martes, 13 de enero de 2015

aquellos taburetes rojos...

Cuando empecé a vivir sola, cada viernes iba a pasar la tarde a casa de mis amigos I y G, que por entonces eran pareja y vivían juntos en el piso de alquiler donde nos conocimos como vecinos. Ir allí me hacía sentir un poco más reconfortada, un poco en casa, un poco menos asustada, menos sola  y menos perdida. Iba y me sentaba en unas banquetas altas y rojas de diseño que tenían junto a la barra que separaba la cocina del salón del pequeño apartamento. Me sentaba en la del fondo y me giraba sobre su eje de un lado a otro con su diminuto gato en brazos, arrullándole a la vez que me mecía a mí misma con ese meneillo tan agradable de los asientos giratorios. Aquel gato canijo me adoraba, y eso que no tenía especialmente buen humor. A parte de a él, le llegué a coger cariño a la banqueta. Me sostuvo en una etapa en la que el mero hecho de mantenerme en pie era un esfuerzo.
Cuando se separaron ellos también y desmontaron el piso, I me ofreció las banquetas y algunos muebles. Le dije que no. Tenían demasiado significado para mí. Soy tonta, pero le cojo apego a las cosas materiales, les otorgo una especie de alma. Y no me apetecía meter trastos de esa época tan difícil en mi nueva casa, que estaba redecorando con esfuerzo y objetos sin pasado.
A veces me he arrepentido de haber dicho que no. Me encantan las banquetas altas tipo bar como estas. Y estas eran especialmente chulas, de plástico rojo brillante, con un diseño moderno a la vez que un poco retro, casi iguales que éstas. Y se podían regular de altura.  Supongo que en parte porque soy bajita y me gustan los asientos altos. Y en parte porque me recuerdan a esas cocinas americanas de las películas, tan grandes y con una barra en medio que las separa de la zona del salón. Por desgracia, mi cocina es la de pinypón y apenas caben dos personas a la vez. Pero oye, soñar es gratis.

El caso es que aquella época en la que yo iba a refugiarme un rato a casa de mis amigos pasó. Las banquetas rojas pasaron. Incluso ellos se separaron y ya no les veo tanto. Supongo que eso es la vida, que las las cosas sólo son cosas y que nada permanece mucho tiempo. Por eso este año he hecho propósito de no acumular tanta cosa inservible y tanto trasto en plan trapero y quedarme sólo lo que use o de verdad me guste. Curiosamente, aunque no sé dónde las metería y posiblemente la usara muy poco, me gustaría haberme quedado las banquetas rojas.

8 comentarios:

  1. ¿Qué hicieron con ellas al final?

    Suenan muy de burdel, seguro que eran chulísimas.

    Besos

    35+3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues no lo sé seguro, creo que se las llevó finalmente I a su apartamento y no sé lo que haría con ellas luego. Eran una monada, me las tenía que haber quedado!! :)

      Eliminar
  2. A mí las banquetas altas me resultan incómodas. Nunca sé muy bien como sentarme en ellas. Será que tengo menos glamour del que me pienso.
    Mi madre también anda en etapa de desprendimiento total. Dice que está harta de juntar porquerías que ni usa ni usará. Debe de ser un virus. Jajajaja. Besotes!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero mujer! con lo que molan! hay que entrenar ese glamour más, eh?? jeje
      Yo hago voto de ser poco guardadora, pero luego... al final siempre acumulo más de lo que debo, no sé por qué, pero tengo una tendencia a amontonar mierda que alucinas... a ver si este año consigo no terminar en plan trapero. :D

      Eliminar
  3. Yo creo que fuíste bastante lista y prudente. Aquel momento era complicado y entiendo esa necesidad de no meter en casa algo que podría traerte malos recuerdos. Quizás no hubiera pasado pero ante la duda, mejor prevenir.

    Me pasa como a Alter Ego. Me siento muy rara en esas banquetas, me caigo palante, me caigo patrás, no sé qué hacer con los pies... Y vamos, si encima me das un gato iba a tener que hacer acrobacias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, en el fondo hice bien, porque además que ni pegan con mi decoración, ni sé dónde meterlas, pero a veces lo pienso y... jo.
      Me estáis dejando alucinada, pero si son comodísimas!! Yo me sentaba ahí, me ponía a girar y a la vez achuchaba al gatete aquél que tenían, que era como una miniatura de Ron, muy gracioso el jodío. :)

      Eliminar
  4. Pues yo me uno a las que no saben sentarse en taburetes o banquetas, se me escapan los pies para delante.
    Aunque ese tipo que has puesto conozco gente que las tienen y como son de ese rojo manzana de feria me fascinan.
    Sobre lo de desprenderse o despedirse de las cosas, me ha recordado a una frase que escuchado mucho últimamente y que no acabo de verle la gracia, dice algo así como: Madurar es aprender a despedirse.
    Tu que opinas de la frase?

    ResponderEliminar
  5. A mi me dan un poco de vértigo XD pero son preciosas!

    ResponderEliminar

Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!