Algunos de los que me leéis, os leo y nos comentamos, tenéis
una juventud enfadante, insultante, totalmente ofensiva. Os odio por ello. Pero
mi venganza llegará con el tiempo, literalmente. Ahora creéis que siempre
tendréis veinte años, que siempre seréis jóvenes y lozanos, que siempre seréis
universitarios y que vuestros problemas siempre serán los que tenéis ahora. Ja.
Ya veréis lo que os espera, ya…
Hace ya tiempo, con el post de mi chico de las naranjas, Mar
me dijo que era ella la que tenía ahora esa edad, la que iba a la facultad, la
que lo había dejado con el tipo alternativo y flipadete de la vida. Y su
comentario me llenó de una melancolía dolorosa que se me agarra a las tripas
con frecuencia. Si la niña no escribiera tan bien, dejaba de leerla, porque
siempre que entro en su blog, pienso, ¿¿Por qué ya no tengo yo esa edad?? ¿¿por
qué, maldita sea?? No me puedo creer que esos años se me pasaran. No me puedo
creer que esté a punto de cumplir los 30 (los treinta!!!! Arggggg!!). No me
puedo creer que aquél mundo que yo viví y disfruté haya desaparecido. Que
aquella época no vaya a volver. No me lo puedo creer.
Así que, queridos jovenzuelos míos, haced caso a la voz de
la experiencia. Estáis en vuestros mejores años. En el esplendor de vuestra
vida. Disfrutad, malditos, disfrutad. Porque ahora creéis que os agobian los
trabajos y los exámenes. Creéis que el futuro es desalentador tal y como va el
mundo. Creéis que a veces os aburrís, o estáis tristes o desanimados. Creéis
que os estáis haciendo mayores. Incluso puede que creáis que lo mejor está por
llegar cuando os independicéis, cuando trabajéis, cuando seáis mayores. Error.
Error todo. Ser mayor es una mierda. Trabajar es una mierda. Vivir solo es…
bueno, no es una mierda, pero tampoco es la fiesta que imagináis ahora. Con los
años cada vez te diviertes menos, tus amigos se casan, tienen hijos y cada vez
los planes son más mierder. Así que apuntaos a un bombardeo ahora que podéis.
Da igual que el plan os parezca regular, o que estéis con la vena perezosa. Da
igual que llueva o haga frío. Salid, bebed, fumad, disfrutad. Frungíos a todo
el que se ponga a tiro. Vivid a tope. No desaprovechéis ni una oportunidad.
Porque el tren que se pasa no vuelve.
Ahora veis muy lejanos los treinta. Y seguramente pensaréis que soy una vieja
loca que habla como la abuela cebolleta. Pero os aseguro que antes de que os
deis cuenta, estaréis en mi lugar. A mí me lo decían cuando tenía veinte y me
sonaba a chino. Ya… y una mierda voy a cumplir yo los treinta. Con lo lejísimos
que queda eso. Ja. Está a la vuelta de la esquina. Después de los 25 el tiempo
sufre una aceleración constante, pasándose por el forro las leyes de la
termodinámica. Todo va cada vez más y más deprisa. Y no puedes pararlo, ni dar
marcha atrás. Y es horrible. Espantoso.
El caso es que me encuentro a pocos días de llegar a la
treintena. A veces tengo la sensación de que volveré a tener veinte años. A
veces tengo la idea absurda de que volverán aquellos tiempos, como las oscuras
golondrinas. A veces creo que volveré a ser joven y a estar llena de vida como
entonces.
Pero entonces me levanto y me miro en el espejo. Y la cruda
realidad me mira desde el otro lado del cristal reflectante. Y esa cara no es
la mía. Yo tenía una piel que parecía porcelana, joder. No tenía una mancha, no
tenía ojeras, no tenía arrugas, ni líneas ni nada de nada. No entiendo de dónde
ha salido todo esto.
Y mis piernas… para qué hablar. Yo tenía unas piernas de
escándalo. ¿Por qué ahora tengo celulitis y varices y venitas rojas y los tobillos
se me hinchan? ¿Por qué?
Para colmo yo antes salía de fiesta tres días seguidos y al
cuarto, descansaba un poco y punto. Y mi cara seguía siendo esa maravillosa sin
imperfecciones mierderas. Ahora salgo una noche y me dura la resaca tres días
aunque no beba. Algo ha dejado de funcionar.
Y sé que lo que me espera no es mejor. Físicamente he tocado
techo. Nunca voy a volver a estar más guapa, ni a tener la piel más firme, ni a
nada de nada. Puede que haya madurado, puede que haya aprendido, puede que ahora
sea más fuerte, más lista, más… vieja. Resumiendo sólo soy eso, más vieja.
Y me quedan años buenos, lo sé. Puede que haya aún cosas
maravillosas por llegar. Pero demonios, dejadme tener la crisis de los 30 a gusto.