Sabía que no debía hacerme amiga de
un poli. Lo sabía. Porque claro, conoces a uno, es majo, te
encariñas un poco y le das una oportunidad. Venga, vamos a ser
amigos a pesar de que seas lo que eres. Y entonces los demás lo
saben. Como las avispas, que si matas una vienen cincuenta a vengar
su muerte y al final es peor. Se comunican con sus walkie-talkies
esos de policía o lo que sea que usen. Y cuando los demás saben que
eres una presa fácil, que estás debilitada, empiezan a acorralarte
para ser también tus amigos y llenar tu vida de orden y ley y
uniformes todas esas mierdas suyas.
Primero fue mi amigo el poli. Y bueno,
me caía bien y cuando me enteré de que realmente era policía ya
era muy tarde para ser antipática con él.
Luego el memo de mi excompañero de
insti que pretendió ligar conmigo. Me ha escrito un par de veces más
por whatsupp y me pone nerviosa porque usa un montón de emoticonos
que no sé interpretar. Es algo tipo “Hola, qué tal?” *carita
sonriente, guiño, guiño con lengua fuera, risa con un ojo más
grande que otro, guiño y lengua.* Y yo pienso “pero ¿qué le pasa
a este hombre? ¿a qué tanta mueca? ¿tendrá un tic? ¿síndrome de
Tourette? ¿Le estará dando un ictus? ¿Hay un médico en la sala?
Call nine-one-one!”
Total, que era todo muy complicado y
decidí no ser su amiga, más que nada porque no lo hemos sido nunca
y tanto emoticono por palabra me confunde.
Y entonces llegó otro policía. Otro
que en dos miniconversaciones por whatsupp ya ha conseguido sacarme
de quicio unas veinte veces.
El caso es que estaba yo trabajando y
en el vado de la puerta para poner las furgonetas de la ruta y que
los abuelos suban y bajen había aparcado algún gilipollas
desaprensivo. Porque a ver, es gente en silla de ruedas, con muletas,
enferma y en el mejor de los casos, muy mayor. ¿Para qué coño
pones tu puto coche ahí durante horas? Total, que llamamos a la
poli. Le multaron, se fueron y el coche seguía ahí. Volvimos a
llamar, volvieron a multar, volvieron a irse. Obviamente, el coche
seguía ahí. Llamamos OTRA VEZ ya más cabreados. Y por fin vino uno
que llamó a la grúa.
Yo estaba a mis cosas cuando entró la
directora y me dijo que estaba dando una información del centro al
policía en cuestión y que iba a darle mi tarjeta por si necesitaba
ayuda con servicios sociales o información o algo. Francamente, no
le hice ni puñetero caso porque acababa de llegar del hospital de
ver a mi usuario, iba a recoger unos papeles y me quería largar
cuanto antes.
Unos diez minutos más tarde conseguí
salir para irme a mi casa cuando un policía municipal, con su unirme
y sus gafas de sol y todo se me pone delante y me llama por mi
nombre.
Perdona, ¿eres Naar?
No... ¿Naar? ¿qué Naar? Yo
soy... señora de incógnito.
Ah, es que me ha dado una
compañera tuya una tarjeta y me ha dicho que la trabajadora
social...
¡¡Vale!! lo confieso, soy yo,
soy Naar. ¡Deja de interrogarme!
El tipo parecía majo, pero yo ya
conozco esa estrategia. A mí no me engañan más. Que huy, qué
simpático y amable que soy... ¡que no me la das, que eres policía!
Y mientras yo no dejaba de mirar mi coche aparcado en una zona de
carga de y descarga (debo decir en mi defensa que eran las dos menos
diez y la zona sólo es de carga y descarga hasta las dos), el tipo
me contaba su vida. Que si su abuela, su tía y la madre que parió a
panete. Y yo “ahá, ahá, comprendo (mirada de reojo a mi coche
aparcado en descarga) claro que te escucho, ahá, ahá”. Pensé que
me estaba librando cuando me dice:
¿Este móvil de la tarjeta es el
tuyo?
¡No es mío, es de la empresa!
¡Lo juro, no lo he robado!
No, es por si puedo preguntarte
alguna duda cuando vaya a servicios sociales.
Ah, sí, claro.
¿Y tienes whatsupp?
Sí, pero sólo para cosas
legales, lo prometo.
Bueno, ya te diré algo, no te
entretengo que tendrás prisa.
No, es que tengo el coche aparcado
en carga y descarga. - mierda, ya la he liado – Pero han sido
cinco minutos, de verdad. Y ya me iba. Por favor, no me multes. Te
puedo ayudar en las gestiones si no me multas. Lo he dejado ahí
porque tenía prisa. - sólo hay una forma de salir de esto. - O
sea, prisa... es que llevo un cadáver en el maletero y tengo miedo
de que los perros lo huelan y descubran el alijo de drogas de los
bajos.
El tipo se echó a reír. ¡Mira, un
policía con sentido del humor, corre, pide un deseo!
Me dijo que ya me escribiría y me
diría algo. Como tengo que ser buena empleada y tratar de conseguir
nuevos usuarios le dije que vale y me fui a mi casa. Al rato me
escribió para decirme que era el policía Fulánez. Que al parecer
no tiene nombre, sólo apellido, como los policías de bien. Y que si
me ponían una multa, se lo dijera, y que jaja, cara con guiño y
lengua fuera. Vaya por dios, otro que sufre ictus y trata de
comunicarlo con emoticonos. Eso, o es una jerga policial que yo no
comprendo, porque empiezo a ver un patrón aquí.
Al día siguiente me escribe de nuevo y
me dice que ya tiene la cita en servicios sociales. Bien, has sido
capaz de marcar un número y pedir una cita. España está orgullosa
de tu efectividad. Y que si al final me ponían una multa le avisara,
guiño, guiño, lengua fuera. En serio, que alguien me lo explique.
Al otro día me volvió a escribir. Que
tenía una duda con la ayuda al cuidador y el cheque servicios. Le
dije que iba a dar una charla sobre esos temas en mi centro, que
viniera a verla y a informarse. Y me dice que vale pero añade:
Aunque no sé, me das un poco de
miedo, al fin y al cabo, eres una delincuente.
????
Por lo del cadáver en el maletero
y tal. - jajaja, guiño, risa con un ojo más grande que otro. -
aunque te estoy encubriendo.
Ah, jeje, vale. No te preocupes,
no soy peligrosa.
Y aquí viene lo bueno, me preguntó si
llevaba armas. A ver, me lo dice un tipo que pasa sus días con una
puta pistola, una puta porra y unas putas esposas en la cintura. Así
que le dije “menos que tú, a ver quién es el que es más
peligroso”. Según lo dije me arrepentí. El sentido del humor de
los policías es delicado. Sin embargo el policía Fulánez volvió a
reírse y a sacar la lengua. En serio, qué problema tiene esta gente
con las muecas extrañas. Y me dice que a ver si me va a tener que
cachear. ¿Perdona? ¡¡¿¿PERDONA??!! Que cacheo ni qué cadáver
en el maletero. Oiga, que yo aparqué cinco minutos en una zona de
carga y descarga, no creo que me merezca este suplicio. Y váyase a
ligar con otra a la que le gusten los uniformes y las cosas raras.
Déjeme señor policía, que crecí al grito de “agua, agua” y
pasé mis años universitarios diciendo eso de “mucha policía,
poca diversión”. Déjeme, que me pongo nerviosa y digo tonterías
y cualquier día de estos me pongo a usar emoticonos sin sentido y la
gente va a creer que estoy sufriendo un derrame cerebral.
Se lo he contado a la directora. Se ha
reído y me ha dicho que sea amable para ver si conseguimos que
traiga a su abuela. O sea que ahora soy una presunta delincuente y
puta en potencia que no sabe descifrar los emoticonos de la policía.
Mi vida mejora por momentos.