando vuelva a Granada, me voy a poner a buscar en todos los huertos hasta que las encuentre para pegarles un bocao.
El caso, sus preguntas:

1. ¿Te has meado alguna vez de risa? Literalmente.
No. Aún controlo mis esfínteres… aunque lo que sí admito es que a veces he tenido que salir corriendo porque la cosa estaba ya peligrosa.

2. ¿Te has cortado con un pelapatatas?
Sí, muchas veces. Soy torpe de cojones. Varias veces me he cortado trozos de uña con el puñetero pelapatatas. Y una vez me quité una rebanada de dedo. Muy bien todo, vaya.

3. ¿Por qué el pan de molde es cuadrado, si el chóped, salami o mortadela son redondos?
Es la dictadura del tranchete. Pero yo estoy en contra totalmente, entre otras cosas porque soy alérgica a los lácteos. Conclusión comprad choped cuadrado y jamón de york de sándwich.

4. ¿Cuál es el mayor ridículo que has hecho?
El emocional, mejor me lo ahorro por respeto. De los otros, de los momentos tipo “tierra trágame”… creo que uno curioso fue cuando subí en el ascensor con unas bragas en la mano y el vecino dándome charla.

5. ¿Si te comes varios racimos de uva, te emborrachas?
No, pero me empacho fijo. Aunque como no bebo nunca, creo que sería capaz de emborracharme hasta comiendo pipas.

6. ¿Qué es lo más asqueroso que has probado alguna vez?
Uf… es que yo soy muy asquerosita y como algo no me entre por el ojo no lo pruebo. Soy muy rara para comer.

7. Dormir con calcetines ¿sí o no? Justifique su respuesta.
Si hace frío, me acuesto con ellos puestos, pero antes de dormir me los quito y los dejo escondidos en una esquinita para que estén calientes por la mañana. No me gusta dormirme con ellos puestos porque luego me muevo y se retuercen, o pierdo uno y me da coraje.

8. ¿Por qué decidiste crear un blog?
Porque no tengo dinero para pagarme una terapia psicológica. Cuando abrí el primero, estaba en un momento chungo y fue una especie de válvula de escape. Poco a poco me enganché, conocí gente… y me gustó tanto que no me imagino a mí misma sin blog.

9. ¿Cuál crees que es la canción más tonta de la historia musical?
Uf, podríamos hacer un top ten… hay montones de canciones mierderas. Una de ellas, el Gangnam style. Me la pela que se lleve, es absurdo hasta decir basta. Pero bueno, siempre está La barbacoa, El tractor amarillo, esa que decía abanibia aboebé (o algo así, vete a saber), el aserejé… propongo un listado de canciones absurdas y pegadizas!!

10. En una escena de miedo, ¿te tapas los ojos con las manos pero abres una rendija entre los dedos y acabas viéndola?
Es que a mí no me da miedo casi nada. Yo soy capaz de dormirme con las pelis de miedo. Eso sí, no soporto el gore, me da ganas de vomitar. Y ahí directamente no miro y punto.

11. ¿Qué preferirías de mascota, un gusano o un gusano de seda? Razone su respuesta y no vale decir ninguno.
Me da lo mismo, no me dan asco y de hecho de pequeña jugaba con las lombrices de tierra. Creo que prefiero un gusano de seda por aquello de que hace algo útil y luego se convierte en una mariposilla aunque sea feucha.



El segundo premio, me lo pasa Eva, de Opiniones Incorrectas. Se llama “Premio a los mejores blog” y oye, cómo mola ser uno de los premiados. Mil gracias, Eva, es un honor recibir este premio y que venga de ti. También viene con penitencia y hay que responder a preguntas y contar siete cosas sobre mí. A ver qué sale porque ya me queda poco que contar, pero bueno, vamos a ello.


1.- ¿Se te irrita mucho la piel cuando te depilas?
Antes se me ponía fatal. Pero ahora he descubierto un truco fantástico. Yo las piernas me las depilo con una maquinilla eléctrica arranca pelos de esas o con cera, me aclaro con agua fría y luego me unto con crema de esa para culo de niños. En un ratito se te quedan las piernas que da gusto verlas.
Con las ingles es el mismo plan, pero con un poco más de cuidado aún porque tengo tendencia a que se me enquisten pelillos.

2.- ¿Eres de Ferny ó de Umpa Lumpa? (Sólo puedes escoger a uno)
Pues mira, ya que el premio me lo pasa la mami de Ferny, pues diré que él. Pero me parece una pregunta muy fea, es como cuando te dicen si quieres más a mamá o a papá. ¡A los dos, hombre ya!

3.- ¿Viajarías al espacio, a Marte ó a la Luna si te lo ofrecieran?
No. Ni aunque me pagaran ellos a mí. No estoy a favor de esas cosas por razones ecológicas y morales. Y a mí no se me ha perdido nada allí.

4.- ¿Te acuerdas de los yogures de Casper?
No, pero es que hace catorce años que soy alérgica a los lácteos y no puedo comer yogures normales. Como unos de soja que están muchísimo más ricos que los normales. 

5.- ¿Los hombres con leggings se merecen recibir un buen tomatazo podre?
Mira, pensé que con la moda de los escotes para hombres habíamos tocado fondo. Y ahora vienen con que se llevan los legging para ellos. Vamos de mal en peor. A mí desde luego, se me acerca un tipo con eso y salgo corriendo. Un poco de dignidad, hombres, por favor.

6.- ¿Reinará Felipe VI?
Pues me la pela por completo porque siempre hay gente para mangonear la pasta, sean reyes o congresistas o políticos o la puñetera madre de todos. Pero francamente, creo que no reinará porque la monarquía es algo bastante rancio, obsoleto y últimamente no están dando motivos para quedarse. Y sin embargo a mí no me cae mal el muchacho, fíjate.

7.- ¿Has observado que Nicolás Maduro es sospechosamente idéntico al profesor Jirafales?
No tengo ni idea de quién son ninguno de los dos. ¿Soy rara? ¿Vivo en otro mundo? ¿Soy una inculta? Madre mía, igual debería mirar en google y luego parecer súper lista.

8.- ¿Quién crees que mató a los Marqueses de Urquijo?
Ni idea. Pero mi padre siempre dice “ese se fuma hasta lo del hijo de marqués de Urquijo”. Y yo no sé quién era el hijo del marqués o cuánto fumaba, pero me hace gracia. Y yo qué sé. La criminóloga es Eva, no sé por qué nos pregunta a los demás. Que hubo cosas raras en ese crimen está claro y que el supuesto asesino no lo hizo solo y murió en extrañas circunstancias también… pero no sé quién lo hizo en realidad o qué pasó.

9.- ¿Has dejado algún libro sin terminar porque era infumable?
¡Muchísimos! Sé que esto no dice mucho a mi favor. Pero no es sólo que los deje sin son infumables. Es que si no me enganchan, los dejo. Mi tiempo es muy valioso y hay demasiados libros escritos como para entretenerme con mierdas.

10.- ¿Cómo se combate la caspa con éxito?
¿Con un buen champú? Es que no lo sé, nunca he tenido caspa.

11.- ¿Sospechas que alguno de tus muebles pueda estar apolillado?
Imposible. Son todos del ikea, de los barateros. Eso no es madera, eso no lo quieren ni las polillas.


Y ahora contar siete cosas sobre mí… que no haya contado. Me voy a tener que estrujar el cerebro como si fuera una bayeta.

  1. Al final me hice las mechas californianas. Y me quedaron genial porque mi peluquera es la más mejor del mundo. La amo. Entendió perfectamente la idea y me quedaron súper naturales, no con efecto ese de raíces largas.  De hecho, la mayor parte de la gente se cree que son de verdad porque si me pongo al sol, me salen así, exactamente de ese color. El problema es que odio el sol y huyo de él como los vampiros. Para que os hagáis una idea: le encantaron a mi madre.
  2. Tras dos años sin microondas, por fin los reyes de mis yayos me han traído uno. Ahora podré hacerme palomitas, soy feliz.
  3. Me crujo los dedos de los pies siempre que los saco de los zapatos. Y muchas más veces al día.
  4. Uso gafas para ver de cerca y siempre las tengo llenas de mierda. Me da mucha pereza limpiarlas y sólo lo hago cuando ya lo veo todo muy nublado, literalmente.
  5. Siempre me estoy dando vaselina o cacao de labios. Tengo cajitas de vaselina y barras de labios por todas partes, en la mesilla de noche, en el bolso, en el bolsillo del pijama, en el sofá…
  6. Me duelen las orejas con el frío. Es horrible. Me duelen mucho, muchísimo. No entiendo por qué me pasa, pero es un dolor insoportable. Por eso en inverno me pongo gorritos, orejeras o me tapo con la bufanda, pero no dejo las orejas al aire.
  7. Me han pedido matrimonio dos veces. ¡¡Dos!! Es lo más ridículo del mundo. y las dos veces con anillo de brillantes, rodilla en tierra y preguntita absurda. Es increíble. Obviamente las dos veces he dicho que no. Entre otras cosas, porque han sido los dos peores tipos que han pasado por mi vida y más me han destrozado la existencia.


Bueno, con esto os dejo entretenimiento para rato.

jueves, 10 de enero de 2013

cruzando los dedos

A veces, aunque uno espere algo, cuando llega, te pilla como desprevenido. Sabías que iba a pasar, pero no sabías que fuera a ser “ya”, que fuera a hacerse realidad. Y de pronto, es como si te atropellara un camión. Y se te queda una cara de gilipollas que no puedes con ella.
El caso es que llevo meses esperando la operación de mi yaya. Desde principios de verano que nos dijeron que había que hacerlo. Y luego, desde el otoño, que nos dijeron que debía ser lo antes posible. Pero entre huelgas y líos y tal… como que se iba retrasando. Pero ya no hay más espera que valga.
El martes mi yaya ingresa en el hospital. El miércoles a primera hora de la mañana entra a quirófano. Y todos cruzando los dedos para que el miércoles por la tarde haya salido y despertado de la anestesia. Y para que dos o tres días después salga de la UCI. Y para que otros pocos días después salgan del hospital y se venga a casita.
De momento ella está animada, con un poco de miedo como es normal, pero confía en que todo saldrá bien. Los demás tratamos de convencerla de que va a ser así, de que todo va a ir estupendamente y que no hay que temer. Aunque en realidad estemos acojonados.
El caso es que os pido una vez más toda esa energía positiva que me mandáis siempre para que todo salga bien. Cruzaremos hasta los dedos de los pies.

martes, 8 de enero de 2013

Peticiones del leyente: momentos troll

A veces, escribo de cualquier chorrada y sin darme cuenta digo algo mucho más interesante por el camino. Y claro, lo digo así como de pasada. Por suerte casi siempre os dais cuenta y me lo hacéis notar. Y me mola muchísimo, porque me sirve como inspiración para nuevos post. Últimamente se me han acumulado las peticiones: debo unas fotos de Ron a Eva, Tomate me preguntó por el tema de mis creencias pero me parece un tema farragoso y poco divertido. También Mandarica me ha dicho que cuente lo que me dijo Flumi.
Así que voy a inaugurar la sección “Peticiones del leyente”, como aquellos programas que había en la radio de peticiones del oyente, pero versión blog. A parte de las que vayan surgiendo sobre la marcha, podéis hacerme preguntas o pedirme que hable de cosas concretas si os apetece saber mi estúpida humilde opinión al respecto. Ahí tenéis mi mail, mi twitter y por supuesto los comentarios. Me tenéis controladísima, vaya.

Estreno la sección con una cosa que me pidió Natalia hace tiempo ya, que hablara sobre mis momentos troll. Por suerte para ella, últimamente se han dado un par de ellos.

Hace ya unas semanas estaba dando un paseo por mi barrio ensimismada en mis pensamientos. Hacía un frío que pelaba e iba abrigada hasta arriba, orejeras incluidas. Adelanté a un par de viejunos que caminaban a paso de tortuga y según les paso, le dice uno a otro:

-         Esta juventud, cada día son más tontos. Mírala, se pasan la vida con los cascos esos puestos, escuchando música ruidosa y así se quedan, que no saben ni por dónde les da el aire. Así va el país. Que dicen que no hay trabajo, pero anda que hacen nada bueno…

Me giré como una fiera, me levanté una de las orejeras y le escupí:

-         Son orejeras ¿lo ve? para el frío. Igual en sus tiempos paleolíticos no se habían inventado, pero le oigo perfectamente. Y aunque fueran cascos, no hacen que seamos tontos. Usted es viejo, lo mismo no ha usado cascos nunca y eso no le exime de ser gilipollas.

El tipo no se atrevió a replicarme, claro. Y no esperé respuesta, ni disculpa, ni discusión alguna. Me dí media vuelta y me fui a toda leche antes de liarme a mamporros.

El otro caso se dio hace menos, sería hace un par de días o tres. Volvía yo de hacer compras, súper tarde, hasta el culo de conducir, de pelearme con medio Madrid para conseguir los regalos que quería y estresada por completo.
El tema, que después de dar un par de vueltas por mi barrio sin encontrar hueco para aparcar, al fin vi que había un sitio estupendo, pero los idiotas de la obra de la calle de al lado, habían dejado ahí tirada una especie de valla de plástico cutre. Y yo, ni corta ni perezosa, me bajé del coche, aparté la valla y aparqué. Según estaba saliendo y cogiendo las bolsas de la parte de atrás, se paró un coche rojo a mi lado que había estado dando vueltas detrás mía buscando aparcamiento también y el tipo de dentro me dijo:

-         Eso ya lo había pensado yo, bonita.

Me giré, le miré de medio lado y me encogí de hombros con expresión de “a mí qué me cuentas, colega”. Y bonita, tu madre, por ejemplo. Así que seguí sacando mis bolsas y tratando de coger mi abrigo del fondo del asiento.

-         Qué cojones tienes, niña…

Ahí ya me pudo el ansia, me di la vuelta muy despacio y le miré de esa forma en la que si pudieras, atravesabas al interfecto en cuestión:

-         Pues mira, muchos más que tú, que sólo has pensado lo que yo me he atrevido a hacer.

El tío se quedó con la boca abierta, masculló algo entre dientes y se fue de un acelerón. Que le jodan. Que hubiera quitado él la valla, coño. O que no me hubiera dicho nada. Porque me la juego a que si yo hubiera sido Manolo en vez de Naar no me había dicho nada.
En fin, de vez en cuando me pongo así como troll total, pero es que se cansa una de aguantar chorradas. Hombre ya.