jueves, 29 de marzo de 2012

porno chapuzas

No, no es que cuando me pongo a hacer cosas porno las haga mal. Que generalmente (y por desgracia) no las hago y punto. Y si las hago… ehhh, espera, que no quería hablar de esto.
El caso es que ya he hablado más veces de mis aventuras bricomaníacas. Soy un as del taladro. Y del martillo y de todo lo que se me ponga por delante desde que tengo mi caja de herramientas chupipandi.
Pero había algo que se me había resistido y son las putas lámparas de mierrrrrda. Que me tenían hasta los ovarios ya. Llevaba como un año y medio con unos plafones a medio poner y sin luz en el techo. Por suerte, tengo una lámpara de pie, porque si no, me veía ya en modo bata, gorro de dormir y candelabro. Que mola mil, pero no es práctico. El problema principal es que soy bajita y con la escalerilla que tengo para mis chapuzas no llegaba al techo. Maldito metro sesenta y cinco.
Pero el otro día vino vecinodelprimero, que como toda excusa es buena para venir a darme charla, me trajo su escalera alta. Y yo no había caído en la cuenta, pero efectivamente, me tira los trastos desde un momento porno de los míos. Fue cuando el coche se me quedó sin batería. Y que subí a su casa, en pleno verano, sudando, con un pantalón corto y una camiseta de tirantes manchada de grasa de motor. Cuando me abrió la puerta le dije que necesitaba una herramienta. Porno del chungo. Porque claro, él podía haberme dicho, “sí, tengo una buena herramienta aquí mismo.” Por suerte, no  lo hizo. Pero desde entonces se hace el encontradizo.
Bueno, el tema es que una vez conseguida la escalera, me puse con las lámparas, pero no conseguí nada. Y ya estaba a punto de darme por vencida y sacar el candelabro de mis antepasados. Hasta hoy, que me he inspirado de nuevo. Como el pantalón de chándal era nuevo y no quería mancharlo, me lo que quitado. Así que me subo a la escalera en bragas. Y me pongo a forcejear. Uf, qué calor, qué sudores. El moño que se me deshace. Así que me quito la camiseta. Y me suelto el pelo. Y sigo atornillando en ropa interior y con la melena al viento. Debo estar para que me vean, vaya.  
Y lo he estado pensando. El porno da pasta. Y yo sigo sin encontrar curro. Igual mi futuro está en ser una porno-chapuzas. Porque el rollo porno chacha ya está muy visto. Y yo prefiero atornillar que barrer. Así que nada, igual monto un negocio. Porque por fin, las lámparas funcionan, que es lo importante.

miércoles, 28 de marzo de 2012

frases de mi amigo Seis

Hace poco hice un post sobre frases de mis chicas, en especial de Anita. Y me gustó, porque las frases un poco descontextualizadas son divertidas. Así que ahora le toca la china a mi amigo-gurú Seis, que vino el lunes a verme. Le quiero con locura, pero es un caso a parte y está como una cabra. Un día hablaré largo y tendido de él, porque se lo merece. Pero esta vez sólo retazos divertidos para hacerse una idea de lo pirado (en el buen sentido) que está mi Seis.  

“¿Que has estado con un chaval de 22? ¿Pero de qué hablamos? ¿22 años? ¿22 centímetros?”

“A veces creo que hay dos tipos de amor, el adolescente y estúpido de las canciones de Laura Pausini y el amor de fulana. Y los dos son una mierda.”

“Me da un poco de pena por mi padre. Y estoy algo preocupado, pero claro, es que es tonto, pero muy tonto. Y además, es un tonto por elección. Porque antes leía y tal. Pero un día se cansó y dijo, voy a ser estúpido.”

“Lo que le pasa es que ha perdido dos pollas. Porque tenía dos, la del novio y la del amante. Y por tonta, ha perdido las dos. Y claro, eso tiene que joder.”

“A veces, oigo en mi cabeza una voz en off que me dice ‘hoy, en conversaciones que no me interesan…’”

“Yo soy un chollo, meo sentado para no salpicar y bajo siempre la tapa.”

“Me he hecho un planning estricto de comidas. O sea, un cuaderno bien estructurado, con sus pestañas de colores para clasificar aperitivos, comidas, cenas, postres… todo bien organizado, como de ser. ¿qué es eso de comer lo que a uno le apetezca o se le ocurra? No, no. Orden, ante todo, orden.”

“Me di cuenta de que no estaba enamorado de ella, si no del plan que había hecho yo en mi cabeza. Por tanto, estaba enamorado de mí mismo.”

“¿Ocio para ocupar mi tiempo? ¡Pero si yo lo que necesito es tiempo para ocuparlo con mi ocio!”

“Yo tuve una novia que era muy buena persona y yo la quería mucho. Pero la dejé porque era laísta y veía el gran hermano. Y eso me enfermaba.”


-         Oye, Naar, respóndeme en serio y sin preocuparte porque no es una proposición, pero ¿no crees que lo nuestro podría funcionar?
-         No, sería un constante choque de egos.
-         Hum… sí, nuestros planes de dominación mundial podrían verse enfrentados y a ver qué hacemos entonces.

lunes, 26 de marzo de 2012

Let it be

-         He escrito tanto sobre ti, que cualquiera pensaría que estoy loca por tus huesos.
-         Sí. Yo de hecho, lo pienso.

Pequeño extracto de una conversación con el dueño de mis sábanas que daría para varios post. Como todo lo que él hace. Y en parte creo que lo busca, porque le gusta leer lo que escribo de él. Por eso, entre otras cosas, le voy a hacer una etiqueta. Porque son tantos ya sus post, que se la ha ganado.
Me dijo también que creía que yo le quería, entre otras cosas porque me afano en decir que no es así. Y en vano traté de explicarle de nuevo que lo que yo siento por él queda bastante al sur del corazón. Pero me desarmó por completo cuando le dije que si él me quería a mí y me dijo “claro. No hay razones para no hacerlo, eres lista, sexy y ahora encima bricomaníaca.”
Mierda. Debería haberlo dejado estar.
Y divagamos un poco sobre el amor. Porque yo no creo en ello y si creo en algo, es en un sentido más práctico y racional que él. Y partimos de bases distintas. Y no nos ponemos de acuerdo, como solía pasar. Y nos reímos, como hacíamos entonces. Y me sigue acelerando el pulso hablar con él, como siempre.
Extrañamente, se redujeron mucho los miles de kilómetros que nos separan. Su charla hizo que me olvide del tiempo que hace que no le veo siquiera y de que probablemente, no le vuelva a ver. Pero luego vuelvo al mundo real, en el que él no está y aquellos años felices se fueron para no volver. Debería haberlo dejado estar.
Es curioso, porque él me sigue haciendo sentir. Sentir, en general. No un sentimiento concreto. Sólo sentir que sigo viva. Que el corazón me golpea el pecho con otra finalidad que la de simplemente bombear sangre al resto de mi cuerpo. Pero esto no es tan bueno. Sentirme viva por un rato me recuerda que no me siento así a menudo. Y me hace temblar, como al funambulista que cruza un precipicio caminando sobre una cuerda y comete el error de mirar hacia abajo, sintiendo vértigo de repente. Debería haberlo dejado estar.
Y es que yo también soy humana, leches. Sí, lo soy, las palabras esas raras de confirmación que tengo que descifrar para publicar comentarios en vuestros blogs lo certifican. Y por mucho que cante las alabanzas de la vida solitaria, a veces me da el chungo mental de echar de menos los sentimientos. Empiezo a pensar que van demasiados meses acorchada y sin sentir ni frío, ni calor, ni amor, ni dolor… ni nada. Y claro, llega el dueño de mis sábanas, desde el culo del mundo y con unas pocas palabras me hace reír y sentir un agradable calorcillo en mi pecho de hojalata. Y entiendo que puede parecer amor aunque yo diga lo contrario. Y siento como me aprieto el cardenal y duele de nuevo. Joder, debería haberlo dejado estar.
Sólo recupero la cordura cuando recuerdo mi plan de que me la pele todo. Que no sentir es necesario en este momento. Y que me tiene que dar igual todo. Quien quiera creer que le quiero, incluido él, que lo crea. Yo no lo sé, ni me importa. Ya lo confirmaré cuando vuelva a tener sentimientos. Ahora mismo ni quiero ni puedo saberlo, no puedo sentir. Sería catastrófico. Así que let it be, baby, let it be.

sábado, 24 de marzo de 2012

Arañas, mitad coña, mitad en serio

La gente me toma por una chiflada cuando digo que lo que llevo peor de vivir sola es cuando aparece una araña en casa. Pero es verdad.
Además, yo sé que los animales saben cuando tienes miedo y se aprovechan de él. Y las arañas lo saben. Vaya si lo saben. Por eso tienen todas un complot en mi contra. Me odian y quieren acabar conmigo, lo sé. Aunque sea del susto, planean matarme.
Hoy por ejemplo, ha habido dos que pretendían joderme el sábado.
Esta mañana me he levantado dispuesta a limpiar mi casita, la-lará-larita. Y cuando quito la colcha de la cama para cambiar las sábanas, cae una araña negra y horrible al suelo. No era grande, pero era fea como el demonio. Y se queda ahí, en el suelo, mirándome con ojos desafiantes. Yo, llena de valor y armada con un pañuelo la he espachurrado. Ja. Muere, muereeeeeeee, maldita araña del demonio.
Pero siempre que aparece una araña me entra la crisis. Seguro que hay más. Seguro que no venía sola. Venía con su familia, sus amigas o su escuadrón de matar a Naar. Así que empiezo a limpiar y rebuscar compulsivamente. Ya no es que cambie las sábanas. Es que miro entre cada pliegue. Sacudo furiosamente la colcha, el nórdico, la almohada. Seguro que hay más escondidas. Igual hay un agujero en alguna costura y se ha metido entre medias del nórdico, anidando entre las plumas y dejando ahí sus pequeñas crías, para que un día se hagan grandes y poderosas. Entonces, cuando menos lo espere, ¡zas! Saldrán y me comerán. Como en una peli gore. Me visualizo durmiendo plácidamente y de repente, miles de millones de pequeñas arañas empiezan a brotar de todas partes de la cama y me dejan en los huesos. Está claro. Es lo más probable. Así que empiezo a repasar las costuras del colchón, de la colcha, de mi amado nórdico que ahora estoy considerando prender fuego. No haya nada. Pero no hay que fiarse, las arañas son muy listas. Urden maldades en mi contra. Así que escudriño cada mota sospechosa de la pared. Del suelo. Del techo. Cada pelusa es susceptible de ser una araña. Muevo todos los muebles. Fumigo cada rincón de la habitación hasta que acabo medio intoxicada.
Y bajo de nuevo al salón a seguir con mi limpieza. Fijo que aquí hay más. Claro. La de la habitación era la avanzadilla. El resto del ejército arácnido está aquí. Así que de nuevo, corro los muebles, aspiro y friego compulsivamente. Paso el plumero por las paredes. Limpio y limpio como una desquiciada. Al cabo de dos horas de fregoteo psicótico, me siento un poco más calmada. Ya no hay más. Y el mensaje ha quedado claro: cada araña que entre en esta casa será exterminada sin piedad.
Entonces abro la terraza para dejar la bolsa de basura y tirarla luego. Pero algo en el suelo se mueve. Y no quiero ni mirar, porque es demasiado grande para ser una araña con la que yo pueda. Aprieto los dientes y miro de reojo. Madre de Dios. Es una araña. Una araña enorme. Una especie de tarántula horrible y marrón. Y esas me dan más pánico aún, porque el verano pasado una picó a mi madre y terminó en urgencias con una crisis anafiláctica. Son un tipo de araña que se llama de rincón y son bastante peligrosas. Total, que tengo que matarla. Como venganza a lo mal que lo pasó mi mamá. Y porque podría entrar en casa. Podría picarme. Podría picar a mi Ron. Podría matarme, esta puede conmigo sin lugar a dudas. La miro de nuevo, agazapada en una esquina, camuflada entre unas hojas secas. Joder. Esta araña ha debido de ser entrenada por las fuerzas del Vietcom. Esto es la guerra de guerrillas.  Y es lo bastante grande como para no poder matarla con la mano. Ni loca me acerco yo a ese bicho. Pero no puedo pisarla porque está en un ángulo chungo. Así que cojo la escoba y trato de sacarla de ahí. Y cuando la veo moverse, entro en crisis. Lo que más me desquicia de las arañas es verlas andar, con todas esas patas, que no sabes hacia donde van. De hecho, me pongo tan nerviosa, que mientras maldigo entre dientes y siento cómo me pica todo el cuerpo, la araña me churrea un par de veces y se vuelve a su rincón. Pero ya es cosa de orgullo. No te vas a salir con la tuya, maldita. Muere, muereeeeeeee. Y al final la piso. La piso, la repiso y arrastro el pie por el suelo, por si acaso. Muerta, súper muerta, requetemuerta.
Tengo tentaciones de nuevo de ponerme a limpiar, pero la terraza está llena de porquería y es la hora de comer. Así que mejor meterme en la ducha y frotarme hasta que deje de picarme todo.

Así que, yo que soy súper defensora de los derechos animales, por una vez me pongo en su contra. Y voy a hablar en serio por un momento. Por favor, por el bien de la humanidad, por mi escasa cordura, por la gente alérgica como mi madre o por lo que más queráis, si veis una araña de este tipo, matadla. No la dejéis, ni la echéis. Son peligrosas. Mirad esto o buscad información suya si queréis en Internet y veréis que pican, son venenosas y sus picaduras se ulceran y dejan secuelas. No es cosa de broma. Es por responsabilidad. Que la gente es idiota y trae animales de otros países sin pensar en el impacto medioambiental o en la salud pública. Que una tarántula, un escorpión o una serpiente no son un animal de compañía porque pueden hacer daño. Pueden escaparse y picar al vecino, a un niño, a alguien como mi pobre madre. Así que, bromas a parte, cuidadito con el tema.


jueves, 22 de marzo de 2012

lo que suena

Mis vecinos de enfrente son idiotas. Me caen fatal, pero no pasa nada, el sentimiento es mutuo. Además, ya he dicho alguna vez que el tío ronca tanto que a veces me despierta. Flipo. ¿Cómo puede alguien roncar tanto como para molestar con pared y hueco del ascensor de por medio? Eso no es sano, en serio.
La otra noche roncaba a tales decibelios que me acordé de una anécdota que he contado mil veces en mi vida en 3D.

Fue hace ya años, cuando yo salía con mi Ross. Nos fuimos una semana de verano a su casa del pueblo todos los amigos. Y una noche, ya harta de no poder dormir a causa de sus ronquidos y resoplidos desaforados, me fui  a la habitación de enfrente que tenía dos camas. En una de ellas dormía un amigo que me vió como compañera de charla y por mucho que yo insistía en querer dormir porque llevaba tres noches en vela, seguía dándome conversación.
El caso, es que al cabo de un rato, veo por la puerta, que estaba abierta, a mi amiga Reichel saliendo de su habitación. Parecía un dibujo animado, la condenada. Iba toda despeinada, con un pijama de flores y andando de puntillas. Ella dormía con otro amigo en la habitación contigua del Ross. En esto que me miró y con su acento medio pijo me dijo:

-         Tía, ¿qué es eso que suena?
-         ¿El qué?
-         ¡Lo que suena!
-         Ah, es el Ross roncando.
-         No, no. Yo digo lo que suena.

Yo traté de agudizar el oído,  pero lo único que se oía eran los terribles ronquidos del Ross. Así que se lo repetí:

-         Es el Ross.
-         ¡Que no! Lo que suena, tía, lo que suena.
-         ¡Que es el Ross!
-         Qué no, jolines. Que yo digo lo que suena… mira, escucha, escucha… - más ronquidos. - ¡Eso! ¡Lo que suena!
-         Joder, Reich, es el Ross. ¿por qué crees que estoy en esta habitación?

Ya medio convencida, se asomó a la habitación de él, de donde salían toda clase de sonidos guturales. Se giró con cara de asustada y me dijo:

-         Ay, lo que ronca este hombre. Le voy a cerrar la puerta, ¿te importa?
-         Llevo tres noches sin dormir. Por mí, como si le ahogas con la almohada.

Total, que cerró, dejando al Ross sumido en su propio ruido y volvió a su habitación, mientras le decía al otro amigo:  “No te lo vas a creer, pero lo que sonaba era el Ross.”

Y es terrible, pero yo que huí del único hombre que he querido de verdad por culpa de sus ronquidos entre otras cosas, ahora tengo un vecino igual o peor. No me extraña que su mujer tenga tan mal carácter, coño. Porque con “lo que suena” no hay quien duerma. Y sin dormir no hay quien viva en condiciones.

martes, 20 de marzo de 2012

momentos geniales

Tengo unas amigas que son la bomba. Algunas veces he retratado parte de nuestras conversaciones. Y aseguro que son ciertas. Si no, que vengan ellas y lo nieguen. Hoy voy a hacer una recopilación de algunos de sus momentos grandiosos, dedicados en especial a Anita, como regalo de cumple, por esos preciosos 34 que ha cumplido. De mayor quiero ser como tú, hermosa.

“No, si frío no tengo. Sólo me entra así como refrescor por los bajos.” Pa, combatiendo la calentura.

“Yo en ocasiones no veo muertos… yo en ocasiones me depilo.” Pa, escéptica y peluda.


Anita: - Uno de mis morbos es ponerme un pene de plástico y dar por culo a un tío.
Yo: - Pero qué dices, loca. ¿De qué te sirve si el pene no es tuyo? ¿A ver, qué vas a sentir?
Anita, tras unos segundos de intensa reflexión: - PODER.


“Cuando lo dejé con Pirado, me consolaba pensando que no podía ir a peor. Pero vaya si lo hice.  Fui a muuuucho peor. Y claro, ya no sé qué pensar. Porque vaya panda de locos… y eso siendo selectiva, que si no…” Anita, con ojo clínico.
                                                                                                              
“Si te hablo por la noche cuando esté dormida, tú me ignoras. Porque si me contestas, es peor. Nos pondríamos a hablar y me levanto hecha polvo.” Anita, conversaciones nocturnas.

“Este culo ya no es el mío. Esto es culpa de las bragas. Cuando llevo tanga no se nota que se ha caído porque el tanga va a su sitio y no notas ese plof.” Anita, hagas lo que hagas, ponte bragas.

“A mí antes la celulitis me respetaba.” Anita, perdiendo el respeto.

“¿Bicicleta? ¡Qué dices! Con lo que me ha costado la boca para dejármela contra un bordillo.” Anita, la deportista.

lunes, 19 de marzo de 2012

dieta milagrosa

Me lo voy a tomar a coña, pero no es cosa de gracia.

¿Quiere usted adelgazar?
Tengo el remedio infalible. Cuatro kilos en tres días.
Sólo se necesita: un colon irritable y algo que lo irrite.
Así de sencillo.
Se quedará usted delgada, pálida, demacrada y ojerosa.
¡¡Maravilloso!!

Por alguna razón, mi colon ha decidido hacer de las suyas últimamente. Y no sé por qué, porque no he comido nada raro, no me he disgustado y no he hecho nada fuera de lo normal. Creo que es un tema hormonal de los míos.
El caso es que llevo unos días pocha y me estoy quedando en el chasis. Además estoy cansada, débil y somnolienta. Sólo me apetece hacer nada, dormir y vaguear.
Yo soy delgada de por sí, no suelo pasar de los 48 kilos. Mi peso medio son 47 y creo que nunca he llegado a los 50. Pero en cuanto bajo de los 45 me empiezo a preocupar. Y cuando rondo los 40 me estreso porque ya es el límite de lo muy, muy chungo.
El caso es que estaba yo tan contenta conmigo misma últimamente, con mi peso controlado y con buena salud. Pero en tres días se me ha jodido el plan y he perdido cuatro kilos. No parecen tantos, pero en mí son una barbaridad. Así que estoy delgadurria y escurrida.  En las guías, como dicen en mi sur. A ver si me recompongo un poco, me hago un buen bizcocho de chocolate y me recupero.  Además el sábado que viene hay que salir a bailar con Anita. Así que ya me estoy espabilando, hombre ya.

domingo, 18 de marzo de 2012

que sí, que quedé con el toy-boy

Yo no sé para qué hago como que pienso tanto las cosas si luego funciono por impulsos, idas de olla, enajenaciones mentales y perrenques varios. Entre otras cosas, porque como sabiamente decías en los comentarios, a veces lo que a uno le apetece en el momento es más importante que lo que haya estado rumiando durante días. Y para colmo hay algo aún más fuerte, que son mis intuiciones. Cuando algo se me agarra a las tripas, es complicado bajarme del burro. Por suerte, rara vez me equivoco.
El caso es que el viernes llegué a medio día tarde y cansada. Así que dejé el bolso donde cayó, el abrigo encima, comí un poco y me eché la siesta.
Cuando me levanté, llamé a mi madre para ir a comprar unas cosas y tal, me vestí cutremente, me recogí el pelo guarro en un moño y me dispuse a pasar uno de mis viernes tranquilos para el día siguiente tener fuerzas para salir con Anita en su cumple. Pero… oh, destino, al coger el móvil descubrí que tenía un mensaje del toy-boy. Que salía a las 10 de trabajar y que si quedábamos. Y yo que me empiezo a poner nerviosita. Como una adolescente. Huy, jijiji. Que quiere quedar. Jijiji. Así que meto prisa a mi madre, vuelvo a casa corriendo, me ducho y me arreglo a toda pastilla y quedo con el nene.
Y qué queréis que os diga. Que es un encanto, que sonríe mucho y que me gustan mucho sus ojos casi negros. Que besa de maravilla, que tiene un cuerpo precioso y joven, sin pelos, ni estrías, ni fofeces. Que me reí una barbaridad, que es divertidísimo, que me agarra por la cintura con sus brazos fuertes y me hace sentir viva.
Total, me gusta el niño, lo reconozco. Ya os mantendré informados de la evolución de esto, sea lo que sea.


jueves, 15 de marzo de 2012

el toy-boy

Vale, es jueves, son algo más de las 10 de la noche y estoy escribiendo un post… o sea que no estoy con el niño del bus.
Peeeeeeeero, antes de que me arrojéis objetos contundentes dejad que me explique.
Esta mañana venía el técnico a cambiarme el router porque he cambiado de compañía de adsl, así que ayer dejé un mensaje en facebook avisando de que igual me quedaba sin Internet durante horas o incluso días. Por suerte no ha sido así, pero eso es otra historia. El caso es que antes de que llegara el técnico me he conectado y nada más hacerlo, va el nene y me abre una ventanita de conversación. Me dice que me estaba esperando y que menos mal que me ha pillado a tiempo. Yo flipo un poco, pero bueno. Y me dice que lo siente, pero que hoy no puede quedar. (¿Veis? No ha sido culpa mía) Al parecer iba a salir tarde del trabajo y prefería dejarlo para otro día.
Lo cierto es que me ha venido de perlas porque yo hoy tenía un montón de cosas que hacer y no me apetecía tener que lavarme el pelo, maquillarme, arreglarme y… argggg. Muy cansado todo. Así que le he dicho que sí, que ya si eso, otro día. Pero me ha insistido preguntándome que cuando me vendría bien, que si iba a tener los próximos días muy liados y tal. Le he dicho que el sábado y el lunes los tengo ya pillados, pero que el resto, si me avisa con un poco de tiempo, puedo hacerle hueco. Así que ya veremos qué pasa.
Lo bueno es que yo tenía que cortar la conversación porque venía el técnico y él porque se iba a nosequé. Pero se ha despedido diciéndome: “tengo ganas de verla, señorita”.
Hummmm… ¿me está hablando de usted? ¿tan vieja cree que soy? Jo, me siento abuela total. Y lo que es peor, ¿señorita? ¿le molo porque cree que podría ser su profesora? ¿es un rollo morboso-pervertido? ¡Joder! ¿tan, tan, tan vieja soy?
Y cuando estaba palpándome la cara como una posesa tratando de comprobar el estado de flacidez de mi grisácea y arrugada piel de anciana, me pone una carita sonriente.  
Ah, espera, no me está insultado ni es un pervertido sexuarl. Está siendo simpático. Benditos emoticonos. Así que pongo mi correspondiente carita sonriente y me despido.

Y qué queréis que os diga. Le estoy dando vueltas al asunto. El nene es mono pero… (va, voy a decirlo) tiene 22 o 23 años, no recuerdo lo que me dijo. Es son 6 años menos que yo en el mejor de los casos. Y son muchos años. Al menos en este momento. Porque hay una diferencia muy grande entre tener veintipocos, vivir con papá y mamá, pensar todo el día en fiesta y diversión… y tener casi 29, vivir sola con un gato, ser responsable, adulta y pirada. Además de otras muchas cosas que nos separan y distinguen. Por lo que no puedo evitar dudar. ¿Para qué puñetas quiero quedar con él? ¿Para subirme el ego? Porque yo no soy de relaciones largas, pero tampoco me frunjo a un desconocido el primer día. Igual el segundo sí, pero no el primero. Y eso implica quedar y requedar varias veces. Y no sé si tengo tantas ganas de frungir, la verdad sea dicha. Porque luego vete a saber. Igual es torpe. Igual es raro. Igual es… yo qué sé. Y entonces ¿qué habré hecho? Perder el tiempo.
Pero la otra parte de mi cerebro bipolar me dice lo contrario. Me dice que además de frungir puedo conocer a alguien con quien echarme unas risas. Con quien divertirme una temporada (y digo con no digo de. Que luego venimos con acusaciones). Que igual el niño es un artista del frungimiento, oyes. Y quien no quiere un toy-boy como los de las famosas. Un niño guapo al que lucir un poco de vez en cuando. Además de la idea de usar un poco la vida, ya que la tengo.
Total, que sigo igual. Ya os contaré cómo sigue la historia más absurda jamás contada. Además, el sábado vuelvo a salir con Anita. Igual conozco a otro, quién sabe.

Por cierto, cambiando de tema. He cambiado los comentarios. Ahora salen debajo del post en lugar de en una ventana emergente como a mí me gusta. Se supone que de ese modo, podéis suscribiros a los comentarios. Así que hala, estaréis contentos.

miércoles, 14 de marzo de 2012

final del sábado

Joder, van tropecientas veces que intento escribir este post y no sé por dónde pillarlo. He escrito un montón de cosas y las he borrado todas. Y sigo sin saber si esta vez voy a ser capaz de hacerlo o lo borraré de nuevo.
Vamos a ver, sé que os dejé a medias con la historia del sábado. Y los coitus interruptus no molan. Pero es que lo que pasó oscila entre lo romántico y lo ridículo. Y no sé cómo tomármelo, si en serio o a coña.
El caso es que ligué en el búho.
(nota aclaratoria: no sé en el resto de ciudades será así, pero en Madrid llamamos búhos a los buses nocturnos. No sé si será normal o fruto de la chulería madrileña. Y aclaración dos, tampoco sé si es en todas partes, pero en Madrid los autobuses tienen algunos asientos anchos, casi el doble de un asiento normal y que imagino que son para gordos porque no encuentro otra explicación al asunto)
Y hacía como ocho años que no cogía un búho. Porque siempre se montan borrachos y gentuzas varias. Así que desde que me compré el coche, voy a todas partes con él, pero el sábado había quedado en Sol. Y ahí hay dos opciones: o te metes el coche en el culo, o vas en transporte público. También pensaba haber cogido un taxi, pero estoy pelada de pasta. Y ya que mi amiga Jime iba a Cibeles a coger su propio búho, decidí hacer lo mismo.
Total, que me monté y me senté en uno de esos asientos para gordos justo a la entrada del bus con el fin de poder salir corriendo si entraba algún pirado, cosa que por la noche es de lo más frecuente. De hecho, entraron tantos, que estuve a punto de bajarme a mitad de camino. Pero por suerte o por lo que sea, no lo hice. Me quedé en mi enorme asiento de gordos deseando llegar a mi casa lo antes posible.
Hasta que entraron tres chavales algo más jóvenes que yo, sin estado etílico grave y bromeando de buen rollo entre ellos. Tanto, que me hicieron sonreír, porque yo soy boba y de risa fácil. El búho iba hasta arriba de gente y el chico más guapo de ese grupito, sin dejar de mirarme, dijo que se debían compartir asientos porque ir de pie tan apretado era horrible. Y yo, en un perrenque de locura, le dije que si quería, le hacía un hueco. Estoy chalada, lo sé. Pero ahí no acaba lo fuerte. Lo bueno es que el niño mono se sentó conmigo. Y por muy ancho que sea el asiento de gordos, es para una persona. Así que íbamos muy, muy juntos. Y empezamos a charlar y a bromear. Jiji-jaja. Y me puso la mano en la pierna “porque no tenía sitio para ponerla”. Y yo medio mareada por la colonia de hombre que tanto me confunde porque he perdido la costumbre de olerla, feliz de que alguien me tocara. Y el chaval venga a darme conversación, clavándome unos ojos negros de lo más sugerentes. Hasta que me dijo que si me gustaría quedar un día para tomar algo. Y yo, obnubilada entre unas cosas y otras, le dije que sí. Que sería un placer. Así que le di mi teléfono.
El colmo, es que cuando llegué a mi parada. Me despedí de él y justo antes de bajarme, me cogió suavemente del cuello del abrigo y me dio un beso en los labios. Así que de pronto, cuando toqué suelo firme, me parecía que mis piernas se habían vuelto de goma y que sería incapaz de llegar a casa. Y llamé a Anita para contárselo, toda emocionada yo por que hacía muchos años que no me pasaba algo así.
El sábado me costó mucho dormirme del subidón. El domingo estaba cansada pero aún con un revoloteo raro en el estómago, como si me hubiera poseído por la Naar adolescente de nuevo.  Pero el lunes me puse mala por uno de mis temas hormonales. Y se me olvidó el asunto hasta que por la noche se conectó el nene a feisbuc y empezó a darme charla. Yo, ya en mis cabales y sin ojos negros, colonias, ni cuerpos fibrosos y jóvenes que me confundieran, le dije que igual todo esto había sido una chifladura y que era mejor dejarlo tal cual. Pero él se rió, me dijo que las locuras eran divertidas y que si me apetecía quedar el jueves. Que el piquito le había sabido a poco.
Y la Naar adolescente volvió a poseerme. Porque la responsabilidad es útil, pero es aburridísima. Así que igual, el jueves quedo con él. O no. Según qué lado bipolar se apodere de mí mañana.

domingo, 11 de marzo de 2012

Sábado de restregones y beso lésbico.

El rollo de la bicicleta me ha dejado secuelas. Para empezar, una contractura en la espalda de las que hacen época. Así que el sábado me levanté hecha polvo, dolorida y con la sensación de que me hubieran dado una paliza.  Y en lugar de limpiar, que es lo que hago los sábados, vino vecinodelprimero a contarme un rato su vida. Muy majo y amoroso él, sobándome la espalda para comprobar mi contractura. Y terminé tan cansada de hablar con él de pie que pensé que con gusto me tomaría alguna droga dura y me tumbaría a remolonear el resto del sábado en mi casa llena de roña.
Por suerte, a mediados de semana ya había quedado con Anita y con Jime para salir a bailar. Así que mi plan de quedarme en casa, mohína y dopada hasta las orejas se fue al traste. Total, que me obligué a mí misma a ducharme, arreglarme y salir. Con una desgana de nivel elevado, pero salí. Y al final fue un triunfo de noche.
Fuimos a una discoteca de bailes latinos que hay en el centro. Y claro, Jime es colombiana y Anita baila bastante bien. Así que la única que era un pato mareado y contracturado era yo. Pero da lo mismo. El caso era bailar y arrimarse.
Porque es lo único que echo de menos de tener un chico en mi vida: el contacto físico. No el del frungimiento en sí, que también. Si no el simple contacto, el de que me abracen, me cojan por la cintura, se me acerquen y pueda oler la colonia de hombre que tan extraña me resulta. Y otra cosa no, pero con los bailes latinos lo que hay es contacto. Hay tanto, que de vez en cuando te dan unas cuantas vueltas para marearte, dejarte confusa y que te dejes sobar otro rato.
Además en general, el ambiente de ese sitio es bueno. Bailan contigo, te dan un poco de charla y si no das pie, no se ponen pesados. Aunque de todo hay, claro. Y hubo que se puso muy cansino con Anita. Yo lo vi mientras bailaba con uno que se arrimaba más de la cuenta y decidí eliminar a dos pesados de un tiro haciendo la vieja técnica de la lesbiana. Así que además de restregones a ritmo de salsa, conseguí un beso. De una chica, vale, pero un beso al fin y al cabo. (Por cierto, te quiero, guarra. Me voy a comprar un pene de goma y vas a flipar.)
Y el final de la noche fue apoteósico, pero no os lo cuento para que no se me gafe. Si sale bien, ya os pondré al día.

viernes, 9 de marzo de 2012

Sencillo manual para ponerse en forma esta primavera


  1. Pida la bicicleta que su padre no usa desde hace años.
  2. Descubra que la bicicleta está desmontada y guardada en un trastero.
  3. Insista. Ponga cara de pena, amenace, chantajee. Haga pucheros.
  4. Consiga que su padre acceda a montarla ese fin de semana.
  5. Espere tres semanas pacientemente.
  6. Vuelva a la carga con su padre, que se hace el longuis. Trate de convencer a su madre, que remolonea. Patalee hasta que le hagan caso.
  7. Un mes más tarde, vaya usted mismo a por la bicicleta. Saque los mil trastos inútiles que almacena su madre. Descuelgue la bicicleta descubriendo que pesa una tonelada y media.
  8. Monte la bicicleta y déjela para que su padre infle las ruedas.
  9. Vuelva a por ella y descubra a su padre con la cara roja a punto de explotar, con la espalda en un extraño escorzo, resoplando y maldiciendo porque lleva media hora y las ruedas no se hinchan.
  10. Compruebe que la bomba está rota y no da aire. Consiga enfadar a su padre al hacérselo ver.  
  11. Llévese la bicicleta a rastras hasta su casa (que está bastante lejos) con la intención de dejarla en el trastero que hay en el portal.
  12. Descubra que ninguna de las trescientas llaves que tiene son la de la puerta del trastero. Pregúntese de dónde diablos son esas llaves.
  13. Suba la bicicleta tres pisos en un ascensor minúsculo, haciendo extraños esfuerzos y rompiéndose dos uñas.
  14. Pregúntese de nuevo cuánto pesa la bicicleta, que parece estar hecha de hierro forjado y rellena de plomo. Maldiga y enfurézcase, pero mantenga viva su intención de mejorar su forma física.
  15. Al día siguiente, con ánimos renovados, decida meter la bicicleta en el coche para llevarla a la gasolinera e inflar las ruedas con el aparato especial para el asunto.
  16. Trate de abatir los asientos del coche. Rómpase otra uña. Maldiga. Pelee. De patadas, puñetazos y muerda los asientos en un estado de rabia incontrolada. Recuerde que hay que quitar un seguro para abatir los asientos y al hacerlo se doblan fácilmente. Siéntase estúpida y mire a su  alrededor para comprobar que está siendo el entretenimiento de un grupo de jubilados.
  17. Trate de meter la bicicleta de las narices y de nuevo piense en cuánto puede pesar ese jodido artefacto. Luche con ella. Empuje, resople. Sude. Maldiga. Pregúntese como es posible que en un coche donde han cabido todos los muebles de su casa comprados en el ikea no cabe una maldita bici.
  18. Llegue a la gasolinera plagada de chonis y quinquis de medio pelo. Infle las ruedas.
  19. Vuelva a su casa y aparque. Siéntase cansadísimo sin haber montado en la bicicleta aún.
  20. Trate de sacar la bicicleta del coche. Tire de un lado. De otro. Compruebe que no hay manera de sacarla. Resople. Sude. Descubra que puede hablar leguas muertas. Rómpase otras dos uñas.
  21. Llame a su padre para eximirle de sus derechos como progenitor. Grite y maldiga hasta que sus vecinos piensen en llamar a la policía.
  22. Aprovechando la fuerza sobrehumana que le propicia la enajenación mental, intente de nuevo sacar la bicicleta del coche. Resople y jure en arameo.
  23. Una vez sacada la bicicleta del coche, coloque de nuevo los asientos en su posición original. Pelee con ellos hasta que descubra que está tratando de colocarlos al revés.
  24. Móntese en la bicicleta para comprobar que todo funciona bien.
  25. Descubra que montar en bicicleta se olvida y quien dice que no es así, miente. Maldígales mentalmente mientras trata de no dejarse los dientes en un bordillo.
  26. Quede como una imbécil delante de los adolescentes que salen del colegio tratando de pedalear torpemente y arrastrando los pies a los lados por miedo a matarse.
  27. Descubra que el sillín le hace un daño horrible en las nobles partes que hacen contacto con él. Pregúntese hasta qué punto eso puede ayudarle a frungir más este verano, por muy firme que esté su culo.
  28. Vuelva a casa tras una vuelta a la manzana, agotada y exhausta, violada por el sillín más duro y pervertido que haya conocido.
  29. Suba de nuevo la bicicleta en el ascensor, rompiéndose las uñas que le quedaban bien, pellizcándose un dedo y dándose un par de golpes con los pedales. Ensucie sus ya cochambrosos vaqueros. Evite mirar su lamentable aspecto en el espejo del ascensor.  
  30. Deje la bicicleta en un sitio donde no tenga que verla por miedo a entrar de nuevo en crisis y prenderla fuego mientras recuerda por qué no le gusta montar en bicicleta y por qué llevaba años sin intentarlo siquiera.
  31.  Plantéese venderla como chatarra al peso y con lo que gane darse una sesión de remodelación de culo en un centro de estética.
  32. Observe que su culo sigue fláccido pero repentinamente le importa un bledo y se compensa con lo fuertes y tonificados que tiene los brazos.

jueves, 8 de marzo de 2012

Nuevo nombre del blog

He decidido modificar levemente el nombre del blog. Y es que cuando abrí este blog, no sabía como llamarlo y se lo puse un poco por inercia. No estaba en un momento de poder pensar mucho en eso, la verdad. Y elegí “Caminando” por una tontería en realidad. Las últimas entradas del anterior blog las acababa diciendo cosas como “seguiremos caminando”. Y cuando abrí este, fue casi la evolución natural de aquellas palabras de auto-ánimo. De hecho, pensé en ponerle “caminando sin rumbo”, porque estaba más perdida que una cabra en un garaje. Pero por fin me he encontrado. Y ahora sé dónde voy. He aprendido, entre otras muchas cosas que la única opción en la vida es ir pa’lante. Así que… bienvenidos a esta nueva fase del camino en la que no iremos hacia atrás ni para coger carrerilla.
Eso no implica que no haya días Calimeros, que no recuerde cosas (porque me fascina recordar y contar anécdotas) y que no siga hablando de los mismos temas y en el mismo tono que lo hago, Todo va a seguir igual, de hecho, pero me gusta más cambiarle un poco el nombre. ¿Qué os parece el plan?

miércoles, 7 de marzo de 2012

Como librarse de la venta telefónica de lotería

El otro día me estaba arreglando cuando me suena el teléfono fijo. Pensé que era mi madre para darme la tabarra o meterme prisa. Pero era un número raro.

-         ¿Dígameeeeee?
-         Enhorabuena, su número ha sido seleccionado…
-         Gracias, pero no me interesa. – estas cosas siempre son un timo.
-         ¿Cómo que no le interesa? ¿conoce usted el sorteo del euromillón?
-         Sí, pero no me…
-         Si me contesta correctamente a una pregunta será ganadora de una oferta promocional que le permitirá tener altas posibilidades de que le toque el euromillón.
-         Pero es que…
-         Verá, la pregunta es: ¿Cuál es el eslogan de los anuncios de euromillón?
-         No lo sé, pero oiga es que no me…
-         Puede elegir entre tres opciones: A, los euromillones molan que te cagas. B, juega al euromillón aunque fijo que no te toca y C, euromillones, empieza a soñar.
-         Pero ¿esto para qué es? Es que yo ni juego ni voy a jugar al euromillón ni a nada.
-         Responda a la pregunta y si acierta yo le explico las ventajas que obtendrá de esta promoción.
-         Yo qué sé, la C, pero en serio que no me…
-         ¡¡Felicidades!! Ha acertado y ahora puede formar parte de una peña en la que se le enviarán tropecientos boletos de lotería rellenados y firmados por un notario con los que usted jugará cada semana…
-         Pero que no me interesa.
-         ¿Cómo no le va a interesar la posibilidad de ganar dinero a montones y blablabla?
-         Pues porque no juego nunca a estas cosas.
-         Ya, pero entienda que de este modo sus posibilidades aumentan porque blablablá.
-         Pero que no me…
-         Blablablablabla…

Y es que yo procuro ser educada. Entiendo que el mundo laboral es una mierda, porque soy la primera que está en paro. Y al fin y al cabo las pobres teleoperadoras están tratando de ganarse un sueldo dignamente. Pero es que llevaba un buen rato ya tratando de explicarle que paso de estas cosas, que nunca juego a nada y que mucho menos me interesa entrar en una peña de juego. Y la tía como que nada, volvía a contarme las ventajas, las maravillas y la suerte que había tenido de ser seleccionada. Hasta que se me han inflado las narices y he tenido que ser más brusca.

-         Verá, es que yo pertenezco a una religión donde el juego está prohibido porque pervierte el alma humana y nos lleva por el camino de la corrupción, la ambición y el pecado. ¿Acaso no sabe que 1ª Timoteo 6:10 nos dice, “Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores”?  Así que deje de mancillar mis oídos y permítame que siga con mis oraciones diarias.

Y oyes, mano de santo. No se ha atrevido a decir nada más y me ha dejado tranquila. Así que creo que voy a empezar a aplicar esta técnica con todos lo que me llamen para venderme algo. Sólo tengo que buscar alguna cita de la Biblia que se pueda interpretar como una prohibición de Internet o de las líneas telefónicas. No será fácil, pero cuando lo consiga, os paso el truco.

lunes, 5 de marzo de 2012

Salamanca de subidón, Madrid de bajón

Pues eso, que nos fuimos a Salamanca. Y un buen rollo que te mueres.
Yo creo que todo el mundo sabe que Salamanca es una ciudad preciosa. Y si alguien no lo sabe, lo repito: es preciosa. Tiene montones de monumentos: iglesias, la catedral, la universidad, las calles del centro, los estudiantes jóvenes y lozanos, los guiris guapos… todo es un gusto para la vista.
El caso es que Pa y yo nos hemos pasado el fin de semana pateando la ciudad hasta que he llegado a  la conclusión de que si viviera allí mi culo estaría en mucho mejor forma que ahora. Porque todo está cerca y te pasas la vida andando. Una maravilla abandonar el coche, olvidarse de él y hacer ejercicio gratis y divertido. Además como el hotel estaba super bien situado, podíamos hacerlo todo en un paseo. Todo a cinco minutos, los bares, las tiendas, los monumentos, los sitios de marcha, los guiris… un lujo y una cura anticelulitis.  
Por las noches salimos, y exceptuando que hay que ir sorteando vomitonas porque la gente bebe hasta la muerte, el ambiente es buenísimo. Hay montones de hombres sueltos por allí con ganas de ligar. Y todo jovenzanos alegres y estupendos. Y muchos extranjeros. El paraíso de una pervertida sexuarrrl como yo, vaya.
No puedo decir que Pa y yo no ligáramos. Nos entraron varios. Lo malo es que el primer día me crucé con el amor de mi vida y claro, el resto ya no me parecía que estuvieran a la altura. Pero es que soy una gilipollas. El guiri más guapo del mundo me mira, me sonríe, me vuelve a mirar… y yo sigo andando calle abajo. ¿Pero qué coño haces, Naar? ¡¡Vete detrás suya!! ¡Frúngetelo en una esquina! Ay, madre, si es que no aprendo… También se nos acercaron unos franceses de los cuales dos eran apañados. Pero ellos no hablaban ni patata de español, nosotras ni patata de francés y yo aún tengo mucho resquemor por lo de los guiñoles. Y unos vecinos de habitación en el hotel trataron de ligar con nosotras… pero eran de Madrid, con más de 30 años y feos. Así que nada, nos hemos vuelto igual de poco frungidas que fuimos.
Otra cosa maravillosa del viaje fue conocer a Key. De toda la gente que he conocido a través de blog, es con la que mejor rollo he tenido desde el minuto cero. Que no se me pongan celosos los demás, os quiero, lo sabéis. Pero es que Key es la bomba. Nos reímos mucho y nos caímos genial. Y su amigo que vino el segundo día, a parte de frungible, era bien majo también.
Total, que obviamente ahora estoy de bajón. Porque después de esto, una vuelve a Madrid y se deprime. Madrid, con su costra de contaminación que no te deja respirar. Con sus distancias imposibles entre los sitios. Con su ruido y sus hombres no salidos y dispuestos a frungir conmigo...  Madrid es un asco. Quiero irme a vivir a Salamanca, ser amiga de Key, frungirme estudiantes veinteañeros, jugar al beer-pong como en mis años mozos, frungirme extranjeros… ¡¡quiero vivir en Salamanca y hartarme a frungir!!