miércoles, 1 de junio de 2016

Al final...

En noviembre del 2010 me separé y me quedé sola. Bueno, sola-sola, no. Con Ron. Al principio me acojoné un poco, pero la verdad es que me hice en seguida. Me acostumbré a mis propias rutinas, mis propios momentos, mi propio sofá, mi propia casa. Todo era mío propio porque nadie me decía lo contrario. Y la verdad es que me gustaba. Me gustaba mucho.
En noviembre del año pasado se vino a vivir el Ross. Tras cinco años de estar sola con el gato, se me hizo raro que él anduviese por aquí todo el tiempo. Al principio de hecho, lo llevé fatal. Lo reconozco, pasé casi dos meses que pensé que no iba a aguantar. Yo quiero mucho al Ross, pero me molestaba su presencia en MI casa. Tenía la sensación de que estaba siempre por medio y de que no me dejaba en paz.
Luego, tras la locura de diciembre con sus navidades, sus quedadas y todo el coñazo, la vida volvió a una especie de normalidad. Y me acostumbré a su presencia. A pesar de sus cosas malas. A veces me enfada ir por ahí recogiendo ropa que deja desperdigada, tirar a la basura los envoltorios de las cosas que se come porque nunca los tira, los deja en cualquier sitio. A veces me enfada que esté toda la tarde jugando al ordenador, a veces me enfada que no quiera jugar y esté detrás de mí dando el coñazo.
Por eso, cuando me dijo que tenía que irse esta semana a Polonia por trabajo pensé “mira qué guay, unos días de tranquilidad como antes”. Luego se fue y... me quedé con la sensación de no saber qué hacer. Como si le estuviera esperando. Como si la casa estuviera más vacía. Como si no recordara bien qué hacía yo antes con tanto tiempo libre. Como si me faltara algo.
Y a ver, que estoy bien. Sigo mi rutina, mis cosas, mis planes, mis clases, mis movidas. A ratos estoy más a gusto que un gatico en brazos. Pero los días son extrañamente largos. La semana está durando muchísimo. Y es raro.

Igual es que a pesar de las botellas de cocacola vacías por el salón, de las camisetas encima de la mesa, del soniquete de su juego de tanques y de todo el sitio que ocupa, me gusta que esté aquí. Igual, al final me he acostumbrado a vivir con él.
Y al final le voy a echar de menos y todo. 

10 comentarios:

  1. Suele pasar!!! Yo no sé lo que es vivir sola, porque salí de casa de mis padres el mismo día de mi boda. Pero no sabría vivir sin él, a ver, lo haría, pero me costaría mucho. El primer año de convivencia es como todo, también nos costó adaptarnos cada uno a las manías del otro y aún hoy, casi 15 años después, hay cosas que yo cambiaría de él y seguro que él de mí, pero no sabemos estar el uno sin el otro. Eso es el amor querida ;-)
    Besos linda

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    1. La convivencia es complicada y vivir solo tiene sus cosas también, no creas...
      A ver si yo aguanto 15 años también :)))

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  2. Jajajaja. Qué identificada me siento. Cuando a veces el churri se va, por un lado me encanta tener unos días para mí sola y poder volver a disfrutar de una casa ordenada pero, por otro, siento demasiado silencio. Al final, se hacen de querer, oye. Besotes!!!

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    1. Se hace raro, y mira que yo soy solitaria, eh? Jejeje

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  3. Ohhh qué bonito Naar... yo creo como dice Álter que al final se hacen querer y los echas de menos. Un beso

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  4. encontrarte envoltorios tirados por ahí, cartones de leche fuera de la nevera, o abiertos cuando aún quedaba otro sin acabar... son pequeñas cosas difíciles de la convivencia. y a veces los cambios de humor, supongo... y esto lo digo por mí mismo. ^_^
    espero que lleves lo mejor posible la ausencia de tu chico. cuando regrese, más te alegrarás.
    besos!

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    1. Lo he llevado muy bien, al final ha pasado más rápido de lo que creía y ya vuelve mañana... Yo estoy muy a gusto sola, pero al final se les quiere y todo :))

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  5. <3 <3 <3
    jajaja te entiendo en buena parte.... Llevo ya... mmm camino de 3 años viviendo sola.
    Este último año, sola y a distancia tanto de chico como de familiares.
    En este último año... he tenido muchas visitas. Es raro el mes que no viene alguien a mi casa. Y atravieso por todas las etapas:
    - Los días previos... maldiciendo... con lo a gustísimo que estoy yo en MI casa... con MI tiempo... y MIS cosas... (en su orden o en su desorden... pero MÍO)
    - La llegada: una revolución... Siento que me falta espacio. Me agobio, me ahogo... "¿Cuándo se va/n?".
    - La víspera de la partida: No te/os vayaaaaaaaaaaaissssss
    - Nada más irse: Horror... soledad... qué vida más triste... y aquí yo "sola"... con MIS cosas... MI orden y MI desorden... guaaaaaaaaaaaaaaaa :'(

    Y dos días después... vuelvo a ser inmensamente feliz en mi soledad... jajaja (hasta la siguiente visita... que nunca suele tardar)

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    1. Ah, sí, me suena. Cuando salía con el niño chico me pasaba exactamente igual cuando venía a verme cada dos semanas. Pero idéntico :))

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