Cuando los ricos tienen una crisis existencial (o simplemente se aburren) se cogen un año sabático y se van a Ibiza a hacer el canelo con las guitarritas y la ropa de aspecto gastado que ha costado cientos de euros. Como yo soy pobre, estoy gestionando mi crisis existencial (puro burn out) cogiendo un mes soviético (sólo un mes, no da para más) y viendo Dirty Dancing en mi sofá cuando la echan por la tele. Las diferencias de clase, oiga.
El caso es que he tenido que pedir un mes de licencia en el trabajo y tomarme un mes selvático antes de que mi salud se fuera al garete definitivamente. Y la gente me pregunta si estoy descansando y desconectando. Les digo que sí, más que nada por no hacer el ridículo y ahorrarme explicaciones. Pero lo cierto es que paso días enteros pensando qué hacer con mi vida. Sopesando pros y contras de volver a mi actual trabajo. Echando currículum a ofertas que en realidad no me gustan y fingiendo que me disgusta que me descarten. O rechazándolas cuando me cogen porque sus condiciones no son compatibles con la vida misma. Paso días dándole vueltas a la cabeza pensando qué debería hacer. Y cómo y cuándo.
A estas alturas, sigo sin respuesta a nada.
Creo que uno de los problemas es que no soy buena visualizando el futuro y sus posibilidades. Odio hacer planes. Odio pensar con antelación. Me agobia organizar la semana. Yo qué sé lo que querré hacer mañana. Es como cuando alguien me dice que si quedamos el sábado ¿y qué quieres que te diga, si estamos a jueves? ¿yo qué sé si me va a apetecer verte dentro de dos días? Me resulta estresante. Así que imagínate cuando me planteo cosas como qué hacer este año o qué puedo querer hacer en cualquier aspecto de mi vida de aquí a verano.
Hace poco un compañero me preguntó cómo quería estar en cinco años. ¡¡Cinco años, nada menos!! Y yo qué carajo sé, señor mío. No tengo claro lo que voy a hacer en cinco horas. No tengo ni idea de lo que voy a hacer en cinco días. Cinco meses es todo un abismo para mí, pero ¿cinco años? ¡Si eso es una eternidad! Pero él insistía: ¿cómo quieres estar en cinco años? Así que tuve que contestar la verdad: VIVA. Dentro de cinco años quiero estar viva. Quiero tener a mis padres y a mis gatos. Quiero seguir casada con el señor dorniense. Y al poder ser, quiero seguir usando la misma talla. Pero no me planteo qué mierdas quiero hacer con mi vida laboral de aquí a entonces. Porque no me importa lo suficiente. El trabajo es sólo un medio para conseguir dinero que a su vez sirve para conseguir comida para mis gatos. No es más. No me realiza. No me hace feliz. No me llena. No me satisface. A mí me realizan mis aficiones. Me hacen feliz mis seres queridos. Me llenan mis recetas de cosas dulces y chocolatadas. Y me satisface un aparato con nombre apropiado para ello. El trabajo sólo me da dinero, y por lo general, no suficiente. Ni de lejos.
Así que aquí estoy. Terminando diciembre, terminando el año y a mitad de mi mes satánico y sigo sin ver claro hacia dónde me lleva esto. Sigo sin saber qué voy a hacer en nochevieja. Sigo sin saber qué voy a ponerme para cenar. Sigo sin saber qué regalar por Reyes al dorniense. Sigo sin tener claro si volver al trabajo o no. Sigo sin saber nada más que al Año Nuevo sólo le pido salud para mí y los míos y que ojalá en cinco años siga aquí, con mi marido, mis gatos, mis padres y mis dudas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!