Últimamente todo el mundo habla de la
youtuber esa que tiene más hijos que una coneja. Personalmente, creo
que he visto un par de imágenes de ella cuando alguien le ha dado a
“me gusta” y de rebote ha aparecido en mi facebook. Pero ni un
sólo minuto de vídeo suyo.
Primero debo aclarar que youtube no es
mi medio. A mí me da vergüenza que me enfoquen hasta con una cámara
de juguete. Yo soy incapaz de hacerme un selfie porque me da corte.
Así que no, no es lo mío ir por ahí con una cámara en la mano
como si fuera gilipollas una extensión de mi propio brazo grabando
todo lo que hago. Que además, será cosa mía, pero a mí no me
resulta interesante la vida “normal” de los demás. El que se
graba haciendo chistes o tutoriales o lo que sea, pues mira, a mí no
me gusta, pero vale. Pero grabarte cociendo macarrones o poniendo la
lavadora me parece absurdo. Y aún más absurdo el que lo ve desde el
otro lado. En fin, yo qué sé, igual es que no soy moderna, me quedé
en el paleolítico de las letras escritas y de tener un poco de arte
para plasmar en una hoja plana una idea o una aventura.
Por otro lado, insisto en que no he
visto ni un minuto de la pava esta en cuestión que todo el mundo
sabe quien es y a la que no nombro porque no tengo ganas de pelear
con descerebradas que vengan a defenderla de la nada, porque ni
siquiera la voy a criticar. Igual sus vídeos son la pera limonera y
la tía es divertida y guay y hala con el jijijaja. Ni lo sé ni me
importa un carajo. Pero ni esa, ni ninguna. Lo único que veo a veces
en youtube son tutoriales de maquillaje para cosas concretas y sólo
de cuatro tías que me caen relativamente bien. Y la mitad de las
veces lo veo sin sonido, con eso lo digo todo. Lo repito, soy una
antigua.
Y ahora tengo que decirlo porque si no,
reviento, pero estoy harta de la maternidad. Harrrrta.
Haaaarrrrtaaaaa. Que me alegro de que tengáis hijos, de verdad. Que
me parece estupendo. Pero estoy hasta el santísimo coño. Del
programa de la Samanta esa preñada, de los grupos de facebook, de
las sapientísimas de la crianza que lo saben todo y publican normas
de conducta porque ellas y sólo ellas han inventado la maternidad,
de los blog, los vídeos y los foros que me llegan a través de una u
otra red social. Hasta el coño, oiga, hasta el coño.
Además mis amigas están en plena
fiebre reproductora y en menos de una semana parió Reichel y la
mujer de otro de mis amigos del mismo grupo. Eso significa wasap
plagado de fotos, vídeos y anécdotas de bebés. Y yo me alegro, de
verdad, pero basta. Llevo 15 días totalmente saturada del tema. Que
todos los bebés hacen lo mismo, joder. Que todos tienen hipo, todos
se hacen pis cuando les quitas el pañal y te mojan, todos se duermen
mamando y todos son pequeños, rosados y feos. Porque es así, son
feos. Luego mejoran, pero recién nacidos son feos. Joder.
Y no sé por qué, me siento la peor
persona del mundo por decir estas cosas. Yo debería estar ovulando
como loca cada vez que viera esas cabecitas calvas y esas manitas
arrugadas, pero no es así, lo siento. Soy la mujer más
desnaturalizada del mundo. Y lo admito, me da asco la lactancia, me
da asco el piel con piel, me da asco que no se lave a los bebés nada
más nacer, me da asco el olor a leche, me da asco el cordón
umbilical, me da asco el parto, me da asco tooooodo. Soy un engendro.
Tiradme piedras si queréis.
Voy a decir también que hay madres
menos pesadas. A mi amiga Anita tengo que insistirle para que me
mande fotos del peque, que ya es un hombrecillo. Y preguntarle para
que me cuente. Y eso que reconozco que el nene es un poco mi ojito
derecho por muchas razones. Pero ella no brasea a todo el personal
con una cosa que han hecho todas las hembras durante toda la historia
porque si no, nos habríamos extinguido.
En fin, yo qué sé. A veces me siento
culpable por no ser una “mujer normal”. Y pongo comillas porque
mujer soy y normal, pues bueno. Pero no sé expresarlo de otra
manera. Me gustaría ser de las que sueñan con la boda, con tener un
hijo y que eso me hiciera feliz, porque así sabría cómo ser feliz
y mi camino estaría claro en vez de estar la hostia de perdida. Pero
no es así. Hay una pieza que me falta o algo. Y no significa que no
me alegre por mis amigas, repito. No significa que algunos blog aunque hablen de sus hijos (a veces) no me encanten y los siga con una sonrisa porque son anécdotas simpáticas y contadas con humor, no un dale que dale con la maternidad en sí. Y tampoco significa que no tenga
unas ganas locas de ver a Reichel, abrazarla y que me cuente cómo
está y de conocer al bebote y de cogerle en brazos, porque claro que
estoy deseando, porque es mi amiga y la quiero con toda el alma.
Pero sigo estando hasta el coño de la
maternidad, de los vídeos, los blog, la crianza con apego y las
gilipolleces que parecen acosarme a todas horas. He dicho. Coño ya.