miércoles, 24 de julio de 2013

Viaje con Seis... 1

Muchas veces he hablado de mi amigo Seis. Los que sois seguidores habituales ya os sonará de más de una vez. Era compañero del Ross en los años universitarios y de equipo de rugby. Desde que nos conocimos tuvimos una especie de flechazo mental. Nunca ha habido nada entre nosotros, pero tenemos cierta conexión especial a nivel intelectual. Yo le comprendo, él me comprende. Yo le trato bien, el me trata de maravilla. Nos miramos y nos entendemos. Decimos locuras y al otro le parecen ideas geniales. Y claro, los demás no entienden mucho de qué vamos, porque cuando estamos juntos nos quitamos todas las capas de normalidad con las que nos enfrentamos al mundo y nos permitimos ser bichos raros. Mola.
Ahora viene la parte chunga. Y es que aunque adoro a Seis, reconozco que es una persona… complicada. Vive bajo un estricto orden que se autoimpone. Parte de la base de que todo el mundo es estúpido menos él y en el mejor de los casos, yo. Tiene cierto aire prepotente que da la sensación de que mira a todo el que le rodea como si estuviera en un zoo observando a los monos. Y da la sensación de que nunca se integra del todo, de que ve los toros desde la barrera. Una vez en la intimidad es mucho más tierno de lo que puede parecer, pero cuesta rascar esa capa de autosuficiencia en la que se refugia.
Como yo le conozco bien y conmigo se deja llevar, todas esas cosas me dan igual. A mí lo que me molesta de verdad es que es una persona tan descomunalmente inteligente que me termina cansando. Le cuesta mucho relajarse y hablar de banalidades. Él siempre está alerta, siempre está mentalmente activo. Es como convivir con Einstein. Que te puede contar cosas muy interesantes, pero que hay altas posibilidades de que te pierdas en su razonamiento si no estás muy atento.
Y con este loco de la pradera me voy de vacaciones. A la zona del Algarbe. Que no sé por qué, no me motiva nada. Todo el mundo dice que es muy bonito y blablablá. A mí Portugal me suena a aburrimiento que te mueres. Y será una manía personal tonta, pero así lo pienso, la verdad.
El otro día me mandó un mail con un par de pdf. Seis todo lo soluciona con pdf. Uno era un “checklist” de cosas que debía llevar para el viaje. Y yo le digo que sí, que vale, pero me lo paso por el forro y llevaré lo que me salga del higo. Y el otro era una lista de cosas de comer que le gustan para que hagamos una compra “lógica y coherente, minimizando el tiempo a invertir” en el mercamoñas. Palabras textuales.
O sea, que aún no me he ido con él y ya estoy hasta el gorro. Y eso que me había asegurado que íbamos a improvisar y a irnos de buen rollo sin presiones. Ya.
También me ha llamado para hacerme preguntas confusas sobre mis planes al respecto de los días. Seis no entiende el significado de “haré lo que me apetezca”. Y estaba muy preocupado por qué iba a hacer yo mientras él está en una escuela de surf por las mañanas. Al final le expliqué que yo vivo sola y estoy acostumbrada a ir a mi bola, por lo que cuanto más tiempo esté él surfeando o haciendo lo que sea, mejor para mí. Además, en el apartamento tenemos wi-fi, así que seguiré escribiendo y con suerte, hasta podré tuitear y tal.  

La verdad es que aunque el sitio no me motiva y Seis me estresa un poco a veces, estoy contenta. Es una buena oportunidad para conocer un sitio nuevo, podré pasear, ir a la playa y hacer lo que me venga en gana la mayor parte del tiempo. Y podré escribir, leer y dedicar tiempo a cosas que me gustan y siempre voy dejando para otro momento. De todos modos, deseadme suerte. Os mantendré lo más informados posible. 

lunes, 22 de julio de 2013

resumen del fin de semana en el sur y más planes

Si es que no me cunde la vida. Yo pensaba que este verano iba a ser un rollo, que no iba a salir y blablablá. Mis cojones treintatrés, oiga.
Como os dije este fin de semana me tuve que ir al pueblo del sur a hacer cosas de la obra. La obra. Ay madre, la obra. Os resumo: si hubieran puesto tres bombas dentro de la casa, creo que habría quedado en mejor estado del que tiene. Horrible. Según entré y vi el desolador panorama, me di media vuelta y me fui al hotel. Y llegué tristona y agotada, la verdad. Pero lo bueno de ser mujer en un mundo un poco machista, es que les di penita y me trataron muy bien. Muy, muy bien. Tanto, que no tenía ganas de volver a casa. Hiper recomendado el hotel de mi pueblo. Si alguien quiere un sitio económico, de trato exquisito y con una comida de lujo, que me pregunte.
Por lo demás, en el pueblo bien. Conocí a mi sobrino, que es gordito como una bola y se ríe de todo. Vi a mis amigas, que a pesar de los años y las diferencias las sigo queriendo a reventar. Discutí con mi “cuñado”, el marido de Amigachica, pero eso es normal porque somos polos opuestos y siempre terminamos a punto de agarrarnos por el cuello. No le soporto, os lo aseguro. También me reencontré con un amigo de la adolescencia y nos echamos unas risas en la terraza tomando algo fresquito y disfrutando del aire del sur. He dormido con aire puro y suave de montaña. Y me ha picado un bicho desconocido que me ha provocado una cartuchera, dado el tamaño de la picadura en la cadera. Y sí, he dado órdenes a los obreros, llevé las jodidas ventanas, elegí los putos azulejos y todo está bastante arreglado. Quizás, con suerte, algún día el solar de escombros vuelva a ser una casa.

El regreso a Madrid va a ser breve, el viernes que viene me voy de nuevo una semana con Seis de viaje. Y si os digo la verdad, aún no sé ni a dónde ni muy bien con qué plan. Aventura de nuevo. Que sea lo que Dios quiera. Os iré contando cosas esta semana según pueda. Y dejaré al menos un post programado para la siguiente semana cuando esté fuera. Y os lo digo desde ya: sé que es verano y tenéis planes molones. Sé que hace calor y lo guay es estar de terracitas, pero no abandonéis los blogs, coño. Que últimamente comentan unos pocos. Y me siento un poco abandonada. No me dejéis hablando sola que parezco más chalada de lo habitual. Y además, cuando estoy fuera miro las cosas desde el móvil y me hace ilu ver que comentáis. Así que aplicaos un poco el cuento. Jolines.

jueves, 18 de julio de 2013

Aprovechar un par de días

Antes de seguir con las peripecias del viaje con Flumi, me voy en busca de otra nueva aventura.  Y esta vez no es para contároslo. O no sólo para eso, al menos.
Creo que dije hace tiempo que mis padres por fin se decidieron a hacer obra en la casa del sur. Falta hacía, todo hay que decirlo. El problema es que mi padre es la persona menos constante de la historia. Incluso menos que yo. Y al principio de la obra estaba muy contento, muy dispuesto y muy colaborador. Pero al mes estaba ya hasta el bolo y dejó de hacer caso. Así que mi madre se ve saturada de marrones. Y como por desgracia yo no tengo quince hermanos con los que dividir los malos rollos, adivinad a quién le toca la china.
Esta semana, entre múltiples problemas y complicaciones que han hecho un infierno del día a día, he ido a comprar unas ventanas para acoplar en la casa del sur. ¿Por qué se compran aquí? Pues porque salen infinitamente más baratas y porque así podemos elegirlas en persona y no dejarlo en manos del señor Mariano que hace la obra. Así que adivinad… ¿quién ha ido a castroculo a comprar las ventanas? ¿Quién ha cargado con ellas a pesar de que pesan como demonios y se ha llenado las piernas de cardenales y los brazos de arañazos? Y lo mejor de todo… ¿Quién va a ir al sur a llevar las ventanas, gritar a los obreros para que hagan lo que deben y ya de paso elegir los azulejos de los baños nuevos? ¿Quién va a dormir entre escombros y a comer sobras en una casa que parece un solar de Kosovo? ¿Quién, eh? ¿QUIÉN?
Efectivamente, la menda lerenda. Mañana parto hacia tierras más cálidas (aún) para según mi padre, “aprovechar a pasar un par de días”. Claro.  Estar tres días alejada de toda cosa parecida a una civilización, sin tele, sin ordenador y sin nada es mi idea de “aprovechar un par de días”. Irme a una casa llena de escombros y mierda en la que posiblemente tenga que dormir en el suelo sobre una manta vieja y raída, es mi idea de “aprovechar un par de días”. Y da igual si no hay agua ni luz (cosas que están en duda) porque lavarme con agua del pozo y caminar a oscuras por una casa con 300 años de antigüedad y llena de peligros y herramientas de obra es mi idea de “aprovechar un par de días”. Y desde luego, discutir con obreros machistas, cargar y descargar ventanas y elegir azulejos es mi idea de “aprovechar un par de días”.
Me cago en mi vida, en mis padres y sus geniales ideas. Me cago en los hermanos que no tengo y no me ayudan.  Me cago en el puto sur y en “aprovechar un par de días”.
Y eso sí, ya que estoy allí pienso tomar más de una shandy con tapa, ver a mis amigas y terracear hasta las mil y monas. Ya que aprovecho, pues aprovecho a todo, hombre ya.

En fin, si sobrevivo os informaré por twitter. Y os lo contaré todo el lunes cuando vuelva. Deseadme suerte.

martes, 16 de julio de 2013

Viaje con Flumi... 1

Mis amigos y yo tenemos tendencia al humor absurdo. Eso hace que nos hagan gracia las cosas que nos pasan. Lo que no sé es si fue antes el huevo o la gallina y nos hacen gracia porque nos pasan o nos terminan pasando porque nos hacen gracia. En fin, menos mal que nos da por reír.  
En el viaje con Flumi nos pasó de todo, como era de esperar.
Para empezar, nos perdimos de camino. Teoría: se suponía que él sabía llegar. Y que lo había mirado en google maps. Y que estaba todo controlado. Realidad: viajamos de noche, no conocíamos una mierda del camino y nos cayó una tormenta de esas que asustan.
Tras dos horas de conducir bajo rayos y truenos que acojonaban al más pintado, llegamos a Palencia. Y no, no teníamos que llegar a Palencia. Teníamos que acercarnos solamente. Pero. Y no conseguíamos encontrar el camino hacia donde íbamos. Paramos en una gasolinera a repostar y de paso pregunté al señor que atendía. Empezó a darme instrucciones confusas estilo “das la vuelta aquí donde la fábrica de harina y cuando llegues a la retonda, giras pacá, luego recto, luego pallá y luego ya si eso verás un cartel o algo.” Cojonudo. Como mi cara debía ser un poema, otro tipo que había en la gasolinera hablando con el dependiente decidió ayudar y tuvimos la siguiente conversación:

-         No hombre no… - dijo el señor garrulo oriundo de Palencia que estaba allí. – No le indiques por ahí que es más largo… que baje por la calle del Mauro y salga por abajo, donde el Zapatones.
-         ¿Y ese es el camino fácil? – pensé en alto.
-         Sí, mira, tú bajas por aquí hasta la retonda. – y dale con la “retonda”. – Y luego giras pacá y luego recto y luego pallá…
-         Sí, eso me ha quedado claro. – como los cojones de un grillo de claro.
-         Y entonces llegas a la calle del Mauro. – apuntó el otro.
-         Ajá. Sí, gracias. Han sido de mucha ayuda.

Volví al coche y miré a Flumi.

-         Tío, tenemos que ir por la calle del Mauro.
-         ¿Quién?
-         Ni idea, pero está cerca de donde el Zapatones.
-         Perfecto.

Extrañamente, después de tan claras indicaciones, nos perdimos de nuevo. Y tras preguntar a un telepizzero con idénticos resultados, preguntamos de nuevo a un tipo en una furgoneta que se ofreció a que le siguiéramos, puesto que llevaba el mismo camino que nosotros. Bien, por fin algo con una remota posibilidad de éxito. El tipo nos llevó callejeando (imaginamos que por donde el Mauro) hasta la zona del río. Y luego, bajo una tormenta increíble en la que era imposible ver más allá de tus narices, se metió por una carretera de puta mierda comarcal llena de curvas y a través del campo. Yo traté de concentrarme en seguir al tipo de la furgo y en no salirme de semejante calzada.

-         Bien, ahora hay dos opciones. – dijo Flumi. – Que el tío este nos mate y nos descuartice o bien que nos matemos siguiéndole y nos convirtamos en los chicos de la curva.
-         Tronco, no jodas.
-         Vamos a morir.
-         Lo sé.

Y entonces empezamos a gritar como dos memos mientras nos partíamos de risa.  Nos mirábamos, gritábamos y nos reíamos en un extraño bucle. Por suerte llovía tanto que el tío no podía vernos por el retrovisor. Si lo hubiera logrado, habría pensado que los psicópatas éramos nosotros y nos hubiera dado esquinazo de alguna manera.
Una vez llegamos al sitio que pretendíamos, Flumi me dijo que claro, que lo había preparado todo en plan romántico para ir con Lerda.

-         Lo único raro – añadió – es que la mujer me dijo que a estas horas ya no estaba, así que nos iba a dejar la llave de la habitación debajo de una maceta.
-         ¿Cómo dices?
-         Sí, una maceta que hay al lado de la puerta. La llave está detrás de la pata izquierda. – concretó.
-         Eh…. Bien, sí. Lo más normal.
-         Así que puede que haya unos okupas en la habitación. O podemos volver otro fin de semana al azar y buscar debajo de la maceta para ver si hay suerte.
-         Estupendo.


Curiosamente, la llave estaba ahí esperándonos. Y la habitación era preciosa, como el resto del hotel. Así que fue todo una suerte. Al final las cosas terminan por salirnos bien. Pleno románico palentino, pleno centro de sitio histórico y un hotel encantador. Si ni por esas se hubiera frungido a Lerda, es que la cosa está perdida. Como por desgracia iba conmigo, nos dormimos pronto. Y sí, yo odio el frío y la lluvia. Pero eso de dormir tapada con una manta en pleno mes de julio se agradece. Y mucho. 

lunes, 15 de julio de 2013

¿no es no?

Bueno, por fin estoy en Madrid. Es curioso como suelo estar deseando salir de aquí y una vez que lo hago, estoy loca por volver. Maldita ciudad adictiva.
Como os podréis imaginar, un fin de semana con Flumi y una boda de por medio tiene miga. En muchos momentos, lo único que pensaba era “esto da para un post”. Y sonreía malignamente, muejejeje…
Hoy os voy a contar una parte, motivada por otra cosa que ha pasado y dejo como guinda del pastel. El asunto es que he estado pensando… ¿qué es eso que nos hace decir sí o no a si nos gusta alguien? ¿hay que luchar por la persona que nos gusta o si recibimos una negativa hay que pasar página y punto final?
Yo en la boda decidí pasarlo bien y dejar que Flumi hiciera lo que quisiera. Eso provocó que tomara más gintonic de la cuenta y me diera el coñazo buena parte de la noche, pero eso lo dejo para otro post. El caso es que él pensó que lo mejor era decir la verdad, es decir que somos amigos y punto sólo a sus primos. Y a los tíos y demás gente mayor dejar que pensaran lo que les saliera de las narices. Como es normal, todo el mundo creyó que éramos novios. Y a mí me la pelaba mucho. Es gente que seguramente, nunca vuelva a ver, así que por mí como si me dan por su amante y abnegada esposa.  
En un momento de la noche, fui al baño. Y me crucé con un tipo joven y relativamente atractivo, totalmente descamisado, con la corbata colgando por la espalda y demás indumentaria típica de borracho. Semejante interfecto se puso a hablar conmigo. Y al parecer el elevado nivel de alcohol en sangre le dio alas para no poner filtro entre su cabeza y su boca. Me soltó perlitas al estilo de “si no tuviera ciertos compromisos te iba a decir un par de burradas”. Claro. Quién se resiste a esas lindezas. Mientras yo le pegaba cortes y él seguía dándome la brasa con que nos fuéramos él y yo por ahí (supongo que a un descampado, dada su fineza y elegancia), conseguí que me explicara cuáles eran sus “compromisos”. Y habéis acertado: estaba casado. Para mí, la conversación habría acabado mucho antes, pero desde luego, en ese momento ya no quería oír ni una palabra más. Así que le dije que me dejara tranquila, que si tenía una mujer hiciera el favor de respetarla. Y el menda me soltó no sé qué de que si tenía problemas, que si su mujer debería respetarle a él también y no sé qué y no sé cuantas. Así que me mosqueé y le dije que no me contara sus problemas maritales, que como podría comprender, hablándome mal de su mujer no hacía otra cosa que conseguir darme más asco. Qué poco hombre, coño ya.
Pero huyendo de él, me dí de narices con otro tipo con semejante indumentaria a la que hay que sumar unos tacones prestados. Flumi y su primo estaban hablando con él. Era un chico muy guapo que me había guiñado el ojo dos o tres veces y me había sonreído sin parar. Así que se la pintaron calva para tratar de ligar conmigo. Y queridos hombres del mundo, vuestro estado de embriaguez es directamente proporcional a las pocas o nulas posibilidades que tenéis de ligar conmigo. A más borrachos, más lejos va a huir Naar, así de sencillo. Y el tío dale que te pego. Trató de que le diera mi móvil, pero le conté una milonga y al final Flumi le dio el suyo. Y me repitió como veinte veces su nombre y apellidos para que le agregara a facebook. Por cierto, no lo recuerdo, debí prestar una atención de cojones. Y por más largas que le daba y más veces que le decía lo mucho que pasaba, el muy cansino más insistía.
Cuando por fin llegué a Madrid, recapacitando un poco sobre el asunto, llegué a la conclusión de que el alcohol lleva a hacer este tipo de cosas. Y otras peores, supongo. Yo nunca he necesitado beber para hacer capulladas, pero imagino que la intoxicación etílica da alas a la estupidez humana.
O no, claro. Y aquí llegamos al remate de la historia.  Porque una vez en casa, estuve echando un ojo a los correos y tal. Y oh, sorpresa, tenía un mail. Del tío más pesado que he conocido nunca. Hablé de él aquí, porque le conocí en el speed datting de febrero que aún colea. Y luego os expliqué también aquí que hasta las narices de él, le había mandado a la mierda y le había dicho que tenía novio. Ea, pues como le bloqueé de wasap, me manda un mail. Así, con dos pelotas bien gordas. Y más de lo mismo, que cómo me va, que si estoy bien, que si aún se acuerda de mí, que si le gustaría hablar conmigo de nuevo. Colega, que no me molas. Que NOOOOOO. Pesao, que eres muuuu pesao. No le he contestado, pero algo me dice que aún tendrá cojones de volver a la carga. Hay que reconocerle que es un plasta, pero que los tiene cuadrados. Y ya no sé qué decirle a parte de que me deje de acosar o mandaré a tres rumanos a partirle las piernas.

Y todo esto me lleva de nuevo a pensar en mis dudas iniciales. ¿Los hombres quieren que nos resistamos y nos hagamos las difíciles? ¿Aún perdura la idea de que las mujeres decimos que no cuando en realidad queremos decir que sí? ¿Piensan acaso que la insistencia funciona? ¿Creen que queremos caballeros andantes dispuestos a batallar sin fin por conseguir nuestro amor? ¿Qué hay que hacer para que nos dejen tranquilas y hacerles entender que no es no?

Conclusión: hombres del mundo, no estoy receptiva. No quiero rollos. No quiero amantes. No quiero novios. No quiero nada. Y cuando lo quiera, os lo haré saber o al menos lo daré a entender. Si digo que no, es que no. NO, cojones, NO.


lunes, 8 de julio de 2013

¿pa qué me meto?

No sé el resto de la gente, pero yo me meto en unos líos descomunales. Y tengo unos amigos que favorecen mucho esa capacidad absurda mía de atraer toda clase de embrollos.
Os acordaréis (y si no pinchad aquí) que mi amigo Flumi “salía” con una chica a la que llamaremos Lerda, que era abogada y que escribía como una gilipollas persona con poca cultura. Y no frungían. Pero estaban así como un poco enchochadillos. Aunque obviamente no tenían una relación exclusiva. Yo qué sé, una cosa muy rara.
El asunto es que iban a ir juntos a la boda de un familiar de Flumi el fin de semana que viene. Cosa que a mí no me pareció muy apropiada contando con que no son novios, pero mi querido y siempre bienintencionado amigo alegó que quizás llevándola fuera un fin de semana, conseguiría frungir. Y todo sea por ello.
Peeeero… al parecer los planes se han torcido y Lerda no puede ir. Así que… ¿qué es lo mejor que ha podido idear mi querido Flumi? Pues llevarme a mí. Claro. Quién si no.

Ayer estaba yo tan tranquila en mi casa tratando de reponerme de un fin de semana ajetreado entre quedada blogguera, fiestas del orgullo y quedada familiar con tíospaternos y primapequeña cuando me sonó el wasap. Mierda. Empezamos mal.

-         Hola guapa. Que igual es un marrón… - mal empiezas, colega. – Pero Lerda no puede venirse conmigo a la boda del sábado que viene y necesito acompañante.

Me sentí como un guisante a medio descongelar mientras me deshidrataba y me pegaba al sofá. No, por favor. Que no esté diciendo lo que creo que está diciendo.

-         Sería salir el viernes, boda el sábado y volver el domingo. Va a haber mucha comida y fiesta y te haré mucho caso. Y te deberé una. Y estaré eternamente agradecido de tener tu hermosa presencia.

Y os lo digo desde ya. A mí hacerme la pelota no me ablanda. No hace efecto. Ninguno. Es totalmente inútil. Una pérdida de tiempo. 

-         Todo está pagado y pongo yo la gasolina. Y dormimos en Parador Nacional de Sitiohistóricosúperchulo.

Ehhhh… esto ya es otra cosa. Porque los halagos no me motivan pero el “todo incluido” como que sí. Espero que me den una pulserita de plástico hortera como la de los resorts. Así que dejé que apelara al rollo de la amistad y del cariño que nos profesamos después de diez años de aventuras y tal. Pero vamos, que sí, que me ha convencido. Porque yo odio las bodas, pero las de la gente que me importa un carajo pueden ser divertidas. Es como una fiesta con mucha gente. Y Flumi baila muy bien. Y es una excusa para ponerme uno de mis monísimos vestidos que no veo nunca oportunidad de usar. Y tengo unas ganas de salir de Madrid que cualquier excusa es buena. Y en el peor de los casos, tendré una historia que contar en el blog.

Ahora sólo me queda poner a punto el coche, lavarlo, pasar la ITV, ir a la peluquería a cortarme las greñas y unas cuantas cosas más. Muy fácil todo, oiga. Muy poco trabajo para una boda que me importa una mieeeerrrrrda y que no sé ni el nombre de los novios. Y no dejo de pensar para qué me meto yo en estos líos a parte de para entreteneros con mis historias absurdas. 

sábado, 6 de julio de 2013

La prima mayor

Todos los que me leéis habéis sido adolescentes hace más o menos tiempo. Si alguno que me lee aún tiene menos de 18, que se vaya, que ya sabéis que esto es un sitio porno y peligroso. Así que fuera púberes. Niños malos.
Y no sé hasta qué punto recordáis esa etapa, porque ocurre algo raro con la adolescencia y es que pasa como un sueño. En el momento se hace muy intensa, llena de vivencias, de imágenes, de sentimientos, de sensaciones nuevas y fortísimas. Pero cuando te quieres dar cuenta ha pasado y dices… ¿ha sido real?
Yo recuerdo bien la mía. Me gustó esa fase. Por fin dejé de ser una niña marginada en el colegio, incomprendida y solitaria. Y no es que me convirtiese en popular capitana de las animadoras. Es que simplemente empecé a ser una persona normal. Quizás por ese buen recuerdo sumado a otras razones que no vienen al caso, siempre he sentido debilidad por los adolescentes. Por eso he trabajado con ellos y tengo una especie de facilidad innata para comunicarme con ellos y ganarme su confianza. Y eso me gusta generalmente. PERO.
Y es que yo tengo una prima pequeña. Bueno, antes era pequeña. Ahora es una zumbada de 14 años con las hormonas más agitadas que unas maracas. Es hija del hermano de mi padre, que es una persona bastante peculiar que daría para varios post sólo con hablar de él. Y yo adoro a Tiospaternos, son los únicos que realmente quiero de la familia de mi padre. Pero viven muy lejos, en una zona costera con bastante marchita, lo que está muy bien cuando me apetece paella o playa sin gastar un duro. También mola la distancia porque así no tengo que ejercer de prima. Quizás sea porque las dos únicas primas que tengo a parte de ésta son las dos por parte materna y son tan lo peor que a día de hoy ni nos hablamos. Pero para mí, la idea de “primos” es bastante negativa. Y tampoco me apetece cargar con el muerto de una pirada con 16 años menos que yo, francamente.
Lo malo es que Primapaterna opina todo lo contrario. Para ella yo soy una especie de referente. Soy tan guapa, tan maravillosa, tan lista, tengo el pelo tan largo y tan bonito, llevo unos tacones tan altos y me pinto los ojos tan chulos. Todo lo que hago le parece asombroso y fascinante. Aunque vaya en alpargatas y con un moño estropajoso ella me mira con arrobo. “Jo, prima, molaría tanto ser como tú”, me dice la jodía zalamera. Además conmigo se siente en su salsa. En parte por ese don mío con los adolescentes y en parte porque no me ve como parte de los adultos mayores (mis padres, los suyos, la abuela) y por definición enemigos de un púber. Así que me hace preguntas, me cuenta cosas, se sincera y se suelta la melena. Y a veces me divierte, pero otras me satura.
Hace poco que le han regalado un móvil con Internet y todo el rollo. En buena hora. Porque antes, a veces me mandaba un mail o un mensaje o algo así, pero muy esporádico. Ahora tiene wasap. Y es la muerte. Porque para colmo, la jodía niña es igual de persistente que su padre y no se da por vencida nunca. Te manda un wasap. No le respondes por la razón que sea. Te manda otro. Y otro. Y otro. Y otro. ¿Hola? Prima, te estoy hablando y no respondes. Prima. Prima. ¿Hola? Hola, prima, que te estoy hablando. Primaaaaa. Hola primaaaa.
El otro día ya me medio enfadé con ella y le expliqué que yo, al contrario que ella, no estoy de vacaciones. Yo tengo muchas cosas que hacer a lo largo del día. Conduzco. Trabajo con mis padres en el despacho. Tengo una casa. Tengo amigos. Tengo una vida fuera del móvil. Para mí, que se haya acabado el curso apenas significa nada. Los inconvenientes de ser adulto que ella aún desconoce. Lo bueno de estar en esa edad mágica es que crees que eres el ombligo del mundo. Así que me dijo que jo, que no sabía que me molestara. Toda ofendida ella. Le expliqué de nuevo que no me molesta, pero que no puedo estar todo el día pendiente del móvil. “¿Pero no te molesto?” “No cariño, no me molestas, pero no siempre puedo contestarte al momento.” Y ella entendió, “puedo seguir dando el coñazo todo lo que me apetezca.” Así que llevo una semana recibiendo una media de mil mensajes de wasap al día en los que la mayor parte son “prima, cuando puedas hablamos. ¿Puedes ahora? Prima, ¿hablamos? Hola prima, estoy conectada. Hola prima, ¿estás?” Y todo porque viene este fin de semana de visita. Y quiere verme y contarme sus novelones amorosos y preguntarme cosas raras.

Lástima de isla desierta y sin conexión a Internet a la que mudarme por una temporadita. 
¿Y vosotros? ¿Tenéis primos? ¿Os caen bien o queréis veniros conmigo a la isla desierta para poder ignorarlos como yo?

jueves, 4 de julio de 2013

Las milongas de mamá



Mi querida Alter me otorga un premio que se llama “Las Milongas de Mamá”. Se supone que tengo que contar tres rollos macabeos que me contara mi madre cuando era pequeña y luego colgar un vídeo mío salando a la pata coja durante un minuto.
Y vale, lo de las milongas está bien. Yo tiro de memoria y cuento lo que se me ocurra. Pero ¿saltar? ¿YO? Yo tengo la gracilidad de un hipopótamo a pesar de mi reducido tamaño. Así que no. Además me he jodido un tobillo y ya es el colmo, pero vamos. Que lo mío es contar paridas, no hacer malabares.
El caso es que lo he estado pensando y mi madre no es muy de contar rollos. Mi madre cuando yo era pequeña y me ponía muy pesada era más de “esto es así porque lo digo yo” y punto, oye. Y no creáis que estoy traumatizada ni nada, me parece muy bien. Que los niños a veces son muy cansinos y yo especialmente. Además, para colmo, siempre he sido muy respondona y a cada frase de esas de madre que me intentaba decir, yo tenía una respuesta de esas a las que no sabes qué añadir. Por eso mi madre siempre dice que es una madre frustrada porque nunca la he dejado ejercer demasiado.
Pero sí hay algunas historias que rozaban la milonga. O ella lo intentaba y yo me salía por peteneras.
Recuerdo que mi madre era muy estricta con los horarios de comidas y de sueño. Entre otras cosas porque yo siempre he sido una persona muy caótica y con tendencia a trasnochar. Así que durante el curso escolar mi madre me metía en la cama a las ocho de la tarde. Y bien. Yo soy muy marmota y era la única forma de que me levantara por las mañanas y no me sobara en el colegio. El problema es que hacia finales de curso era totalmente de día cuando mi madre me quería echar a dormir. Y como que no colaba. Y ella me contaba historias tipo “si los niños se acuestan tarde no crecen y no están sanos y tal”. Y a mí me la pelaba mucho. De hecho, me bajaba totalmente la persiana, me acostaba y me cerraba la puerta. Y yo encendía una lucecita y leía a escondidas.
Otra es que siempre he comido fatal. Y mi madre lo intentó todo en su desesperación por alimentarme. Y os lo adelanto desde ya, nada funcionaba. Que si esto tiene mucho hierro. Me la pela. Que si esto tiene muchas vitaminas. Me la pela. Que si esto es muy bueno para los huesos. Me la pela. De hecho, mi madre siempre dice que conmigo no ha habido forma de razonar desde que tengo un par de años de edad y cuando me decía “si no comes no vas a crecer” yo le respondía que me daba igual, que mi yaya era muy bajita y que había sido muy guapa de joven y que se había casado con mi yayo que era muy alto y guapísimo. Así que adiós razonamiento de madre.
Y la tercera que se me ocurre es que mi madre era bastante friolera. Luego con la menopausia se ha vuelto un sofoco humano, pero antes se moría de frío a todas horas. Y a mí me abrigaba muchísimo con la excusa de “¿No ves que mamá lleva una rebeca?”. Y eso más o menos funcionó durante unos años. Yo pensaba que pasar calor constantemente era casi normal. Hasta una noche de julio (lo recuerdo porque estábamos celebrando el cumpleaños de mi padre) que vino con su rollo de la rebequita de las narices a pesar de que yo estaba muerta de calor. Y ni corta ni perezosa le dije: “mamá, no ves que siempre me abrigas a mí cuando tienes frío tú?” Y bueno, con eso de que soy tu madre y lo digo yo seguí llevando más ropa de la necesaria durante años, pero creo que la hice reflexionar un poco y se acabaron las rebequitas cuando me veía sudando.


Y ahora añado para compensar el no saltar a la pata coja que supongo que yo soy una hija horrible, pero mi madre es increíble. Sí, está un poco loca, tiene siempre la cabeza en mil cosas, es una inútil con la informática y aunque se sacó el carnet hace 25 años no ha conducido nunca. Pero es la mejor mamá del mundo. Me tuvo siendo muy jovencita y no me explico cómo lo pudo hacer tan bien y no perder la cabeza ni la paciencia con una hija tan desastrosa como yo. Y no sé qué haría sin ella, porque es lo más maravilloso que hay en mi vida.