A ver, o yo soy un bicho raro o a la gente le van cosas
sexuales de lo más absurdas. Que yo no me meto con nadie, ojo. Por mí como si
en la intimidad de tu hogar te gusta poner velas aromáticas, darte un relajante
baño de sales y meterte una enorme calabaza por el culo. Mientras no violes, no
dañes y no fuerces a nadie, haz lo que te venga en gana.
Ahora bien, que a mí me la traiga floja todo lo que hace el
resto del mundo no significa que siempre lo comprenda. Hay veces que no, que
no, que no lo entiendo aunque me esfuerce.
Una de las cosas que me estresan bastante es esta moda de los
lubricantes de “sabores”. Que no sé yo para qué sirven, porque en las zonas
bajas no se tienen papilas gustativas en ninguno de los dos casos. Y está el
listillo de turno “mujer, son para juegos y para hacer cosas con la lengua”. Mira,
no. Si quieres hacer sexo oral, hazlo y no uses mejunjes. Que sobra ahí tanto
pringue que además huela a piña. Y si no te gusta el sabor de algo, no lo
chupes, así de fácil, no trates de enmascararlo con cochinadas químicas. Que es
como echar ketchup a las judías verdes para ver si así pasan y te las puedes
comer. Mira, no, no fuerces. Si te gusta te lo comes y si no, pues déjalo, pero
no guarrees, joder.
Esto me recuerda a la vergonzosa historia de una amiga (cuya
identidad mantendré oculta) que le echó medio bote de leche condensada en el
pene a su novio. ¿Resultado? Se empachó, se pringó hasta las cejas y él terminó
restregándose con fairy porque los pelos se hicieron un pegote y no había forma
de quitarlo. Una odisea sin final feliz. (Igual un día debería hacer una
recopilación de las aventuras sexuales patéticas de mis amigos. O escribir un
libro, uno tamaño Ken Follet pero más entretenido. O algo. Tendría que pensar
sobre ello, pero me resulta muy desagradable.)
En fin, volvamos al asunto. Que conste que aunque no soy
partidaria personal de los lubricantes, puedo entender que haya casos en los
que sean necesarios. Pero para eso los hay neutros, que no huelen y no saben y
hacen la función que tienen que hacer y punto.
Últimamente mi paciencia se ha colmado con un par de
anuncios que he visto de una conocida marca de preservativos que tiene una
amplia gama de lubricantes de sabores y colores. Toda una psicodelia sexual
para prácticas avanzadas que al parecer una humilde servidora desconoce. Y como
guinda del pastel han sacado una nueva chorrada que es un dúo de lubricantes con efecto calor para ella y efecto frío para él.
Esto me confunde y me trastorna, os lo juro. Primero y
principal porque si juntas frío con calor, queda tibio, que ni lo uno ni lo
otro ni sí ni no ni todo lo contrario. Y lo anuncian tal cual, “efecto calor
para ella, efecto frío para él”. O sea, que cuando los juntas se da el mágico y
alucinante efecto “templao” para los dos. Suena apasionante
de cojones.
Además se me generan dudas, porque no sé qué hará la gente,
de verdad, pero ¿para qué quiero yo ese efecto calor? ¿Acaso voy a asar
pimientos en el chumino? Oiga, que una tiene una temperatura corporal de lo más
correcta, no me hace falta un volcán uterino capaz de convertirme en un
microondas humano.
Y lo mejor de todo, el efecto frío para él. ¿Por qué? No, en
serio, ¿¿POR QUÉ?? ¿Qué extraño morbo puede dar una picha fría como un témpano,
al estilo del vampiro de la famosa saga? ¿Por qué voy a querer que alguien me
meta una cosa refrescante que no sé si me recuerda a un calipo o a un artilugio
pringado en vicks vaporub? ¿Es acaso para contrarrestar el ardoroso efecto de
mi gel? En tal caso, ¿para qué me lo he untado y ahora tengo el chumi echando
humo si viene el bombero, manguera fresca en ristre? No comprendo nada.
Y habrá quien diga que igual es para usarlos por separado,
él con su frío y yo con mi calor, pero es
que no sé, igual llevo todos estos años haciéndolo todo mal, pero juraría que
el plan es que mi parte supuestamente calentada entre en contacto con su parte
supuestamente enfriada, logrando finalmente el mencionado efecto templado y pringoso
que tan poco erotismo me sugiere.
Así que no sé, cuando veo estas cosas siempre me pregunto si
es que yo soy una sosa en la cama y me creo que lo estoy haciendo bien cuando
en realidad me estoy perdiendo un mundo de posibilidades fantásticas con
cambios de temperatura y olor a frambuesa del desierto, pero joder, me sobra
tanta pompa. Yo sólo necesito un hombre que me guste, unos besos, unas
caricias, unas risas, un poco de jugueteo, unos mordiscos y quizás unas
palabras susurradas al oído. No me hace falta untarme de potingues, con el
asquito que me dan a mí los pringues. No me hace falta chupar parafinas con
olores exóticos y sabores dulzones y artificiales. No me hace falta ponerme el
chichi a punto de ebullición y desde luego, no me hace falta una minga que
irradie frescor alpino.
Lo dicho, que debo ser muy rara, ahí disfrutando del sexo
natural como un animal primitivo, que no entiendo de avances, ni de modas, ni
de cosas sofisticadas y “cuquis” (como me da por el culo esa palabra, oye) ni
de nada. Que parezco un primate o algo, que no me entretengo en artificios ni necesito
gastar ingentes cantidades de dinero en absurdos y follo ahí, a lo loco, sin
que ninguna gran empresa me explique qué productos necesito para disfrutar de
verdad. Qué ignorante que soy, de verdad. Yo pensando que me gustaba el sexo y
resulta que no.
Joder con la tontería, hombreyaaaaa.