jueves, 29 de marzo de 2018

El lado moñas y el culo del pelirrojo


Hoy he venido a descubriros que en realidad soy una moñas. Mucho rollo de chica dura, mucha mala leche, mucho blablá y al final, una moñas. Para que veas. Quién me lo iba a decir. Y he llegado a esta profunda conclusión gracias a Outlander. Y diréis “¿ya viene la pesada esta a hablarnos otra vez de series y del pelirrojo de sus amores?”. Evidentemente SÍ. Y supongo que habrá algú spoiler, así que si sois de los susceptibles que se quejan porque se desvela en final de la Segunda Guerra Mundial, no leais más.
A ver, ya he dicho mil veces que las series son mi pasión. Y descubrí Outlander casi por casualidad. Me la recomendaron, la ví anunciada y al final me animé a verla. Pero vamos, que al principio sin mucha ilusión puesta en el tema. Luego me enamoré mucho. Del pelirrojo, de la trama, de los vestidos antiguos, del pelirrojo, de los kilt, del acento escocés, del pelirrojo, de Escocia, del culo del pelirrojo, de los hombros del pelirrojo, de los pectorales del pelirrojo, de los abdominales y los oblicuos del pelirrojo... en fin. Os hacéis una idea.
El final no me gustó mucho. Pero aún así, me descargué la novela y me la leí un poco en diagonal. No tengo mucha paciencia para ciertas lecturas, pero devoré el tocho buscando las cosas que no salen en la serie o que son diferentes. Y bueno, no es un buen libro, pero yo visualizaba al pelirrojo y me valía todo.
Entonces llegué a la segunda temporada. Y tengo que decir que no me gustó nada. Hay un montón de problemas, intrigas palaciegas que no interesan a nadie, una batalla absurda contra el destino y cuando al fin vuelven a Escocia, es para pasar penurias. Y a todo esto, ni una escena de sexo decente. Capítulos enteros sin verle el culo al pelirrojo. Oiga, yo no he venido aquí para esto.
Porque a ver, es algo que quiero comentar de esta serie y de paso, del libro. No es que yo vaya buscando porno. Si quisiera porno, vería o leería porno. Es cuestión de que si empiezas una escena, dame un poco más que un fundido en negro. Digo yo, vamos. En la primera temporada hay capítulos que piensas “¿Pero cuánto folla esta gente? ¿No se cansan? ¿Pero otra vez? Madre mía, qué virilidades las del pelirrojo...” Y venga a verle el cuerpo ese que Dios y el gimnasio le han dado. Pero en la segunda temporada, entre que la historia es otra, que entre los personajes hay problemas y que el director debía ser más recatado, no hay nada. Y en una ocasión que parece que por fin va a haber algo de carnaza, pum, fundido en negro. No me jodas.
En el libro pasa algo parecido. Hay veces que la tía se explaya un poco más, veces que lo deja muy en el aire y veces que te pone los dientes largos para nada porque cuando está realmente entrando en materia, cambia de escena y ya ha pasado todo. A mí eso me parece un coitus interrumptus literario en toda regla. Y no me gusta excesivamente la narrativa erótica, pero coño, una escena bien llevada no tiene por qué caer en groserías ni en vulgaridades y ser sensual y darle un toque a la historia.
Bueno, resumiendo, que la segunda temporada no me ha gustado nada y he visto demasiado poco el culo del pelirrojo. Y que como decía al principio me he dado cuenta de que soy una moñas. Porque la gente se queja de que la primera temporada roza lo empalagoso con tanto amor y a mí precisamente es lo que me gustó. Quizás busco en las series una especie de sobrecompensación, pero estoy harta de problemas, de gente que se muere, de enfermedad, de soledad, de pérdidas, de echar de menos, de tensiones. Vivo a diario con esos malos rollos en el trabajo, porque es lo que tiene trabajar con ancianos. Les adoro y soy feliz en mi trabajo, pero la realidad es esa: enfermedad, muerte, problemas, soledad, enfrentamientos. Y cuando salgo y me repanchingo en el sofá, lo que quiero es gente feliz, mucho amor, risas y culos bien formados de pelirrojos fornidos. Así que ahora veo series que me hagan feliz o que me cuenten una historia que me interese, pero nada que me torture el alma.
Ahora he empezado la tercera temporada. No sé qué pasará con la trama pero de momento me está gustando un poco más. Y la media de culos de pelirrojo por capítulo no es óptima, pero no está mal del todo. Así que por ahora, me quedo.

Por cierto, he vuelto a mis clases de inglés que tuve que abandonar cuando tuve los dos trabajos a la vez. Y diréis, ah, qué bien, para saber más, conocer otro idioma, viajar, tener mejores oportunidades laborales en el futuro. Pues no. Es por si un día me encuentro con Sam Heughan, para poder hacerle ofrecimientos obscenos que no pueda rechazar. O por si un día me da un siroco y me voy a Escocia en busca de culos pelirrojos. Lo que ocurra antes.


martes, 13 de marzo de 2018

Las peores técnicas policiales del mundo


Desde que dije que había escrito una no-novela, todo el mundo (o sea, los cuatro o cinco lectores que tengo) me han dicho que les gustaría leerla. Genial. Sólo tengo que convencerlos de que me paguen mil euros cada uno para que el asunto sea medio rentable y pueda al menos hacer un viajecito.
En fin, de verdad que cuando lo conté fue porque me sentía orgullosa de haber terminado un proyecto por una vez en la vida, no porque realmente quiera que la gente me haga la bola y me diga que anda, que me anime, que publique y que blablá. No es mi rollo. Si alguna vez escribo algo que crea que merece la pena lo publicaré y lo diré y punto. Incluso puede que lo reparta gratis si realmente creo que mola leerlo, como publico gratis mis mierdas en el blog. Pero en este caso no es así. He leído lo suficiente como para saber cuando algo es bueno y cuando no. No es falsa modestia, no es buscar el halago, no es nada de eso. Es que no escribo lo bastante bien y no tengo suficiente ego como para publicar una patata y esperar que alguien lo lea.

Lo mejor de todo ha sido hoy, que me ha llamado mi amigo Poli. Aún me sorprende tener un amigo policía. Y aún creo que o es el peor policía del mundo (que yo diga esto es un halago. Un halago extraño, pero un halago) o que tiene dos caras. Eso no sería raro, yo no soy la misma en el trabajo que en mi vida. Mis compañeros que creen que soy un tanto fría y distante, que tengo mal pronto y que estoy medio loca, alucinan porque en cuanto salgo por la puerta del despacho me deshago en mimos con los abuelos, les doy besos, les hago bromas y no pierdo nunca la paciencia. Igual mi amigo Poli es así. No lo sé. Y espero no tener que comprobarlo.
El caso es que me ha llamado con la perra de que quiere leer mi no-novela. Le he dicho que no. Y he empezado con sus técnicas de interrogatorio propias de un policía tipo “porfa, porfa, porfa, anda, porfiiiii”. Como eso no ha funcionado, ha intentado buscar un punto débil en mi argumentación. Si a mí me da vergüenza enseñar mi novela, él podría hacer algo vergonzoso a cambio. Ha pensado un segundo y me ha dicho “puedo leerla desnudo”.
He soltado una carcajada de tal magnitud que he despertado al pobre Ron, que intentaba dormir la siesta en mi regazo apaciblemente. La verdad es que no me planteo que nadie lea lo que escribo, pero que lo lea desnudo es más de lo que puedo imaginar sin entrar en shock.
Como eso tampoco ha funcionado, más que nada porque no quiero un culo peludo en mi sofá ni me apetece ver a nadie desnudo, ha decidido negociar. Y espero que nunca sea policía de esos que negocian con secuestradores o atracadores de bancos o estamos perdidos. Ha empezado porque le dejara leer un par de capítulos. Ha bajado a uno. Luego me ha intentado sobornar diciendo que está fuerte y podría hacerme un dirty dancing (lo de levantar por el aire, ya sabéis). 15 minutos de lectura y tres o cuatro dirty dancing. Sin que yo dijera nada, ha bajado a 10 minutos de lectura e infinitos dirty dancing. Mientras yo me reía, ha ofrecido dirty dancing gratis, sin leer ni nada. Luego lo ha pensado y me ha pedido leer durante 5 minutos. Y al final se ha rebajado a sí mismo a leer lo que yo le diera, lo que fuera. Y eso, con infinitos dirty dancing.
Me le imagino hablando con los atracadores de un banco “¿Queréis tres millones de euros? ¡Os doy cuatro! ¡No, cinco! Y un avión privado para huir. Y podéis llevaros a los rehenes. ¡Seis, seis millones! ¡Y que alguien les mande unos bocatas de tortilla mientras se lo piensan, rápido!”

Total, puede que Poli sea el peor negociador del mundo. Puede que no sea muy bueno interrogando. Puede que ni siquiera me pueda levantar por el aire a lo dirty dancing y sea una vacilada suya. Pero es un amigo estupendo. Puede que el mejor amigo que tengo ahora mismo. Es noble, leal y puedes contar siempre con él. Me ayuda, me escucha, me hace reír. Me cuenta cosas, me comprende y a veces viene a mi trabajo para tomar café conmigo. Me da unos abrazos estupendos. Le puedo contar todo. Podemos debatir de machismo y acepta sus privilegios y quiere aprender a ser mejor. Y lo pasamos bien juntos. Y aunque nunca se lo diga, es guapo y tiene unos ojos verdes preciosos. Poli mola, mola muchísimo. Y me alegro mucho de que se cruzara en mi vida porque nunca viene mal un amigo que esté del lado de la ley. Y porque me temo que al final me convenza y sea el único lector de mi no-novela. Y porque espero que después de leer ese truño que he escrito siga pensando que soy guay, que escribo bien y me haga un dirty dancing.

P.D. Poli, esto no es que esté segura de dejarte leerla, es sólo que lo estoy considerando. Pero lo demás es cierto. Lo sabes, porque nos lo decimos todo, pero a veces está bien escuchar o leer las cosas en público. Eres el mejor amigo del mundo. Y tienes tu novia y tu niña, y yo tengo mis propios asuntos, pero como somos gente sana mentalmente lo puedo decir bien alto: te quiero, te quiero muchísimo.

lunes, 5 de marzo de 2018

la no-novela.


Llevo escribiendo toda la vida. No me recuerdo a mí misma sin saber leer y escribir. Lo primero que hay por ahí escrito por mí es una felicitación de navidad a los yayos, deseando feliz 1986. Yo tenía dos años y medio. Fui, digamos, precoz. Y no creo que es porque fuera especialmente lista, es simplemente que los juegos de niños no me gustaban y yo quería saber qué ponía en esas cosas que los mayores miraban durante tanto tiempo con atención. Fue más curiosidad que otra cosa.
Mi primera historia completa se llamaba “El sol y yo” y era un cuento ilustrado con dibujos en el que el sol venía a despertarme y llamaba a mi ventana y nos hacíamos amigos. Es que la lluvia nunca me ha gustado. Tenía 4 años, porque lo hice en clase de párvulos mientras me aburría porque mis compañeros estaban aprendiendo las vocales. El siguiente fue “El perro de P.S”, que era mi amiga de clase y contaba la historia del perro de su abuelo, que le ponían el collar y lo sacaban a pasear. También tenía sus dibujos y todo. Digamos que los 4 años fueron una época de mucha productividad literaria debida a mi aburrimiento supremo en el colegio.
Desde entonces he escrito casi sin parar. Diarios, cuadernos, meditaciones, sueños, cartas, cuentos, historias, el primer blog, este blog... si todas las letras que he escrito en mi vida tomaran forma, como las de la sopa, me sepultarían viva.
Sin embargo, ahora, por primera vez, he terminado algo que podría ser una novela. Quizás, como diría Unamuno, no llegue a ser novela y sea “nivola”. Y claramente tampoco sería eso porque osar a compararse con Don Miguel es demasiado para cualquiera. Quizás sea una no-novela, que es como si tartamudearas y la negaras a la vez. Así que no lo será, no os preocupéis, no voy a publicarla y a daros la tabarra para que la compréis. Me muero de vergüenza sólo de pensarlo. Hoy en día cualquier mongoloide junta cuatro letras y las publica. A veces es famosete de medio pelo y se la publican. Otras, su propio ego le hace autopublicarla y creerse escritor. Porque veo cada cosa en twitter, por ejemplo, que no doy crédito. Y se llaman a sí mismos poetas por ponerse intensitos y decir obviedades absurdas utilizando el intro de manera aleatoria para crear espacios. Escritores y poetas. Y se lo dicen ellos solitos. Madre mía los egos. Y hay quien les lee y todo. En fin. What time to be alive.
Decía que no, no publicaría nunca. Pero la he terminado. Y me siento extrañamente orgullosa de mí misma. Porque la mayor parte de las veces escribo sin ton ni son y no son cosas con un principio y un final, que cuenten una historia más o menos bien hilada. Sólo sólo retazos desordenados y caóticos, como yo misma. Pero esta vez lo he conseguido. Y aunque no llegue nunca a ver la luz, quería decirlo.
Y habrá quien diga, “mujer, ya que lo has escrito...” Pero no. Creo que la frase esa de que hay que escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol ha hecho mucho daño. Y de verdad, el mundo no necesita más niños malcriados, ni más libros de mierda. Mejor plantad tres árboles y con un poco de suerte no moriremos asfixiados en un par de décadas. Pero bueno, esto es una visión chunga mía del asunto, que creo que sobramos humanos y que la mayor parte de lo que se escribe hoy en día es de ínfima calidad. Y como no creo que yo lo haga mejor, pues me quedaré aquí con mi blog sin ínfulas pretenciosas. Yo es que soy una mujer humilde. Prefiero los gatos a los hijos y los post divertidos de blog en vez de los libros malos.