lunes, 14 de diciembre de 2015

El intento de robo

Creo que la máxima expresión del lujo es tener cosas que exclusivas que no tiene nadie más. Para darse importancia o para que tu cuñao no pueda decirte que lo suyo es mejor, no lo sé. Yo es que soy una persona de gustos y cosas sencillas, soy la típica gilipollas que cuando ve un chalet enorme lo primero que piensa es en lo mucho que tendría que limpiar. No tengo espíritu de rica como para pensar que tendría empleados. Soy más la que coge la mopa y se pasa la mañana sacando pelusas de debajo de los muebles. Que nací pringada, oye. Qué se le va a hacer.
Sin embargo, admito que lo de las cosas exclusivas tiene sus efectos prácticos. Como por ejemplo, no confundirse de coche. Porque un día de estos me detienen, me llevan al talego y encima con razón.
Este verano, en medio de mi crisis personal y de todo tipo, un día casi robo un coche. Y diréis, ¿Uno bonito? ¿caro? ¿un ferrari? No, no y no. Uno andrajoso, abollado y hecho mierda como el mío. Tan como el mío, que de hecho pensé que era el mío. El caso es que yo iba con prisa y me acerqué a “mi coche” cargada de bolsas. Metí la llave en la cerradura porque el mando a distancia se rompió hace años ya no se estila y no giraba bien. Le dí un poco pacá-pallá, pero no iba. Como ya me lo han intentado robar varias veces, pensé que igual estaba un poco forzada. Di la vuelta y traté de abrir por la del copiloto. Y tampoco. Volví a mi puerta. Ñacañaca con la llave a ver si giraba al fin. Y nada. Así que en medio de mi frustración, le arreé una patada a la puerta. Estúpido coche del demonio. Dejé las bolsas en el suelo para ver si podía hacer que se abriera y entonces me pareció que las ruedas eran raras. Me asomé al morro y... ¡tachán! La matrícula no era la mía. Miré a mi alrededor. Detrás del coche que estaba intentado abrir había uno negro y después... oh, sorpresa, el mío de verdad. Recogí las bolsas, dejé la dignidad en el suelo mugriento y me fui a mi pobre y roñoso coche cuya cerradura abrió a la primera.
Y es que claro, tengo un 206. De un color azul grisáceo que en su día fue metalizado muy mono. Ahora es color mierda-contaminación y caca de paloma acumulado en diferentes estratos desde el 2005. Encima está lleno de abollones, rayajos, desconchones y tal. Es un coche muy vulgar y corriente, vaya. Y la dejadez no es exclusiva, por lo que la mierda, los bollos y los rayones no le hacen especial. En mi barrio hay al menos cuatro coches que coinciden totalmente con la descripción del mío. Los distingo porque hay uno que es de tres puertas y otro que tiene los faros distintos. El otro, el que casi robo, es idéntico. Hasta lleva un adorno parecido al mío en el retrovisor y la misma caja de pañuelos en el salpicadero.
Por eso hace un par de días intenté robarlo de nuevo. Sólo que esta vez, al ver que la llave no giraba bien y que estaba el viejo pesao (un día os hablo de este personaje) mirándome, me fijé en la matrícula antes de soltarle una coz. Y menos mal, porque no, no era mi coche.

Como me toque la lotería me compro un coche de algún color estridente que pueda distinguir con facilidad. Y contrato un abogado por si las moscas, que aún soy capaz de intentar llevarme el que no es.  

4 comentarios:

  1. Jajajaja. Yo cuando estuve en Chile me bajé en la planta que no era y, claro, me puse a intentar abrir una habitación que no era la mía. Menos mal que se ve que en la habitación en cuestión no había nadie o tenían el sueño muy profundo porque nadie salió a pegarme. O lo mismo se escondieron debajo de la cama...

    Si me hubiese alojado en la "Suite Emperador" seguro que no me pasaba esto. Besotes!!!

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  2. jajajajajja, es buenísimo!!!
    Pues te cuento, que hace ya unos cuantos años, yendo de vacaciones a Galicia, paramos en Lugo.
    Después de dar un espectáculo delante de la muralla en la que mi hermano mayor con sus espasmos laríngeos (que le dieron ese verano y no más) parecía que se estaba ahogando (rodeados de gente queriendo llevarlo al hospital y mi padre y yo tan panchos diciendo que "no, si no le pasa nada...")
    Inmediatamente después de esto, mi padre, que por la época conducía un Orion (eso sí que era viejo de verdad... de los que no llevan cinturón detrás ni nada) sacó la llave y se puso a abrir el coche. Yo no salía de mi asombro... Y él venga a insistir mientras hablaba con nosotros por encima del coche... Las risas se oyeron en Barcelona... Porque no solo se había confundido, sino que dentro de ese coche, había una mujer que yo creo que estaba viendo si llamar o no a la policía... jaja
    Y el coche... oye, pues algo se parecía, pero vamos, que tampoco... (ahora mi padre tiene un coche rojo... y coche rojo que ve de lejos, coche que cree que es el suyo... No me extrañaría que le hubiera pasado y no nos hubiéramos enterado)

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  3. Jajaja una de mi clase se metió en un coche igual al suyo, y digo se metió porque las llaves ¡¡¡abrieron!!! No me digas cómo jajajaja

    Besos

    PS: ¿Qué tal el jeto?

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