jueves, 5 de julio de 2012

la depilación más divertida del mundo

Hoy, en “historias humillantes”… yo. Para qué poner en evidencia a nadie teniéndome a mí misma. Aunque Anita también está implicada en la historia, para variar. Y de modo tangente, Pa. Ten amigas para esto.

Hace ya cosa de una semana o así, vino Pa a casa para pasar la noche conmigo antes de irse un mes a Valencia con su frungidor habitual. Y me dijo: “Naar… ¿tú me depilarías las ingles?”. Y yo accedí encantada. Eso de poder ser cruel y despiadada e infringir dolor a alguien bajo su consentimiento me gusta. Así que cogí el roll-on de cera y unos cuantos tirones, unos cuantos gritos de dolor y unas cuantas risas con la frase de mi amigo Jimmy de “ábrete de piernas, puta” después, Pa tenía las ingles más suaves que cuando nació. Fue divertido, lo reconozco. Y me dio envidia. Jo, yo quiero unas ingles así de monas y suaves y frungibles, oiga. Pero soy un poco pobre y pagar en la peluquería por el asunto me parece excesivo. Y me lo suelo hacer yo sola, pero no me veo bien y es incómodo de cojones.
Así que unos cuantos días después, yo hablé con Anita.

-         Nena… ¿me harías un favor?
-         ¿Sexual?
-         No del todo, aunque vas a verme hasta las entrañas. ¿Tú me depilarías las ingles?

Anita dudó un poco porque hacía años que no usaba cera caliente, pero al final llegó a la misma conclusión que yo, que puede ser divertido. Así que el martes se vino a mi casa por la tarde. Charlamos, se fumó un cigarro y me dijo muy seria, “hala cuando quieras, hermosa”. Mierda, no había lugar al arrepentimiento. Así que me puse un tanga que no uso jamás y calenté la cazuelita de las torturas. Pensé que me iba a morir de dolor. Que iba a gritar como si estuviera de parto. Que iba a golpear a Anita con algún objeto contundente. Pero sin embargo me reí tanto que las endorfinas me atolondraron y ni me enteré. A partir de ahora, Anita es mi depiladora oficial. Y me dejó unas cuantas perlas de las suyas:

La primera, según me quité los pantalones y me tumbé con las piernas abiertas. Resoplé para controlar los nervios previos al dolor, pero ella me dijo: “¿Te da vergüenza? ¿Quieres que te enseñe algo mío para sentirte mejor?” (si tu me enseñas, yo te enseño, el viejo truco.)
                                                                                      
En esto que me empieza a poner pegotes de cera y yo pego otro bufido… “No digas que es humillante. Esto ya es confianza pura. Sólo me falta ponerte un supositorio y lo tendremos todo hecho”.  (la confianza se hace así, Anita dixit.)

Pero no contenta con eso, sigue poniéndome cera y se le pega un pegote en un dedo. Me mira con una cara de asco indescriptible y me dice: “ay, es que esto me da un asquete… o sea, tu pepe no,  lo que me da asco es que se me peguen cosas entre los dedos… mira, ¿ves? estiras y se hacen hilos. Parece que estés haciendo espaguetis. No me gusta nada.” (el asco es relativo)

Y no es que te depile normal, no. Es que encima se recrea. Porque de repente, levanto los ojos y la veo, ahí, observando mis nobles partes con detalle. Así que le grito que qué está haciendo y ella, tan tranquila, me contesta: “Yo soy hija de artista, maja. Y eso se nota. Yo si hago las cosas las hago bien, ahí, al detalle. Ya sea pintar un cuadro o depilarte las ingles. Esto tiene que quedar perfecto, me lleve el tiempo que me lleve. Así que ábrete de piernas, dame las pinzas y calla.” (el arte de depilar)

Pero al parecer, a pesar de su recreamiento, no era suficiente. Y empezó a decirme, yo te quitaba un poco más de aquí y esto y esto otro… pero la postura no era lo bastante humillante y me dijo que me pusiera a cuatro patas. ¿A cuatro patas? ¿¿En serio?? ¿Se pude hacer algo peor en este mundo que ponerse a cuatro patas? Lo cierto es que no se me ocurre. Y le dije, “nena, por dios, que esto empieza a ser porno del duro. Imagina que nos viera alguien”. Pero Anita tiene otra visión del asunto: “¿Porno? Esto no tiene nada de porno, no seas boba. Y ahora quítate el tanga  y ponte a veinte uñas.” (pero no es porno, eh??)

Total, tras una tarde de un poco de dolor, un poco de sentimiento de vergüenza y muchas, muchas risas, me ha quedado una entrepierna más bonita que un san Luis, oiga. Y le dije a Anita, que si la crisis empeora y se queda sin curro, siempre puede hacerse estilista de pubis. Lo único que ella piensa “No puedo dedicarme a esto, tardo demasiado. No sería rentable. ¡Ojalá que todo el que se meta a hurgarte entre las piernas tarde al menos tanto como yo!” (el tiempo entre las piernas es oro…)


En fin, el verano tenía que tener algo malo. Aunque sea el hecho de que la ropa se acorta y hay que quitarse pelos que una no sabe ni que tenía. Por suerte, yo tengo depiladora personal, concienzuda, divertida y sin lugar al pudor. Esto debe ser amistad de la buena.

8 comentarios:

  1. soy estilista, no depiladora! Tenía que estudiar bien el asunto! jajajaja. Seguro que nadie te lo había mirado con tanta concentración como yo... jajaja


    Un besote y que disfrutes ¡suavemente!


    Anita

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    1. Anita vas a tener que hacerte un blog para dar las réplicas, seguro que ella también tuvo frases de esas interesantes aunque no las diga. Y yo, a mí me duele solo de imaginarlo. Biquiños!

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    2. Gracias!, pero es que soy de frases cortas sin pensar... Noemí sólo tenía miedo!, no hablaba! jajajajaja
      Yo a cambio de una cerveza/naranja (depende del día) depilo lo que haga falta!

      Besetes!

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  2. Otra a la que le duele solo de pensarlo... Pues nada como una amiga sin vergüenzas y con toda la intención de dejarte la entrepierna preciosísima de la muerte para que quede divina. Hala, y ahora a sacarle provecho :)

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  3. Esto sólo lo resiste una amistad de verdad, sin duda...

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  4. A mí aparte de dolor, al ser un sitio tan sensible, me da ZuZto que del tirón me despellejen xD

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  5. xD
    Odio la depilación. En cuanto sea rica, me hago la láser.

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  6. Jajajaja. Eso son amigas de verdad, sin duda... Un besote!!

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