lunes, 6 de noviembre de 2017

Un reto de bigotes, un carro robado... y una mierda.

La semana pasada fue... larga. El miércoles salí de trabajar y me fui a tomar algo con Álter y unos cuantos amigos de los gatos para celebrar Halloween. Nos dieron unas máscaras muy chulas y colaboramos en un proyecto para recaudar comidita para gatos que lo necesitan. Aún estáis a tiempo de echar una pata, mirad el Blog de una madre desesperada que explica muy bien el #Retodebigotes.
El jueves fue fiesta y me fui a pasar el día con mi familia casa de los yayos, lo que está muy bien, pero es más cansado de lo que parece. El viernes fui por ahí arrastrándome como pude y el sábado me tocó trabajar.
Digamos que cuando por fin salí a las 8 de la tarde y me subí en el coche (los sábados me lo puedo llevar al trabajo) lo único que quería era llegar a casa, hacerme una sopa de sobre y dejarme morir en el sofá hasta el día siguiente.
Obviamente, no ocurrió así.
Primero, como hemos cambiado de oficina, que maldita la hora del cambio, salí por una calle que no conocía, hice mal un desvío y terminé en la carretera de Zaragoza. Que a ver, que igual es muy bonita Zaragoza, pero no me apetecía lo más mínimo irme allí a ver a la Pilarica y cantarme unas jotas. Que yo quería volver a mi casa. Di un par de vueltas, me metí por un polígono industrial que daba un poco de yuyu y al fin, conseguí ponerme en la dirección correcta de la M30.
Llegué a mi barrio más tarde y más cansada de lo que esperaba, pero me fui al mercamoñas porque mi frigorífico parecía haber sido asediado por Atila y los Hunos más hambrientos. Compré ante la mirada de los cajeros y reponedores, que te juzgan por llegar cuando están a punto de cerrar. Y no me gusta hacerlo, pero mira, he tenido que trabajar, me he ido a dar una vuelta por Zaragoza, que me pillaba de paso y no he podido llegar antes.
A todo esto, me intentaron robar el carro. Así, tal cual. Cogí mi carro, lo tenía al lado mientras cogía unas patatas y antes de que me diera tiempo a ir a pesarlas y ponerles la pegatina, veo una tía que coge mi carro y empieza a andar. Me quedé tan atónita que tardé unos segundos en decirle:

  • Perdona, ese carro es mío.

La tía seguía andando con mi carro y la tuve que sujetar agarrando el carro de un lateral.

  • Te he dicho que el carro es mío.
  • ¿Ah, sí? Pues estaba ahí solo.
  • No, es mío, estaba cogiendo patatas justo al lado.
  • Pero es que estaba solo y vacío.
  • Ya, porque acabo de llegar, pero es mío.
  • Bueno, pero...
  • Mira, los carros vacíos están fuera y tienes que poner una moneda. Los de aquí dentro los ha cogido alguien CON SU PROPIA MONEDA.

Y me di la vuelta con mi carro y mis patatas. No sé si era despiste o sólo un poco de mala idea, pero a esas alturas estaba yo para pocas bromas. Así que terminé la compra, cargué el coche y me fui a casa. Sólo tuve que dar unas veinte vueltas para aparcar, haciendo una especie de rally con el vecino detrás en su propio coche, ya que éramos dos y en caso de haber sitio, iba a ser uno. Una competición muy absurda, calle arriba calle abajo con las patatas rodando por el maletero y mirándonos mal por el retrovisor. Al final gané yo y aparqué en una calle que se había quedado sólo con la mitad de las farolas. Cogí mis bolsas, las llaves, el megabolso del curro, las llaves del coche y me fui acelerando el paso y sin ver un carajo.
Cuando conseguí meterme en el ascensor e iba a pulsar el botón de mi planta, abre el portal el vecino. “Te he ganado por un cuerpo, chaval”, pensé un poco maliciosamente. Le di al botón de mantener la puerta abierta porque me han enseñado una cosa muy antigua y poco valorada hoy en día que se llama educación. Y entonces, el muy anormal, me dice “nonono... yo subo ya andando...” y echa a correr escaleras arriba. Mira, hay que ser gilipollas. Como estaba muy cansada, cargada de bolsas y harta del día, le dije “Pues tú mismo, chico”. Y cerré la puerta y pulsé mi piso.
Entonces empezó a ocurrir. Un olor raro, malo, horrible. Pensé que otra vez alguien habría bajado basura chorreando. O los niños del segundo, que son unos guarros. O... estaría debajo de mi puto pie porque había pisado la mierda más apestosa de la historia de las mierdas apestosas.
Por un momento me alegré de que mis vecinos huyan de mí. Luego lo pensé. Qué pena, con lo que hubiera disfrutado viendo su cara al olerlo.
Total, llegué a casa tardísimo, descalza, con las botas apestosas en la mano, las bolsas colgando del hombro que amenazaba con salirse del sitio, despelujada y a punto de echarme a llorar.
Menos mal que me estaban esperando mis gatos y una taza de sopa de sobre.

Espero que esta semana no se haga tan larga o que al menos no haya ninguna mierda. Literalmente.

9 comentarios:

  1. Ay diosss. Vaya día. Menos mal que la sopa y los gatos hacen milagritos. Flipo con lo del robo del carro. Telita la señora.
    Muchas gracias por la mención. Fue un gatoween divertido ;)

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    1. Fue genial! Gracias a ti por explicarlo tan bien y ahorrarme el trabajo, jeje...

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  2. anda que lo del carro... en todos los supermercados se cogen en la entrada, la gente parece que vive en otro mundo.
    cuando conducía, al buscar sitio para aparcar siempre tenía que haber alguien detrás achuchando.
    me alegro de que lo pasarais bien. qué envidia sana! :) es una bonita iniciativa para los gatos sin hogar.
    besos!!

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    1. La gente va a lo suyo y tiene mala idea, que eso también hay que pensarlo. A la próxima te llamamos y te apuntas al club de gatos aunque no tengas! :)

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  3. Me falta un día. A lo de los gatos fuimos el martes y el miércoles fue fiesta. Así que, o me falta el jueves o me falta el viernes. Jajajaja. Hay días en los que sale todo torcido pero quédate con que dicen que cuando pisas una deposición (qué fina soy) es buen presagio, así que ahora todo te irá genial y los demás te envidiaremos. Pena que el vecino no se subió contigo al ascensor. Jajajaja. Por curiosidad ¿era el mismo vecino al que le tiraste un sujetador y una pinza de la ropa? Besotes!!!

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    1. Madre mía, fíjate si estaba cansada que me comí un día... Efectivamente, el jueves trabajé a rastras, el viernes más y el sábado día de mierda... Literalmente.
      El vecino era el otro, el de enfrente. El de la pinza es el de abajo. Para el caso, los dos son idiotas XD

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  4. Dicen que pisar una cacota trae suerte... a ver si se cumple la profecía está semana.

    Un besito

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  5. A ver si lo que has pisado te trae suerte, yo estoy pensando en buscar una para pisarla a ver sí así. Este jueves tuve un día horrible, me pasó de todo y terminamos el día con una junta de vecinos peor que las de Aquí no hay quien viva y aprobando una derrama de 3000 euros por vecino, todo maravilloso. Eso sí el finde pienso disfrutar y olvidar un poco el tema hasta el lunes,entonces me acordaré de toda la parentela de los vecinos, el administrador y la compañía de seguros pero hoy voy a estar en modo Zen.
    Te vi en el blog de Álter con la máscara, me mola la iniciativa.
    Besos.

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