Hoy he llorado haciendo albóndigas.
Igual es que me va a bajar la regla o yo qué sé, pero de repente,
me he mirado las manos llenas de harina y me he acordado de ti. No es
que mis manos se parezcan mucho a las tuyas, yo las tengo más
parecidas a mi padre y bueno, más jóvenes de lo que eran las tuyas
cuando yo las recuerdo. Pero aún así me he acordado de ti, como
siempre que paso un rato cocinando. Porque no llegaba a la mesa y me
subías a una silla para que te ayudase. Y yo miraba tus manos tan
hábiles, tantos años cocinando que te salían las croquetas
perfectas, todas iguales. Y las albóndigas las hacías tan rápido
que yo no terminaba de saber cuál era esa técnica secreta. Pero me
gustaba pringarme contigo, hacer chapuzas de carne picada mientras tú
te reías.
Había pensado escribirte un post, lo
pienso muchas veces. Pero me cuesta la vida hablar de ti porque
siempre lloro y me temo que te enfadas cuando me ves hacerlo. Y
siempre lo pienso por tu cumpleaños, que este año hubieran sido
110. Y lo pienso en la fecha de tu marcha, pero ahí sí que no soy
capaz. Aunque haga trece años. Pero yo noto tu ausencia y el hueco
que dejaste cada día, hoy también aunque no sea una fecha señalada.
Quizás más que entonces. Porque en el 2003 era una cría
agilipollada y no supe afrontarlo de otra manera que mirando para
otro lado. Además, sé que no lo justifica, pero sabes que tenía
mis propios problemas que tratar de arreglar.
Ahora soy una mujer más madura. O eso
intento. No me sale bien siempre, lo admito. Pero me acuerdo del
consejo que me diste mil veces cuando me decías que tratara de saber
hacer de todo y de no tener miedo de intentar las cosas para no
depender de nadie para comer bien, ni para ir limpia ni para llevar
mi casa y trabajar. Y me decías ante mi obstinación, al contrario
que casi todos los demás, que no hacía falta casarse ni tener hijos
si no quería. Que tú, ya ves, lo habías hecho, pero que estabas
segura de que hubieras sido feliz de otra forma también. Lo decías
orgullosa, porque era verdad. La familia recayó siempre en tus
hombros porque eras trabajadora, fuerte y luchadora. Y nada se te
ponía por delante. Más o menos lo he conseguido. Lo de ir limpia y
comer bien, digo. He vivido bastantes años sola y ya ves, aquí
estoy. Sentía tu fuerza muy intensamente entonces. Como cada vez que
hay alguna situación realmente difícil.
Cuando hace unos años operaron a la
yaya, nos contó a mamá y a mí que te había visto mientras la
operaban. Que recordaba haberte visto apoyada en la cocina y que le
decías, de esa forma tan castiza tuya “aguanta hija, sé valiente
y con dos cojones.” Seguro que hay alguna explicación médica,
científica, lo que sea. Pero esos días tan duros todos te sentimos
muy cerca. Yo, mucho. Sin ti, aunque fuera desde el cielo, no hubiera
soportado el peso. Pero lo hice. Por ti. Gracias a ti.
Hoy he llorado mientras hacía
albóndigas. Porque sé que es ley de vida que te fueras. Tuviste una
vida larga, viste crecer a tus hijos, tus nietos, tus bisnietos. Yo
tuve la suerte de vivirte 20 años. Pero me gustaría que aún
estuvieras aquí. Te echo de menos siempre, en las navidades, en los
cumpleaños, en las reuniones familiares. Siempre, cada día. Y a
veces te hablo, como hoy, mientras lloraba y hacía bolitas de carne.
Me gustaría que probases mis empanadas, te gustarían mucho. Y
disfrutarías con mis hojaldres dulces y mis tartas de manzana y de
fresas. Cada vez que los hago daría lo que fuera por subirte un
pedacito a casa y que te lo comieras para merendar mientras me
dijeras eso de “niña, hazme tú la infusión que te salen más
buenas que a tu yaya.” Porque yo también le echo tres cucharadas
de azúcar, como tú. Sé que estarías orgullosa de mí. Quizás
serías la única, pero verías todo eso tuyo que hay en mí y
sonreirías.
Y bueno, bisyaya, no me enrollo más
que me vas a terminar echando la bronca. Por llorar y por echarte
tanto de menos. Pero quería que lo supieras. Que a todo el mundo le
gusta venir a comer a mi casa, que doy de comer a toda la familia y
que me siento orgullosa de ello porque sé que lo he sacado de ti.
Que en los momentos de crisis todo el mundo me mira con la cara que
te miraba a ti, como si fuera yo la que mantengo el ánimo y la
fuerza. Que cuido de mamá y de la yaya y de los hombres de la
familia que tú siempre decías que eran los más débiles. Que sigo
aprendiendo de ti. Que sigo queriendo parecerme a ti.
Y que te sigo
queriendo tanto que hoy he llorado haciendo albóndigas.
Qué bonito, Naar... Estoy segura de que está orgullosísima del pedazo de mujer en que te has convertido. Un besote fuerteeeeee, fuerteeeee.
ResponderEliminarqué bonita entrada has escrito para tu bisabuela. seguro que tú has heredado muchas cosas buenas de ella.
ResponderEliminarsí, con veintipocos años uno es muy inmaduro, estoy totalmente de acuerdo.
seguro que hoy esa comida pensando en tu bisyaya te ha quedado muy rica. besos!
Mi abuela me decía: "Al que tiene manos, nada le falta"
ResponderEliminarBesos
Qué preciosa entrada Naar.
ResponderEliminarUn beso
Precioso mi niña! Orgullosa no, orgullosísima está, eso seguro.
ResponderEliminarDos millones de besos
¡Qué bonito, Naarcilla!
ResponderEliminarYo también hice ayer albóndigas.
Besos, flor
Yo las he hecho esta mañana antes de irme a currar! Qué es la semana albóndiga????
EliminarÑiaa pues yo no he catao ni una
EliminarAy qué triste y qué bonito al mismo tiempo Naar!! Me has hecho acordarme de mi abuela, que también hace bastante que falta pero a la que yo tengo presente cada día y sé que está conmigo... Seguro que tu bisyaya está contigo desde donde esté y se siente muy orgullosa de tí. Un besazo
ResponderEliminarSi es que se las echa tanto de menos niña...Yo echo de menos a la abuela de mi marido,la mia postiza pero a la que he querido,quiero y querré como la propia.Muchas veces le digo a mi hijo "ay que contenta estaría la abuela de ver que hablas tanto o más que ella".Un abrazo reina
ResponderEliminaraixx y yo he llorado leyéndote, que suerte tuviste de tenerla tanto tiempo junto a ti y de poder disfrutarla. Se les hecha mucho de menos, una no se acostumbra. Un abrazo!
ResponderEliminarPrecioso... Estoy segura de que eres tan fuerte y decidida como ella.
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