miércoles, 29 de octubre de 2014

El poli bueno

Me he hecho amiga de un poli. ¡¡De un poli!! Nacional, para más datos. Porque los municipales son como medio polis, pero no impresionan tanto. Son los pringados de los polis. (Madre mía, espero que no haya ningún munipa leyéndome)
El caso es que cuando me lo presentaron no sabía que era policía. Era una fiesta de rugby y ya se sabe lo que pasa en esas fiestas. Y si no lo sabéis, pues os recomiendo ir a una. Luego nos pusimos a hablar y pues bueno, me lo dijo, pero lo ignoré un poco. A mí el trabajo de la gente es algo que me da bastante igual. Y además me lo estaba pasando bomba con él, así que no me terminé de tomar en serio que fuera un madero. En parte, quizás porque casi nunca nos topamos con la policía en momentos agradables. Obviamente uno no marca el 091 para decir, “oye, que va todo bien y que sólo les llamo para informarles de lo a gusto que estoy”. No. Más bien uno llama cuando pasan cosas chungas. Y eso crea una asociación de ideas negativa. Eso, y que una vez un policía me dijo que me iba a detener por desacato por insinuarle que si se iba a desnudar o algo. Y ni siquiera se sacó la porra. Un rollo patatero de tío. Como este chaval era de lo más divertido y le gustaba Loquillo, pues pasé del asunto de que a diario se vista de azul.
Luego le di el blog. Y empezó a venir a leerme. Y hablamos algunos días por wasap. Y luego nos tomamos una cocacola el sábado porque tenía que pedirle un favor. Favor de policía. Y no de esos en los que se arrancan los pantalones de velcro, si no un favor un poco más burocrático.
Hoy he ido a comisaría para que me echara una mano con una denuncia, porque hace tiempo que me intentaron robar el coche y me apalancaron la puerta y ahora no cierra bien y está descolgada y la cerradura no funciona y el seguro pasa de mí sin denuncia, y… y… mal todo. El caso, que he ido a comisaría. Y claro, estaba él ahí, vestido de poli. Pero de poli de verdad, con pistola y la toda la hostia.
El caso es que supongo que sigue siendo el mismo, que el hábito no hace al monje. Pero me resulta raro. Siento que estamos a distintos lados de una línea difusa. Y no porque yo me pase la vida haciendo cosas ilegales (que no es el caso, señor agente, se lo juro)  si no por el mero hecho de que a mí la autoridad en sí misma me da repelús. Y que hacerla cumplir por la fuerza me da sarpullido. Y que yo, como trabajadora social en muchos momentos empatizo mucho con el bando opuesto.
Sin embargo, sigo siendo amiga suya. Me gusta mucho la persona que hay detrás de la placa. Así que le he llevado bollitos de chocolate para agradecer el favor y espero que no se entiendan como soborno o tráfico de influencias de esas. Sólo eran humildes bollitos. Y tengo que reconocer que joder, está guapo de uniforme. Y que debe ser un buen policía porque se suponen que estan para ayudar al ciudadano y aunque él no lo sepa, la noche nos conocimos me ayudó mucho. Esa noche él me provocó la risa que me salvó de un naufragio. Y porque gracias a él y a Loquillo di un paso al frente que era necesario dar desde hacía tiempo.

Así que, por todas las veces que he despotricado de la pasma y de las cosas chungas que hacen (que sigo pensando que todo no está bien), el karma me ha mandado un amigo policía nacional cojonudo. Ains, qué puñetera vida esta… 

domingo, 26 de octubre de 2014

Mis amigos y los planes

Quiero a mis amigos. Mucho, de verdad. Pero tienen una tendencia terrible a los planes cutres e incluso ridículos y absurdos.
No sé por qué, organizar algo con ellos roza lo imposible. Aún recuerdo los nueve meses que estuvimos tratando de preparar la despedida de soltero del Gordito para al final, no hacer nada más que una cena en un sitio encontrado a última hora. Y eso después de discutir, dejarnos de hablar, mandarnos mails enfurecidos y crear diverosos grupos de facebook y de wasap. Total, una pesadilla para nada.
También se recuerda la vez que unos cuantos fueron a hacer puenting. Y Bombita quedó en tierra porque nadie preguntó si había límite de peso para hacerlo… y él pesaba 50 kilos más de lo permitido. Y eso sin hablar de cuando Rachel organizó el descenso del río en piragua y más de la mitad del tiempo se invirtió en meter a Gordito y al mismo Bombita en sendos trajes de neopreno mientras el dueño se tiraba de los pelos dándolos por perdidos.
En fin, podría seguir con la lista de planes fracasados, abortados o que simplemente salieron regular. Desde luego siempre puedes recurrir a uno de nuestros míticos bares de apoyar un codo en la barra y empinar el otro con cañas y tapas. Que no está mal, pero yo qué sé, a veces quiere uno hacer algo diferente o especial. Y si algo he aprendido de la experiencia de más de una década con ellos haciendo planes, es que hay que dárselo mascadito. En plan fechas, horas y precio cerrado. Porque el gran problema es que nadie tenemos mucho tiempo ni mucho don para la organización.

El otro día me puse a buscar cosas para futuros planes. Hay un par de cumpleaños redondos a la vista y alguna que otra posible celebración. Como yo también necesito que me den las cosas fáciles, encontré este sitio al que seguro que voy a recurrir para alguna de las celebraciones futuras. El tema del paintball siempre me ha parecido super divertido y en este sitio ofrecen un montón de escenarios y la posiblidad de hacer barbacoa para pasar el día con unos precios muy asequibles... y aquí cerca, que mis amigos son muy de irse al quinto pino para nada. Así que espero que tengan trajes para mis gordos porque a la próxima, nos armamos estilo Rambo y nos quitamos el estrés a bolazos de pintura. Me voy a desquitar por todos los planes absurdos y todas las peleas, por todas las veces que hemos estado meses tratando de hacer algo diferente y al final por falta de organización hemos terminado en el bar cutre de la esquina. 

jueves, 23 de octubre de 2014

super poderes

Tengo la teoría de que todo el mundo tenemos un super poder. Claro, que no me refiero a cosas como las de los tebeos, en plan volar o superfuerza o rayos X o tal… me refiero a cosas cutres y vulgares, pero que no tienen los demás. O sea, un super poder de mierda, pero un super poder al fin y al cabo.
Ejemplo: mi madre tiene el super poder de sacar cosas de los tubos agotados. Tú crees que ya no queda crema de manos en el bote y los has estujado hasta la saciedad. Bueno, pues va mi madre y tiene crema para tres semanas. Y eso sin hablar de la pasta de dientes. Yo aprieto el tubo, lo estrangulo, lo retuerzo, lo muerdo, lo pongo debajo de la rueda de un tractor y nada, no queda. Bueno, pues viene mi madre y saca para cepillarse los dientes cada noche durante un mes. Yo no me lo explico.
El problema es que desde que vivo sola tengo la constante impresión de estar malgastando cada vez que tiro un tubo “vacío”.
El otro día pensaba en cuál sería mi super poder mientras trataba de meterme en unos pantalones ajustados. Porque me dio por imaginarme a superman dando saltitos rídiculos para ponerse las mallas tal y como yo estaba haciendo ante la atónita mirada de Ron. Y qué queréis que os diga, como que pierde mucho encanto de super héroe. Eso podría explicar que se ponga los calzoncillos por fuera, claro. Porque una vez que has conseguido embutirte en las mallas a ver quién es el guapo que se las quita por haberse olvidado de los gayumbos. Pues oye, por fuera y ya está, hala, se acabó.

El caso es que como de costumbre, gracias a esta mente caótica mía, me fui por las ramas y al final no averigüé cuál era mi super poder. Pero conseguí meterme en los pantalones. Y con las bragas por dentro y todo. Todo un triunfo. Soy más lista que supermán. Ja.  

jueves, 16 de octubre de 2014

Escorts

Tengo un amigo que siempre dice que si fuera mujer se metería a prostituta. Por más que trato de hacerle entender que  no es tan fácil ni tan sumamente lucrativo como puede parecer, él no entra en razón. Siempre repite lo de “¡¡pero que te pagan por tener sexo!! Y mucho además.” Le tengo dicho que él lo que quiere es ser escort. Que viene a ser lo mismo pero de más alto nivel y en inglés, que siempre suena mejor.
El caso es que lo repite tanto, que hace poco me puse a investigar un poco el tema y llegué a este portal de anuncios de prostitución. Como trabajadora social mi experiencia con el mundo de la prostitución ha sido siempre con la parte más sórdida y marginal del asunto, con mujeres explotadas, traídas de otros paises bajo falsas promesas, metidas en el mundo de la droga o empujadas a esa vida por no tener otra opción. Pero es verdad que hay otra cara de la moneda, que hay mujeres que deciden libremente poner precio a su cuerpo y a sus servicios. Y siempre que sea una decisión libre, no me parece mal. Cada uno es dueño de su vida y decide cómo quiere vivirla. Como ejemplo, encontré el caso de esta chica, que lo explica bien claro.
La verdad es que mi investigación me ha enseñado cosas de lo más interesantes. Ellos mismos han publicado un estudio con datos interesantes y curiosos que podéis ver pinchando aquí. Como que no sé si por la crisis o por qué, pero hay muchas mujeres que deciden ser escorts. Algunas durante todo el día y otras lo son digamos “a tiempo parcial”, siendo estudiantes o teniendo otros trabajos y haciendo esto para conseguir unos ingresos extra. Y visto lo visto, no son pocos. Según algunas encuestas, la mayor parte de las escort gana entre 4.000 y 5.000 euros al mes. Y eso que aseguran que ganan menos que el año pasado. Al parecer el nivel adquisitivo de todo el mundo ha bajado y la cosa está mal en todos los sectores. Y obviamente, si los clientes ganan menos, tienen menos dinero para sus servicios.
Un dato curioso es que ellas mismas dicen que la hora de más ajetreo es cuando los clientes salen de trabajar, especialmente los lunes. Supongo que para quitarse el mal sabor de boca que deja el comienzo de semana. Lo malo es que con tantísimo paro, ahora tienen menos clientes que salgan de trabajar, simplemente porque no tienen trabajo al que ir.
A estas alturas de mis nuevos conocimientos, vuelvo a acordarme de mi amigo. Porque él se cree que ser prostituta es poco menos que recibir clientes guapos y educados que te hacen disfrutar con sus artes amatorias. Sin embargo, me temo que no sea así, que aún está vigente la idea de que si pagas por sexo, aprovechas para pedir cosas que no te darían las mujeres “normales”. Cosas que van desde sexo oral hasta extrañas depravaciones como oler condones usados, asuntos escatológicos o tipos que quieren beberse su propio semen o adorar tu culo como si fuera el mismísimo dios Sol. No sé si hay dinero que pague estas cosas. Y eso contando con que, como cualquier autónomo, hay que aprovechar los días buenos y no desperdiciar clientes, así que hay muchas que aseguran tener diez o más al día. Supongo que esto es lo de ganarte el sueldo con el sudor de tu frente… o de donde sea. Pero vaya que si lo sudan. Al menos lo ahorrarán en gimnasio.

En fin, me parece que mi amigo ha visto Pretty Woman más veces que yo y no entiende que el perfil de cliente se parece más al personaje de Torrente que a Richard Gere. 

domingo, 12 de octubre de 2014

abrazando bichos

Cuando estoy angustiada, cocino. No sé por qué, porque luego no como, pero cocino y luego lo reparto.
Cuando estoy triste, me abrazo a los animales. Generalmente al gato, pero si tengo acceso a más, mejor todavía. Abrazar animales calma mi dolor por segundos.
Ayer en la capea no podía cocinar, obviamente. Así que me dediqué a abrazar bichos. Toqué el morrito suave a todos los caballos que había, que por cierto eran muchos. Uno me frotó la cabeza en el brazo y me recordó a Ron cuando busca cariños. Sólo que en tamaño gigante, claro. Y les dí de comer melón. Lo admito, mangué un plato de trocitos de melón de la mesa y se lo llevé a los caballos. Y me comieron de la mano, pasando esos labios suaves por mis palmas. Me encantan los caballos, de pequeña iba a montar y me sentía libre galopando. Ojalá tuviera dinero para seguir haciéndolo de vez en cuando.
 Luego encontré un corderito muy pequeño metido en una especie de cuadra. Y lo cogí en brazos. Porque sí, porque quiero. Porque mis amigos van con sus novios o sus mujeres, pero yo abrazo ovejitas. El corderito me metía la cabeza en el cuello y se acurrucaba. Y si le acercaba un dedo, creía que era la tetilla de la madre y lo succionaba. Yo me reía y lo achuchaba. Los animales me hacen feliz. Y creo que ellos son bastante felices conmigo.  
Hasta la perra de Bombita se me acerca. La recogió de un refugio y la pobre había sido maltratada, así que aún se asusta un poco de la gente. Pero a mí desde el primer día se me acerca y me pone la cabeza en la mano, yo le acaricio con la otra y ella mueve muy tímidamente el rabo, aún entre las patas. La pobre, con lo guapísima y lo buena que es, cómo algún gilipollas pudo pegarla. Son cosas que no concibo. A ella le dí unos trocitos de panceta.
También toqué un toro. Estaba amaestrado, el dueño me contó que la madre murió en el parto y lo habían criado a biberón, así que era completamente manso. Le toqué la testuz ante el asombro de mis amigos. Qué animal tan hermoso, tampoco entiendo que ningún gilipollas quiera liarse a espadazos con él y tener el morro de decir que es arte. El toro me miraba, plantado con sus cuatrocientos kilos negros zaínos delante de mí. Y yo le pasaba las uñas pintadas de rojo por la frente de pelo arremolinado.
A veces quiero pensar que si llego a vieja cumpliré el sueño de ser una loca del coño que recoja animales y viva a su bola, con todos los gatos, los perros, las gallinas, los conejos y demás bichos que pueda recoger. Y una cabra. Y un burro. Y desde ayer empiezo a pensar que una oveja. Aunque sea el único de todos los putos sueños que llegue a cumplir. Aunque tenga que esperar a vieja para sentir que mi vida sirve para algo. Aunque ni en ese momento sea comprendida. Pero seré feliz porque cada día abrazaré a mis animales. Y el resto, cada vez importará menos.


sábado, 11 de octubre de 2014

capea again

Hace ya tres años mis amigos decidieron hacer una capea por el cumpleaños de Gordito. Vaya por delante que a mí no me gustan las capeas porque no me gusta implicar a animales en el divertimiento humano. Luego cuando lo vi en directo me pareció que se divertía más la vaquilla que mis amigos, pero aún así sigo sin ser fan del asunto.
El caso es que hace un par de meses Bombita nos anunció que iba a hacer una capea (again) por el 30 cumpleaños de su novia. A mí me parece un rollo patatero y cateto, pero la verdad es que necesito desconectar de ciertas cosas y decidí apuntarme.
Cuando se hizo la capea original yo estaba levantando cabeza de una de las peores rachas de mi vida. Al fin en agosto había visto la luz después de meses de oscuridad, dolor y cosas feas. Y en noviembre, en el aniversario de mi separación del desequilibrado, estaba tan feliz y llena de vida que me puse unas botas altas y un jersey gordo y me fui de capea. Estuve rodeada de mi gente, de algunos amigos fundamentales que me sujetaban en aquellos momentos y tenía las pilas muy cargadas. Bailé, canté, me reí e hice fotos a porrillo.  Lo único un poco desagradable fue encontrarme de morros con el Ross y su novia de entonces. Sin embargo lo pasé muy bien.
En la capea again las cosas están muy diferentes. No estoy tan tocada y hundida como antes de aquel agosto del 2011 pero tampoco tan pletórica como en noviembre de ese mismo año. A esta capea no vienen algunos de esos amigos que te sostienen en pie con sólo mirarte y guiñarte un ojo. Tampoco viene ninguna novia poco deseable. El Ross y yo nos llevamos bien y de hecho vamos juntos en el coche. Sin embargo tengo pocas ganas de buscar las botas, de sacar los jerseys y de ir a ninguna parte.
Supongo que simplemente estoy cansada. Y que no me he pintado las uñas del color adecuado para el único jersey que tengo a mano. Y que está lloviendo. Y que prefiero quedarme en casa y comer fideos chinos de sobre que carnaza de barbacoa. Yo qué sé.
Sólo me queda la duda de cómo estaré para la próxima capea, porque mira que mis amigos son reincidentes, coño.


martes, 7 de octubre de 2014

Agujetas, un alijo y el regreso del flequillo

Hoy he dado mi segunda clase de pilates. Creo que no podré volver a moverme con normalidad nunca. Lo bueno es que para que no me duelan las abdominales no toso ni aunque me ahogue, así que no seré sospechosa de estar infectada de ébola.
Las clases me están gustando mucho, podría ser la nieta de la mayor parte de las otras alumnas y la hija de las restantes, pero el profe es un gay que nos llama “chumis” y es bastante divertido, así que de momento no voy a hacer la croqueta hacia la puerta y a huir rodando, cosa que había planeado el primer día.
En otro orden de cosas, por la mañana he ido a la peluquería  y me he cortado el flequillo. Antes del verano me lo dejé largo porque estaba aburrida de él, pero luego no soporto verme la frente tan despejada. Desde los 21 que me lo corté han sido escasas las rachas que no lo he llevado. Me termina estresando verme tanta cara al aire. Yo qué sé, manías mías. Dejadme con mis locuras.
También hoy al volver de pilates me he puesto a montar una silla para el ordenador que me compré en Ikea la semana pasada y aún no había tenido tiempo de meterle mano. Al mover el sofá para sacar mi caja de herramientas he encontrado un par de calcetines, un sujetador, un pañuelo arrugado, una pinza, cinco pelotitas de Ron, tres gomas del pelo y una familia de pelusas. Que yo soy un poco desastre, sí, pero es que Ron todo lo que le gusta lo arrastra debajo del sofá y monta ahí su pequeño alijo. Me pregunto para qué quería el sujetador, aunque por la cantidad de pelos suyos que tiene me temo que lo ha usado como almohada. En fin, de momento lo he rescatado todo excepto la familia de pelusas, que me ha dado pena y las he dejado ahí. Total, vivimos en armonía y no nos molestamos mutuamente.

Os seguiré contando, de momento me voy a yahoo answers a ver si alguien tiene un remedio milagroso para las agujetas.