sábado, 24 de febrero de 2018

Send pelirrojos

Me gustan los pelirrojos. No es ninguna novedad, lo he debido decir como mil veces. Mi madre dice que desde pequeña he sentido cierta fascinación por ellos porque me quedaba mirándolos embobada antes de saber ni hablar. Ahora sé hablar, pero como se me ponga un pelirrojo guapo delante, se me olvida.
El tema es que últimamente he estado viendo aún más series de las habituales. Las ventajas de Netflix, que es una de las muchas cosas buenas que me han pasado últimamente. Vivo ajena al mundo real, a las noticias, el fútbol, la política y los anuncios. Veo series a todas horas. Comedias, dramas, románticas, policíacas, de animación. Y qué felicidad. Qué diez euros más bien invertidos. Y qué de pelirrojos guapos en pantalla, por favor.

Así que, rememorando aquellos tiempos en los que hacía listas de hombres guapos para el blog, voy a hacer el top five de pelirrojos que me vuelven loca.
  1. Kevin Mckidd. El Doctor Hunt. Anatomía de Grey.
    No es nuevo en mis listas, ya salió antaño. Es que es muy, muy guapo este hombre. Me gustaba mucho el personaje también, pero abandoné la serie. Aún así, este pelirrojo merece estar en la lista
  1. Kristofer Hivju. Tormund. Juego de Tronos.
    Reconozco que he tenido que hacer corta-pega de su nombre porque es Noruego y tiene nombre vikingo impronunciable. Pero cómo no adorar a Tormund, tan bruto, tan grande, tan pelirrojo, tan barbudo. Con esa voz tan profunda. Con esas pieles que me lleva de vivir más allá del muro, que parece que es inmune al frío.

  1. Joe Dempsie. Chris Miles / Gendry. Skins /Juego de Tronos.
    Yo ya estaba enchochada de este muchacho por la serie Skins, de la que ya he hablado antes. Pero es que se ha convertido en todo un hombretón capaz de hacerse herrero y forjar martillos. En Juego de Tronos sale teñido de oscuro por exigencias del guión, pero es un pelirrojo de esos que están muy cerca de ser rubios cobrizos y me encanta. Además, creo que es chaval tiene unos rasgos muy bonitos de manera objetiva, creo que es guapo, guapísimo. Así, sin más.

  1. Jack O´Conell. James Cook. Skins.
    A ver, he estado pensando mucho si ponerle en el número 1 porque yo vivo enamorada de este chico. Pero mucho. Creo que él fue el primer personaje de una serie que me caló tan hondo, que me hizo estremecer, que me hizo sentir casi a nivel real algo por él. Me parece el hombre más sexy, más erótico, más excitante del mundo. La 4 temporada (en la 3 es un poco niño aún) es una pesadilla para mí porque me la paso babeando a la pantalla cada vez que sale. Últimamente he dado bastante la turra con él en twitter, pero insisto, si alguien le conoce, que le diga que le quiero. Y que por favor venga a frungir conmigo as soon as posible.


  1. Sam Heughan. James Fraser. Outlander.
    Se ha ganado ser el numbre one de la lista porque este HOMBRE, con mayúsculas, es lo más parecido a un sueño que he visto nunca. Si me hubieran dicho que describiese a mi hombre perfecto, que lo imaginase, que lo hiciese a mi medida, sería él. Así, tal cual. Es per-fec-to. Y por su culpa muchas noches pienso en dejar mi vida aquí tirada y pirarme a Escocia a ver si viajo en el tiempo y me encuentro a uno como él para casarme. Y sí, yo, la antibodas, digo casarme. Porque con el capítulo de la boda casi me deshidrato. Yo quiero casarme con Sam. Por favor, que se lo hagan de saber también. Que estoy aquí, que le amo y que quiero casarme con él. Y como es lo más de lo más, pongo dos fotos. Porque no he podido decidirme. Por favor, deleitaos con la belleza. Pero no mucho, que es mío. Y ya sé que es un poco más rubio de lo que sale en la serie, pero a quién le importa. 

sábado, 17 de febrero de 2018

El prepucio incómodo

¿Recordáis cuando dije que estaba pensando cerrar el blog por temas de trabajo pero que mientras no hablara de trabajo no pasaría nada? Bueno, pues he venido a pasármelo por el forro de las bragas porque yo soy así.
El caso es que en dos días han pasado tantas cosas graciosas que me cuesta resistirme a contarlas. Y no son motivo de despido. Creo. Espero. Madre mía, si me despiden será vuestra culpa y entre todos pondréis un euro al mes para que pueda seguir comiendo.
Además pregunté en twitter, ¿qué hago, lo cuento y corro el riesgo de volver al paro, os hablo de inocentes anécdotas de mis gatos o abro un blog porno? No puedo decir que me sorprendiera que ganara la opción del blog porno, pero ya he comprobado que no valgo para gestionar más de un blog ni más de una cuenta en twitter. Apenas valgo para dos páginas de facebook y eso que apenas las uso.
Y eso me recuerda que hace años el dueño de mis sábanas me animó fervientemente a que escribiera una novela subida de tono. Me decía que yo tengo un don para narrar escenas eróticas y que si metía algo fuerte y a la vez algo romántico, triunfaría. Pero pensé “¿a quién coño le interesaría leer esa bazofia? ¿cuantas marujas insatisfechas puede haber por el mundo?” No mucho tiempo después, el pelotazo de las 50 sombras de su puta madre en bicicleta. Qué poca visión de negocio, Naar. Yo que podría estar retirada en las Bahamas viviendo del cuento y mira, aquí estoy, yendo a trabajar todos los días.
Pro suerte me lo paso bien en mi trabajo. Hay días que no, obviamente, pero casi siempre me divierto. Me gusta trabajar con personas, me caen bien los compañeros, me encanta mi jefe y adoro a los abuelos. Así que me sólo me arrepiento en parte de no ser la autora de una novela pseudo porno de cuestionable calidad.
Como ejemplo de mi diversión en el trabajo, el otro día estaba en mi despacho peleando con el programa informático que quiero poner en marcha para mi servicio. Estaba concentrada en los cuadrantes, cuando entra una compañera a la que llamaremos Vera. No me llevo mal con ella, pero tampoco tenemos un feeling especialmente bueno. El caso es que entra y me espeta:

  • Voy a llamar a mi madre, estoy preocupada porque hoy operaban a mi hermano.
  • Ah, ¿Y está bien? - pregunto por cortesía.
  • Sí, si es una operación del frenillo.

¿Frenillo? ¿El de la lengua? ¿Ceceaba el muchacho? ¿El del labio? ¿O el otro frenillo? No, no puede ser “ese” frenillo. No. No, ¿verdad?

  • Es que últimamente le dolía mucho al hacerlo.- pero por qué me está contando esto. Trato de asentir. - Ya sabes, al hacerlo. - repite ante mi cara de pasmo.
  • Ajá. - no te rías, Naar, no te rías.
  • Que hace tiempo ya le miraron para operarle del prepucio también.

¿Prepucio? ¿Ha dicho prepucio? No pienses en prepucios, no hagas imágenes mentales, por lo que más quieras. Y no te rías. Te estás riendo, Naar, te estás riendo. Disimula. Dí algo ingenioso... o algo no ingenioso. Di algo, lo que sea. O finge que se te ha caído algo y métete debajo del escritorio y huye haciendo la croqueta. Finge una emergencia. Finge tu propia muerte. Haz lo que quieras pero deja de reírte. Madre mía, ¿por qué me está haciendo esto? ¿Qué querrá esta loca del prepucio de mí?

  • Eh... hummm... ah.
  • Y claro, ahora A LOS 30 AÑOS al final le han tenido que operar porque últimamente por lo visto estaba peor.

¿Peor? ¿Peor? ¿Peor de qué? ¿Del frenillo, del prepucio? Lo único peor que se me ocurre es una compañera de trabajo que te hable del pene defectuoso de su hermano DE 30 PUTOS AÑOS que al parecer no ha frungido en condiciones en su vida, porque si lo hubiera hecho le hubiera pasado como a un par de ellos que yo me sé que se les rompió por las buenas. Genial, ahora estoy pensando en más penes. ¿Por qué no viene nadie? ¿Por qué este despacho siempre parece el camarote de los hermanos Marx y ahora no interrumpe nadie este momento tan incómodo?

  • Ya... es lo que tiene. - digo tratando por todos los medios de ponerme seria, pero la risa nerviosa se ha apoderado de mí.
  • Y por lo visto lo que más le ha dolido de todo es el pinchazo de la anestesia.
  • Hombre, piensa que un pinchazo en la punta del... - Dios mío, ¿estoy diciendo lo que creo que estoy diciendo? ¿Y sigo pensando en penes? Por qué, zeñó, por qué.

A todo esto, no sé cómo, me había puesto de pie, me estaba balanceando, tratando de aguantarme la risa histérica y había abandonado mi ordenador y mi programa a medio instalar a su suerte. Estaba valorando seriamente salir corriendo, ir al despacho del director y presentar en ese mismo momento mi renuncia, cuando a Vera le sonó el móvil. Aproveché ese momento para huir vilmente y no volver hasta asegurarme de que hubiera más gente en el despacho.

Por si alguien se lo pregunta, no sé cómo terminó la historia. En cuanto pude recogí mis bártulos y me marché. Y a no ser que sea estrictamente necesario, no pienso volver a hablar de frenillos ni de prepucios en el trabajo, que llevo tres días intentando borrar la imagen mental de mi cerebro.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Paranoia

Alguna vez he contado que tenía un tío paranoico. Y no en plan chiste, jaja, qué paranoico el tío. No, en serio, en plan paranoico de enfermedad mental. Lo que pasa es que yo, que soy muy políticamente incorrecta, me gusta reírme de todo. Y me río de esto, porque creo que la risa nos hace libres y nos pone alas, como dijo Miguel Hernández. Y uno de los problemas de hoy en día es que nos reímos muy poco.
Total, que mi tío el paranoico creía que los políticos le tenían manían. Especialmente Alfonso Guerra, que le odiaba a muerte. También creía que la canción de Perales de “y quién es él y a qué dedica el tiempo libre” se la cantaba a él, y cuando sonaba en la radio era porque los políticos le estaban mandado un mensaje para que supiera que estaban tratando de encontrarle. Por eso salía con gafas de sol a la calle, para que nadie le reconociera.
Yo obviamente no llego a esos niveles. No estoy enferma. No soy una paranoica real. Pero a veces me da un poco la neura. Por eso he tenido unos días el blog privado. Porque antes no tenía trabajo y mis historias no podían acarrearme mayores consecuencias. Pero ahora la situación es diferente. Ahora tengo un puesto relativamente importante, tengo compañeros, tengo usuarios, familias y contactos. Y me da por pensar que si conocieran el blog estaría más expuesta de lo normal. Sería más vulnerable ante ellos. Sabrían demasiado de mí.
En realidad la paranoia empezó porque gente del trabajo me empezó a agregar a facebook. Y me “insinuaron” que pusiera el trabajo en mi perfil, ya que se está lanzando una campaña en las redes de nuestro centro y nuestros servicios. Y entonces me di cuenta de que la mitad de la gente de mi facebook personal es gente relacionada con el blog. Y me empezaron a subir los calores y al final puse el blog privado mientras le daba vueltas.
Luego lo estuve releyendo un poco y me di cuenta de que no hay nada malo en él. No critico ni doy datos relevantes de usuarios, obviamente. No es que me vayan a despedir por escribir mis mierdas aquí. Es, simplemente, que sabrán si frunjo o si salgo o si opino sobre cualquier tema. Y no es que eso importe demasiado. Al fin y al cabo, empiezan a intuir que estoy loca de todas formas.

Toooootal, que de momento lo vuelvo a abrir, pero no garantizo nada porque estoy un poco sensible con el tema y quizás me de un perrenque de nuevo. Quizás, si oigo una canción de Perales o si sale en la tele Alfonso Guerra (¿sigue vivo ese hombre?). Y en el peor de los casos, me pondré gafas de sol y arreglado.