miércoles, 20 de noviembre de 2013

En la luna


En 1971 dos hombres viajaron a la Luna. Serían el quinto y el sexto en pisarla. Dejando de lado el prodigio en sí mismo del evento, ya antes lo habían conseguido otros. Por eso en este caso pudieron estar más tiempo y hacer algunos experimentos innovadores. Uno de ellos, Alan Shepard, cumplió uno de sus sueños jugando al golf en la superficie inerte y polvorienta de la Luna. El otro, Edgar Mitchell no hizo nada que se recuerde en una foto icónica. Sólo encontró un profundo sentido a la existencia. Tomó una consciencia cósmica del universo, del espacio, de la inmensidad de la vida. Recomiendo encarecidamente escuchar la entrevista que le hicieron en Milenio 3, el programa de radio de Iker Jiménez.
No voy a hablar sobre mi opinión al respecto de la carrera espacial ni de la NASA ni de los viajes espaciales porque sería largo y tedioso de explicar.  Pero a raíz de este detalle estuve pensando. Seguramente el tipo que jugó al golf ha pasado a la historia como un símbolo del triunfo humano sobre no sé muy bien qué. Ojo a cómo molamos que nos vamos a pegar con un palo a una pelota a la Luna. Mira qué bien. Y cumplió su sueño, pasándolo bomba seguramente haciendo esa gilipollez. El otro, un tipo raro, reflexivo, anduvo horas por una superficie que el mismo ha definido como inerte y de escaso interés, donde su trabajo era puramente mecánico. Pero tuvo revelaciones místicas que le han hecho nadar en contra de la corriente durante el resto de su vida. Recomiendo de nuevo investigar un poco sobre este curioso hombre.
Y es que hay dos tipos de personas. Las que hacen cosas guays y molonas, las que se hacen fotos memorables que enseñar a la gente y las que se empapan de lo intangible.
Yo, en mi humilde casa, en mi humilde barrio, en mi humilde sofá del Ikea que queda a muchos miles de kilómetros de la Luna, soy del segundo grupo. A veces me quedo embebida mirando la nada. A veces, en mitad de un viaje o de una fiesta atesoro en mi corazón las sensaciones, las palabras, los gestos, los pequeños detalles. A veces reflexiono sobre las mayores estupideces porque soy de vivir en mi interior, de tener un mundo más grande de piel para dentro que de imagen hacia fuera.
Por eso no hago muchas fotos, por eso no cuelgo mucha información mía en facebook o por eso no se ve cada pequeña cosa que hago. Porque no me hace falta. Que no haga una foto de cada cosa que como no significa que me muera de hambre. Que no haga una foto de cada vez que salgo a dar un paseo no significa que no me pierda por rincones preciosos. Que no me haga fotos con el niño chico, que no cuelgue cada beso que nos damos o que no le mencione cada día en twitter no significa que no le quiera, que no me divierta con él, que no tengamos una relación bonita. Que no saque a mis amigos a la palestra cada semana no significa que no salga con ellos, que no hablemos, que no quedemos, que no haya entre nosotros unos lazos irrompibles y verdaderos. Que no muestre constantemente mi vida a quien no le importa no significa que no la tenga.
Todo esto no es ningún alegato en contra de las fotos ni de las redes sociales. Yo agradezco muchísimo cuando en un viaje o una fiesta alguien hace fotos y luego me las pasa porque son un bello recuerdo. Pero hay momentos que aunque no tenga en formato jpg forman parte de mí y no iba a romperlos sólo para dejarlos impresos.
Por ejemplo, en el viaje a Granada de este verano que tan maravilloso fue, hubo una noche que me levanté al baño cuando los demás dormían. Debió ser la primera o segunda noche. Al volver a la cama, vi que por la ventana del salón se veía una Luna enorme y preciosa. Me asomé y me apoyé en el alféizar. El niño chico vino y me abrazó por detrás. No hay foto, no hay constancia, no hay nada. Pero en esos minutos mirando el cielo de verano tomé consciencia del momento en el que me encontraba, del lugar, la compañía y el instante mágico y efímero en el que estaba inmersa. Interioricé muy profundamente todo aquello y esa sensación me acompañará siempre.

No creo que haya mejores o peores formas de afrontar la vida. No creo que mi postura de ir por ahí como una esponja dispuesta a absorber sensaciones pseudomísticas sea un acierto o un error. No creo que haya verdades absolutas y yo cada vez lo que tengo son más dudas. Pero tengo claro que si fuera a la Luna, posiblemente lo último que hiciera sería jugar al golf. 

12 comentarios:

  1. Me identifico bastante con tu visión. En mi blog hablo de mi vida, pero sobre todo lo hago para mi porque lo disfruto, y de forma anónima. Pero no tengo facebook ( que mira que es raro eso).
    Cada uno tiene su forma de vivir, no hay ganadores ni perdedores en eso, pero yo prefiero vivirla para mí no para el público.
    Un beso

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    1. Yo llevo tiempo pensando en cerrar el feisbú de las narices... Porque yo aquí hablo de mi vida, pero también de otras cosas, lo que no me mola es la exposición constante y absurda.
      Un beso.

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  2. Pues va a parecer un poquito frívolo pero yo a veces tengo un momento de esos, como cuando estabas con tu niño mirando la luna, y primero lo disfruto, sí, pero luego me encuentro pensando "ay, qué pena no tener cámara para una foto, seguro que quedaba súpermona". Soy muy fan de las fotos, sobretodo de esas sacadas de imprevisto.

    Si yo pisase la luna me sentaría (si fuese capaz) y estaría muuuucho tiempo mirando el espacio, nuestro planeta, y las estrellas.

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    1. A ver, que a mí me gustan las fotos. Y mucho. Lo que pasa es que creo que hay veces que no me merece la pena romper el encanto para sacar la cámara... pero me mola mucho hacer fotos a las cosas, a la gente y a Ron :) Y como dices, las mejores son las imprevistas.
      No se si se puede uno sentar en la luna, pero algo parecido fue lo que hizo Edgar Mitchell, mírate un poco la historia de este tipo, creo que te puede gustar.
      Un beso

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  3. Yo es que no me creo que el hombre haya pisado la luna, pero yo también soy un caso aparte, así que... jajaja

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    1. A ver nena, pisarla la pisaron, está comprobado. Te lo dice la reina de la conspiración. Salí años con un físico y mis amigos son toooodos físicos y lo aseguran. Se pueden ver las cosas que dejaron con un telescopio. Lo que es verdad es que el primer viaje tiene muchas cosas dudosas, hay imágenes falsas, preparadas y grabadas, hay cosas que no cuadran y no está claro que la emisión "en directo" fuera tal.
      pero oye, que cada uno puede creer lo que quiera!! faltaría más...

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  4. Hoy leí en el blog Ideario de un superehroe una frase de Víctor Hugo: "Es una cosa bastante repugnante el éxito. Su falsa semejanza con el mérito engaña a los hombres." El caso, es que no hace falta que todo el mundo le de un like a nuestra vida en fotos para que el día a día sea una maravilla. Yo estoy completamente de acuerdo contigo, de hecho ni siquiera tengo feisbus. Biquiños!

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    1. La gente valora mucho cosas raras, el tener mil seguidores aunque luego no te lean, el tener mil amigos en facebook que luego no te saludan por la calle... No lo entiendo y no lo comparto. Los amigos y el valor de las cosas es otro :)

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  5. Yo es que soy muy de hacer el chorra, lo admito. No creo que me hubiera dado por jugar al golf porque me parece aburrido pero seguramente alguna parida me hubiese inventado. Será que soy superficial y poco profunda aunque, como dices, no es ni bueno ni malo. Es una forma de ser y ya. Ahora bien, lo de colgar en las redes sociales cada pequeñita cosita que hacemos cotidianamente, ya me parece exagerar un poco. Jajaja. Besotes!!!

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    1. oye, que yo soy una mongola de cuidado!! Anda que no hago yo el subnormal y que no me gusta a mí reírme de todo y hacer el payaso... No tiene que ver con dejarse empapar otras veces por cosas fuera de la tangible. No creo que sean cosas incompatibles.
      Beso!

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  6. Esta entrada me ha molado mucho, tengo que reconocerlo. Me ha molado porque creía que era la única que en lugar de subir fotos, fotos y más fotos, se quedaba con el recuerdo de personas, lugares, sonidos y momentos grabados en la retina. Y veo que, una vez más, coincidimos en algo... tú también tienes esa sensibilidad especial que te lleva a quedarte con cada momento, y guardarlo como un tesoro, para poder acordarte de él cuando las cosas no vayan bien o simplemente para recordarlo como una experiencia única.

    Yo me quedo con el recuerdo de esos tres días en Granada, y de una de esas noches en las que alguien muy sabio me dio grandes consejos que no olvidaré en mi vida.

    Un beso

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    1. Ay, pequeña. Hay cosas que aunque se hiciera una foto, no captarían la importancia del momento. A mí eso de poner cada día "aquí tomando un café" "aquí haciendo un filete" "aquí rascándome un pie" como que me satura un poco. Creo que lo que se atesora en el corazón es mucho más valioso que ninguna imagen colgada en una red social.
      Granada fue un momento clave en nuestras vidas. A veces miro las fotos, fue estupendo y me gusta verlas. Pero otras veces recuerdo los momentos que no están retratados y el corazón se me estremece aún más.
      Un beso.

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