lunes, 28 de julio de 2014

Vacaciones capítulo 2: Soluciones drásticas en momentos de crisis.

En capítulos anteriores… vamos buscando guerrita porque no entendemos nada.

Una vez en Pueblichuelo de arriba, todo iba sobre ruedas. Teníamos una piscina, unos vecinos extraños con un perro medio tuerto que se pasaba el día con nosotros y se revolcaba en nuestros colchones pidiendo que le rascásemos la barriga. Y como Pimiento, Tomate, el Niño Chico y Mar saben que les quiero a reventar, puedo ahorrarme las moñerías y pasar a la acción.

Uno de los enésimos sitios donde paramos a preguntar el camino me gustó mucho. Era un chiringuito con vistas al desierto y con buena pinta, así que una noche les invité a tomar allí cosas fresquitas. Y claro, como pagaba Naar, decidieron tomarse unas cuantas cervezas y unos cuantos tintos de verano. Lo que ellos no saben es que por mucho que beban, comparado con los precios de Madrid no me resulta caro pagarles la borrachera. Eso, y que tampoco son de mucho beber, todo hay que decirlo. Pero llegamos a nuestro apartamento con un puntillo de lo más majo. Ellos por beber algo, Mar y yo por el contagio y todos por el efecto de poner reguetón en el coche para reírnos un rato. Así que llegamos a ritmo de daledondale y más animados que unas castañuelas. Conclusión: nos pusimos a cantar y bailar medio en pelotas, despeinados y saltando en el colchón del suelo donde dormía Pimiento. Muy ridículo divertido todo.
Cuando Pimiento y el Niño Chico cayeron en estado de coma producido por las cuatro cervezas y Tomate porque había bailado cual gitana hasta caer desfallecida, Mar y yo nos salimos a la terraza a charlar de lo humano y lo divino. Hasta que veo una cosa que baja del anchurrón caminando tan tranquila.

-          Mar, ¿qué es eso qué viene hacia acá?
-          ¿Qué sé yo? ¿Un alien?
-          No… es como el escarabajo más grande del mundo. O… por el tamaño podría ser un ratón de campo, pero camina raro, como un insecto…

A pesar de que el sentido común me decía que me estuviera quietecita, nunca he sido de obedecer órdenes. Ni siquiera las de mi propio cerebro. Y así me cunde la vida. Así que me levanté con el móvil para alumbrar en la mano. Y mientras me acercaba dije las palabras mágicas:

-          Espero que no sea una araña, porque como lo sea con ese tamaño estamos jodidos… aaaaaaaargggggg… ¡¡¡MAR!!! ¡¡¡ARAÑA, ARAÑA!!!
-          ¡¡Ay, Dios, qué hacemos, qué hacemos!!

Y las dos gilipollas entramos en una espiral de pánico, nervios, risa histérica e ideas absurdas. Porque el demonio de bicho aquel era imposible de matar. Y lo hubiera dejado tranquilo de no ser porque todo su empeño era acercarse a la puerta de la casa y las mosquiteras de las ventanas estaban rotas. Por supuesto ninguna de las dos nos veíamos capacitadas para pisar a la araña kinkong y nuestros berridos no parecían disuadirla y hacerla volver por donde había venido.

-          ¡¡Tía!! – grité a pleno pulmón - Voy a llamar al Niño, que haga de hombre y la mate.
-          ¿¿Cómo?? ¡¡No me dejes sola con eso!!
-          Pero algo hay que hacer. Ya sé, ¿Hay flis?
-          No. Pero hay lejía, espera.

Yo calibraba en mi cabeza. ¿Lejía? Me daba a mí que igual la araña quedaba muy limpia, pero nada más. Sin embargo Mar apareció con una botella de detergente con lejía para el baño.

-          Bien, ¿y ahora?
-          Yo qué sé, lo regamos todo con lejía.
-          ¿¿Y??
-          No lo sé, ¿tienes otra idea?
-          Ya sé, - dije –  le echamos espuma de afeitar, lo he visto en Internet, se quedan pegadas al sitio con el pegote de espuma.
-          Es enorme, habría que echar mucha.
-          Bueno, pues mañana compramos otro bote.
-          ¿Pero se morirá?
-          No lo sé, no terminé de ver el vídeo. Pero le podemos prender fuego, la espuma es inflamable. O mejor, montamos un lanzallamas con un spray. Trae mi mechero.
-          Naar… ehhh… ¿fuego?

Pensé un segundo mientras, por supuesto, no perdía de vista a la araña king-kong y me rascaba compulsivamente. Lo cierto es que casi ningún buen plan incluye la frase “y le prendemos fuego” o “hacemos un lanzallamas con un spray”. Y menos en mitad de un secarral que puede prender como astillas. Así que no quedó más remedio que buscar refuerzos. Mar corrió, bote de detergente en mano a despertar al Niño. Desde fuera la oí hablarle y zarandearle. Pero volvió sola. Y con la lejía, que no la soltaba ni a tiros.  

-          ¡No se despierta! – me chilló presa de la histeria. – ¡está durmiendo la mona!
-          Es raro, El Niño se despierta en seguida…
-          Ni me ha contestado.
-          ¿Ha muerto?
-          Es posible.
-          Bueno, nos ocuparemos de eso más tarde. Ahora trae mi mechero.

Por suerte Pimiento se asomó a la puerta. Descalza, despeinada y con cara de pocos amigos.

-          ¿Qué os pasa que gritáis tanto?
-          ¡¡Pimiento!! ¡Nuestra salvación! Hay una araña y necesitamos que alguien la mate. Pero cálzate por dios, no vayas descalza.

Pimiento, descalza y armada con una chancla se acercó a King-kong. Calibró el tamaño de su suela y de la bicha. Y volvió dentro. Y volvió calzada y con una escoba. Y a grito de “muere, puta, muere” y tras escobazos a diestro y siniestro, la araña feneció. Y una vez muerta, mientras Pimiento se volvía la cama y yo me despellejaba viva, Mar me miró y me dijo muy seria:

-          Mira, yo le voy a echar lejía por encima por si acaso.


Y me pareció buena idea. Por si acaso revivía o se convertía en zombi o algo por el estilo. Que más vale prevenir, oye. 

7 comentarios:

  1. Jajajaja bien hecho! Si hay algo peor que una araña kingkong, es una araña kingkong zombie!

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  2. Esa Pimi como mola se merece una ola! ueeeee!!! Como para no despertarse con los gritos, que casi me matais del susto!
    Pimiento

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  3. Jajajaja. Ya veo que os han dado para mucho las vacaciones!!! Más que con lejía habría que haber rociado con gasolina y prender fuego. Me he quedado con ganas de un incendio. Jajajaja. Besotes!!!

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  4. Qué peazo de aventura. Por cierto, me encantan vuestros planes de exterminio de arañas: como mínimo, si no hubiera muerto, hubiera quedado perfectamente limpia y afeitada. xD

    Qué grandes sois. ¡Buen verano!

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  5. Jajajajaja pobre araña, ella que iría a unirse a la fiesta q teníais montada... Y vosotras la tratais así.
    Qué bien que hayas compartido esta aventura. Mira que me he podido reír.
    Un beso!

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  6. Mimá, qué cantidad de ideas para acabar con el pobre bicho, que sólo estaba de paseo nocturno. ¿Pero tan grande era? Yo en esos casos voto siempre por muerte rápida e indolora (o casi), así que la aplastaría con algo grande. Muy grande, según me imagino a esa araña.

    La verdad es que a mí también me dan cierto repelús. Recuerdo que de pequeña me encontré con una enorme en el antebrazo y casi me da un chungo.

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  7. Jajajaja! Pero si las arañas son buenas y se comen a los mosquitos que te pican! Si era la araña king-kong, seguro que acababa con toda la población mosquitil de la urbanización. Ay pooobre biiichooo.
    Me ha encantado lo de la lejía. Jajjajaa!

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