A veces creo que me he hecho adulta.
Así en plan “vaya, qué mayor y qué madura soy”. Luego descubro
que aún soy la Naar adolescente pero con la piel estropeada.
Esta mañana me levanté temprano aún
no sé por qué. Estoy en una de esas fases de dormir poco. Otra vez.
Y he pensado en ir al carrefour a por un teléfono inalámbrico
nuevo, que el mío está para tirarlo a la basura. He llamado a mi
madre, me he arreglado y he salido a la calle con las llaves del
coche en la mano. En el portal he hecho mi propia versión del gif de
Travolta en Pulp Fiction. ¿Dónde cojones estaba mi coche? ¿Eso no
era el título de una película mala? ¿Por qué me pasan a mí estas
cosas si no bebo ni fumo sustancias psicotrópicas?
He pensado un segundo y me he
encaminado hacia un lado de la calle. 50% de posibilidades de
acertar. Encuentro mi coche. Mira qué mono él. Me miro la mano.
Llevo las llaves del coche de mi madre porque el mío tiene la itv
sin pasar y aún estoy esperando para llevarlo al taller como
expliqué en el post anterior. Vale, estoy buscando otro coche. Y de
nuevo ¿dónde cojones está el puto coche?
He dado varias vueltas. He tratado de
estrujarme el cerebro ese absurdo que tengo mientras, por cierto,
tarareaba la última canción de moda en el show de Naar. Por suerte,
el hit de hoy no era el pavo real del Puma. He llamado a mi madre, no
sé con qué fin porque ella vive en la otra punta del barrio.
- Mamá... no te lo vas a creer, pero no encuentro el coche.
- Eso es que eres hija de tu padre. - suelta una risilla. - ¿Recuerdas aquella vez que creía que se lo habían robado y nos tuvimos que quedar a dormir en casa de P y T siendo tú pequeña?
- Sí, recuerdo. - admito con cierta derrota genética.
- ¿Y cuando de verdad nos lo robaron y tú no nos creías?
- Mamá, va en serio, no encuentro el coche... ¿Tú no sabes dónde está, verdad?
- No. Pero una vez tu padre se montó en un coche que no era el suyo y...
- Te llamo en un rato.
He vuelto a casa, he cogido las llaves
de mi coche. Yo iba a ir al carrefour a por mi teléfono como fuera,
con o sin itv, con o sin coche abollado. Cuando he llegado a mi
coche, lo he visto. El de mis padres ataba apenas veinte metros más
arriba.
Me he ido al carrefour. Me he comprado
unas botas monísimas. Un suavizante para la ropa que es gloria
bendita. Lejía. Pan. Y una sandwichera-grill.
He vuelto a casa con el tiempo justo de
comerme un bocadillo y salir como loca para el trabajo, donde me
encuentro a una de mis compañeras que me dice “¿te creerás que
he venido y hoy me tocaba librar? Jajaja, lo que no me pase a mí...”
¿Lo que no te pase a ti? Mira, yo no encuentro mi propio coche y no
me hace gracia tu error porque cada día, cada puñetero día, miro
veinte veces el calendario porque tengo miedo de ir y que me toque
librar o, peor aún, no ir y que me tocara trabajar.
En la oficina la jefa nos dice que el
viernes no podemos ir porque nos mudamos de oficina y que lo
cambiemos con otro día libre que tengamos, el que sea. Vale, el 30
de noviembre, que queda mucho y sabe Dios lo que será de mí para
entonces. Tendré que trabajar un montón de días seguidos... pero
ya lo pensaré mañana, Scarlett dixit. De repente me doy cuenta. Si
libro viernes... tengo tres días libres. Seguidos. Wiiiiii...
Así que cuando he llegado a casa he
comprado los últimos billetes que quedaban y me voy a Granada a ver
al Niño Chico. Al carajo todo. Fuck everything. Le iba a llamar para
decírselo cuando me he dado cuenta que entre todas las cosas que he
comprado en el carrefour no está un teléfono nuevo. Vale, creo que
empiezo a merecer una medalla por sobrevivir a este día de mierda.
Le he tenido que avisar por wasap.
Y entonces, justo cuando ya me iba a
acostar he oído un ruido en el baño, me he asomado y veo a Maya
salir con cara de culpable. Conozco a mis gatos como si los hubiera
parido y Maya pone ojitos cuando ha hecho algo que no debe. Y no sé
qué fijación tiene esta gata con mis pendientes que siempre que
puede me los roba. Efectivamente, al lado del lavabo sólo había
uno. Me he puesto a buscar el otro a la desesperada. Tengo pánico a
que se lo trague, porque todo lo coge con la boca. Suele ser
cuidadosa, PERO. Por más que he rebuscado no lo encontraba así que
me ha empezado a entrar la temblequera. Ay, que se lo ha tragado, mi
niña, mi niña pequeña, ay madre mía. Entonces me ha dado por
pensar. Su cara de culpable era peor que por haberse comido algo.
Así que a las dos y media de la
mañana, me he puesto a desmontar el sumidero para ver si lo había
colado por ahí. Efectivamente, ahí estaba la mariposita verde,
brillando entre un montón de roña. La he rescatado con unas pinzas
de las cejas y me he puesto a fregar compulsivamente el sumidero por
dentro. ¿Por qué no me había dado cuenta de que estaba tan sucio?
¿Por qué me pasan estas cosas de madrugada? ¿Por qué no estoy
durmiendo como las personas de bien? ¿Por qué no soy una adulta
normal, con todo controlado y sin sobresaltos absurdos a las tantas
de la noche?
Pues aunque no lo creáis, tengo
respuestas. Me pasan estas cosas porque soy una farsante. Parezco
adulta, pero no lo soy. De verdad que no. No soy responsable, no
estoy atenta de las cosas que se supone que debería estar, no me
acuesto a horas razonables y no hago lo que hace la gente de mi edad.
Y por eso también tengo un blog. Porque a quién carajo le podría
contar yo esto. Mis amigos están muy ocupados con sus cosas de
adultos de verdad, con sus embarazos, sus hijos, sus problemas bien
feos en los que no me gustaría verme. Y yo ando por ahí, buscando
mi propio coche, hablando con mis gatos, desmontando desagües a las
dos y media de la mañana y escribiendo posts cuando no puedo dormir.
Soy la peor adulta EVER. Y ahora que no me oye nadie, también os
digo una cosa: menos mal. Menos mal que mis problemas son estos.
Menos mal que mi cerebro canta el pavo real en bucle. Menos mal que
no encuentro mi coche. Menos mal que mis amigas del trabajo también
son un caos y nos reímos las unas de las otras de nuestra propia
idiotez. Menos mal que Maya no se traga cosas y sólo se dedica a
esconderlas. Menos mal que el sumidero ya está limpio por dentro. Y
menos mal, menos mal, que tengo un blog para contarlo.