martes, 27 de septiembre de 2011

50 caminantes

Por razones que no me apetece explicar, he cambiado de correo para el blog. Ahí lo tenéis, al lado derecho: naar.caminando@gmail.com
¿Y para qué puñetas os digo esto?
Pues muy sencillo, dije que cuando tuviera 50 seguidores lo iba a celebrar. Y los tengo. Ahí estáis. 47 que me siguen con sus nombres y 3 anónimos. 50. Toma ya.  50 locos de la pradera que leen mis piradas de pinza.
Y pensaba celebrarlo enseñándoos una foto de mis bragas, pero como eso ya lo hice hace un par de post, os toca elegir. Así que estiraos un poco, tenéis el mail nuevo, los comentarios y algunos, el feisbuc. Decidme qué queréis que haga para celebrarlo. Si queréis más fotos de ropa interior, igual no estáis en la página adecuada. Pero lo demás loa acepto todo, preguntas, sugerencias, peticiones… todo. Al fin y al cabo, sin vosotros esto no tendría ningún sentido. Y nunca os pido nada, jolines.
Así que eso, mil gracias a todos por estar ahí.

viernes, 23 de septiembre de 2011

capeando el temporal

Hoy toca post meditabundo de los que me dan a veces.
Y es que últimamente temo que lo poco que queda de mi mundo anterior se derrumbe. Cada día, la vida tal y como la conocía, como la había planeado o como la tenía prevista, se tambalea bajo mis pies. Y yo no me canso, me levanto una y otra vez cuando los temblores pasan y recompongo, reconstruyo y reordeno. Apuntalo y rezo para que no se venga abajo de nuevo. Luego, por cualquier razón, el terremoto empieza otra vez. Y sólo puedo refugiarme entre mis propios escombros, esperando a que pase la tormenta. Dispuesta a recomponer, reconstruir, reordenar, apuntalar y rezar una vez más.
Me pregunto con frecuencia si podría hacer algo más. Si hay una solución que se me está escapando. Si hay una salida ante mis ojos y como soy hipermétrope, la tengo tan cerca que no la veo. Si hay algún modo de encontrar trabajo, amigos o vida social que no conozco.
El otro día alguien me dijo que hay que tratar de explotar las cualidades innatas. Que todos tenemos aptitudes especiales para hacer algo. Aquello de que si naciste para martillo del cielo te caen los clavos. Y haciendo introspección, yo sólo despunto por tres cosas: cocinar, jugar al póker y otra que por pudor, me reservo. Sólo parece útil lo de saber cocinar. Pero no me imagino montando un negocio que se llame “sé mi amigo y engorda”. Ni haciendo timbas de Streap-poker. Ni de póker normal, que es más aburrido, pero más decente. Dentro de la decencia que implica el juego.
Así que a falta de mejores planes o buenas ideas, seguiré entre mis escombros, recontrutyendo, recomponiendo, reordenando, apuntalando y rezando. Hasta que pase el temporal. Hasta que el suelo se mantenga firme de una vez por todas.

lunes, 19 de septiembre de 2011

bragas on fire

Ayer, cuando terminé de ducharme, llevé la ropa sucia al cesto. Y como había bastante, decidí hacer la colada. Lo normal, vaya. Hasta que, al darles la vuelta para meterlas en la lavadora, veo que en mis bragas hay una etiqueta con un mensaje en rojo. Literal, no pensemos guarradas.
Y claro, me acojono. Porque un mensaje en rojo nunca quiere decir nada bueno. Siempre son advertencias de riesgo mortal. Así que me pregunto si mis bragas van a advertirme de que tienen la goma pasada y de un momento a otro puedo perderlas por la calle, aunque no puede ser, me digo, son bastante nuevas.
Total, que saco las bragas de nuevo de la lavadora y compruebo la etiqueta: “keep away from fire”. O sea, que no las acerques al fuego.
Y me da por pensar, con esta mente privilegiada mía. Porque si fuera cualquier otra prenda, dices, bueno, es tejido sintético y por lo tanto arde con facilidad, por lo que no es recomendable llevarlo para una barbacoa dominguera. ¿Pero unas bragas? ¿Tanto arrimas tú el culo al fuego? ¿Tan sumamente inflamables son que hay riesgo de que estallen en llamas incluso debajo de unos vaqueros? ¿A qué clase de barbacoas nudistas y/o porno va la gente? (Si alguien lo sabe, que me avise, me apunto con unas bragas no inflamables)
Y además, claro, le sigo dando vueltas al asunto. Porque son unas bragas, joder, bragas. Y una no puede evitar pensar en qué tipo de fuego estamos hablando. Que igual no es el fuego de la barbacoa choricera de tu cuñado, si no de esos fuegos que sólo apaga un bombero fornido con una imponente manguera. Pero vamos, aún así no veo yo claro que las bragas puedan sufrir una combustión espontánea tan grave como para advertirlo en una etiqueta con letras rojas, ahí, metiéndote el miedo en el cuerpo. Que ya no sabes si quizás sería mejor ir sin bragas por el mundo. O bajar a la tienda y pedir bragas ignífugas. O llevar un extintor de bolso apagador de fuegos chumineros.
Supongo que el problema es mío, que le doy vueltas a lo que no debo, pero ¿alguien tiene una explicación menos absurda que las mías? Por si acaso, os dejo la foto de la etiqueta de mis bragas que he hecho hoy, según las he recogido de la cuerda.

P.D. Si ya enseño hasta las bragas en el blog (literalmente) ¿qué será lo próximo? Miedito me doy.


jueves, 15 de septiembre de 2011

problemas hormonales y la pornodoctora

Hace unos meses fui al médico y le expliqué que me encontraba muy mal casi a diario sin explicación aparente. Mi doctora, que no dice que sí, ni que no, ni todo lo contrario, me mandó al ginecólogo a petición mía.
Con los ginecólogos (y un poco los doctores en general) tengo mala suerte. Siempre me tocan pervertidos, tíos que pretenden que me estire de los pezones, me preguntan por mi horóscopo o me preguntan si mis pechos son reales. Todo verídico. El caso es que esta vez me tocó una mujer. Una especie de actriz porno, teñida de rubio platino, con unos enormes labios rojos rellenados de colágeno y los ojos excesivamente pintados de negro y azul, sobre todo para ser las nueve y media de la mañana. Aunque lo cierto es que parecía que la buena mujer aún no se hubiera acostado, lo que haría menos desconcertante el que llevara un extraño corpiño con encajes bajo la bata blanca. Por un momento temí que se subiera a la mesa con una fusta y me obligara a presenciar como azotaba a la enfermera, a la vez que entraba un fornido camillero con descomunal verga y nos decía algo así como  “doctora, ¿necesitaba usted un termómetro para controlar esa subida de temperatura?”
Mientras mi mente maquinaba guiones porno, la mujer echó un ojo a mi historial y me dijo que si me encontraba mal, que dejara el anillo hormonal por unos meses. Mis explicaciones de que necesito ecografías de los quistes del pecho o de los de los ovarios, no sirvieron para nada. La pornodoctora no tenía ninguna gana de escucharme. Debía tener resaca. O ganas de encontrarse al camillero cachondo. Así que me echó de la consulta y me dijo que volviera cuando hayan pasado seis meses de descanso hormonal sin hacerme ni puñetero caso.
Y bueno, a falta de mejores opciones y aprovechando mi abstinencia sexual, dejé el anillo mágico. Y desde entonces me siento un poco mejor en algunos aspectos, pero tengo unos terribles dolores durante la ovulación y no tengo ni idea de cuando me va a bajar la regla. A veces se adelanta, pero generalmente se retrasa.
Total, que volví a ver a mi doctora silenciosa para que me mande unas ecografías. Mis ovarios poliquísticos urden maldades contra mi persona y quiero pillarles in fraganti. Mi doctora consiguió hilar unas pocas palabras para decirme que tengo que pedir cita directamente con la pornodoctora y que ella me las mande, todo esto con el volante que ella me dio hace meses. El cual, obviamente, no tengo ni puñetera idea de dónde está.
Y como no tengo ganas de complicarme, que bastante dura es la vida de por sí, he decidido pasar. Que mis ovarios, mis hormonas y mis quisten bailen la conga si quieren. Ya me lo plantearé cuando vuelva a tener pareja, aunque posiblemente para cuando eso ocurra, estaré menopáusica y ya no hará falta. Y es que un retraso ahora me incomoda, pero un retraso habiendo tenido relaciones, aunque sean con protección, me puede inducir al suicidio.
¿He dicho alguna vez que me encanta ser mujer? No, ¿verdad? Pues eso.

sábado, 10 de septiembre de 2011

sola... pero porque quiero

Ya estoy algo más recuperada del catarro. Al menos no tengo fiebre, y con eso me conformo. Lo del moqueo incesante, la nariz pelada y roja, los ojos vidriosos y el cansancio general lo sobrellevo sin demasiado problema. Qué remedio.
También estoy un poco más animada. La situación sigue siendo la misma, estoy sola como la una. Pero ahora recuerdo por qué y ya no me importa tanto.
Ahora mismo debe estar casándose mi prima mayor. Y eso me hace empezar a hilvanar pensamientos. Ella era de las que decían que no quería casarse, que estaba totalmente en contra de las bodas, que odiaba toda esa parafernalia. Ya, claro. Pero luego, accedió a casarse. Supongo que como acto de contrición, o de suma generosidad o algo semejante. Y empezó a decir que sería una boda muy sencilla, muy discreta, sin pompa de ningún tipo. Que como ella no quería, incluso iría vestida normal y no de bola de algodón blanco. Ya claro, de nuevo.  
La realidad es que ahora mismo está enfundada en un vestido blanco y esponjoso de una famosísima diseñadora. Y que están las ciento y pico personas que ha invitado en un viñedo súper lujoso donde se está ofreciendo un catering de postín. Porque claro, ella no quería una boda y pretendía casarse en el ayuntamiento. Hasta que descubrió que en el ayuntamiento te leen el artículo constitucional pertinente y te mandan a paseo. No puedes poner música, un tipo que toque el piano, otro que lea poesías y no sé cuántas chorradas más. Ay, madre.  
Y todo esto me lleva a pensar en la hipocresía de la gente. Y en que, hasta ahora, la única que ha demostrado de verdad que no le gustan las bodas, soy yo. Y no es que yo me niegue en rotundo al matrimonio. Puede que algún día encuentre algún tipo que me vuelva gilipollas y me convenza de pasar por el trance. Pero desde luego no me pasaré el tiempo repitiendo todo lo que no quiero para luego hacerlo todo, cosa tras cosa. Procuro ser alguien consecuente. No siempre lo consigo, pero me esfuerzo en ello.

Y en cualquier caso, vuelvo a mi pensamiento inicial, que si yo estoy sola es porque quiero. A estas alturas, si yo fuera de claudicar, de ser hipócrita o de decir algo y luego hacer lo contrario, sería la respetable señora de Desequilibradomental. O algo parecido. Pero vamos, que estaría casada y no estaría sola físicamente. Habría un tipo en mi cama, en mi cocina y en mi sofá, haciéndome sentir triste y desgraciada, diciéndome que soy oscura e infeliz por naturaleza. Recordándome que por no trabajar, soy una mantenida. Haciéndome saber lo terrible que es la vida a mi lado.
Y claro, prefiero estar sola. Me doy penita a veces, cuando veo parejas paseando de la mano, o cuando necesito ayuda para algo, o cuando me apetece hacer un plan y no hay nadie que se apunte. Pero luego sopeso pros y contras. Y qué quieres que te diga. Prefiero mi vida de ahora, aunque a veces se me olvide.

jueves, 8 de septiembre de 2011

nadie

Últimamente me ha dado un poco por la metafísica en plan profundo-coñazo. Que si será amor, que si será la vida, la madurez, la felicidad, las ganas de que me empotren contra la pared. Blablablá.
Creo que si tuviera un maromo al lado que me diera marcha al cuerpo no me daría por pensar tantas chorradas.
El asunto es que me he acatarrado. Soy propensa a los catarros primaverales y/o veraniegos. Soy así de absurda. Y la fiebre, los mocos y el dolor generalizado me hacen preocuparme menos por chorradas. Cuando vives solo y tu salud se resiente, tienes que estar fuerte psicológicamente. Así que todo pasa a un segundo plano. Lo importante es estar bien, seguir vivo, no desmayarse al bajar las escaleras. Suena absurdo, pero es que yo soy muy tremendista y me asusto mucho en cuanto flojeo físicamente.
Además, para colmo de mis males, mi prima la mayor se casa este fin de semana en Granada. Yo no voy, porque las desavenencias con la imbécil de mi prima son gordas, pero mi familia sí va, obviamente. Así que me quedo sola de verdad. Sin padres, sin abuelos. Nada. Nadie. Y acojona, oyes. Me da por pensar, fíjate que no tengo nadie a quien llamar, nadie a quien acudir, nadie. Es muy grande esa palabra para sujetarla ahora mismo, con mis brazos catarrosos. Nadie. Y lo que es peor, me da por plantearme que algún día mi vida puede ser así. Que mis abuelos no estarán siempre. Que mis padres puede que decidan jubilarse e irse a vivir al sur. O que, Dios no quiera, quizás algún día también falten mis padres. Y yo no quiero tener hijos. No tengo hermanos. No tengo más familia. Y no parece que nunca vaya a compartir mi vida con un hombre. Así que algún día estaré sola. Sola, sin nadie. Dos palabras terribles para estar juntas en una frase. Y puede que ese día los gatos no basten.
En fin. La fiebre me hace delirar, me parece. Pero es que a pesar de estar mala, mañana tengo que coger el coche a las 7 de la mañana y llevar a mis padres y mis abuelos a la estación de autobuses y luego volverme sola a casa. Y hacerme la compra. Y prepararme la comida. Porque no hay nadie más que lo haga. Porque no puedo pedir ayuda a nadie. Porque no hay nadie cuando tiendo la mano. Porque no hay a quien le pueda repartir mi carga. No hay nadie que me acompañe, que me ayude, que me cuide. No hay nadie...
En fin, se me perdona el modo tristón y calimero, que estoy malita.  

martes, 6 de septiembre de 2011

¿amor, amor amor...?

Ayer me dijo Anita que le había propuesto a su churri que se instalara en su casa. Me dejó de piedra, porque ella llevaba años viviendo sola y no es muy de comprometerse que digamos. Además lleva poco tiempo con el chico, por lo que me ha dicho “pensarás que es precipitado, pero es que quiero hacerlo”. Y oye, yo que me alegro. Que una vez superado el susto, me parece genial y quiero que sea feliz.
También el sábado por la noche estuvo aquí Pa, y como de costumbre, divagamos hasta el amanecer. Ella me decía que hubo un chico (con el que las cosas no salieron bien por razones que no vienen al caso) por el que lo hubiera dejado todo a la primera de cambio. Con el que sentía cosas maravillosas y con el que hubiera ido al fin del mundo si él se lo hubiera pedido.
Y yo digo ¿es que mi barrio no está en la ruta de cupido? ¿O es que el amor llamó a mi puerta y no le abrí pensando que era el cartero comercial?
El caso es que a veces me pregunto si yo me he enamorado de verdad alguna vez. Y me temo que esa es de las preguntas que se autorresponden sólo por ser hechas. Es como si te preguntas si alguna vez has tenido un orgasmo. No lo has tenido, seguro. Si hubieras tenido uno, lo sabrías. Fijo.  
Y yo he querido ¿eh? Que una es bruta, pero no insensible. He querido mucho. Y a mucha gente. Por que parece que querer es gratis. Que luego te das cuenta: gratis, los cojones. Pero bueno, yo venga a querer. Porque enamorarse no lo sé, hay quien dice que sólo se puede una vez, pero querer, se puede querer muchas veces. Y mucho. Muchas veces mucho.
En fin. No es que me importe en exceso. Pero me da penilla de mí misma. La única vez en mi vida que he sentido algo lo bastante fuerte como para creer que podía ser amor, era tan inmadura que cometí una estupidez tras otra hasta que le perdí. Y a veces creo que igual, si hubiera sido amor, amor, amor del de verdad, no habría hecho tanta imbecilidad, por muy inmadura que fuera. Pero me temo que nunca lo sabré. La interrogación planeará sobre el Ross toda mi vida.
Por otro lado, a veces siento así como un gusanillo interior que me dice que quizás lo mejor esté por llegar. Que puede que algún día el amor llegue a mi vida y por fin entienda las canciones románticas, por fin me guste Titanic o Ghost y por fin sea una mujer tierna y entregada. Por fin crea que no me estoy precipitando por irme a vivir con mi chico, o que si él me dice ven yo lo deje todo. Quizás algún día, por fin sepa lo que es el amor de un hombre y no de un gato.


P.D. La entrada anterior fue la número 100. Como no estoy acostumbrada a los aniversarios, se me pasó. Pero ya celebraremos otras cosas...

viernes, 2 de septiembre de 2011

el fruto del amor...

Llevo una temporada de un empalagoso que no hay quien me soporte. Y es que hace tiempo que no me pasaba ninguna de las cosas que me inspiran para escribir paridas. Empezaba a pensar que mi karma había cambiado y ya no me iba a encontrar con locos. Pero estaba equivocada.
Ayer por la tarde salí a comprar algunas cosas. Mal día, por cierto. Parece que todo el mundo vuelve a estar en Madrid y todo vuelve a ser un caos. Coches, pitidos, gente por todas partes… la locura comienza de nuevo. De hecho, me asomé al mercamoñas y volví a salir tal cual, sin llegar a entrar. Estaba llenísimo de gente haciendo acopio de comida para sus vacías neveras tras las vacaciones.
Total, que pensé, ¿qué es lo que necesito con urgencia? Fruta. Y me fui a una frutería normal, de las de toda la vida, de las del señor que te atiende, donde había considerablemente menos gente. Justo delante de mí había una señora mayor. No mucho, no una anciana. Sólo una señora de las sesenta y tantos. No parecía una pordiosera, ni una loca, ni nada raro. Una abuela normalita, digamos. Con su moreno Benidorm y un bolso de paja.
El señor frutero le habla como si la conociera. Le pregunta por las vacaciones y tal.

-         Pues bien, hijo, bien. Pero bueno, ya se sabe como es todo en agosto, un asco, todo está lleno de gente. Y mucho joven, que da gusto verlos por la playa con esos cuerpos. Y por la noche, bailando y bebiendo. Qué barbaridad. Qué gusto de juventud.
-          Bueno, usted aún es joven.
-         ¿Yo? Qué más quisiera, hijo. Ser joven hoy en día es un lujo. Hacen lo que quieren tienen mucha libertad. No como en mi época, que si nos cogían de la mano ya pensábamos que iban a perdernos el respeto. Ahora sí que saben disfrutar.

El frutero se queda pensando, así como esperando que la mujer se decida y le pida unos melocotones o algo así. Yo medito un momento. En parte sé que la señora tiene razón. Mis abuelas se quejan de lo mismo. Y es cierto, ahora follamos más si es a lo que se refieren. O al menos con más gente diferente. Sólo el tiempo dirá si eso es muy positivo a largo plazo. La mujer interrumpe mis pensamientos y vuelve a la carga:

-         Que ahora sí saben. Van juntos chicos y chicas, bailan unos con otros, se besan en la calle. Bueno y eso, cuando no bajas a la playa temprano y te les encuentras en la playa… ahí, haciendo sus cosas, desnudos. Que digo, “ay, si volviera yo a tener veinte años”

Genial, la abuela quiere frincar en la playa. Menuda imagen mental. Preferiría no imaginar estas cosas.

-         Usted es joven. – repite el frutero. – seguro que ha ligado este año, con lo guapa que va y lo morena que se ha puesto.
-         Pues mira sí. Sí que tengo pretendientes. Pero todos viejos, claro. ¿Y para qué quiero un viejo? ¡Si luego no funcionan! No, no, déjate. Para eso, mejor sola.

Vaya, ya empezamos. Me pregunto por qué la gente de mi barrio habla de su vida sexual en los comercios. Igual debería abrir un consultorio. El consultorio sexual de Naar. No les iba a solucionar mucho, pero al menos les escucharía y no irían por las tiendas haciendo perder el tiempo a los que queremos un kilo de peras y otro de tomates mientras ellos exponen en público sus problemas de cama, sean por exceso (como aquella del Mariano) o por defecto, como la abuela cachonda.

-         En fin, hijo, dame un kilo de manzanas, que es la única tentación que tengo yo, manzanas, como las de Adán y Eva.

Mientras el tipo las coge ella dice:

-         Y me vas a poner un melón. Pero que esté durito ¿eh? Para melones chuchurríos ya tengo los míos… que ya no son melones ni nada…

El hombre se ríe, yo miro para otro lado, pero es inevitable: si alguien habla de sus tetas, te ves obligado a mirarlas. Sacudo la cabeza.

-         Y ponme higos, unos higos maduritos y dulces, que de lo que se come se cría. Y unas ciruelas.

Espero a ver si se le ocurre algo sexual con las ciruelas, mientras albergo el temor de que pida plátanos. Unos buenos plátanos, canarios, grandes y turgentes. Pero la mujer tiene una idea mucho mejor.

-         Ah, y dame un nabo. Un buen nabo. Uno grande y hermoso, me refiero.

¿Un nabo? ¿en serio?  Noto como un sudorcillo me baja por la espalda, pero extrañamente, la mujer no dice nada más al respecto. Qué modo de desaprovechar un nabo, después de hacer coñas erótico-festivas con media tienda. De todos modos, pienso que debe ser terrible llegar a vieja con ese furor uterino. Y me pregunto si será mi futuro.
Por cierto, al final no había nabos. Y no quiero sacar conclusiones al respecto.


jueves, 1 de septiembre de 2011

Anita, mi amor femenino

Soy una mujer un tanto… peculiar. Sí, eso. Llamémosle “peculiar”. El caso es que siempre me ha costado tener amigas. Por eso valoro tanto a las que tengo.
Y una de las que más me gusta es Anita. Advertí en el post anterior que le iba a sacar los colores y al menos voy a intentarlo. Que con ella no es sencillo.
Conocí a Ana cuando éramos compañeras de trabajo. Y desde la primera vez que la vi, me gustó. Parecía seria, hablaba bajito y tenía unos ojos súper azules difíciles de interpretar. Pero me gustaba. Porque a mí me pareció preciosa. Y me dio esa sensación que me da a veces alguna gente de que no es lo que parece. Me gusta esa gente. Me gusta quien no es lo que parece a simple vista. Me gusta, porque yo también soy así. Y siempre tengo la esperanza de que alguien intuya eso en mí y me dé una oportunidad de mostrarme tal cual.
El caso es que cuando llevaba apenas unos días trabajando, me dijo que me instalara no sé qué programa en el ordenador para poder hablar en las tediosas horas de oficina. Accedí. Y menudas risas mal disimuladas. Ella, Nuria (la novia de la última boda) y yo hablando todo el día de las majaderías que se nos ocurrían. Hablando de chicos, de libros, de ideas extrañas. De sexo. De absurdeces que nos pasaban. Así aprendimos a conocernos y a querernos, pantalla de ordenador por medio aunque sólo nos separaban un par de paredes de pladur.
Luego ella se fue de la empresa. Pero seguíamos hablando a diario. Y luego me fui yo. Pero no perdimos el contacto. Visité su casa. Ella vino a la mía cuando sólo vivía de alquiler. Luego conoció esta. Forjábamos una amistad a pesar de que ambas salíamos con desequilibrados que nos complicaban la vida de diversas maneras.
Luego ella echó de su vida al suyo y yo al mío. Y nos quedamos solitas, solteras, llenas de ideas raras y sin ser lo que parecemos. Por eso ya nos unimos irremediablemente. Y menos mal. Sin ti no hubiera salido adelante igual, nena.
Ana, dejando nuestra historia de lado, es fascinante por sí misma. Es guapa, inteligente, independiente, fuerte, segura de sí misma. Habla bajito, despacio, pero dice auténticas burradas que me matan de risa. Parece menuda, dulce y frágil. Pero no lo es. Tiene mucha más fuerza física y moral de la que nadie sospecharía. Y la dulzura la deja para las tartas que prepara.
Debo decir, que es la única mujer con la que he tenido un sueño erótico. Y era un trío estupendo, por cierto. Y aunque no es pelirroja, creo que es preciosa. La lástima es que ninguna de las dos tiene pene. Si no, la vida sería más sencilla. Pero bueno. Me conformo con hablar de sexo con ella. Es la única persona del mundo a quien le cuento ciertas cosas, a quien le confieso lo más oculto y retorcido, a quién no me da vergüenza decirle lo que realmente pienso o siento. Y es que Ana tiene una energía sexual maravillosa. Es capaz, de hablar de todo con una naturalidad que me fascina. Puede decirlo todo sin dudar, sin ponerse roja, sin titubear. Y eso tras la carita de niña buena, tras su melenita medio rubia y sus ojos azulísimos. Me veo en ella, también pareciendo buena y siendo una pervertida. Y me divierte hasta el extremo, lo que parecemos y lo que somos. Así pasa, cada vez que salimos, nos llevamos a los hombres de calle. Ella me convence para bailar. Yo me río y me dejo. Ella me provoca para hacer locuras. Yo me tiro de cabeza.
En fin, Anita, mi amor femenino, que eres única. Especial, maravillosa y fantástica. Y te quiero. Te quiero porque sacas todo lo que procuro ocultar de mí. Porque contigo no me siento una loca. Porque contigo no temo ser quien soy. Porque contigo me siento segura, me siento feliz, me siento libre. Me siento yo en ti. Por eso, y por todo lo que tú sabes, te quiero en mi vida. Te quiero cerca. Te quiero siempre a mi lado y yo al tuyo. Estemos solteras, encontremos churri o vivamos rodeadas de gatos. Porque te quiero. Te quiero, nena, aunque no tengas pene.