martes, 5 de marzo de 2013

Ese extraño sentimiento


Llevaba unos días un poco mosca. Y es que como es un sentimiento que no suelo tener, no lo reconocía. Estaba ahí y me molestaba constantemente, pero no sabía qué era.
Al principio pensé que era hambre. Así que me puse hasta las trancas de dulce. Por cierto, los del marcadona me han jodido la vida sacando unos roñi-donetes marca hacendado súper baratos y riquísimos. Están demasiado buenos. Como siga así, mi enorme culo celulítico no va a entrar en el vestido que tengo para la boda de Gordito. Y verás que risas.
El caso, es que después de aumentar un poco más mis cartucheras, subirme el azúcar, endurecer mis arterias y empacharme, tuve que descartarlo. El sentimiento raro no era hambre. Y me comí otro par de roñi-donetes por si acaso. Pero no, no se pasaba.
Durante días barajé otras opciones. Sería el tiempo. Pero no, porque sábado hizo sol y el sentimiento seguía ahí. Sería aburrimiento. Pero no, porque leí, fui a visitar a mis padres, paseé, escribí, hablé con amigas… y seguía ahí. Sería ansiedad. Pero no, porque me puse hasta el culo de valerianas e infusiones de tila y naranja y aunque toooooodo ibaaaaa muuuuchoooo máaaaaas leeeeentooooo, seguía ahí. Así que volví a lo del hambre para ver si por fin los roñi-donetes eran la solución y podía jartarme con una buena excusa. Pero no, definitivamente no era hambre.
Así que me dí por vencida. Era un sentimiento absurdo que se había instalado en un espacio indefinido entre mi pecho y mi estómago y punto. No tenía remedio.
Hasta que el destino tuvo a bien abrirme los ojos por las bravas. De una forma estúpida y abrupta, como es habitual en mi vida.
El caso es que iba conduciendo bajo la lluvia con Rock fm a todo volumen y el sentimiento entre mis costillas de camino a casa de mi amiga Pa. Y para llegar hasta allí, tengo que atravesar una parte de Ciudad Universitaria. Una parte que remueve mis recuerdos y hurga en mis heridas.
Y entonces, entre lluvia que escurría como lágrimas por las ventanillas, entre recuerdos y melancolías, entre los versos esquivos de una canción conocida, entonces, la lucidez metió los dedos en mis entrañas y me di cuenta. No era hambre. Y por muchos roñi-donetes hacendado que me metiera en las cartucheras no iba a mitigar ese runrún interno.
Pegué un frenazo. Iba demasiado rápido y necesitaba un poco más de tiempo para pensar.
Me acordé súbitamente de Groucho Marx. Cuando su hija le dijo que había conocido a un hombre en el ascensor y se había enamorado de él, Groucho le contestó “Dices que conociste a John en un ascensor, y mi pregunta es: ¿subía o bajaba? Esto es muy importante porque, cuando bajamos en un ascensor, siempre tenemos una sensación de vacío en el estómago que a veces puede confundirse con amor. En cambio, si subía, se trata de un caso claro de flechazo a primera vista, y también demuestra que John es un joven en periodo de ascenso.”  Y me dio por pensar que igual tenía razón. Que a veces confundimos sentimientos por las razones más peregrinas. Y es que todos se parecen un poco. Todos comienzan como una desazón rara a la altura del estómago que no sabemos si es amor, vacío, hambre o miedo. Igual es que nuestro cuerpo es un poco estúpido y todo lo hace de forma semejante. Igual sería más fácil si tuviéramos una pantallita en algún sitio. Algún sitio discreto, no hace falta que todo el mundo lo vea. Pero una pantallita en la que ponga exactamente qué nos pasa. Así nos ahorraríamos comer roñi-donetes mercadona innecesariamente.
El caso, una vez mencionado a Groucho y descartado el hambre, me quedaban sólo dos opciones, ya que no estaba bajando en un ascensor donde lo que sentía pudiera ser sólo vacío.
Y me empecé a hacer preguntas. Por que… ¿en realidad qué puede significar que el amor y el miedo se parezcan tanto? ¿y si es un aviso del organismo que en realidad lo que hace es gritarte “huye, huye insensato” en ambos casos? ¿y si eso de las mariposas en el estómago que suena tan poético no fuera otra cosa que un jodido retortijón por cagalera? Y es que digo yo que si sientes una punzada en el estómago delante de un tigre tienes claro lo que hay que hacer. Ese pellizco es un vestigio del neandertal que fuimos y que debía temer a los tigres, los osos o a lo que fuera que amenazaba su vida. Por eso, si sentimos una especie de puñetazo invisible ante un bicho grande que nos puede comer, no nos da por abrazarlo y llenarle de besos. No nos preguntamos si un día querrá casarse con nosotros. No. Huimos como perros asustados con el rabo entre las piernas. Pero ojo, que si sentimos algo muy parecido delante de un tipo, no sólo no salimos al galope si no que efectivamente, hay besos, abrazos y demás absurdos. ¿No nos damos cuenta de que el sentimiento inicial es el mismo porque las consecuencias finales también pueden ser las mismas? ¿No vemos que ese tipo tan majo puede destrozarnos de un zarpazo exactamente igual que el oso o el tigre o lo que sea? ¿No vemos el jodido riesgo? ¿Qué parte de nuestro cerebro distingue (o no) entre un sentimiento y otro para decidir qué es lo adecuado, si huir o quedarse? ¿Qué defecto congénito es el que hace que en algunos casos queramos quedarnos? ¿Qué mierda de evolución es esta?
Así que sí, tras muchas preguntas y unos cuantos semáforos que por suerte se pusieron en rojo para darme tregua, tuve que admitirlo. Mi extraño sentimiento era miedo.
Y no es miedo al dolor, a caer, al fracaso. Me equivoco tanto que lo raro sería acertar por una vez. Fracaso tan estrepitosamente cada día que para mí ya es pura rutina. No. De hecho, nunca tuve miedo al fracaso, al error. Siempre me asustó más el éxito. Porque de las caídas te levantas, pero una vez que consigues el éxito ¿qué haces con él?
Así que es miedo a que por una vez salga bien. A que por una vez, haya suerte de la buena. A que por una vez, la moneda caiga de cara. A que por una vez, el deseo se cumpla. A que por una vez no esté equivocada hasta la médula. A que por una vez, él sea ÉL y yo siga siendo sólo yo sin que eso impida nada. A que por una vez yo no sea un obstáculo ante mí misma. A que por  una vez, las piezas encajen. A que por una vez, por una maldita vez, me toque a mí ser la elegida por la fortuna.

Aparqué enfrente del portal de Pa, pero me quedé un minuto dentro del coche viendo las gotas de lluvia escurrir por el parabrisas. Me cago en el puto miedo de los cojones. Por eso no lo siento nunca, porque es odioso. Y me niego, me niego mucho. Que me llamen cobarde. Que me acusen de no arriesgarme. Pero esta vez no. Ya no más. Que mi miedo se quede bajo la lluvia. Que se muera de frío esperando en la calle. Yo me voy y ahí lo dejo. A él y a lo que me lo produce. Me piro a comer roñi-donetes hacendado hasta que mi único temor sea no entrar en el vestido de la boda y tener que pedirle algo prestado a Falete.


13 comentarios:

  1. El miedo es el sentimiento más primitivo que existe, y el miedo al amor el más horrible, incrustado y odioso que normalmente experimentamos. Somos unos auténticos autosaboteadores. Nos negamos la felicidad por miedo al "¿y si...? Hace algún tiempo que decidí mandar el "¿y si...? A tomar viento y permitirme a mi misma ser feliz, viviendo cada momento como sí fuera el último. No siempre lo consigo. Pero sé que la felicidad va ganando terreno. Así qué te aplaudo. Que le den al miedo y más si este nos va a impedir vivir el amor.
    Beso fuerte Naar!
    Menuda chapa te he echado. ;)

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  2. Nos va a doler igual si pasa algo malo, y que pase algo malo no lo podemos eviar, así que mejor vivir sin miedo. Biquiños!

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  3. Ayer leía esta frase ... creo que te va al pelo:

    'muchas veces las excusas no son más que una forma en la que se disfraza el miedo para no salir de esa zona de confort'

    Un beso.

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  4. sin el miedo no haríamos muchas cosas... y El seguira siendo El... tengas miedo o no, así que a comer roñi-donetes..la capacidad de superación de los humanos es impresionante.. y no creo que la tuya sea para menos.. así que a por ello!! aparcalo pero bien, y a disfrutar!

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  5. Yo también me como los roñi- donetes!

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  6. Dios que buenos están esos donetes!!!!!! menos mal que casi nunca hago yo la compra, sino en mi casa habría un almacén!
    miedos, nervios, mariposas, todo eso al final se pasa cuando uno se enfrenta a lo que lo produce...
    Besos guapa!!

    Tomate

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  7. ¿Quieres decir que con un par más de roñi-donetes no se te pasará? Miedo, dice, la que siempre coje el toro por los cuernos...
    Como siempre te he dicho, siempre es mejor fallar por haberlo intentado que no intentarlo nunca.

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  8. Muero con lo de Groucho xD
    Ese miedo es inevitable, jamía jajaja

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  9. No sé qué opinar, sinceramente. Sólo sé que me encanta leer la forma en que expresas tus sentimientos, me inspira buen rollo y tranquilidad. Un beso :)

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  10. No había escuchado lo de Groucho, que grande ese tío! y que bien escribes tú jodía!
    Un besazo enorme!
    Pimiento

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  11. Yo no sé si realmente esa sensación es de miedo. Creo que es más bien de vértigo ante tantas emociones juntas (el vértigo se siente parecido. Al final va a ser cierto que el cuerpo siempre reacciona igual...). Deja ya los roñi donettes y a por todas, que eres muy grande!!! (Lo digo en sentido figurado, nada que ver con el vestido de Falete). Besotes!!!

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  12. Jo, no se me ha publicado el comentario. Qué rabia me da que me pase esto...

    Decía que a lo mejor no es miedo. Lo mismo es vértigo, que el cuerpo también reacciona igual ante el vértigo por tantas emociones juntas... Va a ser cierto eso de que siempre sentimos lo mismo.

    Decía también que haces muy bien en liarte la manta a la cabeza y pasar del miedo-vértigo, que eres grande (y que lo decía en sentido figurado, nada que ver con el vestido de Falete).

    Me quedó mejor a la primera. Ya se sabe que segundas partes nunca fueron buenas. Besotes!!!

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  13. Cuando me llegó el momento no tuve nunca miedo, estaba emocionada, me sentía fuera de mí... Tenía que decidir si quería intentarlo o no, porque NUNCA es seguro que sea él. Y mira que me voy a casar con él, pero no me desagrada la idea de que él no esté en mi futuro.

    tienes que vivir el presente, es lo que importa. Mañana puedes no estar viva. Sin dejar de mirar si te conviene, pero no si va a ser el definitivo. No hay nadie definitivo, ni uno mismo.

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