Se equivocó el tango, se equivocaba. Como la paloma de Serrat. 20 años sí son algo. No mucho, quizás, pero sí algo. Se equivocó, como se suelen equivocar las canciones de amor.
Se equivocó el tango diciendo que no eran nada. En los últimos 20 años he vivido. He vivido intensamente, de hecho. Me he enamorado, me he agotado, he caído al fondo y he seguido escarbando un poco más abajo aún. Luego me he levantado y he alzado el vuelo. He reído carcajadas, he sido feliz sola y acompañada, he viajado y he vuelto. He encontrado mi sitio y me he perdido mil veces. He aprendido y he olvidado, he cambiado, me he equivocado, me he dado de hostias contra los mismos muros y a veces contra otros distintos. He caminado convencida hacia delante y me he sentado a la orilla del sendero a llorar hasta que he encontrado las fuerzas para seguir de nuevo. He pasado la segunda mitad de mi vida hasta ahora. Así que el tango se equivocaba en que 20 años no eran nada. Aunque a la vez sea verdad que es un soplo la vida. Y, por mucho que me joda, tenía razón en lo de las sienes plateadas. Quién me lo iba a decir en el 2004.
Mañana es el aniversario (sólo 1 año en este caso) de uno de los días más tristes de mi vida. Así que he pensado que mejor durante un rato refugiarme en el recuerdo de hoy, uno que fue hace dos décadas, pero que sigue vibrando en algún lugar del tiempo y el espacio. Hay un mundo o un momento o una energía pasada en la que estoy ahora mismo enredada en tus caderas, con la ventana abierta a los tejados del Madrid viejo y la bolsa de patatas fritas abierta sobre la mesa. Hay un mundo paralelo o un agujero de gusano de esos en lo que tú y yo, nos besamos esta noche de verano y la luna me ayuda a desabrocharte los pantalones. Hay un lugar en el nudo del tiempo donde yo me dejo llevar y tú sabes a dónde guiarme. Donde somos tan jóvenes que veinte años es todo lo que hemos vivido y tan inconscientes que pensamos que eso es suficiente.
Hay un punto en el tejido del tiempo donde a veces quiero volver porque era más fácil. Porque dolía menos la vida. Porque pesaba menos el equipaje. Porque sabía menos de todo, ni del amor, ni del dolor, ni de la pérdida, ni de nada. Y como dice una canción que me gusta mucho, desearía no saber ahora lo que no sabía entonces.
Pero estoy aquí, en este mundo, en este espacio y en este tiempo. Aquí, donde han pasado 20 años y nos hemos roto y recompuesto mil veces ya. Donde a veces miro por encima del hombro al pasado que me sigue y me empujó hasta aquí. Y no entiendo cómo podemos ser tan distintos de aquellos y sin embargo aún reconocerme en tus ojos y en tu voz. Aún encontrarme a mí misma entre tus brazos. Sé que no soy la que fui, ni contigo ni sin ti, ni con otros ni conmigo misma, pero soy capaz de mirar a través del velo de los años y acordarme de cada segundo que fui libre por tus besos.
He tenido 20 años para arrepentirme y fíjate, nunca lo he hecho. Quién iba a arrepentirse de haber volado libre.