domingo, 7 de octubre de 2012

Necesidades creadas

Hace cosa de un año que murió Steve Jobs, el fundador de Apple y de todos los i-chismes que usa todo el mundo ahora. Y quiero decir que reconozco el mérito de este hombre, su visión de futuro, comercial y de empresa. Y que lamento que muriera, sobre todo porque me hace pensar que la muerte no te pide la cartera antes de sacar la guadaña.
En fin, reconocido el mérito del hombre, debo decir que este tío tenía un lema que me cabrea. Jobs decía que no hay que hacer sondeos ni estudios de mercado, si no crear productos que la gente aún no sabe que necesita. Es decir, crear la necesidad de algo una vez que se está produciendo.
Yo aún (y un poco por los pelos) soy de una generación que creció sin móviles, sin Internet, sin messenger y sin feisbú. Podría hasta decir, que fui la última. Y no era tan horrible. Eran tiempos quizás más sencillos. Hablábamos con nuestros amigos por el teléfono fijo, por lo que nuestros padres sabían quién nos llamaba o a quién llamábamos nosotros. Y se daba aquello del “cuelga ya, que llevas una hora” y aquello otro de “pero si me han llamado a mí” para que no te hicieran colgar debido al gasto. Quedábamos en un sitio a una hora. Y punto. No se daban los líos de ahora, tipo, “quedamos a tal hora, si veo que me retraso, te hago una perdida, si no puedo te llamo, y si no, cuando tú llegues me mandas un mensaje.” Pues antes no era tan complicado. Intentabas no llegar tarde para encontrarte con tus amigos en sitio indicado. Y procurabas llegar a casa antes de la hora que te decían tus padres para que no se preocuparan. En el peor de los casos, estaban las cabinas. Recuerdo una vez, cuando tenía 15 años, que estaba yo en Leganés con mi primer noviete. Y por estar morreándonos en la parada, el bus pasó de largo y lo perdí. Así que tuve que ir a una cabina (que había por todas partes) y llamar a mi madre, para decirle que me retrasaría unos 15 minutos, que era lo que tardaban en pasar los autobuses. Total, que no era tan grave el hecho de no llevar el teléfono pegado a la oreja todo el día.
Pero poco a poco, nos hemos ido creando estas “necesidades”, complicándolas hasta el extremo. Los móviles ya no sólo son para las llamadas y los mensajes, como al principio. Ahora hacen fotos, vídeos, se conectan a Internet, llevan gps, feisbú, tuiter y el wasap sin el que ya parece que no se puede vivir.
Y sé que parezco la abuela cebolleta, contando historias de cuando yo era joven, pero leche, es que no me da tiempo a estar siempre en la onda de las cosas que se llevan. Véase el ejemplo de los i-chismes. Primero fue el i-pod. Bien, eso es lo de la música. Chachi, yo soy la primera que estaba harta de cargar con el walkman y las cintas en la mochila. Aquello era un tueste. Y nunca me gustaron los discman, eran enormes y poco prácticos. Así que me compré un mp-3 de marca carreflur, que hace las mismas funciones y es más barato. Luego fue el i-phone. Que es como un teléfono hiperinteligente que sabe antes que tú si tienes ganas de mear. Para mi gusto, la relación precio con las funciones que tiene no es suficiente. Yo soy muy pobre, oiga, y vivo sin un i-teléfono sin tanto problema. Y ahora son los i-pad, que son las pantallas táctiles que hacen más o menos lo mismo que un ordenador pero a base de toquetearlo. Y yo no lo tengo, ni jodida intención tampoco. Me parecen, en mi humilde opinión, el máximo exponente de no querer pensar, todo el día, de un sitio para otro con la plaquita esa conectada a Internet, a esto o a lo otro. Veo a la gente en el metro con estos chismes viendo capítulos de series o vídeos, jugando a cosas, montando puzzles o leyendo. Y me sorprende, ya que el metro es un hervidero de historias, de retazos de vidas, de detalles que darían para escribir una novela. Lo único que me gusta de viajar en metro es ir observando, imaginando esas historias. Si vas con los ojos y el cerebro pegado a esa pantalla, te pierdes el bullir de la vida a tu alrededor, el latir de una ciudad tan inquieta como esta mía. Y desde luego la función de libro no me gusta nada. El placer de pasar hojas, de oler la tinta y el papel, de ver si es nuevo, o si los años han acariciado los lomos de un libro, no te lo dará jamás esa versión aséptica. Y llamadme carca, que me da igual.
Creo que deberíamos probar todos a apagar de vez en cuando los aparatos electrónicos y escuchar esas extrañas voces que surgen de nuestro interior. Y no las que dicen que matemos o incendiemos cosas. No, hombre, no. Esas voces lo que piden es prozac. Me refiero a las que nos traen recuerdos, nos hablan de lo que sentimos o pensamos. Nos hacen acordarnos de seres queridos. Nos obligan a ser conscientes de nuestra realidad y nuestro entorno. Es nuestro cerebro, desperezándose y haciendo su función de pensar.
Y dicho esto, vuelvo a preguntar si realmente necesitamos tantos i-chismes, cacharros y bártulos informáticos varios. De verdad. Porque necesitar, lo que es necesitar, no necesitamos nada. Lo sé, porque hace casi ya dos de años viví varias semanas en mi casa sin nada más que una bombilla colgando del techo, una banqueta, una estufita eléctrica y una especie de sillón cutre del ikea. Y me di cuenta de que no es para tanto. Que nos pasamos la vida creyendo que necesitamos cosas que en realidad son puramente superfluas. Cosas que no son más que eso: cosas. Y no hay que estrujarse demasiado las neuronas para darse cuenta de porqué las empresas y el señor Jobs querían hacernos necesitar esas cosas. Porque si creemos que las necesitamos, las compramos. Y les enriquecemos. Por eso cada vez los ricos son más ricos, los pobres más pobres y todos pensamos menos. Porque ellos nos venden las cosas que nos obligan a necesitar y de paso, nos agilipollan. Así, aunque haya una crisis de cojones, nadie tenga trabajo y el mundo se vaya a pique, no hay quien no se pase el día tecleando y haciendo fotos con su teléfono súper avanzado, inteligente y con miles de funciones. No hay quien no se conecte a Internet desde su propio portátil. No hay quien no toquetee su tablet. Que no son cosas gratis, precisamente.
Creo que es obvio que no me opongo a los avances de la tecnología. Que yo también tengo móvil, ordenador y televisión. Pero creo que no hay que abusar, ni volverse loco o gilipollas. Que hay que saber para qué sirve ese botoncito de off y usarlo de vez en cuando. Y cada vez que digamos “necesito”, debemos pensarlo de nuevo. ¿Necesito? ¿De verdad lo “necesito”? ¿O lo quiero, tengo el capricho o me apetece? Que necesitar, necesitamos muy poco, en serio.
En fin. Puede que sea la abuela cebolleta, que esté pasada de moda, anclada en el pasado o mil cosas más. Pero sigo apostando por cosas menos tecnológicas. Todos necesitamos un abrazo. Necesitamos contacto humano, sentirnos un poco apreciados, valorados. Necesitamos un trabajo, sentirnos útiles, sentirnos realizados. Necesitamos sentir que hay un futuro para esta generación perdida entre Internet y tecnologías. Necesitamos sentir optimismo, alegría, confianza en que las cosas irán mejor. Necesitamos imperiosamente una razón para dejar de pensar que todo es una mierda.   Curiosamente, nadie ha creado estas necesidades, nadie tiene soluciones a ellas y no tengo claro que a nadie le importen demasiado.   

10 comentarios:

  1. Yo no sería tan radical con la tecnología(es más gracias a esos móviles superinteligentes puedo leerte), pero tienes razón, el abuso como siempre es malo y no nos permite darnos cuenta de otras necesidades que sí son reales(abrazos,contacto,interacción real y no virtual). Pero como siempre pasa pata eso hace falta una educación y se ve que nos prefieren agilipollaos.....¿Por qué será?

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  2. A mí ese día casi me linchan por FB por decir que no me sonaba de nada y que tras leer que no había querido reconocer a su hija mayor, todavía menos.
    Y sí, esos cacharros cada vez nos idiotizan más. Antes en un grupo de gente, había una charla; ahora cada uno está pendiente de su cachibache.

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  3. Totalmente de acuerdo. Yo no tengo ni conexión de datos en el móvil. Tengo un móvil de estos moennos pero lo uso para hablar y, en un alarde de atrevimiento, mandar algún mensajito (de los de toda la vida, nada de whatsapp ni cosas raras). No hay que idiotizarse, tienes toda la razón. Lo triste es que la filosofía de Jobs, por mucho que pueda rechinarnos, funciona muy requetebien. Besotes!!!

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  4. Estoy contigo,alguna que otra vez he visto a dos personas en la misma habitación y en vez de hablar se mandan whasap... ya mismo ni las cuerdas vocales van a saber usar xD
    Que está bien tener cosas, pero a veces es mejor soltar los ordenatas o lo que sea e irse a dar un paseico al aire libre xD

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  5. Reconozco que yo soy el primero que no puede salir a la calle sin ir con el mp3 puesto. Pero creo que una cosa es eso y otra muy distinta es la moda de la gente pegada al whatsap. Lo odio con todas mis fuerzas. Llevarte media hora en el bus junto a alguien y salir de allí sin haberle visto más que los zapatos me parece vomitivo. Ir por la calle mirando la pantallita, subir al bus, sentarte en un bar, entablar una conversación... todo eso con el cuello doblado mirando el movil. Sinceramente me da asco.
    Hay por ahí una frase que dice: "no tengo whasap, pero tengo sentimientos".
    Fin de mi indignación... Muy buena entrada!!
    Un beso!!

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  6. El mundo va evolucionando, como los pokemon, es decir, de manera absurda. Biquiños!

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  7. Hace poco vi en un hotel la siguiente escena: familia de 4 miembros. Padre enganchado al i.pad, madre con el whatsapp (vamos, que no lo vi, pero por la velocidad de los dedos estaba claro), niño casi adolescente con la PSP o similar (no entiendo nada de consolas) y la niña, una cría, con una nintendo. Ni una sola palabra entre ellos en todo el tiempo que pasé en la recepción (que fue un buen rato). ¿Lamentable? no, lo siguiente.
    Un besote

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  8. Chapó a esta entrada.

    Yo reconozco que no vivo incomunicada, que tengo mp3, portátil y móvil android, pero también pienso muy amenudo que cada vez me gusta menos la sociedad que se está creando, que yo cuando no tenía nada de esto y también usaba el fijo para hablar durante horas con mis amigas, o las cabinas como bien dices o las cartas (¡las cartas! ese gran olvidado...) para comunicarme con los amigos que no vivían en mi ciudad era muy feliz.
    Lo de estar tan comunicados ahora está bien por una parte, pero por otra... ¿quién no necesita ese botón de off de vez en cuando?

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  9. yo creo que hay que saber complementarlo todo, porque avances son, y tienen gran importancia.. hay cosas i-chismes mas economicos y otros que no, y hay i-chismes que merecen la pena, y otros que no son necesarios.. pero eso claro esta depende de cada uno. lo que yo creo es que ahora se nos pasa la parte de hasta aqui... voy a dejar de teclear y me voy a poner a observar que comentabas tu... yo creo que ashi es donde hay un posible error.. en que todo es complementario... lo uno no sustituye a lo otro... no es lo mismo un email que una carta.. simplemente coinciden en la funcion de comunicar... pero por medio de la carta puedes hacer una tarjeta regalo y mandarla.. y no como en el email que te ponen videos musicales de parchis de feliz cumpleaños... lo bueno, seria saber utilizar cada cosa en su momento y curiosear.. que no curioseen por nosotros...
    y por las necesidades.. sí que creo que hay que luchar. esas que nombras al final. desde luego estoy contigo, esas son las importantes. por lo menos para mi tambien lo son... te mando todo esto por wasap o prefieres que lo cuelgue en tu muro del facebuk??? jajjajja... un abrazooo!!!!!! (que por internet no es lo mismo, pero todo tuyo!! jjejejje)

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  10. Muy bueno este post.
    Recuerdo cuando en mi adolescencia el mejor momento era llegar al buzón y encontrar las cartas de mis amigos del pueblo, ahora, y eso que es más fácil, más rápido y más económico??recibo un mail muy de vez en cuando, nos estamos idiotizando o estamos dejando atrás la vida real para cambiarla por la virtual?, habrá que buscarlo en google.

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Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!