martes, 23 de junio de 2015

No es basura, son vidas.

Lo he contado en twitter, en facebook y ahora vengo aquí con el mismo cuento. Pero a ver qué hago si no.
Los últimos cuatro días los pasé en el Pueblodelsur pintando, limpiando, maldiciendo y haciéndome polvo física y psicológicamente. Aquello es agotador y desquiciante. He tenido que matar montones de arañas y llamar al Niño innumerables veces para que matara las que eran tan grandes que escapaban a mis posibilidades. He ido a ver ami abuela adoptiva que si pasa de este verano será de milagro. Y he fregado hasta quedarme sin piel y pintado hasta quedarme sorda con el crujidos de mis propios hombros. Total, que no ha sido precisamente un placer.
Cuando por fin llegó el lunes por la mañana y habíamos terminado la noche anterior el trabajo, estuve a punto de hacer la danza de la alegría. Pero por tal de no perder tiempo, me puse a recoger los trastos y a dar una limpiada a la casa para largarme de allí haciendo fús. El Niño Chico me iba ayudando y cuando ya apenas me quedaba nada que hacer, él se fue a tirar la basura. Volvió con mala cara y se plantó a mi lado con esa pose que pone cuando no sabe muy bien cómo contarme algo. Yo seguía fregando el suelo y contando los minutos para salir de allí, así que no le hice mucho caso hasta que escuché:

  • … así que creo que están dentro del contenedor.
  • ¿Eh? ¿Quién?
  • Los gatos.
  • ¿Gatos? ¿Qué gatos?
  • Los que están llorando. Les oigo en el contenedor, pero no les veo.

Palidecí. En mi cabeza se formó rápidamente lo que realmente pasaba. No eran gatos. En esos contenedores no pueden entrar y las gatas de pueblo no son tan tontas para parir en ellos. Eran perros. Y no estaban allí por error o casualidad. Alguien los había tirado.
Salí corriendo mientras trataba de explicar esto al Niño, que me seguía sin saber muy bien qué hacer. Llegué al cubo y efectivamente, aquellos llantos tan terribles que se me clavaban por dentro desgarrándome las entrañas eran de perros. No los podía ver y como soy bajita, no podía alcanzar las bolsas. El Niño corrió a casa a por una silla que le pedí a gritos mientras despelujada y agobiada rezaba para que mi idea funcionara.
Me subí a la silla, metí medio cuerpo en el contenedor, rebusqué entre las bolsas, rompí algunas, me puse perdida de mierda sin que me importara lo más mínimo. Estaba ya desquiciada y a punto de meterme dentro del cubo por completo cuando vi una bolsa pequeña atada con un nudo. El corazón me dió un vuelco, la saqué y la rajé como pude con los dedos. Allí estaban. Cinco cachorritos de apenas unos días. Con lágrimas en los ojos comprobé mi temor y tres estaban ya muertos, había llegado tarde para ellos. Los otros dos estaban vivos y parecían fuertes. Les cogí y volví a casa. Estoy segura de que medio pueblo me estaba mirando rebuscar en la basura a pleno sol y llevarme dos pequeños paquetitos chillones. Incluso el malnacido que los había tirado. Y no sólo no me importa, estoy orgullosa de ello.
En casa los limpiamos y les hicimos unas friegas para que entran en calor. Estaban fríos y mojados, pero en seguida empezaron a reaccionar. Llamé a mi veterinario para preguntarle qué podía hacer y me dio un par de pistas, pero me recomendó que buscara una veterinaria y consiguiera leche de perros. En mi pueblo no hay nada. Nada, nada más que hijos de puta que tiran cachorritos a la basura. Así que nos fuimos al pueblo de al lado y en una clínica veterinaria que conozco de vista nos trataron genial. Les expliqué el caso y les dije la verdad, que yo me iba a Madrid, que tengo un gato, que no podía hacerme cargo de ellos, que estaba desesperada, pero que me los iba a llevar si era necesario. La chica que nos recibió me dijo que quizás hubiera una solución mejor y llamó al otro veterinario que andaba por allí. Ese nos dijo que tenía una perrita de yorkshire recién parida y que los adoptaría sin problema porque sólo había tenido dos cachorros. El Niño tenía a los perrines en el regazo y pude sentir el vacío que se le quedó cuando la chica de la clínica se los cogió. Nos dijo que tenían que ir un poquito a la incubadora para entrar en calor y que luego los llevaría con la mamá adoptiva. Que les encontrarían familia. Nos dieron las gracias. Y nosotros a ellos. Ni en sueños podría haber imaginado un final mejor.
Además ayer me confirmó el marido de una amiga que vive en ese pueblo que los vio cuando los llevaban con la perrita adoptiva porque había pasado él por allí a comprar pienso para su gata. Así que van a salir adelante y a ser perros felices, sanos y grandes.
La historia tiene un final feliz, pero duele. Duele a horrores. Porque esto pasa en cada ciudad, en cada pueblo, en cada jodida esquina. La gente es una irresponsable de mierda, tiene animales que no cuida, no se gasta un duro en castrarlos pero luego no quiere cachorros. Y duermen por las noches tan tranquilos. No sienten un ápice de dolor de meter a cinco preciosos pequeñines en una bolsa de plástico y atarla y echarla a un cubo de basura, para que agonicen durante horas muertos de frío, de miedo, de sed, de hambre. No se les remueve el alma. No entienden que son vidas, tan válidas y respetables como la suya. O más, perdonadme que os diga. Porque diría que hay que ser animal para hacer eso, pero sería muy injusto. Los animales no lo hacen. Nunca. Ni de lejos. Sólo el ser humano es tan bárbaro, tan hijo de puta, tan desgraciado como para hacer eso. Y me reitero en lo que he dicho muchas veces desde que oí ese llanto por primera vez, que tiene que haber un infierno para esa gente. Es mi consuelo, mi triste consuelo, que creo que hay algo después de esta vida. Tiene que haberlo porque si no todo sería demasiado injusto. Y esa gente, esos malditos bastardos capaces de tirar cachorros a la basura pasarán parte de su condena en esas mismas circunstancias, muertos de frío, de miedo, de sed, separados de su madre que es lo único que conocen, ciegos y sin aire apenas para respirar. Llorarán y gritarán pidiendo ayuda y no la encontrarán porque el resto del mundo pensará que su vida no es tan valiosa como para pringarse y sacarlos. Porque la verdadera basura son ellos.

Y yo... pues intento ver el lado positivo y recordarme que al menos dos están vivos. Que si no hubiera ido el Niño a tirar la basura y si yo no fuera una loca inconsciente que no piensa dos veces, habrían muerto todos. Pero aún así duele, repito, duele. Y me he vuelto del pueblo más asqueada que nunca. Porque aquello cada vez me pone peor cuerpo. Que mucho salir por la ventana a ver quién pasa, mucho preguntarme cómo es que no tengo hijos con esta edad, mucho escandalizarse porque no me haya casado y porque no siga con mi primer novio, pero nadie mueve un dedo ante un grito desgarrador que sale de un cubo de basura.
Qué hijos de puta, qué hijos de la grandísima puta.


6 comentarios:

  1. Esta tragedia pasa día sí, día también. Hay gente que se insensibiliza por ese motivo, de que ocurre tan a menudo. Pero a otra gente le ocurre lo contrario. Cada vez está más asqueada. Yo me enorgullezco de no insensibilizarme ante esta vergüenza, sino al contrario. Creo que yo habría hecho lo mismo que tú. Me habría metido a por ellos y les habría buscado un hogar, una oportunidad de vivir. Estoy segura de que esos cachorros se alegraron muchísimo cuando les abriste la bolsa. Esa alegría, esas ganas de vivir que tienen los animales, sirven de inspiración para muchas personas.
    Y no puedo más que darte las gracias, porque personas como tú son el motivo de que nos reconciliemos con el resto de seres humanos. Porque sí, hay hijos de puta que tiran vidas a la basura, pero también hay locas inconscientes dispuestas a salvarlos.

    Porque haya más locas inconscientes, salud!!

    ResponderEliminar
  2. es muy triste lo que han hecho con ellos, ojalá quien lo hizo te haya visto sacarlos y salvarlos, ojalá algo de remordimiento no lo deje dormir, pero lo más importante es que dos se han salvado, quédate con eso.

    ResponderEliminar
  3. Ya te lo comenté por Twitter. Me parece una salvajada, la verdad. No sé cómo hay gente con el cuajo suficiente para coger cinco seres vivos y tirarlos a un contenedor para que agonicen hasta la muerte. Es algo que no alcanzo a comprender.
    Haces muy bien en estar orgullosa. Ser buena gente nunca debe ser motivo de vergüenza.
    Me alegro un montón de que esos dos hayan encontrado un hogar.
    Un besote!!!

    ResponderEliminar
  4. Increíble... Cada vez que alguien me cuenta una historia así... siempre pienso que "menos mal que hay gente como vosotros". Menos mal que por cada subnormal hay alguien que puede hacer lo que habéis hecho vosotros.Lamentablemente... no siempre se llega o se llega tarde... o qué sé yo...

    No me cabe en la cabeza el abandono animal. La irresponsabilidad... Pero menos aún la crueldad. Entiendo poco que una persona sea capaz de dejar a cachorros recién nacidos (de la especie que sea, incluyendo la humana) abandonados en una caja a saber dónde (pero normalmente en un sitio visible... ) Pero lo que sí que no entiendo es eso... esa intención clara de matar. No entiendo con qué sangre fría se puede hacer eso. Y hablamos de personas que "aparentemente" son normales... Gente con la que nos cruzamos a diario...

    Én este caso... solo puedo pensar que menos mal que fue a tirar la basura. Y que menos mal que te manchaste hasta poder sacar... aunque fuera a dos.
    Graicas por estar ahí y me alegro de que su destino sea finalmente tan diferente... gracias a vosotros.

    ResponderEliminar
  5. Somos más que ellos, nena. Repítete eso cada vez que le quieras sacar las tripas al desgraciado que le ha hecho daño al bichín que tienes delante. Los que amamos a los animales somos más que los hijos de puta que les maltratan. Somos más y más valientes. Hasta nos metemos en cubos de basura y nos enfrentamos a gritos a tipos más grandes que nosotras. Con estos ovarios que tenemos y esta capacidad de no rendirnos nunca, terminaremos ganándoles. Te lo prometo.

    ResponderEliminar
  6. Hola, chiqui. Reconozco que he tenido que venir dos veces para sacar las fuerzas para leerlo. La primera vez barrunté de qué iba y no pude seguir. Acabo de leerlo completo y madre mía. Yo no sé cómo hay gente capaz de semejante crueldad, es algo que me supera completamente. Estoy convencida de que una persona capaz de hacer eso con cachorros recién nacidos es capaz de hacer cualquier cosa también a otro ser humano. Pero me alegro infinitamente de que seas una loca con corazón, al menos dos se salvaron, es importantísimo que te quedes con eso. Se salvaron porque estabas allí y por ser como eres.
    Leer tu post me hace volver a pensar en lo que llevo tanto tiempo pensando, colaborar en protección animal. Si te consuela, cada vez es más la gente que se está revolviendo contra estas barbaridades; cada vez es más difícil que alguien diga públicamente que le gustan los toros; hace dos días salió una reforma en el Código Penal mejorando la protección animal. Poco a poco, se va barruntando un cambio, incluso en un país tan asquerosamente bestia como es y ha sido España, y sobre todo en los pueblos, es verdad. No me enrollo más, el tema me toca muy de cerca, comparto contigo pasión por estos peludos inocentes y no puedo evitar sublevarme ante una barbaridad más. Mil gracias por lo que has hecho, guapa. Ojalá todo el mundo fuera como tú. Y que les mucho por el culo a la gente descastada de tu pueblo. Besos.

    ResponderEliminar

Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!