miércoles, 30 de diciembre de 2015

Resumen del 2015 y... ¡FELIZ 2016!

El 2015 ha sido un año de esos que cuando terminan no sabes muy bien si ha sido bueno, malo, regular, sí, no o todo lo contrario. A ver, en líneas generales, pues bien.
No ha habido problemas serios de salud en mi gente querida. Y mira, casi que con esto ya es suficiente, la verdad.
Económicamente he estado tan mal como siempre peeeeero parece que ahora algo mejora la historia con mis 200 eurillos por tratar a la preadolescente y algún extra que voy arañando de aquí y de allá. Y en amores no me puedo quejar porque he tenido más de lo que merezco. El Niño Chico ha ocupado casi todo el año con esa paz y esa dulzura que él sabía extender por la casa. Esa forma suya de saber llevarme, de saber tratarme, de saber escuchar y estar ahí. Esa forma suya de ser casi perfecto. Y le quiero, así en presente. Porque amarle ha sido lo mejor que he hecho en años, él me ha enseñado y demostrado muchas cosas y me ha querido más de lo probablemente merezco. Ha sido una historia maravillosa que llevaré conmigo siempre. Y se terminó porque tenía que ser así, porque un final feliz no siempre son matrimonio e hijos. A veces es esto, que cada uno siga su camino llevando un pedacito del otro en el corazón.
Luego llegó lo del Ross, que es más complicado de lo que puedo explicar en un resumen del año. Que me hace feliz, pero es difícil a veces. Igual un día me pongo y lo escribo para los masocas que quieran leerlo, pero not today.
El año ha tenido cosas súper maravillosas como el viaje a Cracovia, que fue una experiencia enriquecedora, bellísima y muy profunda. Hasta ahora, el mejor viaje que he hecho en mi vida. Todo salió bien, el clima, la gente, los sitios, el apartamento, las excursiones, el día en Auschwitz, las carreteras, la siempre estupenda compañía del Niño... Sólo hay una palabra: perfecto.
Y también ha tenido sus cosas malas. La muerte trágica, abrupta y jodida de un amigo de la infancia me tocó muy dentro, muy hondo, me dió muy de bruces con todos mis miedos, mis fantasmas, mis dolores, mis peores pesadillas. Y desde que el murió el 17 de julio, algo se me rompió por dentro y ya ningún día volvió a ser verano.
Agosto fue una pesadilla por muchas razones: agobios, ansiedad, constantes sangrados y problemas hormonales que me dejaron en los huesos... qué jodido mes de mierda más largo y más feo.
Sólo los días en la playa con mis amigos en octubre fueron capaces de cambiarme la cara y de hacerme sonreír. Que luego noviembre y diciembre me están mustiando otra vez por razones que no vienen al caso, pero sé que esto se me pasará y volverán las oscuras golondrinas y tal.

La verdad es que afronto el 2016 con cierto optimismo. Se casa Bombita, y eso mola. Reichel va a ser mamá, y eso mola. Otros amigos tienen planes chachis y eso mola. Y yo no tengo una mierda, pero bueno, sé seguir hacia delante esperando que las cosas molonas lleguen, porque llegan, que lo sé yo. Y llegan para vosotros también, estoy segura. Así os lo deseo de verdad, de corazón. Como siempre, como cada año, sólo pido salud para que salgamos airosos de las trabas que pone la vida y que derrochemos sonrisas, que de esas siempre se puede regalar una y salen gratis.
Resumiendo...


¡¡¡FELIZ 2016 A TODOS!!!

lunes, 28 de diciembre de 2015

bromas en inglés y dulces por correo

Mi profe de inglés es un cachondo mental. Lo malo es que a veces hace chistes en inglés y si no estás escuchando o si tu nivel es un poco escaso, no lo pillas. Por suerte a mí oído me sobre, así que me río mucho con sus ocurrencias aunque a veces sea la única y el resto de la clase me mire como si estuviera loca. Cosa que tampoco es nueva, por otro lado.
La verdad es que estoy encantada, estoy soltándome muchísimo, mejorando a pasos agigantados y el otro día me felicitó por mi pronunciación. Incluso el profe está pensando subirme de nivel, aunque yo prefiero esperar a estar un poco más segura. Fíjate, yo que tenía una vergüenza bárbara por decirlo todo mal. Que también os digo, no sé qué le pasa a la gente en la boca cuando habla inglés que parecen de repente todos murcianos. (No me se enfaden los murcianos, que es bromita)
El caso es que el tipo, que con eso de ser australiano y haberse pasado más de media vida del revés se le ha debido de quedar el cerebro un poco más pallá que pacá y a veces se va del tema y nos cuenta cosas que no sé sabe muy bien a dónde conducen aparte de al hecho de practicar la lengua de Shakespeare en ambientes menos rígidos. Hace poco por ejemplo, describiendo unas viñetas con actividades cotidianas, había una foto de un tipo haciendo la cama. Supuestamente. Entre que la fotocopia estaba regulera y que el dibujo en sí era raro, el hombre va y suelta “Aquí podemos ver a un hombre violando a una oveja. Y en la siguiente está su mujer fregando los platos... o deshaciéndose de las pruebas, quién sabe” A mí, propensa a la risa absurda, me dio un ataque de esos incontrolables y mientras mis compañeros me miraban confusos, le dije que quizás era una oveja muy, muy bella e irresistible.
La semana pasada sin embargo, la tomó con las cestas de Navidad. Le dio por decir que no entendía la manía de los españoles de dar comida por estas fechas y que él prefería que le dieran el dinero y ya se compraría lo que le diera la gana. Un compañero le dijo que al menos si daban un jamón bueno sería y él dijo que prefería algo dulce. Y que además se lo mandaran a casa. Que hace años, trabajando no sé dónde, le dieron una cesta con un jamón incluido (debió ser en antes de la crisis) y que pesaba todo unos 15 kilos. El pobre hombre vivía lejísimos del trabajo y no podía arrastrar la cesta por todo Madrid, subiéndola al metro y al autobús, así que cogió un taxi y le cobraron una pasta. Así que le salió cara la broma de la cesta.
De repente, me surgió la idea. Igual que hay empresas que te envían flores, molaría una que te mandara dulces navideños o bombones para regalar en estas fechas. Ya me veía yo forrándome con mi idea, cuando descubrí que como de costumbre, se me habían adelantado y resulta que Delaviuda, ya lo hace. Por curiosidad me metí en la web y resulta que puedes personalizar cajitas con dulces, bombones y toda clase de cosas ricas y enviarlas a domicilio. Además que los puedes personalizar y no sólo para Navidad, si no para toda clase de eventos, bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños... Total, que lo llego a saber un par de días antes y el regalo del amigo invisible del blog había sido esto. Para la próxima ya lo sé.


miércoles, 23 de diciembre de 2015

Cumpleblog y amigo invisible

Soy una madre horrible. Pensé mil veces en esta fecha, en su momento pensé que no llegaría, que el tiempo no sería capaz de avanzar tanto. Y fíjate, llega y yo pensando en las musarañas.
Mi niño, mi blog, este hijo salido de mis entrañas ha cumplido cinco años. Y yo ese día voy y hablo de Podemos. Estúpido Pablo Iglesias y su erotismo.
Ahora en serio, parece mentira que el tiempo haya corrido tanto. No sé aún cómo lo he conseguido, cómo hemos podido llegar hasta aquí. Cómo ha podido la vida dar tantas vueltas. Gracias a este blog he hecho amigos, amigas a las que adoro y que espero ver cada año con ilusión. Me he enamorado del Niño Chico al que conocí a través de aquí. Al final no ha podido ser, pero me enamoré y no me da vergüenza admitirlo. Amé y fui amada, fue una historia bonita, feliz y que viviría mil veces más. He veraneado con las gemelas, con mi niña de Almería, he vivido aventuras y he hecho idioteces con ellas, las he acogido en mi casa. Las quiero, aunque no se lo diga lo suficiente. Me han invitado a bodas, he tomado cafés, he pedido ayuda y he tratado de ayudar, he estado en casa de Álter, ella ha estado en la mía. Me he carteado con gente, nos hemos contado cosas, me han llegado mails, he cogido cariño a tantas personas más allá de un avatar o un blog que no podría nombrar a todas.
Y como eso es así todos los días, pues la fecha concreta va y se me pasa. Soy un desastre. Y me fustigo por ello.
Lo bueno es que las fechas son propicias para más cosas buenas y chulis y chachiguays y molatodos. Así que el otro día me llegó regalo de mi amiga invisible y me vais a perdonar las fotos de auténtica mierda que he hecho, pero no me apetecía sacar la cámara medio decente y las he hecho con el móvil y aguantándome las ganas de ponerme a engullir bombones. El caso es que la pobre chica me decía en la tarjeta adjunta que no puedo fotografiar porque forma parte de la decoración navideña del naarhogar, que había leído mi blog en busca de cosas que me gustaran y no había encontrado nada. Al parecer he dicho varias veces que soy poco materialista. A partir de ahora empezaré a hacer post de cosas que quiero para futuras ediciones. Cosas sencillas: un coche nuevo, una casa en la playa, un viaje al caribe... así, normalito. De momento me ha tocado un colgante con un infinito que al friki del Ross le ha gustado mucho y yo me estoy reservando para nochevieja, por aquello del deseo de infinitas cosas buenas para el 2016. También una pulsera que pone “Love” súper chula y que por primera vez en mi vida, no se me cae. Tengo unas muñecas raquíticas y casi no puedo llevar pulseras, pero esta, oh maravilla, me queda genial. Y bombones. Estos también le han gustado al Ross, pero los he escondido lejos de sus garras. Son míos y me los pienso comer como una auténtica gumia. En fin, Anusca77, gracias por todo, has acertado a pesar de decir que no sabías qué regalarme. Y mil gracias por la tarjeta y los buenos deseos. Espero tener una nueva amiga en el blog.


Por último, y debido a la vorágine de los días venideros, aprovecho para desearos a todos MUY FELIZ NAVIDAD. Lo del Año Nuevo me lo guardo y así me jodo y hago post específico, que ando un poco vaga. De momento, que las fiestas sean agradables y llenas de espíritu positivo, es un milagro la vida y para algunos que somos creyentes, un poquito más en estas fechas.


  Madre mía, no sé cómo no gano un premio a la peor fotógrafa del mundo. En fin, la intención es lo que cuenta. Espero que os gusten mis cositas tanto como a mí.

sábado, 19 de diciembre de 2015

La odisea del coche en Madrid en Navidad

Por los comentarios que me han llegado al blog (y eso que últimamente estáis vagos para comentar, coñe) y los de twitter, he llegado a la conclusión de que no soy la única monguer que no distingue su coche de otro que se le parezca. Debo añadir en mi descarga de culpabilidad que mi madre se intenta subir en cualquier coche que se parezca al mío porque se orienta fatal y cuando voy a recogerla a algún sitio siempre temo que se haya montado con otra persona. Y de mi padre mejor ni hablamos. Mi padre sí que robó un coche pensando que era el suyo hace la torta de años. Se subió a un seiscientos del mismo color, lo abrió, lo arrancó y sólo cuando había avanzado ya unos metros se dio cuenta de que no era suyo. De verdad que la tara viene de familia.
La verdad es que últimamente en Madrid el tema del coche se está poniendo complicado y no sólo por la posibilidad de que la policía te pille intentando abrir uno que no es el tuyo. Los alarmantes niveles de contaminación nos han llevado a la prohibición de aparcar en el centro los días en los que el aire está irrespirable. Yo por suerte lo uso más para ir hacia las afueras, pero cuando vuelvo a casa y veo la boina negra sobre el centro me dan escalofríos. Y para colmo, las navidades, que convierten esta ciudad en un caos mayor del habitual.
El problema es que el transporte público no es tan efectivo como podría desearse. Los autobuses pasan cada muchos minutos y cargados en modo lata de sardinas. El metro va a su bola, con retrasos, averías y problemas varios. Y por la noche ni os cuento. Los búhos o autobuses nocturnos tardan una media hora en pasar, no siempre pillan cerca y por supuesto la enorme cantidad de gente que va dentro es de todo menos recomendable. El metro cierra pronto, o al menos no lo bastante tarde como para salir a cenar y poder a volver a casa en él. Y los taxis, a parte de caros, no siempre son fáciles de encontrar. Total, que te ves obligado a llevar el coche y luego a tener que comértelo porque no hay manera de dejarlo en ningún sitio. A veces, ante la desesperación, terminas aparcando en cualquier sitio y luego lo que te comes es la multa. Una odisea todo.
La verdad es que me gustan las navidades, me gustan las comidas con mis amigos, las reuniones festivas y las celebraciones. Pero todos estos inconvenientes se me hacen cuesta arriba. Y eso que mi coche es una pelotilla pequeña y que yo suelo tener suerte... pero en esta época es un horror. Al final, desde hace unos años opté por meterlo en párking. Te evitas el riesgo de la multa y no permites que el estrés de dar vueltas te empañe una noche de diversión y acabe con tu buen rollo. El problema es que hasta esa opción hay veces que se complica, porque están todos llenos y vuelves a la idea de comerte tu coche así, sin guarnición ni nada.

Lo bueno es que ahora han creado Parking Kong, que sirve para reservar la plaza de párking con antelación. Me parece esa típica idea genial que cuando la ves piensas “pero esto por qué no se me ha ocurrido a mí antes, si lo he tenido delante de la narices toda la vida”. Dentro de poco van a sacar una app para el móvil y yo estoy deseando tenerla porque me parece la solución al asunto engullimiento de motor y piezas tóxicas. De momento tienen página web y ya se puede reservar la plaza en tres sencillos pasos que te hacen los problemas de salir por la noche o de ir al centro en horas críticas mucho más llevadero.  

jueves, 17 de diciembre de 2015

La perrita de acogida y recuerdos de Amigo el guarrete

El otro día mi amigo el poli me dijo que se había hecho casa de acogida para una perrita y que creía que al final la iba a adoptar. La pobre lo ha pasado muy mal, ha vivido siempre en una perrera y ahora que tiene una casa y unos amos que la quieren, pues se porta de maravilla. Al principio tenía mucho miedo, pero por lo que dice mi amigo, ya va levantando el rabito, oliéndolo todo y saliendo a recibirle a la puerta cuando llega a casa. Me mandó una foto y es preciosa. Y qué queréis que os diga a mí es que estas historias me ponen el corazón blandito.
El caso es que al ver a esa perrilla negra y blanca, me acordé de mi perro. Él era blanco y tenía una especie de lunares negros, pero así como deslavazados. Imaginaos un dálmata que hubiera desteñido. Bien, pues Amigo era así.
Me gustaría decir que era un perro muy bueno. Y a es verdad que tenía un buen carácter, era simpático y sociable. Pero lo destrozaba todo. Se comía las zapatillas, los estropajos y las medias. Y luego los vomitaba. Se revolcó en el traje de novio de mi padre y lo llenó de pelos y de babas. Unas navidades arrancó del gancho de la pared el jamón que le regalan a mi padre en el trabajo y se comió la mitad. Nos quedamos sin jamón. Otra vez me mangó una cuña enorme de queso que me había comprado mi abuela. Y también se lo comió. Me quitaba mis peluches y hacía cosas sucias con ellos. Mordisqueaba mis nenucos. Me destrozó un bañador rosa que me habían regalado antes de estrenarlo. Rompió innumerables cosas. Se comía todo lo que encontraba. Y vomitaba la mitad de ellas.
Además era un guarro. Le encantaba abrir las bolsas de basura de la calle y revolcarse en ellas. Y en el barro. Y en la hierba húmeda, hasta que terminaba siendo verde. Incluso una vez, en el colmo de la porquería, se revolcó en los restos de una oveja muerta que había en un descampado. Era un puerco. Y claro, cuando llegábamos a casa le teníamos que bañar, cosa que no le gustaba mucho. En el pueblo del sur podíamos lavarle en el patio, pero en Madrid teníamos que apañarnos en la azotea de casa de mis padres. Él corría creyendo que era un juego y mi padre le perseguía con cubos de agua y la esponja. A veces se había puesto tan, pero tan sucio, que había que lavarle con lavavajillas. Y lo ponía todo perdido. Se sacudía y nos empapaba. Y aunque le secáramos con toallas, al final toda la casa olía a perro mojado. Hoy en día hay más opciones que ayudarán a los que tengan perros gorrinos como era el mío, como este autolavado para perros de Zaragoza. Al menos se ahorrarán el jaleo del agua por la casa, el olor a chucho mojado y salpicarse entero cuando se sacuden.
En enero va a hacer veinte años que Amigo se fue al cielo de los perros. Seguro que allí sigue comiéndose todo lo que encuentre y revolcándose por todas partes. Seguirá corriendo detrás de los conejos aunque jamás pilló ninguno. Y seguirá pensando que yo soy su cachorrita y que tiene que protegerme, porque era un desastre de perro y me destrozaba montones de cosas, pero me quería mucho. Y cuando nos quedábamos solos en casa siendo yo pequeña, me empujaba hasta su manta y se enroscaba a mi lado. Cuando íbamos al pueblo de mi padre se escapaba de la cuadra donde le encerraban y se venía a dormir a mi habitación porque sabía que yo tenía miedo de aquella casa. Y cuando lloraba me ponía su hocico húmedo en la cara. Así que sí, era un buen perro. Era guarro, rompía cosas, comía y vomitaba lo que no debía y me incordiaba a menudo, pero era un buen perro. Y parece mentira que hayan pasado casi 20 años desde que se fue porque curiosamente, aún le tengo presente. Hay huellas con cuatro dedos y una almohadilla que se quedan grabadas bien hondas en el corazón.


ACTUALIZACIÓN BREVE: adivinad quién finalmente se ha quedado con la perrita que iba a ser de acogida... si es que ya lo sabía yo.  

lunes, 14 de diciembre de 2015

El intento de robo

Creo que la máxima expresión del lujo es tener cosas que exclusivas que no tiene nadie más. Para darse importancia o para que tu cuñao no pueda decirte que lo suyo es mejor, no lo sé. Yo es que soy una persona de gustos y cosas sencillas, soy la típica gilipollas que cuando ve un chalet enorme lo primero que piensa es en lo mucho que tendría que limpiar. No tengo espíritu de rica como para pensar que tendría empleados. Soy más la que coge la mopa y se pasa la mañana sacando pelusas de debajo de los muebles. Que nací pringada, oye. Qué se le va a hacer.
Sin embargo, admito que lo de las cosas exclusivas tiene sus efectos prácticos. Como por ejemplo, no confundirse de coche. Porque un día de estos me detienen, me llevan al talego y encima con razón.
Este verano, en medio de mi crisis personal y de todo tipo, un día casi robo un coche. Y diréis, ¿Uno bonito? ¿caro? ¿un ferrari? No, no y no. Uno andrajoso, abollado y hecho mierda como el mío. Tan como el mío, que de hecho pensé que era el mío. El caso es que yo iba con prisa y me acerqué a “mi coche” cargada de bolsas. Metí la llave en la cerradura porque el mando a distancia se rompió hace años ya no se estila y no giraba bien. Le dí un poco pacá-pallá, pero no iba. Como ya me lo han intentado robar varias veces, pensé que igual estaba un poco forzada. Di la vuelta y traté de abrir por la del copiloto. Y tampoco. Volví a mi puerta. Ñacañaca con la llave a ver si giraba al fin. Y nada. Así que en medio de mi frustración, le arreé una patada a la puerta. Estúpido coche del demonio. Dejé las bolsas en el suelo para ver si podía hacer que se abriera y entonces me pareció que las ruedas eran raras. Me asomé al morro y... ¡tachán! La matrícula no era la mía. Miré a mi alrededor. Detrás del coche que estaba intentado abrir había uno negro y después... oh, sorpresa, el mío de verdad. Recogí las bolsas, dejé la dignidad en el suelo mugriento y me fui a mi pobre y roñoso coche cuya cerradura abrió a la primera.
Y es que claro, tengo un 206. De un color azul grisáceo que en su día fue metalizado muy mono. Ahora es color mierda-contaminación y caca de paloma acumulado en diferentes estratos desde el 2005. Encima está lleno de abollones, rayajos, desconchones y tal. Es un coche muy vulgar y corriente, vaya. Y la dejadez no es exclusiva, por lo que la mierda, los bollos y los rayones no le hacen especial. En mi barrio hay al menos cuatro coches que coinciden totalmente con la descripción del mío. Los distingo porque hay uno que es de tres puertas y otro que tiene los faros distintos. El otro, el que casi robo, es idéntico. Hasta lleva un adorno parecido al mío en el retrovisor y la misma caja de pañuelos en el salpicadero.
Por eso hace un par de días intenté robarlo de nuevo. Sólo que esta vez, al ver que la llave no giraba bien y que estaba el viejo pesao (un día os hablo de este personaje) mirándome, me fijé en la matrícula antes de soltarle una coz. Y menos mal, porque no, no era mi coche.

Como me toque la lotería me compro un coche de algún color estridente que pueda distinguir con facilidad. Y contrato un abogado por si las moscas, que aún soy capaz de intentar llevarme el que no es.  

jueves, 10 de diciembre de 2015

Yo digo que sí se puede

Siempre he dicho que no creo en las estadísticas o en las supuestas encuestas esas que salen en la tele sobre intención de voto. Porque, ¿a quién le preguntan? ¿bajo qué circunstancias? ¿y qué garantiza que el encuestado diga la verdad? Bueno, pues los agentes secretos del gobierno que nos espían decidieron que mis dudas ya empezaban a ser demasiado y que estaba a punto de descubrirles, por lo que decidieron tomar cartas en el asunto. A partir de ahora tengo que usar gorrito de papel albal cada vez que piense fuertecito para evitar este tipo de contratiempos.
El caso es que ayer me llamaron del CIS para indagar sobre a quién voy a votar. Primero pensé en no contestar y mandarles a freír monas mientras forraba las paredes de mi casa con cartones de huevos. Luego valoré la idea de vacilarles y decir que pretendía votar a la falange auténtica de las Jons. Y por último decidí decir la verdad.
Sabéis que no me gusta mucho hablar de política en público. No soy partidaria de tocar ciertos temas que no suelen traer nada bueno. Al fin y al cabo, nadie convence a nadie y lo más que consigues es calentarte y terminar pensando que alguien que te caía bien es gilipollas.
Sin embargo útimamente estoy muy lanzada y de vez en cuando hasta debato con gente con la que sé que merece la pena debatir. Nada de radicales, de cerrados de mente, de gente que escucha campanadas y no sabe de dónde vienen.
Y bueno, hoy aquí voy a hacer una pequeña excepción porque creo que la gente que me lee es lo bastante inteligente. Al menos con la que interactuo y a la que aprecio.
Yo antes era una apolítica convencida. Y en parte lo sigo siendo. No había votado nunca hasta las pasadas municipales por una cuestión de convicción absoluta en no tener nadie que mereciera mi voto y preferir estar en la lista de abstenciones, demostrando así mi descontento con el sistema. Y sigo defendiendo el derecho a abstenerse con la misma fiereza con la que defendería el derecho al voto, ojo ahí. DERECHO, señores, ante todo, derecho. Imposiciones para los tiempos pretéritos.
Ahora voy a votar a Podemos. Porque me sale del mismo coño votarles, francamente. Porque creo que se lo han ganado. Han dado una opción que no existía. Defienden cosas que me gustan. Tienen otras ideas que no comparto. Pero se han dejado la piel en mandar a tomar por culo un bipartidismo que me daba nauseas y con eso me han ganado. De momento. Pablo Iglesias me gusta. Tiene sus cosas, pero me gusta. Y me merece la pena jugármela y dar una oportunidad a lo nuevo, lo diferente, lo que me ha conseguido ilusionar. Que igual en un tiempo me arrepiento, o admito mi error si es que me equivoco. Pero de momento, arriesgo. Doble o nada.
Respeto totalmente a quien tenga otra opción. A quien vote a otro partido, a quien no vote, a quien vote en blanco, a quien meta una rodaja de chorizo en el sobre. Que cada uno haga lo que su conciencia y su inteligencia le dicte. Pero yo sé lo que voy a hacer y por qué y exijo el mismo respeto.

Así que, yo lo tengo claro. Yo no puedo olvidar ni obviar que durante años nos han expoliado y se han reído de nosotros sistemáticamente. Yo no olvido los sueldos vitalicios, los cargos absurdos, las dietas desorbitadas, las puertas giratorias. No olvido los escándalos, la corrupción, la prepotencia, los coches privados, los despilfarros, el sufrimiento del pueblo para pagarles sus vicios. No me sale de los cojones. Y sí, sonrío al futuro, a la posibilidad del cambio, a las nuevas propuestas, a los repartos equilibrados, a plantar cara al poder. Sonrío, porque tengo esperanza. Sonrío, porque pase lo que pase, se ha abierto al fin una brecha en el muro de contención de los poderosos y al final cederá y el agua arrasará con fuerza. Sonrío, porque para que caigan los de arriba, los de abajo nos estamos meneando. Sonrío, porque sí se puede. Vaya que se puede. Y ahí les duele. Que se jodan, porque podemos.  

domingo, 6 de diciembre de 2015

lo cuento y ya está

El otro día estaba intentado escribir algo súper positivo para lo de las quince cosas y me quedé un poco en blanco. El 2015 ha sido un año raro. Se ha pasado muy rápido, me he enterado de la mitad y casi todo lo que ha pasado ha sido o realmente bueno o realmente malo. No sé muy bien cuál es mi valoración global del tema a estas alturas.
El caso es que hasta verano todo fue bastante bien, pero en cuanto volví de las minivacaciones con los blogguers, todo se torció. La muerte del chico de mi pueblo me afectó más de lo que pensaba y me hizo replantearme muchas cosas. Tanto, que una vez más en la vida, lo mandé todo al traste. Fue un mes muy triste, la verdad. Septiembre también fue una caca, no vamos a engañarnos. Pero luego las cosas empezaron a cambiar. Y a cambiar, cambiar y cambiar. Y en octubre todo pegó un giro de 180º y aún estoy asumiendo las consecuencias.
Lo que quiero decir desde hace tiempo y no sé cómo es que vuelvo a estar con el Ross. Así lo suelto, BUM.
Me cuesta mucho últimamente contar ciertas cosas en el blog y no sé muy bien por qué. Creo que en parte es porque me lee más gente de la cuenta o porque cuando las escribo se hacen extrañamente reales.
Todo empezó con el viaje a la playa con mis amigos. Unos días antes el Ross y yo nos habíamos vuelto a liar, pero no le dí importancia porque estoy acostumbrada al rollo de los últimos años de liarnos y luego nada. De hacerme ilusiones y luego pegarme el batacazo. Sin embargo, había una diferencia sustancial y es que esta vez, no fui yo la que dió ningún paso. Fue él el que quiso acercarse, el que me dijo muchas cosas y el que decidió que ya era suficiente tiempo mareando la perdiz, que teníamos que estar juntos porque es lo que en realidad queríamos. Era él el que quería un futuro, el que quería una estabilidad, el que quería estar conmigo publica y oficialmente, para siempre si hacía falta. Yo flipé muchísimo, pero me dejé querer, la verdad. Con él siempre me ha resultado fácil dejarme llevar. Él es una parte de mí, él es como respirar.
¿Qué es lo que le hizo cambiar de opinión? Pues sólo él lo sabe. Dice que se ha cansado de ir y venir, de fallarme, de hacernos daño y que se había dado cuenta de que no quería estar sin mí. Creo que cuando estuve con el Niño Chico pensó que me había perdido. Es normal, es el único otro hombre al que de verdad he querido a parte de a él. Por eso al dejarlo, debió pensar que era una especie de última oportunidad para cazarme al vuelo. Y no se equivoca. Yo ya estaba convencida de que no sería nunca y lo había asumido, lo había aceptado y estaba bien, estaba en otro camino de vida. De hecho, no había vuelto a pensar en él de esa forma desde hacía tiempo. Pero mira. Cosas que pasan. Por fin nos hemos puesto de acuerdo para querernos. Porque el problema del Ross y yo es que nos hemos pasado la vida queriéndonos a destiempo. Y esta vez nos la jugamos a todo o nada. Ya es hora de ver si realmente somos el uno para el otro o no y lo zanjamos de una vez por todas.
Por ahora todo va muy bien, la verdad. Estoy muy contenta. Él está muy feliz. Y Ron está encantado de que un tipo grande y calentito le coja en brazos por las noches en vez de tener que acurrucarse en mis manos heladas. Así que todos bien.

Y ahora le voy a dar a publicar antes de empezar a asustarme por estar contando esto, por darme cuenta de que estoy en una relación seria y por asumir que el destino me ha cazado por sorpresa. Que si lo pienso mucho me da el yuyu.  

lunes, 30 de noviembre de 2015

Aún lo tengo, pero.

Os he contado medio de pasada que estoy medio trabajando con una niña y su familia. Todo surgió porque a mi amigo el poli su madre le contó el caso de una amiga que tiene una hija preadolescente con un comportamiento un poco chungo que necesitaba ayuda y no sabía qué hacer. Él sabe lo mal que lo estoy pasando económicamente y por estar en paro y me dijo que si me interesaría hacerme cargo del tema. Yo dije que sí muy ufana, pero luego me entró el chungo.
Hace años trabajaba con adolescentes a diario. Con niños de familias totalmente desestructuradas, con problemas legales, emocionales y psicológicos graves. Y lo hacía muy bien. Pero hace tiempo de todo aquello. Y me dio por pensar que igual había perdido esa “magia” que tenía para hacerme con ellos. Me pasé dos días dándole vueltas a la cabeza. Igual me venía súper grande y no sabía que hacer. Igual me sentía perdida y asustada y empeoraba la situación más todavía. Igual tenía que salir de allí con el rabo entre las piernas y las orejas gachas. Igual todo lo que creía que supe hacer, había sido un espejismo.
Sin embargo, como soy una intrépida inconsciente, fui a la entrevista inicial con la familia. Identifiqué los problemas principales y empecé la terapia. Tres semanas después la niña me adora, la madre está encantada y a pesar de que es un trabajo a largo plazo, las cosas han mejorado claramente. Y mi ego está un poco por las nubes. Sigo siendo buena en lo mío. Sigo teniendo ese “don”.
El viernes quedamos para unas cañas en Casa Paco mis amigos y yo. Entre toqueteos a la barriga de Reichel y bromas y comentarios sobre la boda de Bombita y los demás acontecimientos recientes, tuve un rato de charla con Flumi. Nos acercamos a mi coche a por una cosa y nos quedamos en la puerta a fumar un cigarro. Me dijo que le han ofrecido trabajo en Tomarpor de arriba y que lo está pensando. Flumi es un tipo muy válido, muy inteligente, muy trabajador, muy, pero que muy bueno en lo suyo. Y sólo encuentra trabajos de mierda. Le conté lo mío. La niña, la ilusión, la confianza recuperada y sin embargo, la sensación de que siendo cojonudos en lo nuestro, nos estemos comiendo la mierda. Porque si fuéramos unos negados, diríamos, bueno, estudié esto pero me equivoqué porque no valgo para ello, no lo hago bien. Pero cuando eres tan bueno, dices, joder, pues qué mierda. Estoy desperdiciando mi vida, mi talento y mi todo. Nos entendimos como nos entendemos él y yo.
Y bueno, eso. Que estoy contenta por recuperar esa confianza en mí misma y reafirmarme en que no me equivoqué al elegir profesión. Pero me da pena trabajar dos horas a la semana y no poder hacer a tiempo completo lo que realmente me gusta, lo que realmente hago bien.

En fin, al parecer nunca puedo tener un sentimiento sin tener también el contrario y cincuenta más relacionados con el tema.  

martes, 24 de noviembre de 2015

tardes de cacao mental

Siempre he sido una persona contradictoria. Odio madrugar, pero odio más aún estudiar o trabajar por las tardes. Si trabajas/estudias por la mañana, tienes que levantarte temprano, obviamente. Y me da por el culo hacerlo. Sin embargo lo prefiero. Tener que estar toda la tarde fuera de casa me agota y tengo la sensación de perder el día y no tener nada de tiempo para mí.
Como la vida es tan simpática que si no quieres caldo te pone tres tazas, este año tengo un montón de cosas que hacer... por la tarde.
Lunes y miércoles tengo una especie de trabajillo en el que voy de mediadora familiar y de terapeuta de una adolescente un poco descarriada. Vuelvo poco antes de la hora de ducharme y cenar y con la cabeza cargada de palabras. Cero ganas de hacer nada más.
Martes y jueves hago pilates y de ahí me voy a toda leche a inglés. Me estiro y digo “winter is coming” a partes iguales. Apenas tengo tiempo de comerme una manzana de camino para no desfallecer. Que por cierto me la como en el trayecto y luego encuentro el corazón mordisqueado semanas después por ahí tirado. Con la de mierda que tengo en el coche cualquier día me crece un manzano entre los asientos de atrás. Llego a casa a la hora justa para ducharme, cenar y caer en el sofá medio en coma entre el cansancio y los phrasal verbs.
Los viernes antes me rascaba el higo a dos manos. Pero no sé qué pasa últimamente que todo el mundo quiere hacer planes y no hay un viernes que pueda comerme una lata de fabada y quedarme toda la tarde en casa tirándome pedos. De verdad que ya no le dejan a una realizarse.
El caso es que siento que los días se me pasan volando. Me levanto, me voy a hacer cosas del despacho con mi madre o a cualquier cosa. Apenas limpio un poco o pongo la lavadora. Tengo que volver a comer, reposar 15 minutillos para que no se me salgan el filete de pollo por las orejas mientras hago la postura del tigre y salgo corriendo. Y vuelvo como los niños, para ducharme, cenar y quedarme medio gilipollas en el sofá. Así que no leo, lo escribo, no nada. Os leo los blogs desde el móvil y curioseo un rato twitter. Y ya.

Y me siento un poco gilipollas. Creo que no sé de nada, la gente me pregunta por cosas de la tele que no veo, me habla de noticias que he oído de refilón mientras conducía y me habla de historias de internet que no sé ni que existen. Eso sí, puedo contarte dudas existenciales adolescentes, hablarte de la postura del insecto y decirte una frase con cuatro tiempos verbales diferentes en inglés. Cualquier día digo a mi profe de pilates que I am the nightwatcher , pongo a la niña a hacer cien abdominales y le digo al profe de inglés que hable con más respeto a sus padres.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Un pedazo de mí en París

El pensamiento me atravesó como una relámpago. No había recordado su nombre desde hacía años. Ojalá esté bien. Espero que tenga un buen trabajo, familia, mujer, hijos, perro, gato. Yo qué sé. Espero que sea feliz. Y sobre todo, estos días, espero que esté bien.
Era tan guapo que la primera vez que le vi se me fueron los ojos detrás de él. Tan rubio, tan blanco, con las facciones tan perfectas. Pasó por delante, con una camiseta blanca. Parecía casi algo etéreo entre tanto colorido chillón, tanta piel achicharrada, tanta ropa hortera y tanto mal gusto.
Era el verano del 2003 y la zona de fiesta de Denia. Yo había ido con mi amiga M a pasar la semana tostándonos al sol y pasándolo bien. Teníamos 20 años recién cumplidos y muchas ganas de fiesta. Se nos acercaban muchos tíos, éramos jóvenes y guapas, pero casi siempre nos reíamos más que otra cosa porque la mayor parte eran locos, o chulos de playa o famosetes de medio pelo. Tíos que se acercaban con una ristra de frases absurdas, preguntando si estudiábamos o trabajábamos, si éramos de allí y si estábamos de vacaciones. Tíos que parecían estar haciendo una competición a ver con cuántas fulanas se enrollaban esa semana de playa. Nosotras bailábamos, nos reíamos un rato y volvíamos a casa con un puñado de anécdotas divertidas.
Cuando él pasó, las dos le miramos. Le dije a M que no se podía ser más guapo y ella, aunque me dio la razón se había quedado prendada de un tipo enorme con rasgos árabes que le acompañaba. Yo ni había reparado en el otro. Seguimos hablando, sentadas en la terraza. Aquel chico estaba fuera de mi alcance, era evidente. Nunca se fijaría en mí. Por eso cuando vino el camarero y nos dijo con una sonrisa burlona que nos invitaba a una ronda de parte de los chicos del fondo, nos temimos lo peor. Otro loco o otro chuloplaya. Pero señaló hacia el fondo. Y desde allí nos sonrió y nos saludó con la mano. Vino a nuestra mesa y se sentaron con nosotras.
El chico más guapo del mundo resultó ser francés, su madre era medio española y hablaba con un acento dulzón. Y por alguna razón desconocida, yo le había gustado. No me explico todavía por qué. Todas las chicas de todos los sitios de alrededor le miraban. Pero él decía que había sido un flechazo, que me había oído reírme y que le había gustado mi sonrisa. Yo descubrí con agrado que cuando le daba el sol era pelirrojo. Ya sí que no podía ser más perfecto.
Pasamos una semana juntos. Íbamos a la playa, a la piscina de su urbanización, a la de mi amiga M, a tomar algo por la zona del puerto. M estaba encantada porque los otros chicos franceses la trataban de maravilla y así practicaba inglés. Yo iba de su mano, mirándole, gastándonos bromas, disfrutando de cada palabra suya dicha así como él la decía. Besándonos en los rincones, tumbándonos en el césped y paseando por la arena. Besaba de maravilla. Y me susurraba cosas que entendía a medias. Todas las chicas de Denia me odiaron durante cuatro días.
Después nos despedimos. Los dos sabíamos que tenía que pasar, así que sólo fueron un par de lágrimas de final de verano. Nos abrazamos, nos dijimos cosas, nos besamos una vez más. Me acompañó al portal, le acompañé de nuevo al coche. Me besó otra vez. Qué mal que vivamos tan lejos. Él se rió, hay vuelos directos a París, no es para tanto. Si vas, te enseñaré la Torre Eiffel, aunque es difícil no verla. Si vienes a Madrid no sé dónde podría llevarte. Al Bernabeu, dijo con una sonrisa. O a donde tú quieras, lo más bonito de Madrid siempre serás tú. Le besé por enésima vez. Y me fui. Sabía que nunca le volvería a ver. Nos escribimos mensajes un tiempo. Nos mandamos un par de cartas. De algún modo me sentí un poco en París un tiempo y yo le llevé a él por Madrid en cada uno de mis pensamientos.
Luego llegó septiembre. El nuevo curso, la universidad, el “buenos días rutina” que me acompañaba cada día en la facultad. Mis amigos, los planes, las fiestas en la asociación cutre donde pasaba las horas. Y llegó el Ross. Y con él mi mundo empezó a girar a otro ritmo. Nuevos amigos, equipo de rugby, terceros tiempos, casa Paco, fiestas “satánicas”. Supongo que a él le pasaría igual. En navidades nos felicitamos el año. Y creo que con el 2004, él fue diluyéndose en los recuerdos de verano. Creo que la última vez que supe de él fue cuando los atentados del 11-M. Quiso saber si estaba viva y bien. Por suerte, no me tocó de cerca. Ni a mí, ni a los míos.

Ojalá, tantos años después él pueda decir lo mismo. Ojalá mi precioso parisino esté bien, él y los suyos. Ojalá el horror no le haya pillado cerca. Ojalá esté casado, tenga hijos, perro, gato, lo que sea. Ojalá sea feliz. Ojalá ese pedacito minúsculo mío que hay en París esté intacto en medio de la locura, de la barbarie, del despropósito humano. Ojalá estés bien, querido mío. Ojalá la ciudad de la luz siga iluminando tus ojos verdes. Ojalá tu sonrisa siga haciendo frente al miedo.  

domingo, 15 de noviembre de 2015

Podría, pero aún no puedo.

Podría hablar de los atentados de París. Podría dar una opinión al respecto.
Podría hablaros de las cosas que me tienen ocupada y me impiden publicar tan a menudo como me gustaría.
Podría hablaros de las últimas trastadas de Ron y de lo mucho que me río con él.
Podría hablaros de que el niño de Anita cumple un año en una semana y me parece increíble que ese ratoncito que vi a través de los cristales se haya hecho tan grande y tan golfo.
Podría hablaros de sentimientos, de confusiones, de agobios, de alegrías y de emociones a flor de piel.
Podría hablaros de un proyecto que me ha salido para medio ganarme dos duros al mes y que me tiene emocionada y contenta.
Podría hablaros de fechas y de bromas del destino.
Podría, pero no voy a hacerlo.
Sólo voy a decir que una vez dije que era tan fácil como respirar y que curiosamente, sigue siéndolo. Que una vez dije muchas cosas y que siguen vigentes de una forma familiar y extraña a la vez. Que una vez dije que a veces he querido rendirme pero no lo he hecho y me alegro de ser persistente. Que una vez dije que tenía un sentimiento agarrado a las tripas y no se me iba, porque sigue ahí y moriré con él.
Os daré más detalles en breve. Cuando pueda, cuando sepa, cuando me ordene la cabeza y la vida. Por ahora trataré de volver a las chorradas más o menos a menudo. Y que os leo, os leo cada noche, pero no siempre puedo comentar.

De momento sólo puedo deciros que Winter is coming y que nunca me pareció tan bien.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Inglés para lerdos: I am the nightwatcher

¿Sabéis esa gente con un don especial para los idiomas? ¿Que se lanza a hablar sin vergüenza y no le paraliza la posibilidad de meter la gamba? ¿Que habla con soltura y fluidez aunque no sea totalmente bilingüe sólo porque le echa un poco de cara?
Bueno, pues no soy de esas. Y ya me gustaría. Mi amigo Bombita, por ejemplo. El tío habla una patata de inglés, pero no le acompleja. Cuando nos juntamos con Reichel y Rulas es capaz de contarle su vida, obra y milagros al pobre holandés que no le entiende ni la mitad. ¿Creéis que eso le acompleja? Nada más lejos. Otro caso parecido es el del propio Rulas. Él habla inglés y holandés que son sus lenguas maternas. Y se suelta a chapurrear español sin miedo ninguno. Lo hace tirando a regular, pero lo suple con muchísimo humor y expresividad.
Yo sin embargo me atasco. Me muero de vergüenza y no soy capaz de decir cuatro palabras seguidas con sentido sin tartamudear, decir tacos y tener ganas de echarme a llorar desconsoladamente. Por eso entre otras cosas me apunté este año a la academia. Porque el caso es que por escrito no tengo mal nivel. Pero a la hora de que esas palabras salgan por mi boca me dan los males. Curiosamente, canto sin trabarme ni una vez. Y sabiendo lo que digo, no modo aguanchuguan. Creo que mi cerebro funciona sólo regular.
En clase de inglés lo peto cuando se trata de vocabulario. Mi afán por la música extranjera y por las series en versión original unidas a mi memoria para las absurdeces hacen que sepa el significado de las cosas más peregrinas. Ejemplo, el profesor pregunta cómo se dice clavado o pegado. “Stuck”, digo sin dudar porque la canción “Stuck in the middle with you” me encanta. ¿Alguien sabe cómo se dice “forma”? Shapes, porque es lo que pone en los paquetes de ropa moldeadora. ¿Oscuridad? ¡¡Esa me la sé!! Darkness, como en el juramento de los guardianes del muro de Juego de Tronos. Cualquier cosa que se diga en esa serie me la sé. Venga, que me pregunten cómo se dice bastardo, o corona o dragón o trono de hierro o enano o... Y me estoy viniendo arriba cuando el tipo vuelve al tema del día “¿Alguien quiere describirme lo que hay en la foto?” Miro la imagen. Unos niños que ven la tele y una madre que entra por la puerta. Oiga, como no venga a decirles que son bastardos y que tienen que ir a luchar con sus espadas de acero valirio estoy jodida.
El profe insiste mucho en que todos hablemos y creo que me ha cazado cuando intento escaquearme, así que me tira mucho de la lengua. El tío es consciente de que soy la que mejor vocabulario estúpido tengo de toda la clase con diferencia, pero también sabe que me atasco cosa mala al hablar. Así que me suele insistir. “¿Qué es lo que puede estar diciendo el niño de la derecha?” Yo qué sé... ¿I am the sword in the darkness, I am the watcher on the wall? Alguno de mis compañeros menos friki que yo siempre sale con alguna cosa normal tipo “Maybe the boy want to know if the dinner is ready.” Tío, eres un rollo patatero.


El caso es que, bromas a parte, estoy mejorando bastante. Intento hacer ejercicios en casa y hablar en las clases aunque a veces la cague estrepitosamente. El profesor es muy simpático y las clases son divertidas aunque nunca recitemos el juramento de la guardia de la noche. Bueno, yo a veces se lo recito a Ron cuando estamos solos. Todo sea por ir cogiendo soltura con la pronunciación.  

viernes, 30 de octubre de 2015

Las ofertas "bulto" y otros problemas de estar en paro

Últimamente he visto varias quejas en twitter de algo que pensé que sólo me pasaba a mí. Y lejos de consolarme con el mal de muchos, he pensado que o pasa algo raro o es que yo soy demasiado conspiranoide. Pero vamos a ver si no huele regular el tema.
Como muchos españoles, yo estoy buscando trabajo. Para mi desgracia, la crisis pegó de pleno a mi rama profesional y después de haber trabajado sin parar desde antes de terminar la carrera, me quedé en paro hace unos cuatro años. Y a veces parece que fue muy lejano y que no sirvió de nada tanta experiencia, trabajar en diferentes cosas, formarme y aprender, machacarme y dejarme la piel en lo que hacía. Pero bueno. Desde entonces he hecho cosillas sueltas, me he sacado varios cursos, me he apuntado a inglés y para pagarme las facturas he trabajado con mis padres. Pero no mola. Yo quiero un trabajo normal, de gente normal. No quiero estar con el ahora sí, ahora no, con el agua al cuello siempre, con el dinero asquerosamente justo, con el agobio mes tras mes. Porque esta situación es cansina y agotadora. Y porque por circunstancias personales que no vienen al caso, empiezo a necesitar un empleo de manera imperiosa y urgente.
Así que cada mañana y cada tarde me meto en las páginas de empleo, me apunto a ofertas, tomo notas de empresas a las que escribir mails. Algunas responden amablemente, otras nada. Al principio frustra, luego ya te acostumbras y te resbala. Lo que me mosquea y de lo que os hablaba al principio es de lo que yo llamo “las ofertas bulto”. Son esas que aparecen siempre, que las ves, te llevas una alegría y respondes tan contenta porque cumples todos sus requisitos. Pero todos, aunque sean absurdos o una locura. Te piden que hables chino y lo hablas. Te piden que tengas un 35 de pie y lo tienes. Te piden que tengas el pelo cortado a tazón y lo tienes. Y dices, joder, me llaman seguro. Lo rellenas todo tan contento. Y al día siguiente compruebas con asombro que tu candidatura está rechazada. Y dices, bueno, pues habrá alguien que además de hablar chino, tener un 35 de pie y el pelo a tazón, la chupará de maravilla. Pero debe ser que no, porque a la semana o los quince días, la oferta reaparece misteriosamente. WTF!! Y tú vas y la echas de nuevo. Que igual no vieron tu maravilloso currículum. Añades una carta de motivación. Les escribes lo bien que lo haces todo y les adjuntas una copia larga de tus méritos, tus cursos y tus experiencias. Meeeeeeec, rechazada. Bueno, vale, me tienen manía. Y al poco tiempo, otra vez la oferta renovada en la página, que ya no sabes si echarla o pasar o llamar al FBI y decirles que vaya forma de tratar de espiar a la gente. O mi teoría del bulto, que es que la ponen para que parezca que hay más ofertas de que la realmente hay.
Obviamente no me refiero a esas páginas donde las ofertas se renuevan solas, no. Ni a esas que una vez inscrito no te puedes volver a apuntar. Me refiero a las que las ofertas sólo aparecen si están recién puestas y que te aparecen el número de candidatos apuntados. Y os aseguro que estas ofertas aparecen y desaparecen no sé con qué motivos oscuros. Y al parecer, no soy la única a la que le pasa.
Y por último, ya que hablo del tema de buscar trabajo y tal, diré que me jode la gente que te culpa de estar en el paro. Que te dice que eso es que no te mueves, que no buscas o que no haces nada. Porque encima de que te sientes una inútil, una mierda y tu autoestima baja por momentos cuando todo el mundo se permite cosas que están tan lejos de tu alcance que no puedes ni soñar con ellas, alguien te dice que tú eres la culpable de tu situación. Sí, me encanta no poder irme de vacaciones a donde me apetece, me encanta no poder comprarme caprichos, me encanta callarme cuando mis amigos hacen ciertos planes porque sé que no puedo apuntarme. Me gusta mucho, muchísimo, ahorrar tres meses para el cuarto poder hacer algún dispendio loco, como ir a cortarme el pelo. Me encanta que se estropee algo en casa y tenga que pedirle dinero a mis padres como si fuera una niña pequeña. Me gusta muchísimo esta especie de humillación constante. Me alegra mucho no querer casarme ni tener hijos, porque si quisiera estaría jodida. Así que por favor, si tenéis algún amigo en paro, a no ser que sea un claro caso de ni-ni por voluntad propia, no le digáis que si se mueve lo suficiente para encontrar algo. Porque hace pupita escucharlo.

Y nada, oye, que si alguien sabe de alguna vacante en su empresa o de lo que sea, que me lo diga. Que total, por intentarlo en un sitio más no pierdo nada.


lunes, 26 de octubre de 2015

Menos mierda y más plural

Cuando leí lo de “quiero estar soltera pero contigo” porque lo publicó una amiga en facebook casi me caigo de culo. Yo lo que quiero es liarme a mamporros con la mitad de la humanidad. Lo curioso es que el texto pretende ser innovador o rompedor o moderno o qué sé yo qué cojones pretende. Pero no. Es una mierda pinchada en un palo que las tías con media neurona que se pusieron cachondas leyendo las sombras del Grey ahora creen que es lo más de lo más. Y yo de verdad creo que habría que sacarse una especie de graduado para hacerse llamar ser humano y demostrar que no eres una ameba.
Aparte de que recomiendo leer este artículo al respecto y que dice grandes verdades, añado yo un pensamiento mío personal. Y es algo tan sencillo como que cuando se habla de pareja debería usarse más el plural y menos el tú tal y yo cual. El plural no implica hacerlo todo juntos, no implica perder personalidad ni individualidad. Implica trabajar hombro con hombro, mano a mano. No es lo mismo decir “yo pelo, tú cortas, yo pongo la sartén y tú echas las patatas” que un simple y bonito “entre los dos / nosotros preparamos las patatas”. Que es el defecto gordo que yo le veo a esta carta o lo que mierda sea. Porque esta tía no quiere estar soltera pero con él. Quiere que él no se agobie diciendo que son novios, pero comportarse como una mujercita que necesita a su hombre al lado. Y no. No es cuestión de estar soltera o casada, contigo o sin ti. Es cosa de ser dos que hacen una vida en común. ¿Eso significa que vayan juntos a cagar? NO. Significa que haya un plural, un toma y daca, un los dos, un codo con codo. Que no haya dependencia, que no haya uno que sale ganando siempre. Quiero que nos riamos, que hagamos el payaso, que salgamos cada uno con nuestros amigos y nos contemos las anécdotas de la noche después, que nos esperemos despiertos y que nos sorprendamos con detalles. ¿Tan difícil era?
Y todo esto lo digo yo, que soy rara de pelotas. Que no me gusta la palabra “novios” porque me parece carca, que “mi pareja” me mosquea porque creo que ocultas algo y que “mi compañero/a” me suena a rojismo extremo de barricada y puño en alto. Yo, que temo el compromiso y que odio dar explicaciones de mi vida privada. Yo, que soy como soy. Pero.
En fin, no me explico demasiado bien últimamente. Creo que es cosa de estar estudiando inglés y tener la cabeza llena de pájaros. O las hormonas. O lo que sea.


martes, 20 de octubre de 2015

Bodorrios, rugby y trajes de gala

Cuando hace un par de años Gordito se casó con su señora, lo hizo vestido con chaqué. Muy tradicionales ellos. Y pidió a sus hermanos y testigos que fueran también de pingüinos. El Ross consiguió escaquearse y yo no dije ni mú porque no me gustan los chaqués. Lo respeto y a quien le guste para una boda o lo que sea, pues bien, pero a mí no me molan nada.
El caso es que uno de los que sí aceptó la propuesta fue Bombita. Y el tío iba más que feliz embutiendo sus 140 kilos en un gigantesco chaqué de alquiler que, según él, le quedaba como un guante.
Tanto le gustó la experiencia que cuando le pidió matrimonio a su chica a la que llamaremos Bubita por razones que ahora mismo no vienen al caso, puso como condición ir con tan elegante y para mi gusto caduco atuendo. Y ahora pretende que todo el mundo vaya igual.
El día que nos los dijo estábamos poniéndonos tibios a cervezas en el bar de Eusebio y nos hizo hasta gracia. Jiji, jaja, este Bombita, qué cosas tiene. Además, yo huí de mirada suplicante del Ross que pretendía que yo le sacara de ese berenjenal alegando que a mí no me gustan los chaqués. Pero no me dio la gana. Yo estaba más interesada en los modelos preseleccionados que iba a probarse Bubita y que me estaba enseñando en el móvil. Buen gusto la chica, por cierto.
Cuando la semana pasada estuvimos en la playa, Bombita volvió dale perico al torno con el chaqué de las pelotas. Y yo seguí pasando del asunto porque bastante tengo con decidir qué me pongo yo como para gestionar qué se ponen los demás. El Ross alegó que él tiene un traje negro muy bonito del Corteinglés que le compré yo hace la torta de años para la boda de Amigaguapa del pueblo. Y que no pensaba gastarse un duro más en ese tema. La vena roñer atacando fuerte. Bubita dijo que le daba igual, que él quería que fuera de chaqué y mientras ellos discutían, Reichel, Pelirroja y yo nos pusimos a debatir si era mejor vestido largo o corto, si pelo recogido o suelto y me puse a hacerle una trenza super chula a Pelirroja que tiene el pelo más bonito del mundo y que quiere que la peine yo ese día. Así de nuevo, me escabullí del asunto.
Y pensé que como queda un montón para la boda y hablamos de ella sólo cuando nos juntamos, ahí había quedado el asunto. Pero ayer estaba tumbada en el sofá del Ross zampando patatas fritas y escuchándole hablar de rugby cuando de repente dice:

  • Y he pensado llevar un kilt.

Mierda, he debido desconectar de la conversación y me he perdido una parte. A ver, rebobinemos. El mundial de rugby. Australia contra Escocia, no sé qué de la decisión arbitral en el minuto 78. Que al final pasó a semifinal Australia, pero que claro, lo mereció Escocia. Hummmm... escocia, kilt... veo la relación, pero...

  • … Porque yo con un chaqué no me veo, pero con un kilt de gala...
  • Ah, para la boda, dices.
  • Claro. He pensado alquilar un kilt de esos chulos de gala.
  • Ehhhh... vale.
  • Así que busca un sitio donde los alquilen y lo miramos.

El caso es que yo veo complicado alquilar un traje escocés medianamente decente en España. Y que en pleno Toledo y mediados del mes de junio, no me pega mucho un traje de pura lana ovejuna escocesa, pero oye, él sabrá. Al que le va a picar el culo cosa mala va a ser al Ross, no a mí. Y aquí estoy, como una gilipollas, buscando un kilt de gala tamaño jugador de rugby. Que lo veo chungo, pero todo sea por verle en faldita de cuadros.

Así que lo dejo dicho porque si alguien me puede echar una mano, se agradece. Este blog ha conseguido cosas increíbles, igual consigue esto también.   

jueves, 15 de octubre de 2015

Decisiones ajenas

Hace poco os conté que mi amiga Pa quería dejar el trabajo. Tal y como están las cosas suena a locura abandonar un puesto fijo con un sueldo decente a cambio de nada. Y lo cierto es que yo no estoy de acuerdo con lo que quiere hacer. Por eso quise hablarlo con ella despacio y el otro día me senté, respiré hondo y le pedí que me diera sus razones. Una de ellas es que estaba quemada de su trabajo. Y vale, esa la entiendo.
Pa es auxiliar de enfermería y lleva desde que terminó los estudios trabajando en el mismo hospital. Me imagino lo desgastante que debe ser. Todo el día enfrentándote a la enfermedad, el dolor, la muerte; a las familias agobiadas y a los pacientes al límite de sus fuerzas físicas y psicológicas. Sé que quizás no es el trabajo más fácil del mundo. Que cuidar, curar, limpiar y dar de comer a enfermos a veces debe cansar. Pero no sé. Antes le gustaba y veía el lado bueno de las cosas. Antes encontraba la ilusión y las ganas. Y cuando todo eso fallaba, se cambiaba de especialidad y ya está. En los hospitales suelen ser comprensivos con esas cosas. Por eso después de un tiempo en geriatría estuvo en maternidad, que quieras que no, es como más alegre. Y otra temporada se la pasó en urgencias que es de locos, pero no te aburres. Y otra simplemente estaba rotando e iba de un servicio a otro según se la iba necesitando. El problema es que hace ya unos seis años o más que se metió en oncología y no ha vuelto a cambiar. Y onco es muy, muy duro.
El caso es que a base de hablar con ella, la convencí de que al menos pidiera una excedencia por si lo que ella quiere hacer no salía bien. En el hospital se lo han tomado regular y la están tratando de retener por todos los medios porque como ya he dicho otras veces, es una auxiliar estupenda. Incluso le han ofrecido que haga un curso (ellos le darían los días libres e incluso tratarían de financiarle una parte) para que se recicle un poco y cambie de servicio o de especialidad si quiere. Yo misma cuando me lo dijo le busqué unos cursos sanitarios a ver si le volvía picar el gusanillo y entraba en razón.
Pero nada, oye. La tía sigue erre que erre con dejarlo y tratar de ganarse la vida vendiendo productos dietéticos en una especie de empresa-secta que le tiene sorbido el cerebro. Y bueno, yo entiendo que te quemes de un trabajo y más si es tan duro. Entiendo que a todos de vez en cuando nos dé el perrenque de querer emprender algo nuevo. Incluso entiendo que te deslumbres por algo que te cuente alguien más “listo” en el mal sentido que tú. Pero hay otras cosas que no entiendo. Como que te dejes comer el coco por los comerciales de una empresa piramidal cuyos métodos son más que cuestionables y la mayor parte de sus actuaciones rozan la ilegalidad y traspasan la moralidad. O como que cambies el cuidar enfermos por vender sabe dios qué productos químicos para adelgazar sin supervisión médica.

En fin, no sé. Que me tiene preocupada el tema y ya no puedo hacer más porque he hablado con ella, la he ayudado a buscar alternativas y he tratado de hacerla razonar sin éxito. Lo siguiente va a ser ponerme a repartir collejas. O lo más duro, pero lo más efectivo: cruzarme de brazos y ver como alguien a quien quiero se pega un tortazo de los que hacen época. Pero al fin y al cabo, la decisión es suya y las consecuencias serán para ella. Que no sé por qué me preocupo yo por lo que haga el resto del mundo, si bastante tengo con lo mío. 

martes, 13 de octubre de 2015

pilas cargadas a tope

Os pongo en situación: El Ross y yo en casa de Pelirroja mirando por el balcón, móviles en mano. Bombita y su novia nos aseguran que están llegando pero se retrasan más y más. Están al lado, pero dando vueltas por el pueblo un tanto desorientados. Pelirroja ya ha entrado en el garaje con Reichel y Rulas, que recién llegados de Holanda no tienen ni idea de que les estamos esperando para darles una sorpresa. Nosotros al borde del infarto. Un minuto más y se encuentran en el portal. 30 segundos más y también. Por los pelos es poco.
Reichel se sorprendió tanto que tardó en reaccionar. Rulas no sabía ni en qué idioma darnos las gracias y sólo nos abrazaba fuerte y sonreía más de lo normal, lo que yo pensaba que era imposible. Bombita casi se ahoga subiendo las escaleras y a su chica casi le da un infarto. Sin embargo, lo más sorprendente de todo es que salió bien. Porque mira que nuestro grupo es un desastre y al final siempre sale todo fatal, pero no. Sorpresa, abrazos, besos y alegría a raudales. Qué bello es vivir con vosotros, qué fácil la felicidad a vuestro lado. Qué inmensos sois, copón.
En fin, el caso es que el viaje ha sido un éxito. Y eso que han faltado algunos. Flumi trabajaba y Gordito y su mujer tenían una boda. Pero bueno, han estado de espíritu.
Los demás hemos hecho de todo. Hemos tomado el sol, comido paella, paseado por la playa, bebido cervezas, visto el rugby y hablado hasta las tantas. Hemos disfrutado como enanos. Han pasado los años, la gente se casa, Reichel se preña y hay cosas que cambian, pero hay otras que permanecen. Cada vez es más fácil asumirlo. Cada vez es más sencillo saber que somos los mismos pero distintos, que hemos cambiado, pero permanecemos. Cada vez los 30 suenan menos mal porque compartimos más pasado, más historias, más confianza, más complicidad, más recuerdos. Cada vez la vida es más acogedora entre sus brazos.
Yo me traigo un montón de cosas buenas. He descansado como hacía años que no hacía. He caído rendida en la cama y me he levantado contenta, me he estirado en la terraza al sol con el sonido del mar de fondo, he desayunado entre risas y me he arreglado codo con codo con la novia de Bombita en el mismo espejo, cogiéndole más cariño y más confianza por momentos. Qué buena chica, joder, cómo me alegro de que se casen. He tocado la barriga aún inexistente a Reichel porque dentro está mi sobrino al que voy a adorar. Me he abrazado con Bombita porque me ha dicho una frase que pensé que nunca iba a llegar a escuchar. Con Pelirroja todo tan natural y tan fantástico como siempre. Me he reído, me he sincerado, he escuchado, he hablado, me he mojado los pies en la playa. He sido feliz y libre y tranquila. El aire de levante se ha llevado un montón de negatividad de mi cabeza y me ha desfruncido el ceño. Me ha purificado y fortalecido. Y sí, vengo nueva y llena de energía. A ver si me dura.

Y eso. Que aunque no me leáis, os quiero. Os quiero a reventar. Porque sois mi casa, mi familia, mi lugar en el mundo. Sois los mejores amigos que podría tener, sois las personas con las que soy como soy, como quiero ser, como me da la gana de ser. Sois mis mejores recuerdos, la mejor parte de mi vida, mi presente y el mejor de los futuros. Porque sé que las circunstancias cambian pero nosotros permanecemos. Y todo seguirá cambiando, pero encontraremos la forma, buscaremos el modo. Y os querré toda la vida.  

domingo, 4 de octubre de 2015

La educación de callarse la boca

No es la primera vez que lo digo, pero hoy en día hemos confundido la sinceridad con la mala educación, con la grosería y con ser un bocachancla. Eso, y que la gente es miserable de la hostia puta, pero bueno, vamos por partes.
Cualquiera que me conozca de cinco minutos puede tener bien claro que se me puede acusar de muchas cosas en la vida pero no de falsa ni de mentirosa. Creo en decir la verdad, creo en no esconderse y creo profundamente en ser claro y leal. Eso no significa decir todo lo que te pase por la cabeza, no es soltar todas las barbaridades que te vengan en gana y desde luego, no es ser grosero ni maleducado. Que el problema fundamental hoy en día es que a la gente le falta un poquito de mucha educación. Dicho esto, bien sabido es que creo que precisamente si hay una amistad y una confianza, cuando alguien te pide consejo debes ser sincero y decirle la verdad. Pero hay formas y FORMAS. Puedes decirle a alguien que crees que se está equivocando suavemente, puedes tratar de hacerle reflexionar y puedes mostrar tu desacuerdo siempre que dejes claro que tendrá tu apoyo y tu comprensión. Querer a alguien es apoyarle aunque no estés de acuerdo con lo que hace y estar a su lado aunque creas que está en un error. No sé si me explico. Lo que no debes hacer es boicotearle, machacarle ni ser innecesariamente hiriente. Y lo que desde luego no está permitido es volcar tus frustraciones, tus miedos y tu mierda en ella. Eso no mola nada. Porque además te arriesgas a que la otra persona tenga tan poco tacto como tú y te diga tres frescas, que te las estas ganando.
Y aquí viene el asunto de lo miserable que es la gente a veces. Yo tengo un montón de defectos, pero me alegro siempre del éxito ajeno. Y más si son mis amigos, gente a la que se supone que quiero. Me alegro de cuando les va bien, de sus logros laborales, de sus triunfos en lo personal, de sus proyectos que salen estupendamente y de sus reconocimientos. Me alegro en su felicidad, me apeno en sus tristezas. Y estúpidamente, suelo esperar que hagan lo mismo conmigo. Y la mayoría lo hacen, ojo. Mis amigos son los mejores. Por eso son mis amigos. Pero de vez en cuando viene alguien de quien esperas algo más. Y me llevo la torta.
El otro día le conté a una amiga algo que me tiene ilusionada. Aún no es más que el pequeño inicio de un proyecto, pero me gusta cómo va. Se lo conté esperando un buen deseo, un “espero que salga bien”, una alegría. No sé, esperando cualquier cosa que yo haría. Pero no. Me di de morros con una frase fea y con un montón de mierda que no me corresponde por encima. Porque esta tía, que no está en situación de criticar a nadie porque si ahora mismo hay alguien tomando decisiones estúpidas y haciéndolo todo mal es ella, volcó sobre mí todas las cosas que ven de puto culo en su vida. Me dieron ganas de cantarle las cuarenta, de decirle que cuando ordene toda su porquería venga y me diga algo, pero que mientras, se esté calladita que está más guapa. Me dieron ganas de decirle que yo la estoy tratando de apoyar y de comprender a pesar de que no da una a derechas. Me dieron ganas de decirle que creo que es imbécil y se está dejando embaucar por quien no debe, pero que lo único que hago es tratar de ayudar, de aconsejar y de tragarme lo que realmente pienso por no hundirla en la misera. Sin embargo decidí pasar. Si estás tan jodida que una buena noticia te revuelve y te hace echar por la boca un montón de basura, no mereces que te diga nada más y yo no pienso ponerme a tu altura. Es mejor que te quedes en tu propia mierda y te la comas a cucharadas.


Además, para desahogarme, ya tengo el blog. Hala.  

viernes, 2 de octubre de 2015

Días que cunden

¿Sabéis esa gente odiosa que dice que le gusta madrugar, se levanta activa y llena de energía y dice que así puede provechar el día? Yo no soy de esas. A mí me gusta dormir hasta tarde y no siento, ni remotamente, que esté perdiendo el tiempo. Oiga, estoy durmiendo, no estoy desperdiciando la vida. Que es algo bien sano y bien agradable el dormir a pierna suelta después de desayunar. Ron lo sabe, por eso me obliga a levantarme a las 7 o las 8, según le dé el aire. Y luego nos echamos un sueñito hasta las 9 o las 10. O las 12 si es fin de semana. No me da vergüenza ninguna admitirlo.
Pero hoy se me ha jodido el plan. Anoche no pegué ojo porque entre la regla, el dolor de cabeza que arrastro de toda la semana y alteraciones varias, apenas dormí. Luego me he levantado con Ron a las 7:30 y a las 9 estaba en el centro cultural de mi barrio a ver si pillaba una plaza para pilates. Y sí, la conseguí después de cuatro horas de tortura china esperando rodeada de abuelas con ganas de cháchara. Pensé que moría allí echa un gurruño sentada en la escalera.
Por la tarde me he ido a mi primera clase de inglés. Porque sí, he decidido desempolvar mi ajada lengua de Shakespeare y me he apuntado a una academia que da clases de conversación y de preparación a exámenes oficiales. A mí, la verdad sea dicha, no me gusta nada el inglés. Yo diría que soy más de francés, pero luego vaís al chiste fácil, así que me lo ahorro. El caso es que la clase mola, es muy dinámica, el profe (nativo) es muy simpático y sé que es útil. Pero jo, qué perezaca más grande las preposiciones y los pasados y los have y los do y blablablá. Coñazo, oiga. Y no sé hasta qué punto estas clases pueden conducirme a frungir con un Irlandés pelirrojo que se llame Owen. O un escocés pelirrojo que se llame McAlgo. O un pelirrojo cualquiera. Si por mucho inglés que hable no tengo pasta para irme a la caza del vikingo cachondo. Bah.
Luego me he venido para casa, he quedado un rato con mi amiga Pa que se ha metido en una empresa de esas de productos dietéticos para adelgazar y que es más una secta que una empresa. Qué comida de tarro, por favor. Qué coñazo de grupos de control, de proteínas, nutrientes, viajes de empresa, presentaciones, técnicas de venta y cuotas a alcanzar. Y yo qué sé, seré una descreída dormilona, aficionada al pilates y a los pelirrojos, pero a mí estos negocios que te ofrecen un supuesto dineral a cambio de invertir tú dos dinerales, me huelen a chungo pescao. Y dejar un trabajo fijo, con un sueldo fijo para vender polvos que huelen a diablos y que te rebajan los michelines me huele a chungo pescao de hace un mes. En fin, ella sabrá. Cada uno gestionamos nuestros errores como mejor sabemos. Bastante tengo yo con lo mío para solucionarle la vida a los demás.

Y bueno, esto es todo por hoy, que para lo vaga que soy ya me ha cundido el día más de la cuenta. Que tengo la cabeza como un bombo de historias de abuelas, de terceras personas del plural y de proteínas y nutrientes. Y no veo ningún pelirrojo dispuesto a llevarme a la cama en brazos. Así que me retiraré yo sola con mi amorcillo peludo que en unas horas tenemos que desayunar para volvernos a dormir un poquito más.


domingo, 27 de septiembre de 2015

el amor, las rupturas y el petróleo

El amor es un sentimiento temible. Nos altera, nos trastorna, nos vuelve gilipollas. Y es bastante incontrolable. Curiosamente, hay gente que dice buscarlo. Que cada vez que lo oigo me entra el sarpullido. “Yo es que estoy buscando el amor”. Sí, mira y yo estoy buscando petróleo que es mucho más útil. “Pero es que quiero encontrar el amor”. Que sí, que yo quiero encontrar petróleo y fíjate que lo más parecido es el moho del borde de la ducha que rasco cada dos por tres.
No, a ver, en serio. Uno puede decir que está abierto a encontrar a alguien. Que está predispuesto, incluso. Pero “el amor” así dicho, es absurdo buscarlo. El amor no puedes encontrarlo. Es él quien te encuentra a ti quieras o no, lo busques o lo huyas. Y te pasa por encima como una apisonadora. Te traspasa de lado a lado, te deja helado, te destroza y te recompone en un segundo. O al menos así lo viví yo hace la torta de años: con cara de gilipollas. Que luego todo se calma, se relaja y vienen los tiempos realmente buenos, los de la confianza, el respeto y blablablá. Lo que sea, no estoy hablando de eso.
Bueno, en realidad tampoco quiero hablar de encontrar el amor en sí. Ay, me estoy liando. Vaya churro de post.
A ver, lo que pretendo decir, entre otras cosas, es que hace tiempo que me siento confusa y rara y asustada y más confusa y más rara y... tal. Al principio pensé que igual eran las hormonas porque casi todo en mi vida se reduce a las hormonas. Luego lo tuve que pensar un poco más casi por obligación y me di cuenta de que había muchas cosas en mi vida que no estaban del todo bien. Aún tenía temas que tratar conmigo misma, capítulos que cerrar, miedos que superar, conflictos que afrontar y encrucijadas que decidir. Y tenía que hacerlo sola.
Total, que decidí que el Niño Chico no volviera a visitarme. Hace ya un tiempo, pero no me apetecía hablarlo y francamente, sigue sin apetecerme dar explicaciones. Y no es que haya pasado nada malo, no puedo decir una sola mala palabra de él, ha sido, tal y como he dicho, un asunto mío personal e intransferible. De hecho, no quiero extenderme porque hace tiempo que decidí no hablar de él en el blog y quiero seguir respetando esa decisión. Sólo quería aclarar que no ha pasado nada malo entre nosotros y sobre todo que él es maravilloso, es una de las mejores personas que he conocido y que la chica que termine con él será muy afortunada. Sólo es que esa chica no soy yo. No puedo serlo. No quiero serlo sólo por egoísmo. No puedo darle lo que él quiere ni estar a la altura de lo que necesita. No puedo amarle como merece.
Y me da un poco de pena, claro. Pero curiosamente, he tomado esta decisión con una sonrisa y sigo con ella. Porque aunque sea por una vez, estoy segura de que es lo correcto y lo mejor para ambos. Ahora sólo puedo esperar que me perdone si le he hecho daño y que algún día, cuando todo lo feo pase, podamos ser amigos.
Y hasta aquí el asunto Niño Chico. Seguimos adelante, show must go on.
Decía antes que el amor no se busca ni se encuentra, que más bien te atropella. En general los sentimientos no son algo que uno controla. Por eso son sentimientos. Y digo esto desde la absoluta convicción de que los dramas para las novelas y las obras de teatro, que nadie se muere por amor ni por desamor ni por nada. Nadie en su sano juicio, al menos. Que hay que mantener una cierta cordura y dejar de montar tragedias griegas por todo. Pero aún así, me desconcierta el hecho de que a veces no podamos amar a alguien aunque sepamos que es lo correcto y lo mejor en apariencia. Y viceversa, a veces no podemos dejar de amar aunque nos empeñemos en ello con ganas. El corazón, que es un gilipollas, vaya.
Y por si sirve de algo, me he vuelto a poner el anillo vaginal de hormonas para ver si me centro. No creo que lo consiga, pero al menos he dejado de tener hemorragias incontroladas y me siento algo más estabilizada. Igual un día de estos encuentro petróleo y todo.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Pero joder

El otro día hablando con el Ross me dijo respecto a uno de los becarios que tiene bajo su mando en el laboratorio donde trabaja haciendo vete a saber qué cosas, “... resulta que el tío nació en el 90. ¡¡EL 90!! Joder, que yo tenía 7 años, que tengo recuerdos de antes de que este chaval naciera y ahora tiene la misma carrera que yo.” Me eché a reír. Le he dicho muchas veces que nos estamos haciendo asquerosamente mayores, pero no me creía. Ahora anda traumatizado y mira de soslayo al becario que nació en otra década que nosotros.
Yo por mi parte tengo mis propios asuntos con el paso del tiempo. Reconozco que la muerte del chico guapo de mi pueblo, tan traumática y abrupta me ha dejado tocada. No veo la vida exactamente igual que antes, aunque no sé explicarlo bien, aún lo estoy gestionando. Y a eso se añaden cosas, muchas cosas. Cosas que me dan de bruces con los 32 tacos que me gasto.
Bombita se casa al año que viene. Por fin se lo pidió a su chica este verano y en junio del 2016 si todo va bien, habemus bodorrio por todo lo alto. Y me alegro, pero joder. Bombita, ese tipo irónico, con una voz preciosa y los ojos grises más inteligentes con los que me entiendo en una décima de segundo. Bombita, el que siempre estaba inventando juegos tontos, el que dibujaba de maravilla y hacía los carteles de la universidad, el que cantaba canciones, el que bebía cervezas hasta la madrugada, el que siempre preguntaba a todas las chicas si sería posible, por favor, que se dejaran tocar un pecho. Bombita, el que se metió por la ventana de mi cuarto una noche de borrachera en su casa de la playa alegando que era más difícil pero mucho más divertido, el que se coló en el balcón del vecino para recuperar una toalla, el que una mañana tras una noche de juerga dijo “pensé que no era posible pero estoy aún más borracho que cuando me acosté hace media hora. No sé si tomarme un café o abrir una cerveza y seguir de empalmada.” Bombita, con el que he llorado y reído, al que me cuesta abrazar porque no le abarco, el que siempre se quemaba jugando al rugby y luego iba con la cara tan rosa como la camiseta. Ese, el mismo, se casa. Y me alegro, repito, pero joder, repito.
Por otro lado Reichel está embarazada. Y lo mismo, me alegro, pero joder. Porque sé que lo estaban buscando, que van a tener un niño precioso porque ella es muy mona y el holandés es un tiazo que está estupendo, porque sé que va a ser una madraza, pero me cuesta creerlo. Reichel, mi niña del aparato en los dientes y la ropa mona, la que se reía por todo, la del idioma raro, la del acento pijo, la del “tía qué es lo que suena”. Reichel, la que estuvo enamorada de un gay, la que se lió con un tipo de la edad de mi madre, la que conducía un coche con más años que ella, la que siempre estaba haciendo planes locos, la que hacía paella para todos los domingos, la que montaba fiestas en su casa. Reichel, la que me abraza y me hace sentir bajita y pequeña, la que discute, habla las cosas, las soluciona, las perdona y sigue adelante con una sonrisa. Reichel, la que bebía vodka, jugaba al jia y se sabía todas las canciones obscenas de rugby, la que se quitaba la camiseta y la agitaba por encima de su cabeza sin pensárselo si la juerga lo requería. Reichel, la que es capaz de contar las cosas más bochornosas con la mayor capacidad de reírse de sí misma que haya conocido, la del “un poquito más y nos vamos los dos”, la de las frases de los 80. Esa, la misma, ahora va a ser madre. Y repito que me alegro y repito que joder.
Y así todo. Hostias por todas partes para recordarme que tengo tres décadas y un pico. Y que empieza a hacer muchos años de la mayor parte de las cosas. Y sí, ya sé, lo he dicho mil veces, esta etapa tiene cosas buenas, lo mejor está por llegar, la madurez tiene ventajas, blablablá. Lo que sea. Me siento vieja, es lo que hay, es lo que siento, es lo que me viene a la cabeza ahora mismo. Y se pasará, porque luego veo los niños de mis amigos y les quiero así como sin razón y soy feliz por ellos. Porque voy a sus bodas y sonrío, me trago la emoción, las lágrimas y mi lucha interna y soy feliz por ellos, por su amor, por su proyecto, por su paso en la vida. Porque la vida siempre es vida y merece la pena ser vivida. Porque sí, porque las cosas buenas están en todas partes y la felicidad mana del interior de cada persona. Pero joder.
Y este post igual no se entiende porque yo siento mil cosas a la vez y no tengo tanto don como para explicarlas si ni yo misma las entiendo. Pero necesitaba decirlo. Tenía que decir que me alegro, pero que joder. Que me alegro por Bombita y por su chica que es un amor. Que me alegro por Reichel y el Rulas porque lo único que me jode de ellos es que estén tan lejos que no pueda abrazarles más a menudo. Que me alegro de los cambios, los avances y los rumbos que toma la vida. Pero que joder. Joder, y mil veces joder.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Galleteando.

Hace poco La Rizos pidió recetas para mejorar sus dotes cocinerísticas. Yo lo he pensado y ya que me las doy de cocinar bastante bien, voy a ser generosa y compartir mi sabiduría con vosotros, pobres mortales.
Así que abro sección para poner alguna recetilla de vez en cuando con un poco de humor y a mi estilo. Porque en la cocina, como en todo en la vida, si disfrutas y lo pasas bien haciendo algo, se nota en el resultado. Además son cosas que hago habitualmente, que son a mi estilo y que están testadas por todos mis amigos gordos. Espero que os animéis, las probéis y me contéis.
Como soy buena cocinera, pero mala fotógrafa, me vais a pasar por alto la cutrez del asunto de las imágenes y quedaros con el meollo de la cuestión que es la manduca.

Y si más preámbulos, vamos a meter las manos en la masa y a arrancarnos con unas galletas fáciles y rápidas.

INGREDIENTES:
1 huevo.
50 gramos de margarina.
50 gramos de azúcar.
100 gramos de harina.
1 pizca de levadura en polvo.
Bolitas de chocolate.

NECESITAMOS:
Batidora con varillas.
Un bol.
Una báscula o medidor de cantidades.
Un horno.
Papel para hornear.
Dos cucharillas.

AL TEMA:

Encendemos el horno a 180º, nos lavamos las manos y al lío. Ponemos en un bol la margarina, el azúcar y el huevo. Importante cascar el huevo antes. Yo uso margarina porque soy alérgica a los lácteos, pero supongo que vale con mantequilla si la dejamos que se ablande un poco.




Batimos con las varillas hasta que se haga una mezcla homogénea. Si no tenéis varillas eléctricas, se puede hacer a mano, pero yo es que soy de brazo flojo.


Se añade la harina y la levadura que os pongo en una cucharilla de postre porque sé que la medida "una pizca" es poco específica. Con un poquito vale porque es para que queden un poco más esponjosas, pero vamos, tampoco es algo que varíe la receta en sí. Lo que sí es importante es que la harina sea nueva y esté tamizada, es decir pasada por colador para qu eno tenga grumos. Y no, no vale la que sobró de rebozar pescado antes de ayer. A mí no me ha pasado, pero sé de casos.


Volvemos al dale que te pego de mezclar, que con la batidora se hace en un plis. La masa tiene que despegarse de las varillas con relativa facilidad, pero va a ser pegajosa. En muchas recetas pone "añadir harina hasta que se pueda manejar con las manos sin que se pegue". Yo jamás he conseguido eso. Tres kilos de harina, la masa dura como la pata de perico y aún como superglue entre los dedos. Así que olvidad el tema, igual hace falta un poco más de harina, pero no espereis que sea maleable.


Ahora se echan las bolitas de chocolate. También valen pasas o arándanos o nueces o lo que sea que tengáis a mano, pero yo es que soy ferviente defensora del chocolate. El chocolate es amor. El amor es bolitas de chocolate en medio de una galleta. Amor he dicho. Usad chocolate, coño.


En una bandeja de horno con un papel antiaderente del que venden en rollos en todos los súper, se van poniendo pegotes. Con un par de cucharillas es fácil ponerlos dejando un espacio entre ellos para que cuando se inflen no se peguen y terminéis teniendo una galleta gigante. Y no hace falta que tengan forma ni nada, pegotes, al tuntún, como caigan.


Y al horno. Como ya lo habéis puesto a calentar, un poco de cuidado de no quemarse. 180º, unos pocos minutos. Dependerá del tamaño de los pegotillos que hayáis hecho, pero no os despistéis porque se hacen rápido, en unos 7 minutos más o menos.


Y cuando estén un poco doradas, se coge una espátula, se sacan con cuidado, se ponen en una bandeja, plato o lo que sea y se apaga el horno. Y se comen. templadas están de vicio aunque aguantan bien un par de días. Igual aguantan más, pero no lo sé, nunca me han durado más.


Como veís no salen muchas, unas 14-18 dependiendo del tamaño. Es otra de las cosas que me gustan de esta receta, no hay que hacer veinte hornadas. Eso sí, si vaís a invitar a mucha gente o pretendéis pasar una tarde-noche en plan sofá, manta, peli y engullir galletas, más os vale doblar las cantidades y hacer unas pocas más. 

¡¡ESPERO QUE OS GUSTEN!!

jueves, 10 de septiembre de 2015

El taladro, la tubería y el momento de crisis.

Había dejado un post sobre la vuelta al cole programado para hoy, pero tengo que contar esto y si se os acumula la lectura, pues mira, es lo que hay.
El caso es que el fin de semana pasado me dio un jari mental de los míos y me puse a pintar el baño. Así porque sí. Ya que no puedo cambiarlo entero y tengo la suerte de que está alicatado hasta media altura, pues dije, seguro que otro color anima el asunto. Me compré un bote de color lila muy mono y me lié la manta a la cabeza. Después de un par de manos el baño estaba estupendo. Tan bonito él. Y decidí poner una estantería que había forrado con un papel de mariposas precioso. Me iba a quedar todo de mono...
Pero el gafe que me viene persiguiendo desde principios de verano estaba acechando detrás del lavabo o escondido tras las toallas. Riendo y fotándose las manos con aire malévolo. Esperando su oportunidad para chafarme la ilusión.
Ayer por la tarde vino el Ross para ayudarme a colgar la estantería. La sujetó contra la pared y yo marqué las escuadras de arriba y las de abajo. Y dije las palabras mágicas para darle la idea al gafe:

  • Espero que por aquí no pase ninguna tubería...

El Ross golpeteó un poco la pared, dijo que pensaba que no y se puso a hacer taladros subido a la escalera. Uno, dos y bien. El otro lado, uno, dos... Y de nuevo tentando al gafe:

  • Voy a hacer el tercero por si acaso...

Metió la broca, sonó un ruidito raro y de repente un chorro a presión salía directamente de mi pared a la cara del Ross. Él es bastante bueno conservando la calma... hasta que la pierde. Y yo soy una negada en eso porque a la calma y mí no nos han presentado. Así que entramos en una espiral de nervios y agua a presión de la que estaba visto que no podía salir nada bueno. Yo, básicamente me dediqué a corretear por la casa como pollo sin cabeza mientras el Ross gritaba cosas que me ponían más y más nerviosa.

  • ¡¡Corta el agua!! - chillaba desde debajo de las cataratas de Niágara - ¡¡Corta el agua!!
  • ¡Tú tienes las llaves de paso ahí!
  • ¡Pero no puedo, corta la general!
  • ¿Y eso dónde está?
  • ¡Yo qué sé, es tu casa, deberías saberlo tú!

Salí corriendo a la terraza y miré la lavadora. Ahí hay una llave. Le di media vuelta y nada. Volví al salón.

  • ¡Joder, que es la caliente, me voy a achicharrar!

Volví a la terraza. Igual podía quitar la caldera. Miré la caldera... ¿Cómo diablos se apaga esto?

  • ¡¡Joder, que me caigo de la escalera!!

En ese momento visualicé cómo mi baño se inundaba más y más mientras mi enorme exnovio flotaba muerto por haberse caído de dos escalones y se cocía en el agua hirviendo que salía de la pared. Así que hice lo lógico, abrir la puerta, darle un barreño y volver a dar vueltas sin sentido alguno por el salón. Y justo el momento en estaba valorando seriamente coger a Ron y huir de la escena del crimen, dejando atrás al Ross muerto y cocido como una gamba, el baño pintado de lila y la estantería forrada de mariposas, se oyó un estruendo y después, la calma.
Abrí la puerta del baño esperando lo peor. Y allí estaba, el Ross mojado hasta los huesos, la escalera volcada, el barreño bocabajo encima del váter y todo chorreando agua. Curiosamente, el tsunami de la pared había cesado.
  • He podido cerrar la llave de paso de aquí. - me dijo con las gafas llenas de gotitas y el flequillo chorreándole en la cara. - pero se me ha caído el barreño... aunque tampoco sé muy bien para qué me lo has dado.

Podría haber sido peor. Cuando me pongo nerviosa hago cosas sin sentido. Igual podría haberle dado la palita de recoger las cacas de Ron.
Al final recogí el agua, me fui a duchar a su casa, él cogió ropa seca y nos volvimos a cenar. Me echó un poco la charla por no tener seguro en casa, por hacer cosas absurdas y no dejar de inventar tonterías y después de no pegar ojo en toda la noche, hoy han venido a arreglarlo. Han picado la pared, tras mil complicaciones me han cambiado el pedazo de tubería roto y ahora mi baño tan mono está comido de mierda, tiene un pegote de cemento en medio de la pared y todo huele raro. Lo bueno es que tengo entretenimiento para una temporada entre que lijo de nuevo la pared, la vuelvo a pintar, compro un mueblecito de ikea y lo pego con patex de ese que no necesitas clavos ni tornillos ni nada potencialmente peligroso de perforar tuberías.

Igual el Ross tiene razón y debería estarme quietecita, pero la vida sería más aburrida. Como dijo mi amigo Bombita en una ocasión mientras trataba de colarse por la ventana de su casa borracho perdido “es más difícil, pero es más divertido”.