sábado, 27 de abril de 2013

Viajando en el tiempo


¿No os ha pasado a veces que estáis soñando algo y vosotros mismos os preguntáis si es un sueño o es real? ¿Y al revés? ¿Estar despiertos y conscientes y preguntaros si lo que está sucediendo será sólo un sueño absurdo?
Si la respuesta es no, quizás no entendáis nada de este post. Si todos respondéis que no, quizás necesito una camisa de fuerzas. Y no sé por qué, intuyo que si hubiera visto Matrix, quizás hasta podría explicarlo todo mejor. O hacer unos símiles chulos que te cagas. Pero no. Así que podéis ahorrároslos porque no los voy a entender. Y NO, no voy a ver Matrix, ya me la he dormido tres veces y cada vez más profundamente que la anterior. Es infumable. Y podéis tirarme piedras, me la pela.
El caso es que desde el accidente de Roncito y tal estoy un poco cansada. Eso, unido al comienzo de la alergia y a los dulces efectos de los antihistamínicos. Así que digamos que voy un poco en mi propio globo y me entero de las cosas un poco a medias. Porque niños, las drogas son malas. Pero sus efectos inmediatos son cojonudos.
El caso es que ayer me levanté un poco aturdida y confusa. Había tenido unos sueños raros y dormir de nuevo en la cama tras una semana en el sofá me tiene un poco desorientada. Pero hice como si nada y seguí con mi rutina: desayuno de Ron, desayuno de mami de Ron, llamar a mamá de la mami de Ron, vestirme y salir a la calle.
Cuando salí, vestida con unos vaqueros, una camiseta, un jersey, un pañuelo al cuello y una chaqueta y miré al cielo, me dije “joder, parece noviembre en vez de finales de abril”. Y seguí caminando calle abajo. Entonces me crucé con una madre y sus dos hijos que salían del cole. Uno de ellos le dijo al otro “… ¿y te sabes esta? Mira, campana sobre campa-aaa-ana y sobre campana uuu-una…”
Demonios. Igual es noviembre de verdad. Igual lo he soñado todo y no han pasado aún las navidades, ni la operación de mi yaya ni nada. Igual he retrocedido en el tiempo. No, qué absurdo, no puede ser. Seguro que el niño ese está confundido. Así que seguí andando. Y me crucé con dos abuelos. Uno le dijo al otro “vaya tiempo que está haciendo este otoño, ¿eh?”. Mierda. ¿Ha dicho otoño? ¿Será una ironía? ¿ Estaré soñando? Igual he conseguido viajar en el tiempo de verdad  y puedo arreglar las cosas que he hecho mal. No, no seas estupida, Naar, sigue caminando, sigue como si nada, que son sólo casualidades.
Pero llegando a la panadería me crucé con un señor que llevaba una bolsa con un Papá Noel dibujado. Típica bolsa que te dan en las tiendas en el periodo navideño. Así que llegué a la conclusión de que era verdad. Había viajado en el tiempo. Había retrocedido cinco meses como si nada. Y me puse a pensar a toda prisa. Rápido, Naar, piensa. Tienes una segunda oportunidad… puedes arreglar todo lo que has liado en estos últimos meses. Rápido, qué hay que hacer. Primero, ojo con Ron y las ventanas. Vale. Más, más cosas Naar, corre, piensa. Es noviembre luego aún no te has liado con el Ross. No, espera, aún sales con el chaval de Sevilla. Vale, cuando llegue a casa le llamo y le dejo, total, me va a dejar él en un par de semanas y así nos ahorramos el berrinche y el mal trago. Más cosas, rápido. No preocuparse por lo de la yaya, va a salir bien. No agobiarse con la boda de Gordito, tengo unos zapatos que valen, no gastar dinero en otros. Y… y… espera, he dicho que aún no me he liado con el Ross. ¿Qué hago? ¿Vuelvo a liarme con él y a complicarme la vida o le doy una oportunidad al guapérrimo? Ay, dios, qué estresante es esto de viajar en el tiempo. ¡¡NO, espera!! Mejor, mucho mejor. ¿Qué coño de número tocó el gordo de la lotería? ¡¡Compra, Naar, compra!! ¿Pero qué número era? Ay, señor, que no recuerdo ni la terminación. Así no me voy a hacer rica en la vida. Ni viajando en el tiempo haces negocio, so pava. Piensa, Naar, piensa… compras la lotería y te vas a vivir al Caribe. Y que le pelen al Ross y al mundo.
Compré el pan tan contenta. Como consiguiera recordar el número de la lotería me iba a forrar. Y le iban a dar mucho por culo a todo. Ja. A la mierda el Ross, el guapérrimo y la puñetera madre de todos. ¡Iba a ser rica!
Me fui a casa de mi madre con mi pan debajo del brazo mientras el viento de noviembre me pegaba en la cara. Y es curioso esto del cambio climático, porque los árboles estaban empezando a tener unos brotes verdes como anuncio de futuras hojas. Entonces caí en la cuenta. Yo me había despertado en noviembre, pero el tiempo se estaba acelerando rápidamente. Iba sufriendo una aceleración constante que pronto me iba a traer al presente en el mejor de los casos. O al futuro de la señora de la lejía en el peor.
Aceleré el paso. No fuera a ser que llegara a casa de mi madre y me abriera una anciana. Mientras subía las escaleras, me llegó un wasap de Flumi. “Preciosa, ¿te animas a celebrar tu cumple el sábado que viene conmigo?” ¿Veis? Lo dicho. Aceleración rápida del tiempo. Ya estaba casi en el presente, obviamente. Si Flumi quería celebrar mi cumple es que era… ¿finales de marzo, principios de abril? Mierda, ya no había tiempo para comprar lotería. Espera, aún tenía 29 años. Eso es una maravillosa noticia. Igual se detenía el tiempo en ese momento y no me llevaba el sofoco anual del día gafe del año conocido como el aniversario de mi nacimiento. Igual me ahorraba ir a la boda del Gordo. Igual no llegaba a cumplir los 30. Era casi como lo de la lotería.
Subí tan contenta a casa de mi madre.

-         Mamá, adivina qué me ha pasado hoy.
-         ¿Hoy? ¿qué día es hoy?

Mierda. Qué te juegas a que no he viajado en el tiempo y sólo es una deficiencia neurológica familiar que nos impide saber en qué día vivimos.

-         Pues… pues… no sé qué día es pero escucha, me ha dicho Flumi que si celebro mi cumple con él la semana que viene, luego eso significa que…
-         Que para tus amigos cualquier excusa es buena para montar juerga. ¿a qué viene tu cumpleaños un mes después?

Mierda de nuevo. Ya sé a qué viene. A que Flumi cumple los años justo un mes después de mí. Y antes de la boda del Gordito y del disgusto de mi cumple, me dijo como un millón de veces que lo celebrásemos juntos en mayo y punto. Que poníamos los dos algo de dinero y nos tomábamos unas cañas en Casapaco.

Resumiendo, el niño era tonto o hacía cosas inexplicables de esas que hacen la mayor parte de los niños y que a mí me funden los plomos. El abuelo bromeaba con el mal tiempo. El señor de la bolsa del papá Noel era un rácano que usaba las bolsas hasta que se caen a cachos y aún estaba amortizando una de unas navidades pasadas, posiblemente las de 1998. Los brotes de los árboles no se deben al cambio climático y simplemente es que ha hecho frío y van un poco retrasados.
Odio las explicaciones racionales. Son un rollo repollo. Lo único bueno es que no he perdido la oportunidad de hacerme rica por no recordar el número premiado de la lotería. Lo malo es que el estúpido tiempo sólo avanza hacia delante y sí tengo 30 años, sí me lié con el Ross y Ron aún lleva las patitas vendadas aunque ya esté como siempre.
Mierda. Mierda y mil veces mierda. 

miércoles, 24 de abril de 2013

el secuestro del calcetín


Me quiero cambiar de edificio. No lo pensé detenidamente cuando compré esta casa. No hice un estudio exhaustivo sobre mis vecinos. Eso sí, ya he aprendido. Cuando me mude de nuevo será a:
a)      una casa con terreno alrededor para no tener vecinos.
b)      Una isla desierta.
c)      Una cueva en mitad del monte.

En caso de no poder acceder a ninguna de las anteriores, seré mucho más cuidadosa a la hora de elegir vecinos. Porque uno cree que compra su piso y que los que te rodean son seres casi invisibles que apenas cohabitan en el mismo espacio vital. Pero no. Son molestos, hacen ruido, tienen hijos y dan por culo todo lo que pueden.
Cuando yo me mudé aquí todo parecía normal. Parejas que iban a su bola y punto. Pero han pasado tres años y todo se ha dado la vuelta. Mis estupidísimos vecinos de enfrente han tenido una niña que berrea a las cuatro y media de la mañana. Y no llora o llama a sus padres, no… ella grita y se coge unos berrinches descomunales cuyo único fin es dejarnos sordos a todos para no escuchar roncar a su puñetero padre cuando ella por fin se calla. A ver si se mudan, que este piso es muy pequeño para tener hijos.
El vecino del primero era un tipo simpático que vivía con su novia, un gato y un perrito patada de pelos esponjosos. Pero se separó. Y la novia se llevó al chucho. Y él llevó al gato a casa de sus padres. Así que ahora es un soltero despreocupado que me acosa siempre que puede. Tras varios rechazos educados, pensé que había aceptado la derrota y por fin me estaba dejando den paz. Y es que no puedo ponerme en plan brusco porque es el vecino, tengo que encontrármelo en la escalera y nunca sabe una cuando va a necesitar un poco de azúcar o algo. Pero vamos, que he sido lo bastante clara. Y llevaba como tres o cuatro semanas sin saber de él. Feliz de la vida, me había olvidado de que tenía vecino.
Hasta el otro día que a las doce de la noche me llega un wasap. “vecina, se te ha caído un calcetín de rayas naranjas??”. Su puta madre. Pues sí, se me ha caído. Pero puedes dejarlo en la escalera para que lo coja a la que paso. No hace falta que te lo lleves a tu casa, secuestrador de ropa. Que no hay que darle de comer ni nada, coño, que es un calcetín. Y es que me cabrea el síndrome de trapero que tiene este vecino. Que ve unas bragas, una camiseta, una bayeta o lo que sea que se ha caído y se lo lleva a casa. Y ahí lo tiene durante vete a saber el tiempo. Un día voy a tirar los recibos por la ventana, a ver si me los paga mientras tanto.
Además, sospecho que lo recoge todo con el único fin de hacer que vayamos a su casa y así darnos charla durante un rato. Y hablo en plural para evitar un poco mi rollo paranoico, pero juraría que tiene una querencia especial por mis cosas. Todo lo que ve que puede parecer mío, se lo lleva este hombre a su casa riendo como Gollum “mi tesoro… un calcetín vieeeejo, ahora vendrá la vecina y la retendré en Mordor”. Y como yo paso de ir a su casa porque bastante tengo con lo mío, pues me extorsiona por wasap.
“Tengo tu calcetín. Baja a por él si lo quieres. Si no bajas en dos días, empezaré a arrancarle hilos poco a poco”. Tío, no mola. No es una buena técnica para ligar.  
El caso es que le contesté al wasap diciendo que sí, que el puto calcetín de rayas naranjas era mío y que me lo metiera en el buzón, que ando muy liada. Y venga charla, que si estoy liada porque he encontrado curro, que si me va todo bien, que si esto y que si aquello. Que estaría al día siguiente en casa por la tarde si quería bajar a por él. A ver, no tengo curro, estoy cuidando de un gato pachucho y mimoso que me retiene 24 horas al día pegada al sofá, así que te pido que me pongas el puto calcetín en el buzón y me dejes en paz. Cansino. Que eres muy cansino. Y eso por no decirle que por mí se puede meter el calcetín por el culo. Así, de buen rollito vecinal.
Por fin el otro día, mientras rascaba las orejitas a Ron y le cantaba lo de los balleneros, me llegó un wasap diciéndome que ya tenía el calcetín el en buzón. Le di las gracias y me respondió “las que a vos le adornan, preciosa”. Me cago en mi vida.
Me voy a comprar una caña de pescar para rescatar las cosas del patio antes de que Gollum las encuentre. Y eso mientras sigo estudiando lo de la mudanza a la isla desierta. Que estoy mu jarta ya. 

lunes, 22 de abril de 2013

El accidente de Ron


Me he llevado un susto grandísimo. Y como soy incapaz de exteriorizar las cosas hasta que no se me pasan un poco, lo cuento ahora, aunque hay algunos os hayáis enterado un poco antes por twitter.
El caso es que Ron el jueves hizo un poco el cafre y se hizo mucho daño en las patitas. Trató de meterse por un hueco de la ventana por la que no cabía y al final se rompió unas uñas de los pies y se hizo una fisura en el hueso de la pata izquierda. Cuando me di cuenta y le vi la sangre me faltó tiempo para cogerle y salir corriendo. Por suerte, estaba vestida para irme a trabajar con mi madre, pero la llamé y le dije que salía disparada al veterinario.
Llegué a la puerta de mi querido veterinario con Ron muy asustado en el transportín y yo temblando como una hoja. Apenas me había dado cuenta de que llevaba la ropa manchada de sangre y que yo misma tenía un desgarro horrible en la muñeca que me había hecho Ron sin querer al cogerle en brazos.
Hubo que sedarle para hacer una radiografía y curarle bien. Así que salí a la calle mientras curaban a mi amorcito, llorando sin parar. Llamé a Pa, que sabía que estaba de camino a Valencia y me calmó un poco. Luego el vete me dijo que no era nada grave, que la fisura se curaría sola en un par de semanas porque era pequeña y muy estable, y que las uñitas las tendría como nuevas en unos pocos días. Así que me volví a casa con el pobre Ron medio grogui y con las patitas vendadas.
Ahora el susto va pasando. Él sigue vendado, sigue un poco tristón y apagado y yo sigo sin quitarle el ojo de encima en todo el día y toda la noche. Así que estoy cansada y dolorida de dormir en el sofá con él entre los brazos. Pero vamos estando bien. Ha sido más el susto que la gravedad del asunto.
Mi muñeca parece la de una suicida, me tenían que haber dado puntos, pero no podía irme a perder mil horas en urgencias mientras el pobre gato estaba solo en casa, asustado y desorientado. Ni de coña, vamos. Así que el propio veterinario me curó un poco en el momento, me vendó y el resto de los días me hago yo el apaño como puedo.
En fin, son cosas que pasan. Yo no puedo tener más cuidado con Ron, y aunque me siento culpable por el descuido, sé que estas cosas suceden a veces. Igual que cuando se tienen hijos. Aunque tengas mil ojos a veces se caen, o tienen accidentes. Supongo que es bastante inevitable. Y no queda otra que ir aprendiendo sobre la marcha, ir espabilando poco a poco, ir haciendo de tripas corazón e ir aprendiendo y enseñándose uno solo a ser adulto, a ser responsable, a ser madre. Aunque sea de un gato. Nadie nace sabiendo. O con eso nos consolamos los torpes y los idiotas como yo.
Os iré informando. Roncete os agradece de antemano los ánimos y los mimos que le enviáis.

P.D. cuando está malito o le pasa algo, a Ron le calma mucho que le hable y le cante bajito. Dice el veterinario que le pasa a todos los gatos. problema, ya no sé qué contarle y yo canto fatal... sin contar con que la música que yo escucho no creo que sea apta para cantarle a un enfermito, así que me paso las tardes canturreando esto. Lo sé, soy ridícula y es obvio que me quedaré solterona, recogeré basura de la calle y los niños me tendrán miedo. 

sábado, 20 de abril de 2013

Premios atrasados




Alterego me pasa un premio que viene con preguntitas y luego se supone que hay que pasar a veinte blogs con menos de 200 seguidores. Yo voy a contestar a las preguntas y a olvidarme casualmente de lo de pasarlo a medio universo. Todos los que me leéis sois estupendos, así que hala, lo cogéis y os lo lleváis, que no hay ganas de poner tanto enlace y tanto rollo. Bueno, al asunto:

1. ¿Qué te gusta más, cocinar postres o platos de cuchara?
Pues me gusta bastante cocinar y no le pongo pegas a nada. Lo cierto es que sólo hay dos o tres cosas que me da pereza cocinar (así que recuerde, bechamel y tortilla de patatas). La repostería me encanta pero es más entretenida, las cosas de olla son más “sufridas”, hay días que pongo a cocer las judías a fuego lento, me voy a hacer cosas y luego vuelvo a comerlas. Los dulces requieren tiempo y atención.
2. ¿Qué es lo más importante para ti en una persona: la personalidad, o el físico?
La personalidad, claro. A mí de qué me sirve un tipo muy guapo si es un lerdo.
3. ¿Cuándo empezaste con el blog?
Este, creo que el 10 de diciembre de 2011. El anterior fue como por marzo o abril de 2008.
4. ¿Quién fue la persona que te inspiro para empezar en este mundo?
Mi amiga Dudo, que escribía un blog delicioso que se llamaba “manual de supervivencia para torpes.” Lo echo mucho de menos aún aunque hace ya tiempo que lo cerró. Por suerte aún ella está en mi vida y aunque vivimos lejos, sé (y ella y su familia saben también) que les siento muy cerquita del corazón. Cada vez que paso por la mujer que lee de Aluche,  Dudo está a mi lado.
5. ¿Sueles seguir muchos blogs o te llegan los seguidores por otras personas que te han conocido?
Pues sigo un montón y cada vez más. Esto es una droga chunga y engancha que no veas. Me encanta leeros y tener interacción con la gente. También me llegan seguidores de otros blogs y otros que no sé ni de dónde salen, pero lo agradezco igual. Aquí todo el mundo es bienvenido.
6. ¿Qué te gusta más cocinar o qué te cocinen?
Cocinar yo. De hecho, es muy raro que yo coma cosas que ha cocinado otra gente, soy una asquerosa. Sólo me fío de mi madre, mi yaya, de Anita y poco más.
7. ¿Cuál es tu mejor receta?
Cocino bien en general, no es por echarme flores. Una de las cosas que tienen éxito asegurado es la empanada de carne y los hojaldres rellenos.
8. ¿Qué le pides a una persona para que sea tu amiga?
Lealtad y sinceridad. No pido cosas raras, creo yo.
9. ¿Cuál es la mejor película que has visto?
Ains, es que sólo una no puedo. Creo que una de mis favoritas es “Lo que el viento se llevó”, lo he dicho muchas veces. Me la veo todos los años y nunca me cansa. Pero hay muchas más, porque además yo soy una absurda y me gustan las pelis más raras, me encantan Los puentes de Madison, pero me embobo siempre viendo Dirty Dancing o Grease. Soy bastante cinéfila y casi todo me gusta menos la ciencia ficción.


Ea, pues ya está. Ahora repito que todo el que me lea y tenga menos de 200 seguidores está premiado, que se lo coja y se lo lleve y lo haga.

También Opiniones Incorrectas me pasa el Premio Ferny, que recojo y contesto encantada de la vida. Este se lo paso a todos los lectores que tienen gato, que sois unos cuantos (por favor, no me hagáis poner los enlaces, que sabéis de sobra quien sois!!)





Reglas:

Ferny, un angora turco nacido el 1 de julio de 2010 en Santo Domingo y asturiano de corazón, ha creado este galardón con su nombre que va con la penitencia de responder 20 preguntas y otorgárselo a 10 blogs.

Preguntas:

1.- ¿Qué es lo que más te gusta de Ferny?
Que es guapísimo y se lame igual que mi Ron. Me parte de risa esa postura que cogen, como si estuvieran sentaditos como personas y se lamen la panza.

2.- ¿Qué es lo que menos te gusta de Ferny?
Que a veces tiene mal humor y que el otro día trató de montar a Perfidita. Ya ves tú, el quiero y no puedo de un gato. (espero que no se enfade, jejeje)

3.- ¿Sigues el blog Turkish Angora World?
¿El de Hola? Sí, lo leo casi siempre a través del enlace de twitter que pone la mami de Ferny.

4.- ¿Gato ó perro?
Sí, y ratas y hámster y lo que haga falta. Todo me gusta. Tuve perro de pequeña y le quería muchísimo. Y ahora tengo gato y es el amor de mi vida.

5.- ¿Cuál es el viaje más largo que has realizado con un gato?
Pues con Ron no he ido muy lejos, porque cuando le trajo el desequilibrado de Guadalajara iba él solo, yo esperaba en casa. Y no hemos viajado más, sólo al veterinario, a casa de mis padres, cosas así. Sin embargo con Maggie, la gata maligna del Ross sí fuimos alguna vez al pueblo del Ross en el sur. Y menudo viajes nos daba la jodía.

6.- ¿De qué color es tu habitación?
Roja y color indefinido (taupé, para los pijos) entre gris y crema.

7.- ¿Prefieres los sanitarios blancos ó de colores?
Blancos, los otros son una horterada.

8.- ¿Has gastado bromas telefónicas?
Coño, claro. Miles. Y si alguien no las ha gastado es que no ha tenido infancia. Llamar y decir “¿Ahí lavan la ropa?” que te digan “No” y contestar “joder, pues qué guarros” es de las cosas más divertidas que he hecho en mi vida. Lo peor es la última vez ya no era tan pequeña, que tendría mis 17 años tranquilamente.

9.- ¿De qué nunca trabajarías?
Tal y como va el mundo no está la cosa para hacer ascos. Y a mí no se me caen los anillos.
Si es en plan profesiones que no elegirías, no sería médico, ni enfermera ni cosas de esas. Me da asco casi todo y soy un tanto hipocondríaca. Tampoco me molan los laboratorios y no podría trabajar en algo que implicara experimentar con animales.

10.- ¿Comerías carne de caballo?
Supongo. Si está bien tratada y tal, sé lo que es, ha pasado sus test y sus controles y eso, por qué no. No hay tanta diferencia con una vaca o un cerdo o un cordero.

11.- ¿Crees que la Seguridad Social debe cubrir las operaciones de reasignación de sexo?
No.

12.- ¿Debería aprobarse en España la subrogación (vientres de alquiler)?
No es una práctica que me motive mucho, pero bueno, podrían aprobarlo, que cada uno haga lo que considere oportuno y le dicte su conciencia. No me agradan las prohibiciones porque sí. Cada uno que haga lo que quiera si es libremente.

13.- ¿Quién es el famoso que peor te cae del panorama nacional?
Pues es que no sigo rollos de famoseo para nada. Así que no sé. Me caen un poco mal los “famosos” en general.

14.- ¿Cuál es el viaje de tus sueños?
Con la compañía adecuada, cualquiera. Muero de ganas de ir a Escocia, pero hay miles de sitios que me apetecen mucho. Terminaría antes diciendo los sitios a los que no iría.

15.- ¿Llevas tatuajes? (Explica por qué sí ó por qué no)
Sí, un par de ellos. Uno me encanta, el otro me lo quiero borrar porque no me lo hicieron bien. Y me gustan, no exagerados, ni enormes, ni que se vean mucho, pero me parecen una forma más de expresarte, como los pendientes o los complementos. Curiosamente, los tíos tatuados me echan un poco para atrás.

16.- ¿Has sufrido algún robo ó atraco?
Sí, me robaron una vez siendo jovencita, tendría 18 o así y me quitaron el bolso de la silla en un bar. Menudo sofoco me llevé. También atracaron a mi madre una vez cuando yo era muy pequeña y me llevaba al colegio. Me di un susto muy grande. Íbamos las dos andando tranquilamente y dos putos gitanos yonkis que por suerte ya estarán muertos, salieron y atracaron a mi madre a punta de navaja mientras otro me sujetaba. No le quitaron mucho porque llevaba poco dinero, pero a mí me aterrorizó la idea durante años.

17.- ¿A qué edad te sacaste el carné de conducir?
A los 21 recién cumplidos. Me apunté a la autoescuela a los 18, pero me aburría tanto el teórico que pasé tres años haciendo el vago hasta que me puse en serio al asunto.

18.- ¿Por qué hay tantos siameses bizcos?
¿Hablamos de gatos? Sería una cuestión genética hereditaria en ese caso. Si hablamos de personas de esas que están pegadas, no lo sé, aunque supongo que también sería un tema anómalo por malformación.

19.- ¿Convivirías con una serpiente?
No. Menuda convivencia estúpida. Vivir con un bicho que te quiere matar y al que estás sacando de su hábitat para meterlo en una especie de tupper grande. Lo veo una idiotez.

20.- ¿En qué programa de televisión te gustaría concursar?
En “Ahora caigo”. Soy cojonuda. Lo petaría. Y si la cagase, caída libre con adrenalina gratis. Mola.

miércoles, 17 de abril de 2013

El Ross y la araña


Tras una semana de sequía ahora se me amontona el trabajo. Os debo un post sobre penes y tengo un par de premios ahí atrasados. Prometo publicarlos en breve. Pero hoy no puedo resistirme a contar esto. Las anécdotas de arañas me pueden, lo sabéis.
Ayer por la tarde quedé con el Ross. Primero me echó la charla porque fui a buscarle vestida con unas mallas y una camiseta con un hombro al aire. Según él, iba provocando por el mundo. Y me dio toda una conferencia sobre que los hombres del mundo quieren follarme y por eso unos adolescentes me habían dicho una tontería por el camino. Al parecer, no debería ponerme mallas con mi culo, ni llevar un hombro al aire porque provoco reacciones en los pobres machos humanos y les dolerán los huevos por mi culpa.  Sé que bromea, pero no me soltó de la mano en todo el trayecto. Por si acaso venía un hombre excitado y me raptaba para lujuriosos fines, supongo.
Una vez en mi casa, salió a la terraza a jugar con Ron, pero vino en seguida dentro y me miró horrorizado.

-         Naar, hay una araña ahí fuera. Mátala.
-         Ross, el mundo no funciona así. Tú eres el hombre, mátala tú. Y sabes que me dan pánico, que es lo único en el mundo que desata mis nervios, así que no jodas, ve y mátala tú.
-         Hum… achucharé a Ron para que la mate él.
-         ¡No hagas eso, melón! – le chillé saliendo detrás suya. – ¿No ves que le puede picar a él? Mátala tú.

Corrí descalza a la terraza, donde Ron estaba asomado mirando a la calle y el Ross observaba una araña de tamaño medio colgando de mi estantería.

-         ¿La vas a matar?
-         No… total, Ron está en la otra esquina.
-         Pero puede entrar en casa o yo qué sé. Mátala, Ross, joder, no me hagas cabrear.

Pero el Ross es incapaz de matar nada. Ni siquiera una maldita araña. Y esto ya nos trajo problemas en el pasado. Yo estaba descalza y presa de la histeria no me acordaba de dónde había puesto las zapatillas. Y para colmo, no me fiaba de dejar al Ross solo, es capaz de esconder a la araña para que yo no la mate. Como le seguía gritando desde la puerta, cada vez más enfadada, él alargó el dedo y cogió a la araña por el hilo, con lo que el repugnante bicho se puso a patalear.

-         Maldita sea, Ross, eres lo peor. ¿vas a matar a la araña o vas a seguir haciéndome enfadar?
-         No la voy a matar, la voy a echar fuera.
-         ¿¿Fuera?? ¿Pero no ves que ya estás fuera, anormal del culo? – soy todo amor cuando me pongo nerviosa. – Las arañas pican, te conté el otro día lo de mi madre. Y a Ron siendo pequeño le picó una en una manita y se le hinchó mucho. Así que mátala, me cago en la puta ya.
-         Pero…
-         ¡¡Ross!! ¡¡Joder, está pataleando!! – grito mientras doy un salto y me rasco compulsivamente los brazos. – Mátala o vete a tomar por el culo ahora mismo.
-         Vale, tráeme un papel.

A veces le odio mucho. Odio su sangre fría, odio su pachorra, odio que se la pele mi histeria, odio que todo le resbale y sobre todo odio que no mate arañas. Le acerqué un pañuelo y él, tan tranquilo, cogió a la araña y la envolvió sin espachurrarla.

-         ¿Pero se puede saber qué haces, pedazo de imbécil? – os lo digo, amor puro.
-         La voy a tirar a la calle.
-         ¿Qué? ¿A la calle? ¿Me hablas en serio? Puede volver a subir, puede reproducirse, puede… ¡¡deja de mirarme con esa puta cosa en la mano, Ross, joder, que me pones nerviosa!! ¡¡Te he dicho que la mates!! ¡¡Aplástala ahora mismo!!
-         Pero mujer… ¿a ti qué te ha hecho esta pobre araña?
-         Sí, vamos a debatirlo muy despacio mientras aún la tienes dentro de ese papel en la mano. O la matas ahora mismo y sueltas ese papel o te juro que no me vuelves a tocar con esa mano nunca.

Entonces, con grandísima resignación, puso el papel en el suelo e hizo como que lo pisaba un poco. Pero no lo pisó, no soy tonta. El Ross pesa más de cien kilos, podría haber espachurrado bien ese papel y haber dejado la araña reducida a un manchurrón, pero no. Hizo el amago para que me calmara, pero nada más. Y luego tiró el papel por la terraza a la calle. Así es él. Hace las cosas como para contentarte, para que no le puedas montar bronca, pero en realidad siempre, sieeeeeeeeempre, se sale con la suya.

-         ¿Pero qué haces, desgraciado? ¡¡No la has matado!!
-         Sí lo he hecho, ¿no me has visto pisarla?
-         No la has pisado, tú te crees que soy gilipollas, pero no lo soy, Ross, y tú siempre haces lo mismo, joder. Como me pique una araña, o pique a Ron, serás tú el único culpable. Y es que eres incapaz de hacer las cosas bien por una vez, me cago en todo, Ross, eres lo peor, de verdad. Y si yo te pido que mates una araña porque yo estoy descalza, joder, pues tú la matas y punto.
-         Ya.
-         Y ahora ni siquiera me escuchas, porque es lo que haces tú siempre, pasar de mí y hacer lo que te viene en gana. Y no, Ross, no son así las cosas. ¿qué te costaba pisar al bicho ese repugnante? Vamos, coño, que luego bien me mandas a mí hacer las cosas que te dan miedo que por cierto son un millón. Yo te pido una cosa, Ross, una puta cosa ¿y tú qué haces?
-        
-         Nada, Ross, no haces nada. Pues lo voy a contar en el blog, que lo sepas. Pienso decir a todo el mundo que eres un inútil, que no matas a las arañas y que pasas de lo que te digo.
-         Cuenta también que vistes como una fulana, paseando por ahí tu culo embutido en unas mallas. – rió. – y con una camiseta con el hombro al aire.

Hala, tócate los cojones. Y se quedó tan ancho, jugando con Ron a cazar una pajita. No sé por qué puñetas le quiero. Os lo juro que no lo sé. ¡Hay que joderse! Ahora hay por ahí una araña paseándose tan tranquila mientras yo me arranco la piel a tiras de tanto rascarme. Y él, durmiendo a pierna suelta, claro. Manda huevos.

lunes, 15 de abril de 2013

tetas y culos 2... la secuela.


A raíz del post anterior me ha dado por pensar más profundamente en culos y tetas. Es lo que tienen los temas de tan relevante importancia, claro.
Respecto a los culos, está claro que casi todos los hombres los prefieren respingones. Redonditos, altos y tal. Es curioso, yo de adolescente odiaba mi culo porque tenía la sensación de que era enorme. Y no lo era, tenía una 36-38 de pantalón, sólo que tenía muy poca cintura y el culo muy alto y redondo. Para mi desgracia, entonces se llevaban los pantalones elásticos de campana, por lo que mi culo iba embutido en esos horrores haciendo las delicias de mis hormonados compañeros. Por eso empecé a ponerme la camisa de leñador de cuadros de mi padre que me llegaba a las rodillas. Luego adelgacé estrepitosamente y mi culo se redujo para no volver a ser jamás lo que fue. Y a pesar de ello, lo sigo prefiriendo tal y como está que aquellos años de culo de pollo.
En el caso de los tíos supongo que también molan los culetes un poco respingones, pero no sé, a mí un tío con el culo gordo me estresa mucho. Ya dije que no soy de fijarme demasiado en las retaguardias, pero un tipo culón es lo peor. Anita me traumatizó con lo de “hombre con caderas de parir” y ahora no soporto un tipo de caderas redondeadas ni culo ancho. Sin embargo, los tíos “sin culo” no me molestan.
Y luego vienen las tetas. Al parecer, un buen escote tiene un punto a su favor siempre. Yo llegué a los catorce años totalmente plana. Con doce años o así me salió un bultito megadoloroso bajo un pezón. Y durante años ahí estuvo, doliendo hasta extremos insospechados sin que ocurriera nada más. Cuando por fin me bajó la primera regla y yo seguía plana a excepción del pequeño bulto doloroso, pensé que me quedaría así para siempre. Pero no. En cuatro meses exactos me salieron unas tetas descomunales en relación a mi tamaño. Además me salieron muy altas, muy redondas y duras como piedras. Esto también hizo las delicias de mis compañeros hormonados de instituto. Por eso, una vez más, me ponía la camisa de leñador de cuadros de mi padre. Tetas y culo tapados de un plumazo bajo un par de metros de tela de franela. Lo que tiene la adolescencia. Iba yo bellísima tapada con los cuadros de leñador, pasando un calor del carajo para que no se me vieran unas tetas que valían millones y un culo que era estupendo. Pero yo era estúpida, qué queréis que os diga.
Sin embargo, ahora que he cumplido los 30, es cuando más escotes me pongo. Y cuando uso pantalones ajustado y leging y de todo. De hecho, la semana pasada solté una carcajada porque el Ross no tuvo mejor idea de decirme que estoy más buena ahora que a los 20. Y nadie lo puede saber mejor que él, que fuimos novios a los 20 y volvemos a ser algo raro ahora. Él tiene la teoría de que con 20 estaba extremadamente delgada, que tenía las tetas tan altas que parecían operadas y que ahora estoy más compensada. Traducción femenina: estoy gorda y se me han caído las tetas.
El problema es que  respecto a los pechos hay muchas más vertientes que sobre culos. Hay tíos que los prefieren grandes, tíos que los prefieren más pequeños, tíos que les gustan puntiagudos, tíos que les gustan más redondos, tíos que les gustan operados, tíos que les gustan naturales… ahí creo que cada uno es un mundo. Yo no puedo entender el tema de la silicona. No sé, imagino que a mí un tipo se me acerca con una chorra operada y rellena de una bolsa de líquido viscoso y se la va a tocar su puñetera madre. Así, de buen rollito, para su puta madre. No puedo comprender que a los chicos les gusten las tetas de plástico, en serio. Y no hablo de esas cosas exageradas y fuera de todo orden natural de las cosas, esa gente que se mete cinco kilos de silicona por cada teta, hasta que tienen unas sandías ahí pegadas. Eso no le puede gustan a nadie en el mundo. A nadie con ojos, al menos. Y no sé, a mí no me gusta ninguna, ni las bien hechas. Son demasiado artificiales y a mí me gustan las cosas naturales aunque eso las haga imperfectas. Prefiero unos pechos pequeñitos y naturales que unas tetas talla 95 falsas. Opinión personal de una mujer, así que poco válida, supongo. Pero es lo que pienso.
Dentro de los pechos naturales, a mí me parecen muy bonitos los pequeños. Veo los sujetadores chiquititos, con su poquito de relleno y tal y se me van los ojos detrás de ellos. Además, los escotes poco generosos son mucho más elegantes. Puedes ponerte muchas más cosas y no llamas la atención. Puedes escotarte mucho más sin parecer una fulana. Los pechos muy grandes dan sensación de vulgaridad. Te hacen parecer más gorda de lo que estás. Hay cosas que te sientan fatal. Y los tíos no te miran la cara si llevas algo abierto. Pero al parecer por un tema neandertal de búsqueda de la fertilidad, los tíos prefieren mujeres de senos generosos.
Yo, al final, a fuerza de cumplir años, quitarme complejos y tal, llegué a la conclusión de que tengo unos pechos bonitos. Y hasta me gustan y tal, pero tampoco me importaría tener una talla menos. No me supondría un trauma. Y como según el Ross, no sólo no se me han caído, si no que se me han colocado (tócate las narices), pues de momento me quedo hasta contenta con el asunto.
Y creo que a veces nos obsesionamos más las propias mujeres que los tíos. A veces nosotras nos acomplejamos y le damos vueltas a las cosas, mientras que los chicos no son tan pejigueros. Ellos mismos admiten que no les importa que los pechos estén un poquito caídos o que no sean perfectos. Y la mayoría los prefieren naturales aunque eso implique que sean más pequeños o más blanditos o lo que sea. Creo que somos nosotras las que vemos todo como un problema mientras para ellos una teta es una teta y mola el 90% de las veces. los chicos en general prefieren mujeres naturales, que se diviertan, se rían y tomen las cosas con cierta ligereza que las que se pasan la vida tratando de ser y estar perfectas pero no dejan que las toquen para no estropear su maravilloso look currado. Lo que dice Sabina de “ten cuidado al desnudarme no vayas a estropear mi peinado.” Los chicos se estresan con esas mierdas.
Y eso que como soy mujer, a mí me surgen dudas con otras cosas, porque un pecho es todo un universo en el que los pezones son un mundo a parte. Hay pezones grandes como pizzas individuales. Y otros diminutos como un granito. Por las opiniones recogidas, van ganando los pequeños. El ideal, tamaño moneda. Luego, los hay rosas, marrones, beiges y de toda una amplia gama de colores. Y los hombres, esos mismos que no saben diferenciar el rosa del fucsia y el turquesa del verde, son todos unos expertos para decidir si les gustan los pezones de un color o de otro. Eso demuestra que todo es cosa de interés. La próxima vez que queráis su opinión sobre el color de la pared del cuarto de baño, pintaros las muestras en las tetas. Quizás así elijan en lugar de poner cara de estreñidos y decir que les da igual y que todos los que le estáis enseñando son iguales.

Y todas estas concienzudas ideas me llevan a concluir, ¿realmente las mujeres nos obsesionamos con nuestros pechos o son ellos los que nos provocan las fijaciones? ¿Qué tipo de pecho sería el ideal? ¿vosotras os operaríais, os pondríais o quitaríais? ¿vosotras también tuvisteis una adolescencia chunga y os tapabais con cosas raras?

Y obviamente, tanta reflexión me ha llevado a algo peor… he hablado de culos y tetas, ¿qué falta? Pues hablar de penes, obviamente. Aquí que en próximas entregas, un estudio sobre formas, tamaños y comportamientos de penes. Hala. (Qué chunga es la primavera…)

domingo, 14 de abril de 2013

de tetas y culos y demás


Últimamente, entre la boda de la puñeta y el Ross y demás paridas, este blog parece el de una moñas. Y no. Hombre ya. Así que ahora mismo me voy a poner a hablar de tetas y culos. Y punto.
Mi amigo el Gordito tiene la teoría de que los hombres se dividen en dos tipos: tetistas y culistas. Y yo apoyo la moción. Hay dos clases de tíos, los obsesionados con las tetas y los obsesionados con los culos. Y diréis que obsesión es una palabra un poco exagerada. No nos engañemos, los hombres piensan en sexo constantemente. Tú estás feliz de la vida limpiando el polvo o barriendo y ellos te imaginan como una pornochacha. Tú estás preparando unos macarrones con tomate y cantando “cocinero, cocinero” de Antonio Molina y ellos te imaginan como una pornococinera. Tú estás poniéndote unas medias y ellos te imaginan en plan actriz porno. Tú estás haciendo cualquier cosa inocente y ellos te imaginan haciendo eso mismo pero en plan porno.
El caso es que cuando imaginan todas esas cosas cochinas, tienen dos opciones, centrarse en tetas o en culos. Y cuando te miran, cuando pasas por su lado, tienen dos opciones, fijarse en las tetas o en el culo.
Y vosotras diréis, pero si tengo unos ojos/labios/pelo/loquesea preciosos. Sí, muy bien. Igual lo han visto y todo. Puede que hasta les guste. Pero inevitablemente se terminarán decantando por fijarse en tus tetas o tu culo. Y la clave está en qué elegirán primero, en a qué prestarán más atención.  
Y una vez metidos en harina habrá claras inclinaciones. Yo estuve con un tipo hace bastante tiempo que ignoraba mis tetas de una manera que rozaba lo preocupante. Sin embargo tenía una afición desmesurada a sobarme el culo. Y eso, dado mi caso, es casi pecado. Y también he conocido casos de lo contrario, de pensar “¿algún día me mirará a la cara y descubrirá que tengo los ojos verdes?”
El caso, si me lee algún hombre, haced el favor de no ser descarados. Vale que os guste más una cosa que otra, pero no seáis de ideas fijas, joder, que mira que sois mononeuronales a veces. Escuchad un poco a la chica en cuestión y prestad atención a diversas partes de su cuerpo. No metáis la cabeza entre sus pechos y olvidéis que existe un mundo y una mujer ahí fuera. No agarréis su trasero con ambas manos e ignoréis el resto de su cuerpo. Eso así, a modo de Naar consejo. Pero lo que me interesa en este caso es que confeséis si sois tetistas o culistas y por qué.
Y ahora, mujeres del mundo… ¿en qué nos fijamos nosotras? ¿somos más ambiguas? ¿nos dan venas cursis tipo fijarnos en los ojos, las manos, los labios y demás? ¿o echamos un ojo al paquete a ver si abulta o no? Y sed sinceras, no me vengáis con remilgos a estas alturas. Que sí, que el conjunto, que blablablá. Pero ¿en qué os fijáis primero? ¿qué es eso a lo que se os van los ojos irremediablemente?
Para que no se diga, hablo yo la primera. Reconozco que no tengo un prototipo físico de hombre así como muy definido. He pasado de chicos morenos de 1,70 (escaso) a rubios de 1,90 sin despeinarme. El tema es que el chico en sí me guste y no sé muy bien de qué depende eso. Supongo que en general me gustan más los rubios, los altos y tirando a gorditos. No me gustan los tíos delgados ni huesudos. No me gustan nada los calvos ni los peludos. Me atraen los tipos con gafas. Y me pierden las sonrisas. A mí un chico con una sonrisa bonita me tiene medio ganada desde el minuto cero. Quizás es lo primero en que me fijo. Luego en los ojos, en la mirada. Y los hombros y la espalda me obsesionan un poco, la verdad. Me gustan los tíos anchos de espaldas, con buenos hombros de los que agarrarme. Y sí, lo admito, a veces echo un ojo a la bragueta si llevan vaqueros. Eso sí, no es lo primero que miro. Sin embargo, es rarísimo que mire los culos. Igual llevo un mes con un chico cuando me da por fijarme en si tiene buen culo o no. Y sea cual sea la respuesta, me resulta muy indiferente.
Obviamente, estamos hablando de físico puro y duro, que sí, que a mí una conversación me gusta como a la que más. Que la inteligencia me parece muy sexy. Que necesito estar al lado de alguien mínimamente culto, interesante y tal. Pero seamos superficiales por un rato, que de vez en cuando viene muy bien.

viernes, 12 de abril de 2013

cuando ruge la tormenta


He estado unos días enfurruñada. Y cuando digo “enfurruñada”, quiero decir furiosa a niveles de querer matar a alguien. Mis cabreos suelen ser proporcionales a lo que me importa la persona que me hace enfadar. Así que si es el Ross el que causante del enfado, el mundo tiembla y ruge como un volcán a punto de entrar en erupción.
Tanto, pero tanto me enfadé, que terminé mala. A mí la ansiedad y la ira me enferman físicamente. Así que he estado unos días encontrándome muy mal, con el estómago cerrado y ganas de llorar y gritar barbaridades todo el día.
Para colmo, supongo que causado por lo mismo, me salió un orzuelo en un ojo con una infección y un malestar ocular considerable. O sea, que daba gloria bendita verme.
Y diréis, ¿qué hacía el Ross a todo esto? Pues huir de mí, el muy miserable. Pero es que el Ross es así. El por no enfrentarse a algo es capaz de cavar un agujero y meterse dentro como un topo. Y yo le aterro. Sabe que si me enfado me vuelvo muy hiriente con las palabras. Y sabe que conozco sus puntos débiles. Y sabe que tengo mala leche de sobra para darme media vuelta y dejarle con un par de narices el resto de la vida. Y desde luego, sabe que no hay nada que me haga cambiar de parecer hasta que no saco todo el veneno que tengo dentro. Y sabe que huir no es solución porque yo con el tiempo sólo me enfado más y más… pero por si acaso él trata de ignorar el tema y escurrir el bulto eternamente.
Así que caemos en un círculo vicioso muy chungo, él huyendo y yo cada vez más peligrosa.
Yo con el Ross sólo me he enfadado así cuatro veces en la vida contando esta. La primera fue al poco de empezar a salir y casi nos cuesta la relación. La segunda daría para un post porque ahora consigo ver la situación como algo medio cómico, pero en el momento creí que le iba a matar. Y la tercera fue hace dos años cuando nos dejamos de hablar hasta este otoño. Así que claro, esta vez él no sabía muy bien si tocaba muerte o dejarle de hablar para los restos.
Por suerte, al final lo hemos medio arreglado. Lo único que juega a su favor es que cuando por fin me desahogo y llego a un punto de entendimiento, paso página. De todos los defectos del mundo, soy poseedora de la mayoría, pero no soy rencorosa. Así que si yo digo que se pasó, se pasó. Pero ojo hasta que se pasa.

El caso es que por eso he estado estos días sin escribir mucho. Entre el cabreo, los dolores y luego el ojo purulento, no he tenido ganas. Pero ya ha pasado la tempestad. Mi tripita va recobrando su estado normal, mi mal humor se ha reducido al nivel normal y mi ojo vuelve a parecer un ojo. El Ross me ha pedido perdón y hemos conseguido cierto entendimiento. Así que vuelve la calma. O lo que sea que hay en mi vida cuando no me veo envuelta en la tormenta de mí misma. 

lunes, 8 de abril de 2013

la boda protocolaria


Bueno, por fin ha pasado la boda de Gordito.
La verdad es que después de unos cuantos años ya de ir a bodas de amigas y familiares, he aprendido que una boda refleja bastante bien el carácter de los novios y en especial de la novia, ya que es la importante del asunto. No nos engañemos, el novio es mera comparsa. La importante en este caso es ella. Es la que organiza y dispone el asunto, así que todo lleva su impronta.
Como la novia (ya esposa) de Gordito es totalmente el polo opuesto a lo que soy yo, pues no puedo decir que la boda me gustara demasiado. Estuvo bien, correcta, protocolaria, clásica y tradicional. Tirando a aburrida, a seria y a sosaina. Como es ella, vaya.
La ceremonia, casi perfecta. Cuarteto de cuerda con soprano y una selección musical deliciosa. Iglesia bien adornada, todo bien dispuesto. Ella, muy de novia, con vestido pomposo, mantilla y ramo de rosas. El convite, pues lo mismo, correcto, bien estructurado, todo a tiempo, todo bien. En resumen, aburrido como una ostra. Luego bailaron un vals, al más puro estilo de hace mil años, primero los novios solos, luego con los padres, luego con los hermanos, luego se sumaron los amigos… muy bien todo.
El problema es que yo soy más espontánea, más divertida, más sencilla. No me preocupa que las cosas sean perfectas, la perfección suele ser un rollo repollo, como fue el caso.
Además, la ya mujer de Gordito no tiene ningún sentido del humor y cree que los amigos de su marido somos una chusma, así que nos tenía totalmente cohibidos. Se pasó las semanas antes de boda advirtiéndonos que no hiciéramos el ridículo, como si fuésemos una vergüenza de gente. Y para ella, todo es de paletos. Así que no se podía levantar nadie de la mesa durante el convite, porque es de paletos. No se podía gritar “vivan los novios”, es de paletos. No se podía gritar “que se besen, que se besen”, es de paletos. No se podía cantar, ni gritar, ni hacer payasadas, es de paletos. No se podía hacer vídeos ni power point o cosas de esas con fotos y tal, es de paletos. No se podía hacer nada porque todo es de paletos. Así que nos aburrimos un poco, francamente.

Y no sé qué deciros, yo no soy una persona a la que le gusten mucho las bodas. No me gusta hacerlo todo tan clásico y protocolario como lo han hecho ellos, pero tampoco me gusta mucho el extremo del muy moderno y hacerlo por el rito klingon, por ejemplo. No sé qué haría yo dado el caso (a parte de salir corriendo muy, muy rápido), pero voto más por las cosas sencillas y naturales, por no ser una loca controladora y dejar respirar a la gente. ¿Qué quieren agitar las servilletas en alto cuando entran los novios en el convite? Que lo hagan. ¿Qué quieren cantar y bailar y dar palmas? Que lo hagan. ¿Qué quieren gritar vivan los novios, los padrinos, que se besen, que se suban a la silla? Que lo griten. Hemos venido a pasarlo bien, se supone, no a estar encorsetados.
En cualquier caso, cada uno es libre de hacer lo que le salga del mismísimo en ese día, faltaría más. Los amigos sólo vamos a acompañarles en tan feliz momento y a desearles todo lo mejor. Pronto os cuento más chismes, más anécdotas y más cosas de la boda y de estos últimos días. de momento, sólo una vez más decir que quiero tanto al Gordo que espero que sea muy feliz, que deseo de todo corazón que haya elegido bien y que ojalá tengan una larga y feliz vida, al poder ser, juntos. 

viernes, 5 de abril de 2013

30 años de historia


He decidido imitar a Molinos, que hizo un post chulísimo porsu 40 cumpleaños y hacerlo por mis 30. Que tampoco son moco de pavo, como se suele decir. Porque, la hostia, yo nunca pensé que fuera a cumplir los 30. Espero que os guste mi repaso de mi propia vida. Dios, qué vieja me siento...


1983. Mi prodigioso nacimiento. Fui una bebé enorme y gorda que nació con los ojos abiertos de par en par. Mi padre fue a ver a mi madre, que estuvo a punto de morir en el intento de tenerme y le dijo “es una princesita con los ojos azules y un hoyito en la barbilla.”
1984. según mi madre, yo era una niña muy risueña, que comía bien pero no dormía nada. A mí lo que me gustaba era tirarle mis juguetes al perro desde la cuna.
1985. al parecer ya hablaba por los codos. Tengo algunos recuerdos difusos que son de esta época, pero no tienen sentido. Empecé a dormir pero cada vez comía menos. Mi gran hobby era dar de comer migas de pan a las hormigas. Empecé a leer y en navidades escribí mis primeras palabras en una tarjeta a mis abuelos.
1986. me empezaron a llevar a un cole de monjas que no me gustaba nada. Me pegué un par de veces con una niña que se llamaba Clara. Desde entonces, no me gusta ese nombre. Conocí el mar en Nerja y me comí mi primer helado de chocolate.
1987. empecé el cole de verdad. Otro colegio de monjas. Me pusieron en la clase de los avanzados porque a estas alturas yo leía y escribía con fluidez. Eso me creó muchos enemigos.
1988. escribí mi primer cuento “El sol y yo”. Y el segundo “El perro de mi amiga P.S”. Ilustrados y todo, muy monos ellos. Mi madre aún los conserva en algún sitio.
1989. la nochevieja fuimos a casa de mis tíos maternos a Granada toda la familia. Lo pasé bomba y me acosté muy tarde. Es raro, pero no recuerdo nada de antes de ese año.
1990. empecé a quedarme sola en casa mientras mis padres trabajaban en el despacho que acababan de abrir. Me mandaron en verano al pueblo de mi padre en Burgos. Fue una experiencia horrible.
1991. fui de viaje con los del cole a Rascafría. Me peleé con todas las hijasdeputa de mi clase y me lo pasé bomba con gente de la otra clase. Aprendí a tejer tapices y a teñir lana.
1992. hice la comunión. Fui a una granja escuela con el cole y ordeñé a una oveja. Fui por primera vez de campamentos en verano y estuve 15 días lejos de mis padres. Le gusté por primera vez a un chico que me pidió salir. Huí despavorida. En otoño fui por primera vez al pueblo del sur.
1993. cumplí 10años y me sentí muy mayor. Repetí campamentos. Me volví loca por el sur y mis padres compraron la casa. Me encontré un cangrejo de río a la salida del mercado. Lo cuidé durante casi un año.
1994. Ir al sur era toda mi obsesión, pero además fui de campamentos por última vez. Le gusté a tres chicos. No huí y aunque obviamente no pasó nada,  empecé a sospechar que los hombres me traerían problemas.
1995. murió mi perro en enero. Cumplí 12 y una vecina me preguntó si hacía la comunión ese año o al siguiente porque parecía una mocosa. Depresión total. En el colegio, con los compañeros las cosas iban de mal en peor. Por suerte, pasé un gran verano en el sur. Uno de los mejores. Tenía una pandilla y salíamos por las tardes en bicicleta como los de verano azul. La famosa nochevieja bailando esto. (en mi pueblo lo llamaban la canción de la coca-cola, pero no sé muy bien por qué)
1996. horrible año en el colegio. Súper felicidad en el sur. Conocí al que sería mi primer amor y el monstruo más terrible que pasaría por mi vida, pero aún no lo sospechaba.
1997. me bajó la regla. Me salieron tetas de golpe. Pasé el mejor verano de mi vida. Primer amor, primer beso, primera decepción. Conocí a mis amigas-hermanas del sur. Cambié al instituto, empecé 1º de BUP y mi vida mejoró considerablemente.
1998. primer beso con lengua de verdad. Primeras locuras. Me corté el pelo y aún no me he perdonado a mí misma por hacerme aquello. Primer noviete macarra de Leganés con el que lo dejé y volví tres veces.
1999. cambié de clase en el instituto y la gente no me gustaba nada. Me separaron por primera vez de mi amiga de toda la vida. Empecé a salir con mi primer novio serio, Gui.
2000. caí enferma en enero, no me recuperé en todo el año, creí que iba a morir. Fui de viaje de fin de curso a Italia en marzo. Perdí la virginidad allí. Lo dejé con Gui en octubre, me hizo la vida imposible durante meses.
2001. (odisea en el espacio. No, es coña.) cumplí 18, hice selectividad. Verano loco en el sur. Comencé la universidad tras mucho pelear con mis padres para hacer lo que yo quería.
2002. empecé a salir con el monstruo. Pasé un infierno de año. En noviembre se casó amiga-hermana N. En nochevieja el monstruo me propuso matrimonio.
2003. en febrero recibí una paliza del monstruo y lo dejé definitivamente con él. Estuve mucho tiempo sin pisar el sur. Me quité el miedo a fuerza de fiestas universitarias. Empecé a ser amiga de Pa. Me operaron del lunar de la espalda. Salí con el chico de las naranjas. En julio murió mi bisabuela a la que adoraba. En verano me recorrí todas las fiestas de Gandía, Denia, Javea, Benidorm y alrededores. Tuve un amor de verano con el francés más guapo de la historia. El otoño me encontré con el Ross. En diciembre empezamos a salir.
2004. me enamoré hasta las trancas día tras día del Ross. Hicimos viajes y pasamos todo el tiempo del mundo juntos. Comenzamos las fiestas satánicas con nuestros amigos. Conocí al dueño de mis sábanas. Caí en sus brazos irremediablemente. Tenía un trabajo fascinante. Me saqué el carnet de conducir. Fue uno de los años más felices de mi vida.
2005. seguía de fiesta constante y trabajaba en una tienda de ropa. En verano fui de camping con el Ross y nuestros amigos a Suances. Conocí a un amigo del Jimmy que me lió la cabeza. En septiembre lo dejé con el Ross y luego empecé con este chico lánguido.
2006. terminé la carrera, encontré mi primer trabajo de educadora de menores. Lo dejé con el Lánguido y seguí teniendo una relación extraña con el Ross.
2007. empecé a salir con el desequilibrado. Cambié de trabajo. Se casó hermana-amiga guapa.
2008. mi vida se convirtió en un infierno por culpa del desequilibrado. Me engañó con su ex y me hacía sentir como la mierda todos los días. Tenía un trabajo frustrante. Viajé a Cuba. Abrí el anterior blog. Conocí a Anita (algo bueno tenía que haber).
2009. me independicé a un piso de alquiler con el desequilibrado. Tuvimos un montón de problemas con el casero, pero lo pasábamos bomba con los vecinos. Se casó hermana-amiga chica. En agosto llegó Ron a mi vida. Compré la casa donde vivo ahora.
2010. nos mudamos el desequilibrado y yo a esta casa. Me llevó a Roma, me pidió matrimonio. Viajamos al Caribe. Volvimos y le confirmé que no iba a casarme con él. Broncas y más broncas. Le mandé al carajo una semana, pero volvió. Tras unos meses de infierno, le puse en la calle y me quedé sola en condiciones muy lamentables. Abrí este blog.
2011. el Ross me hizo trizas el corazón cuando más le necesitaba. Se casó hermana-amiga P. Pasé un verano muy triste, muy sola y muy jodida. Hasta agosto, que el dueño de mis sábanas se piró a EE.UU y fue la boda de mi amiga Nuria. De repente vi la luz al final del túnel.
2012. los primeros seis meses fui feliz como una patata. Salía de fiesta, bailaba y me sentía plena conmigo misma. Conocí a un chico y me abrí por primera vez en dos años a sentir algo. Me equivoqué y caí de rodillas de nuevo hasta que el dueño de mis sábanas me sacó de golpe con un mensaje desde la playa.
2013. maldita sea, aquí estoy, cumpliendo 30 años. ¿Cómo ha sido posible? 

Y para celebrarlo, Mar me ha escrito esto con lo que se me han saltado las lagrimillas. Y Pimiento y Tomate me han mandado un par de obras artísticas que merecerían un lugar en un museo, a ver si consigo subirlas en el próximo post (de momento están en twitter). No hay suficientes palabras de agradecimiento por estas muestras de cariño que hacen más llevadera mi recién estrenada década.


martes, 2 de abril de 2013

con dos huevos


El Ross siempre tiene gravísimos problemas. Sobre todo porque cree que las chorradas monumentales son gravísimos problemas. Decir que se ahoga en un vaso de agua sería exagerar. Él se ahoga en una cuchara sopera.
Por eso tengo tendencia a no hacerle mucho caso. a su vez, él tiene la idea de que yo no tengo problemas, porque como soy de esas personas que no se lo piensan y se tiran al vacío, es que no debe darme miedo. Digamos que yo soy de coger el toro por los cuernos, de esperarle a puerta gayola, de ir a buscar yo al toro si es necesario. Y él es de esconderse tras el burladero y cuando sea posible, huir despavorido a un lugar lejano donde no haya toros.
Hace poco conté que el Ross tenía una paloma que iba a su terraza de la habitación. Le tenía comida la moral y se pasaba la vida tratando de espantarla. Es lo que tiene vivir solo, te aburres y haces idioteces. Y a él, claro, le parecía un problemón. Al parecer, cuando se fue de viaje, la paloma empezó a sentirse a sus anchas sin un loco que saliera cada dos por tres haciendo aspavientos.
Ayer, llegó de viaje y  fui a verle y a pasar la tarde con él. Según me abrió la puerta me miró con su cara de compungido. Como el Ross es el máximo exponente de calimerismo del universo, pensé que sería una de sus soberanas tonterías.

-         Tengo un problema. – gimoteó.
-         A ver, sorpréndeme.

El Ross me llevó a su habitación y me señaló el mueble alto que hay en la terracita. La paloma estaba tranquilamente asentada sobre un nido.

-         Hoy cuando he llegado he visto que había pajitas encima del armario. – me contó. – Y me he subido a la escalera y… y… y…
-         ¿Y qué pasa, Ross?
-         ¡Pues que hay dos huevitos en el nido!

Ay, madre que le veo venir. Lo que le faltaba a Calimero, un huevo de verdad. O mejor, dos huevos. Aunque sean de paloma. Le miré con resignación. Esperaba que fuera un problema de los suyos, no algo relacionado con mi punto flaco.

-         Bueno, ¿y qué quieres que te diga?
-         No lo sé. ¿Qué hago? ¿Los dejo? ¿O los quito y…? – el Ross es incapaz ni de pronunciar lo que habría que hacer con los huevos.
-         No le estás preguntando a la persona adecuada, lo sabes.
-         Es que las palomas lo cagan todo, mira como está la terraza de sucia. – me pone ojos súper lastimeros. – Pero si le quito los huevos y esos pollitos no llegan a salir me sentiría horriblemente mal.
-         Ya lo sé.
-         ¿Entonces qué hago?

Me encogí de hombros. Realmente no sé qué esperaba que le dijera.  Sabe de sobra que yo tampoco soy capaz de quitar unos huevos y hacer tortilla con ellos. Sabe que yo salvo a los caracoles que vienen en las lechugas y los cuido hasta que puedo soltarlos en el sur o en algún lugar seguro.
La paloma, toda gorda encima de su nido nos miraba fijamente. Debía pensar, “vaya dos gilipollas ahí detrás del cristal observándome”.

-         Y claro, ahora no se asusta, la condenada paloma. – volvió a gruñir. – antes la espantaba y se iba. Ahora a no ser que salga y me acerque mucho no se va, está ahí cuidando y empollando sus huevos. ¿cómo se los voy a quitar?
-         Pues déjalos y ten pollitos.
-         No quiero pollitos, me lo van a cagar todo.
-         A ver, Ross, que entras en bucle. Aquí hay dos opciones, quitar los huevos y punto final o dejarlos y aceptar que habrá caca de paloma.
-         ¿Y qué hago?
-         No lo sé. Y no voy a asumir yo la responsabilidad, tenlo claro. Haz lo que quieras tú.
-         Yo no quiero matar a dos pollitos.
-         No son pollitos, son huevos.
-         Son futuros pollitos. Y me sentiría fatal si los… quitara.
-         Pues déjalos y limpia más.
-         ¿Sabes lo que puedo hacer? poner papel de periódico. Así no se manchará tanto y además estarán más protegidos y más calentitos.

Genial. Pasamos de querer supuestamente deshacernos de los huevos a cuidarlos con esmero. Veremos lo que tarda en sacar pan a la paloma.
De momento, si hay un lugar seguro para los huevos en todo Madrid, es la casa del Ross. No sé si los pollos llegarán a colmo, pero al menos están a salvo de los humanos. Porque el Ross es el ser más inofensivo del mundo. Y me enternece sobremanera esa faceta suya incapaz de matar una mosca. Aunque a veces la lleve a extremos que me desesperan. Porque él es capaz de llorar por todo, de conmoverse por todo, de sentir a niveles insospechados de dolor. Él es capaz de hacer que yo me sienta algo parecido a un carro de combate que pasa por encima de todo. Y a  pesar de mi supuesta insensibilidad, me hace sonreír verle mirando el nido.
Qué jodidamente fácil es quererle. Qué chungo va a ser cuando tenga que volver a vivir sin esa dulzura que me recuerda que bajo mis capas, bajo mis muros de protección, bajo mis caparazones y mis escudos también hay un corazoncito que tirita por las cosas más pequeñas aunque nunca le escuche. Qué duro va a ser cuando tenga que dejarle ir como los pollitos que abandonan el nido. Qué horrible va a volver a ser la vida cuando tenga que renunciar a él.
Ojalá todos los problemas del mundo fueran como los suyos. Ojalá no fuera tan jodidamente fácil quererle.