domingo, 28 de mayo de 2017

Circle of life

Ser joven es maravilloso. Y no hablo del rollo de ser joven hasta los 40, ni los 30 siquiera. Que hoy en día se es joven hasta los 80. Y no me fastidies, porque no.
Y no es cuestión de que te sientas mejor o peor, de que realmente tú creas que eres joven. No estoy hablando de eso. Porque obviamente, yo he cumplido 34 este año y creo que los 30 son una década estupenda, pero ya no soy TAN joven. Y si alguien quiere llevarme la contraria y decirme que es súper joven con más de 30, que se vaya a una discoteca y mire a su alrededor, que se pasee por el campus universitario o que se ponga una diadema de flores y unos short a medio culo y me lo cuente. Si lo hace y no se siente un poco, aunque sólo sea un poquito mayor, pues bien por ella, pero que se lo haga mirar.
Además, la edad tiene ventajas. Empezaba diciendo, y lo mantengo, que ser joven es maravilloso. Y sería casi perfecto si no fuera porque eres idiota. Es así, la edad te quita belleza, energía, ganas de juerga... y te da experiencia. Al menos si lo haces bien.
Cuando yo tenía 20 años creía que siempre sería joven. Creía que sabía muchas cosas. Creía que siempre tendría la piel perfecta y el pelo rubio. Creía que mis amigos siempre estarían ahí. Creía que seguiría saliendo de juerga todos los viernes. Creía que mi vida no cambiaría tanto. Lo dicho, era una ingenua. Ahora me encuentro casi a la mitad de la treintena y ya no soy tan guapa, tengo manchas en la cara, me están saliendo canas y cada vez sé menos cosas. Ya no salgo apenas, mis amigos están desperdigados, casándose y siendo padres y mi vida no se parece a nada a lo que había imaginado.
Ayer hubo un torneo de rugby universitario que hace todos los años el equipo de la facultad de Ross. Allí estaba la vieja guardia, aquellos a los que yo vi jugar creyendo que ya eran mayores (tenían en aquel entonces veintimuchos o treinta) y los que éramos novatos hace más de diez años. Y también estaban los jóvenes de ahora. Tan inocentes, tan llenos de vida, tan guapos, tan imberbes. Tan monos ellos.
La verdad es que lo pasé en grande. Los abrazos sinceros con la gente que veo una vez al año, los reencuentros con aquellos que ya admiraba hace más de una década, los ojos azules del dueño de mis sábanas que siempre me transportan a otro mundo. El abrazo que me dio, levantándome del suelo. Las risas, las anécdotas, las canciones obscenas, el espíritu de los cuarentones dejándose la piel en el campo. El olor de Cantarranas, el agua de la manguera, la cantidad de recuerdos pegados al barro, perder la vista entre los árboles del fondo como tantas veces hice con veinte años.
Sentir que el tiempo ha pasado irremediablemente.
Hace unos años, cuando pasé mi crisis de los 27 aproximadamente, estas cosas me hacían pasarlo realmente mal. Saber que ya no era de las más jóvenes del garito, ver a las chicas de las nuevas generaciones mucho más guapas que yo, saber que la punta de lanza ya eran otros. Pensar que la vida universitaria ya había acabado y que nunca volvería. Pero ayer me dio igual. Porque yo estaba allí tan ricamente, compartiendo recuerdos divertidos con mis amigos de entonces, riéndome una vez más con el Lobo y la historia de la chumbera y poniéndome al día con toda la gente. Allí estaba yo, importándome un pito que todas las jovenzuelas tengan el culo más duro, que no sepan lo que es el melasma o que no les duelan los pies. Porque yo sé cosas que vosotras ni imagináis, queridas. Y todo eso que ahora os parece un problemón, a mí ni me altera el pulso. Y esas cosas que os dan miedo, yo me las paso por el forro.
Y allí, en medio de todo este torbellino, tuve una revelación. Un chaval nuevo, de veinte años escasos, con pinta de alternativo, con el pelo rizado en una especie de trenza, con los ojos claros y unas facciones casi perfectas, apareció entre la gente con una toalla atada a la cintura y sin camiseta. Vi cómo le miraban las niñas. Vi cómo se pavoneaba. Vi cómo sonreía y cómo miraba él a la gente. Vi que se creía invencible. Vi que él piensa que sabe muchas cosas, que siempre será joven y guapo y rubio. Y sonreí. Porque chaval, eres una monada, de verdad, pero no sabes nada. Tú no eres el primer chico guapo que hay en este equipo, no eres el primer pimpollo que se pasea por este campo. No eres el primero que baja bragas con la mirada, no eres el primero en hacerse peinados raros. No eres el primero en nada. Sólo eres el guapo de tu generación. Pero antes ya estuvo el dueño de mis sábanas, que se creyó lo mismo o más que tú y ahí estás, destronándole. Como él destronó a otros. Como otros te destronarán a ti. Ya lo dijo el Rey León antes de que tú nacieras, es... circle of life.

3 comentarios:

  1. pues yo voy a cumplir 40 la próxima semana, así que imagínate.
    si has sido tímido de joven, la edad te sienta bien, en el sentido de que aprendes a soltarte y adquieres 'tablas' para tratar con la gente.
    cuando era veinteañero me daba un poco de envidia esa gente que era "el alma de la fiesta". ahora me río de esas cosas.
    besos!!

    ResponderEliminar
  2. Pues sí, tienes toda la razón... yo no volvería a los 20, si acaso volvería para decirle a mi yo de entonces qué era y no era importante, qué merece la pena y con quién no debía perder el tiempo...

    A mis 31 cumplidos hace muy poco, siento que probablemente estoy en el mejor momento de mi vida.

    Un besito

    ResponderEliminar
  3. Ay esa sensación se multiplica por 1000 cuando al que miras es a tu hijo. Tengo 39 años y 2 críos y tengo presente el circle of life cada día de mi vida. Me ha encantado :)

    ResponderEliminar

Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!