jueves, 10 de septiembre de 2015

La vuelta al cole y los bolis nuevos

Cuando era cría y llegaba septiembre había que preparar la vuelta al cole. Eso implicaba probarme el uniforme a ver si seguía entrando en el del año anterior, comprarme unos zapatos feos que aguantasen la lluvia y el frio y durasen todo el invierno y mentalizarme a otro año de llevarme mal con mis compañeros. Para colmo, el propio colegio nos daba el material tipo cuadernos y bolígrafos para que todos los tuviéramos igual, no sé qué afán alienante tenían o qué extraño miedo a que un cuaderno de colores provocase una rebelión.
Cuando por fin fui al instituto, la cosa cambió drásticamente. Podía ponerme la ropa que quería, llevar los cuadernos que me diera la gana y escribir con los bolígrafos que me saliese de ahí. Y de repente descubrí que no sabía qué quería. Tantos años de que me lo dieran mascado, ahora no tenía idea de vestir, ni de con qué prefería escribir, ni de si eran mejor los lápices o los portaminas. Muy complicado todo. Me pasé todo el mes de agosto tratando de pensar qué podía ponerme el primer día de clase para no llamar la atención demasiado, no hacer el ridículo y no estigmatizarme de por vida. Creo que lo conseguí. Gracias, camiseta de rayas, estés donde estés.
Poco a poco le fui cogiendo el gusto al asunto. Ropa que al fin no era azul marino y gris. Deportivas a diario en lugar de zapatones feos. El gusto de escribir con bolis de tinta líquida. La maravilla de los portaminas en lugar de los estúpidos lapiceros que había que sacar punta cada dos por tres. Las gomas de borrar de colorines y formas divertidas. Todo un mundo de posibilidades fascinantes.
Cuando llegaron los años de universidad ya era una experta y me pasaba el mes de septiembre preparando todo el material cuidadosamente. Que luego apenas lo llegara a usar porque invertía más tiempo en la cafetería que en las clases es meramente anecdótico. Y que la tinta que más corriera aquellos años fuera la de la fotocopiadora tampoco viene al caso. Yo seguí comprando bolis de colores y estuches bonitos, cuadernos gordos de tapas duras y carpetas guays.
Ahora hago algo parecido con el despacho de mis padres donde hago como que trabajo. Mi madre es demasiado ordenada y mi padre es un caos. Así que yo medio entre los dos comprando sobres de plástico de colores y archivadores que además es lo que me gusta. Y me encargo de los usb y las memorias para que cuando mi padre coge la neura de borrarlo todo, no haya luego dramas porque se le ha ido la mano y ha perdido cosas importantes. También encargo los sellos, las tarjetas y los regalitos que hacemos a veces en navidad a los clientes. Además con internet es todo bastante más fácil, y hay páginas como OfficePaper donde puedes encontrar todo esto y no tengo que andar de sitio en sitio pidiendo cada cosa en una punta de la ciudad. No es tan sumamente emocionante como cuando era jovenzuela, pero tiene su gracia. Y además, me compro bolis para mí. Que no sé por qué, aunque cada vez escribo menos a mano, sigo sintiendo fascinación por los bolígrafos. Es una adicción como otra cualquiera. Y es que todos me gustan. De colores, negros, elegantes, divertidos... algunos me gustan tanto que hasta los guardo cuando ya no pintan. Es como un diógenes de cosas de escribir o algo así.

En fin, admitamos que el mes de septiembre y la vuelta a la rutina son un rollo, pero si hay que buscar un lado bueno, yo me quedo con los bolis nuevos.   

4 comentarios:

  1. A mí también me gustan "las cosas de escribir".

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  2. Me encantan las cosas de papelería. Y entrar en papelerías nuevas donde todo está super bien colocadito y las cosas huelen genial, a nuevo. Yo también tengo esa fiebre de acumular bolis para el próximo curso, aunque después siempre utilizo mi querido Pilot. Eso sí, los dieciséis pavos que cuesta la agenda de Mr Wonderful no me los gasto; con una de los chinos voy bien :D

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  3. Yo flipo en las papelerías. Me gusta cómo huelen y lo que tienen. Y si ya son papelería- librería, son un sueño hecho realidad.
    Besos

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  4. Aquí otra fan de las papelerías. Amo los cuadernos, los bolis, los archivadores... Todo!!! Y también soy de guardar bolis que ya no pintan sólo porque me parecen monos. Un besote!!!

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