miércoles, 28 de noviembre de 2012

rehice mi vida y dos años después... aquí estoy.

Desde que lo mío con el Niño Chico es relativamente oficial, mis amigos me dicen con frecuencia que se alegran de que haya rehecho mi vida. Lo que no entiende casi nadie, por más que lo explico, es que yo ya había rehecho mi vida antes. Mucho antes de saber siquiera que el Niño existía.
Desde que el desequilibrado de mi ex se fue de casa, todo mi afán fue rehacer mi vida, porque estaba totalmente deshecha. Luché mucho, cada día, por recomponer poco a poco los pedazos de la persona que fui. Hubo momentos buenos. Momentos regulares. Y momentos malos. Malísimos. Momentos en los que apenas me tenía en pie, literalmente. Momentos en los que dudé que llegara a ser de nuevo aquella que fui antes de la locura. Pero había algo en mi interior que me decía que yo seguía ahí, al fondo de mí misma. Y peleé por conseguirlo con todas mis fuerzas.
Al final lo logré. Aprendí a ser feliz yo sola, con mis pequeñas cosas, mis pequeñas ilusiones, mis pequeñas grandezas. Aprendí a vivir sola. Aprendí a tener una vida propia. Y, madre mía, que bien me sentí al lograrlo.
Entonces, y sólo entonces, cuando yo ya era una persona completa, llegó el Niño Chico y fui capaz de ofrecerle algo positivo. Si hubiera llegado cuando mi vida aún no estaba rehecha, las cosas no hubieran sido lo que son. Ni de coña. Porque yo tenía muchas heridas que curar, muchos conflictos que solucionar, muchos pedazos que recomponer.
Hoy hace dos años que empecé esa ardua tarea de rehacer mi vida. Hoy, que fue el día que dije basta. Hoy, que fue cuando puse al desequilibrado en la calle y supe que era la mejor decisión de mi vida. Hoy, que me armé de valor para la catarsis.
Podría decir muchas cosas del desequilibrado. Casi ninguna buena, es cierto. Pero no lo voy a hacer. Apenas queda nada de él en mí. Ni el recuerdo. Le veo en fotos y me pregunto quién es. He conseguido exorcizarme de todo lo que sufrí a su lado. Y ya ni el rencor me muerde las entrañas. Se fue, por suerte. Se fue y dejé que se lo llevara todo porque no había nada que mereciera la pena conservar. Así que hoy es un día en el que siento como si hubiera nacido de nuevo. Pero me centro en mí, egoístamente. En mi ruptura con el pasado y mi capacidad de salir adelante. En mi fuerza, que no sé de dónde saqué, para empezar de cero absoluto y rehacer mi vida. Rehacerla por completo, pedazo a pedazo, trocito a trocito. Sólo gracias a todo eso ahora soy quien soy, estoy donde estoy y tengo lo que tengo. Y no podría ser mejor. Rehice mi vida, me rehice a mí misma. Y por eso hoy sólo puedo sonreír y ser todo lo feliz que no fui en el pasado.

Enhorabuena Naar. Hoy, dos años y doscientos cincuenta post te recuerdan lo lejos que has llegado, la de pasos que has dado. Hoy, puedes sentirte orgullosa.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Decálogo de manías "inconfesables"

Como sugirió Mandarica, voy a hacer una lista de diez manías. Tengo como mil más, así que esto es sólo la punta del iceberg. Os recomiendo que os animéis a hacerlas. Os sentiréis un poco más estúpidos y ridículos haciendo esta pequeña reflexión. Y eso siempre es bueno.

1.      Cuando tiendo tengo ya las diez manías del tirón. Primero,  lo hago por un orden estricto. Las pinzas de una misma prenda deben ser iguales. Jamás tendería una camiseta con una pinza azul y otra verde, por ejemplo. Y todos los calcetines y todas las bragas deben ir seguidas, en la misma posición y con pinzas iguales.
2.      Siempre, siempre, pelo los plátanos abriendo la piel en cinco partes. Cinco. Es importante. No cuatro, ni tres, ni seis. No. Cinco.
3.      Me como los lacasitos y las cosas de colores por orden hasta que queda el mismo número de cada color.
4.      Nunca me pongo dos días seguidos bragas del mismo color. Eso me obliga a tener mil bragas de diversos colores estridentes.
5.      El reloj del despertador lo tengo diez minutos adelantado.
6.      Nunca salgo a la calle sin pendientes. Me siento peor que si fuera desnuda.
7.      No me corto las uñas antes de algo importante porque creo que me va a dar mala suerte. Esto me trajo problemas cuando estudiaba, porque terminaba las épocas de exámenes con las uñas larguísimas.
8.      Para dormir también tengo unas cuantas manías. No puedo dormir con pantalones. No me gusta dormir con ropa negra u oscura. Me quito los calcetines dentro de la cama y los escondo en una esquinita para que se mantengan calientes. Y me abrazo a un cojín para dormir, aunque tenga al otro lado al Niño Chico.
9.      Hablando de dormir, tengo que estar siempre en el lado de la cama que esté más cerca de la puerta. En caso de tener que huir, yo primero.
10.  No hay cosa que más me desagrade que la canción “The wall” de Pink Floyd. No puedo con ella. Si la oigo empezar en la radio tengo que cambiar de emisora inmediatamente. Escuchar aunque sean sólo los primeros acordes genera en mí una sensación de lo más negativa.

jueves, 22 de noviembre de 2012

solución porque yo lo molo

A ver, que conste que yo agradezco vuestros consejos y tal. Sois más majos que todas las cosas. Pero la verdad es que no me apetecía una mierda andar mendigando duchas a mis padres ni haciendo cochinadas con un barreño gigante, ni volverme una guarra y seguir el consejo de Tomate y hacerme rastas en el pelo. Así que pensé… ¿Qué es realmente lo que yo quiero? Pues ducharme en mi casa, con mis cosas, mis potingues, mis comodidades. ¿Y eso cómo se consigue? Pues arreglando la ducha.
Y no es que la otra vez me lo arreglaran mal. Es que hay cosas en mi casa que están hechas así como regular desde los inicios. Y para el rollo este de la ducha no hay más solución que lo que me hicieron la otra vez: cambiar la goma, ajustar el desagüe lo máximo posible, sellarlo con silicona y ya. Lo malo es que de la humedad y tal las gomas se endurecen, se desajustan y vuelve a filtrarse el agua. Eso o picar y cambiar la mitad de la instalación del baño, cosa que yo no puedo permitirme en este momento.
Total, que al final me lié la manta a la cabeza e hice lo que hago siempre. Cogí mi destornillador preferido, esa herramienta que sirve para apretar tuercas y no sé cómo se llama y el martillo. Yo siempre llevo el martillo. Por si las moscas. Y me arremangué con mi lema de “si ya está roto no puedes empeorarlo mucho más”. Desmonté el sumidero. Rasqué los restos de roña y silicona vieja. Saqué la anterior goma mohosa, la metí en una bolsa y me fui al leroymerlín con ella en el bolso.
El resto de la historia ya os la podéis imaginar. Compré otra goma, una par de piezas más y arreglé el desagüe. Con mi destornillador preferido y mi martillo y el cacharro ese de apretar tuercas que no sé cómo se llama.
Eso es una solución y no llamar a un fontanero, ni poner un barreño, ni ir a mendigar duchas por el mundo. Hombre ya.
Por cierto, me lo digo yo sola: molo mil. Lo mismo arreglo las luces del coche, pongo unas estanterías, monto muebles del ikea, arreglo un sumidero de ducha o hago un cocido. Repito: molo mil.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

manteniendo la calma sin ducharme

Hace un par de años me salió una humedad en la pared que hay entre el salón y el baño. Tras destrozarme el suelo y la pared picando, se descubrió que era la ducha, que filtraba agua porque el sumidero no estaba bien empalmado al desagüe en sí. lo arreglaron y santas pascuas. El sueño se quedó a cachos y la pared con ronchas de colores diversos, pero no soy yo una persona de preocuparme por pijadas.
Hace poco la pintura se empezó a ahuecar de nuevo. Tras cagarme en la puta unas cuantas veces y comprobé que al cabo de unos días la mancha de humedad volvía a aparecer en el mismo sitio que la vez anterior. No hace falta ser muy listo para hacer la deducción: misma mancha, mismo sitio… mismo problema.
Así que tuve que llamar al fontanero que lo arregló la vez anterior y que es de mi pueblo del sur. El tío trabaja bien y ya me advirtió que esto podía volver a pasar porque la instalación de la bañera está hecha con el culo. Pero resulta que está haciendo una obra y no puede venir a mi casa. La crisis no es tan acuciante para algunos, según parece.
La conclusión de todo esto es que para no empeorar la situación, no puedo usar mi ducha hasta que lo arreglen. ¿Y cuando lo van a arreglar? Pues vaya usted a saber, porque la solución de mi madre cuando se lo he contado ha sido que mantenga la calma. Curiosamente, es complicado respirar hondo y decir ommmmm cuando la mancha húmeda de tu pared avanza hacia un enchufe. Es difícil estar tranquilo cuando tienes que lavarte en el bidé y cuando no dejas de pensar planes descabellados para lavarte la cabeza. Es muy chungo relajarse en ciertas situaciones. Por eso, una vez más, ser adulto es una mierda.
Supongo que algún día podrá venir el tipo a arreglarlo, tendré que volver a repintar la pared por cuarta vez, a frotar los azulejos nuevos, a rascar pegotes de cemento y a parchear el suelo cutremente. Y supongo que algún día, podré volver a ducharme en condiciones. O eso espero.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Prefiero

Copiando a Pimiento, que copió a Mandarica, que copió a nosequién... hago mi lista de "prefiero". Espero que os guste y os animéis a hacerla.

Prefiero la noche al día, el verano al invierno y el calor al frío.
Prefiero las siestas en el sofá y las noches en la cama.
Prefiero los gatos a los perros y los hámster a los conejos.
Prefiero los hombres rubios a los morenos y los altos a los bajos, pero prefiero a mi niño chico al resto de los hombres del mundo.
Prefiero el autobús al metro y las carreteras abiertas a los túneles.
Prefiero los yogures de soja a los normales.
Prefiero los zapatos o las sandalias a las botas y los tirantes a las mangas largas.
Prefiero las sábanas estampadas a las lisas, las camas grandes a las pequeñas y las almohadas blandas a las duras.
Prefiero recibir una carta a que me regalen flores.
Prefiero las fotos a los vídeos.
Prefiero planchar que barrer, fregar que barrer, limpiar el polvo que barrer… prefiero cualquier estúpida tarea de la casa que barrer.
Prefiero la montaña a la playa y el sur al norte.
Prefiero el pelo suelto al recogido y la cara lavada al exceso de maquillaje.
Prefiero las bragas a los tangas.
Prefiero elegir a que me impongan, prefiero discutir a callarme, prefiero decir la verdad a mentir y prefiero ser yo a fingir nada.

Y por cierto… prefiero que comentéis a que paséis por aquí sin decir ni mu…

lunes, 12 de noviembre de 2012

Madrid Arena, Ana Botella y cosas que me hacen enfadar

Como yo los sentimientos suelo expresarlos en forma de cabreo aunque no sean cabreo exactamente, voy a seguir con la estela despotricadora que traigo últimamente. Voy hasta a meterme en el farragoso mundo de la política, aunque no es un tema de ideologías, es de lógica. En este caso le toca recibir a una del PP, pero si hubiera sido del PSOE le hubiera dado la misma caña o más. Así que nadie se crea que me decanto por un lado. Que una sigue antipolítica y anarquista hasta la médula.
Hace ya algo más de una semana que ocurrió lo del Madrid Arena. Vayan por delante mis condolencias a las familias. La muerte de un adolescente siempre es una desgracia. La muerte de cuatro es una tragedia.
Ahora bien, yo la mayor parte de las veces que pasan cosas, me pregunto si yo era la única que las veía claras como el agua. Porque no creo que pueda ser tan lista. Y me resisto a creer que los políticos, la policía, los dirigentes, los responsables y el resto del universo no se enteren, o lo que es peor, que se enteren y se la pele por completo lo que pase. Me cuesta imaginarlos mirando por la ventana de su despacho y silbando como el que finge disimulo, mientras las vidas de su pueblo, de la gente que les ha votado está en riesgo.
Y es que era obvio que esto iba a pasar en cualquier momento. Hace muy pocos días, el 22 de septiembre para ser exactos, ya hubo una avalancha de gente en el Madrid Río que se saldó con 60 heridos. Pero no hubo muertos. Así que no cuenta, supongo. Debía haberse muerto alguien y lo mismo así habían empezado a pensarlo. Sesenta heridos no es nada. Aquí hace falta sangre, carnaza, muertos. Si no, lo pasamos por alto.
Y por supuesto, esta avalancha del Madrid Río no fue la primera. Un par de semanas antes estuvo mi amiga Pa en semejante sitio y me llamó al día siguiente para decirme que lo había pasado mal, que se había agobiado, que había tenido miedo y que aquello era muy peligroso. Pero naaaaaada… qué más da. Nadie hace nada. Dejemos que siga pasando. Luego hay muertos y nos llevamos las manos a la cabeza. Ay, cómo ha podido pasar. Y entonces sí, entonces todo son medidas, normas y cosas que se promueven a bombo y platillo para que se vea lo mucho que hacen los políticos por nosotros.
Pero insisto en que esto pasa cada fin de semana en ciertos sitios. Yo misma, que soy una rancia y sólo salgo de fiesta si me obligan, hace unos años viví una nochevieja de pesadilla en un sótano en la calle San Bernardino en el que nos habían metido como enlatados. Tardé un par de horas en irme a mi casa con nauseas, mareos y una ansiedad considerable. Y sé de muchas fiestas en las que se forma un follón importante, rozando o sobrepasando con demasiada frecuencia el límite de lo peligroso. Y quien dice fiestas dice conciertos, macrobotellones tolerados, firmas de discos, eventos deportivos y actos diversos. Son muchas las ocasiones a lo largo de cada mes que congregan a cientos o miles de personas en recintos poco o nada preparados para ello. Pero lo vemos como normal. En Madrid al menos estamos acostumbrados a los tumultos hasta el punto de que si un sitio no está lleno de gente, es que no mola. Si un concierto no rebosa gente, ha sido un fracaso. Necesitamos esa masificación sin ser del todo conscientes del peligro real que corremos. Yo soy una claustrofóbica absoluta y jamás me meteré en un jaleo de esos por gusto, pero quizás esta desgracia no sea la última. Porque los aforos se superan siempre en las fiestas. Siempre hay overbooking, se diga lo que se diga. Y porque la mayor parte de los sitios no están bien acondicionados. Y porque los de seguridad no son tal, son sólo gorilas con pinta de mafiosos y malas formas que se creen los amos de la noche y que no velan por la seguridad de nadie. Pero, según la señora alcaldesa de Madrid, a la que voy a poner tupida ahora mismo, la desgracia del Madrid Arena fue poco menos que culpa de los que estuvieron allí por no respetar los flujos de movimiento que debía haber habido dentro del recinto. O sea, por favor, mueran de forma ordenada. No vayan a amontonarse donde no deben.
Y ahora bien, ya he denunciado el hecho de que esto pasa cada dos por tres y nadie hace nada, nadie parecía saber nada, a nadie le importaba nada. Ahora me voy a cebar con la alcaldesa de Madrid. Porque me da vergüenza, pero vergüenza absoluta que esa tía represente nada de mi ciudad. Lo primero es que esta mujer ha ido trepando en el PP por la excelente razón de ser la mujer de Aznar. Grandes credenciales las suyas. A fuerza de explotar el asunto llegó a concejala. Se hizo la picha un lío tratando de explicar sus razones contra el matrimonio gay con peras y manzanas. Y ahí, dale que te pego a medrar hasta que por fin, le sonó la flauta cuando Gallardón, el alcalde electo en Madrid tuvo que dejar su puesto para tomar la cartera del ministerio de justicia cuando Marianico el re-corto subió al poder. O sea, señora, que usted no es alcaldesa por votación popular. Ha sido puesta ahí a dedo. Cosa que en Madrid ocurre con una impunidad absoluta, porque el presidente de la Comunidad tampoco es el que se votó. Se eligió a Esperanza Aguirre, pero ahora va y se pira y nos ponen a otro que no lo conoce ni su padre. ¿Y quién se queja? ¿Quién dice algo? Porque ahora tenemos una alcaldesa y un presidente que no han sido elegidos democráticamente, si no puestos ahí porque sí, repito: a dedo. Y es que, señores del PP, sigue gobernando el mismo partido, pero no el mismo candidato que se decidió si votar o no. Y no es lo mismo. Cuando uno vota a un candidato, es por algo. Déjennos elegir. Y si ese elegido se va, dennos la oportunidad de volver a decidir quien nos gobierna. No nos lo impongan aún más de lo necesario. Que esto ya es cachondeito.
Pero bueno, ahí está la señora Botella con su más que dudosa subida al poder. Y por primera vez ocurre algo realmente serio en Madrid desde que ella está ahí. Porque hasta ahora, sí, heridos, problemas, huelgas, paros, violencia callejera, agresiones policiales, revueltas en el congreso… nimiedades. Repito, aquí o muertos o nada, a juzgar porque nunca ha se ha presentado a dar la cara ante ninguna circunstancia. Y esta vez, por fin se la pintaban calva para ganarse mínimamente el respeto de unos ciudadanos a los que representa injustamente.  Podía haber salido a dar explicaciones. Haberse acercado al lugar de los hechos. Haber hablado con las familias. Haber demostrado que está para servir al pueblo. Que no eres señora ni soberana, estás a nuestro servicio, Ana Botella. Que es algo que los políticos no les entra en la cabeza. Que no son señores feudales paseándose por sus tierras y mangoneando a sus súbditos. Que están para velar y proteger al ciudadano. Que no son jefes, son nuestros empleados. Que les hemos puesto ahí y deberíamos poder quitarles. Que no ven que nos están empujando a montar una revolución y poner una guillotina en la plaza pública. Pero no. A esta sinvergüenza apenas se le ha visto el pelo hasta una semana después, que ha aparecido con una altanería despreciable y con una estúpida y desafiante sonrisa que con gusto le habría borrado de un sopapo. Y nos dice, con todo su coño, que hacerse un viaje a Portugal a un spa de lujo en los días de la tragedia no es asunto nuestro porque pertenece a su vida privada. Y que ella piensa en sus problemas y trabaja mucho esté donde esté. Aunque sea remozándose en barros o recibiendo masajes o lo que quiera que hiciera en el spa junto a su señor marido el del bigote. Y respetuosamente, señora Botella, se podía haber ido usted a tomar por el culo. Mientras había tres niñas muertas, una agonizante que finalmente falleció y un buen montón de heridos, usted debía haber estado al pie del cañón. Y si tenía un viaje reservado, se jode. Porque ese es su trabajo altamente remunerado. Porque para eso está ahí en un puesto que ni siquiera se ha ganado. Y me repatea las tripas ese “NO” asqueroso y arrogante que suelta con su sonrisa de imbécil cuando le preguntan si ha pensado en dimitir. Es difícil ver las imágenes de la rueda de prensa y no sentir como mínimo, indignación, aunque en mi caso, asco es poco para describir lo que siento.
Así que, me va a permitir, que use las palabras que hicieron famoso a su marido y las utilice en su contra, pero váyase, señora Botella, váyase. Y añado yo, váyase, pero a la mierda. Y no hace falta ni que vuelva, oiga.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Hace unos meses dije que hacerse adulto es un asco. Y no es la primera vez que lo digo. Ni la última, posiblemente. Algunos de lo que me leéis sois mayores que yo, así que ya lo sabéis. Los que sois más jóvenes, os advierto: hacerse adulto es un asco.

Cuando dije eso, mi yaya se había puesto pachucha y le llevamos al hospital. Resulta que tiene un problema de tiroides que ha empeorado mucho y tienen que operarla. Hoy el médico nos ha dado malas noticias. Al parecer las cosas están peor de lo que pensábamos y aunque hay que operarla de todos modos, no nos dan muchas posibilidades.
Suelo ser optimista. Suelo creer que la ley de Murphy está para saltársela a la torera y que las cosas pueden salir bien. Pero también soy realista y sé que esto no pinta demasiado bien. Y estoy asustada. Cuando de pequeña soñaba con ser mayor no contaba con que los años pasan para todos. No imaginaba que mis padres y mis abuelos se harían muy mayores. No contaba con que enfermarían o, en el peor de los casos, morirían. No contaba con que mi diminuta familia se podría reducir aún más. No contaba con el asco que da a veces ser adulto.

No sé lo que podré o querré escribir en las próximas semanas. Quizás me apetezca desahogarme, o pensar en otras cosas. Quizás escriba todo lo que vaya pasando. Quizás escriba de otras cosas sólo por despejarme. Quizás no me apetezca nada y no escriba. Mientras tanto, deseadnos buena suerte, rezad si sois creyentes o cruzad los dedos si sois ateos. Espero poder contaros buenas noticias pronto. Ojalá sea así.

domingo, 4 de noviembre de 2012

bad hair, bad idea... bad todo

Como ahora mola mucho decir las cosas en inglés para que parezcan más guays, el otro día leí en una revista qué puedes hacer cuando tienes un “bad hair day”. Consejos absurdos para tratar de disimular los malos pelos, vaya. Porque eso del “bad hair day” no es ni más ni menos que lo que se conoce por un día de esos que tienes una maraña en la cabeza que parece un estropajo viejo y no hay manera de apañarlo. Supongo que todo el mundo puede tener un día de esos. Que te levantas y no sabes si peinarte, ponerte un gorro o esquilarte como una oveja. Lo chungo del asunto es cuando ese “bad hair day” se convierte en “bad hair week” o “month” o cuando no te acuerdas de cuanto hace que no tienes un “good hair day”.
Pues en ese plan estoy yo. Últimamente no me apaño a peinarme ni por error y llevo unos pelos de loca al estilo de mi foto de perfil. El caso es que este verano me dio por rayarme un poco con el asunto y pensé en cortármelo en otoño. Total, llevo más de media vida con el pelo largo. Exceptuando el infame corte de los quince años, siempre he llevado una melena estupenda. Y en el peor de los casos, me crece rápido y soy lo bastante joven como para dejar que me crezca de nuevo. Así que me convencí a mí misma con estos argumentos y decidí meter tijera. Hasta que llegó mi amigo Gordito y me dijo que se casaba en abril. Mierda. Crisis total. Y es que a mí no me gustan las bodas… pero si voy con el pelo corto, si al final no me queeda bien o si no puedo hacerme el peinado que quiera, ya sí que me puede dar algo. Así que decidí que no era un buen momento y que esperaría a después de la susodicha boda. Pero eso son muchos meses de “bad hair” de los cojones.
Y volví a pensar en una solución para mi problema (empiezo a creer que me sobra tiempo para pensar en chorradas y creer que son problemas reales, por cierto). Y al final llegué a la conclusión de que unas mechas californianas de esas que se llevan ahora molarían, me darían otro aire y no tendría que cortármelo. Además, como se dan en degradado, no me tendría que estar tiñendo raíces ni mierdas de esas y podría cortarme las puntas decoloradas tras el bodorrio.
Y oyes, tan contenta estaba con mi idea, que se lo conté a mi madre. Error. Craso error.

-         … pues sabes mami… estoy pensando en hacerme unas mechas californianas…
-         ¿y eso qué es? ¿eso que se lleva ahora que vas con la raíz como las guarras que no se tiñen?
-         Eh… no… o sí… bueno, el tema es dejar más oscuro el pelo por arriba y las puntas más claras.
-         Ojito, nena, que el pelo oscuro envejece mucho.
-         Yo no tengo el pelo oscuro yo sólo me haría… espera, ¿qué es eso de que envejece? ¿tan mal estoy?

Me mira y medita un momento la respuesta haciéndome pensar que estoy hecha un adefesio.

-         ¿¿¿Mamá???
-         ¿No habías dicho que te lo ibas a cortar?
-         Sí, pero es la boda del Gordito y no quiero ir con algo que quizás no me quede bien…
-         ¿Y precisamente quieres oscurecerte el pelo cuando vas a cumplir los 30, vas a ir de boda con todos tus amigos y teniendo un chico más joven que tú? Me parece una mala idea.

¿Podría sonar peor? ¿Podría una madre decirte algo peor que eso mientras tú estás en estado de crisis por cumplir los 30, por tener el pelo en modo mierdoso, porque se casa el primero de tu grupo de amigos de Madrid y por tener encima un novio demasiado joven y demasiado guapo? Pues sí. Mi madre puede:

-         Porque el chavalito ese que tiene… 25, ¿no?
-         Más o menos.
-         ¿Más o menos? ¿¿Qué significa eso?? ¿tiene menos de 25?
-         Muegggg…
-         ¿Eso es que sí? ¿o es que no? ¿Qué pasa? ¿es muy niño?
-         Mueggg…
-         Cuando no usas palabras es que no quieres contestarme. Y si no quieres contestarme es por algo. Pero vamos que tú verás lo que haces. – empiezo a temerme una charla materna. – pero mira, yo sólo lo digo. Y lo digo porque te conozco y porque sé mejor que nadie lo que es bueno para ti y lo que no. – aquí viene el rollo maternal, fijo. - No te oscurezcas el pelo, nena. -o quizás no...- Y sobre todo… no te hagas mechas de guarra. Hazte reflejos de esos que te hiciste una vez y te quedaron genial. Pero mechas de guarra no, hija, de esas no.

Conclusión del asunto: aún tengo por delante una racha de bad hair de aquí a navidades para pensarme si quiero contradecir a mi madre, hacerme mechas de guarra y envejecer aún más hasta parecer la abuela del Niño Chico y salir como el culo en las fotos del bodorrio del año. Eso, o un día se me va la pinza y me rapo al cero, en serio.