Llevo todo el mes de diciembre con la
sensación de ir a toda leche porque llego tarde y aun así, llegar
tarde. Que casi siempre tengo un poco esa sensación, pero este
último mes está siendo de récord. Primero prisas para mandar el
amigo invisible que llegó un poco tarde, pero llegó finalmente.
Luego prisas para ayudar a mi madre con el pequeño festival de
Navidad que preparó con sus alumnos de la iglesia (persona mayores,
que son como niños, pero más lentos). Luego prisas para Nochebuena.
Y ahora, prisas para Nochevieja y para Reyes, que no tengo ni un solo
regalo comprado. Bien por mí, soy súper lista. El caso es que voy
de culo y contra el viento.
La verdad es que en estas fechas me
gusta hacer un poco de repaso del año y tal. Propósitos no muchos,
porque sé de antemano que no los voy a cumplir y es tontería
frustrarse gratuitamente. Yo es que no valgo para hacer planes. Me
agobian, me hacen sentir atada y al final salgo corriendo. Odio los
compromisos hasta conmigo misma. Así que propósitos para el Año
Nuevo que sean factibles: no volarme la tapa de los sesos, no matar a
nadie.
Por otro lado, el repaso de este año
la verdad es que es un poco... meh. El 2016 no me deja muchas grandes
alegrías y aunque tampoco muchas grandes tristezas, sí he tenido
bastantes disgustos. Mi único deseo siempre para el Año Nuevo es
tener salud, para mí y para los míos especialmente. Los yayos han
estado bien, gracias a Dios, a veces creo que son los más fuertes.
Mi padre se mantiene en su estado habitual con pequeños bajoncillos
a veces, pero está fuerte. Mi madre ha estado bastante fastidiada.
Por suerte no es nada grave, grave, pero es un tema sin mucha
solución y es un engorro. Me ha dado un par de sustos y de disgustos
feos, así que una de las peores cosas del año ha sido verla a ella
pocha. Por otro lado lo mismo con Ron. Él está bien, no tiene nada
grave, pero vaya año más tonto. Entre que empezó con problemas de
intolerancia a las comidas y tardamos media vida en dar con la
adecuada y luego las historias del riñón que conté en su momento,
he estado muy angustiada por él durante meses enteros. Y eso ha
empañado cualquier cosa buena que pudiera pasar en esos momentos.
Por terminar con las cosas regulares, no he encontrado trabajo de lo
mío ni de nada que me gustara un poco. He tenido un montón de
gastos imprevistos que me han achuchado los meses más todavía. Y
reconozco que mi estado anímico no ha sido el mejor.
En fin, nada demasiado grave, así que
lo dejaremos pasar.
Por supuesto este año también ha
tenido cosas buenas. Bombita se casó y es feliz. Reichel tuvo su
peque sano y estupendo. He tenido dos quedadas con los blogguer que
me dan la vida y han sido de lo mejor de este estúpido bisiesto. Al
final he llegado a un acuerdo con mi padre para trabajar con él en
su pequeña empresa y aunque no puedo decir que el trabajo me
fascine, me da una pequeña motivación. Me he cortado el pelo,
haciendo frente a un miedo absurdo que me había atado a una coleta
hasta la cintura durante años. Y he sobrevivido. He enfrentado
batallas, he luchado y he aguantado estoicamente.
Resumiendo, no ha sido el mejor año
del mundo, pero no ha sido de los peores.
Y bueno, para el 2017 me reitero en
pedir salud. Para mí, para mis padres, mis yayos, mi Ron, mis
amigos, mi Ross, mi gente, para todos. Con salud todo se puede. Con
salud el resto importa menos. Si se puede, mejorar la situación
laboral o económica sería estupendo. Y estar más tranquila, más
feliz, tener las ideas más claras. Pero eso es complicado. Para
vosotros pido lo mismo, que tengáis salud, que seais felices, que
cumpláis sueños y deseos y que las cosas buenas superen con creces
los malos ratos. ¡¡MUY FELIZ 2017!! Nos leemos el año que viene.