Bueno, pues ya pasó la boda de
Reichel. Me lo pasé mejor de lo que pensaba, comí fatal y todo el
mundo me dijo lo mona que iba con mi estilismo y mi colifloro de la
cabeza. Y superé el catarro lo suficiente para ir medio mona, taparme las ojeras con potingue y no llevar la nariz de payasa a juego con el vestido.
Lo de la puñeta de la cabeza fue una historia. Porque después
de consultar a todo el mundo, de darle mil vueltas, de hacer una
encuesta en twitter y de hasta soñar con el
tocado-pamela-loquefuera, cuando al fin me decidí y fui a comprarlo
a la web, estaba agotado. Así que me cabreé, me metí en otra
página random y compré el primero que vi y me gustó junto con unas
flores que me parecieron monas. Y punto. A la mierda. Tanto pensar pa
ná. Si es que no sé para qué me molesto, si yo no valgo para
planificar nada. Así que lo encargué medio a ciegas y halayá, alamierdahombre.
Cuando había pasado una semana y
seguía sin colifloro y se me echaba el tiempo encima, llamé al
señor de la tienda, que resultó estar en Tomares, pueblo de la
Sevilla profunda, por lo que el señor de Tomares hablaba sevillano
profundo y no le entendí una mierda. Y a ver, que el Niño es
sevillano, que estoy acostumbrada al acento... pero lo único que
conseguí sacar en claro era que había llegado y que lo había
recogido "alguien". Me dio un miniataquito tipo "lo ha recogido alguno de los vecinos que me odian y ahora tengo una bonita caja llena de confeti de colifloro. Así que crucé los dedos para que lo tuviera el pobre hombre que tiene un almacén de materiales de construcción enfrente de mi portal y que recoge todo lo que pido por internet. Y se lo agradezco profundamente.
**Inciso**
Una de la primeras veces que fui a
Sevilla con el Niño, me encontré un cartel enorme en una puerta que
ponía “POLVERO”. Me dio la risa tonta y le pregunté a qué
diablos se dedicaba ese hombre y por qué lo publicaba con tanta
alegría. El Niño, atónito, me dijo que vendía polvos. Yo seguí
riéndome sin entender que lo dijera así con tanta alegría. El
Niño, cada vez más convencido de que yo estaba loca y era
gilipollas a partes iguales, me dijo “claro, como el de enfrente de
tu casa”. Por un momento, no entendí nada, yo qué sé a qué se
dedican mis vecinos de enfrente. Y si venden polvos, desde luego no
lo publican alegremente. Tras un rato de confusión, llegamos al
entendimiento de que alguien que vende polvos no es lo que yo pensé,
si no que vende cosas en polvo para construcción, como cemento, yeso
y demás. O sea, que el hombre de los materiales en realidad era un
polvero. Y que el polvero que tenía el cartel en su casa tenía un
trabajo más honrado y menos divertido de lo que me había podido
parecer en un principio. En fin, qué riqueza el castellano, oiga.
**Fin del inciso**
Volviendo a la historia inicial, que mi
tocado-pamela-loquefuera lo tenía el señor polvero de enfrente. Lo
recogí y lo monté encerrada en el baño porque Maya no hacía nada
más que robarme las flores y salir corriendo con ellas por el salón
como alma que lleva el diablo. Y quedó bastante bien. Pero como no
me gustan esas cosas, me lo puse para la ceremonia, me hice las fotos
reglamentarias y lo mandé a la porra.
Por lo demás, la boda fue estupenda,
me alegré mucho de encontrarme a mucha gente de hace años, de ver a
Reichel tan guapa y tan feliz, de bailar con el Niño y de abrazar un
poco a mis gordos y borrachos amigos.
Y por fin, se pasó la temporada de
bodas 2018. Hasta el verano que viene no tenemos la siguiente, así
que puedo respirar medio tranquila una temporadita. Al menos
económicamente. Porque poco a poco, les he cogido el gusto y hasta
he aprendido a pasarlo bien en los bodorrios. Ir con el Niño las
mejora en un 300% y las últimas las he disfrutado. Jatetú, quién
me lo iba a decir.
Por cierto, hay fotos mías y de mi
colifloro en Instagram y Twitter, si alguien quiere verme hacer el
ridículo, están ahí. Y si necesita más, que me avise, pero esa me
niego a publicarla en el blog.