jueves, 16 de febrero de 2012

La bici de mi padre

Muchas veces he hablado de mi lamentable estado de forma. Soy una vaga redomada. Y gracias a que tengo buena genética y a mi tendencia a estar delgada, no parezco un saco de lorzas. Pero los años no perdonan y cada vez tengo más cuerpo escombro, con el culo más blando y los muslos más celulíticos. Así que tras darle muchas vueltas, hace poco llegué a una solución relativamente buena. Mi padre tiene una bicicleta desde hace muchos años abandonada en el trastero. Y montar en bici no es mi pasión, pero me enfada menos que cualquier otro deporte. Y contando que ya tengo el artefacto necesario, es gratis, que en los tiempos que corren es lo más importante.
Total, que hace poco traté de convencer a mi padre de que me cediera su bici en usufructo. Total, él hace años que no monta. Y yo puede que me haya olvidado de cómo se hace aunque hay quien asegura que eso no se olvida. Pero quiero comprobarlo. Muy empírica que es una.
Lo malo es que en un arranque sicótico  de orden de los que sufre mi madre bastante a menudo, la había desmontado y guardado. Pero aún así, no desistí de mi empeño. Lo peor es que mi padre teme a tres cosas en el mundo: una es que yo me vuelva a echar novio. Teme (con razón) mi inercia hacia hombres inadecuados. Otra es gastar dinero, mi padre es roñoso por naturaleza y la crisis ha agudizado su instinto ahorrador. Y la última es hacer cosas con herramientas. Todo lo que conlleva coger un destornillador le crea ansiedad. Si fuera por él, cada vez que mi madre dice que quiere hacer algo en casa, saldría corriendo calle abajo gritando y agitando los brazos como un poseso.
Lo que pasa es que yo compenso casi todos sus temores. Llevo más de un año soltera y sin relaciones destructivas de cualquier tipo. Creo que por las noches reza para que siga así y por eso no se me acerca ningún tío. Además yo soy de poco gastar y me he convertido en la reina del bricolaje, lo que le ahorra tener que hacer cualquier cosa en mi casa o en la suya. Así que suele ceder a mis deseos por tal de que siga cumpliendo sus tres sueños. Por eso cuando le comenté lo de la bici, accedió. Vale, tenía que montarla, pero es gratis, le ayudaría yo con mis herramientas y no me apuntaría a un gimnasio a gastar y de paso, a codearme con hombres musculosos y chungos. Todo ventajas. De no ser porque hay que montarla. Y eso de hacer cosas no va con mi padre. Así que pensó que se me olvidaría, porque la constancia no es una de mis virtudes. Y mi padre piensa que si consigue hacerse el remolón el tiempo suficiente, igual pierdo el interés y se ahorra el hacerlo.
Sin embargo, dos semanas después, yo sigo sin bici y creyendo que es un buen plan. Así que el otro día volví a la carga:

-         ¿Papi? – tono meloso de petición.

Y se le veía en la cara: Oh, mierda, oh, mierda. Me va a pedir algo. Que no sea dinero. No, mejor, que no sea que se ha echado novio, por favor, que no sea que se ha echado novio.

-         ¿Siiiiiiiii?
-         Papá, ¿te acuerdas de lo de la bici?
-         Ehhhh… - bueno, podría ser peor. – sí, claro.
-         ¿Y por qué no la has montado?
-         Porque… porque… - rápido, busca una excusa. – Porque hace frío. Y no vas a salir con este frío por ahí a pedalear, ¿a qué no?
-         Pues no lo sé. Pero vamos, que han dicho que va a mejorar el tiempo. Deberías montarla en estos días.
-         Huy, quién sabe. Febrero está muy loco. Lo mismo ahora hace bueno y luego hace malo otra vez…
-         Ya, y después vendrá la primavera y luego el verano. Y luego el otoño otra vez.
-         ¿Eso significa que ya no quieres la bici?
-         No, papá. Significa precisamente que sí la quiero. Móntala, papá. O tendré que comprarme una nueva.

A veces hay que hacer uso de la artillería pesada: comprar una nueva implica gastar dinero. Así que por mucho que le fastidie, prefiere montar la suya. De nuevo accedió a regañadientes y se supone que en este fin de semana se pondrá a ello. Con un poco de suerte, en verano tendré bici. Eso sí, no garantizo que sea este verano, si no alguno en el futuro.  Y eso contando con que siga dándome al bricolaje, que no haya ningún gasto imprevisto y, desde luego, que no me eche novio. Me sale cara de cojones la bicicleta vieja, oiga.

5 comentarios:

  1. La bici es buen deporte aunque habrá que esperar a que caliente un poco el sol. La mía tiene una capa de polvo que antes de ponerla en marcha voy a tener que meterla en la ducha y luego engrasarla. Y a saber cómo estarán los neumáticos pero hay que sufrir que me estoy poniendo fuerte como dicen en el pueblo, de buen año como dicen otros y gordo como dice mi espejo... Señor, Señor, qué difícil es estar güeno.
    Salu2

    ResponderEliminar
  2. Ese es mi problema. Tengo buena genética, pero me he puesto blanda y por ello me he hecho incondicional del gym xD

    ResponderEliminar
  3. Seguro que hay un tutorial en Internet de cómo montar y desmontar la bici!! xD

    Yo estoy blandurria, pero quiero hacer no-frikiyoga... lo que es relativamente difícil...

    ResponderEliminar
  4. Yo era fan de la bici hasta que fui adolescente. Un día, con amigos, nos fuimos a hacer una ruta por unos pueblos cercanos a Oviedo (yo vivía allí entonces).
    Joder... decidí que nunca más. Parriba, pabajo, parriba, parriba, parriba... Estuve con agujetas severas durante una semana. Parecía un cow boy cada vez que me levantaba de la cama.
    No es por quitarte las ganas de bici, simplemente que no busques cuestas. En llanito.

    ResponderEliminar
  5. Pues yo cuando era niña me pegue un batacazo cuando estaba aprendiendo que me puse las rodillas como un cristo y desde entonces descubrí que eso no era lo mio.Besos.

    ResponderEliminar

Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!