sábado, 28 de noviembre de 2020

Hace 10 años...

 

Hoy hace diez años. La década prodigiosa que si no me falla la memoria eran unos que cantaban en los 80.

En este caso no voy a cantaros si no a contaros. Creedme, es lo mejor para todos.

El tema es que hace 10 años, tal día como hoy, una yo de 27 años decidió dar el primer paso de lo que ha sido la parte más importante de mi vida. Y es que hoy hace 10 años que mandé a tomar por culo al que entonces era mi novio conviviente, el desequilibrado mental. Y no sé si he contado alguna vez la historia completa en el blog porque ya van 10 años también de este pequeño espacio y ya no sé ni lo que he contado y lo que no. En cualquier caso, lo voy a contar otra vez. Y si ya os sabéis la historia, pues la leéis otra vez, porque total, nadie actualiza los blog hoy en día y tampoco hay tanto para elegir.

Decía que hace 10 años... (musiquita de flashback y cortinilla de humo que indica que estamos haciendo memoria) hubo un incendio eléctrico en mi casa. Eso tal día como ayer. De pronto empezó a oler a quemado y tras dar vueltas como peonzas buscando el origen, vimos que del cuadro de luces salía humo. Abrí la puertecita que tiene y lo que salían eran llamas. Muy tranquilizador. Apagamos todo lo que pudimos y llamamos al señor electricista que nos aseguró que al día siguiente por la mañana vendría a arreglarlo y que bueno, no nos preocupáramos tanto. El fuego es algo que no preocupa mucho, claro.

Por la noche un amigo del desequilibrado cumplía años y fuimos a la fiesta. Yo me fui con la mosca detrás de la oreja porque, a ver, igual, soy una loca, pero hacía un par de horas estaba saliendo fuego de la pared de mi casa. El pirado de mi ex me juró solemnemente que volveríamos pronto, que no tenía de qué preocuparme. Allí lo pasamos bien, charlando con la gente y tal. A las 12 más o menos me dijo que si nos íbamos. Le dije que sí, que cogía el abrigo y salíamos. Cogí mi abrigo y cuando fui a buscarle, estaba en la cocina poniéndose la enésima copa.


  • ¿No has dicho que nos íbamos?

  • ¡¡Tú siempre igual, jodiéndome las fiestas!!

  • Pe... pero si tú has...

  • Para una vez que salgo y que me lo estoy pasando bien – mentira. - vienes y me dices que nos vayamos – mentira. - Y no me dejas que me tome ni una copa tranquilo, que siempre haces lo mismo... - mentira again.


Se me inflaron los ovarios y le dije que no había ningún problema, que se podía quedar tranquilamente a tomarse todas las copas del mundo. Que yo me iba a mi casa, que no estaba tranquila y que estaba Ron, que por aquel entonces era un gatito jovenzuelo y lozano, y querría cenar. Siguió echándome en cara que nunca le dejaba divertirse. Y es que claro, no querer beber hasta desfallecer cada semana y que me parezca regular que mi novio se coja unas borracheras de muerte cada vez que pone un pie en la calle es ser una aguafiestas. Total, que muy tranquilamente le dije que me iba, que asumía las consecuencias de marchare y que él asumiera las de quedarse. Y lo hice. Me cogí mi abrigo, me despedí de la gente y me fui a mi casa. Le avisé también de que no iba a esperarle la noche en vela porque él no llevaba llaves y que le iba a abrir la puerta su puta madre en bata. Me monté en mi coche, puse música, llegué a mi casa que por suerte no estaba en llamas, di de cenar a Roncito, me tomé una infusión con unos roñidonetes y me puse a meter sus cosas en bolsas del ikea. Así, sin sofoco.

A las 9 de mañana vino el señor electricista y arregló lo que fuera que estaba estropeado. Y yo seguí guardando cosas en bolsas. A las 11 de la mañana me suena el timbre y aparece mi ex borracho como un piojo que no se tenía ni en pie el muy cabrón. Lo único que dije fue “¿crees que estas son horas y maneras de llegar?”. Y en el mismo descansillo de la escalera me dijo muy ufano (o todo lo que la borrachera le permitía) “si sigues así, cualquier día voy a coger mis cosas y me voy a ir”.

Os lo juro, fue el puto momento de mi vida. Yo, que soy torpe y absurda y tengo tendencia al ridículo, me salió por una vez una escena de película. Redondo. Porque según dijo eso, terminé de abrir la puerta para que todas las bolsas con sus trastos entraran en su campo visual y le dije con todo mi aplomo:


  • Querido, ese día es HOY.


Creo que hasta se le quitó la borrachera de golpe.

Ahí empezó un periplo de problemas, discusiones, gritos y amenazas que nunca llegaron a nada. Empezó el desmontar mi casa porque unos días más tarde vino a por los muebles que había pagado él. Empezó una racha horrible, con la casa vacía y helada en pleno invierno, con la caldera estropeada, sin un duro y sola. Empezó una navidad en la que no fui capaz de quitarme el pijama ni de dejar de llorar. Empezó una caía en picado por diversas razones que me llevaron a tocar fondo. Pasaron muchas cosas en los siguientes meses. Abrí el blog. Adelgacé peligrosamente hasta los 35 kilos. Pasé muchas noches en vela. Abrí twiter. Rompí una mesa de ikea de un puñetazo. Traté de volver con el Ross y empeoró muchísimo mi situación con sus actitudes de mierda. Lloré hasta caer rendida. Me reí sola. Me hice un bicho bola con frecuencia y me pasé días sin comunicarme apenas con nadie. Escribí compulsivamente, a veces en el blog a veces en ningún sitio. Aprendí a salir y a quedar de nuevo. Me refugié en amigos que aún tengo y en otros que se fueron pero a los que guardo un rinconcito de mi corazón. Me enamoré más y más de Ron. Aprendimos a hacer un mundo propio los dos, Ron y yo, siendo el otro el motivo de la vida del uno. Me fui recomponiendo. Volví a engordar. Volví a comer. Volví a ilusionarme. Volví a follar. Volví a tener ilusión. Volví a ser yo. Aprendí a ser feliz. Aprendí a ser quien quería ser. Aprendí a vivir como quería hacerlo.


Ahora hace 10 años. Hostia. Da vértigo. Se han pasado rápido y a la vez parece que fue una eternidad. Y bueno, si me habéis seguido sabéis el resto de la historia. Si no, pues yo qué sé, leed y poneos al día.


Estoy contenta de haber pasado por todo eso. Estoy contenta de a dónde he llegado. Y aunque ahora no escriba apenas, estoy contenta de haber abierto el blog. Fue una de las grandes decisiones de mi vida y gracias a ella, estoy donde y con quien estoy. Gracias, dioses de la blogosfera.


Y nada, sólo eso. Me apetecía contarlo. Me apetecía recordarlo. Me apetecía dar las gracias a mi yo de hace 10 años por haber tenido valor de dar ese paso.



martes, 31 de marzo de 2020

Raro


Está lloviendo. Mucho. Normal siendo abril. Normal, si no fuera porque nada es normal estos días. No dejo de pensar en la canción de Sabina que dice “más raro fue aquel verano que no paró de nevar”.
Desde hace semanas todos nos asomamos a la ventana a ver llover, a ver el sol, a ver el mundo parado. Nos asomamos, incrédulos a veces, desesperados otras, esperanzados a ratos. La mayor parte del tiempo, simplemente nos asomamos, como los gatos, a ver lo que ocurre fuera creyéndonos seguros desde el interior.
El mundo no ha dejado de girar, pero ha dejado de moverse. Al menos al ritmo normal. Y nosotros, que nunca fuimos más viles hormigas que ahora, suspirando y pensando que ayer (bueno, no ayer, pero hace unos días) nos creíamos invencibles. La fragilidad humana siempre escondida tras la apariencia de dominarlo todo. Hasta que viene un enemigo invisible y nos arrasa a su paso.

Pensábamos que esto no podía ocurrir. Pensábamos que controlábamos algo. Y hacíamos planes. De viajes, de bodas, de salir, de trabajar, de ir y venir. Ahora sabemos mejor que nunca que el futuro no nos pertenece y que apenas el hoy, el momento, es nuestro. Y valoramos más que nunca un abrazo de nuestra madre, un rato con amigos o poco de sol en la cara. Valoramos todo lo que dábamos por sentado, sin saber, pobres mortales, que apenas poseemos el aire que entra en nuestros pulmones un segundo antes de que vuelva a salir. Y pensamos en qué haríamos si volviéramos atrás. Adelantaríamos acontecimientos, celebraríamos más, nos querríamos más, nos besaríamos más. Aprovecharíamos más el tiempo que ahora se nos está robando. Quizás le daríamos menos importancia al trabajo o a los sinsabores diarios y a los disgustos tontos. Iríamos a visitar más a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nuestros amigos. Saldríamos de casa y correríamos calle arriba y calle abajo con la ilusión de un perrete cuando le desatas la correa. No creo que nadie, si pudiera retroceder seis meses o un año, dijera “voy a trabajar más” o “voy a discutir más con el vecino”. No. Aprovecharíamos la vida. Aprovecharíamos el tiempo. Haríamos cosas realmente importantes. Saborearíamos los momentos. Disfrutaríamos de verdad este precioso regalo que malgastamos más a menudo de lo que realmente nos gusta admitir.

Hasta el aire está raro estos días. Creo que todos en algún momento nos hemos acostado o levantado pensando que era un mal sueño y que despertaríamos de nuevo en el mundo que conocimos. Igual, poco a poco, aprendemos que ése ya no existe, que ha cambiado y que ahora la vida es otra. Y seguirá adelante, de un modo o de otro, porque la vida siempre se abre camino. Quizás sin nosotros, aunque espero que no. Pero está raro. Más raro incluso que aquel verano que no paró de nevar.